CAPÍTULO 1: Hoy cumplo once años
12 DE MARZO DEL 2009
Génova, Italia
Manasés
Ese día estaba durmiendo tranquilamente en mi habitación, cuando de repente oí unas voces un poco lejanas, luego que se abría la puerta de mi cuarto y las voces se acercaban. Desperté lentamente, pero mantuve mis ojos cerrados y sonreí, ya sabía de qué se trataba:
—Happy birthday to you. Feliç aniversari a tu. Joyeux anniversaire á toi. Felix dies ad te. Feliz aniversário para vocě, que los cumplas felices, feliz cumpleaños número onceavo a ti. Buon compleanno a voi! —cantaban mis padres y hermano mayor, Emiliano, quien en aquel entonces tenía dieciocho años.
¿En cuántos idiomas me habían felicitado? Inglés, francés, portugués, castellano, obviamente italiano y me sorprendió que lo hubieran hecho en catalán y en latín. ¿Si recién aprendían el idioma catalán? Y del latín no tenían ni más remota idea de cómo hablarlo.
Mi familia y yo teníamos cierto dominio de los idiomas francés, castellano y portugués, el inglés lo dominábamos casi perfectamente; pero un día se nos había ocurrido la loca idea de aprendernos todos los idiomas habidos y por haber, es loco y parecía imposible, pero con tener aunque sea un 10% o 5% del dominio de cada idioma nos bastaba.
Seguí sonriendo, pues mi familia se había acordado de mi cumpleaños. Pensaba que no lo harían, debido a que en ese entonces tres días antes había oído decir a mi padre que tenía algunos problemas en una de sus empresas, puesto que él era empresario al igual que mi madre. Recuerdo que se lo había preguntado y acto seguido me sentó en su regazo, me abrazó paternalmente y me dijo que eran problemas sin importancia. Mamá estaba en sus asuntos y Emiliano estaba a punto de ingresar a la universidad. Para suerte mía no se habían olvidado de mi cumpleaños. Sentí que se sentaban en mi cama, a mi lado.
Antes destacar que mi madre se llama Lucía, y mi padre Daniel.
—¿Cómo me pudieron felicitar en catalán si apenas lo empezaron a studiare hace una semana? Y del latín no tienen ni más remota idea de como se habla. —Les cuestioné entre emocionado y extrañado, era como una forma de agradecerles su creatividad de felicitaciones.
—Buono, queríamos ser un poco más originales y el catalán es algo parecido al castellano así que se nos hará más facile aprenderlo; y la felicitación en latín, pues, solo nos aprendimos eso. Buono, felice compleanno amore mio —susurró cariñosamente mamá a mi oído y mi sonrisa se amplió. Entonces me senté, me froté los ojos y la abracé efusivamente por el cuello.
—Si querían ser originales lo lograron, y lo que me alegra es que ¡se acordaron de mio com...! —exclamé alegremente, mamá ya me correspondía al abrazo, cuando de repente sentí que algo cremoso y frío se estrellaba contra mi rostro, agarrándome desprevenido.
Un segundo después abrí los ojos lentamente, y frente a mí se encontraba el culpable de haberme dado un tortazo.
—Buon compleanno, fratellito! —me decía divertido mi hermano mayor, Emiliano, riéndose, siendo así inevitable que mis papás no rieran también. Y para colmo Amedio, mi monito, estaba a su lado.
—¡Oye! ¡Yo no te hago eso en tus compleanno, bandido! Y tú Amedio eres un traidor, tu dueño soy yo, no él. Me dejaron el rostro embadurnado en pastel. —Protesté mientras me limpiaba el rostro con un pañuelo desechable que tenía en el bolsillo de mi pijama.
—Tienes razón, me haces peores cosas, como por ejemplo: disfrazar a Amedio de ratón o fingir que eres Valeria escribiéndome cartas di amore, o... —Empezaba a ennumerar Emiliano las muchas bromas que le hacía en cada cumpleaños.
—¡Y ahora por esto te haré sufrir peor, ya verás! —lo interrumpí de forma divertidamente furiosa, y parándome de golpe sobre mi cama le quité rápidamente lo que quedaba de pastel, el cual era pequeño.
