CAPÍTULO 7: Una nueva vida
25 DE MAYO DEL 2009
Génova, Italia
Manasés
Una semana después de que mamá partiera a Argentina, mis tíos Leopoldo y Adelaida estuvieron muy al pendiente de nosotros.
Esa semana había sido muy nostálgica para todos, pero ya comenzábamos a asimilarlo, visitamos a papá dos días después de la partida de mamá y lo visitaríamos una vez a la semana. Él tampoco la estaba pasando bien, tenía un golpe en el ojo y otro en la mandíbula, no había sido muy bien recibido en prisión.
También habíamos festejado el cumpleaños de Emiliano, el número diecinueve, era el único acontecimiento agradable en medio de tanto sufrimiento. Lo festejamos en el reclusorio, para que papá estuviera presente, mamá realizó una llamada vía Skype desde Argentina para estar presente también, claro que esa laptop se prestó de alguien. Esa fue la última vez que hablamos con ella en vivo, ahí sí le dije lo mucho que la amaba.
Nadie podría imaginar lo muy agradecido que estuvo Emiliano.
El día domingo contemplaba la ventana tristemente con Amedio en mi hombro, cuando de repente vi llegar dos camiones grandes llenos de inmuebles, maletas y posteriormente un auto. De ellos vi bajar a Armando, Estefany, Abigail con Alena en brazos y varias personas trasladando sus pertenencias dentro de nuestra casa.
Se me había olvidado de que mamá les había pedido que nos cuidara, dado a la nostalgia en la que me encontraba sumido; así que bajé corriendo a la sala y observé que Armando, Estefany, Abigail y Alena ya estaban dentro la casa. Estefany daba vueltas observando la casa con suspiros de ensoñación y una gran sonrisa, y Armando observaba todo con satisfacción; al parecer estaban de buen humor, pero yo no lo estaba.
—¿Qué hacen ustedes aquí llenos de pertenencias y demás? —les pregunté molesto y desorientado.
—¡Ah! Manasés querido, ¿ya lo olvidaste? Vivimos aquí a partir de ahora. —Me recordó Estefany cerrando los ojos, extendiendo los brazos, ampliando su sonrisa y dando otra vuelta con pose de ensueño.
—¿Cómo que vivirán aquí? —inquirí alterado.
—Para ser un niño tienes mala memoria. ¿No recuerdas que tu mamá nos pidió que os cuidáramos? Esto es un favor a tu mami a quien queremos y extrañamos tanto... —Explicó Estefany pretendiendo nostalgia y auto abrazándose, pero la interrumpí.
—Va bene, mi dispiace, lo olvidé —me disculpé con expresión seria y cortante.
—¿Os ayudamos a instalaros? —los interpeló Emiliano con cortesía.
Él tendía a ser el mismo de antes, ya no andaba muy deprimido y poco a poco recuperaba el ánimo.
—Eres muy gentil Emiliano, pero ya lo están haciendo los de mudanza. Lo que podrías hacer es darles indicaciones para que sepan dónde colocar cada cosa. —Le pidió Armando con la misma cortesía a mi hermano.
—Con piacere. Buono, con permesso —respondió Emiliano y se fue a dar dichas indicaciones.
***
Por la noche ya habían terminado de instalarse y nos convocaron a una reunión en la sala a todos los miembros de la casa, incluyendo la servidumbre. También habían invitado a mis tíos Leopoldo, Adelaida y a Alan. Fue Armando quien tomó la primera palabra.
—Primero, buenas noches a todos. Como ustedes ya saben, estamos aquí por voluntad de Lucía y Daniel, puesto que mi esposa y yo compramos esta propiedad, solo que no nos la quedamos, sino que la regresamos a sus verdaderos dueños, quienes son Daniel y Lucía, como debe ser y no nos arrepentimos de haber tomado esa decisión. Así al igual que ustedes, Daniel y Lucía son nuestros amigos y un verdadero amigo nunca da la espalda. Y como nosotros la compramos, Lucía quiere que la administremos y así lo haremos. Mi esposa y yo administramos de ahora en adelante el manejo de esta casa, pero no se preocupen, rendiremos cuentas a Daniel y Lucía de todo lo que hagamos y esperaremos su aprobación —Armando se humedeció los labios, suspiró y prosiguió.
»—Para los que no nos conocen muy bien, yo soy Armando Sandoval, ella es mi esposa Estefany Salinas, ella es nuestra pequeña hija, Alena y ella es su niñera, Abigail; quien de ahora en adelante trabajará con vosotros, pero exclusivamente en los cuidados de Alena y desde ahora también de Manasés. Y, también debo comunicarles algo, aún no lo consulté con Daniel y Lucía, pero estoy seguro de que estarán de acuerdo. Mi esposa y yo lo estuvimos pensando, y es la mejor opción para ustedes, Manasés y Emiliano, decidimos adoptarlos; de ahora en adelante nosotros somos sus tutores y Alena se convertirá en su hermana política, hasta que se aclare todo. Claro, si sus padres lo permiten —anunció con toda la serenidad que pudo.
Emiliano y yo nos sorprendimos obviamente, reaccionamos y nos pusimos de pie con sobresalto al oír esa noticia.
—¿Qué? ¡Ustedes no son nuestros padres ni jamás podrán reemplazarlos! —les grité furioso.
La sola idea me indignaba.
—¡Eso no es possibile! Yo ya soy considerado un adulto ante la ley, puedo hacerme cargo perfettamente di mio fratello. He estado buscando trabajo y en una costruzione había un puesto vacante para albañil, en unos días me confirman si me darán el trabajo o non... —Protestó Emiliano alterado y hablando rápido, pero fue interrumpido por Armando.
—Emiliano, Emiliano, cálmate. La noticia no era para que se lo tomen a mal, al contrario, deberían sentirse agradecidos con nosotros, todos ustedes. Gracias a nosotros siguen teniendo su casa y trabajo, ahora les estamos ofreciendo cuidarlos con todas las comodidades a la que están acostumbrados. Aparte, ¿trabajar de albañil Emiliano? Por favor no me hagas reír, eres un Coppola Rossi, una persona de prestigio y vas a trabajar en un trabajo mediocre... —Le dijo Armando con burla, intentando disuadirlo, pero esta vez fue él quien fue interrumpido por Emiliano.
—No se confunda don Armando, el ser albañil no es ser alguien mediocre, hay gente que trabajando de albañil vive, y hay muchos albañiles que destacan en su trabajo. Toda professione o ufficio honrados, son trabajos que valen la pena. —Defendió su postura, mi hermano no era una persona racista.
—Bueno, tú tienes tu punto de vista y yo el mío. El punto es que si trabajes o no, por favor recién cumpliste diecinueve años, el que seas considerado como un adulto ante la ley no significa que ya seas profesional o sepas valerte por ti mismo. A ver dime, si mi esposa y yo no hubiésemos comprado la casa, ¿dónde estarían viviendo todos ustedes? Y supongamos que las cosas son desde tu punto de vista, ¿qué sabes tú de ser albañil? Perdona que te lo diga pero toda tu vida viviste en una cuna de oro, eres un ricco ragazzo acéptalo, no podrás efectuar cualquier trabajo con eficacia.
»—Pero si no trabajas, ¿de qué se van a alimentar? Ahí es donde mi esposa y yo entramos en acción, el que hayan recuperado su casa no quiere decir que la casa les dé comida, no se van a alimentar de las paredes. Necesitan de un adulto con dinero que les proporcione todo a lo que ustedes están acostumbrados, alguien que les de salario a todos los que trabajan aquí. Ustedes no tienen de dónde darles, Daniel está en la cárcel y Lucía en el extranjero. Además, necesitan orientación y guía de dos personas adultas, que suplan de momento a sus padres, hasta que se solucione todo.
»—También necesitan continuar con la universidad, el colegio y alguien que los siga financiando. Además no olviden que ahora Estefany y yo somos socios mayoritarios de Vestirsi Bene y con nosotros cerca, tendrán toda la información de lo que suceda con la empresa. Porque de todos modos los dueños legítimos fueron sus padres, creemos en su inocencia y estaremos ayudándolos en lo que se pueda. Esta es una forma, ¿ahora nos entienden? —explicó Armando directa y sagazmente, pero había que admitir que tenía cierta razón en lo que decía.
Hubo unos segundos de un muy tenso silencio. Hasta que Emiliano decidió romperlo.
—Sí, don Armando. Lo comprendo —fue lo único que dijo, pero en voz baja.
—¿Y tú Manasés? Por favor, déjanos ser como unos padres para ti y para tu hermano —intervino Estefany, mientras se agachaba frente a mí—. Ya sé que nunca reemplazaremos a tus padres, pero sí podemos cuidarlos de momento como ellos lo harían. ¿Sabes? —me acarició la cabeza— después de nuestra pequeña Alena siempre quise tener un hijo varón y no lo tengo, aún, y tú no sabes lo que sufre una mujer con un embarazo, son todos los dolores de la tierra en uno. Así que si os adoptamos a ti y a tu hermano, voy a saber que es tener un hijo varón, me prepararé para ese momento. Por favor, danos una oportunidad, vas a ver que no te vas a arrepentir... —Me insistía con una dulzura, suavidad, esperanza y un deje de tristeza en su voz, que juro que casi me convencía.
La notaba un poco falsa por su manera de hablar, pero no quería juzgarla. Así que tomé una decisión y la interrumpí.
—Eso no podemos decidirlo, demuestren que tutto lo que dicen es verità —le propuse serio, a la par que suspiraba con resignación.
—¿Eso es un sí? —me preguntó Estefany esperanzada.
—Ni es un sí, ni es un non. Solo un que están a prueba. Si nos maltratan o hacen algo indebido, de inmediato les contaré a mis padres. ¿Estamos? —le contesté extendiéndole mi mano como señal de un trato.
—Estamos —contestó Estefany feliz y con una gran sonrisa—. ¿Y qué opinas tú Adelaida? ¿No estás disconforme con esta decisión? —le preguntó a mi tía.
Sinceramente yo hubiera preferido mil veces que me cuidaran mis tíos. Pero aún así dos personas completamente extrañas en mi familia estaban preocupados y velando por nosotros con hechos y debía ser agradecido. ¿Pues quien te ayudaría así gratis?
Nadie.
—La verità sí estoy disconforme, pero no tengo más opzione que aceptar, entiendo la situazione y no quiero perjudicar a nadie. Solo espero que tú y tuo marito sepan a hacer a mis sobrinos muy felices —le advirtió mi tía.
—Por supuesto —contestó Estefany ampliando su sonrisa.
De momento Armando y Estefany tenían la entrada asegurada a la fortuna.
***
26 DE MAYO DEL 2009
Génova, Italia
Narrador omnisciente
—Armando pero qué te pasa. ¿De cómo se te ocurre adoptar a esos chicos? Solo serán más carga y estrés para nosotros, bueno, debo admitir que Emiliano está como quiere, buenísimo diría yo. Pero aún no se mantiene solo, va a la universidad y vigilarlo me va a estresar y peor ocuparme de Manasés. Además le eché el visto bueno a su padre, sí a Daniel, ese sí que está guapísimo, pero no sé cómo voy a hacer para estar con él ya que se encuentra en prisión. Y tú no me mires así que haces lo mismo —iba parloteando Estefany.
»—Pero el punto no es ese, sino de que cómo se te ocurrió una idea tan loca. Sabes que detesto ser madre y ya tengo suficiente con Alena como para criar hijos ajenos y todavía los de la mojigata de Lucía. Podíamos criarlos sin tener que adoptarlos. Por Dios Armando, ¿por qué nos echas tan grande responsabilidad? Solo serán gasto de tiempo y dinero, no sabes el trabajo que me costó actuar ante los Coppola, los Bacchelli y demás, solo por apoyarte y por el temor de meter la pata en algo o equivocarme... —Protestaba y Armando solo deseaba escapar ante tan molesto parloteo que acabaría por destrozar sus tímpanos.
Pero desgraciadamente debía darle explicaciones a su esposa.
—Ya ya, por Dios, cállate, que ya no soporto oírte. Estás peor que un loro parloteador y agotador, no, peor que un silbato resonándome al oído, me irritas. Si decidí adoptar a Manasés y a Emiliano fue para chantajear a Daniel y Lucía en un futuro. Verás, si algún día descubren lo que hemos hecho, no dejaremos que se lo cuenten a la policía, les diremos que enviaremos a Manasés al orfelinato y a Emiliano a un internado militarizado muy lejos de Italia si nos delatan. Y conociéndolos como los estúpidos ingenuos que son elegirán a sus hijos antes a que se haga justicia. ¿Ahora me entiendes? —le explicó Armando exasperado y Estefany recién lo asimiló. No había pensado en eso.
—Sí pero, ¿por qué no me contaste lo que planeabas hacer? Tenías una semana Armando, una semana para contármelo. Es que… entiéndeme, me tomaste desprevenida —cuestionó Estefany ya más serena.
—Es que estaba indeciso, no sabía si llevar esa idea a cabo o no. También lo hice para ganar la confianza de Emiliano y Manasés, para que nunca se pongan a investigar lo que realmente sucedió con Vestirsi Bene y solo se basen en la información que les demos. Y además, muy aparte quiero saber qué se siente tener un hijo varón, ya que tú no me das uno; ni para eso sirves. —Le explicó y reprochó a su esposa, quien abrió la boca indignada.
—Armando, recién tuve a Alena hace un año. ¡Date cuenta! ¿Tan rápido quieres que me embarace de otro escuincle? No soy tu incubadora de hijos, ¿sabes? Soy tu compañera en la vida, tu cómplice. Además tú no sabes lo que se siente estar embarazada, esos nueve meses de embarazo en los que esperé a Alena fueron los peores de mi vida. No podía hacer nada por el riesgo de perder al bebé, encima el dolor de parto es insoportable. ¿Tú pasaste por todo eso? ¿No verdad? Jaja, ya me imagino a un hombre embarazado... —Rezongaba Estefany enfadada, pero otra vez desvariaba al final estallando en risas.
—Ay no Estefany, otra vez no. —Se quejó Armando poniendo su mano en la frente en señal de frustración, a la par que se retiraba de su ex habitación dejándola sola, ya que estaban dando un último vistazo a su antigua casa, pues la estaban vendiendo.
Según Armando, Estefany desvariaba rápidamente.
***
26 DE JUNIO DEL 2009
Génova, Italia
Manasés
—¿Ya estás listo Manasés? Se te hará tarde para el instituto. —Me apresuraba Estefany mientras Rosita preparaba mi lonch.
—¡Si ya casi, espérame un poco! —le grité en respuesta mientras me acomodaba mejor la corbata, pero con prisa ya que ese día era uno muy especial y emocionante para mí.
