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CAPÍTULO 15: Cuestión de sentimientos

Narrador omnisciente

—¿Qué fue eso, Armando? —lo interceptó Penny en su despacho mientras él se bebía de un golpe un trago de vino. Armando no le respondió—. Escuché lo que le dijiste a Estefany. ¡¿Cómo pudiste?! —le reclamó indignada y en cierta forma despechada.

Aunque mentía en parte, ya que solo había oído hasta donde Estefany le reprochaba sarcásticamente a Armando el no saber usar preservativo, luego, dándose por satisfecha al creer cumplir su cometido se fue; pero a su vez sentía que le hervía la sangre por la manera en que él se refería de ella. Arribista. Aventurilla. No, eso no se quedaría así.

—Ya, ya, ¡cállate y lárgate de una vez! Me tienes harto. —Rezongó Armando irritado, sirviéndose otra copa de vino, pero Penny lo detuvo.

—Ya basta, a este paso acabarás borracho. Y luego estás criticando a Manasés —le reprochó Penny quitándole la botella y guardándola.

—Así que oíste todo, además de arribista eres una entrometida, te metes donde no te incumbe. —Le querelló Armando acercándose a ella amenazante, pensando que Penny había escuchado de principio a fin todo.

—Oí tutto Armando, tutto lo que les dijiste a Estefany y Manasés; hey, ¿il bambino está muy resentido, non? —destacó Penny burlona.

—Ese no es tu asunto, mas bien debería matarte. —Mencionó Armando con rabia, haciendo el ademán de querer asfixiarla; intuyéndolo ella se alejó unos pasos.

—Sí es mi asunto, ya viste lo que soy capace de hacer. Aprovechando la rabia que ese bambino ahora debe tenerte puedo darle más razones para odiarte; por ejemplo, puedo decirle que tú y tu querida esposa hicieron que metieran a su padre preso, o que nunca volverá a saber de su madre, o... —Lo amenazó Penny con satisfacción contando cada amenaza con sus dedos y mirando hacia arriba, pero de repente Armando aprisionó su cuello, interrumpiéndola.

—¡Ya cállate! Si no te callas ahora yo te callaré para siempre. —Le advirtió Armando gritándole en voz baja, soltándola de golpe.

—Entonces también callarás a tuo figlio que llevo en mi vientre. —Alegó Penny alterándose, posando sus manos sobre el susodicho.

—Por favor, tú y yo sabemos que es mentira, tal hijo no existe —espetó Armando.

—Sí es verità, no puedo creer que lo niegues. Mas bene debería ser una ventaja para ti, así les das menos opportunità a los Coppola de... —Argumentaba Penny, pero él la interrumpió haciendo el ademán de querer abofetearla.

—¡Cállate! ¿Que no te cansas de fastidiarme? —le replicó Armando con hastío y ella negó inocentemente—. Mañana a primera hora vamos a hablar con tu médico para verificar si es cierto o no.

—Hazlo, ve solo si quieres, te doy la dirección y tutto. O si quieres lo llamamos; sí, es más, lo llamaremos ahorita, tengo su número... —Penny sacó su celular y comenzó a marcar un número—. Listo, ya te lo marqué. Andiamo, llámalo —le instó extendiéndole su móvil y mirándolo de frente, señalando luego con la mirada al dispositivo.

—No seas estúpida, de seguro te le ofreciste, es así como consigues todo lo que quieres. —Alegó Armando algo inseguro y dándose vuelta, pensativo, pero sin demostrarlo.

—No me digas tus métodos. Además es un hombre mayor, no podría faltar a la ética de su trabajo —afirmó Penny con seguridad, guardando su teléfono.

—Pues con mayor razón, debe ser un hombre solitario necesitado de amor —ironizó Armando.

—Es un hombre con famiglia —aclaró Penny rápidamente.

—O quizá si estás embarazada, pero te revuelcas con tantos que... —Insinuó Armando, pero Penny lo interrumpió.

—Ah ya, cállate, me está cansando oír tanta estupidez. Este bebé es tuyo y punto —espetó Penny fastidiada.

—¿Ahora entiendes cómo me pongo cada vez que hablas, lo irritante que es?

—¡Ya! Si tienes dudas de la procedencia de mi bebé si quieres cuando nazca le hacemos una prueba de ADN y así verificarás que efectivamente es tuo figlio. Hasta quizá es un bambino, te serviría más que la figlia que tienes con Estefany; suena mejor un sucesor que una sucesora.

—Pero yo no quiero el hijo de una sirvienta y peor con la fama que tienes, a diferencia tuya Estefany sí es toda una señora. ¿Sabes la vergüenza que me harías pasar frente a mi círculo social? Estaría en la boca de todos —espetó Armando con desprecio.

—¿Y a mí qué? Ese no es problema mío, yo me sentiría orgullosa de ser la signora di Sandoval; y no he de desistir, lucharé hasta conseguirlo. —Aseguró Penny con orgullo e ilusión, abrazándolo por atrás.

—Si es que consigues luchar. ¿Sabes qué es lo mejor? Que me deshaga de ti de una vez por todas, te convertiste en un estorbo. ¿Y sabes qué es lo que hay que hacer cuando algo te estorba? Quitarlo de tu camino. —Escupió Armando soltándose de sus brazos y hurgando en un cajón de su mueble, entonces de repente sacó su pistola, apuntándole a Penny—. Y esta vez sí está cargada —aseguró sonriendo con sorna.

Penny se asustó un momento, pero optó por meditarlo bien.

—Hazlo, dispárame. —Lo desafió Penny acercándose a él y colocando la pistola en su frente—. Anda, apúntame bene, aquí en la frente; dispárame, mátanos a mí y a tuo figlio... Pero esa no es la forma de deshacerte de mí, solo llamarías la attenzione de todos, imbécil. ¿Qué tal si alguien nos está espiando? —cuestionó exaltada.

—No seas tonta, si alguien nos estuviera espiando ya habría entrado asustado a interrumpirnos o ya hubiéramos oido pasos. ¿Algo más que quieras decirme? —le preguntó Armando socarrón, estaba decidido a matarla.

—Por mí mátame, no me importa en realidad, así me libras de esta asquerosa e injusta vita; pero con eso no vas a solucionar tus problemas Armando, mas bene los vas a empeorar; como te dije, la soluzione no es deshacerte de mí. Además recuerda que hay cámaras de seguridad, la pistola tendría tus huellas dactilares, todos bajarían a ver qué pasó… Un disparo no es difficile de ignorar y les digas lo que les digas a la primera investigación descubrirían que el asesino fuiste tú. Así que, per favore, piensa muy bene lo que estás a punto de hacer. —Penny trató de hacerlo recapacitar; y Armando parecía pensarlo en serio, hasta que bajó el arma y volvió a guardarla.

Ante tal acto Penny suspiró disimuladamente de alivio, llevándose la mano derecha al corazón mientras Armando le daba la espalda.

—No dudes en que te mataré, no pienses que te libraste, lo haré cuando más desprevenida estés. Aunque debo admitir que tienes razón, por primera vez usas tu cerebro —admitió Armando.

—¿Por primera vez? Si sempre lo hago, además no quiero que te metas en problemas. Ti amo Armando y ti amo di verità, aunque me asesines nunca lograrás matar este amore que siento por ti... —Le afirmaba Penny de forma apasionada, como si nada hubiese pasado y abrazándolo de nuevo por la espalda, haciendo toda dignidad a un lado, pero él la interrumpió zafándose de sus brazos.

—Ya basta de cursilerías. Vamos admítelo, lo que realmente amas de mí es mi dinero y la fortuna que tengo, o el que te haga un favor sexual. Tu amor es interesado, como las de tu clase, me ves con cara de ingenuo o de idiota; pero déjame decirte algo: Conmigo no podrás, Penny. Lo mejor que puedes hacer es largarte de aquí, si lo que quieres es dinero te doy una muy buena cantidad para que desaparezcas. —Le propuso Armando hastiado, quería deshacerse de una vez de ella, sea cual fuese la forma.

—¿Perché piensas que solo estoy detrás de tu dinero? —le reclamó Penny indignada.

No soportaba aquella actitud de Armando.

—Es lógico, si solo fuera amor te conformarías con lo que te doy y punto, pero no te veo haciendo eso. Mas bien tú estás arrastrada por mi dinero, por eso fuiste a inventarle estupideces a Estefany. —Expuso y concluyó Armando airado.

—Eres el colmo, realmente me indigna que te refieras a nuestro figlio como una estupidez. ¿Qué tengo que hacer para que me creas? Y si fui a contarle a Estefany fue porque estaba dolida. ¡Tú me dejaste Armando y sin contemplaciones! No te importó nada… ¡no te importó lo que yo sentía y aún siento por ti! Te lo advertí y no me hiciste caso, yo solo cumplí con mi amenaza. ¡Y tuviste la desfachatez de convencer a Estefany de lo contrario! —le reclamó Penny completamente histérica.

Estaba realmente harta y dolida del trato que Armando tenía con ella. No quería rendirse, pero no sabía qué más hacer para retenerlo a su lado, obviando el pequeño detalle de su dignidad, la cual se encontraba por los suelos.

—Tú no estabas dolida, estabas ardida que es otra cosa; claro, si yo te dejaba se iba también la oportunidad de vivir como yo. —Argumentó Armando exaltado.

—¡Y sigues pensando que estoy detrás de tu dinero! ¡Por una vez en tua vita entiéndeme! Capisci! Estoy celosa, celosa de que la prefieras a ella y no a mí, yo soy más joven y más bonita que ella. ¡Cualquier hombre haría lo que fuera por estar con una mujer como yo! —protestó Penny ya fuera de sí.

—En eso tienes razón —concordó Armando y Penny se sorprendió, no se esperaba eso; pero él continuó hablando—. Cualquier hombre daría lo que fuera por estar contigo, ¿sabes quienes? Los viejos acabados y necesitados, los retrasados, los pandilleros, los borrachos de las cantinas y ni siquiera para tomarte en serio; tú eres la clase de mujer que solo sirve para un rato y luego se desecha para que otro se divierta con ella. Además yo no soy cualquier hombre, te utilicé y me divertí contigo, eres buena amante y muy hermosa lo acepto, pero en realidad nunca te amé, nunca me importaste y jamás lo harás. Para mí eres… una aventurilla y un trofeo más a la lista, alguien que me puedo coger cuando se me da la gana. —Le explicó Armando con crueldad.

A Penny inevitablemente los ojos se le llenaron de lágrimas, esas duras palabras habían sido como una profunda puñalada a su corazón. Se quedó estática sin pronunciar palabra, mientras el causante de la fragmentación que sentía en su alma sacaba nuevamente la botella que contenía aquel dulce y a su vez amargo licor de mosto, tal y como era el amor que creía tener por él.

¿Pero verdaderamente eso era amor? ¿O solo una desesperada aferración mezclada con un sentimiento irrefrenable de pasión? Mas ella no se hallaba en condiciones de discernir aquello.

—Por favor, si vas a llorar ve a hacerlo a otra parte; de verdad me cabrea la gente débil. —Le reprochó Armando irritado, sirviéndose otra copa de vino.

Para Penny esa fue la gota que rebasó el vaso, por un momento creyó que él se retractaría y se compadecería de ella, pero no. Era suficiente. Había soportado ya demasiada humillación y por su propio bien no podía hacerlo más, así que era hora de imponerse y demostrar quien tenía en sus manos a quien.

—Te arrepentirás di tutto lo que me dijiste, recuerda que te tengo en mis manos. Así como tú puedes cogerme cuando quieras, yo también en un chasquido de dedos puedo meterte preso. —Lo amenazó Penny intentando sonar firme y limpiándose las lágrimas.

Pues ya no permitiría que él la viese en ese estado, sino le estaría dando el gusto de verla derrotada.

—Ya me tienes aburrido con ese chantaje, el mismo chantaje de siempre. ¿No puedes amenazarme con algo mejor? Ya veo que tu cerebro no da para más —Armando suspiró—, de todos modos esta es mi respuesta: Si me denuncias tú entras a la cárcel junto conmigo, fuiste cómplice y eso también es un delito. Además yo tendré oportunidad de defenderme, recuerda que soy alguien con muchas influencias y ya sabes como es la gente de interesada.

»—En cambio a ti no hay nadie que te defienda, a nadie le importaría que estés allí; estarías sola y abandonada, te pudrirías allá dentro. A lo mucho tu pobre tía te enviaría un abogaducho, pero como sus recursos no le alcanzan... En fin, me cansé de perder mi tiempo contigo. ¡Ah! Y no bromeaba, estás despedida y yo veré cuando he de darte tu liquidación. Adiós —le aclaró y se despidió con truculencia, retirándose al instante.

Él sabía que el triunfo era suyo. Siempre era así y no importaba por quién tuviera que pasar.

—¡Los Coppola también eran gente con influencia y sin embargo il signore Daniel se está pudriendo en la cárcel y la signora Lucía acabó como una pobre inmigrante! ¡Lo mismo te puede suceder, Armando! ¡Y de aquí no pienso irme! ¡¿Me oyes?! —le gritaba Penny totalmente fuera de quicio, encolerizada; pero Armando ya se había ido. Al verse sola se apoyó y deslizó en la pared, hasta quedar de cuclillas; entonces se puso a llorar—. Esta… me la pagas; esto… no se va a quedar, así —determinó con rabia, entre sollozos.

Mientras tanto sin que se diese cuenta Rosita ingresó al despacho y se asustó más al ver a su sobrina tan desconsolada.

—¿Qué pasó, mia ragazza? Oí los gritos… ¿qué fue lo que le dijiste al signore Armando? ¿Perché hablabas de los Coppola...? —le preguntó Rosita dubitativa, agachándose a la altura de su rostro.

No sabía si consolarla o exigirle una explicación por lo último que había oído.

—¿Y a ti qué te importa, vieja metiche? —espetó Penny de mala manera, poniéndose de pie.

—No me digas así, soy tu tía y me preocupo por ti... —Le aseguró Rosita con preocupación, también incorporándose y tomándola de las manos; de las cuales Penny se zafó violentamente.

—¿Y a mí qué? Yo no te lo pedí. ¡Mas bene tutto lo que me sucede es a causa di te! —Penny la culpó histérica, sirviéndose una copa de vino y bebiéndosela de golpe.

—¿Perché dices eso? Si sempre te di amore, comprensione, traté de complacerte como pude... —Argumentó Rosita, pero Penny la interrumpió.

—¿Complacerme? ¡Si tú nunca me complaciste en nada! Lo único que tuve a tu lado fue miseria y no me vayas a salir otra vez con la estupidez de que tú fuiste quien me dio cobijo cuando no tenía a nadie. Cuando mamma murió… ¡Tú pudiste haberme dado en adopción, a una famiglia con buona posizione sociale que me hubiese podido brindar tutto lo que me hizo falta sempre y lo que tú nunca me diste! Cuán equivocada estabas… ¡Si los estudios no me sirvieron para nada! ¡Mira cómo acabé, como una miserable sirvienta! Esto no es lo que yo merezco... —Le reclamaba Penny totalmente fuera de sí y sollozando, desahogándose, mientras se servía otra copa de vino.

Quería olvidar lo miserable que sentía que era su vida.

—Y nunca me equivoqué, si hubieras estudiado ahora serías más que una sirvienta, te habrías superado... Te saliste de la scoula al empezar la secundaria, te hiciste a la rebelde sin causa, te ibas de parranda… Por más de que te ordené que enmendaras tu camino tú nunca me hiciste caso, de todas formas lo hacías a mis espaldas... —Le recordaba Rosita tratando de hacerla reflexionar, pero de nuevo Penny la interrumpió.

—Eso fue porque me metiste a una scuola de barrio, ¡donde todos eran unos nacos, tía! Yo quería estar en una scuola privata, de ser posible una istituzione prestigiosa. Pero no me escuchaste, ¡nunca te importó lo que yo quería, sino lo que tú creías que era mejor para mí! Y siquiera eso, ¿sabes qué creo? Que como no soy tua figlia creías que para ti era un estorbo y sempre trataste de hacerme la vita miserable. ¿Y te digo algo? lo conseguiste. —Le afirmó Penny con resentimiento y aplaudiendo de la misma forma.

—Estás equivocada, ya por Dios ¡madura! Tú sabes que mi economía no me alcanzaba para una istituzione privata, solo me habría endeudado y ni aún así hubiera podido pagar tu colegiatura; además te metí a la mejor scuola pubblica de la città. —Rosita suspiró—. Sempre tuviste techo, comida, possibilità de estudiar y amore; no entiendo de qué te quejas. —Exclamó endureciendo su tono, pero a la vez sonando suplicante.

—No lo entiendes… —Dijo Penny con sumo rencor, mirándola con desprecio, mientras volvía a hablar—. ¡Yo sempre quise más! Mira como visto, en qué condiciones vivo, ni siquiera tengo un trabajo digno y estable. Quiero una vita diferente, un hombre que me proteja y pueda brindarme los lujos y il amore que necesito, todos me miran como menos, por lo bajo… yo no merezco esto. ¿Sabes? Il amore della mia vita me rompió el corazón en mil pedazos porque cree que soy menos que él, que soy una escoria, me lo dijo… Con él tenía la opportunità de salir de esta pobreza, pero no he de desistir, tú ya no me vas a arruinar mia vita. —Elucidó y aseveró Penny con resentimiento y determinación, pero también con los primeros síntomas de embriaguez.

Bebía un trago tras otro y un trago tras otro casi sin parar. Tenía el corazón roto, pero por supuesto que ese no era el final.

—¿Es don Armando, verità? Penny, él está casado, no va a hacerte caso, solo va a destrozarte más el corazón y ya no quiero que sufras... —Rosita intentó hacerla desistir hablándole con comprensión, pero su sobrina nuevamente la interrumpió.

—¡No me importa! ¡Parece que tú no quieres que yo sea felice, así sempre ha sido y yo sempre lo supe! No obstante esta vez no vas a salirte con la tuya, como te dije, ya-no-me-vas-a-arruinar-mia-vita —enfatizó Penny con detenimiento en cada palabra—. Además Armando va a pagar por todas las veces en que me humilló, pero va a acabar rendido en mis brazos… Así que deja de estorbarme en mis decisiones, que me avergüenzas. ¡Y lárgate de aquí! ¡Quiero estar sola! —la expulsó histéricamente, desvariando.

—¡Pero ya deja de beber! Te hace daño, beber no va a hacer que olvides tus problemas, dame la botella… —Le pidió Rosita intentando quitársela, pero Penny se encaprichó y puso una cara bastante furiosa y diabólica que asustó a su ya turbada tía.

—Te dije, que me dejaras ¡sola! ¡¿Que no entiendes?! ¡Laárgate! —le exigió Penny colérica y fuera de quicio, entonces Rosita salió corriendo del despacho y cerró la puerta.

Ni bien salió se dirigió a su habitación con pasos trémulos, cerró la puerta, se sentó sobre la cama y se puso a llorar; no entendía por qué su sobrina la hacía sufrir de esa forma, si para ella Penny era como su hija y en lo que recordaba nunca la maltrató, había actuado con ella como lo haría una madre. Rogaba a Dios que la vida le diese una dura lección a Penny para que recapacitase y con el tiempo cambiase.

***

26 DE JULIO DEL 2010
Génova, Italia

Manasés

Al día siguiente de mi disputa con Armando amanecí con un intenso dolor de cabeza, era la primera resaca de mi vida.

Para mi desgracia recordaba todo lo acontecido la noche anterior; aunque hubiese preferido olvidarlo, había hecho el ridículo junto a Peppino y lo sucedido con Armando aún hacía gran mella en mi corazón. Lo peor era que ese día era lunes, tenía clases y ese dolor de cabeza no me permitiría concentrarme en nada.

Para fortuna mía Emiliano me pidió licencia en el instituto, cosa que le agradecí durante los breves minutos en que nos vimos en la mañana; él quería hablar conmigo, pero le pedí que fuera en la tarde debido al dolor, cosa que comprendió. Me dio una pastilla y con un abrazo fraternal me pidió que no estuviera triste, prometiéndome que todo estaría bien. Asentí y le pedí disculpas por mi comportamiento del día anterior. «Tranquillo» fue lo único que dijo esbozando una sonrisa y luego retirándose.

Su intención era muy buena, pero las dudas, presentimientos y punzadas en el corazón eran difíciles de evadir o ignorar. Las palabras de Armando, Patrick y Peppino se reproducían como un interlocutor en mi cabeza.

¿Emiliano estaría sintiendo algo similar?

Decidí despejar mi cabeza, entonces me di una buena ducha y me la pase durmiendo toda la mañana. Hasta que al mediodía Armando y Estefany regresaron de la empresa y nos reunieron a todos en la sala, incluyendo sirvientes. Estefany se veía muy sonriente.

—Armando, si quieres decir algo dilo y ya. —Le exigió Emiliano tajante, yo concordé, pues no soportaba verle la cara a Armando. Me preguntaba hasta cuándo haría el papel de nuestro tutor.

Aclarar que Emiliano ya había regresado de la universidad.

—Penny ha sido despedida. —Anunció Armando sin más e inmediatamente volteé hacia Rosita, quien con la cabeza gacha y los ojos cerrados derramaba lágrimas, como si estuviese resignada.

Lo deduje, ella ya lo sabía.

—Pero, perché? —preguntó Bianco desconcertado; no era que Penny fuese santa de su devoción, pero la curiosidad y discreción eran cosas que no podía eludir—. Digo, sabemos que Penny no trabaja mucho y ustedes también lo sabían. ¿O es que lo analizaron y se decidieron a despedirla? —murmuró osadamente, pero a la vez con una timidez que era inusual en él, agachando la cabeza.

Aún así todos lo miramos fulminantemente; más que por Armando y Estefany era porque no debía decir esas cosas delante de Rosita, quien amaba a Penny como nadie en la vida.

—Bianco, cállate o también serás despedido. —Lo amenazó Estefany sonriéndole entre dientes.

Mi scusi, signora —se disculpó Bianco.

—Si les vamos a explicar lo que sucedió es solo para que estén informados y no nos incomoden con preguntas, absurdas —dicho aquello Estefany le fulminó con la mirada a Bianco—. Mi amor, explícales —le pidió a Armando cambiando radicalmente su expresión a una de ensueño.

—Penny fue despedida porque como todos ustedes saben, ella era una vaga sin utilidad en la casa; si no la despedí antes fue por Rosita, pero si decidí despedirla ahora fue porque ya rebasó los límites. Por la noche agredió verbalmente a mi esposa y lo que pasó hoy por la mañana fue el colmo, ingresé a mi despacho y la encontré tirada en el suelo, semi-inconsciente sosteniendo una botella de vino. No estaba en sus cabales y según me dijo había estado bebiendo toda la noche, estaba totalmente borracha. ¿Quien se creyó que es? Nosotros le dimos techo, trabajo y salario a pesar de que no se lo merecía. No vamos a tolerar semejante actitud, así que a partir de ahora ella ya no trabaja con ustedes. —Anunció Armando cortantemente y con cierto fastidio.

Aquello no era una mala noticia, pues Penny no era del agrado de nadie; excepto para Rosita, ella estaba destruida con esa noticia.

—¿Y dónde está Penny? —les preguntó Esther.

—En su habitación, la muy vaga debe estar durmiendo, por ello supongo que hasta ahora no ha despertado; por hoy la dejaremos descansar, con resaca no va a coordinar bien las cosas. Pero mañana mi esposa y yo le daremos la noticia personalmente y le daremos hasta la noche para irse, así que, ya saben. —Terminó de decir Armando y se retiró junto a Estefany.

Rosita también se fue casi al instante, ya sabíamos adónde.

—Al fin ponen en su lugar a la altanera esa —festejó Andrea animada.

—Era insoportable —concordó Abigail, suspirando.

—No hablen de esa forma, solo Dios sabe lo que Rosita debe estar sufriendo con esto. En vez de alegrarnos debemos apoyarla —les aconsejó Esther con seriedad y preocupación.

—Sí, en eso tienes razón… —concordó Andrea mordiéndose el labio inferior dubitativamente—. Aunque debes admitir que ella se lo buscó.

—Lo sabemos, pero en vez de juzgarla debemos pedir a Dios para que cambie —acotó Esther.

—Aunque también hay otras personas que asimismo deberían recibir una lección que los haga recapacitar. —Comentó Emiliano con algo de rabia, entonces todos volteamos hacia él.

Ahí se dio cuenta que había pensado en voz alta, aunque yo ya sabía de quién hablaba y a qué se refería.

—¿Y perché dice eso? —le preguntó Andrea desconcertada.

—Non, nada, olvídalo; pensaba en otra persona. Pero ya debo retirarme también, Manasés ven conmigo, necesitamos hablar. Cuídense —me avisó Emiliano mientras le daba un beso en la mejilla a Andrea a modo de despedida y se despedía del resto.

Luego se puso a subir escaleras arriba, retirándose y yo lo seguí, suspirando, posiblemente me esperaba una reprimenda. Andrea se había quedado estática y muy sonrojada.

—Buono, yo ya me tengo que ir a trabajar, hasta la noche. —Se despidió Bianco dejando a Andrea, Abigail y Alena solas, puesto que Abigail casi nunca se despegaba de mi hermanita, la cuidaba como una madre.

Y Bianco también trabajaba como un taxista público en su tiempo libre.

***

Narrador omnisciente

—¿Y qué fue eso que te quedaste parada como una estatua? Ay, si vieras tus mejillas, están más rojas que la sangre. —Le indagó y comentó Abigail picaronamente a Andrea con Alena en brazos.

—Si es sangre lo que se me subió a las mejillas. —Afirmó Andrea acaloradamente mientras se abanicaba con las manos.

—¿Pero quién la habrá hecho subir, non? —le insinuó Abigail con picardía.

—Ay, ya, no molestes. —Le pidió Andrea avergonzada mientras agachaba la cabeza.

—Parece que al joven Emiliano le gustas cada vez más —aseguró Abigail con emoción.

—¿Tú crees? —le preguntó Andrea de forma tímida, levantando la cabeza levemente; entonces Abigail asintió emocionada.

—Clarines que sí, si notaras como te trata, como te mira… Por ejemplo, ¿no notaste que hace un momento te dio un beso de despedida solo a ti y a nadie más? O las atenciones que inconscientemente tiene contigo, como la vez que estabas atareada de trabajo y él te lo lavó los platos. O mejor aún, la vez que te defendió ante la petulante de Valeria y eso que era su novia. No tiene ese tipo de atenciones más que con Rosita, ya que es sua bambinaia, pero contigo es diferente. —Explicó y concluyó Abigail con entusiasmo.

Lo pensaba y su mejor amiga y Emiliano sí hacían bonita pareja. La personalidad alegre de Andrea contrastaba perfectamente con la caballerosa y empática de Emiliano. Pero conociéndolo lo más seguro era que él no diese el primer paso, en cambio Andrea era más consciente de sus sentimientos.

—Creo que tienes razón, te lo giuro, el joven Emiliano es el príncipe de mis sueños, mi caballero andante... —Mencionaba Andrea con ensueño, pero se detuvo abruptamente y lo meditó con tristeza, sentía que no debía hacerse muchas ilusiones—. Pero, quizá solo sea una sirvienta más para él o no vea en mí más que una buena persona, esa vez me dijo que disculpara a Valeria, que no sabía lo que decía… Y vaya que sí lo sabía muy bene.

—Una buena persona, la ideale para amar; es solo que el joven Emiliano aún no sabe que estás enamorada de él, pero en cuanto lo sepa va a reaccionar. Andy entiéndelo, eres la candidata perfecta para él; eres joven, hermosa, sencilla, trabajadora y de buenos sentimientos; no veo razón por la que él no pueda fijarse en ti, y sería muy tonto si no notara tus buenas cualidades como persona. —Explicó Abigail con cierta determinación.

Andrea pensó muy bien las palabras de su mejor amiga, ella tenía argumentos fuertes y válidos, además sí era consciente de sus propias cualidades. Pero, a su vez, Emiliano era sinónimo de un posible inalcanzable; pues ya eran años trabajando juntos, ¿y así de repente se fijaría en ella?

Por otro lado nada costaba soñar.

—Tienes razón —Andrea se mordió el labio inferior, con expresión dubitativa—, pero, a pesar de estar enamorada de él no lo conozco muy bene, nunca hablamos el uno sobre el otro; tutto se limita a estar expectantes de lo que sucede en esta casa. —Decía, pero en medio de sus propias palabras una nueva duda y con mucho peso surgió—: ¿Qué tal si continúa tras las caderitas de la cara de papa de Valeria? ¿O si tiene nueva novia? Y una con billete con la cual unirá fortunas, la rubia sexy que hará tutto lo possibile por separarnos, contando con el apoyo de los patrones tan solamente por su dinero. —Adujo con tristeza y desilusión, enfrascándose en su propio drama.

—Ay, ya, olvida a la Malaria; oí que ni quiere dar la cara ante el joven Emiliano, ya sabes, por lo que pasó. Y respecto a lo otro que dijiste, deja ya de ser tan dramática; si es así como dices, mejor. Como en las telenovelas, en este caso tú eres la buona, la cual sempre le gana a esa rubia, haga lo que haga ella o los padres ambiciosos del galán; en este caso, tal vez tutores. A suo amore lo ponen como impossibile pero sempre triunfa y es necesario que tengan que atravesar varios obstáculos juntos, para probar el susodicho. ¡Mira! serías una perfecta protagonista de novelas tú. —Bromeó Abigail divertidamente, infundiéndole ánimos a su amiga.

—¿Tanto así? —preguntó Andrea picaronamente, contagiándose de las buenas vibras de su amiga.

—Tanto así, ya verás que tengo razón, solo dale tempo al tempo. —Le aconsejó Abigail tomándola de las manos.

—Tienes razón, así que es necesario que empiece a hablarle más a Emiliano, para que vayamos tomando confianza y conozcamos los defectos y virtudes del otro. Porque si hacemos las cosas de forma precipitada nuestra relazione no durará ni una semana por los malos entendidos, y yo quiero una relazione estable. —Comentó y aseguró Andrea con emoción y dando brinquitos de felicidad, escapándosele su ilusión interna ante la última frase.

—Así se habla amiga, proclámalo por fe; vas a ver, él va a caer rendido a tus pies. —Aseguró Abigail uniéndose al entusiasmo de su amiga.

Andrea y Abigail desde que la última se había unido al entorno de los Coppola se habían hecho muy buenas amigas, eran casi inseparables.

Por su parte Andrea ya comenzaba a proyectarse en la cabeza una película de amor con Emiliano y estaba casi decidida a conquistarlo, las palabras de Abigail le habían infundido el suficiente optimismo.

Sin embargo, había algo que ella no sabía.

***

Manasés

Cuando Emiliano y yo llegamos a mi habitación ambos tomamos asiento sobre mi cama. No hablamos inmediatamente, cavilábamos en las palabras correctas que emplearíamos. Aunque el silencio no era para nada uno tenso, decidí empezar yo.

—Antes que digas nada, siento lo que pasó ayer, y más el no haberte abierto la puerta, davvero estaba mal. —Me disculpé con mi hermano cabizbajo.

—Non ti preoccupare por eso —Emiliano suspiró—, te entiendo muy bene y también lo hablaremos. Primeramente quiero que me expliques il perché te fuiste a cenar con un desconocido a horas de la noche, y peor aún, sin permesso. —Exigió saber sonando como tal padre que exhorta a su hijo.

Admitía que había hecho mal, preocupé mucho a mi hermano y a Rosita; pude haberle dicho que no a Peppino, pero tampoco quise parecer descortés, puesto que él —según me dio a entender— era de las personas que juzga precipitadamente y no quería que tuviera un mal concepto mío.

Era el papá de Grettel después de todo, y al recordar en ese momento su propuesta de viajar a Buenos Aires y sus buenas intenciones conmigo, salté a defenderlo.

—Primero, no es un desconocido, es el padre de Grettie y Diana. Secondo, las cosas se dieron por sorpresa, yo no planeaba irme a cenar con ellos, no obstante tampoco podía ser descortés con la invitación que tan gentilmente don Pepe me hizo. Y tercero, sí quise avisarles o al menos pedirles permesso, pero sabes que Armando me hubiera dado un rotundo non, como me odia… —lo recordé con rabia—. Y sí os llamé a ti y a Estefany, pero nunca contestaron y cuando le llamé a Rosita mio cellulare se apagó por baja batería. No fue del tutto mia colpa —expliqué todo lo sucedido, sin embargo Emiliano me seguía mirando reprobatoriamente.

—Pudiste haber llamado a la casa.

—No se me ocurrió —admití cubriéndome la cara con ambas manos—. ¿Pero no te dije que il cellulare se me apagó? —más que preguntarle se lo afirmé, mirándolo como a un tonto al reparar en ese detalle.

—Pudiste haber llamado de un teléfono pubblico, o don Pepe tampoco te iba a dejar. —Ironizó Emiliano, ahora era él quien me miraba como a un mentecato y tenía razón; en ese momento me sentí la persona más tonta del planeta.

Mi dispiace, te giuro que no se me había ocurrido —me disculpé auto recriminándome.

Emiliano me sonrió de medio lado, pero la sonrisa fue un tanto efímera.

Va bene, comprendo que te haya tomado por sorpresa y que ese signore sea tan persuasivo como Diana y tú me contaron; pero, ¿tenías que beber tanto vino? —esta vez Emiliano me miró recriminatoriamente—. Solo analiza en el estado en que llegaste anoche. Tienes doce años, aún no tienes edad para eso y ese signore sea el papá de quien sea es un irresponsable; cualquier adulto cuerdo y con sentido común no te lo hubiera permitido. —Me llamó la atención con absoluta seriedad, serenidad y firmeza en su voz, pero sin alterarse en lo más mínimo.

Di verità lo siento, sé que lo que hice estuvo mal, pero en serio no me di cuenta mucho de lo que hacía; puede que don Pepe sea como dices, sin embargo no es malo, de hecho es una buena persona. Es genial, alegre, divertido y muy generoso. Aunque ya sé que no debí ir sin autorizzazione, pero creo que esa cena me cayó como pan del cielo. —Aseguré sonriendo con satisfacción, pensando en la propuesta de Peppino.

—¿De qué hablas? —me preguntó Emiliano extrañado.

—Antes prométeme que lo que te voy a decir lo tomarás con calma. Al principio te parecerá una locura, pero cuando termine de contarte la idea te parecerá en extremo genial. Es más, ahora que lo pienso, ¿perché no se nos ocurrió antes? —le anticipé con emoción y nerviosismo a la vez.

Pero por otro lado tenía temor de que la idea no le agradase. De verdad quería contar con mi hermano en aquello, la reacción que tendría era muy importante para mí.

—¿Qué idea es esa? —Emiliano me miró con suma atención.

—Don Pepe y sua famiglia como ya sabes son titiriteros migrantes y en Italia no les va muy bene, don Pepe piensa que en Argentina está la puerta al éxito, así que planea mudarse allá; pero necesita recursos… —Le fui explicando con calma, pero Emiliano me interrumpió.

—Ya entiendo, quiere solicitarnos un préstamo. —Concluyó, pero no de mala manera.

—Non, ¿no te digo que se va a mudar? Lo que me propuso fue que le prestara a Amedio para sus funzioni y a cambio... —Hice una pausa, para después soltarle de sopetón—: Nos llevará con él a Argentina. —Solté por fin, expectante de su reacción.

Emiliano se quedó callado un buen momento, pensativo, con expresión neutral pero concentrada. Pasó aproximadamente un minuto y él habló. El corazón me latía un poco más rápido de lo normal.

—¿Y cómo le haríamos? Hasta ahora no tenemos ninguna notizie reciente di mamma. —Argumentó Emiliano con algo de tristeza y nostalgia.

—Precisamente por eso es que quiero ir allá, para saber de ella, visitarla, abrazarla… ¿Tú no?

—Chiaro que sí —Emiliano me sonrió poniendo su mano sobre mi hombro, lo que yo entendí por una aprobación a la idea. Estuve a punto de celebrarlo, pero mi hermano añadió—: Sempre y cuando vaya yo contigo; pero, muy aparte, ¿ese signore estaba en sus cabales cuando te lo propuso? Porque si te invitó vino es impossibile que él no haya bebido, es cuestión de lógica.

—La verità sí bebió… —Admití, no obstante tuve que reforzar lo dicho—: ¡Pero estoy sicuro de que recuerda lo que dijo! Lo decía con mucha seguridad.

—¡Ahora con más razón debo hablar muy seriamente con él! —exclamó Emiliano de imprevisto—. En ese momento era el adulto responsable de ti… Buono, al menos él te trajo a casa, verità? —indagó Emiliano intentando tranquilizarse.

A él no podía mentirle, habíamos prometido decirnos la verdad siempre y no pensaba engañarlo. Debía enfrentar las consecuencias de mis actos.

—Indirectamente non… —Sin embargo, respondí sin mucho convencimiento, dando hincapié a una posible omisión.

—¿Cómo que indirectamente non? Explícate. —Exigió mi hermano mayor poniendo el semblante más serio que pudo.

—Pues… él estaba tan ebrio que fuimos a su casa primero, lo dejamos allí, se quedó casi inmediatamente dormido y… Diana sacó dinero de sus ganancias de la funzione para pagarnos un taxi y fue ella la que me trajo junto a Grettel. —Narré, procurando no hacer sonar muy grave mi descripción de los hechos, mas Emiliano me interrumpió.

—¿Cómo? —mi hermano frunció el entrecejo—. ¿Diana y Grettel fueron contigo? —quiso confirmar un poco incrédulo.

—Pero Diana solicitó que quien condujera el taxi fuera una mujer, non ti preo... —Aclaré rápidamente, intuyendo el estado de alarma de mi hermano, quien justamente me volvió a cortar.

—¿Cómo quieres que no me preocupe? Lo repito y lo sostengo, ese don Pepe es un irresponsable. ¡Ni siquiera te trajo a casa! Diana y Grettel son unas señoritas, ¿si les pasó algo? Ellas estaban solas en el taxi, su padre debió intuir que pasaría eso. Y si a ti te hubiese pasado algo yo... —Mencionaba Emiliano con una reciente desesperación, por ello tuve que interrumpirlo.

—Tranquillo, nada nos pasó, llegamos bene a casa. —Lo tranquilicé y le di un abrazo para reconfortarlo.

Él correspondió, aferrándome hacia sí. Con eso pareció tranquilizarse un poco luego, pero me había contagiado su inquietud. ¿Grettel y Diana habrían llegado bien a su casa? Lo más probable era que sí, mas no pude evitar que el corazón me latiera con fuerza y que tuviera algunas punzadas de culpabilidad. Nunca fue mi intención preocuparlo.

Desde un punto de vista realista sentimental, solo nos teníamos los dos. El uno al otro, no podíamos perdernos y debíamos estar más unidos que nunca.

—¿Podemos ir a verlas? Ricordo por dónde viven. —Le pedí, podía estar exagerando, pero necesitaba quitarme esa incertidumbre de encima.

Y sabía que Emiliano también.

—Por supuesto, eso giusto iba a proponerte. Tengo que ver cómo está Diana, y sua sorella también, chiaro. Además su padre debe darme explicaciones por lo sucedido ayer —determinó mi hermano incorporándose.

—¿Nos vamos ahora? —quise saber, poniéndome de pie también.

—Sí, chiaro, si ya te sientes mejor —hizo alusión al dolor de cabeza.

—Ya es poco lo que me duele. Sto bene —afirmé. Y era verdad.

Andiamo entonces. Prometo que al volver continuamos hablando, estoy considerando seriamente lo de ir a Argentina —Emiliano me sonrió genuino, a la par yo también le sonreí breve.

—Tenemos que hacerlo, por mamma. Puede que ella esté precisando de nuestra presencia, o recordar que no está sola. —Así como yo también necesitaba de ella, pero a la vez salir de toda duda.

Per favore, Manasés, que estos deseos por viajar no sean por dudar di mamma. No lo haces, verità? —mi hermano me miró fijamente a los ojos y posando sus manos sobre mis hombros, como intuyendo lo que pasaba por mi mente.

Me quedé callado. No supe qué responder ni qué decir. Me sentí culpable, un mal hijo. Si la situación hubiese sido al revés mamá habría confiado en mí. ¿Por qué no lo hacía yo? ¿Qué me costaba darle un voto de confianza?

La mirada un tanto desilusionada de Emiliano me confirmó que mi silencio lo había dicho todo, incluyendo mi creciente culpabilidad.

—Te entiendo, davvero lo hago. Pero, per favore intenta no hacerlo. No hagas caso a las palabras de Armando, ten fortaleza y ánimo, ¿sí? —mi hermano puso su mano tras mi cuello—. Mamma nunca nos abandonaría ni se olvidaría de nosotros. Nunca. Il amore tan grande que nos tiene hace aquello impossibile.

Y se hicieron unos segundos de silencio, Emiliano apartó su mano y sus palabras me calaron hondo. Entonces lo decidí. No más dudas, no más desconfianza. Gianna Lucía era mi madre y el lazo que nos unía era tan fuerte que no debía darle el gusto a Armando de creer que podía romperlo. Además, si mi padre se hubiera enterado de aquello su decepción posiblemente no hubiese sido minúscula.

Mi dispiace —me disculpé, cabizbajo.

—No lo sientas; eres un bambino aún, es normale que sientas dudas. Pero recuerda que debes ser forte y tener fe in mamma, que pronto tendremos noticias suyas. Recuérdalo cada vez en que te sientas decaer, va bene?

Asentí.

—Lo haré, te lo prometo.

—Andiamo —dijo Emiliano, esbozando una comprensiva sonrisa y dando media vuelta.

Me puse una chaqueta encima y lo seguí, meditando internamente. Sería fuerte, lo sería por mis padres, por mi hermano, por nuestra familia. Pues a pesar de estar separados el vínculo que nos unía era indestructible.

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