—Oye, oye, o... —Emiliano trató de impedir que le embadurnara el rostro con el pastel, pero ya era tarde—. Hey, si el cumpleañero eres tú, no yo. —Protestó mientras él también se limpiaba el rostro.
—Sí, pero necesitaba vengarme. Y para ti también va Amedio —respondí entre risas y brincando sobre mi cama, sin embargo Amedio escapó.
—Oh no, tumbarán el cuarto di nuovo —le dijo mamá a papá, sonriendo y levantándose de mi cama caminando unos pasos hacia él, quien la rodeó con un brazo por la cintura. Nos observaban jugar como si contemplaran una película de romance.
—Ahora el que necesita venganza soy yo. —Dijo Emiliano divertido y me lanzó entonces una almohada en mi rostro.
Acto seguido yo le lancé otra, luego él, pero tuvo tan mala puntería que le llegó a papá, que también le volvió a lanzar la almohada, Emiliano la arrojó de vuelta y yo la lancé hacia mamá incentivándola a jugar. Jugamos varios minutos a la guerra de almohadas hasta quedar rendidos y nos echamos por unos momentos todos juntos en mi cama para descansar.
—Buon compleanno, figlio —me felicitó papá con el ademán de hacerme cosquillas.
—A que sí ¿eh? —respondí trepándome divertidamente sobre él intentando hacerle cosquillas, pero papá me volvió a tumbar sobre la cama y las cosquillas me las hizo él; hasta que mamá intervino y nos acabamos haciendo cosquillas entre todos hasta nuevamente quedar rendidos.
—Ya basta... se nos hace tarde. —Avisó mamá entre risas.
—¿Se nos hace tarde para qué? —pregunté inocente y un poco asombrado.
—No preguntes y vístete, es una sorpresa. —Me ordenó papá de una forma misteriosa mientras todos se levantaban de mi cama.
De seguro si era una sorpresa era algo bueno, así que de un brinco me levanté de mi cama directo hacia mi guardarropas, mientras mamá ordenaba mi cama y ellos dos salían.
—¡Eh! ¿Dónde está mi ropa? —pregunté extrañado, pues la mayoría de mi ropa había desaparecido. Mas enseguida adiviné de qué se trataba.
—Algunas de tus prendas las lavó Andrea, y las otras están en tu maleta. —Me explicó mamá con una sonrisa, y haciéndose la desentendida.
—¡¿Nos vamos de viaje?! —pregunté, o confirmé emocionado.
—Tú solo vístete y ya verás —respondió ella dándome un beso en la frente—. Ponte lo más guapo que puedas, va bene? En ese rincón te reservé las mejores opciones para que tú elijas —me avisó con una sonrisa.
—Va bene —contesté con una voz firme, pero alegre, mientras ella salía de mi habitación dejándome a solas con Amedio.
Mientras me vestía pensaba adonde iríamos de viaje. ¿A Hawai? ¿Al Caribe? ¿A Nueva York? ¿A Cancún? ¿A Miami? La curiosidad me carcomía bastante.
Cuando terminé de vestirme y arreglarme un poco —lo cual demoró diez minutos aproximadamente— fui a buscar a Emiliano; aunque fuese un viaje sorpresa no quería realizar uno a ciegas, eso era para las chicas, supuse.
—¡Emiliano! —lo llamé entrando rápidamente a su habitación, con Amedio en mi hombro, casi siempre era su lugar favorito ahí y le gustaba andar apegado a mí. Al parecer Emiliano terminaba de hacer su maleta—. «Es un lento» —pensé con burla; él siempre hacía todo a último momento.
—¿En qué quiere que lo sirva, majestad? —me preguntó Emiliano con burla haciendo una mini reverencia y yo le di entonces un golpe en el brazo.
—No seas payaso, ¿o ya eres bufón? —le increpé con ironía. En ese día pensaba fastidiarlo bastante, un poco más de lo habitual por ser mi cumpleaños.
—Emm… nop. ¿Entonces para qué entraste? —respondió Emiliano divertido, y lo último curioseó extrañado.
—Espera, pensándolo bene puedes servirme en algo... —Me hice el que meditaba ignorando su última pregunta.
—¿Y perché no lo dijiste? —comentó él rodando los ojos.
—Lo acabo de decir —alegué con indiferencia.
—Buono, ¿qué quieres? Ah, supongo que quieres dinero —dedujo Emiliano bufando, mientras sacaba su billetera.
—No es e... Buono sí, también. —Cambié de opinión rápidamente, arrebatándole unos billetes, aprovechando la oportunidad.
—Aunque en realidad no venía a pedirte dinero, sino a preguntarte algo; pero eres tan despistado que me lo diste sin que te lo pidiera, era que no te adelantes al comentario. —Le aclaré riendo un poco y observándolo con burla.
A veces la rutina nos hace hacer las mismas cosas por inercia, y en alguna ocasión puede ser algo diferente, pero se piensa por rutina que es lo mismo.
Él y yo nos sacábamos dinero mutuamente, pero yo le sacaba más.
—Te la perdono solo por ser tuo compleanno, enano; pero cuando sea el mío me las pagas, y caro —me amenazó Emiliano divertido.
—Entonces me encargaré de hacerte sufrir tuuutto el día de hoy, y más de lo normale por ser mio compleanno. —Le anuncié con una malicia divertida, alargando la palabra «todo» y chocando puños entre mis manos.
—Por hoy lo soportaré, pero por cada sufrimiento que me hagas pasar hoy te lo duplicaré en mio compleanno; ese día serás nuevamente mi sirviente, fratellino. —Me advirtió Emiliano con una malicia divertida y mirada soñadora, dándome una palmadita en la cabeza, seguramente imaginando cómo me haría sufrir aquel día.
—«Já, aún falta, que no se ilusione» —pensé en ese entonces, y luego añadí—: Hey, que no se te olvide que para tuo compleanno falta y que hoy es el mío, así que a quien le toca sufrir hoy es a ti, fratellino; el futuro es incerto, de manera que no te sirve ilusionarte. —Repliqué victorioso, y me di cuenta de que inconscientemente le estaba ayudando a doblar y a guardar su ropa en la maleta, mas solo me encogí efímeramente de hombros y lo seguí haciendo.
—De todas formas, tú también me hiciste bromas en mis anteriores compleanno y yo en los tuyos, eso no tiene perché cambiar hoy. —Cuestionó con el mismo tono que yo usé.
—En ningún momento mencioné las bromas, solo dije que te haría sufrir, que por hoy serás mi sirviente. En cuanto a las bromas eres libre de hacer las que quieras, no obstante por cada que me hagas te haré una peor en tuo compleanno —le expliqué—. Y di nuovo eres un tonto, podrías habérmelas hecho sin haberme avisado, pero como lo hiciste estaré alerta —sonreí triunfante.
—Tú también eres un tonto, podrías haber estado alerta sin haberme avisado, me diste el dato sobre en qué momento debo hacerte la broma. —Me refutó Emiliano retadoramente, pero a la vez con una cínica tranquilidad.
—Estaré alerta in tutto momento, no me descuidaré ni un secondo —afirmé decidido.
—Si caes fácilmente... —Mencionó Emiliano con cara de no podrás, volcando la mirada y regresando a su labor.
—Non è verità! Y aunque fuera cierto, esta vez no lo haré. —Decreté desafiante, aunque en parte Emiliano tenía razón, en parte; empero, no tenía que demostrarlo, estaba decidido a estar con mis cinco sentidos alerta.
—Si tú lo dices —se encogió de hombros—. ¿Qué querías preguntarme? —cambió drásticamente de tema.
¡Era verdad! Casi lo había olvidado.
—¡Oye! Me distrajiste a propósito, pero esta vez no te dejaré hacerlo nuevamente. Quiero que me digas adónde viajamos —le exigí saber cruzándome de brazos y con voz firme.
—¿Y perché tendría que hacerlo? —me preguntó Emiliano desafiante, entonces cerramos la maleta y él cruzó los brazos al igual que yo, mirándome de frente.
Emiliano de talla alzada, no mucho, solo alto a lo normal; pero nuestra diferencia de tamaño para ese entonces era casi rídicula, bueno, casi. Cumplía once años, ¿no?
—¡Per favore Emi, dime! No soy una ragazza para realizar un viaje a ciegas, dímelo —le pedí infantilmente dando saltos agarrando su brazo.
—No eres una ragazza, pero sí un bambino, los viajes a ciegas están hechos para las ragazze enamoradas y para los bambini como tú. Y sabes que non mi piace que me digas Emi —argumentó divertido, recalcando lo último; mientras colocaba su dedo contra mi frente.
—¡Si yo no soy un bambino ya! —protesté cruzando los brazos; y era una actitud totalmente infantil, demostrando lo contrario de lo que había dicho.
Totalmente irónico.
—Chiaro que sí, apenas hoy cumples once años. —Afirmó Emiliano lo obvio y tenía razón, empero, como él había dicho, recién cumplía once años y cualquier niño a esa edad quiere ser grande.
Aunque la diferencia entre esos niños y yo —exceptuando mis actitudes y reacciones infantiles— era que yo podía demostrarlo, de otra forma, pero podía si me lo proponía.
—Ya verás que non —farfullé en voz baja, más para mí mismo que para él—. Buono olvídalo. ¿Hacemos un trato? —formulé cambiando de tema, pero regresando al original.
—¿Qué trato? —preguntó él desinteresadamente.
—Si tú me dices adonde vamos, no te voy a torturar tanto hoy, solo lo normale, no te he de esclavizar mucho. ¿Qué dices, aceptas? —le propuse esperanzado, esperando que aceptara; porque después de todo ese día yo era el cumpleañero, tenía derecho de saber.
Pero si no aceptaba ninguna de mis ofertas, encontraría la forma de obligarlo.
—Me parece muy poco, mejor non —rechazó Emiliano burlonamente.
—¿Y si te torturo menos de lo normale? —planteé nuevamente de forma rápida.
—Aún así sigue siendo poco.
—¿Y si te torturo poco, muy poquito? —sugerí desesperado, pues en serio quería que me lo dijera.
—Podría considerarlo, tal vez, pero lo más probable es que te diga que non —expuso Emiliano fingiéndose pensativo.
—¿Qué quieres, que no te torture nada? ¿Cero sufrimiento, cero servidumbre, cero bromas? ¿Esas son las condiciones para que me respondas? —le interpelé simulando estar alterado y triste. Emiliano asintió varias veces en respuesta—. ¡Pues si así lo quieres así será! Pero solo si me dices adónde vamos. ¿Es un trato? —lo reté armígero.
—Suena tentador, hummm... —Consideró Emiliano haciéndose al pensativo y llevando una mano a su quijada, luego cambió de posición apoyando su dedo índice en el mentón.
—¡Ya dilo! —insistí desesperado, Emiliano solía ser irritante cuando quería, al igual que papá y yo; sí, eso era de familia.
—Va bene, te lo diré —se rindió Emiliano con una sonrisa resignada, entonces lo miré expectante—. ¿Quieres saber adónde vamos? —quiso corroborar y yo asentí frenéticamente—. Pues bene, andiamo all' aeroporto a tomar un avión —respondió con total naturalidad, entonces cambié mi expresión a una de enfado.
—¡Oye, eso no se vale! ¿Y además no es obvio que a un aeroporto se va a tomar un avión? ¿Sino a qué más se iría? —protesté enfadado, Emiliano era un tramposo.
—A esperar y recoger a una persona que llega de otra città o paese, a eso se va también.
—Buono, en eso tienes razón, pero no me digas que estamos yendo a recoger a alguien. Además sabes que sí o sí tenemos que viajar en avión hoy, así es más veloce. Lo que yo quiero saber es adónde vamos a viajar en el avión. —Acoté recalcando lo último, acorralando a mi hermano graciosamente.
—Hubieras empezado por ahí. Pues vamos a un lugar que te... —Iba a decir Emiliano, pero fue interrumpido por papá.
—Ni te atrevas, eso es una sorpresa. —Le advirtió papá con una sonrisa y Emiliano permaneció neutral, como si nada hubiese ocurrido.
Yo creí que ya lo había visto, y por eso supuestamente iba a responderme.
—¡Papá! Emiliano ¡tú lo habías visto! —rezongué poniendo un gesto de reproche.
—Non, lo giuro —se excusó Emiliano conteniendo las ganas de reír, alzando sus manos en señal de inocencia.
—Pa' per favore tú dime, ¿sí? Per favore, per favore, per favore, per fa... —Insistí a la par que daba saltos frenéticos, lo cual era gracioso e irritante a la vez.
—Ya lo sabrás, calma —aseguró papá, conteniendo las ganas de reír.
—¡Pero yo quiero saberlo ahora! —objeté cruzando los brazos en una actitud caprichosa, pues estaba decidido a insistir hasta que me lo dijeran.
—Tutto tiene su tempo, tranquillo fratellino —me dijo Emiliano soltando algunas risitas.
—Pues llegó el tempo de que me lo digan —exigí empecinado; y entonces vi a mamá y corrí a abrazarla.
—Mamma, ¡te quiero tanto! ¿Tú me dirás adonde viajamos, verità? —la quise persuadir con una expresión inocente.
—¿En serio no quieres que sea sorpresa, mio figlio? —indagó mamá suspirando resignada, como si ella hubiese sido la que lidió conmigo en ese tema; yo para hacer constatar mi decisión negué frenéticamente con la cabeza—. De todos modos se enterará en el aeroporto, y conociéndolo seguirá insistiendo sin parar, mejor se lo decimos. —Les susurró a papá y a Emiliano en voz baja pero audible, sonriendo divertida.
—Tienes razón, no pensé en ello. —Señaló papá divertido, llevándose una mano a la frente.
—Tanto sforzo para por fin tenerle una sorpresa o guardar un secreto a mi pequeño fratellino y se fue al bote. —Se quejó Emiliano dramáticamente, y todos nos reímos un poco—. Pero tienes razón mamma. Pues, Manasés, vamos a un lugar al que sempre quisiste ir, y no podíamos giusto porque estaba reservado para hoy; ese lugar es... —Refirió misterioso y acto seguido los tres hicieron un reboble de tambores golpeando sus muslos.
—¡Cancún! —anunciaron todos a la vez.
—¿Cancún? Di verità? —pregunté emocionado y ellos asintieron. No es que mi familia no hubiese tenido dinero para realizar un viaje a Cancún, éramos muy adinerados, solo que siempre viajábamos a otros lugares—. Grazie, grazie, grazie! ¡Sempre quise conocer Cancún! ¡Con razón nunca querían ir allí! Grazie! —agradecí muy emocionado saltando a abrazar a papá, quien me alzó entre sus brazos como pudo, ya que casi le era imposible.
Al final todos nos fundimos en un efusivo abrazo familiar.
***
—¿Sabían que Cancún es uno de los centros turísticos mexicanos más reconocidos del mondo? Lo que es increíble es que antes solo era una isla desconocida de pescadores rodeada de giungla virgen. ¡Y ahora miren! Es una de las más importantes zonas hoteleras, ¡y tiene una de las mejores playas del mondo! —hice una pequeña pausa, pero proseguí.
—»Alguno de los mitos dice que al amanecer, como Cancún tiene forma de un siete, los primeros rayos di sole se reflejan en la città, haciendo que parezca una serpente dorada. ¡Como la de Moisés! ¿No es increíble? —les parloteaba a mi familia de forma rápida y emocionada, sin parar, compartiéndoles mi alegría por el viaje de esa manera.
Sin embargo no me daba cuenta que ellos tenían cara de aburridos y ya no me atendían realmente. Ya estábamos en el aeropuerto—. Pero la versione más aceptada del nombre de la ciudad, según los mayas, es que es una cuna o nido de... —Seguí parloteando hasta que sentí que tropecé, entonces caí al piso y alguien conmigo.
Eso me pasó por andar distraído, puesto que al hablar tanto no me fijaba por dónde iba, me perdía en mi imaginación.
Y quién me hubiera dicho que aquel encuentro cambiaría mi vida por completo.
—Mi dispiace —escuché una voz apenada, rápida y nerviosa, pero melodiosa. Era la de una niña.
—Non, no te preocupes, era colpa mia, estaba hablando con mia fami... —mas cuando alcé mi vista ellos ya estaban pasos más adelante—. Buono ya no importa, la cuestión es que no me fijé por dónde andaba, mi dispiace. Ti aiuto? —me disculpé y le ofrecí ayuda de forma amable, entonces ella asintió apenada y tímida, aún medio aturdida.
Cargaba una maleta y una bolsa llena de marionetas, títeres, máscaras y disfraces; los cuales se cayeron en cuanto tropecé con ella, entonces le ayudé a recogerlos.
Allí fue donde realmente caí en cuenta de que mi familia me había dejado prácticamente hablando solo, hasta Emiliano. Ahora estaban haciendo fila para entregar nuestros boletos para viajar a Cancún, así que no se dieron cuenta en ese momento de mi percance.
—Listo —dije satisfecho cuando terminamos de recoger todo, lo cual no demoró mucho y le ofrecí mi mano a la niña para que se pudiera levantar, y cuando lo hizo nos vimos frente a frente.
Dios, fue lo más bello que vi en el mundo además de mi madre y que nunca podré olvidar.
Eran los ojos más hermosos que había visto en mi vida, no podía dejar de contemplarlos; eran parduscos, pero a su vez tenían una tonalidad miel intensa. Y su mirada tenía algo especial.
Y yo no era el único que observaba esas lindas pupilas miel, ella también contemplaba las mías, detenida y absorta. Asimismo atisbé las demás facciones de su fisonomía, la cual era muy agraciada. Su cabello era rubio, no un castaño claro como el mío; el de ella era un rubio dorado que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros, su tez era blanca algo bronceada, tenía pestañas largas, cejas medio gruesas y sus labios eran tiernamente sonrosados.
Jamás me hubiese fijado en esos detalles en una persona ajena a mi familia de no ser que la niña era muy bonita y transmitía un aura de bondad y candidez. Me olvidé de todo, incluso de Amedio que ya no estaba en mi hombro. Hasta que una voz nos sacó de nuestro inesperado ensueño:
—¡Grettel no te distraigas, andiamo! —le apresuró alguien de forma estresada y suplicante.
Cuando me fijé en aquella persona deducí que era su padre, quien extrañamente no se parecía mucho a la niña que ahora sabía se llamaba Grettel; su piel era más cobriza y rojiza, su nariz aguileña y su cabello era castaño oscuro, casi negro.
A su lado de ese señor estaba otra chica muy parecida a Grettel, excepto en el cabello que era de un castaño más oscuro y rizado, por lo cual deduje que era la hermana mayor de Grettel.
¿Y dónde estaría su madre? Me quedé con esa duda mucho tiempo.
—Grazie mille por… aiutami y, era colpa mia, soy una torpe. —Me agradeció ella nerviosa y tímida, su voz era melodiosa… a pesar del auto reproche que había empleado.
Otras dos cosas lindas que me parecieron de ella, su nombre: Grettel, el cual al igual que el mío son poco comunes en Italia; y su voz, que hacía que la contemplara con cierto embeleso. Lo que no me gustó fue lo que dijo al final.
—No digas eso, chiaro que non; el torpe fui yo, por distraído. Mi dispiace una vez más —le aseguré empleando un tono suave, algo poco usual en mí, pues solo lo usaba con mamá; hasta ese día.
—¡Grettel, ya perdimos bastante tempo, apresúrate! —vociferó nuevamente su padre de la misma forma que la anterior vez.
¿Que no podía esperar un momento? En ese instante Emiliano regresaba de entregar los boletos—. Diana, ve por tua sorella —le ordenó aquel señor exasperado a su otra hija, quien se acercó a nosotros.
—Andiamo Grettel, sino papá se enfada... —Le pidió, mas no pudo terminar.
Luego supe porqué. A Diana y a Emiliano les pasó lo mismo que a Grettel y a mí, al quedar casi frente a frente sus miradas se encontraron, se miraban embelesada y detenidamente. Diana me diría tiempo después que se olvidó también de su padre por unos momentos, quien miraba con súplica a sus hijas, pero ellas lo ignoraban.
Emiliano se olvidó de lo que tenía que hacer asimismo por unos instantes, pues sus miradas estaban atrapadas.
Definitivamente esas hermanas tenían algo hipnótico, algo hipnóticamente especial y se sentía tan bien caer en su hipnotización.
***
—¿Así que la ragazza es muy bonita? —me preguntó mamá con interés mientras abordábamos el avión; el tema de Cancún se me había olvidado por completo.
No podía dejar de pensar en Grettel, en sus ojos, en su voz; no había podido decirle mi nombre o algún otro dato mío, y lo último que ella me dijo fue: «lindo monito», refiriéndose a Amedio que nuevamente se había subido a mi hombro.
Diana simplemente se la llevó ante las protestas de su padre sobre que se hacía tarde, al parecer se iban a establecer en Génova, donde yo vivía.
Lo que no sabía era si algún día la volvería a ver, esperaba que sí, era casi improbable pero no imposible. Ella llevaba títeres, marionetas y disfraces en esa bolsa, eso significaba que su padre era un titiritero, con suerte cualquier momento podía topármelos en la ciudad, aunque Génova es grande.
—¡Sí! ¡Muy bonita! Sus ojos, ¡los hubieras visto! No podía dejar de verlos, eran de tonalidad miel pardusca. Su cabello parecía oro y su voce era dolce, transmitía tanta pace. Ay, mamma, no puedo dejar de pensar en ella. —Le contaba animadamente cómo era Grettel y todo lo que había sucedido con ella, de forma entusiasta, ilusionada y soñadora.
Mis ojos estaban igual, viendo un punto inexistente; y más tarde me daría cuenta que hablaba como un tonto enamorado.
¿Por qué me fijaba en los detalles de una niña, que apenas había conocido y de forma accidental?
Si un niño de diez u once años —sin generalizar absolutamente— solo piensa en jugar videojuegos, al fútbol o realizar otro deporte, ver televisión, ocuparse de sus deberes escolares y rendir muy bien para ser alguien de bien en un futuro, posiblemente manejar bicicleta y comer; entre otras cosas normales en un niño de esa edad y sobretodo generalmente: detesta estar con niñas.
Pero algo me había llamado la atención en Grettel.
¿Qué era? No lo sabía, pero me gustaba y quería que así se quedara, aún no me daba cuenta de que estaba alabando a esa niña desconocida quizá por demás.
Mamá me miraba como si fuera un oso de peluche, con inmensa ternura. Siempre hay que tener algo en cuenta: el amor de una verdadera madre por sus hijos es infinito.
—Hasta ahora no me dijiste su nombre, ¿cómo se llama ella? —me preguntó mamá en un tono divertido, dulce y cariñoso.
—Grettel, lo sé porque oí a suo padre llamarla así.
—Que nombre más bonito, en serio me gustó mucho —opinó mamá con total sinceridad, mientras me sonreía.
—A mí también me gustó. Grettel… un nombre tan lindo como ella —concordé suspirando soñadoramente y perdiéndome viendo aquel punto lejano.
Mucho más tarde me di cuenta que quizá había aburrido a mi familia primero con el tema de Cancún y luego con el de Grettel, porque al principio me atendieron con mucho interés, el cual lo perdieron poco a poco y cambiamos de tema cuando despegó el avión. Pero yo no podía dejar de pensar en Grettel, y no solo en su apariencia, sino en otras cosas que había observado.
Como ya mencioné, se notaba que bajaban del avión para instalarse en Génova y que eran titiriteros, por los disfraces, títeres, marionetas y máscaras que traía ella en esa bolsa. De seguro venían a Génova a probar suerte, de corazón deseé que les fuese bien y también me preguntaba si alguna vez los vería de nuevo, esperaba que sí.
¿Y dónde estaría su mamá? Por lo que vi solo eran dos hermanas y su padre. ¿Qué habría pasado con ella? Pensando así sin darme cuenta me quedé dormido.
***
—Oye enano, despierta. Estas son las mañanitas que cantaba el rey David… Ciaoo, ¡hey, ya llegamos! —escuché que alguien aplaudía y gritaba frente a mi rostro. Abrí los ojos lentamente y vi a Emiliano frente a mí y Amedio en su hombro.
—¿Te era necesario gritar? —le reclamé adormilado, dándole un golpe en el brazo y luego desperezándome.
—Trato de despertarte desde hace rato, ¿qué más podía hacer? Te hubiera echado agua en el rostro pero lamentablemente no la traigo. El avión ya despegó. ¡Ya estamos en Cancún! —anunció Emiliano entusiasta.
—¡Eeeeeeeeh, viva! Pásame a Amedio, ¡de prisa hombre! Iré a curiosear la città —le anuncié gritando alegremente y de inmediato salí corriendo.
—¡¿Y tu maleta?! —me recordó Emiliano justo cuando salía del avión y era cierto, por la emoción había olvidado mi maleta.
—¡La cargas tú! —determiné saliendo disparado.
—Ah, non, ¡eso non! —negó en respuesta y corrió detrás de mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro