CAPÍTULO 22: Solucionar las cosas
Narrador omnisciente
—No sabes cuánto mi dispiace, Rosita —aseveraba Diego a la señora, apenado. Ya iba anocheciendo, y él y Emiliano por fin estaban en casa de este último.
A la final Leopoldo había decidido despachar a Valeria, por insistencia y capricho de ella. Él no había visto muy conveniente darla de alta, y debía quedarse esa noche en observación, pero a tanta obstinación de su parte cedió; mas haciéndola firmar un documento donde ella asumía la responsabilidad de cualquier mala reacción que podría tener su cuerpo al salir de ese hospital, el cual no se haría responsable por nada.
—Sé lo mucho que esto la está haciendo sufrir y es totalmente ingiusto para usted —prosiguió Diego.
Doña Rosa con el transcurrir de los días hallábase más serena de ánimos, empero, aún portaba el semblante apesadumbrado y angustiado. Hace días que no sabía nada de Penny y eso le acongojaba el corazón, la incertidumbre sobre su paradero y destino amenazaba con matarla de los nervios. Sus jaquecas y leves malestares se solidificaban cada día más en ella en consecuencia de tal angustia y preocupación.
Si por Dios, ella era prácticamente la madre de esa muchacha desde que la biológica había fallecido.
—Lo sé, cariño, lo sé; pero al finale es cada uno quien toma sus propias decisioni en la vita, y lamentablemente Penny ya eligió como llevar la suya. Por más de que esto me apretuje il cuore como nadie tiene una idea —elucidó Rosita queriendo parecer resignada y con un aura de melancolía.
Sin embargo, internamente, en lo más profundo, el corazón de una madre jamás se resigna; nunca pierde las más recónditas e inconscientes esperanzas para que sus hijos puedan alcanzar un pleno bienestar.
—No obstante todavía es joven, aún tiene vita y está a tempo de enderezarla. Solo debe recapacitar detenidamente en lo que está haciendo, no hay que perder la fe —la reconfortó Diego, aunque ese consejo se lo dio más para sí mismo que a ella.
Su mente le decía que Penny ya era un caso perdido en lo absoluto, empero, su corazón le decía que aún había esperanzas de que tarde o temprano ella tomara un buen rumbo en su proceder; pues toda mala decisión tiene su consecuencia, la cual alecciona, enseña y previene, transformándose así en una experiencia. Y quizá también de esa manera si se ponía las pilas ella pondría sus ojos en él, percatándose de que era capaz de dar lo humanamente posible por su persona. Es una particularidad de un corazón enamorado.
—Lo que te dije no significa que me vaya a dar por vencida con ella, como dices, aún tiene soluzione; pero me duele ver como mi sobrina desperdicia sua vita. Penny es como una figlia para mí, y cuando los hijos pasan por esa etapa rebelde no sabes cuán doloroso es para un padre o madre. Aunque tú también estás sufriendo, sé lo mucho que la amas, y en un caso excepcional en el cual ella pusiese sus ojos en ti, te vuelvo a reiterar que tienes mi bendición para estar con ella, porque sé que la harías felice. —Aseveró Rosita sonriéndole dulcemente a Diego, y tomándolo maternalmente de las manos, arrancando así una tenue sonrisa de los labios del muchacho.
Sin duda alguna él era el estereotipo del mejor yerno que pudiese tener: Era trabajador, con ganas de superarse y salir adelante, de personalidad calma y serena, mas con buen sentido del humor; y de muy nobles y humildes sentimientos, valores y principios. Al cavilar detenidamente en esos aspectos, la señora soltó las manos de Diego y escapósele el comentario:
—Ah, no sé perché a los muchachos buenos como tú les sucede este tipo de cosas y las ragazze como Penny eligen a quien no sabe valorarlas en ningún sentido. —Rezongó Rosa con sufrimiento.
—¿A qué se refiere? —cuestionó Diego con interés, pues había notado un doble sentido en el comentario de la doña. Mas ella al percatarse de la imprudencia cometida quiso evadir la cuestión—. Rosita, es evidente que evadiendo algo. Sabe que puede confiar en mí —insistió el muchacho, esta vez siendo él quien la tomó de las manos.
—Va bene —Rosa bufó—, a ti no puedo mentirte. Aunque sé que puede doler lo que tengo que decirte, pero estoy segura que cuando te lo diga, ya lo habrás visto venir —lo previno.
Ella conocía cuánto amaba Diego a su sobrina, sabía que era capaz de darlo todo por ella, y capaz de dejarla ir para no hacerla infeliz resignándose él. No obstante, Penny con su petulante, prepotente, déspota y despectiva actitud solo lo hacía sufrir. Por ello esperaba sinceramente que él pusiera sus ojos, mente y corazón en otra joven de sentimientos tan puros como los suyos.
—Penny está con alguien la maltrata o humilla, verità? —dedujo Diego y Rosita asintió con pesar. Entonces el muchacho, inconscientemente obviando lo tóxico que representaba Penny en su vida, sintió la impotencia crecer dentro suyo—. Entonces, per favore dígame quien es y qué precisamente le hace a Penny, le prometo que no haré nada impulsivo, intentaré tomarlo con calma —pidió saber haciendo lo posible por contenerse.
Entonces la señora suspiró antes de hablar.
—Yo sé que eres una persona tranquilla y di totale confianza, así que he de confiar en ti. Penny está andando con un hombre casado —confesó Rosa, sin embargo, Diego no puso expresión sorpresiva alguna.
—Eso ya lo sabía, fue la misma Penny quien me lo confesó. Le prometo que hasta le exigí que dejara aquello por la pace, pues estaba, está destruyendo un matrimonio ajeno; pero no me escuchó y lo peor es que ni sé quién es el individuo. Por eso le suplico que usted me lo diga. Entienda mi postura, debe haber una esposa sufriendo en este momento o creyendo ciegamente todavía en el patán di suo marito. ¿Y si son un matrimonio con hijos? —especulaba Diego con brío y desasosiego, mas la doña lo interrumpió.
—Diego, para empezar debes calmarte; entiendo tu angustia, pero así no pensarás con claridad. Aunque tus sospechas no están muy alejadas de la realidad, ese matrimonio sí tiene una figlia, una pequeña inocente que vive ajena a la realidad di sua famiglia —reveló Rosita con desazón.
—Patán. Y Penny, ¿sabe que ese hombre tiene una figlia? —indagó Diego algo dubitativo, aunque no quería saber realmente la respuesta. La señora asintió en contestación—. Dio mio, no creí que fuera capace de tanto, pero conociéndola, ya no me sorprende de ella. —Manifestó con imprevista decepción, mas sin pasmo.
Era en momentos como esos cuando Diego creía que sus esperanzas volvían a morir. ¿Cómo podría dejar de amar a esa mujer que no parecía conocer ética alguna?
—Mi dispiace mucho, Diego —Rosa se solidarizó, intuyendo la tristeza que se había producido en el joven.
—Ya no importa, como usted dijo, ya era de esperarse —Diego se encogió de hombros, pretendiendo inútilmente que no estaba muy afectado—. Sin embargo, ¿ese hombre la trata muy mal? ¿Qué le hace a Penny? ¿Lo conozco?
Y por otra parte, su lado insistente y tenaz no se rendía.
—Lo conoces, para qué omitirte esto. Y sí la maltrata bastante verbalmente, además sé que solo la busca por mera diversión sexual occasionale por lo que llegué a saber y ya imaginarás lo mucho que me indigna —le refirió la señora con cierta animosidad, y dejándose llevar por ella quiso añadir—: Y lo peor es que... non, nada olvídalo, estoy hablando por demás —mas se detuvo al percatarse.
—Per favore, le pido me tenga confianza; yo no hablaré más de lo debido, siquiera con Penny. ¿Qué es lo peor? —quiso saber Diego.
—Que al parecer Penny disfruta ser masoquista, pues se está rebajando con él mendigando suo amore, está perdiendo sua dignità. Y es realmente triste —elucidó Rosita.
—La verità sí, no puedo creer que Penny quiera seguir teniéndose en tan bajo concepto y valore estando aún con ese tipo. Se lo pido, necesito saber quién es, por lo menos para intentar que Penny recapacite, por su propio bene.
—Mi dispiace, di verità, no puedo decirte quién es. Lamentablemente no puedo ir más allá, nos guste o non es la vita privada de mi sobrina, y ella no me perdonaría que la ande divulgando, por más que se trate de ti. Si tan solo detesta el hecho de que me inmiscuya supuestamente in sua vita y no quiero que pierda el poco affetto que me tiene. Además, no me concierne a mí el decírtelo, sino a ella —expuso Rosa sonando apenada.
—Si usted lo cree mejor así, voy a respetar su decisione. Pero, por lo menos necesito saber dónde está Penny.
—No sé con certeza, pero ella al irse me presumió de mala manera que se estaba yendo a un lujoso hotel de la città con ese hombre, quién sabe por cuánto tempo. Mas como quizá conociéndote vayas a buscarla, per favore intenta no topártelo —le pidió la doña suspirando resignadamente.
—Le prometo no lo haré, no actuaré por impulso. Grazie Rosita, muchas grazie por darme esta informazioni y por tutto lo demás —le agradeció Diego esbozando una cálida sonrisa.
—Grazie a ti más bene, me cayó de maravilla tu visita, necesitaba alguien con quien platicar. Cuídate, te deseo buena suerte.
—Le deseo lo mismo, Rosita —le dijo Diego mientras la abrazaba.
***
Manasés
Era ya de noche. Ese dolor que me había producido aquella punzada inesperada poco a poco había menguado, mas la congoja en mi corazón continuaba ahí. El llanto acabó por fluir solo, y por consiguiente apagué mi celular, tomé una siesta y horas después salí a dar un pequeño paseo con Amedio por los alrededores, intentando despejar mi cabeza o distraerme con cualquier cosa. No obstante ni el dar cacahuetes al monito a cada momento contribuyó a mi objetivo. Había sido un día emocionalmente muy pesado.
Cuando estaba anocheciendo decidí retornar a casa, aunque a pasos trémulos. Al llegar lo primero que hice fue encaminarme hacia los escalones, pero justo cuando puse un pie en el primer peldaño me crucé con Armando. Volqué los ojos, me detuve y bufé en espera a otro regaño, una peculiaridad suya, solo que no le dirigí la mirada.
—Como que ya se te está haciendo costumbre llegar a estas horas de la noche, ¿no? —y como era de esperarse, Armando me interceptó—. ¿Acaso ya eres independiente, no tienes que rendir cuentas a nadie? ¿O te quedaste cuidando a Valerita también? ¡¿Qué diablos te pasa?! —estalló en ira.
Los arranques de furia de Armando, asimismo muy habituales en él.
—No estoy de humor, Armando, mejor me regañas mañana. —Solté con un tono de voz desganado, estando a punto de retomar mi camino cuando él me obligó a mirarlo.
—¡A mí no me hablas...! —Armando reaccionó furioso haciendo el ademán de querer golpearme, provocando que Amedio saltara de mi hombro, pero frenó al percatarse en que su impulso violento había sido brutalmente exagerado—. Lo siento, no quise reaccionar así. Es que, entiéndeme —buscaba cómo explicarse mientras pasaba las manos por sus cabellos, en una acción muy parecida a la frustración—, me preocupo por ti aunque no lo creas; ponte en mi lugar de pad… digo, de tutor. No es fácil lidiar con el trabajo, el negocio, la casa, el matrimonio y ustedes; aunque no lo parezca la vida de un adulto también es complicada. Discúlpame si fui agresivo —se disculpó sonando ya más sereno.
Entonces lo miré estupefacto. ¿Era real lo que oí? Armando nunca habíase disculpado conmigo, ni el pedir disculpas o saber reconocer los errores eran cualidades suyas. Empero, superiores a mi estupor fueron las súbitas ganas que sentí de desahogarme, de echarle en cara sus nefastos desatinos, aún corriendo el riesgo de enervarlo nuevamente.
—Es que esto no es solo de ahora, sino desde poco después que llegaste aquí. Parece que nos odiaras a Emiliano y a mí, tanto que buscas cualquier pretexto para maltratarnos verbalmente —aduje con un cierto resentimiento que recién en ese momento me percaté conscientemente que tenía. Al caer en cuenta de ello, aminoré un poco mi brusquedad en mi modo de hablar—. Si te ofreciste para cuidarnos, brindarnos amparo y protección, te pido lo hagas bene. Sí estoy agradecido contigo y Estefany por lo que hicieron por nosotros y mis padres, ¿pero sabías que la forma en que descargas tu estrés en nosotros es una forma de violenza psicológica?
»—Y hasta casi física, me quisiste golpear hace appena unos segundos, para vivir así por más nostálgico que me sería prefiero dejar de hacerlo en esta mansión. Y no solo nos violentas a Emiliano y a mí con tus palabras, sino también a Rosita, a Bianco y a los que trabajan aquí, si mis padres se enteraran de esto no sería grata sua reazione. En realidad no somos problema ni responsabilidad tuyos, ni recíprocamente essenziale; al menos Emiliano y yo tenemos a mis tíos Leopoldo y Adelaida, que sí nos tratarían bene. Además Emiliano tiene edad para trabajar... —iba puntuando con suma animosidad, sin embargo Armando me interrumpió.
—Manasés, Manasés —me hizo una señal con ambas manos para que parara—, sé que me porté realmente mal últimamente, soy consciente de que os traté de la peor forma posible, y sé que no es excusa; pero como le expliqué a tu padre, es porque estoy muy estresado y presionado. Entiende, soy propietario y gerente de tres empresas y es una gran responsabilidad para mí. No me malinterpretes con esto, Emiliano y tú aunque no lo demuestre, son como unos hijos para mí, y verdaderamente me preocupo por ustedes; pues os tomé un gran afecto. Perdón si lo demostré de un pésimo modo, es que mi temperamento… no es el mejor que digamos —se dispensaba y explicaba Armando, y hasta parecía arrepentido.
Aquello que acababa de escuchar era lo más semejante a un milagro. Bueno, «milagro» no es el término correcto para definir la arrepentida actitud de mi tutor. Sus excusas eran baratas, y su tono de voz daba la impresión de estar forzándose a pedir disculpas, empero, sin duda alguna parecióme un gran paso el aprender a admitir sus errores, defectos y faltas; y el primer paso siempre es el más difícil en este tipo de situaciones. Por ello, cavilando la cuestión en silencio durante aproximadamente un minuto, llegué a la conclusión de que tal vez —y solo tal vez— Armando estaba dispuesto a mejorar sus modos y maneras de expresarse y actuar.
No estaba seguro, pero nada perdía dándole una oportunidad y su mérito. Así que en señal de aceptación a sus palabras, suspiré y comencé a hablar:
—Pues empieza a demostrar tu afecto de la forma correcta, si davvero quieres cuidar de nosotros —le aconsejé con absoluta seriedad.
—Empezaré a hacerlo, aunque eso no quiere decir que sea muy permisivo contigo y cumpla todos tus caprichos, sino que empezaré a tratarte mejor y con más decencia, como un padre haría. Intentaré dejar los asuntos y problemas del trabajo a un lado y me enfocaré también en ustedes; pues quiero ser más que su tutor, quiero ser su amigo, alguien en quien confíen a plenitud —aseguró Armando sonando esperanzado.
—Pues tiene que ganarse esa confianza a pulso, don Armando —alegué ya dejándolo de tutear, e impertérrito en mi semblante.
La breve energía que me proporcionó mi repentina efervescencia ya había menguado.
—Tienes razón. ¿Entonces qué te parece si desde ahora comenzamos desde cero? Como si empezáramos a conocernos.
—No creo que pueda pretender que nada pasó entre nosotros, pero ya que usted está poniendo de su parte, intentaré hacerlo… Intentaré iniciar de cero con usted. —Acepté ya algo hastiado de estar allí, no obstante sin querer demostrar eso, pues Armando estaba esforzándose.
Mas efímeramente deseé que en vez de Armando hubiese sido Grettel con quien estuviera concretando las paces. Extrañaba un mundo a esa niña.
—Me alegra que aceptes, pero ¿por qué me tratas de usted? Si siempre nos tuteamos —cuestionó extrañado, frunciendo el ceño.
—Comenzamos desde cero, non? Con permesso, don Armando —enuncié febril y llamando a Amedio me retiré de inmediato hacia mi cuarto, mas con pasos lentos y pesados.
De todos modos había que verle lo positivo a la situación. Aparentemente Armando estaba reflexionando y quería cambiar, y todos merecen una segunda oportunidad si esta se presenta, ¿no? Ya vería como la aprovecharía Armando. Y vaya que yo necesitaba una también, pero no podía esperar a que el pan me cayera del cielo, era yo quien debía dar el primer paso.
Era hora de poner un alto a tanta pesadumbre y melancolía, sí, estaba seguro, pondría de mi parte para solucionar las cosas con Grettel. Lo más pronto posible. Pues si hasta Armando empezaba a hacerlo, ¿por qué yo no lo haría?
***
09 DE AGOSTO DEL 2010
Génova, Italia
—¡Buen día, familia! —saludaba Armando mientras todos nos agrupábamos en el comedor. Al parecer estaba de buen humor y queriendo cumplir con su palabra para conmigo—. Esther, hoy quiero que nos sirvas los panqués que tan bien sabes prepararlos.
—Sí, signore —respondió ella medio pasmada, dirigiendo una mirada de una casi obvia extrañeza al señor, pues era completamente inusual ver a Armando con el semblante alegre y radiante.
Si más bien lo asociábamos como un sinónimo de todo lo atrabiliario.
—¡Hey! —ululó Estefany—. ¿Y a qué se debe ese buen humor, tigre? ¿Alguna ocasión en especial? —indagó mientras lo saludaba con un muy expresivo beso pique en sus labios, sosteniendo unos instantes su rostro con ambas manos.
—¿Y por qué tendría que haber alguna? Estoy feliz porque hoy es un buen día, porque lo tengo todo: familia, dinero, salud, fortuna, un magnífico hogar y vida. ¿Por qué habría de estar de mal humor? —explicó Armando con una gran sonrisa, a la vez que con su brazo enganchado con el de su esposa se dirigían al comedor en específico, tomando asiento por consiguiente.
—Porque como últimamente il signore sempre anda tan gruñón —ironizó Emiliano, en medio de un suspiro—. Tanto que hasta a veces pienso que sicuramente hizo casting para ser don Grinch en navidad. —Fingía especular a la par que también se sentaba a la mesa.
Al contrario de Armando, mi hermano parecía estar de mal talante, o preocupado. Él y yo hasta ese momento no habíamos cruzado palabra, puesto que cuando vino junto a Diego en la noche y este se fue, vino a mi habitación, mas yo me había hecho el dormido para evadirlo. No tenía ánimos de hablar y menos de discutir, tanto que poco después cené a solas en mi cuarto.
—Emiliano —comenzó Armando—, soy consciente que me porté mal con ustedes últimamente, pero como ya les expliqué a tu padre y a tu hermano, fue porque estaba bajo mucha presión en el trabajo, anduve muy estresado. Estamos teniendo problemas en Armany, la otra empresa que manejamos Estefany y yo, ya sé que no es excusa, pero ponte en mi lugar. Necesitaba desahogarme, y lo hice de forma errada e injusta, te ofrezco ahora mis más sinceras disculpas, y te prometo que trataré de controlar mi temperamento. —Se disculpó, con un tono tan calmo que era atípico en él, colocando sus manos sobre la mesa.
Y en ese instante en que Armando dijo que tenía problemas con su empresa, inevitablemente recordé a mis padres, sobre todo a mi papá; y aunque él no se desquitaba con nosotros, estaba seguro de que si se hubiera desahogado y no se hubiese guardado tanta presión, estrés y zozobra, se habría sentido mejor. Así que en ese momento comprendí a Armando, lo hice plenamente, y asimismo entendí las razones por las que mi padre me pidió que lo comprendiese.
Recordé lo que les sucedió a mis padres a causa de aquellos negocios, de esos mentados problemas, provocando la fragmentación física de mi familia, y no quería que les sucediera lo mismo a mis tutores. De corazón no lo deseaba.
—No trates, contrólalo —espetó Emiliano—. Si tienes problemas desquítate con quienes te lo hayan causado, pues Manasés y yo ya no estamos dispuestos a aguantar tus malos tratos. Así que mejoras los susodichos hacia nosotros, o te vas de esta casa. —Lo amenazó de forma seria y contundente, pero no exaltada.
¿Era en serio? ¿Acaso mi hermano no recordaba que ese tipo de problemas generaron todo el caos y la angustia en nuestra familia? Todo lo que nos separó. Así que antes de que Armando dijera algo, totalmente indignado me adelanté yo:
—No es necesario que hables por mí, Emiliano —acoté cortante, mas sin mirarlo.
—¿Qué dic...? —articuló Emiliano, sorprendido por mis palabras, pero no lo dejé hablar.
—Lo que te digo es que hoy Armando ameneció con la mejor disposición del mondo y tú lo tratas así. De esta forma empeorarás las cosas —le reconvine tajantemente.
—¿Vas a defenderlo? ¿Después de cómo nos trató? ¿O ya olvidas cómo se refirió di mamma? —cuestionaba Emiliano, aún incrédulo.
Y era de esperarse, pues él no sabía lo que pasaba por mi mente en esos momentos, y tampoco tenía conocimiento de la conversación que Armando y yo habíamos sostenido la noche anterior. Aunque si se hubiese enterado del golpe que nuestro tutor casi me propinó habría enfurecido de seguro.
—Sí voy a defenderlo en esta occasione, porque me parece que estás siendo ingiusto. Sé que nos trató de la peor manera y de la forma en que se refirió di mamma no se la voy a perdonar facile. Sin embargo esta noche él me planteó comenzar de cero, y escuchando sus argumentos decidí darle una seconda opportunità. Todos merecen una dado el caso, non? —sentí la necesidad de reprocharle—. Como tú se la diste a Valeria, o como buscas otra en ya sabemos qué.
»—No obstante no eres el único quien la necesita, Armando se equivocó, pero quiere enmendar su error. ¿O no recuerdas lo que nos dijo papá? Habíanos dicho que Armando está estresado con su trabajo, y en ese rato parecióme una scusa típica y barata hasta hoy; pues hace unos minutos caí en cuenta que tiene problemas con su empresa, con Armany. ¿O tampoco recuerdas lo que sucedió con nuestros padres? Por colpa de unos mentados estafadores papá está preso y mamma, lejos. Y yo no le deseo ese mal a nadie —le expliqué, bajando mi tono de voz al final.
Todas las miradas estaban puestas ahora en mí, la mayoría con cierto pasmo por lo que acababa de decir, y quedándonos en silencio. Mi hermano me observaba con escrutinio, como intentando descifrar lo que pasaba por mi cabeza, hasta que dio un leve suspiro y respondió:
—En eso tienes razón —dijo un poco empático, para ahora sorpresa mía—. Yo también estoy sufriendo con la partida di mamma y con el hecho de que papá esté preso, te entiendo más que nadie. Pero en esas semanas yo no vi que cualquiera de los dos se desquitara con nosotros por sus problemas de trabajo, más bene, he de contarte algo: El día en que ellos me confesaron lo que ocurría en Vestirsi Bene, tú estabas en casa de Alan, ese día ellos me hicieron prometer que cuidaría de ti, y que te distraería di tutto problema para que no los notaras así de tensos y preocupados, o los sintieras ausentes.
»—No tienes idea de las incontables veces en que mamma fue a tu habitación siendo de noche para decirte lo mucho que te amaba. Ellos sabían mantener sua preoccupazione al margen, haciendo lo possibile para que no te afectara. No te he de negar que sí noté a Armando atrabiliario y estresado, pero no vi a Estefany así, y eso que Armany es de ambos. —Expuso su punto de vista haciendo de cuenta inconscientemente que él y yo nos encontrábamos solos, y no sonando alterado o enfadado, sino muy calmo.
En cambio, al oírse aludida e irrumpiendo con su serenidad medio indiferente, Estefany casi se atragantó con el jugo de naranja que estaba bebiendo, aunque procuró no ponerse a toser mucho y adquirió una extraña actitud que evidentemente era nerviosa —mas un poco efímera—, limpiándose así las comisuras de la boca con su servilleta, entonces procedió a hablar.
—No es que no estuviese preocupada, Em, sí lo estuve y estoy, pues es verdad lo que les dijo mi marido: estamos teniendo problemas con Armany. Solamente que, así como mencionaste el cómo sobrellevaban la situación tus padres, yo hago lo mismo, no desquito mis problemas con quienes no tienen nada que ver. Además sabes que empecé a practicar yoga y necesito tener paz mental. En cambio a Armando se le hace más difícil controlar su temperamento —parafraseaba Estefany pretendiendo continuar sosegada, no obstante asimismo con algunos resquicios de nerviosismo.
—Pero aprenderé a controlarlo, se los prometo —Armando volvió a participar de la conversación sostenida—; pues no quiero que en esta casa haya enemistades, peleas y disputas constantes, deseo más bien que todos nos llevemos bien, o que al menos nos toleremos, que haya armonía aquí. Yo he de poner de mi parte, sin embargo pido lo mismo a todos, cada uno debe colaborar para llevarnos mejor. Es lo que Lucía y Daniel desearían, ¿no?
—Lo sé —concordé yo, admirado por su buena disposición e iniciativa. Al parecer las cosas tendían a cambiar para bien—, y esta vez tiene razón, don Armando; a pesar de que hayamos tenido nuestras diferencias yo no les deseo ningún mal, ni a usted, ni a Estefany; y menos el que mis padres sufrieron. Así que yo también pondré de mi parte para que nos llevemos bene. —Le aseguré con gentileza y amabilidad, como raras veces hacía con él.
—Me alegra —Armando sonrió satisfecho—. Quiero que sepas, que eres como un hijo para mí, tú y Emiliano, ambos; Estefany y yo los consideramos como tal —aseveró Armando animosamente—. ¿Y tú, Emiliano? Estoy seguro de que también quieres solucionar las cosas.
—Como si tú quisieras realmente —fue lo único que mi hermano adujo con desgano y la vista baja.
—Bueno, voy a dejarlo a tu criterio. ¿Y cómo está Valerita? Supe lo que le pasó, de veras lo siento —le preguntó Armando con cortesía, cambiando de tema abruptamente.
—Como si te importara. Se me quitó el hambre, mi scusi con Esther —masculló Emiliano mientras se incorporaba—. Con permesso, me adelantaré a la università y avísenle a Bianco de que hoy solo llevará a Manasés a la scuola. Addio —se despidió ya hastiado de estar allí.
—Tranquilo, mi amor —intervino Estefany tomando de las manos a su ahora medio anonadado marido—, vas a ver que Emiliano va a reflexionar, si está así es porque su… noviecita se encuentra convaleciente, es lógico que esté susceptible. En eso se parece a ti, ambos no saben ocultar los efectos que os causan sus pesares —le decía mientras acariciaba repetidamente sus manos, con la mirada puesta ahí.
—Valeria no es su novia. —Le aclaré a Estefany cortante. Pues el tan solo escuchar su nombre me revolvía el estómago.
—Bueno… es como si lo fuera —Estefany se encogió de hombros—. Ya sabes como son esos dos, terminan y vuelven, terminan y vuelven. Es una ruleta de nunca acabar. —Alegó Estefany suspirando y volviendo la vista a su desayuno, y al escucharla me sobrevino cierta preocupación.
Pues Valeria no le convenía para nada a mi hermano, y yo no quería que lo mal influenciara. No otra vez.
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