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Capítulo 9.

Las manos me transpiraban como nunca, no sé cuando exactamente había comenzado a temblar como una gelatina. No es que tenga pánico escénico, porque no lo tengo, varias veces había dado anuncios en público, incluso para la televisión, pero esto era distinto, las veces anteriores me había preparado y sabía muy bien lo que tenía que decir, ahora estaba a un minuto de hacer el ridículo.

Una enorme pantalla descendió del techo posicionándose al final del escenario. Ayshane subió por la escalera y comenzó a llamar la atención de los espectadores, los cuales hicieron silencio de inmediato, le tenían mucho respeto:

― ¡Buenos días, hermanos!― Comenzó ― Los hemos convocado para informarles todo lo que se habló en la reunión, Martín Fravigga nos ha planteado un montón de normas que deberemos implementar una vez que hayamos arribado a Marte― Mientras mi hermano hablaba comencé a pasear la vista por las sillas, algunos gens lo escuchaban con atención, otros asentían sus cabezas en aprobación a sus palabras.

Dasha y Olena estaban al principio de las filas, mucha atención a los anuncios de Ayshane no le prestaban, cuchicheaban y se reían, ¡Típico de aquellas niñas!, luego, más atrás visualice a Aurel y el resto de los hermanos de Sergei, pero Sergei estaba junto a mi hermano sobre el escenario acompañándolo con los anuncios. Mucho más atrás vi a los hermanos de Lev, estaba Anna, la cocinera, León le seguía, el hermano más pequeño, y luego al final de aquella fila estaba él, Lev, me vió mirándolo y sonrió, me sonrió. No pude ponerme más nerviosa, un quemante calor subió por mi rostro arrasando con la poca cordura que me quedaba. Iba a dar un discurso, e iba a hacer el ridículo frente a Lev.

Sudaba como una fuente, intenté disminuir mi temperatura corporal abanicándome con el par de hojas que me dio Ayshane, aunque no sirvieron de mucho.

En un momento la pantalla que colgaba sobre el escenario se encendió, mostrando el rostro de Martín Fravigga, iba a ser una videoconferencia:

― ¡Mis queridas creaciones!― Dijo con tono paternal, aunque se creía más un dios que un padre― No hay nada más placentero que contemplar a tus pequeñas criaturas rumbo a crear historia. Nunca olviden que son humanos civilizando otro planeta, serán aptos para respirar el aire marciano, pero su planeta madre es la Tierra― Aquellas palabras me transportaron momentáneamente a mis días en la Tierra. Vi la base, los vidrios que nos separaban de los humanos, ya que nosotros no podíamos respirar su aire y ellos el nuestro. El oxígeno es tóxico para nuestros pulmones, por eso vivíamos en unas especies de celdas herméticas. Sé que eran para nuestro propio bien aquella separación, pero parecía un zoológico, la gente o los doctores, incluso nuestras madres o hermanos humanos nos veían a través de los cristales, incluso si eras muy adinerado podías pagar un monto exagerado para que te dieran un tour por la base apreciando a las criaturas híbridas en sus hábitat artificiales, era horrible. El mundo tenía sus gens favoritos, pasaban fragmento de nuestras vidas por la televisión como si estuviéramos viviendo un reality, los humanos buscan cualquier medio, por lo más escalofriante y macabro que sea, para sacarle provecho lucrativo a la vida.

― ¡Anastasia!―Al escuchar mi nombre, mis recuerdos se detuvieron devolviéndome a la realidad.

Mi hermano me hizo señas para que subiera al escenario. ¡Oh, por Dios!, ¿Era mi turno?, ¿Tan pronto?, ni siquiera había tenido tiempo de revisar mi discurso.

Dando pequeños pasos temerosos, subí al escenario, como si estuviera entregando mi vida a la guillotina inquisidora. Todos los ojos se posaron en mí, incluso los ojos celestes de Lev, ojos celestiales que lograban en mí cosas inimaginables.

Me paré lo más recta que pude, esa es una buena forma de ocultar tus debilidades, simulando ser fuerte. Planté las hojas frente a mis ojos y comencé a leerlas, con la misma sorpresa de los que escuchaban aquellas palabras por primera vez:

― Cuando la nave toque tierra, las siguientes normas comenzaran a regir de inmediato:

En primer lugar, se estipula una organización civil con las siguientes instituciones como pilares de la misma:

- Una casa de gobierno, donde vivirán y/o administraran todas las cuestiones gubernamentales los líderes de la primera tribu de gens.

- Un hospital o centro de salud, que constará con los instrumentos proporcionados por los distintos gobiernos terrestres.

- Un calabozo, que más tarde se convertirá en prisión.

- Y todas las casas que fueran necesarias, una por familia.

- Con el trascurso y progreso de la tribu, se les autorizará la construcción de nuevas instituciones, tales como escuelas, departamento de bomberos, jefatura de policía, casa de legislatura, etc.

En segundo lugar, la población gens deberá someterse a las siguientes normas de conducta y convivencia:

- Todos los gens a partir de los dieciocho años ya deben estar casados, en el caso que no encuentren pareja de forma voluntaria, los líderes de la gens le asignaran un nuevo cónyuge.

- Cada familia como mínimo deberá traer al mundo cinco hijos... ¡¿Quééé?!― ¿De qué se trataban todas estas estúpidas reglas?, miré a Ayshane incrédula, esto debe ser una broma.

Al parecer yo no era la única desconforme, los miembros de la gens comenzaron a levantar la voz desde sus asientos:

― ¿De qué se tratan todas estas cosas? ― Preguntó un joven.

― ¡Es una estupidez!― Dijo una chica agitando sus cabellos negros con indignación.

― ¡¿Acaso intentan privarnos de nuestras libertades?!― Dijo Lev mientras se levantaba de su asiento, se lo veía muy enfadado.

― ¡Silencio!, ¡Silencio, por favor!― Dijo Martín Fravigga a través de la pantalla, llamando así a que se detuviera el bullicio que crecía en la sala ― Estas medidas las he tomado yo mismo, he tenido en cuenta que ustedes no son más de cuarenta y que la próxima generación llegara a Marte dentro de veinte años, necesitamos que se reproduzcan y aumenten su población, estas reglas son el único modo efectivo de cumplir con ese objetivo...

― ¿Qué sigue?, ¡¿Dirán en qué debemos trabajar y le pondrán los nombres a nuestros hijos también?!― Dijo Lev levantando la voz ― ¡Una cosa es asegurar nuestra supervivencia, pero otra es controlar cada asunto de nuestra vida!―Sentenció Lev, se lo veía enfadado, pero también convencido de lo que decía.

― ¡Lev tiene razón!― Comenzó diciendo un joven.

― Sí, intentan controlar nuestras vidas― Afirmó otro.

Martín Fravigga clavó la vista en Lev, le dio una mirada asesina, de aquella que dan miedo, pero Lev no pareció inmutarse en lo absoluto.

― Esa no es manera de hablarle al que te dio la vida― Le dijo Fravigga dirigiéndose a Lev.

― Usted no me dio la vida. La vida se la debo a mi madre Maya― Le respondió Lev sin mostrar debilidad en ninguna de sus palabras ― Usted cree que tiene poder sobre nosotros, pero no es así.

― ¡Llévenlo al calabozo!― Gritó Martín más que enfadado ― Y déjenlo allí hasta que aprenda algo de respeto. Si es necesario que pase una semana sin beber ni comer, ¡Qué así sea!

Sentí que se me paralizaba el corazón, estaba tiesa sobre el escenario, sin moverme. No sabía que decir para apoyar a Lev, él estaba en lo cierto, querían contralarnos. Martín Fravigga se creía un dios, y que tenía el poder para hacer todo lo que quisiera. Pero no me moví, me quedé en mi lugar, viendo como Lev era injuriado frente a todos.

Los guardias miraron a Ayshane, esperando su orden para actuar, él no les respondió, se lo veía confundido, luchando una guerra interior entre lo que debía o no hacer. Esto enojó aun más al "creador".

― ¡No necesitan de la aprobación de Ayshane para cumplir mis órdenes!, ¡Cuando digo algo, espero que se cumpla!, ¡Me deben sus miserables vidas, es lo menos que pueden hacer!― Fravigga se veía enfadadísimo, agitaba sus cabellos canosos con tremendo enfado y sacudía su dedo índice con ímpetu y reniego.

Los guardias apartaron la vista de Ayshane y se dirigieron hacia Lev:

― ¿Es en serio?, ¿Me van a llevar al calabozo?― Los guardias no demostraron ninguna expresión en sus rostros, más que seriedad y facciones de piedra. Lo tomaron del brazo con fuerza ― ¡No hace falta que me lleven a la rastra!― Les dijo sacudiendo su brazo para librarse del agarre del guardia.

Lev se dejó escoltar por los guardias para que lo sacaran de la sala, pero antes de perderse por detrás de la puerta del comedor, gritó a la audiencia:

― ¡No se dejen intimidar por él, eso sólo nos llevara a la esclavitud!

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