Capítulo 1
– ¿Padre Marcos? – Llamó el joven monaguillo.
– ¿Qué sucede? –
– Lo busca un tal William Fox. ¿Quiere que lo haga pasar? – El niño notó una cierta exaltación en los ojos del sacerdote al oír aquél nombre, sin embargo, este respondió con suma tranquilidad.
– Yo me encargo Adam, gracias. -
Marcos recorrió los pasillos de la catedral con nerviosismo hasta encontrarse cara a cara con la gran puerta de madera: el único objeto que lo separaba de William Fox, su sobrino. Permaneció ahí, inmóvil, preguntándose si había tomado la decisión correcta al llamarlo; pero él sabía que era muy tarde para arrepentirse. Por lo tanto, en un último pensamiento, le pidió a Dios que lo guiara durante esas circunstancias difíciles y abrió la puerta.
– ¿Will? - El muchacho se volvió hacia el sacerdote, quien se apresuró a envolverlo en un cálido abrazo.
– Es bueno verte tío. –
Exclamó su sobrino una vez que se separaron. – Has estado desaparecido por mucho tiempo. – Pronunció las últimas palabras con inconfundible reclamo. El Padre Marcos lo miró con tristeza.
– Will, yo... –
– Podemos hablar de eso en otro momento. – Interrumpió secamente. – Me llamaste aquí por una razón. Háblame de las desapariciones. – Ciertamente, Will no trataba de ocultar el enojo que sentía hacía su tío en ese instante, pero había cosas más importantes con las que tenía que lidiar; cosas que simplemente no podían esperar.
– Aquí no... Creo que sería mejor si vamos a otro lugar. Sígueme. – Él se dejó conducir por su tío, hasta una pequeña oficina dentro de la iglesia. Había documentos regados por todo el escritorio, entre ellos algunas fotos de niños y recortes de periódico. Le ofreció una silla, pero él se negó y permaneció mirando el desorden de papeles tratando de descifrarlo. Marcos soltó un suspiro de cansancio al dejarse caer en la butaca con pesadez; acto seguido, busco entre los documentos un sobre amarillo y se lo entregó a Will.
– Hace cuatro días, – Comenzó el hombre - una mujer de la iglesia se acercó a mí y me pidió ayuda. Su nombre era Marian Gray. Me contó que su hijo de siete años, Vincent, había desaparecido. Al principio creí que quería que lo incluyéramos en el grupo de oración por los desaparecidos que hacemos aquí en la iglesia; pero entonces, me contó toda la historia. –
– Aún no entiendo por qué me llamaste, ¿Qué tiene que ver todo esto con lo que yo hago? –
– A eso voy, ten paciencia. – Demandó con firmeza y se aclaró la garganta para proseguir. - No había señales de allanamiento en la casa, ni rastros del niño. La policía no lo notó, pero la tienda de antigüedades que está enfrente de su casa, tenía una cámara de vigilancia y la noche que Vincent desapareció, la cámara logró captar algo... Abre el sobre que te di. –
William obedeció a su tío e introdujo la mano en la abertura del papel amarillento. Había varias fotografías en su interior y desde ese momento el muchacho comprendió porque su tío lucía tan perturbado. De hecho, esas fotografías podrían perturbar a cualquier persona, pero no a él. Sostuvo las imágenes en sus manos por un rato y las contemplo con asombro.
Observó con detenimiento al niño de la foto, quien asumió que era Vincent, y a lado de él, una silueta negra de casi su misma estatura, quien lo tomaba de la mano, como si lo guiara a través de las calles vacías. Los ojos de la figura oscura brillaban inusualmente y en cada fotografía el niño y la silueta se apreciaban mejor, más cerca. Un escalofrío recorrió la columna de Will, pareciera que la sombra lo miraba fijamente a él.
– Marian jamás le mostró esas fotografías a la policía. - Agregó Marcos - Pero eso no es todo... –
– ¿A qué te refieres? –
– Después de enterarme del caso de Vincent, comencé a investigar y descubrí que esto ha pasado antes, tres veces durante este mes para ser exacto: Marilyn Jensen, Louis Clapton, Johanna Daley y ahora Vincent Gray. – Colocó las fotografías de cada niño sobre el escritorio conforme mencionaba sus nombres. – Cuatro niños desaparecidos a la mitad de la noche sin dejar rastro alguno... ¿Ahora entiendes por qué necesito tu ayuda? –
– Me quedó bastante claro. – Afirmó Will. – Entonces, ¿Por dónde quierescomenzar? –
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