Capítulo 3
William no tenía problemas con los psíquicos... o tal vez sí.
Su antipatía hacia esas personas se debía principalmente a que el no creía en ellos, y ciertamente no le habían dado ninguna razón para hacerlo. En su largo recorrido por el mundo de lo paranormal, había conocido a varios videntes, médiums, brujos y demás. Eventualmente, todos habían resultado un fraude o inútiles.
Él era una persona flexible, abierto a nuevas teorías e ideas. Aceptaba completamente el hecho de que hay cosas que la ciencia tradicional no puede explicar. Sin embargo, no era ningún crédulo y si algo detestaba en este mundo, eran los engaños.
Entonces la vio por primera vez y de alguna manera, todos sus prejuicios se esfumaron momentáneamente. La vidente no era para nada lo que él había esperado. Era tan solo una chica, tal vez de su misma edad; bastante bonita, de eso no había duda. Sus miradas se encontraron y Will apartó la vista nerviosamente de esos brillantes ojos verdes; no quería parecer raro ni mucho menos acosador. Se maldijo así mismo en silencio al darse cuenta que había sido demasiado obvio. Trató de volver a la realidad, para poder concentrarse en el caso, NO en la chica... SOLO en el caso.
– Buenos días Padre Marcos. –
– Zamira. – Regresó el saludo el sacerdote, quién para sorpresa de William, parecía ya conocer a la misteriosa vidente. – Es bueno verte, ¿Cómo están tú y Lily? –
– Bastante bien, gracias. –
Will se preguntó, en vano, quién sería la tal Lily. Su tío lo miró y poso la mano sobre el hombro del chico. – Este es William, mi sobrino. –
– Mucho gusto. – Sonrió Zamira educadamente.
Will al verla, no pudo evitar sonreír también al responder – Igualmente. – Una vez más se maldijo a sí mismo, esta vez por estúpido.
– William cree que él también podría ayudarme con... ya sabes. – Explicó Marian Gray a Zamira. – Creo que vale la pena intentarlo. –
– Por supuesto. – Concordó la chica con tranquilidad.
En un rápido movimiento, Marian Gray tomó las pilas de ropa que ocupaban los sillones, y las colocó en una silla del comedor. Finalmente los invitó a que tomaran asiento en la sala.
– Disculpen el desorden, – Marian se acomodó en el desgastado taburete naranja. – pero estos días he estado distraída... por así decirlo. – Hizo una pausa y finalmente agregó – Así que... ¿Cómo haremos esto? –
– ¿Por qué no nos cuenta más acerca de los eventos que han estado ocurriendo en la casa? – Sugirió Zamira. La señora pareció incomodarse con el tema, sin embargo, prosiguió.
– Bueno... supongo que comenzaron hace unas semanas. Las cosas se perdían todo el tiempo; si tenía suerte, aparecían en lugares extraños, a veces rotas. Por las noches oía susurros y pisadas, pero cuando me levantaba a investigar, se detenían. Yo, para ser honesta, no les prestaba tanta atención, simplemente creía que eran los niños... –
– ¿Los niños? – Interrumpió Will confundido. – ¿Vincent tiene un hermano? –
– Sí, Aaron. – La mujer señaló un portarretrato en la mesita de centro. Se podían observar en la fotografía dos niños sonrientes, uno de ellos era Vincent; Will supuso que el otro era Aaron, pues lo desconocía. – Él es un año menor que Vincent. – Marian frotó sus manos nerviosamente – Está en el piso de arriba, en su habitación; desde que Vincent se fue, rara vez sale de ahí... Ha sido difícil para ambos. – El rostro de la mujer se llenó de completa tristeza. Zamira, quien estaba sentada a su lado, tomó su mano con delicadeza. Marian le devolvió una pequeña sonrisa de agradecimiento y suspiró con cansancio – Como les estaba diciendo, las cosas empeoraron unos días después. Una noche, un ruido espantoso nos despertó a todos. Eran pasadas las dos de la mañana, yo estaba muy asustada y les ordené a los niños que se encerraran en su cuarto. Baje las escaleras y oí risitas que venían de la cocina. Cuando entre no había nadie, pero estaba hecha un desastre total. El microondas había explotado, la comida del refrigerador y de las alacenas estaba regada por todas partes; los platos y los vasos eran pedacitos de cerámica. Noté que las paredes, estaban rayadas con crayola, solo se repetían una y otra vez dos palabras: Vincent y Aaron. Fue entonces cuando encontré al gato, muerto en la licuadora; fue una de las cosas más horribles que he visto en toda mi vida. –
Al oír lo último, a Will no le sorprendió que la Señora Gray dejara de sospechar de sus hijos, después de todo ¿Qué niño podría ser lo suficientemente sádico para triturar su gato en la licuadora a mitad de la noche? Ya no se trataba de travesuras normales.
Llame a la policía, pero no encontraron nada. Las puertas y ventanas estaban perfectamente cerradas y la alarma no se había activado. Unos días después Vincent desapareció y yo... – Su voz se quebró reflejando el dolor que sentía al hablar de su hijo, pero trató de continuar como pudo, cambiando un poco de tema. – La televisión, el estéreo y la lavadora se encienden espontáneamente; y ni hablar del teléfono, tuve que desconectarlo porque no dejaba de sonar como loco. Las cosas solo se rompen como por arte de magia, lo he visto: nadie las toca, simplemente se caen. Incluso cuando estoy sola, oigo los susurros, las pisadas, las risitas de niños y siento que hay alguien ahí,observándome. Quisiera decir que solo es mi mente y que soy muy paranoica, pero esto es diferente, sé que hay algo más. –
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