Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 13: Desacuerdos y encuentros

25 DE JULIO DEL 2010
Génova, Italia

Manasés

Ese mágico domingo después de observar el atardecer, volví inesperadamente tarde a casa, a eso de las 19:30PM. Extrañamente Emiliano regresó casi inmediatamente después que yo, ambos estábamos pensativos y parecíamos dos tontos enamorados, ninguno cruzó palabra alguna más que un «hola» hasta ingresar a la casa.

Pero la noche no culminó de bonita manera como lo había sido el día, pues nos esperaba un furioso Armando y una preocupada Rosita. Al enfrentar a Armando, Emiliano inventó improvisadamente que habíamos ido a la biblioteca y yo concordé. Armando nos prohibió salir y nos decomisó la televisión por toda esa semana a modo de castigo, además de una buena hora de una dura reprimenda y palabras ofensivas; luego vino el sermón de Rosita, aunque eso fue más soportable que lo anterior.

Pero en fin, esa semana transcurrió con normalidad, o casi; no podía dejar de pensar en Grettel y Emiliano andaba también como idiotizado y lo más raro era que parecía haberse olvidado de la existencia de Valeria por completo. Ninguno de los dos nos contábamos por qué ni hablábamos más de lo necesario, cada uno andaba en su mundo mental. Hasta cuatro días después de ese domingo acabamos contándonos todo y fue una verdadera sorpresa que ambos hubiésemos reencontrado a las hermanas Morselli el mismo día, y viendo el mar.

Las coincidencias sí existían. Y siguen existiendo.

Durante esa semana y la siguiente había ido a visitar a Grettel y cada vez intimizábamos más como amigos, pasada una semana más planeaba presentársela a mi padre y a mi hermano. Ella poco a poco perdía su seriedad, pero su timidez se mantenía aún.

Ya había llegado el siguiente domingo y había ido a jugar videojuegos con Alan por la mañana. Luego caminábamos sin rumbo a la par que sosteníamos una conversación.

—¿Así que se llama Grettel? Lindo nombre —comentó Alan con una media sonrisa, jugueteando con Amedio que estaba en mi hombro, mientras le iba contando sobre ella.

—Sí que lo es. —Concordé, recién me había animado a referirle sobre mi nueva amiga.

—¿Y en serio ti piace estar con ella? Si las ragazze son pesadas. —Alegó Alan pateando una piedra en su camino.

—Ella non y no sé explicar perché, ella es... Solo sé que es diferente y speciale —admití pateando otra piedra también.

—¿No será que te estás enamorando? —me insinuó Alan burlonamente.

—Non! Ni lo digas, suficiente tengo con que Liliana se arrime de mi pierna. —Repuse con estremecimiento; aún no quería reconocerlo frente a Alan ni frente a nadie, puesto que ni yo estaba seguro.

—Si es más tolerable que Liliana y que las ragazze di la scuola, no es tan grave —argumentó Alan encogiéndose de hombros—. Y espero no sea fea, como Doris, pues sería comprensible el que pienses tutto il tempo en ella. —Añadió con estremecimiento y burla.

—No digas tonterías, ella no lo es, y aunque lo fuera sabes que eso no me importa, yo me fijo en la personalità. Por ejemplo, Liliana es linda e insoportable. Además non mi interessa ninguna ragazza en el sentido que tú piensas. —Objeté pretendiendo estar impertérrito.

—Si tú lo dices... —Enunció Alan sin convencimiento—. Buono, debo irme. Mamma preparará unas deliciosas galletas en casa después de almorzar, ¿quieres venir? ¡Es más! puedes quedarte a comer —me propuso emocionado. Se me abrió el apetito al escuchar eso, pues mi tía Adelaida sí que era buena cocinera y repostera.

—Quisiera, pero sabes lo irritante que es Armando, arma dramas por nada. —Rechisté algo molesto al recordarlo.

Andiamo! anda. Sabes que Armando se lleva bene con mia mamma, si ella se lo pide estoy seguro que él no se rehusará. —Ironizó Alan, le molestaba la forma en que Armando trataba a mi tía Adelaida, como si tuviera algún tipo de interés.

—Entonces andiamo —accedí.

—¡El que primero llegue allá tiene triple porción de galletas! —anunció Alan echando a correr.

—¡Oye espera, eso es trampa! —grité mientras le daba alcance y Amedio bajaba de mi hombro.

***

Narrador omnisciente

Ya había pasado casi un mes desde el último encuentro de Penny con Armando y no habían terminado en buenas condiciones.

Penny quería realmente a Armando, según ella, lo amaba; pero le habían hartado sus humillaciones y que no le diese el lugar que creía merecer en su vida, solo el de la simple amante y ni siquiera ya eso, sino a la que recurría en última ocasión con sexo ocasional, así que decidió idear un plan drástico. Armando lo había querido así y regresaría a su lado ya fuera por las buenas, o por las malas.

Penny ya tenía su plan listo, solo debía ponerlo en práctica y lo haría ese mismo día, no importaba que la despidiesen. Los chantajearía con contar sus pecados y ellos se verían forzados a mantenerla ahí, hasta quizá en un milagro Armando dejaba a Estefany, pues Penny con su mejor carta lo ataría a ella.

***

—¡Eso fue empate, no es giusto! —protestaba Alan en cuanto hubieron llegado a su casa. Ya habían tocado el timbre.

—Tienes razón. ¡Tú tomaste ventaja sin previo aviso! —Manasés también protestó.

—¡Ciao chicos! Manasés, me alegra que hayas venido. —Los saludó Adelaida alegremente mientras le daba un beso en la mejilla a Manasés a modo de saludo y a su hijo un abrazo.

—Es que me enteré de las galletas —alegó Manasés y Alan le dio un codazo.

—Ah, si es así mejor, porque serán bastantes galletas. ¿Quieres algo de beber? —le ofreció Adelaida alegremente—. Ay, ciao Amedio —saludó de la patita al monito.

—Lo que sea va bene —respondió Manasés y continuó en las protestas con Alan.

Adelaida les sirvió jugo de naranja, le extendió unos maníes y una naranja a Amedio, luego se dirigió a la cocina para terminar de guisar. En su casa solo tenían dos mucamas y eran las encargadas de la limpieza, Adelaida era quien cocinaba, le encantaba hacerlo, trabajaba como administradora de un prestigioso restaurante.

Dado a que Manasés había venido sin permiso llamó a Rosita, quien no contestó, intentó nuevamente pero nada. Entonces viendo que no tenía otro remedio sacó su celular y le marcó a Armando, el cual cuando oyó sonar el suyo lo sacó y se alegró al ver que era Adelaida, así que le contestó de inmediato.

—Hola, preciosa. ¿Cómo estás? ¿Para qué soy bueno? —le preguntó Armando con un tono seductor que Adelaida no pasó por alto.

—Para nada, solo quería pedirte que no regañes a Manasés, pues lo invité a almorzar, así que no andes castigándolo si no llega temprano a casa. —Le anunció Adelaida de forma algo tosca.

—Por ti hago lo que sea... ¿Puedo ir yo también? Me encantan tus comidas —le pidió Armando gruñendo divertidamente.

—No meto a cualquiera en mi casa, addio y grazie —contestó Adelaida tajante mientras cortaba la llamada y suspiraba de rabia; definitivamente odiaba hablar con Armando—. Si ni probó mis comidas, ¿de qué rayos habla? Este tipo está loco —exclamó con rabia.

—¿De qué hablas? —preguntó una voz extrañada a sus espaldas; era Leopoldo, su marido.

—Ciao, ¿como estás? Yo bene, grazie, ¿y tú? —ironizó Adelaida divertidamente, pasándosele el enojo al verlo, Leopoldo la miró mal—. Es broma, amore mio. ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue hoy? —le preguntó dulcemente a su esposo dándole un casto beso en los labios a modo de saludo.

—Como sempre amore mio, pues sempre hay una nuova vita por salvar —respondió Leopoldo—. Pero no me respondiste. ¿De qué hablabas? ¿Quien está loco? —le reiteró a su esposa extrañado.

—Ah, eso. Le llamé a Armando y antes de que protestes preguntándome perché, Alan invitó a Manasés a almorzar y tuve que avisarle a Armando; pues últimamente se porta muy duro con Emiliano y Manasés, y se daría cuenta de que no fue a almorzar a su casa. Así que no tuve más opción que llamarlo avisándole, y el muy imbécil me dijo: «¿Puedo ir yo también? Me encantan tus comidas». ¡Cuando ni las probó! Además Dios nos libre de tenerlo aquí le contó Adelaida con cierta vehemencia al recordarlo.

—Tranquilla amore mio, tampoco debes molestarte tanto, aunque yo también deteste que hables con él —alegó Leopoldo, con su serenidad imperturbable de siempre—. Entonces debiste llamar a Estefany o a Rosita.

—¡Ni estando drogada haría eso! Sabes que la persona que más detesto in il mondo se llama Estefany, por lo menos Armando es más tolerable. Y Rosita no contestaba —replicó ella alterada. Leopoldo rió con la situación cuando Adelaida puso un puchero infantil en muestra de enfado.

—Es broma, a ver ¿una sonrisa? ¿Una sonrisa? —le insistió Leopoldo dulce y juguetonamente a su esposa, mirándola con ojos de cachorro.

Adelaida no pudo resistir.

—Eh, ya basta. Eres un tramposo —repuso Adelaida empezando a reír inevitablemente, desviando el rostro.

—Pero sabes que ti piace —argumentó Leopoldo picaronamente, mientras le daba un beso y ella lo rodeaba con los brazos para corresponderle.

Y tenía razón, le encantaba, ella lo amaba con todo su corazón al igual que él. Eran un matrimonio feliz.

Buono, lo admito; non mi piace, me fascina. Pero nos pueden ver —alegó Adelaida divertidamente mientras se separaban por la falta de aire.

—Sí, tienes razón, creo que debo esperar hasta la noche —mencionó Leopoldo frustrado.

—Creo que sí —concordó Adelaida picaronamente y se quedaron unos segundos en silencio.

Amore miocomenzó Leopoldo—, davvero non mi piace que hables con Armando, ese tipo nunca me dio buena espina a pesar de que ayudó a nuestros amigos. Pienso que lo hizo porque había un interesse de por medio. Además creo que tiene malas intenciones contigo —explicó Leopoldo con preocupación, pero sin perder la calma que lo caracterizaba.

—Yo también pienso lo mismo, Leo y no solo él, también Estefany no me da nadita de confianza; y no pienses que sería tan tonta como para hacerle caso a Armando, que bene entiendo sus insinuaciones. Esos dos sempre me parecieron hipócritas y falsos, lo frustrante es que no tenemos pruebas reales de ello. Espero que cuando saquen las garras y se quiten la máscara ante los Coppola, no sea demasiado tarde. —Elucidó Adelaida con preocupación.

—No tenemos pruebas, pero podemos obtenerlas. —Sugirió Leopoldo pensativo, se le había ocurrido una idea.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Adelaida confundida.

—Que podemos investigarlos, así descubriremos quiénes realmente son. —Propuso Leopoldo con entusiasmo.

—Me parece una buena idea —concordó Adelaida emocionada también.

Debían hacerlo ya, el tiempo pasaba y Armando cada vez se portaba más descarado con ella, y eso podía ser peligroso.

***

Armando enfureció al ver que Adelaida le había colgado la llamada en la cara. Le encantaba la agresividad de esa mujer, pero llevaba un año insinuándosele y no había conseguido nada, sino los mismos desplantes y comenzaba a exasperarse.

—¿Pero qué le pasa a esta mujer? —se preguntó Armando alterado—. Además, ¿por qué me importa tanto? No debería rebajarme a rogarle, pero es que Adelaida me encanta, no puedo rendirme. —Pensó con frenesí en voz alta, despeinándose el cabello en señal de frustración.

Estefany ingresó en ese instante, pues él estaba en Vestirsi Bene dentro su oficina.

—¿Rogarle a Adelaida? ¿De qué diablos estás hablando Armando? —le interpeló Estefany autoritariamente, acercándose a él.

