『 Arataki Itto 』Pt. I
-≫ Pedido hecho por: Original
-≫ Advertencia: Primera vez que escribo con este personaje. Tal vez ooc (?
-≫ Relación: Se quieren, se aman, son nobios con b de se aBrazan
-≫ Número de palabras: 10,834 palabras
• Está bien largo, ayno. Esto de escribir no es rentable /cry.
-≫ N/A:
• One Shot traído del libro original
• Itto vino a casa.
• tkm malandro
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—Bien, chicos, prepárense. Esto no va a ser fácil.— Itto señaló directamente hacia el final de la calle, detrás de él se encontraba el resto de la banda Arataki cruzados de brazos y dándole fuerza a la presencia de su líder.
La gente que caminaba alrededor ya parecían estar acostumbrados a los maleantes posando a medio camino, así que caminaban sin problemas a su alrededor. Itto suspiró pesadamente, dejando caer su brazo hasta golpear en seco su pierna.
Ya nadie tomaba en serio a una banda criminal cuando la veía.
Entonces los cuatro comenzaron a caminar calle arriba, ganándose en el proceso un par de miradas de fastidio y de desconcierto. Su reputación estaba tan mal parada que si cualquier movimiento en falso sería razón suficiente para llamar a la Comisión de Tenryou.
La tensión era palpable en el aire, pero no hay forma en la que la banda Arataki pueda importarle lo que los demás opinan de ellos.
—Aún no entiendo por qué no podemos simplemente volver a cortar leña o escoltar mercancía cómo siempre hacemos.— Las quejas de Genta no parecían terminarse, incluso se había adelantado un poco para caminar de reversa frente al resto del grupo. Tanto Mamoru como Akira le dijeron que se tropezaría, pero Itto prefirió gruñir a su terquedad.
—¡Ya te lo dije!— Exclamó el oni, alzando una mano de manera brusca para darse a explicar.—¡Es porque la última vez que transportamos un cargamento de mercancía lleno de leña de alguna forma se prendió fuego a media entrega!—
Recuerdan el silencio incómodo que inundó la escena cuando detrás de ellos se sintió la potente llamarada alimentándose de la madera seca y recién cortada. La mirada perdida e impactada del carpintero que había esperado por días su material tan sólo para que se convirtiera en cenizas frente a sus ojos.
Aquel día descubrieron que existe un manual que enlista una innumerable cantidad de reglas para transportar material inflamable. Uno el cual, obviamente, ningún de ellos había leído aparte de Shinobu.
—Y además nos vetaron de todos los almacenes de Inazuma después de eso.— Sustentó Mamoru, para al final ser apoyando por Akira, quien sólo asintió a las palabras de los otros dos.
Aún así los argumentos no evitaron que Genta chasqueara la lengua.
—¿Qué tan difícil puede ser buscar trabajo sin Shinobu ayudándonos con los anun-
El joven de cabello oscuro que caminaba de reversa finalmente recibió su merecido cuando una maceta se atravesó en sus camino, tropezó de manera tan exagerada y vistosa que Itto soltó la más ruidosa carcajada que alguna vez pudieron haber escuchado. Genta había terminado cayendo de espaldas dentro del canal de agua al borde de la calle y ahora parecía un cangrejo boca arriba que trataba de enderezarse.
—¡D-Dejen de reírse y ayúdenme!— Genta extendió su mano, esperando la ayuda que Itto le negó al pasar de largo.
—Nah, parece que lo tienes bajo control.—
—Alcánzanos en el tablón de anuncios cuando termines.—
—Si no te apuras sólo quedarán los peores trabajos, sólo digo.—
—¡Oigan!—
Los habitantes de la ciudad de Inazuma tenían la facilidad de encontrar ayuda extra y de último minuto para encargos que normalmente no implican tener habilidades en específico. La sección especial recién añadida al tablón principal estaba abierta a todo el público para buscar u ofrecer trabajo, se caracterizaban por tener una paga rápida y de no ser nada exactamente formal.
Los oficios conformaban menos de la mitad del porcentaje total en la economía de Inazuma, pero sin duda era el tipo de mano de obra que más hacía falta en la nación.
—De acuerdo, escojamos sabiamente. Sólo trabajos de los cuales podamos aprender algo y que nos ayuden a crecer como personas.— Itto llevó ambas manos a cada lado de su cintura, inflando el pecho y plantándose en su lugar con orgullo y dignidad.
Las cuales duraron menos de un segundo antes de que fueran torpemente derrumbadas.
—¡Miren, velador en sembradío de arroz!—
Mamoru había tomado aquel anuncio entre sus manos y lo miraba como si fuese alguna clase de tesoro perdido, parecía que ya había tomado una decisión.
—¡Eso no!— Itto le arrebató la hoja y la estrujó entre sus manos, entonces la lanzó por encima de su hombro.—. Ningún miembro de la banda Arataki se rebajará a ser un espantapájaros para ver cómo crece el pasto.—
—Oh, ¿qué tal esto? Buscan gente que pruebe la comida antes que las personas importantes en los restaurantes.—
—...—
Cuando Akira volteó hacia los otros dos se encontró con las miradas consternadas de quienes sabían de antemano el por qué eso era mala idea.
Las opciones no eran para nada prometedoras.
Pero el ánimo característico del inigualable Arataki Itto no caería tan fácilmente por algo tan bajo como un montón de anuncios abandonados.
—¡Chicos, vamos, hay que tomar esto con seriedad! Debe haber algo que podamos hacer por aquí.—
Los llamativos ojos del oni recorrieron el tablero de esquina a esquina, se negaba a creer que ahí terminaría todo. O más bien era su orgullo picándole el costado y reclamándole el hecho de que dependía del trabajo que un grupo de desconocidos no querían hacer. Casi como si tuviera que conformarse con las sobras de los trabajos bien pagados.
—Tsk.— En su molestia terminó arrancando una hoja al azar, estrujándola bajo su agarre y dejándola caer ahí mismo. La frustración era visible en su rostro.
—¡Están vandalizando el tablón de anuncios!—
—¡Llamen a la Comisión de Tenryou!—
Los reclamos se escucharon detrás suyo y apenas se giraron encontraron un par de personas señalándolos. El escenario era tan común que la verdadera pregunta era el por qué aún se sorprendían al respecto.
—Ahh... No otra vez.— Se quejó Mamoru, dejando caer sus hombros hacia adelante.
—¡Alto ahí!—
—Ayy, no. Esto es malo, ¡hay que salir de aquí!—
—¡E-Eh! ¡Tomen los anuncios que puedan y vámonos!— Tal y cómo dijo Itto así hicieron, Akira y Mamoru tomaron un montón de páginas desplegadas por el tablero y de inmediato salieron corriendo para huir de los soldados que se acercaban a paso veloz.
En medio de la carrera encontraron a un empapado Genta que apenas iba camino a alcanzarlos calle arriba. Cuando distinguió al resto de la banda sólo atinó a mirarlos con molestia, estando más que listo para dejar salir todas sus quejas hasta que la misma prisa de la banda lo detuvieron.
—Gracias por dejarme ahí, son los mej- ¡hump!... —
Sus palabras se habían quedado a la mitad, atoradas en su garganta y pérdidas en el aire, de repente un golpe en seco a la altura de su estómago lo había hecho perder el aliento y para cuando recuperó la noción de lo que ocurría ya estaba siendo cargado encima de hombro de Itto. Ahora todos estaban avanzando rápidamente hacia la misma dirección.
—¡Okay, okay! ¡Ya luego nos dices el resto!— Fue la única explicación que dio el oni al chico que cargaba sin problema alguno, mientras que este, completamente confundido, sólo pudo ver al par de guardias de la Comisión de Tenryou siguiéndolos de cerca.
—¡¿Qué se supone que estamos haciendo?!— Fue lo que preguntó Genta hacia los otros dos, intercalando su rostro nervioso entre ellos y los soldados.
—¡Retirada!—
Llegaron a las afueras de Inazuma, esquivaron a los transeúntes y entonces el camino de tierra que se extendía hasta más allá del horizonte les marcó la victoria. La excursión que al principio era para trabajar de manera honrada como un buen ciudadano de alguna forma de había dado la vuelta a ser un nuevo cargo en la extensa lista de los crímenes menores de los jóvenes.
Así fue como la banda Arataki había logrado huir de la ley sin ni una baja una vez más. Incluso si su rastro había quedado marcado por un montón de anuncios que salieron volando de entre las manos de dos de sus miembros nada les quitaba el exceso de adrenalina que recorría de arriba a abajo sus cuerpos. El pánico entonces se volvieron risas nerviosas hasta convertirse en carcajadas genuinas.
Ese tipo de situaciones eran únicas, las mismas que estaban agradecidos de poder compartir entre ellos. Después de todo, era el sello característico de la banda número uno en Hanamizaka.
[...]
En la sala de una pequeña casa acogedora a las afueras de la ciudad se llevaba a cabo una reunión de emergencia. Sin la habitual guía de la delegada no les quedaba de otra que mirarse fijamente entre los cuatro a la espera de que alguien tomara la palabra.
Una nueva problemática atentaba contra el futuro de la banda Arataki.
Y los principales culpables eran ni más ni menos que Akira y Mamoru, quienes desde hace casi una hora tenían la frente pegada al suelo mientras rogaban por perdón.
—Aún no puedo creer que hayan tomado más anuncios de la sección de quejas públicas en lugar que de la de trabajos.— Genta estaba cruzado de brazos y parecía genuinamente más molesto que el propio Itto. Él parecía más interesado en separar las cosas que podrían ser útiles de el resto de las páginas que habían sido tomadas como rehenes en la conmoción.
—¡Lo sentimos!—
—¡Actuar bajo presión es horrible!—
—Ya, Genta, deja a los pobres tontos en paz— El regaño de Itto es tan casual que ni siquiera él lo toma en serio, su codo sobre su rodilla y con una mano apoyaba a su mejilla, mientras que con la otra sostenía el manojo de anuncios rescatados que al final arroja hacia el centro de la mesa de té como si se tratara de una baraja de cartas.—. Hasta que las cosas se calmen lo suficiente para volver a la ciudad tendremos que sacar algo bueno de uno de estos trabajos.—
Todos asintieron a las palabras del líder de la banda, pero Mamoru termina sacando una hoja mal doblada de su bolsillo, con tan poco disimulo que cuando la deja también sobre la mesa parece estar aumentando la apuesta de un juego en el punto más caótico de la partida. Los ojos rojizos de Itto leen rápidamente el anuncio y entonces le dedica una mirada que parecía preguntarle "¿es en serio?"
Un pesado suspiro de decepción pura escapa de su pecho, y entonces sus manos van de un lado a otro para explicarse mejor.
—Mamoru, tú me agradas, a Ushi le agradas, a todos nos agradas. Pero te juro por todo lo bueno en el mundo que si te vuelves guardia de un jardín de arroz te perderé el respeto.—
El chico de cabello oscuro entonces se vio expuesto, el ligero rojo que había adoptado su rostro fue aún más evidente cuando recuperó la página en un movimiento veloz antes de meterla debajo de su sombrero.
Entonces fue turno de Akira de tomar un anuncio para leer en voz alta.
—"Sujeto de pruebas para medicina experimental".—
Itto dejó caer su cabeza hacia delante, golpeando su frente contra la madera antes de enderezarse de golpe. El moretón en su rostro fue tan llamativo como las marcas naturales en su piel.
—Okay, hagamos un acuerdo. De aquí en adelante dejemos de lado los que impliquen comer algo extraño. Quiero que sigamos siendo cuatro para el fin de mes.—
—En ese caso sólo quedarían los de trabajo pesado— Genta toma todos los anuncios y hojea rápidamente. Hay confusión y algo de irritación en la mueca en su rostro, entonces separa un folleto, volteándolo para que el resto pueda verlo.—. Este busca gente que vigile los muelles en un turno nocturno, pero pagan apenas cincuenta moras la hora.—
—A este paso van a explotarnos... —
—Deben saber de antemano que estos trabajos sólo los aceptan personas desesperadas... —
—¡Hey, hey! ¡Muestren algo de entusiasmo! Si lo ven de esa manera será aún peor para todos— La moral estaba por los suelos, y era su deber como el primer gran líder contagiar a sus chicos del espíritu singular de un oni. Tanto fue su dedicación que terminó alzando la voz más de lo que ya de por sí lo hacía al hablar.—, ¡arriba, iremos a preguntar de puerta en puerta si es necesario!—
La discusión que estuvo a punto de estallar se detuvo justo a tiempo cuando el ruido característico que hace la puerta corrediza al abrirse alcanzó a todos en la pequeña sala. De una de las habitaciones salió la mujer mayor que saludó con simpleza a los cuatro jóvenes, pero en lugar de seguir su camino se vio acercándose a Itto, trayendo una hoja maltratada entre sus manos.
—Ahora sé por qué la casa estaba tan animada, podía escucharlos desde el jardín— La voz de la Abuela Oni es dulce y amable como siempre, ni siquiera los estaba regañando al respecto, pero la pena no tardó en verse en el rostro del oni, quien de inmediato soltó una disculpa por el alboroto.—. No me hagan mucho caso, sólo vine a preguntarles por esto— Su mano delgada extendió hacia Itto el cartel que se había encontrado afuera, uno de los muchos que habían perdido camino ahí.—. Pensé qué tal vez lo habrían dejado caer por error al llegar.—
El oni lo recibió, ya algo harto de ver el mismo formulario una y otra vez.
A este paso encontraría anuncios hasta dentro de su cabello.
Pero de inmediato negó para despejar su mente, dedicándole una mirada preocupada a la mujer.
—Si es nuestro, perdón si hay muchos regados allá afuera. Iré a levantarlos.— Intentó levantarse del suelo, pero la abuelita sólo necesitó posar una mano en su hombro para detenerlo.
—No, no, tranquilo. Ese era el único— Acarició cariñosamente el cabello de Itto antes de darse media vuelta, comenzando a caminar hacia la cocina, riendo levemente cuando el de cuernos se quejó completamente avergonzado.—. Ya no los molesto más.—
No fue hasta que desapareció de la vista de todos que Arataki tosió de manera exagerada y poco disimulada, llevando un puño hasta estar frente a su boca y cerrando los ojos. Entonces volvió a sí, ignorando lo que acababa de ocurrir.
—¿Y bien? ¿De qué es eso, jefe?—
—Ah, cierto. Uh... — La letra era particularmente más casual que el resto de los demás anuncios. Clara y bien definida, una ventaja para ellos luego de horas de leer palabras anticuadas y extremadamente formales para decir cosas tan básicas como que se necesitaba alguien que vigilara un corral de gallinas.—... Este es del Restaurante Kiminami— Dijo en voz alta, leyendo por partes y hablando a la vez. Parecía más bien estar contando sus pensamientos, pero aún así el resto de la banda lo escuchaba con una pizca de esperanza en el aire. Por lo mismo en el momento en el que Itto sonrió ampliamente así lo hicieron ellos, había dado un salto en su lugar y de inmediato se inclinó hacia delante.—, ¡ajá! ¡Repartidores de medio tiempo!—
Pero la celebración se había adelantado, porque apenas siguió bajando en el anuncio se daba cuenta de más cosas. Una haciéndole perder por completo la sonrisa y llevándolo a poner una mirada muerta mientras seguía con los ojos pegados al papel.
—¿Qué ocurre?... —
—... Sólo necesitan a tres personas.—
El silencio reinó, intercambiaron miradas de desconfianza entre ellos y de inmediato llegaron a un acuerdo silencioso. Uno al que todos asintieron.
Se acercaron un poco más a sus lados respectivos de la mesa de té. La seriedad en sus rostro reflejaba perfectamente la tensión que crecía en el ambiente.
Todos tomaron aire, preparándose para actuar.
Y entonces el grito de guerra dio inicio a la contienda:
—¡JANKEN PO!—
Para su sorpresa, los cuatro habían sacado papel, así que con la misma intensidad volvieron a arrojar sus manos al centro de la mesa.
