Capítulo 3: ¿Estás bien?
Aunque quería mandar todo a la chingada, no sé porqué no lo hacía. Era incapaz de salir de la norma solo por capricho.
Debía ser racional, todo debía tener una razón, yo no debía ser la niña en el cuerpo de una adulta que aún deseaba explotar.
Suyen.
Perder, todo el tiempo perdíamos, tanto cosas materiales o seres queridos, mascotas. Las razones por las que seguíamos en movimiento.
Soñaba con ganar, pero lo que obtenía no me parecía de mucho valor.
Síndrome de Solomon y la constante necesidad de encajar. Me veía en la necesidad de que otros aprobaran mis actos para existir, no debía ser rara ni destacar demasiado por ser buena en algo, evitaba dejar de pertenecer a la mayoría; esas eran las características de mi síndrome.
Eran las consecuencias que sufría por la envidia. Y como vivíamos en un mundo de jóvenes enfermos, un adulto debía ser racional, tranquilo, afrontar los problemas como si fueran aviones de papel que van y vienen de forma natural por solo unos segundos antes de que la misma corriente los destruya.
—VERGA. —Escuché el grito que acompañó el chirrido de el huevo en el aceite—, HELP, haré un tiroteo.
Paré de picar la cebolla un momento para preguntarle a Bel qué sucedía. Mi compañero, de 20 años recién cumplidos, era un tipo alto de cabello rizado que rara vez dejaba su habitación si no era para ir a la universidad. Le gustaba que yo preparara el desayuno y él me ayudaba a limpiar el apartamento, jugar con mis gatos, alimentarles.
Pero mataron a Lulu.
—La profesora preguntó si le escuchamos y dije "Sí, ya cállate, animal". —Se lamentó a gritos de frustración. Escuché cómo algo se golpeó contra la pared pero su puerta no se abrió—. Tenía el micrófono encendido, ya me escribió en privado la vieja esa.
—Uis. —No supe qué decirle, su tono ya sonaba en negación a todo.
Volví mi vista a la comida en el sartén, miré de reojo los alrededores que aunque eran estrechos no me incomodaban, era una cocina completa y agradecía eso. La hermana de LuLu, Duquesa, se talló contra mis medias al maullar por sobras.
Perdí mis ahorros, Bel también. Detestaba tanto que ni las denuncias pudieran hacer algo al respecto.
El plato de comida rojo bajo el umbral de la ventana me distraía. Apreté los párpados antes de continuar picando la cebolla, no quería llorar con ella. Sacudí mi cabeza repetidas veces, ignorando las imágenes que saltaban a mí de el cadaver pateado, la sangre en el pasillo, el olor metálico.
Detuve mis manos ante el recuerdo de las patadas en las costillas, los gritos que se entrelazaban con los maullidos de mi gato. Aparté la cebolla de la tabla, apagué la estufa y me apoyé sobre la barra para no perder fuerza. La migraña se volvió insoportable, las náuseas de hace años volvieron junto al terror de las patadas.
Podía sentir los golpes aún. En momentos de crisis me gustaba hablar con Hyman, era el único que me entendía pero odiaba que le llamara en horario laboral si no se trataba de una emergencia, tampoco podía contarle de el robo pues era fiel creyente de que las cosas no se contaban si necesitabas algo a cambio, como dinero.
Guardarse las cosas es lo bello.
Traté de removerme y respirar para sacar la idea de mi cabeza, pero mis manos se aferraron al cuchillo. Iba a ser solo un poco, una cortada.
—Será rápido. —Apreté mis labios al cortar un poco de piel, como si partiera por la mitad un chocolate relleno de frambuesa que se exparsió alrededor.
Saqué mi teléfono del pantalón para tomarle foto a mis dedos y la tablilla con gotas de sangre. Esperé a que el ardor bajara antes de escribir un mensaje adecuado pidiéndole a Hyman que me llamara, que estaba cortando distraída y recordé el pasado, así que me lastimé por accidente.
Vio los mensajes minutos después, supe que escribiría así que le llamé en lugar de leerle.
—Oye, estaba escribiendo. —Balbuceó, echando un resoplido que se convirtió en un bajo tono que hacía evidente su acento neutro—, estoy en el trabajo, Suyen. ¿Qué pasó? Te dije que no te distrajeras mientras cocinabas, se supone que eres profesional, ¿no? Ponte cebolla.
—Eso estoy haciendo. —Me reí, quitando la piel de la cebolla que usaba para envolvérmela en el dedo.
—Te visitaré la próxima semana. ¿Cómo te estás organizando para la boda? —Soltó la pregunta de golpe. Borré mi sonrisa de inmediato—. Recuerda que tú querías la fiesta así que esos gastos van de tu parte. ¿Lograste cubrirlos?
—Quería hablarte de eso.
—¿Se aplazará?
Me negué, haciendo hincapié en que tenía lo suficiente y me estaba organizando. Él no respondió pero pude verlo asentir en mi mente, hasta ver sus anteojos rozar la punta de su nariz y él volver a acomodarlos. Hyman era serio, pero imaginarlo se volvía tierno.
—Voy a dejarte, el jefe llegará en cualquier momento. —Me informó sin dejarme responder. Él era el primero en colgar, siempre.
Hyman, mi prometido, el único que me apoyó desde la universidad, también el amor de mi vida. Ese era el hombre con el que me enterrarían.
Escupí en el lavabo la sangre que limpié con mi boca.
~•~•~•~
¿Han escuchado esa frase que dicen las madres: "No te amargues, siempre habrá alguien mejor que tú"?
Pues yo soy ese alguien.
Desde que tengo memoria, la mayoría de las cosas me resultan fáciles. El proceso creativo, la aplicación de el método, la práctica. No me costaba mucho tiempo aprender lo que otros hacían si me lo tomaba en serio, por eso me gradué como una niña genio: cocina, artes plásticas, diseño, números, lo que me propusiera.
Si tenía tiempo lo haría, por eso aunque no tenía ni idea sobre cómo enseñar a otros, decidí hacer la carrera de pedagogía como decisión de último minuto. Eso hizo feliz a una de mis mejores amigas, de esa forma no trabajaríamos ambas en el sector de salud pues también me interesaba medicina, ella no tendría competencia.
Yo sabía que tenía la capacidad para obtener un aumento al momento de hablar, por eso, el hecho de que el profesor buscara un remplazo para el club de cocina en lugar de darme el trabajo a mí fue tan extraño. Lo sentí como un sabotaje.
¿Por qué ahora que necesito dinero para casarme?
—¿Qué le pasa al director? —Balbucí, observando el bote de basura afuera de la oficina. Se veía pateable.
Respiré antes de levantar mi pierna, estaba por aproximar el golpe de no ser por las risillas y los pasos que venían de el pasillo contiguo. Subí mi cubrebocas de inmediato y junté ambas manos para rozar los guantes de látex, en esa posición, lista a saludar a cualquier superior que se dirigiera a la oficina.
—Ya cállate, Pepe. —Habló Hamlet, reconocí su voz al igual que la de Esteban, el secretario de el director.
—Dyne, por favor, solo te estoy pidiendo que descanses más. ¿Qué tratas de probar? Terminarás muerto con el ritmo en el que vives, no es como si solo fueras a vivir unos años, ¿sabes? No vale la pena.
Bajé la mirada para que ellos pasaran sin notarme. Ambos, que vestían de traje, caminaban tan juntos en una especie de riña íntima y silenciosa, la cual detuvieron al percatarse de mí. Yo rechiné los dientes porque no tenía habilidad para ser invisible.
—¿Profesora Suyen? Escuché que vino por el aumento, ¿qué le hizo cambiar de opinión?
El hijo del director me parecía un metiche.
Peiné mi cabello detrás de la oreja antes de tener el suficiente valor para levantar la vista. Ambos me miraban sobre el hombro, con los labios entreabiertos, Hamlet gozaba de una sonrisa disimulada pero poco profesional.
Me sentí bajo el brazo de mi madre cuando escuchábamos sermones de profesores, un simple niño de adorno que debía disculparse por ver a los ojos.
—Ya no está disponible el empleo. Lo siento, me tengo que ir.
El secretario me tomó de la muñeca para escucharles, tenían algo que decir. Sentí un escalofrío que no me permitió moverme, no sería una reacciona normal huir, no debía portarme extraño o volvería a parar en el psiquiatra.
Giré con una sonrisa en espera de algo bueno, que no me cerrara los ojos tanto como la iluminación del medio día. Apestaba a desinfectante, soda y axilas de pubertos.
—¿Estás bien? Económicamente hablando. —Hamlet extendió su tarjeta de presentación tras soltar la pregunta. La tomé en automático—. ¿Puedes darme la tuya? O tu correo electrónico. Hablaré con mi padre y veré qué propuesta tengo para ti.
Chale, ¿cómo que él da propuestas?
Tenía el cabello hecho un nido de pájaros, como si hubiera usado un gorro por horas y luego se lo sacó frente a ráfagas de viento; el secretario trataba de peinárselo mientras esperaban en mi silencio. Su rostro se veía deteriorado por estrés, lo confirmé al ver la tarjeta y reconocer su lugar de trabajo: él era productor de batallas culinarias que emitían cuatro veces por año, ahora se acercaba la temporada de verano.
Ojalá no se refiriera a ellas. Me dan pavor.
—Tome. —Rebusqué en mi saco mi tarjeta, pasándola por las manos de el hombre enseriado para no chocar dedos con el productor racista a mi sector.
Los tres nos miramos, la neta no sé qué chingados hacía con mi vida en el momento en que di mi información pero ya no importaba, soplo quedaba aceptarlo.
—¿Puedes reunirte el sábado conmigo?
—Tengo un funeral.
—¿Se te murió un familiar? —Inquirió Hamlet, no se veía seguro de mi excusa.
—Mi gato.
—¿Es en serio o es algo de el clavo? Porque no caeré. —No me creyó, pero mantuve mi silencio porque sabía a qué jugaba, y él sabía que yo sabía así que esperamos.
Elevé ambas cejas y solté un poco de aire. Me estaba conteniendo.
—¿Cuál clavo? —El secretario Esteban fue quien cayó.
Cerré mis labios con fuerza para retener mis emociones. Hamlet esbozó una sonrisa, haciendo que el otro se percatara. La verdad estuvo bueno, pero era un chiste muy infantil.
—Y por eso rompimos. —El inocente se percató del doble sentido.
Las relaciones en nuestro mundo no eran tema de conversación. A nadie le importaba tu sexualidad, en realidad era extraño ser hetero, lo dice una mujer heterosexual con un prometido bisexual. Era más importante el tipo de medicina y procesos terapéuticos que llevabas, o el ingreso económico cuando formabas relaciones pues estaba estrictamente prohibido formar familias si carecías de recursos, por simples razones:
¿Cómo piensas mantener a un enfermo? ¿Cómo piensas que entre a una escuela especialista en su condición? ¿Cómo no morirán de hambre?
Igual muchas parejas se formaban basado en sus viejos padecimientos, en busca de una ayuda mutua o la atracción a la dicotomía.
Hyman era el síndrome de Hubris —de poder—, solía tener una adicción desmedida a crear situaciones donde él fuera el superior al que no puedes derrotar, por eso al curarse y saber que su entorno era más grande que él, se interesó en mí, lo opuesto. Yo le temía a estar a su nivel, y él valoraba mi esfuerzo en encajar.
El productor y el secretario continuaron echándose miradas retadoras, despertaron mi curiosidad respecto a quienes eran. Iba a retirarme así que estiré mi mano como despedida.
—Disculpe si esto le incomoda, ¿pero podría decir cuál solía ser su padecimiento? Es por precaución, usted ya sabe que soy recesiva —destaqué, sus manos con las mías fueron un choque frío.
No puede negarse a decirlo, es ilegal.
—Era un trastorno —respondió incómodo. Su boca se curveó por el desagrado de la pregunta pero no soltó mi mano—. TDAH. Déficit de atención por hiperactividad.
Articulé una sonrisa que hizo a mis mejillas correr a la altura de mi nariz. Miré de arriba abajo antes de hablar:
—Se nota.
—Al menos no soy quien necesita terapia. —Su respuesta de niño de kínder se fue al carajo cuando Esteban le arrojó una cachetada.
• • •
BUENO, SUYEN ES... ¿Qué piensan de esta mujer?
Los adultos en este universo viven una especie de falso autocontrol. Deben mostrarse contentos, aceptar los problemas como si no fueran nada, ser piedras que sustentan una sociedad donde los jóvenes y ancianos quieren tirar todo por la borda. Es una obsesión colectiva por aparentar humanidad.
Mi intención es recrear un escenario estático, por eso escogí a Suyen Solomon, debido a su síndrome vive al pie de la letra el "sueño de la adultez". Por otro lado, Hamlet, es como un chamaco HAHAHA, todavía trae sus pedos de el pasado.
Mis jóvenes adultos vienen en el próximo capítulo, así que aún sigo con las introducciones. <3
¿Cómo han estado? ¿Están sobreviviendo a los desastres naturales? ¿La pandemia?
¡Muchas gracias por seguir esta historia! <3
~MMIvens.
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