Gentle hearts are counted down
La idea fue, por supuesto, de Moony; el chico era brillante sin esforzarse. Después de varias horas escuchando a James lloriquear sobre su lamentable suerte en el amor —entiéndase como la negativa de Lily Evans a salir con él— y desesperado como estaba por algo de silencio para poder terminar su libro en paz, interrumpió lo que parecía la millonésima queja de su amigo en lo que iba del día.
—Dijiste que ella siempre se enoja cuando te metes con Snape, ¿no? —señaló, cerrando la colección de poemas muggles para centrar su atención en James; de todos modos, llevaba varios minutos atascado en el mismo verso—. ¿Y si intentas, no sé, dejarlo en paz? Ni siquiera tienes que ser amable con él o algo así, creo que si lo intentaras Snape se desmayaría por la conmoción. Olvida eso, todos en el castillo se volverían locos.
Fue allí, en ese preciso instante, cuando el proverbial bombillo de James se encendió. Remus notó con aprensión como el rostro de su amigo cambiaba la apariencia de cachorrito pateado, por esa sonrisa toda dientes que siempre antecedía una travesura suya. James Potter tenía una idea y estaba más que claro que sus intenciones eran cualquier cosa, excepto buenas.
Remus obtuvo el silencio que tanto quería después de eso, pero la inquietud ante lo que sea que planeaba James resultó un distractor de su lectura dominical incluso peor que el parloteo sin sentido sobre pelirrojas difíciles.
Sirius Black, por su parte, no solo era un gran entusiasta de las travesuras que James maquinaba; también participaba activamente de ellas cada vez que podía. Y todavía, cuando el chico le contó su plan con entusiasmo desbordado, por primera vez en seis años de amistad se cuestionó la cordura del quien era su hermano en todo, menos en sangre.
—Me tienes que estar jodiendo, Prongs —cuando James solo se quedó en silencio, la desesperación en su voz creció—. Por favor, amigo, dime que es joda.
No lo era.
Sirius hizo un diagnóstico rápido de la situación y llegó a la única conclusión lógica: James cayó de su escoba y se dio un golpe lo suficientemente fuerte como para joderse la cabeza; de seguro su idea ridícula era producto de alguna mierda cerebral... ¿cómo lo llamaba Moony? Conmoción. Sí, era la conmoción cerebral hablando por él. Debía serlo.
Él intentó hacerlo entrar en razón; fue su deber como mejor amigo y compañero de fechorías. Pero incluso después de explicar en detalle a James porque debía visitar a Madame Pomfrey para que le revisara la cabeza, quizá ir directamente a San Mungo e internarse en el pabellón Janus Thickey, el mocoso obstinado insistió en seguir adelante con La locura a la que él llamaba su Magnus opus. Con Merlín como testigo, Sirius lo intentó.
Peter, para sorpresa de nadie, fue el único que accedió a ayudarle con el plan. El niño, pobre alma ingenua, diría sí a cualquier cosa que el amable James Potter le pidiera. En consecuencia, se vio arrastrado a todo el asunto sin conocer lo que ello implicaba, y para cuando Sirius le advirtió al respecto en la cena esa noche, se encontraba demasiado hundido en el barro figurativo; cualquier intento de dar marcha atrás solo lo arrastraría más y más profundo.
Sabes que tomaste una decisión estúpida e impulsiva cuando Sirius Black -¡Sirius '¡Imprudencia' Black, de entre todas las personas! - actúa como la voz de la razón. Peter aceptó su destino con la magnanimidad de un santo.
Al otro lado del castillo, en lo profundo de las mazmorras, Severus Snape era ajeno a lo que la mañana del lunes le tenía preparado. Esa noche sus preocupaciones giraban en torno a terminar el ensayo de encantamientos antes de ir a la cama y lograr que Slughorn le dejara usar el laboratorio de pociones para avanzar en su investigación sobre la poción fortalecedora. Criatura tonta, Merlín cuide su alma, ni siquiera se le otorgó la misericordia de una advertencia antes de tener que enfrentarse a La desgracia.
Siendo La desgracia, La locura y el Magnus opus una misma cosa: James Charlus Potter dándole los buenos días a Severus Tobías Snape en medio del Gran comedor.
Ahora, es necesario explicar algo: no fue raro que James saludara a su archienemigo frente a una multitud; sin embargo, normalmente dicho saludo se pronunciaba en un tono burlón, seguido del infame apodo con el que le había bautizado y una maldición variopinta que lo dejaría adolorido por el resto de la jornada escolar. Nada como el 'buenos días, Severus' de esa mañana, puntuado con un beso en la mejilla cetrina del niño.
Durante años se debatió si el chillido sorprendido que resonó en el lugar perteneció a Snape, o a Minerva McGonagall, quien les vigilaba de cerca a la espera de una pelea cuando el beso sucedió. Remus, el menos sobrecogido entre los testigos, aseguraba que fue una combinación de ambos. Todos esperaban que Lily, la más cercana a la acción, diera fe de las palabras del hombre lobo; pero la chica siempre respondía que estaba demasiado conmocionada para notar cualquier cosa. Hasta donde sabía, pudo ser ella quien dejó escapar el penoso ruido por la confusión.
No fue la única confundida, eso seguro; el mismísimo Severus Snape podía relacionarse con el sentimiento.
Empuñó su varita en cuanto vio a James Potter caminar hacia donde se encontraba hablando con Lily, solo para que la pobre cosa nunca se utilizara. Cuando los labios tibios de Potter le rosaron la mejilla, la varita resbaló de su mano; el repiqueteo que hizo contra el suelo apenas se escuchó entre la lluvia de exclamaciones que se desató en el comedor. Cuando le preguntaron al respecto un tiempo después, ni siquiera recordaba cómo o cuando la recuperó. La verdad fue que Peter Pettigrew la recogió y se la entregó en cuanto las cosas se calmaron un poco.
De entre los presentes, el único que lucía como si no pasara gran cosa era James. El muchacho se veía radiante, su sonrisa casi amenazando con dividirle el rostro a la mitad. Y no era para menos; lo había logrado. La reacción que siguió a su jugada maestra superó con creses cualquier expectativa que se permitió concebir la noche anterior. Él tuvo una visión, una epifanía: mandíbulas desencajadas y ojos abiertos de par en par; verla convertirse en realidad fue una experiencia sobrecogedora. Incluso Dumbledore parecía sorprendido y ese hombre siempre dio la impresión de saber todo de todos.
Oh, pero la mejor reacción la tuvo Snape. No se desmayó como Remus predijo. No, solo se congeló con una expresión ridícula; su apariencia estoica acostumbrada yéndose a la mierda en cuanto James lo besó. El niño siempre fue pálido, pero en esos momentos un papel parecería bronceado en comparación. Se encontraba inmóvil, como si un petrificus totalus lo hubiese golpeado de frente.
James estaba extasiado.
—¿Ya desayunaste? —él habló, como si no tuviera a medio Hogwarts pendiente de cada palabra. Como si todos los días se levantara y saludara a Snivellus con un beso de buenos días.
Snape, todavía conmocionado, alcanzó a negar con la cabeza una vez. La sacudida pareció sacarlo de su estupor, porque acto seguido frunció el ceño de forma tan pronunciada, que James temió por la apariencia que tendría cuando alcanzara la vejez.
—Potter —dijo entre dientes—. ¿Qué, en nombre de Salazar, acabas de hacer?
La sonrisa de James no vaciló.
—Te saludé, claro —el pequeño desvergonzado tuvo el descaro de sonar confundido, casi ofendido por ser cuestionado acerca de su accionar-. Buenos días también para ti, Evans; perdona mis modales.
Lily lo miró como se contempla a una criatura exótica, de la que no se está seguro si puede morder o no.
—Entonces, ¿desayunaste?
Severus no había desayunado. Culpa, como no, de James Potter, quien decidió perder el último tornillo que le quedaba antes de que Severus pudiese siquiera acercarse a un plato. Se abstuvo decirle eso a Potter; estaba decidido a no seguirle el juego y eso implicaba no abrir la boca en lo absoluto.
Cosita ingenua, pensó que podía lidiar con James cuando se traía algo entre manos. Estaba equivocado, por supuesto.
James, siendo el bastardo gryffindor que era, llevó las cosas aún más lejos y tomó sin vacilación la mano de Severus. Todos coincidieron después en que el chillido que se escuchó luego de dicha acción, provino de Sirius.
—Ven, vamos a comer. Estás todo flaco porque no comes suficiente —¡incluso picó las costillas de Snape con su dedo! ¡La osadía! Quienes presenciaban la escena no podían decidir si era muy valiente o muy tonto—. ¡Mira lo pálido que te ves! El desayuno es la comida más importante del día, Sev; debes asegurarte de empezar la mañana con pie derecho.
Sev.
Los merodeadores, Lily y Severus se estremecieron ante el uso despreocupado del apodo. Sirius llegó tan lejos como para desplomarse de forma dramática sobre el costado de Remus.
Entre tirones, James logró arrastrar a Severus un par de metros, antes de que el chico Slytherin relacionara y arracara su mano del agarre que la apresaba.
—¡Potter!
¿Snivellus siempre fue así de gritón? James no recordaba que su voz sonara tan aguda antes, y mira que escuchó sus lloriqueos por años. Decir que James estaba feliz de ver semejante reacción exagerada ante algo tan pequeño sería un eufemismo. No se divertía tanto desde esa vez en que embrujaron a todos los estudiantes para que solo pudieran comunicarse cantando y Slughorn terminó involucrado por accidente, lo que convirtió sus clases de pociones en recitales de opera bastante cutres.
—James —respondió, porque no sería James Potter si no llevara las cosas incluso más lejos. Cuando Snivellus lo miró como si coincidiera con Padfoot en que necesitaba ayuda profesional, continuó—; llámame James, por favor. Somos amigos y los amigos se hablan por el nombre.
Bien, eso fue llevarlo un poco demasiado lejos, incluso para James. ¿Él y Snivellus amigos? ¡Merlín no lo quiera!
Un pensamiento similar resonaba en la mente de Severus, quien tuvo arcadas ante la mera idea de una amistad con James Cerdo Potter. Merlín, ni siquiera había desayunado y ya sentía la urgencia de vaciar su estómago; confía en Potter para arruinar una mañana perfectamente tranquila.
—Preferiría comer vidrio.
—Oh —James hizo un puchero, ¡él jodidamente hizo un puchero! Nadie puede decir que no se comprometía con su actuación—. Eso no suena como un desayuno saludable, Sev. Yo pensaba en algo más cerca de tostadas y huevos, pero si es eso lo que se te antoja...
Sirius se acercó los dos chicos y tuvo que aguantar una carcajada cuando escuchó la contestación de su mejor amigo. Creía de todo corazón que James merecía algún tipo de reconocimiento por mantener una cara seria mientras decía cosas así. Ina orden de Merlín, tal vez; quizá de segunda clase. No, espera, el bastardo jodidamente pinchó las costillas se Snivellus; si eso no fue merito suficiente para una orden de primera clase, Sirius no sabía que lo era.
—Potter, piérdete; última advertencia —Snape palpó su túnica en busca de la varita que en esos momentos reposaba en algún lugar del suelo.
—¿Te estoy incomodando? ¡Disculpa! —¿James Potter acababa de inclinarse ante Severus Snape? ¡Oh Merlín, él lo hizo! —. Me voy, entonces. Ten una linda mañana.
El niño le sonrió a Snape y corrió hacia la mesa de Gryffindor con varios pares de ojos observando la escena. Snivellus se quedó allí, en medio del comedor, por al menos dos minutos antes de caminar tembloso en dirección a su propia mesa. Esa mañana, a excepción de James Potter, los merodeadores y el pobre Severus, la población estudiantil de Hogwarts chismorreó hasta que sus corazones estuvieron satisfechos.
...
A James le gustaban las cosas bien hechas. ¡Nada de mierdas a medias, no señor! Él, como buen deportista, conocía los méritos de la constancia e intentaba aplicarla en su día a día. También era un bromista de corazón; aprendió con los años que la diferencia entre una buena broma y una gran broma radicaba en la repercusión que tenía. Finalmente, pero no menos importante, James Potter era un total bastardo y disfrutaba apretar los botones de la gente, sobre todo gente como Snivellus. Entonces, lo que comenzó como algo de una sola vez, se volvió una rutina.
Después de una semana de besos en la mejilla, saludos amables y lo que solo podía clasificarse como coqueteo descarado, nadie en Hogwarts levantaba una ceja cuando James se acercaba a Severus. La única excepción a esa declaración era, por supuesto, el mismo Severus.
Si bien era cierto que después de la primera vez su varita titubeó menos a la hora de reaccionar, el chico aún tenía problemas para mantener la habitual expresión estoica cuando Potter envolvía el brazo alrededor de su cintura y le deseaba buenas noches al oído. ¡Escandaloso! ¡Desvergonzado! Vocalizar esas exclamaciones solo provocó que Potter, el muy canalla, respondiera un coqueto:
—Solo cuando se trata de ti, cariño.
Severus estaba enloqueciendo lentamente.
Ahora, decir que el único conmocionado por como estaban resultando las cosas era Severus, sería mentir. Nadie lo sabía, pero probablemente el más confundido al respecto fue nada menos que James Potter.
Cuando concibió la idea, pensó en soltar algunos comentarios amables y desarmar a Severus lo suficiente para que perdiera los estribos. Sin embargo, en algún momento eso había girado en dirección al coqueteo. Disfrutaba ver las mejillas pálidas teñirse con un bonito tono rosado y escuchar la voz profunda del chico titubear y subir al menos media octava por los nervios. Era solo diversión, se dijo; simplemente le gustaba sacar a relucir una faceta diferente del idiota y reírse a causa de ello.
Después de las primeras semanas, Snivellus se volvió Severus en su monologo interno. Eso también tenía explicación: lo llamaba así con frecuencia para molestarlo, todo en virtud de la broma; era entendible que ahora pensara en él en esos términos. Nada raro. Además, le gustaba la mueca que hacía Severus cada vez que escuchaba su nombre deslizarse de los labios de James; mitad enojada, mitad avergonzada. La vista siempre provocaba cosquillas en el estómago de James, seguramente por aguantar tanto la risa.
A finales del primer mes, cerca de Halloween, Sirius se quejó de que hablaba todo el tiempo sobre Severus. Todavía nada raro allí; James necesitaba nuevas ideas de coqueteo para molestarlo, ¿y qué si pedía ayuda y consejos útiles de sus amigos? Ellos nunca hicieron un gran escandalo por eso cuando los consultaba acerca de Lily, ¿entonces cual era el problema ahora?
Remus, quien escucho la repuesta defensiva de su amigo, lo supo entonces. Ya habíamos establecido que el chico era brillante sin intentarlo, ¿no? Y en su opinión, todo el asunto era tan obvio que cualquiera con dos dedos de frente lo habría deducido. Eso no impidió que Sirius y Peter tardaran otro puñado de semanas en notarlo.
Lily, la inteligente y hermosa Lily, empezó a sospecharlo un par de días después, cuando cayó en la cuenta de que James Potter no le había pedido una cita en semanas y, en cambio, insistía en sostener la mano de Severus para escoltarlo a las mazmorras cada vez que se topaban con él cerca del toque de queda. Al inicio pensó que era algún tipo de plan para convencerla de aceptarlo; cambió de opinión cuando una noche de noviembre, Severus accidentalmente dejó escapar una risa por un comentario tonto de Potter y el chico prácticamente brilló en respuesta. Ella lo supo entonces.
El segundo mes llegó a su y luego el tercero. En el transcurso de ellos, James se convirtió en un Romeo de cabellera despeinada y Severus se resignó a tener que soportar los acercamientos de Potter. Ambos desarrollaron una habilidad especial para poner excusas.
No tiene nada de raro comprar dulces para Severus en Hogsmade, Pads. ¿Que cómo se cuáles son sus favoritos? Eso no importa.
Claro que no, Lily, no estoy elogiando a Potter; solo menciono que me sorprendió saber que no es un completo iletrado y de hecho puede proporcionar una conversación medianamente entretenida.
¡Por supuesto que todo esto sigue siendo sobre Lily, Moony! ¿Qué dices? ¿Por qué aún no hago mi movimiento con ella? Espero el momento correcto, ¿no es obvio?
Dile a Potter que totalmente odié el ramo, Pettigrew. Sí, ya se que todas pueden usarse como ingredientes de pociones, no tienes que repetirlo. ¡No voy a devolverlo! Las odio, pero pueden ser útiles; ahora vete y dile a Potter lo que pienso de su ridículo regalo. Ah, y también dile que es un cobarde por mandar flores con un intermediario.
¡No, mamá! No creas nada de lo que te dice Sirius; Severus es solo un muchacho del colegio, no hay nada entre nosotros.
¿Que sonrió más últimamente? Ves cosas donde no las hay, mamá. Hogwarts sigue siendo una molestia; especialmente ese chico James...
El momento de la realización para ambos llegó después de las vacaciones de invierno, cuando al regresar al castillo descubrieron que se habían extrañado el uno al otro. No como extrañaban a sus amigos, sino de una forma mucho más visceral. Los dos chicos pretendían continuar en negación a pesar de saberlo; lastimosamente su plan se fue a la mierda cuando esa misma noche, James abordó a Severus en los pasillos medio vacíos, con la intención de compensar el tiempo que no lo molestó mientras estaban en casa y de alguna manera terminaron besándose ocultos tras una armadura.
Acordaron mantener el nuevo desarrollo de su relación en secreto; algo de lo que sus amigos se burlaron por años, considerando que para ese punto todos sabían que estaban locos el uno por el otro. Sirius Black lo contó como anécdota en el discurso que dio después de la boda, haciendo reír a los asistentes. Él y Remus compartieron el puesto de padrino; el primero porque era prácticamente hermano de James y el segundo porque fue su idea la que juntó a los novios para empezar.
NOTAS FINALES:
Créditos de la idea a un tiktok de <a>Lux</a>, quien hace contenido espectacular sobre Severus y ships como este; singanle, es genial. Vi su video y dije "tengo que escribir algo así".
Quería escribir algo más extenso, pero tengo un longfic en proceso de publicación y no quería comprometerme con otra historia. Quizá algún día vuelva a este tropo y escriba un fic completo, con todo y drama; por ahora, esto es lo que hay.
El título, como ya es costumbre, proviene de una canción. Es una línea de 'Rock n' roll with me', temazo de David Bowie.
El fic es algo tonto, pero ese era mi propósito mientras lo escribía; Dios sabe que esta ship necesita más fanfics fluffy y con poco drama. También tiene un estilo narrativo un poco diferente al que acostumbro usar. Espero que hayan disfrutado la lectura a pesar de todos sus defectos.
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