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1.

— ¡Toma eso Fénix!— gritaba la enérgica Genevieve, que se empeñaba en golpear con su pequeña espada a su mejor (y único) amigo: Fénix.

— ¡No seas tan agresiva, Gess!— decía él mientras se protegía la cabeza con sus brazos como podía.— A este paso me vas a dejar como el jinete sin cabeza... que fuerza tienes para apenas tener 10 años-

— Lo sé, y tú muy débil para llevarme dos años.

Tiró su espada a un lado y se dirigió hacia él rápidamente, haciendo que ambos cayeran en el suelo y estallaran en risas.

— No te vayas nunca— le pidió la pequeña, abrazando al pelirrojo con vigor.

— Siempre estarás conmigo— prometió su amigo, mientras tomaba una piedra y, con su índice la tornaba a una coloración dorada, haciéndola parecer toda una joya—. Así no te olvidarás de mí.

Ella sonrió, tomó aquel regalo y lo guardo en su capa. Finalmente terminó nuevamente en risas.

— Si no consideras bañarte, lo que nunca olvidaré será tu aroma.

— Oh, te arrepentirás de haber dicho eso, Gess.

Y así pasaban sus tardes, entre risas, golpes, cortas charlas y promesas; una futura Reina con un prometedor aprendiz de mago. Su amistad era invaluable, fuerte y sincera, y creían tener el mundo a sus pies, creían ser invencible e inseparables, pero un día, su amigo dejo de aparecerse por el palacio, las miles de cartas que solía enviar dejaron de llegar, y su ausencia dejo en la futura Reina un vacío inmenso, pues se había llevado una pequeña parte de ella.

Habían pasado 7 años desde la desaparición de su amigo, que para distraerse decidió entrar en todas las actividades que ofrecía el palacio, con el fin de convertirse en una heredera digna; si lo único que le quedaba ahora era su pueblo, daría lo mejor de sí misma.

— ¿En qué estas pensando, hija?— preguntaba la Reina, mientras leía alguno de esos libros de historia que a Genevieve tanto le aburrían.

— La vida en el palacio es tan gris, madre— comenzó ella. La Reina sabía que su hija se extendería con un largo discurso, por lo que dejo su libro a un lado para escucharla.—. ¿Sabes? Incluso después de tantas actividades y cosas por hacer, todo sigue siendo tan recto como siempre; ya estoy tan aburrida de la rutina...

— ¿Quieres salir?— ofreció su madre.

— Ya he paseado por los jardines dos veces el día de hoy.

— Me refiero a ir a la ciudad, salir del palacio — Se levantó y se dirigió hacia Genevieve, tomando su rostro entre sus manos, como solía hacerlo cuando no era más que una infante—. ¿Cómo pretendes gobernar una nación que no conoces?

Y era cierto, pues en un año cumplía la mayoría de edad, y en poco más de dos, sería oficialmente coronada como Reina. Tomó la mano de su madre y, tras tomar una capa de su armario, salió con ella a visitar la ciudad.

Sin siquiera darse cuenta, sus salidas a la ciudad se convirtieron en un hábito (como las demás actividades que realizaba en el palacio), pero nunca se cansó de ella: el lugar era tan inmenso, las personas tan diferentes y las festividades tan llenas de vida que, en ocasiones, salía a escondidas para poder disfrutar de aquel espectáculo de colores. Incluso trabó amistad con algunos de los ciudadanos, y a veces llevaba algunas cosas para ellos.

Poco a poco se fue olvidando de su pasado, de aquellas tardes de felicidad con Fénix, y finalmente pudo convertirse en una líder, admirada por el pueblo y por su familia. Aquel vacío parecía haberse llenado.

Entre clases, actividades y salidas secretas, el tiempo fue avanzando, y los días para la coronación de la princesa era colo cuestión de meses, semanas, días...

— ¿Pasa algo, Genevieve?— preguntó Cassius, su hermano, una tarde de septiembre—. Te siento distraída.

— El tiempo pasa volando frente a nosotros, Cassius— respondió esta, con la mirada perdida en la infinidad del paisaje que se encontraba a través de su ventana. El viento soplaba frescura, haciendo que el cabello de la chica ondeara con suavidad—. Pronto llegará el momento en que toda la atención se pose en mí, pues seré quien guíe al reino; es una enorme responsabilidad, y a pesar de haber sido educada toda mi vida para este propósito, siento que no estoy lista.

— ¿Recuerdas cuando me llevaste a una de tus muchas salidas a la ciudad?— preguntó él, tomando asiento junto a su hermana, la cual asintió—. Vi como esas personas te miraban, Giss, y por más celos que eso pueda causarme, ven en ti una líder innata, y más que a una reina, ven a una amiga, a una persona en la que pueden confiar, alguien que conoce de la bondad y la generosidad; ellos te admiran, y estoy seguro de que tu reinado será el mejor de la historia— Genevieve le sonrió y se fundieron en un largo abrazo fraternal.—. Además, estamos llenos de prosperidad y un comercio estable, ¿que podría pasar?

Y lo que nadie creyó que sucedería, sucedió.

El reino de Akali se sumió en una enorme depresión: los vivos colores y festividades se fueron opacando, el comercio decayó bruscamente, los alimentos escaseaban y los ciudadanos fueron perdiendo la esperanza, pues la pobreza aumentaba cada día.

— ¿Qué voy a hacer ahora?— susurraba la princesa, mientras una lágrima se resbalaba por su mejilla.


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Holaaa, bueno, tardé un poco pero aquí estoy de vuelta.

En vista de que no estoy muy segura de qué días publicaré, les pido que estén atentos en mi otro libro Deadroses, donde además de conocerme un poquito más, los mantendré al tanto de mis actualizaciones.

Gracias por tanto.

Se despide, Junie💫.

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