CAPÍTULO 19: Celos enfermizos (Parte I)
Narrador omnisciente
Allí estaba Valeria, frente a ellos sin que se percataran; los observaba con furia, apretando los puños. ¿Emiliano tenía que fijarse en cada mujer que se le cruzaba? ¿Tenía que ser tan mujeriego? ¿Que no podía fijarse en ella? ¿Y todavía se atrevía a profanar SU LUGAR? Puesto que la cafetería donde estaban Emiliano y Diana era donde antes el primero se reunía con ella. Eran tantas preguntas que nublaban su mente, conduciéndola a la ira total.
En cambio Emiliano y Diana se habían olvidado por completo del mundo, nada importaba, excepto lo que estaban sintiendo en ese momento; se encontraban tan fundidos en ese beso que poco a poco se tornaba apasionado. No necesitaban hablar, no querían parar, todo lo que podían decirse lo decían en ese beso, que expresaba más que mil palabras. Sus lenguas jugueteaban una con la otra, encontrándose cada vez y con cada roce que se daban.
Sentían que estaban en el cielo, que las mariposas revoloteaban en sus estómagos, sensaciones tan agradables que jamás habían sentido de esa manera con nadie. Pero ese momento mágico, romántico y hermoso se interrumpió de repente, en un abrir y cerrar de ojos; fue como despertar de un hermoso sueño para enfrentarse con la realidad. Valeria separó abruptamente a Diana de Emiliano, jalándola de los cabellos. Ambos se quedaron anonadados un momento.
—¡Suelta a mi novio, maldita zorra! —vociferó Valeria totalmente enfurecida y fuera de quicio. Entonces Emiliano la reconoció de inmediato.
—¡Mas bene suéltala tú, Valeria! ¡Ella no te hizo nada! —Emiliano saltó a la defensiva intentando separarlas, Diana intentaba asimismo zafarse del agarre enloquecido de esa chica.
—¡Sí que me hizo, traidor! ¡Se está metiendo contigo cuando yo soy tu novia! —le gritó Valeria muy histérica, empero, no hizo falta que Emiliano las separara.
Diana aún con su aturdimiento encontró una fuerza que de golpe la hizo separarse de los agarres de Valeria; y necesitaba una explicación, ya. Emiliano aprovechó ese instante para agarrar a Valeria e intentar tranquilizarla.
—¿Te quieres calmar? ¡Tranquilízate, por Dios! —le exigió Emiliano con una autoridad que Diana jamás había oído en su voz, además el muchacho la sostenía de sus muñecas hasta casi lastimarla, pero tratando de medir sus fuerzas.
Diana siempre lo había visto actuar de manera pasiva, tranquila y tampoco imaginó que Emiliano tuviera novia. ¿Habría sido capaz de traicionarlas a ambas así?
—¡Yo también quiero una explicación, Emiliano! Dimmi, esta ragazza es tu novia ¿sí o non? —le demandó saber Diana de forma directa y tratando de calmar su reciente enojo. Tenía que haber una explicación razonable.
Emiliano, por su parte, pensó que Valeria, como siempre, tenía que arruinarlo todo. ¿Justamente debía hacer su gloriosa aparición cuando estaba a punto de confesarle sus sentimientos a Diana? ¿Después de meses prácticamente suplicando por su amistad decidía aparecer y armar una enfermiza escena de celos justo en ese momento? ¿Era en serio?
—No te hagas la gil, stupida —espetó Valeria, sin darle chance de hablar a Emiliano—. Que bene sabías que él anda conmigo; capisci? ¡¡CONMIGO!! ¡Estoy harta de las zorras que andan tras mi novio! Primero Andrea, ahora esta mojigata. ¿Cuál es la siguiente, eh, Emiliano? ¡¿Acaso alguna moza ofrecida de esta caffetteria?! —exclamaba furiosa e histérica; enfatizando la palabra «conmigo» y con ganas de volver a desgreñar a Diana.
—¿È vero, Emiliano? Per favore, dimmi que está mintiendo —le suplicó Diana con los ojos repentinamente llorosos.
Ella se debatía entre el súbito enojo, los celos, la tristeza y la decepción; o mejor dicho, la palabra exacta que describía lo que sentía en esos momentos era confusión. A Emiliano le partió el corazón verla así indirectamente por su causa, pero no era su culpa; asimismo tampoco la de Diana.
Él iba a contarle sobre su ex novia a su debido tiempo, por supuesto que sí, solo que Valeria había adelantado y precipitado las cosas. Y de la peor forma.
—Díselo, ¡dile que no estoy mintiendo! —nuevamente intervino Valeria—. Dile que tú eres mío. ¡Solo mío y de nadie más! ¡Menos de esta perfetta desconocida! —le exigía Valeria con gritos enteramente desquiciados.
Habían —especialmente Valeria— llamado la atención de toda la gente, de la que consumía en el local y de la que pasaba por allí. Todos se habían detenido a ver estupefactos la escena. Y el encargado del local no se atrevía a detenerlos por temor a ser agredido físicamente, puesto que Valeria estaba en un estado en el cual no podía razonar absolutamente nada y sus ojos rojos nublados de ira junto a sus gritos enardecidos delataban aquello.
—Por Dios. ¡Cállate y déjalo hablar! —se exasperó Diana—. Quiero escuchar una explicación de él, no tuya. Si eres su novia entiendo por lo que estás pasando y te giuro que no sabía nada hasta ahora, mi scusi. Pero aún así, lo seas o non, es muy feo el ser tan posesiva, pues Emiliano no es proprietà de nadie. Pareces desquiciada, me atacaste de repente sin escuchar nada; y quizá, me atrevo a decir, por eso Emiliano si es tu novio te engañe. Ahora vete; ¡vete que necesito hablar a solas con él! ¡O la que te va a desgreñar ahora voy a ser yo! —la amenazó Diana, exaltada ya; pero intentando controlar sus impulsos.
—A ver, atrévete, zorrita. ¡Hazlo, que no te tengo miedo! ¡Así vas a aprender que nadie, pero absolutamente nadie se mete con Valeria Bianchi y con lo que es de ella! —la retó desafiante, mirándola destelleante de furia.
Entonces Emiliano se hartó de la situación, o mejor dicho, del desquicio de Valeria.
—¡Yo no soy tuyo Valeria, ni nunca lo fui! ¡Entiéndelo de una vez! Non-ti-amo y tú estabas plenamente consciente de eso. —Le recordó Emiliano exasperado, enfatizando la frase donde le aseguraba que no la amaba.
—Me decías que era tuya en la cama. ¿Recuerdas, o te refresco la memoria? ¿Cuántas veces me dijiste que me deseabas? ¿No recuerdas lo apasionados que éramos? Me perteneciste, Emiliano y me sigues perteneciendo; porque esto es para sempre. Y sí, è vero que no me amabas, pero me prometiste que te ibas a enamorar de mí. ¡Y ahora debes cumplirme! —le mencionaba Valeria en un intento fracasado y vano de sonar seductora, estallando en un alarido al final.
La gente los miraba boquiabierta, impactada por las cosas terribles que estaban oyendo. Y a Diana se le empezaban a escapar las lágrimas. Miraba y oía todo con tristeza, cierta impotencia, decepción… sobretodo con incredulidad.
—Intenté enamorarme de ti, te giuro que día a día ponía empeño en eso. ¡Pero en il cuore no se manda, Valeria! ¡Algo que no aprendes ni entiendes! Y en ese entonces no había ninguna ragazza en mio cuore, hasta que tú te me declaraste. No obstante nunca pensé en ti como mujer; te consideraba mi amiga, la mejor que tenía, pero mandaste esa amistad al tacho. —Le reclamó Emiliano intentando hacerla reflexionar.
Sin embargo, Valeria estaba enceguecida por la ira, los celos y por algo más fuerte; factores que la impulsaban a actuar así.
—Yo nunca fui tu amiga, Emiliano; me hacía pasar por tal. ¡Sempre estuve enamorada de ti en silenzio! ¡Y tenía miedo de que me rechazaras como ahora estás haciendo! Me estás cambiando por una aventurilla —espetó Valeria con desprecio y el corazón furiosamente dolorido.
Diana soltó más lágrimas aún, cerrando los ojos. ¿Acaso estaba enamorada de un imposible? ¿Emiliano podía estar considerándola como una mera aventura, como un pasatiempo?
—Diana no es ninguna aventurilla para mí. —Afirmó Emiliano, para sorpresa de la susodicha—. Ella apareció en mia vita inesperadamente, sí, pero esto cuando tú ya habías terminado conmigo. ¿De eso sí te acuerdas? ¿Recuerdas cómo iba a rogarte que encontremos soluzione a tu problema y me evadías? Yo quise ayudarte, pero tú nunca quisiste mi ayuda. ¡Solo mírate ahora, en qué estado estás por colpa de eso! ¿Qué más podía hacer? ¿Suplicarte para sempre?
»—Yo sí quise darme una opportunità contigo a pesar de no amarte, pero desaprovechaste todas las que te di. Acéptalo, Valeria; tú me dejaste ir, tú misma mataste tutta possibilità de que yo vuelva contigo. Ahora está Diana, la amo y no he de cambiarla por nada ni por nadie, siquiera por ti. —Le explicó y aclaró Emiliano, tomando delicadamente las manos de Diana, empero, ella las apartó.
—Como usted diga, don Juan. Solo no vayas a contraer SIDA por cada zorra que tocas. —Escupió Valeria airada, entonces Diana no lo soportó más.
—Vete —le ordenó Diana a Valeria en voz baja, pero dolida. La aludida no se inmutó—. ¡Te dije que te vayas! O davvero vas a sacar lo peor de mí. Andiamo! eres una persona dañina —la encaraba, mirándola directamente a los ojos.
—¡A mí no me amenazas, zorra barat...! —le advirtió Valeria en respuesta, acercándosele violenta.
Pero no pudo continuar, puesto que se desmayó repentinamente y de forma estrepitosa, alertando así a toda la gente ahí, quienes se acercaron para asistir.
—Despierta Valeria, despierta… —Emiliano intentaba reanimarla dándole palmaditas en el rostro, el cual estaba muy pálido—. ¡Veloce, llamen una ambulanza! —pidió con desesperación.
Todo lo ocurrido en esos minutos, la furia e histeria de Valeria, el anunciar a los cuatro vientos temas personales y privados; y sobretodo ese desmayo tan repentino tenían una causa, un origen y no precisamente había sido Diana, quien solo fue un factor. Él ya sabía a qué se debió toda esa escena.
Minutos después llegó la ambulancia, cuyos paramédicos se pusieron a asistir a Valeria; e incluso se presentaron periodistas, puesto que las familias Coppola y Bianchi eran conocidas en la ciudad y un escándalo como ese llamaba mucho la atención, más conociendo que Emiliano y Valeria habían sido pareja.
Emiliano y Diana hicieron lo posible por esquivar a los molestos e insistentes periodistas, pero no sirvió de mucho, ya que por su parte algunas personas que habían presenciado el espectáculo para ganar atención y aparecer aunque sea un momento en televisión o por simple chisme, explicaban ante pantallas lo sucedido.
Fue como un milagro, pero lograron escabullirse. Entonces Emiliano condujo a la muchacha a un rinconcito que podía considerarse medianamente privado.
—Mi dispiace, Diana, per favore. Ni en un millón de años imaginé que Valeria iba a… —Emiliano se disculpaba con la joven, intentando explicarse; pero ella no lo dejó.
—Yo no iba a arrepentirme de aquel beso, Emiliano. Con él confirmé que estoy enamorada de ti, y pensaba confesártelo. Sin embargo, tampoco imaginé que eras de esa calaña —mencionó Diana llorosa, con la voz quebrada y decepcionada, queda.
¿Podía ser posible que sintiera romperse su corazón? ¿Que el caballero de novela que había imaginado solo fuera alguien a quien le gustaba jugar con los sentimientos de las chicas que le entregaban su corazón?
—¿De esa calaña? —articuló apenas Emiliano—. Diana, yo nunca te ment…
—No te mentí, solo te oculté la verità porque no me atreví a decírtelo. Per favore, Emiliano; esa scusa está muy utilizada, inventa otra —espetó Diana tratando de sonar irónica, pero la voz le salía quebrada.
—Valeria es un tema que te iba a contar en su momento...
—¿Y cuándo era el momento? —le preguntó Diana intentando sonar desafiante; reteniendo sus lágrimas, pero sin poder evitar que se le escapasen algunas.
—No lo sé, cuando la ocasión lo ameritase. Valeria es mi ex, Diana, ella y yo no tenemos ya nada que ver; ahora de quien estoy enamorado es de ti. Y además tú tampoco me contaste sobre tua vita amorosa. —Aseveró Emiliano con razón; entonces Diana se quedó callada unos momentos, era cierto y no podía negarlo.
—Es diferente —Diana dijo al fin—. Tu novia, ex novia o lo que sea, me agredió como una loca y sin darme una razón antes. En cambio yo no veo a mi ex novio por aquí, ¿o sí? —argumentó Diana; y era un buen punto según Emiliano.
—Lo sé, pero déjame explicarte; no fue mia colpa ni tampoco tuya. Valeria sempre fue y veo que sigue siendo muy posesiva y celosa, no fuiste la única a quien desgreñó. Me tacha de mujeriego, cree que tutta ragazza que se me acerca está enamorada de mí; eso hizo con Andrea, una ragazza que trabaja de mucama en mi casa y la pobre no había hecho nada. È vero que Valeria fue mi novia dos veces, la primera vez le terminé por las causas que ya te dije y la segunda vez hace algunos meses ella me terminó a mí, la quise ayudar con un problema y se rehusó a tal punto de terminarme.
»—La fui buscando pero me evadió, no quiso arreglar las cosas conmigo y en parte se lo agradezco, porque así pude conocerte y eso fue lo más lindo que me pasó. Per favore, Diana; que esto no arruine lo que estábamos formando, pues yo también estoy... —Le explicó Emiliano, queriendo tomarla de las manos y confesarle de una vez que correspondía sus sentimientos; pero un joven camillero lo interrumpió.
—Necesitamos que nos acompañe al ospedale para el traslado de la ragazza que se desmayó, Valeria Bianchi creo que se llama, hasta que podamos contactar a sua famiglia. Per favore.
—Sí… sí, ya voy; deme un momento per favore —pidió Emiliano consternado, queriendo retomar el hilo de lo que iba a decir, pero antes que se retirara el camillero Diana habló.
—Si es por mí que te quieres quedar, non ti preoccupare, ve. Tu lugar en este momento está junto a ella, por más loca y desquiciada que esté, te necesita. —Le aconsejó Diana a Emiliano, cabizbaja y suspirando. No sabía si creerle, pero de verdad quería darle un voto de confianza—. No te culpo, pero ahora estoy muy confundida y anonadada con lo que pasó. Necesito despejar mi mente… pensar bene las cosas. Te pido me des tempo hasta que aclare mis ideas y mientras tanto, no me vuelvas a buscar. —Le pidió Diana un poco más serena, pero sofrenando sus sollozos.
Y Emiliano lo notó, doliéndole en el alma verla así.
—No puedo ni quiero dejarte así, no quiero que estés triste por mi causa, aunque no sea en sí mia colpa.
—Espero que tu novia, o lo que sea, se ponga mejor. Ve, que te esperan —se despidió Diana reprimiendo lo más que pudo el llorar, pues no quería derrumbarse frente a él.
Y antes de darle tiempo a responder se alejó, rápidamente, pero a su vez con una lentitud tortuosa. Emiliano la observó irse, no obstante, alcanzó a decir:
—Yo también estoy enamorado de ti, Diana. Y no quiero perderte, pues eres lo más hermoso que me ha pasado en la vita. —Le confesó Emiliano asimismo con lágrimas retenidas y con toda sinceridad, aunque más para sí mismo.
Así comprendió que, a veces, el paraíso puede durar una fracción de segundos.
***
Manasés
Era domingo, y por la tarde recibí una llamada inesperada de Liliana, avisándome que su hermana estaba en el hospital. No era que Liliana fuese santa de mi devoción, pero se oía mal en el celular y supuse que querría algún apoyo. Así que me dirigí al hospital indicado por Liliana; y la coincidencia era que ese era el mismo donde trabajaba mi tío Leopoldo.
Llegué en cuestión de minutos y al entrar a la sala de espera encontré a Liliana, Diego y Emiliano allí. El primero parecía que consolaba a mi hermano, quien se veía mal, angustiado; Diego lo abrazaba amistosamente por la espalda.
Yo me sorprendí, pues nunca creí que Valeria le preocupara a tal grado.
—¡Emiliano! —llamé su atención. Él ni bien me vio se puso de pie y me abrazó de imprevisto, entonces le correspondí—. ¿Qué pasó con Valeria? ¿Tanto te afectó? —indagué con preocupación y extrañeza cuando nos separamos.
—¿Quién te avisó? Non… no deberías estar aquí —Emiliano negó con la cabeza, intentando serenarse y evadiendo mi pregunta.
—Manasés, qué buono que viniste —me recibió Liliana inmediatamente después que me visualizó, incorporándose y también abrazándome. Por lo delicado de la situación, por primera vez en mi vida le correspondí un abrazo—. No sabes cuánto te necesito en estos momentos... Mi scusi Emiliano, pero tuve que avisarle, davvero lo necesito a mi lado.
—Non ti preoccupare, Lily, no hay problema. Os dejo solos para que puedan hablar —mencionó mi hermano consternado y regresando con Diego, quien me saludó desde su asiento.
No sabía si ir con mi hermano o quedarme con Liliana, pues por increíble que pareciese él parecía más afectado que ella.
—¿Qué pasó? —le pregunté a Liliana, refiriéndome al incidente con Valeria.
—Se desmayó en plena calle. Creo que le subió la pressione o no sé, algo la hizo enfadar bastante sicuramente. Mia sorella es muy forte, aún no entiendo como pudo pasar esto. Estoy en la misma incertidumbre que tú —respondió Liliana con angustia, hecha un manojo de nervios.
Así que opté por algo que nunca en otra circunstancia lo hubiese hecho. Abracé a Liliana. Ella se quedó perpleja un momento por mi actitud, pero luego inmediatamente se aferró a mí, escondiendo su cabeza sobre mi hombro. Sin embargo, de repente pensé en Grettel y sentí una punzada de culpa. ¿Ella seguiría triste por mi causa? Aún así intenté descartar ese pensamiento, ya que era Liliana la que en ese momento estaba presente y a quien podía ofrecerle mi apoyo.
—Tranquilla, va a pasar —le aseguré mientras me separaba, esbozando una débil sonrisa.
—No sabes cuánto me reconforta el que me abraces así. Te lo agradezco en serio, nunca pensé que serías tan lindo conmigo. —Agradeció ya más tranquila, colocando un mechón de cabello tras su oreja, aún con desasosiego, pero obteniendo un cierto brillo en sus ojos.
—Liliana, no quiero que te hagas a la idea equivocada, lo hago porque sé que verdaderamente necesitas un apoyo y no puedo dejarte sola en un momento como este. —Le expliqué, procurando tener tacto en mis palabras.
—No importa, de todos modos grazie —Liliana sonrió fugazmente, volviéndome a abrazar, pero esta vez ya no le correspondí.
En eso mi tío Leopoldo se acercó a nosotros.
—Buenas tardes —llamó nuestra atención, entonces Emiliano y Diego se pararon y aproximaron de inmediato.
En esa ocasión ya no se dirigía a nosotros solo como amigo y familiar, sino más como médico por obvias razones.
—Solo díganos cómo está mia sorella —demandó Liliana, desesperada.
—¿Y más familiares de la paziente Valeria Bianchi? —indagó mi tío buscando con la mirada.
—Soy yo, ¿que no me ve? —espetó Liliana exasperada, entonces le pedí en susurros que se comportara.
—Eso lo noto, signorina; pero me refiero a los adultos encargados de la ragazza. Según lo que Emiliano me contó ustedes viven con su tía. ¿Ella está aquí o viven con otro familiar más? —preguntó mi tío sin perder su amabilidad.
—Mi tía no vino, no le importamos. Cuando Em le avisó ella dijo que mia sorella solo servía para quitarle tempo, dinero y que trataría de venir aquí, cosa que no creo sinceramente. Pero yo sí vine, así que al grano. ¿Cómo está Valeria? —explicó y solicitó saber Liliana tajantemente, con una notoria rabia retenida contra su tía.
Liliana intentaba ser fuerte y lo estaba logrando, pero solo Dios sabía cuánto estaba sufriendo seguramente por dentro al caer en cuenta que su hermana y ella estaban solas.
—Ella está mejor y de hecho ya despertó, pero las causas de su desmayo y los cuidados que debe precisar solo puedo explicárselas a los familiares encargados de ella. Es algo delicado, por eso requería de la presenza de su tía —expuso mi tío con preocupación.
—De eso non ti preoccupare, tío, yo sé qué pasa con ella; puedes hablarlo conmigo —afirmó Emiliano.
—Siendo así mejor, pero tenemos que hablarlo en privato —aseguró mi tío suspirando.
—¿Y yo qué? También soy familiar y más que eso, soy sua sorella y estoy preocupada por ella. ¿Solo porque tengo doce años me dejan de lado? También voy a hablarlo con ustedes —reclamó Liliana, encaprichada e indignada.
—Es que debo explicárselo a alguien mayor con detalles y no quiero aburrirte con tanto término médico. È vero que el tema es delicado, pero no es tan grave como piensas. —La tranquilizó mi tío, hablándole de manera suave.
—Va bene. ¿Pero me jura que mia sorella ya está bene? ¿Puedo visitarla? —inquirió Liliana para cerciorarse.
—De eso non ti preoccupare, que tua sorella ya está estable, que descanse unos minutos y ya podrás visitarla, yo te avisaré. —Le aseguró mi tío intentando sonar entusiasta, pero yo noté que el tema le preocupaba bastante, tanto como para ocultárselo a Liliana.
—In conformità —aceptó Liliana, bufando resignada.
—Manasés, Diego, distráiganla; procuren que no se altere, ni se acerque a escuchar. El tema es realmente serio y debe ser tratado con mucha discrezione, ella no debe enterarse bajo ningún motivo. —Nos recomendó mi tío hablando en voz baja, aprovechando unos momentos de distracción de Liliana.
Nosotros aceptamos e inmediatamente entonces se retiró con Emiliano.
—Chicos, ¿a quién se le antoja un gelato? Hay una gelaterie al lado del ospedale. ¿Se apuntan? Yo invito —sugirió Diego con su característico entusiasmo, aunque él y yo sabíamos que lo hacía para distraer a Liliana.
—¡Chiaro que me apunto! No voy a desaprovechar esta opportunità —aseguré divertido, entonces Diego y Liliana rieron levemente.
—Uhmmm, yo debo conservar la línea para llegar a ser tan guapa como mia sorella, pero siendo así… me apunto. Una dama nunca debe rechazar la invitación de un apuesto caballero —aseveró Liliana pícaramente y fue la primera en caminar.
Yo me encogí de hombros dándole a entender a Diego que ella era así siempre —aunque su reacción fuera un poco bipolar— y la seguimos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro