Capítulo 8
Desde el primer momento en que Will puso un pie en Genessia, supo con seguridad que era una ciudad como ninguna otra.
Hasta hace unos días, no había oído hablar ni una sola vez de aquel lugar tan peculiar y pronto comprendió que no era de extrañarse. Llegar a Genessia suponía toda una aventura; estaba completamente rodeada por extensos bosques, montañas y cuerpos de agua que reducían su accesibilidad a sólo dos posibles entradas, al norte y al sur de la ciudad, respectivamente. Para llegar a la metrópoli más cercana, se necesitaba hacer un viaje de casi tres horas y media en tren o vagar en coche por complicadas carreteras y senderos apenas bien trazados en el indomable relieve. Muchas personas simplemente no contaban con el tiempo o la paciencia para tomarse tantas molestias, por lo que la popularidad de Genessia era prácticamente inexistente.
De alguna manera, parecía que la ciudad se había aislado del resto del mundo.
Claramente había dos cosas que los habitantes de Genessia respetaban: la historia y la naturaleza. La ciudad estaba repleta de casas pintorescas casi sacadas de cuentos de hadas y edificios antiguos, que reflejaban lo mejor del estilo barroco y victoriano. Las aceras cuidadosamente empedradas con ladrillos rústicos, dejaban al convencional concreto totalmente obsoleto. Y ni hablar de las extensas áreas verdes, jardines y parques repletos de grandes viejos árboles, plantas y flores de todos los colores habidos y por haber. Todo en conjunto daba la impresión de estar viajando en el tiempo. Will pensó que sería un fantástico lugar para vivir, claro, si no fuera por el hecho de que había Goblins roba niños sueltos por la cuidad.
La casa de Zamira se localizaba en el lado noreste de Genessia, prácticamente a un costado de la playa y al borde del llamado bosque Deidamia. Tardaron alrededor de veinte minutos en finalmente llegar a su destino. Al salir de la furgoneta Volkswagen, Will contempló con asombro el lugar que la chica llamaba hogar. La palabra "obra de arte" se le vino a la mente. ¿De qué otra manera podrías llamar a un lugar tan increíble?
A pesar de que el tamaño de la residencia era casi lo suficientemente grande como para llamarla una "pequeña mansión", no era eso lo que la hacía tan especial. Al igual que las demás construcciones en Genessia, tenía un estilo barroco y victoriano, pero ésta los llevaba a otro nivel, combinando lo mejor de ambos. Las paredes estaban pintadas de colores brillantes y llamativos, poco comunes en las casas. Podías encontrar desde tonos dorados, anaranjados, amarillos y fucsias, hasta colores como turquesa, celeste, magenta y violeta. Además, cada rincón estaba cubierto por detalles que la hacían aún más única: flores, figuras y guirnaldas pintadas a mano, vitrales coloridos, cornisas de madera adornadas con molduras y formas extraordinarias; incluso las tejas y baldosas tenían grabados originales de matices radiantes.
Nunca había visto tantos colores en un solo lugar. Permaneció estupefacto por un minuto, tratando de que sus ojos registraran de forma permanente todos los fragmentos de la construcción; era algo que no quería olvidar. Incluso pasó por alto el hecho de que Zamira ya estaba entrando por la reja dorada de la casa.
– ¿Aquí es donde vives? – Preguntó con tono incrédulo a la chica mientras le seguía el paso como podía. Ella se detuvo en seco y lo observó confundida; no parecía entender a qué se debía la reacción del muchacho.
– Sí ¿Por? –
– Bueno es que, hay casas y luego está... esto. – Una vez más Zamira no entendió si era un cumplido o una ofensa.
– ¿Gracias?... – Fue más una pregunta que una afirmación – Le pertenece a mi abuela, pero la estoy cuidando por ahora. Ha estado en la familia por generaciones. –
– ¿Desde hace cuánto? – Aunque la estructura estaba impecable y perfectamente preservada, era evidente que la residencia era antigua.
– Desde que fue construida en 1736. –
– Bueno, – Will nuevamente recorrió con la vista la hipnótica morada– tu casa luce como algo que debería estar en un museo de arte. – Zamira esbozó una sonrisa e inquirió– ¿Entonces no eres del tipo "moderno y minimalista"? –
– A decir verdad, no, para nada. –
– Felicidades, eres uno en un millón. – Comentó divertida.
– Siempre he creído que lo minimalista es algo aburrido. – Agregó el muchacho.
– Cierto... lo es. – Concordó ella – Es simple y algo... vacío. Me gustan las cosas con alma y las cosas con alma son maravillosamente complejas. –
– Cierto... – Repitió –... lo son. – Sus miradas se cruzaron y permanecieron ahí por un instante, en silencio, ambos haciendo nada más que ver los ojos del otro. Una situación tal vez extraña o incómoda vista desde el exterior, pero en lo que a Will y Zamira respecta, fue todo lo contrario.
El muchacho apreció con detenimiento los ojos de la chica, era difícil no cautivarse con ellos. Al tenerla de frente pudo notar mejor los tonos deslumbrantes de color ámbar alrededor de su pupila, seguidos un de vivaz verde pasto y finalmente, rodeando el iris, una delgada línea azul oscuro.
Will se preguntó quién era Zamira realmente. Sus juicios habían estado terriblemente equivocados en un principio; ahora simplemente ya no sabía qué esperar o qué pensar de la vidente. Pero una cosa era segura, ella le agradaba; y por alguna razón, quería conocerla mejor. La chica era un intrigante misterio.
Zamira apartó la vista y rompió el silencio aclarándose la garganta – Entonces... – abrió la colorida puerta doble. – ¿Entramos? – Will asintió aún un poco atontado. Espera, ¿qué acaba de pasar? ¿Eso fue como un "momento"? Se cuestionó a sus adentros. Pero inmediatamente aparto el pensamiento. Concéntrate en el caso, NO en la chica... SOLO en el caso. Se dijo a sí mismo una vez más. Sin embargo por más que se lo repetía no parecía funcionar.
El interior de la casa de Zamira no defraudó las expectativas de William, incluso fue un millón de veces mejor de lo que él pudo haber imaginado. No creía contar con la suficiente creatividad para idearse un lugar tan magnífico. El chico miraba hacía todas direcciones para no perderse ningún detalle, nuevamente estaba impresionado por completo.
Era igual de colorido y único que el exterior. La decoración mezclaba estilos de diferentes culturas, como la mexicana, hindú, peruana, rusa, china, africana, entre otras que el muchacho no pudo identificar. Todos los muebles eran tipo vintage o rústicos y las habitaciones estaban repletas de artesanías y objetos auténticos de diferentes partes del mundo. Will concluyó que la familia de Zamira viajaba demasiado.
La vidente lo condujo por la casa, hasta que finalmente, se detuvo delante de una gran puerta de madera tallada con la figura realista de un árbol, localizada al final de un corredor.
La enigmática habitación resultó ser una inmensa biblioteca. Zamira invitó a Will a sentarse en una mesa de caoba situada al centro del salón, donde espero paciente mientras ella rebuscaba entre el repertorio de polvorientas portadas.
– ¿Cómo es posible conseguir tantos libros? – inquirió el muchacho.
– Te lo dije, generaciones han vivido en esta casa. – Explicó la vidente, quién regresaba de su búsqueda con las manos llenas. – Mi familia es demasiado grande y con el tiempo los libros donados se convirtieron en una biblioteca familiar. – Zamira le entregó en mano un libro extremadamente grueso. – Ten. Lee y aprende. – El ejemplar era antiguo, tenía una cubierta de cuero negro y un terrible olor a humedad. – Ahí está todo lo que necesitas saber sobre los Goblins. –
Will examinó el tomo más de cerca, hojeo algunas de las páginas amarillentas con dibujos de criaturas extrañas y palabras escritas a mano con caligrafía impecable. Entonces pudo comprender lo que tenía en manos. – No lo puedo creer... ¡Es un bestiario! – Exclamó fascinado – Jamás había visto uno real. –
– Vaya, – lo miró sorprendida – sabes lo que es un bestiario. –
– Supongo que veo demasiadas películas. – confesó un poco apenado.
– Entiendo. Me pasa seguido. – rio Zamira, restándole importancia. – En fin, la mayoría del texto está escrito en español pero algunas palabras están en latín, puedes preguntarme si no entiendes... –
– No te preocupes por eso, sé latín. –
– ¿Sabes latín? – Reiteró la chica impresionada.
– Sí, ¿Tú no? –
– Pues... sí, pero yo soy anormal ¿Cuál es tu excusa? –
– El chino mandarín no me llamaba la atención. – William se encogió de hombros como si no fuera la gran cosa, pues para él en verdad no lo era.
Desde pequeño había sentido una inexplicable inclinación por aprender latín, a pesar de las varias veces que su madre lo había tratado de persuadir para tomar las clases de chino. Según ella, el chino le sería más útil que una lengua muerta como el latín.
– Interesante... – Musitó pensativa. Examinó al chico con expresión neutra por un breve segundo y finalmente declaró – Iré por algunas cosas que necesitaremos. Ya regreso. –
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