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『 Razor 』


- Pedido hecho por: Limonysololimon
- Advertencia: Spicy¿ sólo una parte lol y angst
- Relación: Lupical x2
- Número de palabras: +16k /panic
- N/A:
One Shot traído del libro original.
• You know what? bAm, Razor again
• Te quiero mucho, Razor
• Ven y sana mi dolooor~
• Esta no es una continuación del primer os que escribí de Razor, pero parece que si lo es, pero no lo es fuiavdkw
• El argumento que usé aquí originalmente lo puse en un libro de one shots de Genshin como pedido, ¿que pasó después? Nunca actualizaron luego de un maratón de NSFW, así que si quieres algo bueno debe hacerlo tú mismo, /cry

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¡Razoooor!—

Se escuchó a través del bosque, pasos rápidos y ligeros dejaban diminutas huellas de sus botas llenas de lodo y sus pequeños brazos alzados sobre su cabeza para dejar fuera de alcance toda suciedad del libro que cargaba.

Dando saltos de un lado a otro para ser la ganadora en su carrera imaginaria, por encima de una rama caída, por debajo de un tronco que bloqueaba torpemente el sendero, para al final ser la única ganadora.

O más bien, siendo descalificada apenas fue alzada para detenerla. En un movimiento veloz y exacto se encontró mirando sus pies colgar a unos centímetros del suelo. Alzó su mirada, y sus enormes ojos encontraron el perfil serio y precavido del chico que vivía entre los lobos.

—¡Razor!—

—Klee... —

Se saludaron mutuamente, para que después la curiosidad llevase a la niña a mirar en donde estuvo a punto de pisar.

Una trampa de cuerda con la que casi tropezaba de no ser por aquel joven de largo cabello plateado. Agradeció rápidamente antes de deslizar sus brazos entre las correas de su mochila, escabulléndose del agarre y quedando frente a Razor, dando saltos de la alegría.

—¡Mira, es lo que te conté la otra vez!— Klee alzó los brazos de nuevo, dejando a la vista la portada colorida de otro de sus libros infantiles. Lo único que Razor pudo reconocer por su silueta era la armadura de un caballero, la otra figura de una mujer vestida de forma extraña y exagerada a su lado le resultaba confusa. No era un buen atuendo para luchar.—¡Vamos, vamos! ¡Voy a leértelo! ¡Albedo ya me ayudó con las palabras difíciles, te las podré explicar!—

Entonces lo entendió. Era otro cuento, como aquel que guardaba en su preciado cofre lleno de sus propios tesoros. Así que de inmediato se encontró interesado en lo que trataría, los conceptos de ficción y fantasía seguían siendo algo que no terminaba de entender, pero mentiría si dijese que no disfrutaba de escuchar a los demás. Fuese hablando en general o, cómo en esa ocasión, leyendo.

El recuerdo de su niñez donde pasaba noches de tormenta con Lisa en la biblioteca lo distrajeron un instante, y para cuando volvió a la realidad se encontraba siendo guiado por Klee de la mano para hallar un lugar tranquilo en medio del bosque.

Lo encontraron, un gran árbol con su copa rebosante de hojas, brindando una sombra justa y adecuada para la ocasión. El viento soplando entre sus ramas y con sus extravagantes raíces serpenteando dentro y fuera de la tierra. Razor reconoció el lugar, cerca de ahí había un lago, tal vez Klee querría ir ahí después de leer. La idea de comer pescado no sonaba nada mal.

Pero ya habría tiempo para eso, lo que más le interesaba ahora era sentarse al lado de Klee y descansar luego de una larga mañana de romper trampas de los cazadores.

—Está arrugado aquí porque sin querer tiré jugo en el desayuno, ¡pero aún se entiende bien!— La pequeña mano enguantada señaló con algo de pena la esquina inferior derecha del libro, las hojas estaban quebradizas y el olor a naranja se había penetrado en el papel, pero eso no la detuvo de pasar de página.—. En este cuento no hay lobos como en el de la otra vez, ¡pero si hay dragones y caballeros! ¡Y mira!— Klee volvió a pasar de pagina, dejando a la vista de nuevo a aquella mujer tan extraña, parecía estar triste.—. Es una princesa, ¡está sola y espera a que un caballero la salve del dragón!—

—...— Razor tomó el borde de la página con cuidado, notando el pedazo faltante.

—Oh... no sé qué decía ahí, uh... —Entrecerró sus enormes ojos para pensar mejor, y si extraña imaginación se terminó tropezando con su memoria en el proceso.—, creo que era que el dragón quería comérsela, ¡si, eso era! ¡Iba a devorarla si no la rescataban!—

Eso no era cierto.

Pero de todos modos el chico dio un ligero jadeo de la sorpresa, ¿un dragón? Se preguntaba quién podría ser tan fuerte como para enfrentarse sólo contra algo así.

Entonces la página cambió de nuevo, y en medio de ésta se pudo ver la figura de espaldas de un caballero, alzando una espada ligera al aire y teniendo a la bestia frente suyo. Klee siguió leyendo, saltándose comas y agregando acentos sin querer, pero la historia seguía siendo algo apegada a la original.

—"Pero si la voluntad fuese suficiente habría montañas siendo despla... des-pla-za-das cada día para mejorar los paisajes— Klee levantó la mirada hacia Razor para compartir su sonrisa, ¡había podido leer una palabra difícil! Razor, por el otro lado, simplemente admiró en silencio su felicidad.—, el caballero tan audaz como noble no terminó de entender esto, ¡pues su espada se partió en dos y su espíritu fue despedazado como el frío metal de su arma!"—

Sus garras... ¿no muy fuertes?—

Klee llevó su mano a su barbilla, imitando la pose que había visto a Albedo hacer en tantas ocasiones. Se concentró, de alguna forma sabía a qué se refería el cuento pero no hallaba la manera de explicarlo para Razor.

—Su espada no era lo malo, ¡fue él quien pensó que podría solo contra el dragón!— O al menos eso era lo que cierta Maestra Intendente le había dicho hace tiempo.—. Kaeya me dijo una vez que la voluntad de un caballero es importante, ¡pero qué fortalecerse y aprender a pelear es lo mejor para combinar tu voluntad! Creo que se refiere a eso.—

La diferencia entre un verdadero consejo y un comentario juguetón del capitán de la caballería era que esa vez intentaba persuadir a Klee para que se comiera todos sus vegetales.

Pero si lo había dicho un adulto entonces era verdad, ¿no? Razor se quedó meditando un poco mientras que Klee seguía tratando de buscar la página en la que se habían quedado luego de perderla, tenía sentido, querer proteger y hacerse más fuerte al mismo tiempo, ¡es lo que él hacía todos los días!

Protegía a su lupical y los ayudaba siempre que podía, ¿será que eso lo convertía también un caballero?

Por alguna razón sentía que algo faltaba.

¿Si él se enfrentara a ese dragón podría derrotarlo en el primer intento? ¿Sería difícil? ¿Qué estaría salvando exactamente?

Cuando esta pregunta se formó a medias en su mente de inmediato apareciste entre sus ideas, una silueta que parecía irradiar luz y brillo así como el dibujo de la princesa en la portada del libro. Alguien que resaltaba y parecía especial entre el resto del mundo.

"Calidez", es la palabra que había asociado a ti desde hace tiempo.

Aún sin entender del todo sus emociones, pero sabiendo de antemano que es un sentimiento único que no se parece ni en lo más mínimo a la alegria de estar con sus amigos, tampoco era el respeto que tenía hacia Boreas o hacia Lisa, mucho menos la curiosidad que experimentaba cada vez que veía a Diluc desde lo lejos cuando se apartaba del resto.

Era único y singular, algo que sólo pensaba cuando se trataba de ti.

—"¡Mi deseo y mi juramento es insuperable, pero es difícil ganarle a la sed de destrucción de la bestia!— Klee se rindió y simplemente lo tomó una página al azar. Ahora la narradora fingía su voz para hacerla sonar mas grave, aparentando la voz del caballero herido y derrotado. Claro que el dibujo no era nada gráfico, pero esto no impidió que el chico hiciera una mueca al verlo, parecía doloroso.—. Perdóneme, mi señor, que lo que mas atesora corre peligro por mi culpa— Dio vuelta a la hoja, y la magnífica ilustración del rey sobre su trono ocupó dos paginas enteras. Nada convencional en realidad, lejos de ser un hombre mayor con barba blanca y larga había un joven en el puesto más alto. Los colores eran cálidos pero en tonos sombríos, expresando la melancolía del soberano. El dibujo lo mostraba con los ojos cerrados y con una postura rígida y perfecta.—. Qué tú deber y deseo no te nuble la mirada, dijo su alteza, que más derrotas vendrán y más problemas surgirán— Ahora la voz de Klee pasó a ser más baja y exagerada, arrastrando las palabras y añadiendo un tono de llanto falso. Producto de las impresiones que le daban las imágenes.—, y aquí estaremos nosotros, aquí quedarán los cimientos del reino si es que caemos. No será la derrota de uno, si no la historia de todos la que quedará plasmada en la roca de esta tierra."—

—... ¿Alteza?—

¡El rey! ¡Él es a quien los caballeros le sirven!— La niña alzó su brazo como si empuñara una espada, Razor se sobresaltó por lo brusco de su movimiento pero había logrado capturar su atención.—. Así seré de grande, entonces podré... ¡Espera, espera, espera! ¡Tengo una idea!— Klee volvió a cerrar el libro de golpe, levantándose de su lugar al lado de Razor y casi saltando sobre su mochila. De ahí comenzó a sacar todos sus tesoros y herramientas para aventuras, una manzana, un reloj despertador, un piño, dejando todo de lado hasta que finalmente encontró lo que buscaba. Una caja de crayones a casi terminar y un gran cuaderno de bocetos con apenas un par de hojas. Ambas cosas heredadas pero apreciadas para la menor.—. Un rey necesita un caballero, ¡y una corona!—

Hace tiempo que a Klee le había dejado de importar el lodo y la tierra en su ropa, tanto como para volver a arrodillarse de golpe y para comenzar a dibujar sin problema alguna sobre una de las hojas de su cuaderno, dejando sin querer a un confundido Razor detrás.

¿El cuento se acababa así o... ?

Sin hacer ni un sólo ruido el chico permaneció a la espera de su amiga, haciendo guardia mientras ella se concentraba en lo que sea que estuviera haciendo. El crayón negro se gastó en una serie de líneas en zigzag, irregulares y nada precisas, con un poco más de esfuerzo ahora tenían lo que se suponía era una corona.

Mal cortada y pintada de un amarillo brillante que lastimaba la vista. Pegada por detrás con una bendita que mantenía unida ambas partes con las pocas fuerzas restantes del pegamento. Pero a ojos de Klee era su mejor creación hasta ahora.

—¡Aquí, ahora eres el rey de los lobos!— Klee dejó su manualidad sobre la cabeza de Razor luego de pedirle que se agachara. La extraña sensación de algo ligero pero ajustado sobre su cabeza le hizo quedarse quieto por reflejo, preguntándose sobre qué pasaría si se cayera.—. Y Dodoco y yo somos tus caballeros.—

Mientras que la menor posaba con orgullo y valentía, Razor se cuestionaba sobre su nuevo título imaginario, ¿rey? ¿Se convirtió en alguien tan importante sin hacer nada? Eso iba en contra de todo lo que conocía como la ley entre los lobos que incluso se sentía incorrecto. No era el más veloz, tampoco el más fuerte, no aún, no merecía ser llamado rey si aún le faltaba mucho por crecer y aprender.

Entonces lo entendió, lo mejor para él sería ser un caballero, ¿pero cómo se era uno en realidad? Tenía la fuerza, tenía la voluntad, ¿será algo como la posición de un lobo en la manada? De pronto se vio intrigado al respecto, tan interesado que la idea de ser un caballero incluso no sonaba tan abrumadora.

Aunque algo que no tenía Razor en claro era que un caballero era muy diferente a un guardián. Debería servir por igual a quien lo necesitara, cuando en su mente y corazón sólo buscaría servirle a una sola persona.

Aún con la incógnita en su cabeza terminó removiendo con cuidado la manualidad de su cabeza y le preguntó a Klee si podía quedársela, con su voz tranquila y monótona. Contrastando con la alegre y entusiasta de su amiga que le respondió que era toda suya ahora. Razor la dobló y la guardó en su capucha, un nuevo tesoro para su baúl.

[...]

—¿Qué es un caballero? Es algo difícil de responder— Al igual que en su anterior intento, la persona se cruzó de brazos, pero la diferencia recaía en la actitud que tenía el hombre frente suyo. Kaeya sólo sonrió antes de volver a poner sus manos en su cintura, sin dejar de notar como Razor analizaba con cuidado cada movimiento, de la misma forma en la que los ojos de un cazador reaccionan al entorno. Era tan extraño como algo qué esperarse de él.—. Pero ya qué has venido hasta aquí todo el camino desde el Reino de los Lobos, lo menos que puedo hacer es ayudarte, ¿cierto?—

La investigación de campo del chico había comenzado, ¿qué era un caballero? ¿Cómo se era uno? Después de tener la vaga versión de Klee como base ahora había recurrido al primer adulto que se le ocurrió, aprovechando a su vez que podría escalar poco a poco para acostumbrarse a la presencia de más personas sin tener que abrumarse de golpe por las multitudes.

Razor era un experto para escabullirse, después de todo era una de las bases de la cacería. Apenas un rayo de sol golpeó su rostro logró abrirse paso entre su lupical sin alertar a ni uno de los lobos que dormían a su alrededor. Esquivando la naturaleza y llegando a la frontera en tiempo récord.

El problema llegó al alcanzar el puente que conectaba a Mondstadt con el resto del páramo, el alba hacía difícil el esconderse y la luz que provenía de la ciudad comenzaba a abrumarle, pero se mantuvo tranquilo, convenciéndose de que valía la pena. Los lobos respetan el territorio ajeno, y las expediciones en solitario median su capacidad para valerse por sí mismo, ¡Razor ya no era un cachorro como para temerle a algo así!

También se mantenía positivo pensando en que, tal vez, podría encontrarse con Bennett en el camino.

Con algo más que suerte había logrado encontrar el edificio de donde un par de caballeros salieron para cumplir su deber, ahorrándole la necesidad de tener que preguntar a algún extraño.

Luego de un par de opciones y un rápido análisis de los alrededores, Razor había evitado recurrir a la puerta principal y optó por tocar una ventana, esperando que su memoria no fallara para encontrar el que se suponía era el estudio de Lisa.

Y eso nos trae a la situación actual, con Kaeya tratando torpemente de no utilizar palabras técnicas luego de que Razor le dijera que fue Diluc quien le había dicho que le preguntara a un caballero real para tener una mejor respuesta.

El capitán se había burlado en su mente de la poca habilidad del pelirrojo para lidiar con niños, pero se le había regresado cuando se dio cuenta de que no tenía idea de cómo poner en orden su propia definición de lo que era un caballero.

—Un caballero no es más que un jinete, pero sé que no te refieres a eso— El joven ladeó la cabeza, ¿"jinete"? Kaeya rascó su nuca y buscó una salida al analizar la habitación, no había nada más que ornamentaría anticuada que no ayudarían en lo más mínimo.—. Poniéndolo así, es... — "una formalidad" estuvo a punto de decir, pero se frenó a media oración, empeorando la confusión del menor. Y entonces el capitán se vio a sí mismo en un dilema, sus manos se quedaron en medio del aire a media explicación, congelando sus ademanes y regresando al comienzo de nuevo.—, bueno, es un juramento, la promesa de que estarás ahí para proteger a los demás.—

Razor escuchó la voz del de Visión cryo pero estaba más atento a la excesiva cantidad de movimientos que hacía con ambas manos al explicar, apuntando a cosas en el aire y distrayéndolo en el proceso. Así que cuando Kaeya volvió a permanecer en silencio, Razor tuvo que pensar en la manera de resolver su duda exacta.

—Pero... ¿cómo ser? ¿Defender hogar o lupical, siempre de gente extraña, o... ?—

Kaeya lo interrumpió.

—Ser un caballero también implica hacer sacrificios, no se trata de sólo ser bueno peleando. Lamento decepcionarte si creíste que era lo contrario— Dijo, suspirando justo después.—. Muchas personas renuncian a una vida tranquila para servir a su hogar, y quienes no son caballeros esperan mucho de ellos, tanto que los más pequeños errores pueden llegar a ser peligrosos. De hecho, el definir cuando es el momento de pelear y cuando debes ser precavido es igual de importante que saber usar una espada— Posó ambas manos en su cintura, y cierto alivio lo invadió al notar que estaba siendo eficaz con sus palabras.—. Claro que no cualquiera con algo de voluntad puede hacerlo, se requieren años para incluso completar el entrenamiento más básico.—

Razor abrió los ojos al reconocer la explicación que Klee le había dado, las palabras extrañas en el cuento parecían cobrar sentido y su interés sólo había crecido aún más. Entonces bufó, cerrando en un puño sus manos y encogiéndose en su sitio, como si se preparara para saltar lo más alto que pudiera.

—Vencer dragón.—

Kaeya tensó los hombros y negó de inmediato.

—No llegamos a tanto, pero tu entusiasmo es admirable.—

Razor pareció entender a lo que se refería y en seguida volvió a enderezarse. Kaeya estaba genuinamente confundido, ¿pero qué daño podría hacerle a alguien el que contara algo así? O aún más importante, ¿qué es lo que había disparado el interés en el chico frente suyo? En su intento de encontrar una pista en el lenguaje corporal o en las reacciones de Razor es cómo se da por vencido luego de un rato de puro silencio.

Estaba por indagar de una forma más directa en la curiosidad del chico hasta que fue interrumpido por el sonido de la puerta siendo abierta, el golpeteo de los tacones y el ritmo de los pasos le dijeron de quien se trataba con mucha antelación, mientras que Razor había reconocido el olor a tormenta y a rosas típico de la recién llegada.

Lisa se disculpó por el bostezo que se escapó de sus labios antes de asomarse a la oficina, sus movimientos eran lentos y sutiles, mostrando que se reportaba tarde a atender su trabajo diario. Lo que no esperaba era que en medio de sus labores encontraría a su estudiante hablando con el capitán.

—Vaya, ¿estamos planeando algo por aquí? Esta es una visita inesperada— Dijo, adentrándose al salón y saludando a ambos pero aún prioridad pasó a ser el chico de ropa ligera.—. Es bueno verte, Razor, ¿viniste a entrenar con tu maestra personalmente?— A pesar de que su tono era juguetón y bromista nada impidió a Razor de negar con seriedad, antes de dar un paso hacia delante con emoción, dentro suyo algo le decía que Lisa era la indicada para responder su duda. Simplemente era la persona más inteligente en la que podía pensar junto con la fuerza aterradora que sabía que poseía la mujer.

—Lisa, ¿qué es caballero?—

Kaeya suspiró en el silencio que dejó la castaña mientras analizaba la pregunta del menor.

—Al parecer no fui de mucha ayuda.—

—... Kaeya, entender lo que dijiste, pero sensación extraña, cómo mentira— Razor miró al suelo y con una mano en el pecho, no sabía cómo llamarlo, pero tenía la sensación de que faltaba algo en la respuesta. Además de que el punto de vista de muchos adultos era mejor que tener sólo el de uno, ¿no es así? Luego de unos segundos sus ojos volvieron a encontrar los de su maestra, sus cejas fruncidas y las ojeras bajo sus ojos demostraban la determinación que había acumulado luego de cargar con una duda inofensiva pero importante.—. Primero ir con persona fría y caliente, pero usar palabras raras. Me dijo que... caballeros ser mejor para preguntar.—

Lisa se cruzó de brazos, y entonces entendió lo que sucedía sin la necesidad de conocer el contexto de la conversación.

—¿Crees que Kaeya olvidó contarte algo?— Razor asintió, y Lisa no pudo evitar soltar una risa tenue por la ternura que le provocaba. Aún así no lo dejaría plantado, después de todo era su deber como mentora ayudarlo en sus dudas e incitarlo a aprender más.— ¿Sabes?, no sólo existimos nosotros como caballeros. Aunque es normal que lo creas así, pero en realidad la fuerza y la voluntad pueden complementarse con los modales. Es la forma de mantener un balance, así que todas las explicaciones que te han dado hasta ahora son, de hecho, correctas.—

Razor ladeó la cabeza, eso sólo había empeorado las cosas pero Lisa entendió inmediatamente sus reacciones, así que siguió hablando.

—Modales, ¿recuerdas qué habíamos aprendido sobre ellos?—

El chico parpadeó en ráfaga y jugueteó con su pañuelo antes de responder, la diminuta chispa de culpa al no recordar la respuesta le hizo temblar, así que optó por adivinar.

—¿Palabras... mágicas?—

—Exactamente— Continuó, tomando al chico del hombro, captando su atención.—. Vamos, creo tener la manera de ayudarte con tu pregunta.—

Razor asintió con una emoción que aún no lograba expresar del todo, siguiendo a Lisa fuera de la sala no sin antes agradecerle a Kaeya, esta vez sin confundir las palabras.

Su odisea en la búsqueda de la respuesta correcta parecía llegar a su fin, siendo tan prometedora como emocionante. Lo único que le quedaba por hacer era aprender todo lo que pudiera antes de tu regreso del viaje al que habías acompañado al viajero hace tiempo, deseando verte más que nunca.

Cuando los dos desaparecieron de la oficina fue entonces que Kaeya reaccionó, cruzándose de brazos y mirando a través de la ventana, notando como una mancha de lodo de los guantes de Razor se había quedado en el borde del marco.

¿Por qué tenía tanto interés en saber qué era un caballero tan de repente?

[...]

—Uhm... — Razor se sentía ansioso, no en el buen sentido exactamente. La biblioteca era un sitio silencioso y demasiado confuso para él, había algunas personas además de ellos y el olor típico de una habitación que no tiene buena ventilación es molesto para su olfato.

Sentado en un banquillo detrás del escritorio de Lisa y esperando a que la mujer volviera es como no tiene de otra que mirar el suelo y lo que había alrededor, cientos de hojas sueltas y pilas de libros amontonadas por doquier, extraños cuadros en las paredes junto a los libreros enormes que se extendían hasta el techo, casi sintiendo que caerían sobre él. Era abrumador, la incomodidad le hacía incapaz de quedarse quieto y por eso jugueteaba con el borde de su pañuelo con más brusquedad de la que acostumbraba.

Quería irse a casa, pero ya era tarde para arrepentirse. Estaba cerca de obtener la respuesta a su pregunta, así que se convenció de que todo estaría bien. Recordando cómo tu voz tranquila y serena le repetía estas palabras para brindarle seguridad, empeorando su melancolía sin querer. Tu excursión simplemente parecía no tener fin, haciéndole temer por qué algo te hubiera pasado.

—Lo encontré— Enderezó la espalda de golpe y buscó a Lisa con la mirada, trayendo un delgado libro en sus manos. Mientras que Razor sentía alivio por el regreso de su maestra, Lisa sólo se quejaba internamente de lo desordenada que estaba la sección de manuales. Deseando no tener que ser ella quien se encargara de ese caos.—. Tu presentimiento es impresionante, de hecho faltaba que conocieras a un tipo especial de caballero.— Lo elogió, enderezando el libro y mostrando la portada simple y escueta, contrastando con su amplia sonrisa llena de amabilidad.

—¿...?—

—Mira, tal vez no tengas mucho progreso en ser un caballero en el modo de Mondstadt, pero desde hace tiempo hemos estado aprendiendo a ser uno del tipo clásico— Lisa pasó por detrás del chico y se sentó en su propio escritorio, haciéndole una seña para que se acercara a ver el interior del libro. Razor obedeció, y de pronto sus ojos encontraron un mar de letras en las hojas amarillentas. Palabras elegantes.—. Saludar, agradecer, llevar una conversación, esas son también las cualidades de un caballero, y sin duda tu ya estás cerca de serlo.— Mentía, de manera bastante obvia, pero sabía que darle ánimos y esperanzas al de pelo grisáceo era un buen incentivo para que siguiera aprendiendo a sobrellevar la necesidad básica de socializar.

Razor llevó cautelosamente su mano cubierta al borde de la página, así como lo había hecho hace unos días con el cuento de Klee, el libro estaba bien cuidado a comparación, pero en cambio, al pasar de hoja no se encontró con el retrato del rey que tanto le había gustado. Cambió de nuevo, no había ningún dragón y ningún caballero empuñando una espada, y de esa forma supo que se trataba de algo completamente diferente.

—¿Siempre palabras... ? Hablar, no soy bueno. No poder.— Su voz, normalmente seria, había bajado en tono aún más. Tristeza y decepción en partes iguales terminando siendo visibles en su rostro, provocando que el corazón de la bruja doliera cuando obtuvo un resultado contrario al que esperaba.

Hace tiempo que Razor se había convencido de que era necesario hablar para entenderse con los demás, para expresar las extrañas emociones que no sabía diferenciar, pero era agobiante sentir cómo se quedaba atrás al no poder conversar con la facilidad que tanto deseaba. Temiendo que algún día los demás se cansaran de tener que lidiar con su torpeza al hablar, la inseguridad llenando su pecho cada vez que abría la boca y la constante duda invadiendo su mente.

Dio un par de pasos en reversa, un sentimiento negativo del que desconocía el nombre florecía lentamente.

Era frustración.

Razor... — Susurró Lisa, dejando el libro sobre el escritorio y girándose por completo. En la búsqueda de una solución es cómo analiza el escenario, la luz que se filtra por las ventanas comienza a inclinarse de más, demostrando cómo las horas habían pasado sin realmente tener un gran avance, lo único que era diferente eran las personas en la biblioteca. Y justo ahora, quienes más destacaban eran el par de enamorados que no dejaba de susurrarse cosas entre ellos mientras acaparaban libros que alguien más podría necesitar. El ceño de Lisa se frunció en irritación un segundo antes de negar, no iba a admitirlo, pero le habían dado una buena idea estando tan metidos en su mundo.—. Un caballero no sólo se basa en sus palabras, las acciones también son importantes.—

—¿Acciones?... — La mujer asintió, aliviada de recuperar la atención del chico, incluso si su semblante seguía decaído.

—Así es— Continuó.—. Los más simples actos y gestos pueden mostrar la caballerosidad de incluso mejor manera que sólo diciéndolo.—

Actos, si, eso sonaba mejor. Razor y su forma de demostrar aprecio eran sin duda singulares, pero era fácil coincidir en que su lenguaje se basaba más que nada en el contacto físico y en reacciones espontáneas que carecen de malicia. Hace lo que siente que quiere hacer su corazón, fuese proteger o abrazar a alguien, para él era la mejor forma de demostrar que su lupical le importaba. Veces en las que había cargado a Bennett en su espalda luego de que saliera herido en una de sus aventuras, ocasiones en las que alzaba a Klee para ayudarla a alcanzar una manzana en una rama alta, cubrir a un lobo mayor con su capa y permanecer a su lado los días de ventisca, e incluso contigo, prácticamente derribándote cada vez que se reunían luego de muchos días de no poder visitarlo.

Es la insignia que demuestra sus orígenes, donde los sonidos no son más que alertas rápidas y eficaces, y en su lugar es la cercanía lo que se verdad demuestra el aprecio y la preocupación.

—Te daré algunos ejemplos, son detalles pequeños pero significativos. Así podrás ser todo un caballero— Le aseguró, dándole de nuevo una gran sonrisa, una más tenue y amable. La seguridad que brindaban los adultos era algo que siempre le sorprendían, la capacidad de calmar cualquier emoción extraña y cambiarla por una cálida. Le gustaba sentirse seguro, en ocasiones en las que algo le abruma o es confuso, siempre que alguien más le da apoyo es cómo la luz del sol sobre su piel. Pero sobre todo era un calor extraño en las mejillas, vergüenza, tal vez, pero no sabía que se trataba de eso.—. Te aseguro que lograrás llamar la atención de quien tú quieras de este modo. Es realmente romántico y tierno, ya casi no se ven de esos allá afuera.— Y ahora sólo era Lisa recordando todas las historias clásicas de romances que había leído cuando era aún más joven, los clichés que tanto adoraba y la narración tranquila y ligera que te hacía capaz de leer sin parar.

Pero claro, sus palabras no eran ingenuas, sabía que si Razor comprendía a lo que se estaba refiriendo, sólo habría una persona con la cual las pondría a prueba.

La simple idea le hizo sonreír como una madre orgullosa, deseando que Razor también pudiera aprender por su cuenta lo que eran emociones más complejas como el amor, esperando a que fuera capaz de diferenciarlo como el sentimiento único y especial que era.

[...]

Luego de una larga tarde de repasar modales y caballerosidad básica desde cero, Razor podía considerarse a sí mismo un experto en formación de lo que era ser un caballero.

Tenía la fuerza para defender, la espada para empuñar, la voluntad para motivarlo. Y hace unas horas había atrapado un par de lagartos con sus propias manos, así que en teoría había vencido a un dragón.

Lo siguiente que quedaba en la lista necesitaba de otra persona para ser llevada a cabo, y obviamente guardaría su caballerosidad para una única persona, una especial, por la cuál había hecho todo ese viaje en la búsqueda del conocimiento definitivo.

El caballero del bosque esperaba pacientemente al regreso de a quien le había jurado lealtad y aprecio, expectante al horizonte, con las esperanza de que su rey volviera para recibirlo de la única forma que merecía.

Lanzándose sobre él y no dejarlo ir hasta que explique porque desapareció por tanto tiempo o, al menos, ese era el plan de Razor.

Con sus ojos rojizos y mirada fría analizando cada mínima muestra de movimiento en la entrada del Reino de los Lobos, ignorando rápidamente a los jabalíes que se atravesaban en el camino y despejando desde hace tiempo los campamentos de hilichurls para dejar vía libre.

Estaba comprometido, más que eso, quería convertirse en esa imagen ideal del caballero en el cuento. Segura de sí misma y confiable a la vez, el guardián de su persona especial. Asintiendo sin querer a sus propias ideas mientras seguía esperando a que mágicamente llegaras a "casa".

El viento sopla, meneando su cabello y atrapando hojas entre sus mechones despeinados. La brisa es reconfortante y el aroma de la naturaleza es armonioso como siempre, presumiendo de su vegetación en primavera y de cómo la fauna despertaba luego de todas las semanas de hibernación.

El día que te fuiste era uno soleado, como cualquier otro, pero que terminó cayendo en picada y desperdiciándose cuando llegaste de repente junto al viajero para avisarle que saldrían a una expedición junto a otras dos personas que Razor no conocía, creyendo que si se ofrecía a acompañarlos lo escogerían por encima del par de desconocidos. Mas su suerte no fue la mejor ese día, pues habías logrado convencerlo de que lo mejor sería que él se quedara a proteger a su hogar.

Aceptó, pero no estuvo de acuerdo en que te fueras de manera tan abrupta. Casi haciendo una rabieta y gruñendo como una cría de lobo molesta.

No le gustaba no saber nada de los demás cuando salían de aventuras.

Con su dedo trazó siluetas sin sentido en la tierra bajo sus pies luego de sentarse al lado del camino a esperar. Imitó todos los dibujos que Klee alguna vez le regaló, un sol, un trébol, una corona e intentó dibujar un lobo.

Parecía más bien un gusano con espinas.

—¡Raaazooor!—

En un reflejo el chico alzó la mirada por donde había provenido el llamado, tan rápido que le dolió el cuello, pero su atención sólo estaba puesta en el tono familiar de aquella voz.

Las suelas de tus botas están desgastadas luego de haber caminado distancias exageradas por tanto tiempo, todo tipo de terrenos y paisajes que habían logrado atravesar cobraban factura. Pero antes de poder pensar en reponer tu equipo en la ciudad tu prioridad era una en específico: reunirte con el chico lobo.

Conocías el Reino de los Lobos de pies a cabeza, y llegado a ese punto en el que diariamente lo visitabas sería un crimen que te siguieras perdiendo. Por eso seguiste caminando sin preocupación alguna, con ambas manos a los costados de tu boca con la esperanza de que tus llamados llegaran más lejos. Mirando de un lado a otro y de vez en cuando deteniéndote para intentar distinguir un sonido particular; conocías el patrón que seguían las pisadas de Razor. Tanto en su caminata normal como en la cautelosa que usaba para cazar (y para sus ataques sorpresa para saludarte), pero no era exactamente una ventaja. Pues si tu oído había logrado distinguirlo a él, entonces Razor podía hacer lo mismo, y de manera aún más precisa.

Las hojas secas crujen bajos sus pies, escogiendo rápidamente dónde plantar el siguiente paso para hacer la menor cantidad de ruido posible, casi se agacha hasta el nivel del suelo y sus ojos se entrecierran para concentrarse todo lo posible.

La bestia, entonces, se prepara para comenzar la cacería.

Listo para saltar desde el punto ciego que había encontrado una vez te diste la vuelta es como se detiene en seco, removiendo las hojas del arbusto frente suyo y alarmándote, haciendo que giraras hacia su dirección y distinguiendo el cabello alborotado de Razor sobre saliendo de los bordes de la vegetación.

Acciones, se recordó.

—¿Razor?—

Un caballero no derriba a los demás.

Y por eso Razor se levantó de golpe, sorprendiéndote y haciendo que dieras un salto en tu lugar, mientras que su expresión estoica permaneció igual que siempre.

—¡Barbatos, casi me matas del susto!, pensé que tratarías de atacarme por la espalda como siempre.— Llevaste una mano a tu pecho e intentase recuperarte de la sorpresa mientras que el chico salía de entre el arbusto, de nuevo no tenías idea de qué era lo que pensaba pero eso era algo común de él, así que hace tiempo habías dejado de intentar prever sus acciones.

—(T/N)— Dijo, y pausó de inmediato, casi como si no recordara algo que había ensayado.—... uhm, bien... venido, bienvenido, casa. Extrañarte.— Alcanzó con timidez tu mano, entrelazando su índice con el tuyo, inseguro de qué era lo que seguía.

Sonreíste.

—Estoy de vuelta, Razor.—

Correspondiste su agarre y casi de inmediato sientes como una presión inesperada te hace perder el aliento, Razor se había lanzado finalmente a ti en un abrazo demoledor en toda expresión de la palabra. Cerrando sus brazos a tu alrededor temiendo que volvieras a irte por tanto tiempo, tanta era su preocupación que gruñó cuando intentaste separarte.

—R-Razor, ¿puedes-

—No— Interrumpió, restregando su rostro en el espacio de tu cuello, cerca de hacerte tropezar de verdad apenas dejaras de resistirte con sólo la fuerza de tus piernas. No sabías decir si esa era su intención o tan sólo estaba genuinamente feliz de que estuvieras frente a él de nuevo. Y en medio de su abrazo demoledor deja salir un pesado suspiro que te hace erizar la piel, para luego susurrar algo que sonó como pensamientos que se escapaban de su mente sin querer.—. Cálido... —

Te rendiste, y finalmente dejaste de poner resistencia.

—También te extrañé— Al final Razor cede, sólo un poco, lo necesario para que pudieras apartarte y mirarlo frente a frente.—. Hay tantas cosas que quiero contarte, ¡fui a tantos lugares y peleamos contra monstruos extraños! Es un alivio que no me hayas derribado, quería ponerte al día mientras comíamos algo que compré de El Buen Cazador, debe seguir intacto aunque el camino hacia aquí sea turbulento, ¡vamos, encontremos un lugar para descansar!—

Razor no reaccionó de ninguna forma visible a la rapidez con la que hablabas, en realidad no se sintió agobiado en lo absoluto, pues ya era usual que fuera tú quien llenase el espacio que dejaba él y su poco gusto por usar las palabras.

Todo pareció ir con normalidad hasta que, luego de intentar tomar su mano de nuevo para comenzar a caminar, el de pelo plateado se apartara para rebasarte. Caminó unos pasos dejándote atrás y entonces miró a sus espaldas, cómo esperando algo de ti.

—¿Uhm, Razor?— Lo llamaste, pero él no respondió.—. Oye, si estás molesto sobre lo que dije acerca de que estaba aliviado por que no me derribaras... —

—Razor guía, ser escolta, y... caballero.— Dijo, con una mano en su pecho, tratando de imitar el gesto que había visto hacer a los hombres de armadura más temprano ese día.

Pero, por el otro lado, te encogiste de hombros, no entendiendo la situación del todo.

—Huh, siempre creí que Bennett te convencería de unirte al Gremio de Aventureros.—

Razor se giró de vuelta hacia a ti, encorvándose y negando lentamente. Ambos estaban en páginas muy diferentes.

—No aventurero, caballero, yo. Protejo a todos, lupical, amigos, tú.—

Exageradamente llevas tus manos a la altura de tu corazón, fingiendo un ataque y dando pasos en reversa. Para sorpresa de nadie, Razor ya estaba acostumbrado a ese tipo de gestos luego de las primeras siete veces en las que se había preocupado de verdad.

Las horas que pasaste explicándole habían sido más de las que hubieras esperado. Esa vez no te dejo ir hasta que resolvieras aquella duda.

—¿Por qué me separas así? ¿Acaso no soy parte de tu lupical? ¿Ni siquiera soy un amigo?—

El chico frente a ti negó con simpleza.

Lisa dijo que encontrar algún día persona especial y sentimiento único— Intentó recordar la expresión que había usado la mujer para explicarse, pero simplemente nunca terminó de entender lo que eran "mariposas en el estómago", así que lo había asociado a otra cosa más sencilla. Llevando sus manos a la altura de su estómago es como vuelve a hablar.—. Cómo hambre, pero no igual— Lo tomaste en serio, dejando de jugar y escuchando atentamente a lo que decía. Eso es lo que merece, ser tratado con seriedad y con madurez, sin importar su forma de ser.—. Seguro, (T/N), esa persona. Yo feliz por encontrarte.—

Decir que te sentiste conmovido sería minimizar el vacío en tu estómago y el bochorno en tu rostro.

Me voy unas semanas y aprendes a decir ese tipo de cosas. No sé cómo sentirme... — Una mano cubre la mitad de tu rostro y tus ojos prefieren perderse en un punto al azar del paisaje para no tener que lidiar con la mirada penetrante de Razor. Quien estaba emocionado al entender que lo que le había enseñado Lisa de verdad funcionaba.

Algo dentro de él se sintió extraño cuando vio esa expresión en tu rostro, la forma en la que te habías puesto nervioso y en la que habías empezado a usar menos palabras que de costumbre.

¿Ser un caballero siempre provocaría esa reacción o en realidad es porque era Razor quién lo hacía? La pregunta revoloteó en su mente un instante antes de desaparecer.

—De cualquier modo... — Cambias de tema, de forma poco disimulada.—, me alegra ver que estuviste ocupado. Sigue con lo tuyo entonces, caballero. Te seguiré de cerca.—

Razor asiente, volviendo su vista al frente del sendero y comenzando a caminar contigo detrás.

Había muchas cosas que había querido hacer contigo todo el tiempo que estuviste fuera.

[...]

Un campamento abandonado y desolado, los colores opacos del cuero que recubría la madera y de las pieles de otro animales le daba un aire de la típica guarida de un cazador. Pero nada más lejos que eso, pues el asentamiento es imposible de confundir, después de todo, encontrar un campamento hilichurl abandonado es bastante extraño considerando la ubicación.

Una de tus manos cae en tu cintura y la otro sube hasta sostener tu mentón. El escenario te daba un mal presentimiento, pero mentirías si dijeras que nunca habías sentido curiosidad por mirar de cerca las construcciones de esos monstruos.

—Ten cuidado con eso— Le dices a Razor antes de que palmeara las cenizas que alguna vez fueron una fogata. El chico te dedicó una mirada fugaz antes de seguir con lo suyo.—. Manzanas podridas y ascuas ya extintas. Debieron haberse ido hace mucho, me pregunto si algún aventurero recibió el encargo de disolver este campamento.—

—Lobos de fuera, atacar sin importar qué ser. Hilichurls huir, todos huir.—

—Los Lobos de la Fisura sin duda son un problema— Razor entonces te alcanza hasta llegar a tu lado, y en su mirada supuestamente monótona se logra distinguir un destello de preocupación. De inmediato entiendes que es tu deber su "persona especial" el intentar animarlo, y lo único más efectivo que las palabras es tomar su hombro en un apretón de consolación.—. Tranquilo, puedo quedarme unos días a ayudarte a disolver la jauría de los sabuesos. ¡Los dos podremos contra ellos!—

En otras circunstancias, Razor habría asentido con un apenas visible entusiasmo, te habría agradecido o incluso sólo habría dejado salir un bufido de afirmación, pero esa vez ni siquiera pareció haberte escuchado. O más bien, había rechazado tu idea.

—Corrosión es peligrosa. Si atacarte terminar muy débil. Yo puedo, solo.—

—Ya habíamos hablado de esto, y debes entender que incluso los caballeros sangran— Le regañas. Genuinamente preocupado por su sentido del deber siendo tan auto destructivo a veces.—. Confío en tu fuerza y sé de lo que eres capaz, pero no creas que te dejaré por tu cuenta mientras pueda cubrirte la espalda en una batalla.— Ganas su atención entonces, notando el brillo de curiosidad en su mirada que intenta disimularse llevando sus manos a su cintura, imitándote.

—Ughh... — Gruñó hacia ti, siendo su forma distintiva de mostrar desacuerdo sin decirlo explícitamente.

—No te atrevas a usar ese tono conmigo.— Tu intento para aliviar la tensión y la seriedad en su rostro es apuntarlo directamente, tu reclamo no es más que una exageración y en realidad no te molesta que a veces recurra a gruñidos para expresarse, pero esa vez te tomó por sorpresa. Pues lejos de llevarte la contrarió sólo se queda ahí, viendo fijamente tu mano extendida hacia su dirección.

Parecía estar pensando en algo, un debato interminable o una discusión que no llegaba a ningún lado. No tenías ni la menor idea.

—Uhm... — Fue lo único que murmuró antes de que su mano enguantada alcanzara la tuya. Primero sólo cerró sus dedos alrededor de tu extremidad con algo de torpeza, entonces encontraste el movimiento rápido de sus cejas al alzarse luego de percatarse de algo que pasaba de alto para ti.

Para cuando quisiste adivinar qué estaba haciendo ya era tarde, pues ya había arrastrado tu mano hacia su rostro.

Impulsivamente tensaste los labios esperando una de sus típicas mordidas "de cariño" que en escasas ocasiones te daba, pero en realidad lo que había hecho fue presionar sus labios sobre la cara externa de tu mano.

Lo hizo por un par de segundos, los suficientes como para hacerte enrojecer de la vergüenza y la sorpresa.

¿Por qué eran este tipo de cosas las que había aprendido en tu ausencia?

Cuando se apartó la neutralidad había vuelto a su rostro cansado, teniendo apenas la diferencia de que ahora había abierto un poco más los ojos, su expresión era entusiasta de alguna manera.

Entonces lo entendiste.

Estaba demostrándote su caballerosidad.

—Lisa enseñarme, caballero y acciones. No palabras, no pelear. Puedo hacerlo— Estuviste a punto de indagar en su nuevo fascinación por ser un guardián hasta que él mismo te interrumpió. Olfateó el viento y entonces soltó un nuevo gruñido, uno que distinguiste cómo de irritación mezclado con preocupación.—. Oler a tormenta, lluvia, está muy cerca.—

Razor aumentó la firmeza de su agarre y te miró fijamente a los ojos, preguntándote en silencio si estabas listo.

—Esta conversación no se ha acabado.— Fue lo único que le diste cómo respuesta antes de ser jalado bruscamente una vez comenzó a correr, guiándote a través del bosque hacia la dirección a favor del viento helado que comenzaba a soplar.

Fuera del sendero principal que recorre el bosque no se puede esperar más que un laberinto de vegetación frondosa y abundante que muchas veces parecen ser caminos sin salida. Pero lejos de perderse es Razor quien siempre recuerda cada ruta alguna vez recorrida de su hogar, tiene un mapa mental sobre cada cueva o cada zona de interés y su inteligencia espacial sin duda era una de sus mejores habilidades. No había duda de ello, pues justo ahora, saltando sobre las raíces de los árboles y por debajo de troncos caídos es cómo terminan entrando al refugio improvisado del que estabas seguro ya haber visitado alguna vez.

La cueva no es tan profunda, pero tiene la ventaja de estar casi cubierta por una cortina de plantas enredaderas que ahora colgaban para esconder -a medias- el interior.

Una parada de emergencia que ahora era el refugio ya reclamado desde hace tiempo por un lobo mayor que disfrutaba de la soledad.

Razor entró primero, lo imaginaste avisando de la situación y luego dio un suave tirón a tu mano para invitarte a seguirlo. El pelaje de aquel lobo ya anciano presumía de centímetros de pelo plateado claro combinándose armoniosamente con el más oscuro de su lomo. Reluciendo aún más por los rayos de luz que atravesaban la cortina de maleza y reflejándola hasta casi brillar.

Pero en general no parecía molesto por su presencia, ni siquiera interesado, pues cuando entraron y se sentaron contra la pared apenas y bostezó antes de girar sobre su sitio para acomodarse a dormir de nuevo.

—También es bueno verte— Le dices al lobo, y su única reacción es un leve meneo de su larga y peluda cola que levanta una diminuta capa de tierra antes de volver a detenerse.—. A veces me gustaría saber qué piensan.—

—... Bien con nosotros, sólo no hacer ruido.— Te respondió de inmediato Razor, haciendo uso de su habilidad insignia. De inmediato le diste la razón y aceptaste la traducción que te había ofrecido.

Tú también echarías a patadas a quien fuera de tu hogar si eran escandalosos, sin importar qué hubiese una tormenta afuera o no.

Ya le agradecerías a ese viejo lobo cuando despertara.

—¿Crees que la tormenta dure mucho?— Razor se quedó meditando tus palabras, su mirada rojiza se había quedado congelada en un punto perdido de la cueva y cuando quiso responderte el sonido de la llovizna golpeando contra el suelo se le adelantó.—. Ahh... ya extrañaba el clima tan cambiante de Mondstadt.—

La lluvia dejaba un ambiente tranquilo y sereno con su constante golpeteo, el aroma de la vegetación y la tierra al mojarse invadía tu olfato y servía de prueba de que finalmente habías vuelto a casa. Es un olor único y característico del Reino de los Lobos, puede que sea por el viento gélido de Boreas o por los cientos de plantas silvestres, pero se siente reconfortante.

Luego de un largo día de caminar de un lado a otro era sin duda un deleite el poder finalmente sentarte a descansar y dejar reposar tus piernas. Sin importar si la piel se te erizaba por el viento y la lluvia, sin importar qué el aroma a humedad de la cueva ganase intensidad, sin importarte nada. Pues la compañía de Razor era suficiente para que soportar todas esas cosas valiese la pena.

Además de que es lo menos que podías hacer por él luego de haberte ido por tanto tiempo.

Habías cerrado los ojos apenas unos segundos para descansar tu vista, pero habían sido más que suficiente para darle la oportunidad a Razor de salir y regresar al refugio, tan rápido y tan eficaz que lo que traía entre sus brazos apenas y estaba mojado. Puede que incluso haya usado gran parte de su capa para cubrirla, pues parte de sus pantalones se habían llenado del patrón desordenado de las gotas de lluvia.

El chico sacudió la cabeza así cómo hacen los lobos al mojarse y entonces dejó caer el pequeño montón de ramas y hojas que había rescatado de mojarse. Tanto tú cómo el lobo se quejaron por las gotas que habían salido disparadas del cabello de Razor, pero él apenas y se quedó quieto un segundo sin decir nada, ni siquiera vio necesario disculparse.

Lo único que hizo fue mirar directamente al montón de madera seca y luego hacia ti. No tenías que ser un genio para entender qué te estaba pidiendo.

El brillo de tu Visión inundó por unos fugaces segundos el interior de la cueva, la luz cálida y de tonos rojizos entonces respondió a tus deseos, haciendo brotar una diminuta llama con la que pusiste de tu parte para encender la hoguera provisional.

La calidez fue en aumento dentro del refugio, de forma tan cómoda y reconfortante que incluso el lobo se estiró perezosamente al sentir el agradable aumento de temperatura.

Te gustaría decir lo mismo de Razor, pero él en realidad trataba de disimular sus temblores. Su capa estaba mojada por su excursión fugaz al igual que el pañuelo en su cuello. Incluso las puntas de su desordenado cabello se partían por el maltrato y la humedad.

Razor notó que lo estabas viendo fijamente, y entonces apartó la mirada y volvió a erguirse. Presumiendo de una aparente monotonía ante el clima.

—Nadie te dirá débil si te secas, ademas, si no lo haces entonces atraparás un resfriado— El recuerdo fugaz de su primera gripe volvió a él, era mucho más joven, apenas un niño que había tenido la suerte de ser encontrado por Varka a tiempo antes de que su enfermedad empeorase. Recuerda la calidez de las manos de Lisa cubriendo su frente, el sabor amargo de la medicina, el dulce jugo de gancho de lobo que entonces le dio Kaeya como recompensa el no haberse negado a tomar los medicamentos. Las pocas veces en las que alguien había cuidado tan intensamente de él le hacen sentir extraño, cómo una mezcla de pena y felicidad. Y ahora se preguntaba si tu atención lograría tener el mismo efecto en él, tal vez por eso tampoco volvió a llevarte la contraria y tan sólo se acercó -aún más- a tu lado.—. También tus guantes están empapados... — Te quejaste por lo bajo, desamarrando las correas que rodeaban las manos del chico y deshaciendo las tres capas que conformaban sus muñequeras.

Razor miró con extrañeza sus dedos, parecía haber olvidado cómo lucían sus manos sin sus guantes, pues parpadeó un par de veces antes de dejarlas caer en su regazo. Las pequeñas cicatrices en sus palmas y algunas pecas en las caras exteriores iban a la perfección con la sensación a humedad y la frialdad de su piel pálida.

Sostuviste sus manos entre las tuyas, y entonces un escalofrío te recorrió desde la espalda baja hasta tu cuello.

—¡Barbatos! ¡Estás helado!—

—Lobos no sienten frío.—

—El no sentirlo no significa que no te haga daño— Le respondiste de inmediato, girándote apenas para darle la espalda y así poder revisar tu mochila. El recuerdo poco confiable de haber visto una manta dentro que nunca sacaste de nuevo te hizo rebuscar en el interior sin descanso.—. Intenta calentar tus manos primero, te ayudaré con tu cabello después, antes necesito encontrar... — Divagaste y tropezaste con tus propias palabras. No podía ser que tampoco tuvieras esa vieja toalla con la que envolvías los tesoros frágiles que te encontrabas en tus aventuras, ¡debía estar ahí adentro!

Pero siendo ajeno a tu frustración, Razor sólo se quedó a la espera. Miró primero hacia el fuego, y entonces hacia tu figura dándole la espalda.

Desde que era pequeño aprendió cómo cualquier otro sobre lo peligroso que era el fuego, confirmándolo más de una vez gracias a las visitas de Klee y los accidentes de Bennett. Puede que esta fue la razón por la que prefirió no acercar sus manos a la fogata y mejor optó por una alternativa.

Es bien sabido que la temperatura corporal y la resistencia al calor de los usuarios Pyro es superior al promedio del resto de las personas. Es el poder de sus ambiciones y de su energética naturaleza trabajando como un sistema abierto que desprende una calidez constante e infinita.

Claro que esto no los hace inmunes a saltar por sorpresa cuando algo frío toca sus pieles sin previo aviso. Y en este caso, ese gélido culpable era ni más ni menos que las manos descubiertas de Razor que se habían escabullido por debajo de tu camisa en tu espalda.

—¡O-Oye, ¿qué estás haciendo?! ¡Me voy a resfriar también!— En tú intento por huir los brazos de Razor se desplazan rápidamente para envolver tu abdomen, recorriendo tu piel cálida con el frío de sus manos y desarreglado un poco tu ropa en el proceso.—. Estás demasiado frío... — Sueltas como llanto, unos segundos después tu piel se había erizado y de vez en cuando temblabas bajo el agarre del chico, quien ahora te abrazaba por detrás luego de haber encontrado un lugar para apoyar su mejilla en tu hombro.

Sometido en segundos.

—(T/N), más cálido. Fuego, peligroso.— Fue su única defensa antes de apretar un poco su abrazo y, para tu desgracia, sus manos parecían simplemente no cambiar de temperatura ni atrapar tu calor.

Suspiraste con pesadez.

—... No puedo evitar sentir que sólo es una excus- ¡hey! ¡no hagas eso! ¡deja de moverte, estás helado!— Sus manos despreocupadamente se habían deslizado de arriba a abajo en un lento vaivén, las yemas algo callosas de sus dedos curiosearon el contorno de algunas de las cicatrices que habías conseguido en aventuras pasadas y sentiste cómo acortaba aún más el espacio entre tu espalda y su pecho. Casi lo tenías encima tuyo, de no ser porque te negabas a inclinarte más hacia delante. Y por más que quisieras abrir su abrazo como de cerrojo no pudiste hacer mucho antes de que te gruñera en desacuerdo.

Su aliento cálido chocaba contra tu cuello, mientras que sus manos casi congeladas seguían aferradas a ti, haciendo un extraño contraste por la diferencia de temperatura. Ya no sabías si el bochorno que sentías era producto de la fogata o si era tu vergüenza mostrándose en un terrible sonrojo en tu rostro.

—Estoy seguro de que esto no tiene nada que ver con la caballerosidad— Ni siquiera tú cometario logra hacerle cambiar de opinión, más bien ni siquiera parece molestarse en reaccionar. Al menos no de manera evidente, pues apenas y su entrecejo se había fruncido luego de escucharte.—. Razooor... — Te quejaste una vez más, pero cualquier intento de negociar era inútil.

Un caballero no haría algo así, pero realmente adoraba sentir tu calor. Derribar a alguien no eran buenos modales, pero en verdad le gustaba dormir encima tuyo así como lo hace con el resto de los lobos.

¿Ser un caballero significaba entonces no poder demostrarle afecto a tu lupical? Después de pasar toda la tarde repitiendo las acciones que había aprendido con Lisa se había percatado de lo poco satisfecho que quedaba luego de cada gesto. Tus respuestas a ello eran tan rápidas cómo el tiempo que tomaba hacerlas, y si bien parecías entender qué es lo que quería hacer, ahora no estaba seguro de que si te sentirías mal por tratarte diferente tan de pronto.

Uhmm... — Murmuró contra tu hombro antes de cerrar los ojos para descansar. Tu olor se mezclaba naturalmente con el aroma de su hogar. Tenías ese aroma a sol tan tenue pero único que era reconfortante de distinguir. Le daba seguridad y le hacía sentir feliz de repente.

Miraste sobre tu hombro, pero lo único que te recibió fue su larga cabellera picando en tu rostro.

—¿Y si mejor dormimos mientras pasa la lluvia?— Le propones, y su cabello parece removerse de la misma manera que el pelaje de un animal al sobresaltarse.—. Vamos, no creas que no puedo ver tus ojeras, ¿es que no has dormido bien?—

Razor negó contra tu hombro, pero no desarrolló más en esa vaga respuesta.

—Tú dormir, yo vigilo.—

—¿Vigilar por qué? Estamos seguros aquí— Su agarre entonces se afloja en un temblor dudoso, y finalmente puedes encararlo de nuevo.—. Los lobos y los caballeros también descansan. Mira, él está de acuerdo conmigo— Apuntas con la cabeza hacia el viejo lobo que seguía durmiendo tranquilamente, si te concentrabas podías escuchar los leves ronquidos que hacía al respirar.—. Ven, ven.— Lo llamas, acercando tu mochila para usarla de almohada y extendiendo a medias ambos brazos para invitarlo a acercarse de nuevo, esta vez de frente.

—...— Razor mira hacia el fuego y luego hacia la tormenta, pero no logra encontrar una razón para llevarte la contraria. Aunque no te respondió afirmativamente de manera explícita supiste que había aceptado tu oferta apenas y se acercó tímidamente.

Acomodaste tu cabeza sobre tu mochila y sostuviste a Razor en tus brazos, él respondió abrazándote de vuelta y escondiendo su rostro, siguiendo su costumbre de no poder dormir con la luz dándole directamente en el rostro.

Seguía frío, pero al menos estabas más cómodo que antes, esperando que él lo estuviera también.

El sonido de la lluvia cayendo y el calor del fuego te arrullaron, y entonces cerraste los ojos hasta que te desconectaste del exterior, con el chico lobo aferrándose a ti, con cierto miedo de que al despertar hubieras desaparecido.

Razor se tomó unos minutos más para atreverse a cerrar sus ojos, podía escuchar tu respiración tranquila, los latidos de tu corazón, la vida emanando de tu cuerpo y su calidez. Tantas pruebas que le aseguraban que estabas bien, pero tantas preocupaciones que disipar.

Al final se rindió, y dejó salir el suspiro más pesado que alguna vez pudiste escuchar.

Le gustaría quedarse así para siempre.

[...]

Cuando Razor despertó lo primero que había notado era el espacio vacío frente a él, con sus brazos extendidos hacia delante, tratando de alcanzar algo que no estaba ahí. La misma extrañeza lo hizo enderezarse de golpe, notando cómo de hecho ya no estabas ahí, ni tampoco en algún otro rincón de la cueva.

Miró entonces hacia el viejo lobo, pero este sólo respondió dirigiendo su atención hacia la salida, dejando más que claro el mensaje.

La luz del sol y el cielo ya despejado lo aturdieron apenas y salió disparado hacia afuera. Le tomó unos segundos a sus ojos adaptarse al cambio abrupto de iluminación y entonces buscó en la tierra alguna señal de tus huellas.

Entre el silencio del bosque entonces distinguió tus gritos de desahogo al luchar, y no tuvo que pensarlo dos veces para salir corriendo hacia donde provenía el sonido, invocando su mandoble a media carrera y cargándola sin problema alguno, preparándose cada vez más para saltar a bloquear un ataque.

Y desde tu lado, te preparabas para asestar un último golpe, uno particularmente más fuerte que los comunes, llenando tus pulmones con aire y apuntando hacia la criatura frente a ti.

"¡Qué tus cenizas se pierdan en el viento!".

Una onda de calor golpeó directamente en el rostro a Razor una vez salió de detrás de unos arbustos y aterrizaba en medio del campo de batalla improvisado.

Ahí estabas, supuestamente ileso, con tu mano dominante señalando al portal que succionaba oscuridad y los restos de un Sabueso Acechador perdiéndose en su interior. Una vez desapareció mantuviste de todos modos tu pose defensiva, sin estar seguro de confiar en el silencio.

Ahí estabas, dejando salir un pesado suspiro y haciendo revolotear tu grimorio en un movimiento de manos apresurando antes de hacerlo desaparecer en el aire.

Ahí estabas, luciendo tan majestuoso que el dibujo del Rey en el libro de cuentos de Klee apareció en la mente de Razor apenas te distinguió, pero lejos de lucir triste o melancólico cómo el hombre en aquella página había una chispa de orgullo en tu rostro. El sol y su luz hacían brillar tu silueta a la par de la reflexión del agua frente a ti, era simplemente hipnotizante para él.

—Uff... — Bufaste, preparándote para hablar, pero sin ver necesario el girarte para encarar al chico, y con tu primer movimiento siendo el sobar tu brazo izquierdo, la temperatura en tu piel en un punto exacto se había incrementado de manera alarmante.—. Los Lobos de la Fisura si que son molestos. Si tan sólo no atacaran en grupo, sería más sencillo... — Tus palabras ahora suenan como una divagación, una que es abruptamente interrumpida apenas la pesada espada de clava a tu lado.

Los fríos y serios ojos de Razor buscaron cualquier señal por alguna herida, sus manos de nuevo enguantadas (en general su ropa parecía haber sido puesta con prisa) levantaron tus brazos y de forma poco sutil comenzó a examinar la más mínima yaga que pudiese propagar la corrosión de los ataques del Sabueso.

—¡Oye, oye, tranquilo! ¡Estoy bien! Sólo fui a buscar algunas cosas para cocinar.— Das una palmada sutil sobre tu mochila, abriéndola un poco para que Razor pudiera echar un vistazo. Un arcoíris de rábanos, papas y zanahorias silvestres sorprendió tanto a sus ojos como a su olfato, y ante la carencia de carne, la primera reacción del chico fue hacer una mueca de decepción.

—Vegetales, saben mal... —

—Lo lamento, lupus minor, pero mientras yo sea el cocinero yo me encargo de tu dieta.—

—Yo cocino, carne y papas, los dos comer. Juntos.— Un ligero brillo entusiasta se dejó ver en su rostro, convencido de que el asunto se resolvía así de fácil.

Aferraste tu mano a la correa de tu mochila y caminaste pasando de largo con el mentón en alto.

—En ese caso tú cocinarás a la próxima, ¡hasta entonces comeremos tantas zanahorias que tendremos vista de conejo!—

Razor negó, completamente decaído y decepcionado.

—Lupical comer conejos... — Su reclamo fue obvio, pero preferiste no discutir ni un segundo más. El resto del camino fue silencioso y tranquilo, pero con Razor caminando de nuevo detrás tuyo y mirando de vez en cuando sobre su hombro. Siendo el escolta estrella que tanto se esforzaba a ser para ti.

Había un olor extraño en el aire, no era el desagradable aroma dulce de los vegetales y tampoco era el común que se esperaba del Reino de los Lobos, pero no tenía forma de decir qué tenía de raro exactamente.

Miró al cielo y una última vez en los alrededores, deseando en silencio que ese presentimiento desapareciera para no preocuparte en el proceso.

[...]

—Mientras estuvimos en Liyue leí bastantes libros sobre el control de los elementos— Los ojos de Razor siguieron de cerca el movimiento del fuego en tu mano, el mismo que acercaste al montón de hojas secas y ramas, un agradable déjà vu se hizo presente en su cabeza.—. En la alquimia, un catalizador es también un aditivo que acelera una reacción— Explicas, sin medir tus palabras para que fueran lo menos técnicas posibles.—. Y estoy seguro de que el acumular suficiente energía elemental como para materializarla es una reacción por sí misma— El grimorio flota justo a tu lado, sus páginas ahora contenían parte de tus nuevas notas que llenaban los bordes para complementar los datos que tenía ya impresos, se balancea casi con orgullo y majestuosidad.—. Si tan sólo pudiera modificar ese proceso por mi cuenta sin tener que recurrir a otro elemento, mi fuego alcanzaría una nueva temperatura... —

—Ten cuidado... —

—Eso es obvio, ¡pero piénsalo! ¡Llamas de color blanco, esa si sería una verdadera maravilla!— Te encoges en tu sitio por la emoción y entonces estiras tus brazos hacia el cielo para luego dejarte caer de espaldas. Había un entusiasmo visible en tu rostro, uno que iba dirigido al plano de nubes y azul sobre sus cabezas.

Un paisaje que fue bloqueado apenas la mirada curiosa de Razor apareció en tu campo de visión, inclinándose sobre ti.

—¿Fuego blanco es más caliente?— Asentiste con una energía casi infantil.—... Uhm... ¿Fuego frío?—

—Bueno, no hay algo así, pero el fuego menos caliente es el azul. Depende mucho de lo que estén quemando y lo que actúa como combustible. En general, una llama con poco oxígeno podría considerarse débil, y tarde o temprano se extinguirá.—

Los ojos rojizos del chico entonces parecieron perderse en un punto muerto, tratando de comprender tus palabras, ¿entonces ese color azul era igual a un fuego débil y fácil de apagar? Su curiosidad se incendió así cómo una chispa cayendo a un montón de leña seca, ¿qué colores podría tener el fuego? ¿De verdad se podía ser más cálido?

Su divagación fue interrumpida cuando tus manos alcanzaron su rostro en la pequeña altura de diferencia que mantenía, tus manos no eran callosas a comparación de alguien que usa un arma convencional, pero la textura lisa de las puntas de tus dedos luego de quemarte por accidente tantas veces es fácil de distinguir. Es un tacto muy familiar y agradable.

—¿Por qué no me acompañas al Templo de los Mil Vientos uno de estos días y te enseño? Puedo entrenar ahí sin miedo a incendiar nada.—

Razor dejó caer un poco su rostro sobre tus manos, apreciando un poco más tu agarre antes de hablar.

—Yo seré escolta. Y entrenar juntos.—

No necesitaba decir en voz alta que no había comprendido gran parte de lo que habías dicho, pero el ver tu emoción al hacerlo le era suficiente para entender que se trataba de tu propia forma de hacerte más fuerte, y eso era más que suficiente para darle una nueva razón para admirarte.

—¡Buena idea! ¡Una pelea es una mejor forma de entrenar que apuntando a una roca!—

Razor logró apartarse a tiempo una vez te enderezaste de golpe, el ánimo controlando tus ahora exagerados gestos sólo confundieron al pobre chico que intentaba seguirte el ritmo.

¿Querías pelear... contra él?

¿Te habías molestado? ¿Qué había hecho mal? Para su lógica no había manera en la que algún escenario justificase el luchar contra tu lupical.

¿Una teoría más comprensible? Claro que tenía una: salir de aventuras cambia a las personas.

—¿Estás molesto?... —

—¿Uhm? ¡O-Oh, no, no! ¡Lo siento, no me refería a eso!— Una de tus manos va a tu pecho, al mismo tiempo que Razor suspira levemente en un alivio apenas notable.—. No me expliqué bien. Fue sólo que me diste una idea, muchas gracias.—

Al escuchar el resto entonces lo viste asentir, una ligera sonrisa adornaba sus facciones cansadas.

—En fin, comencemos a preparar la comida.— La atención de Razor rápidamente recae en tus palabras. Se pone de pie de nuevo sin problemas y de inmediato ofrece su mano para ayudarte.

Por la forma en la que esperaba pacientemente por tu reacción fue cómo entendiste que se trataba de otra de sus muestras de caballerosidad, así que era tu deber seguirle la corriente. Aceptaste su gesto y entonces dio un leve tirón para ayudarte a enderezar.

Tal vez fue el movimiento brusco, o lo inesperado del mismo, pues apenas te plantaste sobre tus propios pies sentiste cómo tu balance se apagaba de un segundo a otro.

La tierra pareció dejar de existir y una sensación de vacío invadió tu estómago, era una caída libre que te hizo sudar en frío con apenas ese minúsculo instante en el que perdiste el control. Un mal presentimiento volviéndose un desastre, o un rasguño convirtiéndose en una hemorragia. Era el mismo tipo de eventos que escalaban hasta descontrolarse.

El mundo te dio vueltas y casi te desplomas ahí mismo de no ser por la rápida reacción del chico para atraparte. Y sólo entonces recobraste el control sobre tus movimientos.

Se sintió cómo despertar de pronto, exhausto por el descanso poco placentero.

Le diste una mirada rápida a Razor antes de aparentar que nada había ocurrido, casi sintiendo sus ojos atravesando hasta tu alma, y tu única salida fue divagar en lo que había ocurrido.

Qué peculiar. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que te mareaste manejando energía elemental.

Tu silencio pasó a ser un forcejeo luego esquivar cada intento suyo para hacerte sentar de nuevo. Razor había olvidado por completo su propia regla de que un caballero no derriba a los demás y ahora estaba de vuelta a su faceta de lobo de siempre.

Al final, la cena se retrasó más de lo esperado, ninguno de los dos era del tipo que se rinde fácilmente después de todo.

[...]

La entrada del bosque está tan desolada como siempre, la hora no la apoyaba en lo absoluto, el cielo ahora cerca de caer bajo el plano estrellado de la noche y con los últimos rayos anaranjados del atardecer filtrándose entre las nubes de tormenta le daban un aspecto único al horizonte.

Es entonces cuando todos vuelven a casa, sin necesidad de ver la hora ni de saber los segundos exactos que faltan para que el sol se ponga, es el momento en el que sientes algo dentro de ti diciéndote que el día ha terminado, y lo único que queda entonces es disfrutar de la satisfacción luego de haber hecho todo lo que querías.

Palmeas ambas manos frente a ti, la suciedad se esparce torpemente y en realidad no resolvió el problema, pero es más un reflejo que una solución.

El chico se planta entonces a tu lado, analizando el sendero vacío y mirándolo con algo de recelo. Era su rechazo hacia las multitudes, pues si se concentraba casi podía escuchar el bullicio de Mondstadt al otro lado del lago.

Pero el escándalo no era nada comparado con lo sonoro de tu respiración. Desde hace un par de horas habías comenzado a perder el aliento con facilidad, después de intentar seguirle el ritmo a Razor en una carrera fue que te encontraste de nuevo perdiendo tus sentidos. Tu sensación por el espacio y las distancias se estropeó en el peor momento posible.

Lo justificaste diciendo que te habías malacostumbrando a mantenerte estático al atacar por todo el tiempo que estuviste en aquel viaje, además de que al parecer no habías servido tanto cómo un tanque, si no más bien cómo defensa. Lo que sea que significase eso.

Sin importar qué fuera lo que Razor preguntara le encontrabas una respuesta de inmediato.

Todo está bien, sólo es cuestión de ganar resistencia de nuevo. Es un pequeño imprevisto, nada más que eso.

Cubriste tu boca con un puño y tosiste levemente, tratando de disimular la incomodidad en tu garganta para evitar más discusiones.

—Ya debo irme— Le avisas al chico, girándote hacia él para agradecerle por la tarde tan agradable, y de paso para reafirmarle que estabas feliz por estar de vuelta.—, ¿quieres que traiga algo de la ciudad para ti?— El chico negó de inmediato, concentrado en armar bien la pregunta que quería hacer desde hace rato, pero por alguna razón la preocupación bloqueaba su mente de todas las palabras que alguna vez aprendió.

Para cuando volvió a sí te vio agitando tu mano en un gesto de despedida antes de comenzar a caminar fuera del bosque, impulsivamente alcanzó tu brazo con ambas manos, casi queriendo jalarte de vuelta.

No tenía pruebas, ni siquiera sabía por qué tenía ese mal presentimiento, pero algo dentro suyo le decía que si te dejaba ir sin insistir más las cosas sólo empeorarían.

—(T/N)— Te llamó, preparándose de nuevo para hablar.—, ¿por qué-?

Un aullido de ultratumba lo interrumpió, resonando con un extraño eco que pareció venir de todas direcciones. Entonces se volvieron gruñidos seguidos de ladridos, todos sonando con aquella extraña distorsión que sólo te hacía erizar la piel.

Se dedicaron una mirada fugaz entre ustedes antes de afilar sus sentidos, coincidiendo en lo que habían escuchado, pero antes de que Razor si quiera pudiera invocar su arma y ponerse a la defensiva una de esas bestias ya se encontraba detrás tuyo. Alzaba sus garras en el aire con toda la intención de atinar un zarpazo, el veneno corría por sus extremidades y su cuerpo hueco brillaba bajo la luz del cielo. Una creación del vacío que sólo sabía atacar y devorar, la misma que ahora arremetía contra ustedes.

Los ojos de Razor se abrieron por completo de golpe, y en un reflejo rápido te giraste para contraatacar.

Tu fuego era el confiable de todo, y él sabía eso. Lo sabía mejor que nadie.

Habías practicado por tanto tiempo que hace mucho dejó de preocuparse por la posibilidad de que le prendieras fuego al bosque, en su lugar era esperanzador, relucía sin falta en las noches y brindaba calor en las tormentas. Era un farol en medio de la incertidumbre de cualquier batalla.

Era la clase de insignia que esperaría de un rey.

Pero esa vez tu ataque ni siquiera alcanzó a la bestia.

Pues tu fuego, normalmente carmesí y de colores llamativos, salió apenas como una tenue llama de tonos fríos y apenas rebasando el tamaño de una antorcha.

Razor sintió su alma abandonar su cuerpo, sintió el vacío de adrenalina en su pecho, el mismo que se infló cuando inhaló con fuerza para intentar llamar tu nombre.

El mundo pareció ir en cámara lenta, casi congelándose en una siniestra imagen que perseguiría al chico lobo hasta provocarle incluso pesadillas.

Fuego azul.

Tus dedos tensados en un gesto grotesco y doloroso, las venas en tu mano remarcándose de forma poco natural y unos incontrolables temblores consumiéndote de pies a cabeza.

Incluso con su posición poco favorable para ver tu rostro pudo sentir tu debilidad, cómo te defensa flanqueaba y cómo entonces tu libro cayó al suelo al ya no percibir energía elemental proviniendo de su portador.

Y lo siguiente que supo fue que su cuerpo reaccionó por impulso para saltar entre tú y el Sabueso, bloqueando con apenas fracción de segundo a su favor para desviar el zarpazo. Un extraño déjà vu lo confundió, siendo en realidad el recuerdo de aquella tenebrosa noche en la que había ganado su Visión.

¿Se supone que sólo se fortalecerá de esta manera el resto de su vida? ¿Tendrá que perder a los que más ama para ganar fuerza a base de la ira?

El metal de su espada y las garras del monstruo chocaron, y una enorme chispa saltó de entre el chirrido. Sus brazos temblaban y sus pies se hundían en la tierra, al límite de lo que su fuerza física le permitía.

Hasta que imbuyó de golpe su mandoble con una exagerada cantidad de energía electro, logrando que la bestia retrocediera adolorida.

Afectado por su rayo, el Sabueso volvió a gruñir enfurecido, el brillo en su cuerpo se hizo más visible y siniestro, pero antes de que intentara arremeter contra Razor una explosión atinó en el momento justo para detenerlo y terminar con lo que no pudieron acabar antes.

El chico se quedó paralizado entonces, ganando apenas unos segundos de voluntad para mirar hacia sus espaldas.

Una reacción de sobrecarga.

Lograda gracias a tus últimas reservas de energía, las mismas que habías dirigido hacia el Sabueso con un tembloroso movimiento de manos. Pero después de eso tu extremidad cayó cómo un muñeco de trapo, en seco y sin cuidado, uniéndose al resto de tu cuerpo que yacía ya inerte en el suelo. Tus ojos apenas estaban abiertos, fruncidos en lo que parecía ser el dolor más punzante por el que alguna vez habías atravesado.

Razor saltó hacia tu dirección sin pensarlo, apartó tus manos que hacían presión sobre tu abdomen y entonces levantó tu camisa.

Una enorme cicatriz que pudría la piel a su alrededor fue lo peor que pudo haber esperado, lo único que no quería encontrar estaba ahora frente a sus ojos.

—... Corrosión... — Murmuró afligido, más que eso, la preocupación y los sofocantes nervios que lo atormentaban le hacían difícil pensar por una solución. Sus conocimientos de botánica eran inútiles, lavar la herida no serviría de nada, vendarla podría empeorar todo, ¿pero entonces qué se hacía en casos así?

¿Qué haría un caballero? ¿Qué se hace cuando el rey ha caído?

La respiración de Razor pasa de ser irregular a casi hiperventilarse. La desesperación es una de las peores emociones que alguna vez ha sentido, y lo peor es que nunca aprendió a lidiar con ella, nunca le enseñaron a tranquilizarse en medio de una crisis, nadie nunca le explicó que se hacen en casos tan críticos. En ese momento, Razor estaba por su cuenta, pues cada intento suyo por llamarte era respondido por un quejido de dolor y agonía silenciosa.

No, no, no, no otra vez. No era justo, ¡lo había hecho tan bien! ¡Pasó todo el día con la guardia en alto y ahora por tomar esa estúpida siesta tienes una herida grave! ¡¿Por qué no dijiste nada?! ¿¡Qué esperabas que hiciera si simplemente a la mañana siguiente te encontrara a mitad del sendero camino a Mondstadt ya muerto!?

Razor no puede expresar su frustración con palabras, ni siquiera las más básicas se dignaban a aparecer en su mente, y para cuando se percató de su desahogo ya se encontraba gruñendo como todo un lobo.

Lobo.

La respuesta entonces pareció obvia, sus ojos carmesí miraron hacia el interior del bosque, sintiendo la presencia del espíritu guardián del santuario.

Boreas.

Razor posó con cuidado excesivo sus manos detrás de tu espalda y por debajo de tus rodillas respectivamente, ignorando todos sus instintos que le decían que moverte sólo provocaba más dolor. Se mordió la lengua e hizo oídos sordos a tus quejidos antes de levantarse de vuelta.

—(T/N)... — Tu mano se cerró con más fuerza sobre su pañuelo antes de responder a su llamado entre dientes. Bien, estás bien, aún seguías consciente.—... Tu fuerza, vida, tener que verlo. Necesito tu fuego.—

¿Quería ver tu estado en el color de tus llamas?...

Un intento de sonrisa se asomó por tus labios, dándole puntos por la idea y halagándolo para tus adentros. A veces era demasiado ingenioso.

Respondiste a su petición apartando un poco tu mano derecha antes de invocar una diminuta llama, apenas más grande que la de un cerillo.

Fuego azul, pero se mantiene casi en una perfecta silueta en recto, no se balanceaba ni cambiaba de tamaño drásticamente.

Aún hay tiempo.

Las manos de Razor dieron un leve apretón en los puntos donde se apoyaban, era fácil leer su preocupación. Desde su rostro hasta sus gestos, su expresividad era casi hermosa de no ser por las circunstancias.

El chico bufó al asentir, indicándote que ya era suficiente.

—... Buscar ayuda con Lupus Boreas. Resiste, un poco más... —

Sentías el sudor correr por tu frente y por tus manos, tu cuerpo parecía estar siendo quemado en una hoguera. Era abrumador, hace tanto que no sentías el calor en realidad que ahora que era más allá de insoportable no eras capaz de percibir nada más. Desde tu aliento hasta tu sangre, todo estaba prendido e hirviendo al rojo vivo.

Los Lobos de la Fisura consumen y almacén energía elemental antes de aumentar su resistencia, y entonces se vuelven más violento y más veloces. La corrosión debe tener un efecto similar en el cuerpo de otros seres vivos.

En apenas fracciones de segundo eras capaz de sentir una tenue ráfaga de un agradable viento helado golpeándote en el rostro mediante más de adentraban en el bosque. Razor no perdió el ritmo y su paso se plantaba con fuerza y destreza en el suelo con cada pisada.

Cada vez acercándose a la zona más profunda del Reino de los Lobos, cada vez adentrándose más y más en el corazón del santuario hasta que incluso el clima y el ambiente ganaban una nueva aura. Una mística y casi espectral, de naturaleza helada y que era capaz de congelar al guerrero más experimentado. Así cómo por el frío cómo por el miedo al encarar a su guardián.

Razor miró hacia abajo en el borde que separaba el sendero con el coliseo de la prueba de Boreas. Tan desolado y silencioso cómo siempre, pero notando por primera la caída tan brusca y pronunciada que ya había acostumbrado a saltar sin problema.

Te removiste de dolor en sus brazos cuando estaba pensando en la manera de bajar, haciendo que se fuera cuenta del tiempo que estaba desperdiciando. Tomó aire, inhaló el frío aire del viento del norte, y entonces habló.

—... Bo... Boreas... — Su voz tembló, estaba cansado, sus piernas dolían y sentía un doloroso pinchazo en su pecho. No se había dado cuenta, no hasta que finalmente había podido detenerse a reposar.

Y, en medio de su respiración errática, su aliento salió cómo vaho cuando la temperatura cayó drásticamente.

El viento sopló con más fuerza, una densa niebla cubrió el coliseo que se incrustaba en la tierra, los ojos del tallado del lobo hasta el fondo de la zona brillaron, y al cabo de unos segundos la imponente silueta del Viento del Norte apareció entre la neblina con su característico brillo fantasmal.

—¿Me llamaste?— Su voz es severa como siempre y retumba hasta cada esquina del bosque, pero hay un ligero tono suave al tratarse del chico de pelo plateado. Sus afilados ojos bajaron del rostro afligido de Razor hasta tu cuerpo inerte, apenas siendo capaz de notar tu leve respiración.—. ¿Ese no es tu lupical humano? ¿Por qué emana esa energía tan oscura? Es más que alarmante.—

—... Corrosión... —

Boreas pareció descolocarse un instante, sus ojos se abrieron un poco de la impresión antes de volver a su expresión serena de siempre.

Comprendo— Fue lo único que dijo.—, ¿y qué pretendes trayéndolo hasta acá? Deberías asegurarte de que sus últimos momentos sean lo menos dolorosos posibles. La corrosión y su naturaleza es contagiosa e insaciable, así que aléjalo de cualquier ser vivo después de brindarle reposo. Deberás alejarte también, aprovecha esos instantes para decir lo que debas.—

Razor cerró aún más sus brazos sobre ti cuando Andrius se inclinó para intentar verte de cerca, reaccionando impulsivamente a sus palabras.

—¿Últimos... ? ¡Pero... traerlo para ayudar, para saber cómo curar la herida!—

¿Estaba diciendo que no había nada más qué hacer? ¿Qué la muerte era tu única opción?

El suspiro de Boreas suena igual de exhausto que un padre deseando no tener que dar las malas noticias.

Escúchame atentamente, Razor. Los Sabuesos absorben energía, sin importarles en lo absoluto su origen o la fuente de donde la obtengan— Explicó, con su frialdad característica reflejándose en el tono de su voz.—. Elemental o vital, no hacen distinción entre ellas, así que cuando el poder de un portador de un "ojo de dios" se agota, lo siguiente que arrebata la corrosión es su vida— El chico entonces comenzó a temblar junto contigo, su agarre se afirmó aún más y se cerró sobre ti, perdiendo la noción de que debía ser cuidadoso. No quería creerle, incluso si sabía que Boreas era un espíritu sabio y honesto, incluso si confiaba su vida en él. No quería escucharlo, no quería aceptarlo.—. Esto es algo que él se buscó. Interfirió en batallas que no le correspondían y su terquedad lo llevó a aceptar cualquier pelea que se le atravesara sin dudarlo al buscar perfeccionar su poder.—

Eso era mentira.

Tú peleaste contra ellos porque querías que Razor durmiera y descansara un poco más. Porque querías proteger a los lobos y porque te preocupaba la situación del Reino de los Lobos. Todo lo que alguna vez hiciste fue buscando apoyar y ayudarle a mantener la paz, y si bien habías planeado en comenzar a entrenar, eso era un asunto aparte. Uno que sólo demostraba la razón más honesta y pura por la que alguien querría ganar fuerza.

Para servirle a los demás, para brindarles calma.

Entonces lo entendió.

Para ser un caballero del que confiaran. Uno que se volviera capaz de vencer a un dragón.

Pero de todos modos ya era tarde, había fallado en su propia misión.

—... Ese sentido del deber tan peligroso fue lo que los unió en primer lugar— Continuó Boreas, esta vez sonando más comprensivo y cauteloso. El vago recuerdo de la primera vez que Razor te presentó cómo alguien más allá que un lupical humano vino a su memoria.—... lamento que eso sea lo que ahora vaya a separarlos.— Fueron sus últimas palabras de consuelo antes de desaparecer entre la neblina, entendiendo que ahora todo estaba en manos de Razor por más que quisiera interferir.

En medio del silencio sepulcral del bosque, en el corazón del reino y con el cielo habiendo perdido los últimos rayos de luz del sol es como Razor siente el peso de las lágrimas acumularse hasta nublar su visión.

Sus lamentos ya no eran quejidos ni jadeos, tampoco eran gruñidos, simplemente eran expresiones de dolor. No entendía lo que estaba sintiendo, no estaba molesto, no estaba triste, tampoco decepcionado, pues nunca nadie le explicó lo que era el duelo. Lo que era sentir que perdías una parte de ti de un segundo a otro.

Te abrazó con más fuerza, restregando su rostro en tu cabello y tratando de detener su llanto, ¿qué se supone que haga ahora? ¿qué haría un caballero? ¿alguna vez vio a los lobos tratar con algo similar?

—... ra... zor... —

Lo que al principio suena como el viento al soplar entre los árboles toma forma de repente, es el leve susurro de tu voz amortiguada llamándolo, aún con tu cara escondida en su ropa.

El chico se aparta apenas lo suficiente para ver tu rostro, aún mantenías esa expresión de dolor puro, pero tanto tus cejas cómo tus labios temblaban mostrando consciencia.

No puedes moverte para nada, el frío te calaba hasta los huesos y sentías todo el cuerpo entumido. Era cómo dormir en la nieve, tu aliento cálido es aplastado por la gélida tempestad y el viento helado te quema hasta dentro de tu pecho. Pero al mismo tiempo sentías arder en fiebre, sofocándote con la calidez del chico.

Y en medio de tu sufrimiento, lo único que podías pronunciar eran poco más que delirios.

—... Razor... vamos al templo... cómo un caballero... y un... alquimis... ta... —

Tus palabras resonaron en su cabeza, la culpa y la tristeza le carcomían por dentro y sentía que lo único que le quedaba era mantenerse lo más cerca posible para que no te fueras sintiéndote solo.

Al menos sabías que él estaba ahí, pero no tenía la certeza sobre lo que cruzaba por tu mente en ese momento. Lo único que deseaba en ese momento es que pudieras perdonarlo.

¿Lo habías reconocido cómo tu caballero en una situación así? ¿Lo recordarías de esa manera? ¿Cómo aquel que intentó protegerte y que falló?

Sonaba cómo el triste final de una historia. Pues no todas tenían un final feliz, o si quiera una conclusión clara.

Cómo un caballero y un alquimista.

Alquimista...

Y caballero...

Favonius.

Resurgió en su mente cómo la palabra que unía las otras dos.

En el horizonte, más allá de las copas de los árboles pero por debajo de las estrellas era capaz de distinguirse la cálida luz artificial de las calles de Mondstadt.

Razor entonces volvió a mirarte, tu ceño se había ablandado pero aún te removías incómodo por el malestar, sudor frío corría por tu frente y podía ver la fuerza que aplicabas con tu mandíbula sobre tus propios dientes.

Razor inhaló con fuerza, su pecho y garganta le dolieron al igual que sus piernas al levantarse, pero su voluntad era más que suficiente cómo para mantenerlo en pie y seguir andando.

Los adultos lo saben todo.

Su cabello comenzó a pegarse en su frente por el sudor y sus brazos se entumieron para acomodarte mejor en sus brazos. No tenía idea si era cosa de su fuerza fallándole o de la corrosión, pero sentía a tu cuerpo cada vez más pesado.

Saben lo que es un caballero.

Su respiración se volvió rasposa y profunda, sonando cómo el verdadero gruñido de una bestia una vez se encontró frente al puente de la ciudad.

Saben qué hacer cuando te resfrías.

El par de guardias que protegían la entrada principal de las murallas refinaron sus poses cuando distinguieron una extraña silueta meciéndose entre el punto en el que la luz y la oscuridad se unían. Un vaivén tenebroso que luego dejó a la vista un chico de ropas peculiares cargando a uno con traje de aventurero. En el rostro de ambos estaba tatuadas expresiones de cansancio y dolor, pero era sólo uno el que había cedido bajo sus heridas.

Saben cómo consolarte cuando estás llorando.

Lawrence fue el primer en correr hacia los chicos apenas y el de cabello largo y plateado se desplomó a la mitad del puente, ambos habían caído de lleno levantando polvo y dientes de león esparcidos por el sendero. Y, cuando la sombra del caballero cubrió a los chicos de ser iluminados por la luz de la ciudad, pudo notar cómo el par de Visiones  titilaban en sincronía.

Saben cómo solucionar cualquier cosa.

—¡Llama a la Gran Maestra Intendente! ¡Los dos están muy débiles!— Gritó Lawrence hacia Swan, quien cómo siempre hojeaba de manera casi obsesiva la edición de bolsillo del manual de los Caballeros de Favonius, dejándola caer cuando su compañero le alzó la voz. Sólo necesitó ese reclamo para salir corriendo en dirección a la sede, ganándose la mirada de cierto Capitán que justamente iba en camino a la taberna para disfrutar su noche.

Parecía que, por primera vez, sus consejos habían fallado.

[...]

—¡¡Agh!!—

Un impacto pareció atinar justo a tu corazón, parecido al choque eléctrico o la reacción misma de sobrecargado. Sentiste tus pulmones doler al inhalar con fuerza junto a un doloroso pinchazo en tu costado, pero eso parecían cosquillas si lo comparabas con la horrible jaqueca que te atacó apenas te enderezaste de golpe sobre la superficie plana en la que estabas recostado.

—¡(T/N)!— La temblorosa y preocupada voz de Sacarosa fue lo primero que capturó tu atención, sus manos se aferraron al borde de la mesa y casi pareció querer lanzarse para inspeccionar tu estado, apenas detenida por tu reacción confundida.—. Por Los Siete, Albedo-sensei tenía la hipótesis de que al despertar tuvieras un comportamiento hostil cómo efecto secundario a la purificación poco refinada, ¿c-cómo te sientes?... —

—¿Sacarosa?... — Apenas pronunciaste aquel par de sílabas sentiste tu garganta arder inesperadamente, cómo si se negara a decir otra cosa. La joven alquimista reaccionó alzando ambas manos frente a ella a la defensiva, sus nervios estaban en un nivel tan alto que no podría dar una cifra exacta.

—Tómalo con calma, después de todo no has bebido nada en varios días.—

—¿Días... ?—

Tu compañera asintió a tu confusión, y entonces te diste la oportunidad de analizar a tus alrededores. El laboratorio de Albedo está tan pulcro como siempre, la única excepción era la mesa repleta de notas y libros apilados que había sido arrastrada justo al lado de la de operaciones. Habías visto decenas de monstruos y plantas ser analizadas sobre esa placa elevada de madera que al descubrir que habías estado sobre ella sentiste un escalofrío recorrer tu espalda.

—¿No recuerdas nada?— La joven te llamó de nuevo, jugaba con sus manos y acomodaba sus anteojos sobre el puente de su nariz más veces de las necesarias.

En un intento por poner en orden tus ideas sientes un vacío de culpa y preocupación llenando tu pecho. El vago presentimiento de que tu poder se te había sido arrebatando te llevó a intentar invocar una pequeña llama que tomó por sorpresa a la alquimista, pero apenas intentaste estabilizarla pasó de un brillante rojo a un triste azul que se balanceaba de manera exagerada. Sintiendo al mismo tiempo un punzante dolor en tu cabeza.

—Es mejor que no hagas eso— Escuchan proviniendo de la puerta, y la característica seriedad de la voz de Albedo hace resaltar la manera tan casual en la que caminaba.—. No hay certeza de que hayamos eliminado todo rastro de la corrosión que infectó tu cuerpo, así que invocar energía elemental puede que sólo termine alimentándola de vuelta. Es por eso... — El alquimista en jefe entonces se acerca a la mesa repleta de hojas, aparta un par y deja a la vista el amuleto de cristal con el símbolo de pyro justo en medio.—... que me quedaré con esto para evitar tentaciones— Toma cuidadosamente tu Visión y la envuelve en un pañuelo antes de guardarla en su bolsillo. Luego del evidente regaño finalmente se gira hacia ti, hay una inexplicable pizca de alivio en su expresión neutra.—. Por otro lado, me alegra ver que estás bien.—

—A-Albedo-sensei pasó día y noche buscando una forma de curar la corrosión— Sacarosa se apiada de ti y te da la explicación por la que tanto habías rogado con sólo tu mirada, pero es incapaz de mirarte a los ojos mientras habla.—. Hasta entonces sólo teníamos algunas hipótesis, y nuestros sujetos de estudio eran animales pequeños o incluso hilichurls. Pero hacerlo en una persona fue una gran brecha a la que tuvimos que adaptarnos con lo poco que sabíamos... —

—Además de que el proceso no fue tan ortodoxo como me hubiese gustado— Admitió el rubio, cruzándose de brazos y cerrando los ojos. Otro par de escalofrío te atacó de repente, parece que el estar inconsciente todo ese tiempo fue una bendición.—. Sin duda las cosas habrían sido más sencillas si hubieras buscado ayuda apenas te infectaron— Su voz parece no cambiar en primer lugar, pero para quienes conviven diariamente con él pueden leer la dureza en sus palabras y la decepción en su lenguaje corporal.—. El dejar a la corrosión desarrollarse fue lo peor que pudiste haber hecho, ¿te molestaría explicarme por qué esperaste tanto? ¿O si de casualidad era otra de tus "pruebas de rendimiento"?—

Descaradamente evades su mirada y le pides ayuda a Sacarosa para bajar de la mesa, inseguro de si tus piernas habían recuperado su fuerza. Apenas tus pies tocaron el suelo hiciste un chequeo rápido, la llaga que alguna vez tuviste en el abdomen estaba vendada y desprendía un olor desconocido, parecido a la humedad de una cueva. Parecía ser que habían aislado la herida para que no se expusiera a ningún elemento.

—... Estaba ayudando a despejar el Reino de los Lobos de los Sabuesos Acechadores— Admites, acomodando de vuelta tu ropa y aceptando que te mereces la mirada de decepción del alquimista. En todo el tiempo que te había tenido como un aprendiz había trabajado, a su vez, con tu peligrosa forma comprobar tus teorías y de hacer investigaciones de campo. A veces sentía incluso que eras una versión mayor y menos destructiva de Klee.—, pero eran tantos que... Esperen, es cierto— Pareció como si toda tu vitalidad volviera a ti de golpe, pero en lugar de un entusiasmo energético sentías una terrible preocupación.—, ¿cómo llegué aquí?, ¿saben si Razor está bien?—

Albedo no sabía si genuinamente estabas nervioso al respecto o si sólo intentabas evitar tener que explicarle lo que habías hecho, sea cual sea la razón, no tenía razón para no responderte.

—Él te trajo todo el camino desde el bosque, según escuché perdió el conocimiento apenas llegó al puente de Mondstadt y fue atendido por la diaconisa mientras nosotros nos encargábamos de ti— No hay ni la más mínima pista de tacto en su voz, porque después de todo sólo estaba contando los hechos.—. Después de ese día... — Meditó.—, no estoy muy seguro, pero me atrevería a decir que se ha estando quedado aquí en la sede. Klee no ha venido al laboratorio, así que supongo que Razor le hace compañía últimamente.—

—Ya veo... — Te preguntaste cómo podrías verlo a los ojos después de todo lo que le hiciste pasar, tus recuerdos después de haber sido atacado por segunda vez por uno de esos monstruos son difusos y sin orden, apenas tienes el eco de la voz de Razor y de alguien más discutiendo. Lo único que tenías sobre esa conversación es que traía un sentimiento lúgubre consigo.—. Lamento todos los problemas que causé, Albedo, Sacarosa... —

—No te disculpes, (T/N). Después de todo, el accidente ocurrió porque querías ayudar a los demás.— Habló la joven de uniforme, insegura a su vez si debería agradecerte por ofrecerte -involuntariamente- a ser un sujeto de pruebas de los últimos experimentos.

—Estoy de acuerdo. Sólo asegúrate de ser más cuidadoso la próxima vez, si es que la hay— Sus palabras son una advertencia bien disimulada, una que lees sin problema y que te hace tensar los hombros. Hablaba muy en serio.—. Supongo que querrás ir a ver a Razor.—

—Si, creo que es lo mejor que puedo hacer ahora— Además de que aprovecharías para encontrar a quien le había metido el interés por los caballeros en la cabeza, aunque ya tenías algunos sospechosos.—. Bueno, si me disculpan... —

Tus despedida fue interrumpida por el mismo Albedo que te llamó de vuelta, casi hubieras preferido salir corriendo en lugar de responder, pues al girarte lo primero que notaste fue la jeringa para muestras siendo posada en su palma por Sacarosa.

—Antes de que te vayas— Dijo.—. Necesitaré algunas muestras de tu sangre para seguir investigando. Entenderás que para lograr avances hacen falta algunos sacrificios.—

Parecía que no pudiste haber escogido peor momento para despertar.

[...]

Con un pequeño pedazo de gaza en tu hombro, un agudo dolor en tu abdomen y un montón de quejas que pronunciabas entre dientes es cómo te desplazabas por los pasillos de la sede de los Caballeros de Favonius en búsqueda del chico lobo.

Tal vez en lugar de maldecir a tu maestro y a tu misma suerte deberías pensar en qué dirás apenas encuentres a Razor, disculparse era una buena opción, pero conociéndolo es probable que comiencen a discutir por ello. Explicarle que no había sido su culpa sonaba mejor, pero no estabas del todo seguro de cómo lo convencerías de ello.

Un pesado suspiro escapó tus labios, justo antes de alcanzar a escuchar los últimos segundos de una conversación del otro lado de la puerta permanecía entreabierta a tu derecha. Si tu memoria no te fallaba, esa debía ser la oficina del capitán Kaeya.

—¿Entonces aún no hay noticias sobre que esté por despertar?— La voz normalmente relajada del capitán suena de alguna manera suave, demostrando que con quién hablaba necesitaba ser consolado.—. Todo estará bien, confía en mi, ¿por qué no intentas verlo por el lado positivo?, si se toma más tiempo para descansar y recuperarse entonces más pronto volverá a ser el de siempre.—

Lo siguiente que escuchaste fue un quejido, casi parecido a una rabieta.

—Vamos, Razor, ¡no estés triste!— Ahora fue la energética pero algo decaída voz de Klee la que se pudo escuchar.—. Mamá siempre dice que deprimirte hace que te enfermes, ¿qué harás si (T/N) despierta y eres tú ahora el que se siente mal?—

—Yo no enfermarme, pero si triste... — El reconocer aquella voz cansada y monótona te trajo un amargo sentimiento de melancolía, la seguridad de hace un segundo era ahora un recuerdo y había sido cambiada por una tormenta de nervios, ¿cómo se supone que se hacen estas cosas?

—¡Si tú estás triste entonces yo también!—

—Sigues sonando muy intensa para alguien quien se supone está decaída.—

—Humm... —

Tus dedos rozaron la madera, pero de inmediato los apartaste para quedar parado justo en frente, tal vez espiando, tal vez esperando el momento indicado para entrar, no estabas seguro, pero fuese cuál fuera tu plan se vio arruinado cuando la puerta se abrió hacia dentro de la oficina. Los enormes y expresivos ojos de la pequeña se abrieron aún más por la sorpresa al igual que su boca, y cuando tu mirada se encontró con la del chico detrás suyo te percataste de lo afligido que se veía.

—¡El apéndice de Albedo!—

Kaeya, quien había reaccionado a las extrañas reacciones de ambos hasta levantarse, miró fijamente a la niña que ahora te apuntaba directamente con su dedo índice.

—¿No quieres decir "aprendiz"?—

La conversación entre ellos siguió cuando Klee trató de contra-corregir a Kaeya, dejándolos a Razor y a ti a la deriva de lo que parecía ser una competencia de miradas, casi cómo si quisieran ver quién podía expresar más tristeza sólo con sus ojos.

—Hey, uhm... — Alzas tu brazo de manera incómoda para saludarlo, pero te arrepientes a medio camino. En cambio, Razor asintió a medias cómo respuesta, más bien sólo bajó la mirada.—, ¿quieres ir y... hablar un rato?... —

El chico pareció dudar sobre su respuesta, sintió el más grande alivio en su vida cuando te encontró caminando de nuevo por tu cuenta al otro lado de la puerta, pero no se sentía con el derecho de estar feliz por que estuvieses de vuelta si había sido culpa suya de que durmieras por tanto tiempo en primer lugar.

Bajo la duda y la indecisión fue como el capitán de apiadó del chico lobo y le dio un ligero empujón con una palmada en la espalda, animándolo a no estar tan preocupado.

Razor se volteó hacia él y en el rostro de Kaeya había una expresión relajada, preguntándole el por qué estaba tan asustado si se trataba de ti después de todo. El más joven lo entendió sin problemas, y entonces dio otro paso hacia fuera, volviendo sus ojos a ti.

Cuando le extendiste tu mano la aceptó sin mostrar la más mínima pizca de duda, y se le quedó viendo a sus manos entrelazadas un par de segundos antes de comenzar a caminar.

No era un abrazo, pero le era más que suficiente para sentir "mariposas en el estómago" en ese momento.

[...]

Razor plantó el libro de portada infantil sobre la mesa, cayendo justo encima del anterior de cubierta aburrida y lleno de letras. Sin pensarlo mucho abrió una página al azar, con la suerte de encontrar la magnífica imagen del rey brillando sobre el caballero derrotado. El dibujo era llamativo pero simple, dejando en claro que el cuento había capturado su atención.

Su mano enguantada apuntó al hombre de armadura y entonces pasó de página una y otra vez hasta el final donde el dragón ya había sido derrotado y donde el monarca celebraba junto a su soldado y la princesa raptada.

—... entonces por esto querías ser un caballero.— Razor asintió.

—Vencer monstruos, y defender. "Rey" y lupical.—

Su voz sonaba tan afligida, cómo si alguien le estuviera reclamado el haber cometido un error fatal e imperdonable. Fue sólo una ocurrencia qué tal vez había llegado muy lejos, pero no podías culparlo, de hecho ni siquiera llegaste a pensar en ello, porque después de todo también había sido culpa de tu audacia.

Oye, entiendo por qué lo hiciste y me siento feliz, pero te veías algo incómodo actuando de esa manera... — Razor fingió hojear el libro lleno de letras, así que tuviste que llevar una mano a su hombro para recuperar su atención.—. Está bien que quieras intentar cosas nuevas, pero no tiene nada de malo dar pequeños pasos en lugar de cambiar de forma tan extrema de la noche a la mañana.—

—Uhm... — Meditó un poco tus palabras, el problema no era que creyese que no podías defenderte por tu cuenta, sino que estaba ansioso por demostrarte de lo que era capaz, no estaba seguro de por qué se sentía así ni el por qué sentía una enorme necesidad de demostrarte su valía, pero se sentía bien hacerlo.—... ¿seguir siendo lupical?... —

Una sonrisa enternecida se te escapa, para luego asentir sin dudarlo ni un segundo. Sus palabras son simples y algo ingenuas, pero a su vez son tan honestas que te sientes aliviado.

—Tú eres mi persona especial también— Respondiste de vuelta, y la sensación que Razor había descrito por sí mismo cómo "hambre, pero no igual" atormentó su estómago, escapándose incluso hasta su pecho. Nunca habría podido adivinar que las mariposas eran tan molestas y extrañas para manejar.—. Caballero o lobo, quiero seguir junto a ti. Porque quiero a Razor, sin importar en lo que decidas convertirte.— Rebajas tus palabras a ser lo más literales posibles, y entonces notas cómo el chico casi parece querer saltar de la emoción en su asiento de no ser porque recordaba bien las reglas de la biblioteca.

Ves sus manos enguantadas acercarse a tu rostro lenta y cuidadosamente, cómo si no quisiese espantar a un animal temeroso, pero es en realidad su preocupación aún estando presente.

Cuando las planta en cada costado de tu rostro abandona su asiento para ponerse de pie y acercarse aún más, la silla se corre hacia atrás suyo, dejándole libre lo suficiente para a su vez encorvarse hacia tu figura que permanecía sentada pero con tu cara apuntando ligeramente hacia arriba para estar justo frente a la suya.

Rozando su nariz contra la tuya en un lento vaivén es cómo hace muestra de su propia forma de demostrar afecto al estilo de los lobos.

No lo admitirías en voz alta, pero eso era mejor que sus repentinas mordidas de cariño.

Cerraste tus ojos para imitar al chico y te dejaste hipnotizar por la sensación, aunque en medio de su íntimo y emotivo momento ambos fueron interrumpidos por una risa sutil de tono elegante seguido de una luz brillante que estuvo apenas una fracción de lo que dura un parpadeo.

Voltearon de inmediato hacia donde provenía la carcajada, encontrando a Lisa con un daguerrotipo en mano y sonriendo cómo toda una madre orgullosa.

—Vaya, las lecciones de caballerosidad rindieron frutos de manera inesperada— La mujer se acercó sin vergüenza alguna hacia ustedes, empeorando más la pena que te llevó a recargar los brazos en la mesa para esconder tu rostro del mundo. Razor, por otro lado, no estaba afectado ni en lo más mínimo, más bien sintió confusión cuando Lisa le pasó un pedazo de papel que se deslizó fuera de la extraña máquina en sus manos.—. Aquí tienes, Razor. Cuídala mucho, ¿si?—

Cuando la mujer se despidió luego de que el chico asintiera sin más viste prudente volver al exterior, encontrando al de cabello plateado admirando con un brillo en los ojos la fotografía.

Eran ustedes.

—... O-Oye, ¿por qué no tiramos eso y-?

Era una imagen brillante y que transmitía paz. Así cómo el dibujo del rey en el cuento.

—No— Respondió de inmediato, alejando el papel de tu mano al intentar alcanzarla y guardándola dentro de su capa.—. Tesoro, ser para cofre.—

Pero en lugar de un monarca y su sirviente, son dos caballeros en una cima mirando hacia el horizonte.

—¿¡E-En serio vas a conservarla?!—

Razor bufó decidido e hizo oídos sordos a todos tus reclamos avergonzados. Tan testarudo cómo acostumbraba que terminó cambiando de tema de forma torpe y poco eficaz, pero demostrando que no cambiaria de opinión.

Derrotado más rápido de lo normal debido a tu fatiga es que te rindes, no estabas en posición de retarlo a un duelo por tu honor después de todo.

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