—¡AIKO DESHO!—
El sudor corría por sus frentes, la determinación se desbordaba en el brillo de sus miradas. Era un duelo de orgullo en el que no podían mostrar piedad a los demás miembros de la pandilla. Ahora era tierra de nadie, y cada uno estaba por su cuenta.
—¡¡AIKO DESHO, JANKEN PO!!—
Tres manos que imitaban la forma de unas tijeras, contra la única que había tenido la mala suerte de escoger piedra en su lugar.
El resultado fue inevitable.
Itto había perdido.
Y ahora, con su orgullo y espíritu de batalla completamente heridos, se lamentaba en el suelo. Tratando de aceptar su derrota incluso con todas sus fuerzas. No iba a humillarse pidiendo una revancha ni diciendo que se trataba de un complot en su contra.
Debía aceptarlo así como lo haría un verdadero hombre. Apretando los dientes y enderezándose de golpe es cómo interrumpe la celebración de los otros tres, manos en la cintura y frente en alto, fingiendo que no estaba afectado en lo absoluto.
—Está bien. Suerte con eso, supongo que seguiré buscando por Hanamizaka algo que pueda hacer.—
Genta habló casi de golpe, haciendo sobresaltar a los tres por accidente.
—O podríamos preguntar si no necesitan un par de manos extra en el restaurante.—
Y Mamoru entonces le siguió la corriente.
—¡Así es! ¡Le daremos buenas referencias de ti, jefe!—
—¡Confía en nosotros! Somos muy persuasivos cuando nos lo proponemos.—
A pesar de las palabras de apoyo y el entusiasmo compartido Itto permaneció sereno al respecto, pero por dentro estaba conmovido.
Aunque no había forma en la que lo admitiese en voz alta cuando seguía aún dolido por la derrota.
—No, no. Chicos, hablo en serio, no se preocupen, ¡puedo arreglármelas por mi mismo!— El gesto característico de Itto era señalarse, de manera arrogante y exagerada, con una enorme sonrisa en su rostro como toque final. Era capaz de contagiar su energía a quien quiera que lo viera, era algo único, lo que lo definía como el gran jefe de la banda Arataki.—. Sean los mejores repartidores de este lado de la nación y demuéstrenle a esos guardias de segunda que la banda Arataki puede triunfar en donde sea.—
Hubo una corta pausa, y entonces un lloriqueo en conjunto fue lo que las palabras motivadoras de Itto habían logrado.
—¡Jefeee!—
Los tres chicos parecieron rodearse de un aura de luz pura, el orgullo y el fanatismo por su líder podía verse claramente en sus rostros. En ese momento parecían más un club de fans que una pandilla. Para suerte de ellos, nadie estaba ahí para verlos.
Además del hecho de que no tenían una reputación que arruinar, pero ese era tema aparte.
Y así se dio inicio del mes de trabajo duro. Uno con el que luego cosecharían el dulce fruto de poder llamarse "tres cuartos desempleados".
[...]
—¿Ocurre algo, Itto?— Inconscientemente negó, sin prestar atención a la pregunta.
La naturaleza perceptiva de Abuela Oni nunca había defraudado en todos los años en los que se había encargado de cuidar de él. Y en esa ocasión tampoco sería una excepción. Luego de notar cómo parecía estar más distraído que se costumbre, mirando hacia la ventana abierta y de vez en cuando haciendo muecas hacia la pila de anuncios arrugados que habían terminado en la basura, era obvio adivinar que estaba preocupado por algo. Una cosa que particularmente no se sentía seguro de poder resolver por su cuenta, pero de la que tampoco sentía que valiese la pena cómo para pedir ayuda. Siendo más específicos.
Era un dilema silencioso. Uno que la grandiosa y amable Abuela Oni no iba a minimizar ni menospreciar.
—Tienes una mirada triste en el rostro, ¿hay algo que te preocupe?—
Itto entonces salió de su trance, tan nervioso como lo estaría un niño descubierto a media travesura. Miró de un lado a otro tratando de buscar una excusa y su primera reacción fue llevar una cucharada del estofado frente suyo hacia su boca de manera brusca, tanto que terminó ahogándose y tosiendo sobre la mesa.
—¡Por la Shogun, Itto, come despacio!— La mujer le dio un par de palmadas en la espalda, sorprendida y preocupada en partes iguales. Ahora estaba segura de que era algo serio. Y apenas el oni se recuperó de su ataque de tos finalmente pudo suspirar aliviada.—. Está bien si no quieres hablar de ciertas cosas, pero por favor no hagas eso. Es peligroso.—
—Lo siento— Dijo en una voz baja bastante impropia de él, viendo cómo la mujer negaba con una cálida sonrisa en el rostro, restándole importancia al pequeño desastre que había hecho. El pañuelo con el que limpio la mesa hipnotizó al oni, quien luego de unos segundos de reflexión tomó un gran respiro antes de volver a hablar.—. Oye, tú... ¿crees qué sólo sería útil en cosas que requieren fuerza bruta?—
La abuela entonces se detuvo de golpe, y lentamente dirigió su mirada cansada al joven que ahora miraba con tristeza un punto perdido de la sala.
Quería preguntar si aquella pregunta tenía que ver con alguna discusión con sus amigos, o si incluso se trataba de una pelea callejera de la que había sido parte. Tanta preocupación y tantas dudas llenaron la cabeza de la mujer, pero por alguna razón sabía que esa no debía ser su prioridad ahora.
—Sin duda tu fuerza sería muy útil en bastantes situaciones— Le dijo, volviendo a restregar con paciencia el paño sobre la mesa.—. Pero no creo que sólo eres capaz de eso, alguien tan amable y noble cómo tú sin duda encontraría la forma de ayudar hasta en los escenarios más caóticos incluso si no tiene la respuesta exacta.—
Itto apoyó sus codos en la mesa y sostuvo su rostro entre sus manos, aún sin mirar directamente a quien había cuidado de él por tanto tiempo.
Incluso la que parecía ser la confianza más inquebrantable nunca antes conocida en Inazuma podía llegar a pecar de caerse en picada dentro de la seguridad de su hogar.
Había sido una larga semana.
Arataki había comenzado el lunes con todo el entusiasmo posible, se levantó más temprano que de costumbre y fue de puerta en puerta por Hanamizaka preguntando si necesitaban una mano extra. Se presentó como capaz de hacer cualquier tipo de trabajo físico, abierto a aprender nuevas cosas en poco tiempo si era necesario y de paso presumió de poseer una gran actitud para trabajar. Yendo de un lado a otro, buscando una oportunidad, pero con cada puerta que le azotaban en la cara terminaba sintiendo como su ánimo era apuñalado, cada vez más profundo, cada vez más duro y cada vez más cruel.
Era el pan de cada día, pero por alguna razón esos días parecía ser aún mas difícil lidiar con el rechazo. Puede que fuese la constante preocupación y culpa de no poder ayudar a Abuela Oni trayendo algo de mora, o incluso esa pizca de remordimiento que aparecía sin explicación alguna cada vez que perdía el tiempo sin hacer nada en especial.
No quería darle tantas vueltas, pero sin duda unas palabras de apoyo y de ánimo serían de gran ayuda en ese momento. O al menos esperaba que así fuera.
—Querer intentar algo nuevo tampoco tiene nada de malo— Continuó.—. Así como tampoco debes aceptar "lo de siempre" sólo porque sea lo único que los demás tengan para ofrecerte.—
Itto suspiró, pasando una mano por su rostro para aliviar el cansancio.
—Si, creo que entiendo lo que quieres decir... —
La abuela soltó una risa enternecida entonces, llevando finalmente sus manos hacia su espalda para descansar.
—Si no quieres trabajar cargando cosas pesadas, ¿por qué no intentas ayudar cuidando de alguien? Las personas entusiastas y llenas de energía son las mejores para ese tipo de cosas.—
Itto bufó.
—También me ofrecí como niñero, pero parece que preferían dejar a sus hijos en cargo de un Hilichurl antes que de mi. Una pareja incluso me lo dijo en la cara.—
—Uhm... Es una lástima, con lo mucho que te quieren los niños en la ciudad.—
—¡Eso mismo les dije!— Itto extendió sus brazos de lado a lado, completamente indignado.—. Tal vez debería dejar de ser quisquilloso y aceptar el trabajo del muelle.—
La mujer hizo una mueca afligida, no quería verlo empujarse hasta el cansancio ni que abusaran de su situación, la simple idea de verlo exhausto le partía el corazón. Apartó la mirada hacia la ventana, y el movimiento que hacía la ropa al mecerse por el viento estando colgada en el tendedero le trajo un recuerdo agridulce. Sus ideas escalaron de la melancolía a unas palabras que había escuchado hace un par de días, el recordatorio de algo que había pasado a segundo plano que ahora parecía ser la respuesta para todo.
—El otro día mientras hablaba con uno de nuestros vecinos se nos unió una mujer un poco más joven que nosotros a la conversación— Itto dejó sus pensamientos de lado para dedicar toda su atención a la abuela. Curiosidad e intriga se veían en su mirada rojiza, cómo un niño escuchando un cuento.—. Ella y su marido se habían mudado hace unos años desde otra región, y ahora que planean hacer un viaje de un par de semanas estaban buscando alguien que pudiera ayudarlos a cuidar de su único hijo durante el tiempo en el que estuvieran ausentes. Al parecer el joven es ciego de nacimiento y prefieren no agobiarlo teniendo que recorrer largas distancias mientras él se aferra a su bastón.—
Las cejas de Itto se alzaron levemente con interés, ¿una persona ciega de verdad necesitaba tanta atención?
—¿Sugieres que vaya a preguntar?—
La mujer negó, golpeando el aire con su mano en un gesto de molestia.
—Nada más quería contárselo a alguien, esas ancianas cascarrabias del otro lado del sendero no hablan de otra cosa que no sea tejer y cocinar— La vio negar con un toque para nada serio de fastidio en su voz, entonces la sonrisa de Itto volvió a su rostro, y al notarlo fue turno de la mujer de hacer lo mismo.—. Pero no está de más intentarlo, ¿no lo crees? Probablemente aprecien bastante el hecho de que sea alguien quien vive tan cerca el que le haga compañía.—
El oni meditó un poco, si eran personas de otra región entonces no sabían sobre la reputación de los yōkai como él, ¿cierto? Y además de que podría aprender una cosa o dos sobre cuidar gente con poca o nula visión, cosas que tarde o temprano serían útiles si los ojos de Abuela Oni cedieran a su edad. No importa que tan triste y depresivo se ponga al pensar en ello, era una realidad que tenía que afrontar como el ser longevo que era.
Golpeó la mesa con la punta de sus dedos, luego llevó esa misma mano a su mentón. Preguntándole a su espíritu si podría aceptar un último rechazo antes de ceder a trabajar duro hasta partirse la espalda día y noche.
—Supongo que tienes razón— Admitió en voz alta, con un tono entusiasta en su voz.—. Iré mañana y les preguntaré.—
—Suena a que ya tienes un plan entonces— La conversación parecía estar por terminar ahí, pero la delgada mano de la mujer al señalar el plato frente a Itto fue suficiente para avivarla una vez más.—. Ahora termina de cenar, va enfriarse si sigues viendo fijamente a la pared.—
—¡Ah, cierto!— Tomó la cuchara una vez más, en esta ocasión con calma y disfrutando genuinamente de la comida. Tan reconfortante y hogareña como el primer día que la probó, lo suficiente como para que todas sus preocupaciones desaparecieran y una enorme sonrisa satisfecha se extendiera por su rostro.
Se sentía bien llenar su estómago con aquel sentimiento esperanzador extendiéndose por su pecho. Ahora no podía evitar desear que llegase un nuevo día.
[...]
—Así que... tú eres Arataki Itto.— Confirmó la mujer sentada frente a él, las manos que descansaban en su regazo estaban sosteniéndose mutuamente, de vez en cuando cambiando de posición en un tic nervioso.
—Ahora entiendo por qué le dicen "Abuela Oni" a esa mujer... — Los pensamientos del hombre a su lado se escaparon de su mente, y su esposa atinó a darle un codazo poco disimulado.
A Itto le alegraba poder decir que el día había comenzado con el pie correcto esa vez. Era fácil verlo, en la sonrisa entusiasta en su rostro, en la forma en la que estaba completamente erguido a la hora de presentarse en la casa que estaba a unas calles de la suya, todo lo que irradiaba su presencia en ese momento era el equivalente al brillo del sol a medio día.
Pero para la pareja en sus ya entrados cincuenta años era difícil ver si el oni frente a ellos iba en serio o era sólo una broma de sus vecinos.
—... ¿Sabes? Nuestro hijo debe tener casi tu edad, eso es algo bueno. Sin duda podrían llegar a entenderse.— El hombre ahora sostenía su costado, tratando de disimular el dolor que el golpe le había dejado. Quiso sonreír, pero pareció más una mueca que terminó en un quejido.
Itto no pudo ocultar su sorpresa, por alguna razón aquello se le hizo extraño de escuchar. Incluso viendo a la pareja frente suyo en su mente esperaba alguien mayor y con problemas para caminar tal vez.
Negó de inmediato a sus propias ideas. Debía reconsiderar sus estereotipos.
Pero en el espacio que había dejado el de cabello blanco para responder pudo ver cómo la mujer dio un ligero salto de sorpresa ante las palabras de su marido, una sonrisa nerviosa se apoderó de sus facciones cansadas justo después de eso.
—Si, si, es... bastante probable, pero dime, Itto, ¿alguna vez has convivido con una persona ciega?— Llevó una de sus mano a sostener su propia mejilla, un gesto que había visto hacer incluso a la abuela, incluso a Yoimiya. Parecía algo típico de la gente que se preocupa demasiado.
¡Y él tenía la ventaja de llevar las cosas siempre con calma!
Pero una vez se centró en aquella pregunta se concentró tanto en pensar en toda la gente que conocía que incluso se cruzó de brazos e inclinó su cabeza hacia delante, cerrando los ojos al mismo tiempo.
—Uhmm... pues un amigo mío es daltónico— Admitió en voz alta, pero la reacción de la pareja fue difícil de entender.—. Y a veces ayudo a Abuela Oni a encontrar sus anteojos, pero los demás no necesitan algo así. Hasta los escaradiablos tienen muy buena visión.—
—¿E-Escaradiablos?... —
—¡Si, deberían ver a esos pequeños corriendo de noche! ¡Nada los detiene!— En ese momento estuvo a punto de entrar en modo fanático por aquellos insectos, pero se detuvo en seco al ver las miradas incrédulas de ambos. Itto aclaró su garganta antes de volver al tema principal.—... Pero si, ehm... no, supongo que no... —
Y si de por sí el ambiente ya era algo incómodo ahora lo era mucho más.
Pero, para alivio de todos, una nueva voz se unió a la conversación. Una voz serena y de tono amable se hacia cada vez más fácil de escuchar mediante los pasos que se iban acercando a la sala principal. Dudosos y lentos, hasta que el brazo de una persona desconocida se dejó ver por el borde de la puerta corrediza.
—¿Uhm? ¿Por qué no me dijeron que tendríamos visit- ¡hmp!—
El impacto hizo tambalear las pinturas que colgaban en ese lado de la pared, el recién llegado se había tropezado y golpeado su rostro contra el muro.
—¡(T/N), son ocho pasos largos! ¡No siete normales! Ay... — La mujer se levantó de su sitio y acudió rápidamente a ayudar a su hijo único, mientras que el hombre se quedó en su lugar, con una mano en su frente mientras negaba.
Itto mordió con toda su fuerza su lengua. No debía, no podía, estaba mal, pero había sido tan inesperado y tan bizarro que apenas podía contenerse.
Su risa estuvo a punto de escaparse de entre sus labios y una sonrisa a veces lograba distinguirse en la mueca tensa de su boca, y justo antes de que pudiera ceder a la carcajada alguien se le adelantó. La misma voz animada que había provenido del pasillo entonces ganó un rostro cuando el joven apareció por la puerta guiado del brazo de su madre, sus cejas estaban arqueadas en una expresión vergonzosa junto a una risa nerviosa.
—Itto, déjame presentarte a (T/N).— El hombre alzó una mano para señalar a su hijo, quien inclinó la cabeza en un saludo hacia donde creía que estaría el invitado.
El oni respondió al gesto de misma manera, inseguro si debería mantener sus modales o si no debía ser tan estricto al respecto.
Sus ojos estaban a medio abrir, por lo que su rostro parecía congelado en una mirada cansada todo el tiempo. Y sus pupilas eran todo lo contrario a lo que Arataki hubiese esperado, eran de un tono común, tal vez un poco más claro al que esperarías ver. Le dejaba una sensación extraña en el estómago, el presentimiento de que algo no estaba bien.
Era un tipo de incomodad y curiosidad que nunca había sentido, una que sabía que estaba mal, pues se dio cuenta tarde de que se le había quedado viendo fijamente más de lo necesario. Casi se parecían a las típicas mariposas en el estómago.
Su rostro era juvenil, casi como el suyo. Todo desde su peinado hasta su ropa eran de lo más usual. Siendo lo único que resaltaba eran sus mangas mal dobladas y uno que otro detalle desarreglado en sus ropajes.
—Es... un placer.— Dijo, aún algo atontado.
—Lo mismo digo.—
Desde hace una hora habías estado en la otra habitación escuchando lo que decían, pero fingirías que no tenías idea de nada.
Había mucha información que eras capaz de recolectar con sólo las voces de las personas que recién conocías. Y la suya era particularmente llamativa, desbordaba un tipo de energía contagiosa, lo suficiente como para que una sonrisa se posara en tu rostro de forma involuntaria.
Ya imaginabas la desaprobación de tus padres, podías distinguirlo en la forma en la que pausaban sus palabras a media oración, en cómo dudaban en mantener la formalidad y la amabilidad obligatoria. Era todo un espectáculo de escuchar desde el cuarto de al lado, uno del que no pudiste mantenerte a raya y del que de repente te sentías con la necesidad de unirte.
Y ahora que finalmente estabas ahí sólo esperarías a disfrutar del resto de la conversación. La casa nunca suele estar tan animada y eras alguien que suele entrometerse sin querer en las pláticas ajenas cuando tu mente divagaba.
—Itto vino a... preguntar sobre lo de hacerte compañía mientras nosotros estamos fuera.—
—Ah, cierto. Lo había olvidado— Mentías, era lo único en lo que habías pensando los últimos los días. Algo preocupado de que dejaran a alguien tan serio y estricto como tú madre, o alguien tan silencioso y denso como tu padre. Así que sin duda fue una sorpresa el distinguir una voz tan jovial y llena de energía, curiosidad y emoción en partes iguales hacían difícil mantener a raya la necesidad de pedirles que le dieran la oportunidad al chico de ser quien te ayudara en su ausencia.—, ¿entonces eso han hecho todo el día?— Una risa bien planeada y estudiada salió de tus labios, formal y sutil.—. No creí que llegarían a tanto para incluso planear un horario, o... ¿una entrevista?— Ladeaste la cabeza con confusión, era demasiado organizado para algo tan simple como un favor entre vecinos.
—No, no, nada de eso. Sólo aprovechamos para hablar un poco con él.— Aquella risa bien estudiada la habías aprendida de la carcajada elegante pero robótica de tu madre, la que justo escuchaste a tu derecha. Entonces un tenue peso se posó en tu hombro, la que entendiste era su mano apretó cariñosamente para llamar tu atención.
Itto estaba confundido, más que eso, no sabía leer la situación. Tal vez era porque el misterio de esta persona ciega que necesitaba ayuda se había resuelto de un segundo a otro, no era decepción, pero sin duda se había acostumbrado rápido a tu presencia.
No era muy llamativa.
Por otro lado, según él, lo que estaban haciendo hace un segundo se parecía más a un interrogatorio que a una charla casual.
Debe ser algún tipo de choque cultural.
—De hecho nadie más ha venido para preguntar por eso, así que... — Distinguiste el quejido y el reclamó rápido que tu padre susurró, una sonrisa ligeramente burlona se te escapó, imaginando que había sido corregido por tu madre de nuevo.
—Sigo creyendo que están exagerando un poco.—
—¿Exagerando? Se supone que ya te familiarizaste con la casa y acabas de darte un golpe contra la pared, ¿eso te parece algo que tomar a la ligera?—
Te encogiste de hombros.
—Caer es parte de la vida. Sólo hay que levantarse de nuevo y limpiarse las rodillas, ¿no es cierto?—
Escuchaste un bufido a tu derecha, totalmente indignado.
—Estás tan confiado, pero espera hasta que te des de lleno contra un cactus... —
—¿Tenemos un cactus dentro de la casa?—
—Ya sabes que es un decir.—
Itto se mantuvo al margen, esperando a encontrar la oportunidad correcta para volver a hablar, ¿debía hacerlo ahora? ¿Estaría bien si reía levemente o será grosero? Ya no tenía idea, nunca en su vida había tenido que ser entrevistado y ahora que estaba sintiendo la verdadera presión de ser juzgado directamente se arrepintió de un par de decisiones, pero ya era tarde para salir corriendo por la puerta.
—Entonces Itto— El hombre le dirigió la palabra, dejándote a ti y a su esposa seguir discutiendo sobre las plantas que iban dentro de la casa y las que necesitaban sol. Sus ojos rasgados y su expresión tranquila daban una seguridad digna de un padre, mostrando a su vez la seriedad y franqueza que se gana con los años.—, siendo honestos no creo que nadie más venga, y además nuestro barco sale en dos días. No pareces un mal chico, y aparte no pudiste preguntar en mejor momento. Así que mientras prometas que ayudarás en todo lo posible a mi hijo no tengo queja alguna. De todos modos no es como que nos iremos un año o algo similar.—
Un halago.
—Ah, eh... ¡Gracias! ¡Y claro, señor, me gusta ayudar! ¡No se preocupe por eso!—
Incluso el más simple halago le hacía sentirse especial, la sonrisa nerviosa y algo torpe en su rostro era lo que lo delataba como el suave oni que era en realidad.
El hombre le sonrió, y el sentimiento cálido en el pecho de Itto pareció crecer de golpe. Había recuperado la confianza que tomaba como pérdida, sin duda las palabras de los adultos amables son las mejores para subir el ánimo.
—Espera, espera, ¿entonces ya decidiste?—
—Ustedes comenzaron a discutir y sólo estaban haciéndole perder el tiempo al pobre chico, no iba a dejarlo plantado.—
—Siempre haces lo mismo, en serio. Puede que estemos contra reloj, pero literalmente hay cientos de detalles que tener en cuenta antes de simplemente hacer este tipo de cosas.—
—... De verdad te preocupas demasiado.—
La pareja entonces se centraron en intercambiar sus argumentos, con voces aburridas y apenas cambiantes entre sí. Las reconoces bien como tus padres, como la rutina de todos los días, pero la nueva presencia frente a ti le da un toque peculiar a la escena.
Sonríes a la nada, fallando apenas unos grados para encarar con exactitud a donde estaba Itto en realidad. Casi como si quisieras decirle "te acostumbrarás" con sólo la expresión indiferente en tu rostro.
El de cabello blanco entonces rascó su nuca, escapando cuando sus ojos aterrizaron a un punto al azar del salón, con una extraña pena impidiéndole mirarte fijamente. Casi como culpa.
Puede que convivir con una persona ciega sea mucho más distinto de lo que estaba acostumbrado.
[...]
—¿Uhm?— Enderezaste tu rostro para encarar hacia el frente, tus orejas hormiguearon al distinguir un sonido que retumbaba sobre la tierra y entonces distinguiste el patrón de pisadas que plantaban con fuerza el pie antes de avanzar de nuevo.—. Itto, ¿no crees que estás tomando muy en serio esto de madrugar?—
Él te había escuchado claramente, pero de inmediato su sorpresa lo llevó a hacer una pregunta de vuelta. Se sobresaltó y entonces plantó con fuerza la cacerola a un lado tuyo, en el escalón que elevaba la puerta de la tierra del jardín. Estabas sentado afuera desde hace un rato, apreciando el sonido de la naturaleza despertar junto a la ciudad.
—¿Cómo sabías que era yo?—
Reíste.
—Sólo conozco a una persona que es capaz de provocar un terremoto al caminar— Te cruzaste de brazos entonces, aprovechando la pista que su voz te había dado para encarar a tu derecha.—. Hasta ahora sólo todo unas piezas, debes ser alto y bastante robusto, ¿no es así? Tu voz siempre viene de arriba, sin duda tu cuello debe dolerte por tener que mirarme hacia abajo.—
—A veces no te entiendo... — Dijo eso como mecanismo de defensa, pero en realidad estaba algo aterrado.
Sólo un poco.
Después de que tus padres tuvieran que partir finalmente tuviste la oportunidad de hablar directamente con Itto sin la presión de tus progenitores respirándoles en el cuello. El primer día no fue más que una larga charla que se terminó al ponerse el sol, aprendiste bastante de él, sobre su reputación con los niños en Hanamizaka, sobre algunas de sus antiguas batallas y sobre sus muchas derrotas junto a sus pocas victorias.
—Pero oye, ¿crees que pueda preguntar algo extraño?—
Ladeaste la cabeza.
—¿Hay algo que quieras saber de mi?—
—Sobre el asunto de necesitar ayuda— Un casi inaudible "ahh" fue tu primera reacción, dándole vía libre de preguntar sin preocuparse.—. En realidad no estás tan a la deriva sin alguien al pendiente de ti, ¿cierto? ¿Por qué no les dijiste? Ahora sólo siento como si me pagaran por conversar contigo.—
Llevaste una mano a tu mentón, fingiendo pensar a profundidad.
—Siento que me estimas demasiado, en realidad si necesito algo de ayuda. No puedo usar la estufa ni los cuchillos para cocinar y no puedo salir tan lejos de casa, así que tampoco sé dónde está el pozo de agua más cercano— Itto se apoyó hacia atrás con sus brazos para ponerse más cómodo, pero su atención nunca se despegó de ti.—. Pero si te soy honesto, ellos exageran. No estoy tan desamparado como creen, e intenté demasiadas veces persuadirlos, pero como verás, fue inútil.—
—Vaya... — Hizo una pausa, mirando hacia el techo al echar su cabeza hacia atrás.—. Hombre, debe ser molesto... —
—Un poco.— Fue lo dijiste al final para cerrar la conversación, sin pensar en el sabor agridulce que tus palabras le habían dejado a Itto.
Un par de días después el oni te preguntaba sin descanso si querías salir a tomar aire, con tanto entusiasmo que tu primera reacción fue preguntarle si te veía acaso como un tipo de ave enjaulada. Así que cuando te pidió que en cambio le dijeras algo que pudiera hacer por ti, lo primero que pediste fue que te enseñara algunas de sus cosas favoritas.
Unas horas más tarde ya tenías entre tus manos un buen puñado de sus tesoros. Sentiste la textura desgastada del papel de las cartas de colección más antiguas que tenía, como las esquinas estaban dobladas y como incluso algunas tenían pedazos faltantes. Curioseaste el borde de su Visión y escuchaste el chirrido que hacía al sobar la parte cristalina por lo bien pulida que estaba. Y para el final sentiste los más extraños escalofríos de tu vida una vez las patas de su escaradiablo escalaron por tu espalda hasta llegar a tu cabeza.
Itto lo había notado, en cómo tu tacto era el sentido que se encargaba de darle una imagen al mundo que te rodeaba. Casi siempre te encontraba deslizando las puntas de tus dedos sobre la madera de las paredes o sintiendo la pintura seca de los retratos que colgaban en tu casa, la suavidad de las sábanas en tu futón y en otras ocasiones picándote con toda la decoración extravagante de su ropa cuando intentabas adivinar más cosas de él.
No pudiste evitar sentirte un poco culpable al notar que había removido sus muñequeras un día cualquiera para no tener más accidentes.
—¿Qué es ese olor?— Instintivamente volteas hacia la dirección de donde proviene la armoniosa fragancia de una comida que desconocías, e Itto de inmediato alza el pecho con orgullo y posa sus manos en su cintura luego de dejar el platillo a tu lado.
—Abuela Oni dijo que te trajera algo del almuerzo que cocinó hoy. Y aquí lo tienes, ¡una de sus muchas especialidades!—
—Ohh.— El olor y sus palabras eran suficientes para elevar la reputación de la cocina desconocida, además de que el entusiasmo de Itto al hablar sobre su abuela era más que adorable de escuchar. Inconscientemente alzaste tu mano y tanteaste los alrededores para encontrar el borde del plato, pero justo antes de que lo encontraras sentiste un agarre inesperado en tu muñeca, dándote un tirón poco medido que casi te hizo levantarte de tu sitio.
Cuando Arataki Itto se alarma no puede medir su fuerza.
—¡Oye, oye! ¡Más cuidado! ¡Casi te quemas!—
—¡Y tú casi me das un infarto!—
—Era eso o una quemadura, de nada, salvé tu mano dominante. Así que más te vale agradecerme.—
Bufaste, sabiendo que la competitividad de Itto era difícil de igualar.
Estuviste a punto de pedirle que te soltara hasta que lo hizo por su cuenta, pero lejos de apartarte una idea te llevó a atrapar su mano de nuevo.
Lo sostuviste con ambas manos, tomándolo desprevenido y haciendo que reaccionara para retraer su extremidad, pero se lo impediste.
Su mano estaba algo callosa, mostrando que el trabajo físico era su especialidad así como las peleas. Encontraste la correa que recorría su palma y te detuviste en su muñeca, distinguiendo el espacio donde antes estaban los extravagantes picos que siempre atacaban en los momentos más inesperados.
Entonces volviste hacia sus dedos, y fue cuestión de tiempo a que notaras el diseño de sus uñas, algo largas y terminando en una perfecta esquina levemente puntiaguda.
Son las manos de alguien que se mete en problemas todo el tiempo, pero justo ahora sirven de manera tan amable y servicial que era difícil asociar ambas imágenes en tu mente.
—... Oi, ¿ahora qué haces?—
Saliste de tu trance, pero lejos de estar tan avergonzado como lo estaba Itto tan sólo cerraste tus manos sobre la suya y la sacudiste de arriba a abajo en un saludo improvisado.
—Buenos días, señor Arataki.—
A veces eras tan raro y denso de entender como tus padres, y lo peor es que seguía sorprendiéndose aún cuando presumía de ya estar en sincronía contigo. Es como si te burlaras de él.
En general estaba dispuesto a ayudarte en todo lo que le pidieras, incluso si a veces eran cosas extrañas. Como aquella vez que le contaste que nunca habías comido una calavanda silvestre y que lo siguiente que supiste es que había traído una canasta repleta de ellas. O también para cosas más cotidianas, como pedirle que encontrara algo para ti o que te ayudara a doblar la ropa limpia.
Y con cada favor y cada hora que tenías la oportunidad de invertir conociéndolo aún más fue como tu fascinación fue creciendo hasta encontrarte agradeciendo al resto de tus vecinos por no ofrecerse a cuidarte. Sabiendo de antemano que tus padres hubiera usado cualquier excusa posible con tal de negar la ayuda de Itto.
[...]
"Querida Miss Hina:
Hace una semana comencé a trabajar cuidando y haciendo compañía a un chico ciego mientras su familia estaba de viaje fuera de la nación; nunca antes había hecho algo así, y por lo mismo creo que llegué a menospreciarlo en cuanto a lo que creí que implicaría trabajar en esto en primer lugar. Pero ahora, que he tenido la oportunidad de conocerlo más, me di cuenta de lo agradable y 'normal' qué es. Es tan determinado y optimista que el no poder ver nunca lo detiene.
El problema es que últimamente me siento demasiado bien cada vez que me pide ayuda para encontrar algo o para que le describa cosas, me gusta sentirme útil, ¡sentir que soy de gran ayuda para alguien! Pero al mismo tiempo siento culpa, ya no sé si él me agrada porque de verdad lo veo como un [esta parte está tachada] amigo o es nada más mi estúpida necesidad de sentir que alguien depende de mi.
Temo que a este paso terminaré haciendo de menos su personalidad y todo lo que lo hace genial en primer lugar. Ni siquiera sé qué es este sentimiento, para empezar.
¿Habrá alguna forma en la que pueda descifrarlo sin ser muy obvio?
— Un fiel seguidor tuyo de Narukami."
Itto suspiró, arrugando la carta entre sus manos y lanzándola detrás de su hombro antes de dejarse caer de espaldas.
Vergüenza y frustración se veían en la forma en la que sus labios se curveaban en la típica mueca de confusión e incomodidad, sus ojos divagaban en la nada igual que su mente. Tantas preguntas y tan poca experiencia al respecto, no había nada que un cabeza hueca cómo él pudiera entender sin ayuda de alguien más, y aún así no podía meter el asunto bajo el tapete para no distraerse con ello.
Llevó sus brazos a extender hacia por encima de su cabeza y entonces se estiró al igual que un gato perezoso. Últimamente estaba más tenso de lo que acostumbraba, tal vez el no saber nada del resto de su pandilla sumado a este dilema terminaría con su ciclo de sueño si no hacía algo al respecto.
Un rayo de luz entonces aterrizó sobre sus ojos una vez el sol alcanzó un lugar en específico en el cielo, el espacio específico con el que había dejado la ventana abierta está hecho para despertarlo sin necesidad de que Abuela Oni deba llamarlo. Y, con esa alarma improvisada, tomó un poco de impulso y se enderezó para volver a estar sentado en el suelo de la pequeña casa tradicional.
Llevó ambas manos a su rostro, sobando sobre sus ojos y mentalizándose para ir contigo sin actuar cómo un raro en el proceso.
La casa y el pequeño jardín delantero se volvían cada vez más visibles con cada paso que Itto acortaba. La mañana era particularmente extraña, del sol de hace una media hora se había vuelto nublada y algo apática, en general no sentía esas ganas de querer salir a explorar la ciudad como siempre suele hacer en su tiempo libre.
Era un sentimiento cuanto menos raro, el peor de los presentimientos, del tipo que te hace desear que sea pura paranoia y no algo serio. Pero aún así, el mal presagio era difícil de ignorar cuando las señales eran así de obvias.
Itto subió el escalón que se alzaba sobre el suelo del jardín de un solo salto, su peso hizo retumbar el piso de madera bien conservado y el mismo marco de la puerta rechinó cuando la deslizó de golpe. Esperó unos segundos a que lo llamaras, o incluso a que le gritaras por llegar de esa forma sólo para asustarte, pero cuando no escuchó nada, ni siquiera el golpe seco de cuando pateabas algo o chocabas por accidente, supo que su paranoia estaba más que justificada.
—¿(T/N)?— Preguntó en voz alta, olvidándose de pedir permiso para entrar, y percatándose de cómo la sala parecía estar diferente a cómo recordaba ayer que te había ayudado a limpiar. No exactamente hecha un desastre, pero había un desorden inquietante, algunos libros estaban apilados fuera del librero, la cesta de ropa limpia estaba caída cómo si la hubieran pateado con fuerza, y no había necesidad de remarcar cómo había cajones y puertillas abiertas. Incluso si no había nada regado en el suelo algo se sentía mal.—¿¡(T/N)!?—
Corrió hacia otra puerta corrediza, plantando con fuerza sus pies en cada paso, tal vez con demasiada, pues cuando la abrió lo primero que notó fue la figura de alguien sentado en medio de la habitación, encogiéndose de golpe ante el impacto. El movimiento impulsivo de terror y sorpresa hizo temblar a la manta con la que la única persona en la casa se escondía del exterior.
—¡N-No sé nada más! ¡Lo juro, p-por favor-!
—¿(T/N)?... —
Los balbuceos nerviosos entonces se detuvieron, y la sabana fue desplazada de encima de tu cabeza, girándote por impulso hacia donde provino aquella voz tan familiar.
—¿Itto?... — Extendiste tus brazos a la nada con temor, estabas temblando de forma exagerada y tu rostro se ahogaba en el más puro de los miedos. Itto entonces entendió el gesto y se acercó sin perder tiempo. Los muebles estaban fuera de lugar y el desorden era aún más evidente en aquella habitación. Pinturas fuera sus espacios en las paredes, un jarrón ahora roto y ropa limpia y prendas de cama se amontonaban en una de las esquinas. Era un escenario desolador, uno que imbuía incomodidad y desolación.—. Lo siento, estaba tan alterado que... no reconocí tus pasos y-y cuando entraste de golpe... — El oni se arrodilló frente a ti. Tus manos alcanzaron sus hombros y las deslizaste con pánico por sus brazos, necesitabas la seguridad, saber que en realidad era él y no otro desconocido. Por primera vez en tu vida la falta de visión se sintió asfixiante, te sentías agobiado y perdido, ¿pero quién no lo estaría luego de lo que había ocurrido?—... Por Los Siete, Itto... Eran tres- no, ¿tal vez cuatro? Hablaban tan distinto entre sí, n-ni siquiera sé si todos se fueron ya. Toda la noche pensé que-
—Oye, oye, tranquilízate— Incluso si te decía eso él se encontraba ahogado en su propia preocupación, esperaba que su voz fuera suficiente para transmitirte confianza, pues podía sentir como sus rasgos estaban fruncidos en confusión.—, ¿qué pasó aquí? El lugar está hecho un desastre... —
Inhalar y exhalar, no contaste cuántas veces fueron necesarias para que lograras recuperar la compostura, pero una vez lo hiciste las palabras y la habilidad de formar oraciones coherentes volvió a ti.
Inhalaste profundamente una última vez antes de hablar, jugueteando con tus manos en un tic nervioso.
—... No sé cuánto tiempo había pasado cuando te fuiste ayer en la noche, pero en la madrugada escuché voces— Itto había comprobado cuan sensible era tu oído, afinado y preciso, no tenía nada que envidiarle al de los demás.—, pensé que era parte de un sueño o qué tal vez venían de la calle. Y de pronto lo siguiente que supe es que me estaban gritando en la cara y habían cubierto mi boca.— Tu mano derecha te señala, aún temblando y haciendo apenas movimientos tensos que frenaban tu típica expresividad con ademanes. Las voces, los pasos tan calculados, el chirrido de los muebles siendo arrastrados por el piso, todo sigue tan vívido que es tenebroso.
Los ojos de Itto se abrieron al comprender lo que decías y al llegar a la única conclusión posible. Su desconcierto se confundía fácilmente con ignorancia, pero no era más que su rostro reaccionando naturalmente a lo que escuchaba.
—... ¿Ladrones?—
Cuando asentiste algo dentro de él se encendió, y no tenía que ser un genio para reconocerlo cómo furia. Qué alguien fuera tan cínico y cobarde cómo para aprovecharse así de una persona ciega le hacía hervir de rabia. Apretó los puños e hizo fuerza con la mandíbula, ¿cómo es que existía escoria así?
Estuvo cerca de simplemente levantarse y salir a buscar sin rumbo a aquellas ratas hasta hacerlos salir de su escondite, pero al intentar si quiera ponerse de pie sintió cómo te aferraste al borde de su saco.
Su expresión entonces se ablandó.
Dejarte solo no parecía ser la mejor opción por ahora.
—Yo... — Titubeaste al hablar, con la vergüenza frenándote a media oración. Te apenaba tener que admitirlo.—... intenté salir al jardín apenas salió el sol, pero todo estaba fuera de sitio y había tantas cosas por el suelo que casi me tropiezo muchas veces. También intenté gatear pero... — Levantaste con cuidado la manga de tu brazo izquierdo hasta dejar a la vista tu antebrazo, una venda improvisada hecha con un pañuelo rodeaba tu extremidad en un punto en específico. Había una mancha seca de sangre ya seca en la tela.
La cerámica rota que había encontrado regada por los pasillos le dio la parte faltante de aquella oración.
Itto suspiró, nunca creyó que se encontraría diciendo las siguientes palabras, dando un ligero tirón a tus manos.
—Todo estará bien, lo prometo— Fue lo primero que dijo.—. Andando, pediremos ayuda de los estirados de la Comisión de Tenryou. No está lejos de aquí, yo te guiaré.—
Negaste, más cómo un impulso que cómo una respuesta genuina.
—Dijiste que tú y tu banda son perseguidos por ellos todo el tiempo, te meterás en problemas si vamos.—
—Eso es... — Itto sobó por detrás de su nuca y miró hacia el techo. No había forma de mentirte.—... basssstante probable, si, ¡pero no podemos simplemente dejar que esos idiotas se salgan con la suya!— De alguna forma él parecía igual o incluso más afectado que tú en ese momento. De una forma complementaria a tus nervios, de pura frustración.
—Está bien, Itto, ¿qué cosa de valor pudieron llevarse? Les explicaré a mis padres lo que ocurrió y así no te culparán. Mientras tanto... —
—¿Qué tal la Agencia de Detectives Bantan Sango? Oí que ellos son mejores que la policía para estas cosas, y así no tendremos problemas, ¡es un ganar, ganar!—
Volviste a negar, esta vez más lento, perdido en tus propios pensamientos.
—... No hace falta, en serio. Creo que lo mejor sería ordenar. O por lo menos ayúdame a limpiar mi herida, si, eso es lo primero... —
—Pero-
—Arataki, por favor— Tu voz ganó una pizca de firmeza, pero no dejaba de ser una súplica. El pedido de una persona que estaba exhausta luego de una larga noche de ni siquiera poder dormir por la paranoia. Las ojeras bajo tus ojos eternamente perdidos en la nada era la mejor prueba de ello.—. Si vamos con quien sea para pedir ayuda dirán que no puedo mover nada al ser una escena del crimen o... no sé. Todo es diferente a cómo lo recuerdo y es molesto para moverme, y déjame decirte que el orden es muy importante para alguien como yo— Esas ultimas palabras salen un poco más tajantes de lo que tenías planeado, pero ya era tarde para callarte.—. Perdón, es sólo que... — Pasas una mano por tu rostro y te encorvas hacia delante, ya no tenías energías para mantener la pose recta de siempre.—... no quiero que nadie más entre aquí por ahora, si escucho pasos extraños recorriendo la casa y curioseando de nuevo sólo empeorará esto.— Ahora sujetas tus ropa holgada a la altura de tu pecho, el mensaje fue más que obvio entonces.
Itto permaneció callado unos segundos, y te preguntaste cuál era la emoción que tendría en el rostro, empeorando tu temor al pensar que habías sido grosero cuando él sólo trataba de ayudar.
—Entiendo, en serio— Dijo finalmente, apartándose un poco para respetar el espacio personal que había invadido.—. Lamento ser tan impulsivo. Me dejé llevar.—
Sonreíste a medias, de forma triste y apenas con ganas de seguir hablando.
—... Eso es porque eres muy amable.—
Un halago.
Normalmente se siente bien ser halagado, es una felicidad única y especial, pero el hecho de que fueras tú quien lo dijera mejoraba aquel sentimiento al menos cuatro veces.
Tan sólo le gustaría que fuese en otra situación donde hubiera ganado esas palabras.
[...]
El resto de día se podía resumir en una tensión incómoda y un sentimiento desesperanzador inundando el ambiente.
Con ayuda de tu memoria y la fuerza de Itto lograron regresar muchos de los muebles a su sitio. Pero otras cosas más específicas, cómo libros o cartas antiguas, se quedaron apiladas en sitios donde no estorbaran para que luego tus padres pudieran regresarlos a sus sitios. También aprovecharon para intentar descifrar qué se habían llevado exactamente.
Algunos adornos clásicos de la nación de donde venían, un par de libros que no estaban seguros de qué se trataban, cubiertos y algunas ollas. Nada valioso o irremplazable, pero que sin duda serían recuerdos perdidos y apego emocional que se había ido de la noche a la mañana.
Tal vez era esa repentina culpa y tristeza que habían hecho caer en picada tu característico ánimo, pero ya entrado el atardecer, descansando luego de un día entero de limpiar sin parar, dejaste salir una petición un tanto extraña.
Escuchaste el escandaloso bostezo de Itto a tu izquierda, tu pies colgaban al sentarte en la plataforma en el borde de tu hogar, el sonido del resto de las voces de los vecinos era lejano y difícil de distinguir entre ellos. Había tanta calma, cómo si nadie supiera de la tragedia que acabase de ocurrir.
Pensaste qué tal vez esos ladrones estaban justo frente a tu nariz, riéndose de ti y esperando a que Itto se fuera para actuar de nuevo. La simple idea encendió en ti el terror cómo una chispa cayendo en una caja de fuegos artificiales.
Aclaraste tu garganta, y entonces hablaste.
—Oye, ¿puedo pedirte algo raro?... — Mordiste tu labio inferior, temeroso a la posibilidad de recibir un "no" como respuesta.
—No hay nada que el gran Arataki Itto sea incapaz de hacer.— Dijo, y su alivio creció un poco cuando reíste levemente a su orgullo, pero de inmediato habías vuelto a esa aura apática y deprimente de la mañana.
—¿Crees que podrías... quedarte a dormir hoy?... —
—A-Ahh... — Itto agradecía a todos los Arcontes el hecho de que no pudieras ver la vergüenza en su rostro ni la forma en la que lo habías tomado desprevenido. Aunque casi en ese mismo instante se recriminó de su inmadurez, no era por ese tipo de razones, era de esperarse que aún estuvieras inseguro y con miedo a quedarte sólo. Con una mano peinando hacia atrás su peinado y con la otra dándole apoyo al inclinarse hacia atrás es cómo se queda pensando unos segundos, con la mirada perdida en la nada.—... Claro, claro, sin problema. Sólo que debo ir rápido a casa a... avisarle a Abuela Oni y por un par de cosas, cosas normales, para dormir y así.—
De un salto se enderezó, poniéndose de pie y girándose de nuevo hacia a ti, ahora tenías una sonrisa tenue de agradecimiento en el rostro, tus manos estaban unidas y tus dedos jugueteaban entre sí. Parecías genuinamente feliz por escuchar esa respuesta.
—Te lo agradezco.—
Itto dejó caer sus hombros, liberándose de la tensión que su vergüenza le había provocado.
—Ni lo menciones.—
¿Le gustaba sentirse útil? ¿Luego de hacer un trabajo tan mediocre como cuidador? Itto corría de vuelta a casa mientras soltaba gritos de frustración al aire. Se suponía que ese era su trabajo, pero de nuevo había menospreciado la tarea, lo que implicaba dejar a solas a una persona que puede ser puesta en riesgo así de fácil y sin que se dé cuenta hasta que es demasiado tarde.
"Tonto, tonto, tonto", se repetía a sí mismo mientras entraba y recogía rápidamente un par de cosas apenas útiles. La culpa se lo comía vivo, pero apenas habló un poco con Abuela Oni al respecto antes de partir se percató de que no había manera de que previera algo así.
Quería creer en las palabras que le había dicho, pero el arrepentimiento era tan fuerte cómo los consejos universalmente aclamados de la abuela.
Tal vez por eso recogió la hoja de papel arrugada que solía ser su carta para la Señorita Hina y la restauró como pudo al extenderla de nuevo.
Necesitaba una tercera opinión más que nunca.
▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰
Entoncesss... al principio esto iba a ser algo corto, a lo mucho 8k palabras. Una idea tonta que quería escribir.
Pero una cosa llegó a la otra y terminaron siendo 20k palabras. Es decir, rompí mi propio récord de 18k :^)
Por eso preferí dividirlo incluso si este OS no es tan dramático como otros que he publicado.
¡Gracias por leer!
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