—¿Qué rayos estás haciendo aquí? Dios mío, me sorprende la ineficacia de mi secretaria. ¿Por qué no te hiciste anunciar? —le replicó Armando airado y nervioso a su esposa.

—Por favor, ambos somos dueños de esta empresa, yo no necesito perder mi tiempo en eso; si yo quiero ver a alguien lo veo y punto. Pero no me cambies el tema, ¿qué es lo que te pasa con esa mosca muerta? ¿Por qué dijiste eso? —le increpó Estefany furiosa refiriéndose a Adelaida, golpeando la mesa con una mano.

—Lo que tú ya sabes, debo conquistarla para destruir su familia y su relación con los Coppola. —Respondió Armando intranquilo y tajante.

—No me veas la cara de estúpida Armando, ya lo hiciste el año pasado y no lo harás ahora. Sé que ese era el plan original para los Bacchelli, pero te estás desviando de ese plan y quiero saber: ¿Qué demonios te pasa con Adelaida? —Estefany enfatizó la pregunta iracunda y autoritaria, poniendo su rostro a escasos centímetros del de su marido, mirándolo fría y amenazante a los ojos—. Porque te juro que si te enamoraste de ella yo voy a... —Entonces él se puso de pie de golpe, impetuoso, interrumpiéndola.

—¡¿Y si así fuera qué?! ¡A ti que rayos te importa! ¡No me salgas ahora con que me amas porque sabemos que no es cierto! ¡¿Por qué te interesa tanto lo que haga con ella?! —esta vez era él quien exigía saber, colérico y exasperado por esos celos absurdos, mirando amenazante a Estefany.

—¡Es que ella no comparte tu plan de vida! —atenuó Estefany—. Además… es una mosca muerta, te vaciará los bolsillos y eso no nos conviene. —Argumentó Estefany nerviosa pero aún enervada, con la primera excusa que se le ocurrió.

—Jaja sí, ya sé que Adelaida no es esa clase de mujer, como otras. —Recordó a Penny y miró acusatoriamente a Estefany.

—Ay sí seguro, por favor no seas ingenuo Armando, las moscas muertas son de las peores, sacan las garras cuando menos te lo esperas, cuando antes se la hicieron de santurronas. En cambio yo sí muestro mi verdadera cara —se defendió Estefany mirándolo a los ojos.

—¿Ah sí? ¿Entonces por qué no mostraste tus verdaderas intenciones desde un principio ante los Coppola? ¿O por qué no vas ante ellos y les cuentas la verdad? —la desafió Armando con sarcasmo.

—¿Entonces por qué no me acompañas tú también? Y de paso también se lo contamos a las autoridades —ironizó Estefany también—. Tu obsesión por esa ridícula mujer te hace alucinar estupideces, sabes que nuestro caso es distinto —espetó con furia.

—¿Distinto cómo?

—Solo... solo es distinto y punto, no preguntes lo que ya sabes. ¡Además sabes que detesto, odio a esa mujer! ¡No tolero tenerla cerca y tú estás a un paso de atraerla hacia nosotros! —le reclamó Estefany histérica.

—¡¿Y crees que a mí me importa?! A mí no me interesa si la toleras o no, ¡yo hago lo que se me da la gana! No tengo por qué consultarte con quien tengo que andar o con quien no, es más, ni sé por qué te estoy dando explicaciones. Vamos, vete —le exigió Armando totalmente exasperado a su mujer, abriéndole la puerta y empujándola para incentivarla a salir.

—Espérate Armando, a mí no me tratas... —Estefany se puso firme, pero él la interrumpió en un exaltado arrebato.

—¡Fuera! ¡Te dije que te vayas! ¡Mas bien soy yo quien ya no te tolera! ¿Qué esperas, invitación? ¡¡Vete!! —le gritó violento a su esposa, totalmente fuera de sí.

Ella se asustó por un momento, luego quiso confrontarlo, pues no podía dejarse, pero su marido la empujó violentamente antes de ordenarle a gritos a su secretaria que ya no la dejase entrar y por último le cerró la puerta en la cara.