¡Llegaban las primeras cartas de mamá desde Buenos Aires, Argentina para cada uno de nosotros! Las recogería junto con Emiliano inmediatamente después del instituto y la universidad. Allí nos contaría detalladamente como le fue allá, cómo fueron todas sus vivencias durante ese mes y por supuesto nos daría recomendaciones de cómo sobrellevar nuestra nueva vida. Nos había llamado mediante teléfono público algunas veces, pero las llamadas desgraciadamente no duraban mucho; a veces porque Denia Armando y Estefany, o porque el tiempo la apremiaba, o por mala señal…
La universidad era muy complicada para Emiliano, ya que había cambiado de carrera y eso era todo un trámite; ya no sería ingeniero mecánico de momento, se convertiría en empresario al igual que nuestros padres. Esa carrera no era lo suyo, pero él creía que debía convertirse en uno para investigar lo que realmente había sucedido con Vestirsi Bene.
Lo bueno era que al parecer ya no vería seguido a Valeria.
Pero yo me preguntaba, ¿por qué no podía estudiar ambas carreras al mismo tiempo, lo que le apasionaba y lo que necesitaba? Él decía que era muy complicado estudiar dos carreras al mismo tiempo, además que no estudiaría lo que a él le gustaba y debía esforzarse al máximo para aprender y destacar. Aunque Emiliano era muy inteligente.
Algunos días por las tardes desaparecía misteriosamente, creía que algo se traía entre manos, pero aún no le tomaba mucha importancia al asunto, ya que Emiliano siempre tenía alguna excusa.
La partida de mamá la superábamos poco a poco y cumplíamos con las visitas una o dos veces a la semana con papá. En dos ocasiones nos acompañaron Armando y Estefany, quienes esperaban la carta de mamá para consultarle sobre nuestra adopción. Y hablando de Armando y Estefany, ellos nos trataban bien por ahora, hasta ahí no teníamos problemas entre sí; es más, comenzaban a caerme bien, mi desconfianza hacia ellos se iba.
Y sobre de desaparecer por las tardes, Estefany también desaparecía misteriosamente algunas y una que otra tarde coincidían con las de Emiliano, pero solo eran meras coincidencias.
Pero en fin, terminé de alistarme y bajé rápidamente al comedor.
—Listo, aquí está tu lonch mio figlio, y no te atrevas a abrir las cartas de mamma sin haber llegado a la casa primero con todos reunidos. Va bene? —me recomendó Rosita, mientras me daba un beso en la frente a modo de despedida.
—Va bene —le contesté entusiasta. Mis ánimos también comenzaban a mejorar y ese día más aún por las cartas que recibiría de mamá.
—Andiamo? —preguntó Emiliano también alegre y ya listo.
—Sí, ya —le respondí.
Acto seguido nos despedimos de Alena, la cual estaba en brazos de Abigail. Ella para nosotros ya era nuestra hermanita a la cual había que cuidar y proteger.
***
—Y así fue como Cristóbal Colón llegó a América. Listo, por hoy hemos terminado, no olviden repasar esta lezione para mañana, tenemos examen. Con permesso —nos comunicó el profesor de historia, mientras se retiraba dando por finalizada la clase. Ya era salida.
—¿Y cómo la estás pasando? —me preguntó Marcelo refiriéndose a la partida de mi madre.
—Ahí la llevo —respondí mientras guardábamos los útiles escolares en nuestras mochilas.
—Me alegro mucho por ti, hoy recibirás la primera carta de tua madre. Es muy difficile estar sin una —mencionó Marcelo con nostalgia y seriedad. Ese día había notado a Marcelo muy desganado, serio y triste, casi ni había prestado atención a clases.
La mamá de Marcelo, como ya mencioné, había muerto cuando nació Santiago, después de ello tuvo una hemorragia y como consecuencia falleció. El padre de ambos hermanos y el mismo Marcelo se habían desvivido por cuidarse mutuamente, en especial a Santiago que era el más pequeño de la familia. Luego su papá se volvió a casar y con doña Karina, que era una mala mujer a vista nuestra. Antes de casarse con él ella no tenía muchos recursos, así que poco a poco llegó a malgastar la fortuna familiar por el entusiasmo de vivir rodeada de lujos. Esto además de que la empresa de su padre quebró.
Y ahora le habían diagnosticado cáncer terminal. Prácticamente estaban casi en la miseria, su madrastra se había sumido en la amargura y peor con lo insoportable que era según Marcelo y Santiago, casi ni les daba de comer.
Doña Karina por su parte detestaba a sus hijastros, pero aparte del interés en la anterior fortuna, aunque pareciese increíble amaba a su marido, y el perderlo todo y el que su esposo estuviese al borde de la muerte dejándola sola con dos hijos ajenos, la sumían en la amargura. Mas quienes la pasaban peor eran ambos hermanos.
—Créeme que te entiendo, mia mamma está lejos, pero no está muerta y creo que soy un egoísta al pensar solo en mis problemas y no en los tuyos también. Mi dispiace —me disculpé, pues en ese momento me sentí culpable y egoísta.
—No digas eso, todos tenemos problemas y los de cada uno son los que pesan más, ni tú ni yo la estamos pasando bene. Aún así agradezco tu apoyo —me dijo Marcelo mirándome con comprensión y golpeando mi hombro en señal de aquello.
—Y yo el tuyo, aunque no creas que soy tonto. Hoy te noté serio, triste y sumido en tus pensamientos, y no es solo por recordar a tua mamma, que riposi in pace. ¿Qué pasó? Andiamo, tenme confianza —le pedí mientras salíamos del Instituto.
—Va bene, te lo diré. Ayer mio padre empeoró, si hoy vine al instituto es porque despertó un momento y me pidió que no descuidara mis estudios, ahora con Santiago iré a verlo. Il dottore Bacchelli me dijo que mio padre puede morir en cualquier momento. ¿Sabes lo que significa? Santiago y yo no tenemos mamma, Karina no nos tolera y nosotros menos a ella. No sé qué hacer, no sé cómo sobrellevar esto, pero te juro que si mio padre se muere me voy a desvivir in corpo y alma para sacar adelante a mio fratello, que será el único familiar que me va a quedar en il mondo.
»—No importa a qué precio, pero mio fratello tendrá un buon futuro y procuraré que sea felice. Perché, hay que ser realistas, mio padre va a morir y él quiere que Santiago y yo salgamos adelante. Nunca voy a superar la morte de mis padres, pero tengo alguien por quien luchar. —Me explicó Marcelo, mientras una lágrima se le escapaba.
A pesar de tener casi trece años, Marcelo era una persona con la madurez suficiente para aquel tipo de situaciones. Estaba destrozado, y mucho, pero se obligaba a ser fuerte.
—Yo sé que lo harás, eres la persona más forte que conozco. —Lo aseguré abrazándolo. Él correspondió al susodicho abrazo.
—Ni lo creas, por dentro estoy desmoronándome pero… soy realista y por más que nos duela, la vita continúa. Mio padre hizo lo mismo cuando murió mamma, supo salir adelante y ser forte por nosotros. —Afirmó intentando serenarse, lo cual estaba consiguiendo, pero no del todo.
Marcelo era una persona que casi no exteriorizaba sus sentimientos ni lloraba, lo hacía raras veces cuando realmente algo lo afectaba y solo con personas en quienes confiaba. Esa era una de esas veces.
—Lo sé, Santiago es afortunado de tenerte como fratello —le aseguré orgulloso.
—Y yo de tenerlo a él.
***
Después de esa plática que tuve con Marcelo, Bianco y Emiliano fueron a recogerme, entonces nos dirigimos hacia la postal de correos, allí recogeríamos la primera carta de mamá. En la entrada me encontré a mi tía.
—¡Tía Adelaida! —llamé su atención entusiasta.
—¿Manasés? Ciao! —me saludó ella feliz dándome un abrazo, al cual correspondí, luego saludó a Emiliano con un beso en la mejilla.
Bianco se había quedado cuidando el auto, sí, pobre, pero él lo había querido así para no dejar el auto solo y correr el riesgo de que lo robaran o algo de allí.
—¿Ustedes también vienen a recoger las cartas di mamma verità? —nos preguntó mi tía emocionada y con un brillo en su mirada, al parecer ya no iría cada quien por su cuenta.
—Por supuesto que sí —contesté emocionado.
—Entonces entremos —sugirió ella, así lo hicimos y nos dirigimos a donde atendían allí.
—¡Gina, cuánto tempo! —saludó mi tía entusiasta a una señora aparentemente de su edad que atendía en el mostrador.
—Adelaida ¿tú por aquí? ¡Qué alegría verte! —aseguró aquella señora, ahora Gina, al saludo también dichosa.
—No puedo creerlo, ya pasó un año desde la última vez en que nos vimos. —Comentó mi tía aún sin podérselo creer.
—Lo sé y mi dispiace, te prometo que esta vez mi hogar definitivo es Génova —determinó Gina decidida.
—¿Y no tuvieron problemas en recontratarte?
—No muchos, ya que saben que soy eficiente con mi trabajo —afirmó Gina riendo levemente.
—Tú tan creída como sempre. Tenemos tantas cosas que contarnos —le dijo mi tía en un suspiro.
—Ya me enteré que a Daniel lo metieron injustamente a prisión y que su esposa emigró a Argentina. Davvero, no sabes cuánto lo siento, lo visité ni bene volví hace poco más de una semana y es más, yo seré la encargada de llevarle las cartas que Lucía escriba personalmente. Hoy le llevaré la primera —anunció Gina con una leve sonrisa.
—Que buone notizie, di sicuro eso lo hará sentirse mejor. Buono, ya habrá tempo para conversar, ahora quiero presentarte a los guapos hijos de Daniel y Lucía —mencionó mi tía con orgullo—. Este joven atractivo que ves aquí es Emiliano, el mayor. Cumplió hace poco diecinueve años.
—Piacere di conoscerti, bella dama —afirmó Emiliano, entonces inmediatamente después le besó la mano a Gina. Ante lo cual mi tía Adelaida y yo soltamos un «uuuh».
—Y además tutto un caballero —comentó Gina picarona y con un leve sonrojo.
—Y este bambino encantador es Manasés, el menor. Tiene once años.
—Piacere di conoscerti, signora Gina —la saludé con tono amable, a la par que esbozaba una sonrisa.
—Nada di signora, solo Gina eh —me advirtió con tono juguetón.
—Va bene, solo Gina —bromeé.
—Mi piace este bambino —afirmó Gina con satisfacción—. Y casi puedo afirmar que vinieron a recoger las cartas di mamma —dedujo con una ladina sonrisa.
Emiliano y yo asentimos casi enérgicos.
—Oh, aquí las tengo, justo a la mano. Vamos a ver... esta es para ti Ade y para Leo. Esta… para ti Emiliano y esta para ti Manasés. Para Daniel la tengo reservada y esta para… ¿Armando y Estefany? —nos anunció Gina entregándonos las cartas y lo último nos preguntó con confusión, frunciendo el entrecejo.
Mi tía le explicó todo en resumidas cuentas, pero a su vez con sumo detalle, como solo ella tenía esa peculiaridad.
—La carta di mamma. ¡Viva! ¡Al fin podré saber de ella! —mientras yo gritaba de alegría y comenzaba a dar vueltas de felicidad—. ¿No es genial Emiliano?
—Chiaro que es genial, di sicuro nos relatará todas sus aventuras. Hasta capace conoció al Gaucho Solitario —respondió mi hermano animado y haciéndose al misterioso, poniendo énfasis al momento de pronunciar «Gaucho Solitario».
Aquel gaucho era toda una popular leyenda, actual para ese entonces en Argentina, por sus discretas hazañas. Pero la susodicha nunca fue comprobada en concreto.
—Di sicuro que sí —concordé.
—¿Y Leopoldo? ¿Perché no vino? —inquirió Gina extrañada.
—Ya sabes que es dottore, lo requieren allí a cada momento —mi tía suspiró—. Me pidió que le hiciera il favore —finalizó con una breve sonrisa.
Era verdad, mi tío Leopoldo era un gran médico y uno de los mejores en Génova. Era dueño de un hospital para gente con escasos recursos, para que pudiese atenderlos y tratarlos con sistemas médicos modernizados. Yo lo admiraba mucho y esa admiración aumentaría con el tiempo.
***
Nos despedimos de Gina y nos encaminamos a casa; yo no podía despegarme de la carta de mamá, la cual estaba aferrada a mí. Durante el camino estaba con la mirada y mente idas, mientras entre mi tía Adelaida, Emiliano y Bianco hablaban animadamente.
Me preguntaba qué es lo que podría decir la carta, en cómo estaría mamá, en que si había podido encontrar trabajo, y si fuera así en cómo la trataban; en sus posibles aventuras, qué gente nueva hubiese conocido, sus experiencias nuevas adquiridas; en cómo era Buenos Aires, Argentina y lo más importante: Si nos extrañaba tanto como nosotros a ella.
Y sin darme cuenta ya habíamos llegado a casa. Al hacerlo vimos a Estefany quien nos esperaba furiosa, con las manos en la cadera frente a la puerta principal del penthouse.
—Qué bonitas horas de llegar —nos dijo Estefany irónica.
—Grazie —contestó mi tía riéndose y todos también reímos disimuladamente, hasta Armando que ahora estaba detrás de ella.
—No estoy para bromas Adelaida. O, ya sé, ¿también te los llevaste a comer un helado? —rezongó Estefany alterada.
—Sí, fíjate que sí. Debías avisar si querías uno —contestó mi tía con una falsa pena.
—Sabes de qué estoy hablando, no te hagas la desentendida porque no te queda. Mi esposo y yo debíamos acompañar a Emiliano y Manasés a recoger las cartas de Lucía. Están a nuestro cuidado, ¿no? Ya tengo suficiente conque tú y tu familia estén metidos en mi... en su casa cuando se les pega la gana, como para que deba verte a diario y encima tengas que ir a recoger lo que nos corresponde a nosotros cuatro. —Le reclamó furiosa.
Aclarar que mi tía Adelaida y Estefany no se llevaban bien y no lo ocultaban. Ya no eran novedad alguna sus disputas.
—Oh, casi se te sale que ya consideras esta —mi tía señaló delante suyo—, como tu casa.
—No me cambies de conversación. O ya, supongamos que no hubiera problema en eso. ¿Tenías que recoger la que era para Armando y para mí? Dámela, ahora —le exigió Estefany, entonces mi tía se la entregó bruscamente—. Espero que no te hayas robado nada de lo que venía en este sobre —advirtió revisando el susodicho.
—Chiaro que non. Yo no soy como tú, ni por asomo. Soy una persona honesta.
—¿Cómo dices? —le retó Estefany, mientras se acercaba a ella amenazante.
—Non, nada. Solo te daba una cucharada de tu misma sopa —contestó mi tía, mientras fingía un atisbo de sonrisa.
Estefany ya iba a desgreñarla cuando Armando la detuvo.
—Ya basta Estefany. ¿No te das cuenta de como actúas, de que estás haciendo el ridículo? Pareces verdulera de mercado, la señora Estefany Salinas de Sandoval, ofreciendo un espectáculo en la calle. Mira cómo nos observa la gente, me haces quedar en ridículo. —Armando la regañó entre dientes, mientras la agarraba del brazo.
Aquello era verdad, al percatarse Estefany se puso roja como un tomate, se zafó de Armando y espantó a la gente que los veía.
—Y tú, Bianco, tenías la orden estricta de traer a los chicos inmediatamente aquí después de recogerlos. Adelaida no es tu patrona, las órdenes las recibes solo de los miembros de esta casa. —Lo regañó Estefany aún airada, pero ya con un tono más moderado de voz.
En realidad buscaba con quien desquitarse.
—Mi dispiace signora Estefany. Es cierto que usted me dio esa orden, pero no me dijo inmediatamente. Además, el joven Emiliano me lo ordenó y usted acaba de decir que las órdenes solo las obedezca de los miembros de esta casa. Yo la obedecí —se excusó Bianco con respeto, inteligentemente.
—Yo te daré una ahora, no le des explicaciones si no es a mí primero, déjala de momento. —Le ordenó Armando intentando sonar serio, pero todos reímos levemente.
Estefany odiaba que la ignorasen o que la antepusieran a su marido.
—Te lo prohíbo Bianco. Y la próxima consúltenme, ¿tómenme en cuenta no? —protestó Estefany, retirándose con un notable enfado que le asentaba gracioso. Cuando se fue todos explotamos de risa.
—¿Tómenme en cuenta, non? Mi sento falta di attenzione —la imitó mi tía agudizando la voz, entonces todos volvimos a reírnos.
—Ahora que harás Bianco, a quién vas a obedecer —se burló Emiliano alzando las manos, retirándose por consiguiente.
—Usted me metió en esta bronca... —Protestó Bianco, pero mi hermano ya se había ido—. Manasés, tú puedes ayudarme, dime quién es peor... —Me suplicó en susurros bajos, pero yo veía la situación cómica.
—Mi dispiace, tutto esto está más gracioso que el Italiano Benni —mencioné riéndome un poco.
—Oye, ya miles de veces te dije que no te rías de la desgracia ajena. Hey, Manasés... —Bianco me quiso detener, pero era tarde, ya me estaba retirando—. Y me dejan hablando solo, como sempre, y luego dicen que yo soy el maleducado. Con permesso don Armando, addio signora Adelaida —se despidió atareado.
—Addio, Bianco —se despidió ella riendo brevemente, entonces el susodicho se marchó. Quedando así solamente mi tía Adelaida y don Armando.
—Perdona a mi esposa, Adelaida. Sabes como es ella, cuán irritante puede llegar a ser, hoy está en esos días en que se pone insoportable. No es que la defienda pero, discúlpala y perdón por el momento tan incómodo y vergonzoso que te hizo pasar. —Se disculpó Armando hablándole amablemente.
—No hay de que, ya sé que tu esposa es una ridícula. —Alegó mi tía con una pose prepotente.
—En eso tienes razón —concordó Armando soltando una breve risa—. Y te agradezco que me hayas ahorrado el trabajo de ir a recoger las cartas. Aunque, la próxima podemos ir juntos, para que Estefany esté tranquila y no te arme otro escándalo como hoy. También, una mujer como tú no puede ir sola siempre, hay muchos peligros en la ciudad. ¿Que acaso no te acompaña Leopoldo? Yo siendo él te cuido más —le sugirió Armando sonriendo sagaz y tomándola de las manos.
Como respuesta mi tía se soltó rápidamente.
—Ay per favore Armando, no me vengas con tus comentarios machistas. Además, no soy tu mujer ni nada tuyo, soy una adulta y tomo mis propias decisiones. Tus recomendaciones no vienen para nada al caso. Aparte mio marito trabaja, recuerda que es dottore y atiende innumerables paci… No sé perché te estoy dando explicaciones, con permesso. —Contestó mi tía con algo de agresividad y hastío. Cuando quiso irse Armando la detuvo.
—Perdona si mi comentario estuvo fuera de lugar, no era mi intención ofenderte. Solo quería saber si podíamos ir juntos, como los amigos de Lucía que somos... —Armando siguió insistiendo con tono amable y apenado.
—Te disculpas demasiado. —Argumentó mi tía rodando los ojos con fastidio y entonces se fue, dejándolo solo.
***
—¿Y mi tía Adelaida, don Armando? —le pregunté mientras él ingresaba a la sala, al no verla con él.
—La llamaron de su trabajo de forma urgente y tuvo que irse. Me dijo que yo me despidiera por ella con ustedes —respondió Armando apenado.
—Mejor, ya no aguanto más a esa pesada —dijo Estefany con rabia y suspirando de alivio.
—No te expreses así de ella, cuando la conozcas mejor vas a ver que te va a caer muy bene. Ella es genial al igual que tú, solo que empezaron con el pie izquierdo. Si se dan una opportunità de empezar de cero por lo menos se van a tolerar. —Le sugerí con amabilidad, en ese entonces no entendía porqué ambas se odiaban.
Admitía que en un principio Armando y Estefany me habían dado desconfianza, pero Estefany me llenaba de detalles, regalos y halagos que ya pensaba que quizá no era una mala persona.
—Créeme que te entiendo, y sé lo mucho que ansías que Adelaida y yo nos llevamos bien pero, ella no pone de su parte, al menos yo lo intento pero es inútil. Habla tú con ella, de seguro a ti te escuchará. Aunque de todos modos te prometo que lo voy a considerar. —Me explicó Estefany con dulzura, la cual aún me seguía pareciendo empalagosa y algo falsa, un tono distinto al de mamá. Pero pensaba que ella ponía de su parte por intentarlo.
—Grazie, yo hablaré con ella y, vas a ver que no te vas a arrepentir —le aseguré animado.
—Buono… creo que es hora de leer las cartas di mamma. —Propuso Emiliano también animadamente, entonces todos abrimos nuestro respectivo sobre. Yo saqué mi carta y empecé a leerla, bueno, todos hicieron eso.
La leí, atesoré y destiné un baúl para guardar todas las cartas y fotografías que me mandara. En su posdata me había escrito que nos mandaría una carta cada tres semanas, para no descuidarnos. Antes de guardar la carta en el baúl vi las fotografías —las cuales eran tres—, mamá salía hermosa y Buenos Aires era en verdad muy moderna, mucho más que Génova. Subí a mi habitación, guardé la carta y las fotografías en mi nuevo baúl y bajé de nuevo a la sala.
—Don Armando, Estefany —llamé su atención, Estefany parecía más relajada.
—¿Qué pasó, Manasés? —indagó Armando.
—Debo comunicarles que mamá escribió en la carta que me envió que desde ahora Rosita es la bambinaia encargada para cuidarnos a Alena y a mí, aún no sabe que Abigail ya es nuestra bambinaia. Pero así ya ustedes no se estresan mucho con nosotros —les anuncié.
—Sí, ya nos lo dijo Lucía en la carta que nos escribió, pero no era tanta molestia ayudar a Abigail a cuidaros, son como los hijos que nunca tuvimos —afirmó Armando.
—Para mí tampoco es ninguna molestia signore, yo conozco a estos niños desde que nacieron, incluso fui la bambinaia de la signora Lucía cuando ella estaba chiquita. No será ninguna molestia ocuparme más de los muchachos y será un piacere ayudar a Abigail en el cuidado de la pequeña Alena. —Afirmó Rosita con satisfacción y orgullo.
Tiempo después supe que Armando y sobretodo Estefany, estaban un tanto hastiados de cuidarnos.
—Solo ayudarme, yo soy la bambinaia ufficiale de Alena y desde hace un mes también de Manasés. No sé qué haría sin esta pequeña y además, ella me extrañaría mucho. ¿Verità, mi Alenita? —comentó Abigail mientras apapachaba a Alena estando ella en sus brazos.
—Tranquilla mi Abi, que no pienso quitarte el trabajo, más bene me serás de mucha aiuta y yo la seré para ti. —Aseguró Rosita riendo levemente, por los celos graciosos de Abigail.
—Yo, digo nosotros, ya veremos la eficiencia de cada una; de las palabras a los hechos, hay que ver. Ustedes ya lo irán demostrando —dijo Estefany con una sonrisa, la cual parecía forzada.
—Di sicuro mamma ya les envió dos montos de dinero, uno con el que os va pagando lo que están haciendo por nosotros, y el otro para ir ahorrando la fianza de papá —les mencionó Emiliano.
—Todavía no nos envió dinero, dice que aún está esperando la respuesta de dos ofertas de trabajo que le hicieron. —Afirmó Estefany pareciendo apenada.
—Sí, mencionó eso último. Pero quería estar sicuro de que no os envió dinero, en la carta me dijo que guardaran en un lugar sicuro el monto que nos enviaba para ir ahorrando la fianza de papá. —Contra argumentó Emiliano extrañado, cruzándose de brazos.
—Sí, claro, solo que se refería al monto que nos enviará en dos semanas, nos lo dijo a Armando y a mí en la carta que nos escribió —aclaró Estefany y mi hermano asintió no del todo convencido—. Y la próxima vez yo os acompañaré para recoger las cartas de Lucía. Es que, en verdad no confío mucho en Adelaida, ya sé que es vuestra tía y que la quieren pero, la descubrí diciendo que estaría muy pendiente de que si su amiga enviaba dinero. No sé que quiso decir exactamente con eso, pero me dio motivos para sospechar.
—Tranquilla Estefany, mi tía nunca le haría algo malo a mamma. Deja que nos acompañe, mamma también le escribe cartas a ella y a mi tío Leopoldo —la contra quise convencer, pues confiaba ciegamente en mi tía.
—¡Ya sé! ¿Qué tal si hacemos un trato? Cada uno va a recoger su propia carta, estará prohibido recoger la del otro a no ser que el otro se lo pida. Para evitar este tipo de desacuerdos, ¿está bien? —sugirió Armando intentando sonar animado.
—Va bene —acepté, entonces Armando y yo chocamos los cinco.
—Por mí bene —Emiliano aceptó también.
—¿Y tú Estefany? —le preguntó Armando.
—Ya, que más da —aceptó Estefany poniendo un gesto de enfado y resignación. Aunque en eso Armando tenía razón, así no habría muchos problemas.
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