—¡Esto no se va a quedar así! ¡¿Me oyes, maldito?! Esto-no-se-va-a-quedar-así. ¡Me las vas a pagar! —protestó Estefany furiosa, vociferando desde afuera, mientras pisoteaba como si fuese el berrinche de una niña pequeña, lloriqueando escandalosamente y recalcando cada palabra.

La secretaria de Armando que debía tener unos cuarenta años había oído lo último de la pelea entre los propietarios de la empresa y se había asustado; su jefe según había oído, había tratado muy mal a la señora Estefany, no importaba en ese momento si ella tuviera un genio del demonio. Quizá podía hacer algo por ella, pues era cuestión de empatía entre mujeres.

Signora Estefany, tutto bene? ¿Puedo hacer algo por usted? —le preguntó cordialmente la secretaria, pero temerosa.

—¡Tú déjame en paz y deja de ser tan metiche si no quieres perder tu trabajo! —le ordenó Estefany furibunda, entonces la secretaria se intimidó y bajó la cabeza.

Estefany vio a su alrededor y se dio cuenta que era el centro de atención, todos la miraban impactados, deteniéndose en lo que hacían.

—¡¿Y ustedes qué?! ¿Qué me miran? ¿O no tienen nada más importante que hacer que meterse en la vida ajena? ¡Vamos, a trabajar si no quieren ser despedidos! —los amenazó totalmente fuera de sí, acercándose a ellos peligrosamente.

Todos se asustaron y de inmediato regresaron a sus actividades, pretendiendo ignorarla; pero estaban convencidos que su jefa estaba fuera de quicio y murmuraban por lo bajo entre sí. Extrañaban los tiempos en que sus jefes eran los Coppola; pues también Armando les hacía la vida imposible en la empresa y la mayoría ya pensaba en renunciar, pues asimismo su sueldo había bajado considerablemente.

—Creo que Penny tiene razón, Estefany se pone más insoportable cada día, sino fuera que tenemos en común nuestra fortuna, plan de vida y Alena, que hace tiempo la hubiese dejado. —Murmuró Armando cabreado ni bien le hubo cerrado a Estefany la puerta en la cara, pero se puso a pensar fríamente unos momentos y se volvió a sentar.

—A menos que, haya una forma en la que solo ella salga perdiendo. —Consideró maliciosamente, meditando esa posibilidad.

En cambio Estefany se fue corriendo al baño, expulsó a las mujeres que estaban allí y se encerró en un cubículo a llorar, como hacia tiempo no lo hacía, deslizándose en la pared hasta quedar de cuclillas.

Se reprochó el ser tan débil, pero si lo pensaba bien, lloraba de rabia; estaba harta de que su esposo no la tomase en cuenta. ¿Por qué aguantaba sus humillaciones? Sí podía considerar el dejarlo, quitándole absolutamente todo y dejarlo en la calle, pero lo pensó detenidamente, si hacía eso sería traición y ambos acabarían en la cárcel. Se frustró, también había otra razón por la cual no quería dejarlo, y se la repetiría en ese momento:

—¿Es que no lo entiendes Armando? Yo sí te amo, y te amo de verdad. ¿Por qué no lo puedes ver, por qué no lo puedes notar? ¿Por qué Adelaida y yo no? Si yo pienso como tú, comparto tu plan de vida. —Se preguntó Estefany frustrada y llorando, estaba realmente dolida y ofendida; se quedó allí desahogando en lágrimas todo su dolor, llorando hasta más no poder, sin darse cuenta del paso del tiempo.

Ella recién hace poco tiempo se había dado cuenta de que lo amaba y lo estaba asimilando, nunca había planeado amarlo, no había estado en sus planes; es más, detestaba, aborrecía sentir aquello. ¿Pero qué se podía hacer? Lo que sentía era más que interés y deseo, era algo más fuerte y que no había surgido desde un principio, sino en su convivencia. Debía deshacerse de ese amor que solo la perjudicaba, debía volver a ser la mujer que era antes.

O quizá no era ella la del problema, tenía todas las de ganar: Compartía su fortuna con Armando, eran dueños por partes iguales de ella ante la ley, tenían una hija, entre ambos existía mucha pasión y un incontrolable deseo; tenían la misma ideología y plan de vida, estaban casados y juntos, vivían juntos y si se traicionaban mutuamente ambos saldrían perdiendo, estaban encadenados a estar juntos por siempre...

Solo faltaba que Armando la amase como ella a él. Era Adelaida quien estorbaba en sus planes y quería arruinarlo todo; lo estaba pensando bien y objetivamente, debía deshacerse de ella, no sin antes hacerle la vida imposible y dejarle en claro que no se metiera con ella. Lo tenía por seguro, lucharía y vencería.

***

Manasés

Mi tío Leopoldo había llegado a su casa mientras mi tía Adelaida terminaba la comida y llamaba a Armando. Ambos salieron algo consternados de la cocina mientras servían la comida, en especial mi tía, que aunque intentaba disimularlo se notaba que algo le afectaba. Ya estábamos sentados en el comedor.

—Mis papás se notan algo conturbados, ¿crees que hayan peleado? —me preguntó Alan algo preocupado y en voz baja para que no nos oyeran.

—No creo, sino los hubiésemos oído discutir y los sentiríamos tensos entre sí. Es algo más que les preocupa —concluí de la misma forma que Alan.

In speciale mia mamma, ¿crees que algo malo haya sucedido? —Alan me continuó interrogando.

—Tal vez... —respondí, pero mi tía me interrumpió.

—¿Que tanto cuchichean, eh? Tengan, aquí está su comida. Hoy les preparé pollo a la italiana, espero que les guste. —Anunció mi tía animadamente depositando nuestros platos en la mesa. Ambos agradecimos.

—Si lo cocinaste tú, es obvio que nos va a gustar —alegó Alan con obviedad y todos reímos agradablemente.

Luego agradecimos a Dios por los alimentos y nos pusimos a comer. Mi tía se encontraba algo distante, no tensa sino pensativa; mi tío se encontraba igual, aunque no tanto como ella.

—Tía —llamé su atención—. Tía Ade —insistí al ver que ella no me prestaba atención.

—Ah, sí, sí; perdón Manasés, es que ando en las nubes. ¿Qué pasó? —me preguntó intentando actuar natural, regresando mentalmente a la realidad.

—Nada, es que te notas preoccupata. ¿Pasó algo? —le indagué con preocupación.

—Non, nada; solamente pensaba en algunas cuestiones del ristorante, es tutto. —Respondió ella con una sonrisa.

—¿Di verità que nada te preocupa? Te conozco mamma, confía en nosotros. ¿Que pasó en il ristorante? —insistió Alan.

—Non ti preoccupare pequeños, davvero que no tiene mucha importancia. —Afirmó mi tía con una dulce, pero preocupada sonrisa. En su mirada se notaba la aprensión que en cierta manera la inquietaba, eso era algo que no podía disimular muy bien.

—Ade tiene razón, chicos, son cosas de adultos y ya saben lo exagerados que somos con los negocios. Non ti preoccupare, ella me contó ese problemilla y les aseguro que no es nada grave, ni que no se pueda resolver. Así que, a seguir disfrutando de este pollito que te quedó delicioso, amore mio. —Nos aseguró mi tío hablando serenamente, mientras tomaba dulcemente la mano de mi tía.

Grazie —agradeció ella mientras se daban un beso pique en los labios.

Alan y yo intercambiamos miradas, sabíamos que ese «grazie» tenía doble sentido, pero decidimos no interferir. Eran problemas de adultos y negocios, ellos sabrían como resolverlo, también la aseveración de mi tío nos había dejado algo tranquilos.

Después de terminar la comida jugué una partida de ajedrez con Alan, ulteriormente vimos una película con guerra de palomitas y realizamos las habituales bromas de Alan en casa de los vecinos. (Una de ellas fue cuando pusimos la manguera del vecino que estaba en su jardín en modo automático y dejamos que se volviera loca). La ventaja era que difícilmente nos descubrían, pues éramos muy discretos y cautos.

Luego me despedí de él y mis tíos; entonces recordé las funciones de Peppino, lo había olvidado, eran las 17:00PM ya. Cuando llegué al lugar donde siempre las realizaban, me quedé viendo otra función de títeres, que esta vez trataba de civiles italianos en la Primera Guerra Mundial, con mucho humor y a su vez civismo.

Al parecer esta vez les había ido mejor, puesto que cuando Grettel fue a entregarle el sombrero con la recolección de dinero a su padre —puesto que era ella quien lo recogía siempre—, este puso la cara tan feliz como si se hubiese sacado la lotería. Yo aplaudí en cuanto Grettel volteó la vista hacia mí, entonces le quitó el sombrero a su padre y se acercó a mí.

—Seas mi amigo o non, el aporte es igual. —Me dijo Grettel con una presuntuosa y disimulada sonrisa, entonces saqué unas monedas y no me di cuenta en qué momento su padre estaba ya frente a mí.

—Oh, eso no es necesario mi amigo. —Me detuvo Peppino refiriéndose al dinero, yo lo miré extrañado. ¿Desde cuándo Peppino Morselli rechazaba dinero?

—Pero la anterior vez me dijo que... —Argumenté, pero él me interrumpió.

—Olvida lo que te dije la anterior vez, muchacho. —Mencionó alegremente, entonces lo observé más sorprendido todavía—. Ahora deja que nos presentemos, soy Peppino Morselli, el patrocinador y el genio de estas funzioni. —Se presentó animadamente, jalando y estrechando mi mano de repente, aunque prácticamente me la sacudió.

—Pero si eso ya lo sabía... —Enuncié inútilmente, pues volvió a interrumpirme. Grettel nos miraba apenada y con súplica, como si se estuviese disculpando conmigo.

—¿Y este monito tan simpático? —preguntó Peppino al ver a Amedio.

—Es mío y se llama Amedio.

—Piacere di conoscerti, Amedio. Lo que yo daría por tenerlo en las funzioni... —Mencionó con melancolía y yo en consecuencia lo atisbé con extrañez aún—. Nada, olvídalo. Y ella es mi figlie maggiore, el alma de la fiesta, la mayor belleza que puedas conocer: Diana, como la diosa griega. —La presentó con sumo orgullo y admiración.

—Piacere di conoscerti, Manasés. —Se presentó Diana dulce y cordial, de manera más formal que Peppino, sonriendo y extendiéndome la mano; yo la estreché más pasmado de ser posible. ¿De cómo sabía mi nombre? Si nunca nos habíamos presentado, y con lo tímida que era Grettie cabía la posibilidad de que ni les hubiera hablado sobre mí, o tal vez sí...

—¿Pero de cómo sabe mi nom...? —Le pregunté, mas nuevamente su padre me interrumpió.

—Y a mi figlie menor ya la conoces. —Añadió Peppino; quise hablar, pero el susodicho parecía no parar—. No sabes lo mucho que Grettel nos habló sobre ti —aseguró abrazándome amistosamente con una mano detrás mi cuello y hombro. Eso explicaba todo—. Parecía que no paraba nunca, ¡nos dijo que eres figlio de Daniel y Lucía Coppola! Y nos explicó junto con Diana lo que realmente sucedió con su empresa. ¡Yo sempre creí que eran unos estafadores! —exclamó de súbito.

Grettel se había sonrojado de vergüenza al principio, ahora miraba a su padre con espanto, al igual que Diana.

—¡Papá! —lo regañaron ambas al unísono.

—Ay discúlpame Manasés, en serio mi dispiace. ¿Metí la pata, non? —les preguntó Peppino a sus hijas con culpabilidad, miedo y nerviosismo. Diana solo negó reprobatoriamente con la cabeza.

—Non ti preoccupare, don Peppino, ya sé que no lo dijo con mala intenzione, eso cree la mayoría de la gente. —Expliqué y lo dispensé con expresión neutral, encogiéndome levemente de hombros.

—Solo dime Pepe, muchacho, es mi apelativo. ¿Estamos en confianza, non? Eres el amigo de mia figlia —me dijo refiriéndose a Grettel.

Chiaro, don… digo Pepe, ¿pero perché Diana...? —inquirí confundido, refiriéndome a de cómo Diana sabía aquello; quizá Grettel se lo había contado, no obstante Peppino mencionó que ambas se lo habían explicado.

—¡Ah! Es que Dianita también conoció a tuo fratello, Emiliano. Dice que es encantador, pero yo no me fío, así que quiero que me lo presentes. —Me exigió Peppino determinante, pero no de mala manera; Diana estaba más que sonrojada de vergüenza.

Mi dispiace Manasés, mi papá es... —Se disculpó Diana, pero el aludido la interrumpió.

—Es nada. ¿Qué casualidad, non? Mis dos bellas figlie se hacen amigas de los jóvenes Coppola. Tranquillo muchacho, que ya no tengo nada en contra de tus padres; buono, nunca tuve algo real en contra de ellos, sino que toda la gente cree eso y a mis figlie les encanta esa empresa.

—Eso es certo Manasés, adoro Vestirsi Bene, el estilo de sus prendas es único y bello, mi piace, tiene un buon sentido de la moda —Manifestó Diana con pasión, pero al finalizar su semblante cambió un poco—. Aunque, debo reconocer que antes de que ocurriera lo que ocurrió, las prendas tenían un poco más de estilo. No quiero decir que hayan desmejorado, la calidad es la misma, sino que antes era un poquito mejor... Pero igual me sigue gustando, fuera de lo que pasó —finalizó con una sonrisa.

—Opino lo mismo, no soy una fanática de la moda, es más, no me interesa mucho, pero debo admitir que mia sorella tiene razón. A mi también mi piace Vestirsi Bene —concordó Grettel sonriendo tímidamente.

—Eso me alegra mucho, mis padres hacían un gran trabajo y tenían los mejores diseñadores italianos allí, sin contar que mis padres aparte de empresarios también son diseñadores. Mi piace que Vestirsi Bene siga casi con la misma calidad —aseguré de forma amable.

—En eso tienes razón muchacho, mucha razón. ¿Sabes qué? De allí adquirí nuestros disfraces, in speciale los de Dianita, ahí los hicimos confeccionar, es que quería que usáramos algo de calidad; chiaro que allí se fue mayoría de nuestro dinero, pero valió la pena. —Refirió Peppino entusiasta, pero se quedó unos instantes pensativo—. Aunque, ahora que lo pienso, si tengo una osservazione di Vestirsi Bene. Verás, fuimos hace poco a una de sus sucursales y sus precios son un asco, aumentaron mucho. —Afirmó algo alterado en su crítica.

—Papá —lo regañaron nuevamente ambas chicas en un susurro.

—Non! No quise decir exactamente eso, no vayas a pensar mal, sino que para personas miserables como nosotros comprar ese tipo de prendas es un lujo. —Se excusó Peppino con una nerviosa sonrisa; pero ya era tarde, me había interesado la observación.

—Non, no es necesario que se disculpe, mis padres no manejan momentáneamente esa empresa y ellos sempre tomaban en cuenta las observaciones o críticas de los clientes, ricordo que para mejorar la calidad y la attenzione. —Aludí, mientras pensaba en lo que papá y mamá hubieran dicho en esa situación—. A ver, ¿cuánto cuesta ahora allí un vestido casuale? —pregunté por esa prenda debido a sus hijas.

—Quinientos euros. ¿No que es una fortuna para gente como mia famiglia? —señaló Peppino y entonces me sorprendí. Un año atrás ese vestido costaba 400 euros, pero tampoco podía dejar la mala impresión en don Peppino, puesto que los dueños ya eran mis tutores.

—Tiene razón, pero va a ver que se va a solucionar, eso debe ser momentáneo. También debe tener en cuenta que recién hace un año ocurrió un fraude allí, la empresa se está recuperando, y para eso necesita presupuesto. Pero estoy sicuro que eso ya va a cambiar.

—Si tú lo dices... Pero ya, cambiando de tema, son las cinco y media de la tarde, ya va a anochecer y quiero invitarte a cenar algo. ¿Aceptas? —me propuso Peppino animadamente, mientras observaba su reloj de mano.

—Pero yo debo... —Intenté excusarme, pero Peppino me interrumpió.

—Entonces no se diga más, andiamo! —determinó Peppino contento, prácticamente arrastrándome al caminar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro