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|Capítulo 6: El día en el que mueras |

—¿Qué hay más poderoso que un dios?

Alguien que finge serlo.

La historia que deben creer es:

Todo lo que dicen de mí es cierto.

 «Cargas con una parte de mí y del mundo de dónde vengo, sos un milagro, pero la mayoría del tiempo van a maldecirte. No les dejes saber de tu existencia, no les digas tu nombre»

Ahora que su padre se había ido, la razón de su existencia le pesaba hasta el punto de que le costaba respirar. Recordaba las manos de él alrededor de su cuello, en realidad, ellas nunca la habían abandonado.

Tomó de un tirón el abrigo que le ofreció el cazador y salió al exterior. Caminó hasta que su pie se hundió en el concreto, el abismo la esperaba con los brazos helados. Acunó su tembloroso cuerpo en la oscuridad y la consumió. La falta de aire le laceró los pulmones, pero lo soportó con gracia silenciosa. Jamás se quejó con su padre, y menos lo iba a hacer ahora que apenas recordaba la sensación de una herida abierta. La cantidad de tajos recibidos por su cuerpo junto al dolor que causaban estaban perdidos en el plano revuelto de su memoria.

Su abismo la depositó sobre la cima de un edificio cercano. La densa capa de oscuridad se revolvió inquieta al soltar sus extremidades, intentaba aferrarse a su piel más tiempo. Lo obligó a desaparecer, Génesis no podía descuidarse. Por el bien de la detestable humanidad, debía mantener a esa criatura dormida, era lo único que podía hacer mientras tanto.

Ella era consciente de que se encontraba a más de veinte pisos del suelo en alguna zona de la terraza del edificio, porque podía ver los pequeños puntos brillantes causados por las luces eléctricas, se esparcían entre el grueso telón de niebla negra. La iluminación verdosa de algún cartel proyectaba una vaga sombra por encima del camino que trazaban sus pasos. Ignoraba el paisaje estrellado sobre su cabeza, nunca fue capaz de verlo.

—Cálmate, estúpida. No va a volver.

Cerró los ojos, ofuscada.

Necesitaba calmarse, lo último que quería era mostrarle su debilidad a ese Recolector. Debía respirar, pero ella ya estaba harta de intentarlo. No se dio cuenta del momento exacto en el que empezó a correr hacia el borde, la desesperación formaba un nudo en su pecho. El suelo desapareció de un tirón y por un instante creyó que iba a flotar hacia un lugar desconocido. Se estiró, su cabello le acarició el rostro y terminó de arañar el cielo con sus dedos antes de precipitarse al vacío.

No podía morir, hace tiempo había dejado de intentarlo también.

El viento le golpeó el rostro y su abrigo se agitó a sus espaldas, esa noche no iba a tener frío. Génesis se dedicó a caer en lo que lograba tranquilizarse. Su abismo estuvo justo en el lugar que esperaba y el curso de sus pensamientos la envió a la escena del crimen. Donde la Sombra emitió sus últimas palabras, las cuales no quería recordar.

Génesis era buena clasificando sus memorias entre las que le iban a servir para matar y las que no. Esa voz que la llamó traidora no era para nada práctica.

Se posicionó sobre el grueso alambrado, el mismo en el que había estado al momento de descubrir el arma del Recolector. Se quedó un momento con la vista clavada en el halo de luz eléctrica que entraba por el inicio del callejón. Recordaba la figura angelical del hombre muerto como si sus ojos lo tuvieran enfrente. El aroma del hormigón la distrajo al saltar al fondo del hueco.

Restos de sangre coagulada y productos de limpieza.

Se aferró al suelo con sus cuatro extremidades y tanteó la sabana que cubría el lugar donde, supuso, la policía encontró el cadáver, el cemento estaba frío y las baldosas rotas por la acotada pelea. Ella buscaba algo para probarle a su mente que no fue una alucinación ocasionada por el clima tormentoso, pasó los dedos por la marca que había dejado la hoz del Recolector y recordó la fría mirada salvaje en sus ojos.

«¿Ya vas a empezar a confiar en mi habilidad?»

Génesis le puso palabras a lo que había pensado entonces.

—Tu habilidad viene de la desesperación que le robas a los demás, los ayudas a morir no porque quieras, sino porque estás obligado a hacerlo. —No reconoció la esperanza de su propia voz.

Se alejó de la pared, decepcionada y se volteó a ciegas sin saber bien dónde ir. Puesto que no iba a volver a ese lugar lleno de criaturas despreciables cuyos cuerpos le ponían los pelos de punta, pero se tensó al percibir que alguien le cerraba el paso. Génesis no esperaba reconocer aquella figura recortada a contraluz, pero lo hizo. El halo que proyectaba la mata de cabello rojizo la paralizó y el miedo no le dejó emitir palabra.

—Mi querida bestia, si pensás tanto sobre el sentido de la vida le vas a hacer daño a tu cabecita.

El timbre de su voz le hizo darse cuenta de que estaba a punto de ahogarse con su llanto. Estaba más cerca de lo que pensaba, la figura de su padre forzó algo al interior de su boca entreabierta. El metal emitió un tintineo brusco contra sus dientes. Reaccionó, aunque demasiado tarde, para evitar el disparo que le destrozó la cabeza de un impacto.

—Una Glock 17, cortesía de la Policía Federal Argentina, interesante lo que uno puede conseguir si se pone a hacer amigos ¿no te parece? —El hombre se acercó a su silueta desvanecida sobre la sábana y disparó hasta vaciar el cargador del arma sobre ella.

La bala había recorrido el inicio de su garganta antes de salir por la parte trasera de su cabeza, el retroceso corto le destrozó la mandíbula porque Génesis había tenido el reflejo de cerrar la boca. Sin embargo, empezó a sanar incluso antes de que pudiera incorporarse, una pequeña estela de humo ascendía de la mueca sanguinolenta que era su cara.

Se sintió pequeña mientras un quejido desesperado se escapaba de su cuerpo.

—¿Padre?

La figura rio en la oscuridad y Génesis sintió como el hechizo se rompía, no era él. Esa no era su risa alegre, cálida. Le produjo asco.

—¿Pensás que tu adorado padre te va a encontrar para dispararte con un arma en la cara? Tonta inútil, probablemente piense en hacerte algo peor.

Sus músculos todavía sufrían espasmos ocasionados por el impacto de las balas, se levantó con el susurro de las palabras lacerando su conciencia, lo oía por encima del pitido que dejó el disparo del arma. La desorientación empezaba a esfumarse, y su cuerpo se recuperaba monstruosamente rápido, pero necesitaba volverlo solo un poco más lento. Debía recuperar su forma antes de perderla por completo. El odio no le dejó conseguirlo.

—Sin Rostro, no esperaba que fueras tan imprudente. —La extensión de sus garras acompañó el asco de su expresión, ahí donde su piel sanó volvió a estirarse para dar paso a un cuerpo que solo servía para matar. Se encorvó a punto de atacar, pero tuvo la mala suerte de escuchar lo que el hombre venenoso tenía para decirle.

—¡Adivinaste Génesis, bravo! ¿Cómo crees que reaccionaría tu padre si se entera de que nosotros todavía seguimos acá? Pensar en eso me reconforta de alguna manera, sé que su odio duele demasiado, uno nunca se acostumbra a los castigos de un falso dios.

Génesis ya se había lanzado sobre él para clavarle las garras en el pecho, pero no había dejado de hablar. El peso de su cuerpo medio transformado lo tumbó sobre la acera irregular. Le atravesó los pulmones a juzgar por la estela de sangre que salió de sus labios sonrientes, bajo la luz pudo verlo.

Tenía su cara, usaba el rostro de su padre.

—Cállate, cállate, cállate, no sabes una mierda de él. —Retorció las zarpas en su interior, las venas gruesas de marcaban en su piel grisácea.

Él le mostró una enorme sonrisa.

—Sé más de ese monstruo de lo que vos podrías llegar a descubrir por tu cuenta alguna vez, pero tampoco es como si quisieras saberlo ¿no? Es mejor vivir en la ignorancia, sos tan mediocre que lo preferís, aunque eso termine de matarte. —Con su mano libre él apuntó a su cara otra vez, Génesis no se había dado cuenta de que tenía otra pistola. No le importó, volvió a retorcer sus tripas hasta que el pecho se hundió bajo su peso. El hombre tosió—. Uh, eso no fue muy inteligente de tu parte.

Antes de que terminara la frase abrió la boca y dobló la apuesta, cerró la mandíbula alrededor del cañón de la pistola. Partió el acero entre sus dientes al mismo tiempo que sentía el mecanismo ser activado por el gatillo. La sangre bañó su visión y por un momento no sintió más que un ligero ardor en la lengua. La pólvora le habría hecho arrugar la nariz de encontrarla en su lugar.

—Niña, podías esquivarlo —siseó maravillado, él soltó los restos del arma y aprovechó el momento en que sanaba sus heridas para intentar quitarla de encima—. Esta vez fuiste vos la que se voló la mitad de la cara, estoy bastante impresionado por el tamaño de tu estupidez.

Con un gruñido ronco Génesis extrajo las zarpas de su pecho y las clavó en su garganta. Quería callarlo desesperadamente. Su rostro no tenía expresión, apenas empezaba a regenerar su piel, pero las marcas ya estaban en su lugar, las sentía arder contra la tela de su ropa destrozada. El Sin Rostro se retorció bajo su peso, una mano la tomó el cabello y con la otra empezó a tirar de su barbilla hacia atrás en un ángulo irreal, en un vano intento por liberarse. Lo escuchó carcajearse.

Él había visto sus marcas también, las de una mísera bestia. Un profundo gruñido agitó su pecho.

—¿Cuántas torturas tuviste que soportar para convertirte en su milagro? ¿Te volviste insensible antes o después de morir la primera vez? —El crujido de su cuello respondió la pregunta.

—¡Yo no puedo morir! —rugió abrumada, reconstruía sus ojos y empujaba contra su mano para obligarse a mirarlo.

—No hablaba con vos, niña.

El nudo en su pecho se hizo más pesado, él no movía los labios, había una mueca estática en el rostro de su padre. Estaba despojada de cualquier gramo de humanidad, los bordes sangrantes de sus labios se retorcían de placer. No parecía ser consciente del hueco que Génesis había dejado en su tráquea abierta. No comprendió cómo fue capaz de hablar entonces.

Nunca comprendía como todavía eran capaces de meterse en su cabeza.

Con un alarido las zarpas de la bestia se abrieron paso entre el reguero de sangre que era su pecho, enterró las manos en su caja torácica, en el lugar donde debería estar su corazón, pero no encontró más que un conjunto de tripas hechas un nudo. El hombre continuaba hablando.

—Mis hermanos me lo advirtieron, ellos no quieren enfrentarte porque saben de lo que sos capaz, pero yo creo que estás demasiado asustada del tiempo, diez siglos es mucho más de lo que alguien como nosotros puede retener en un solo cuerpo. En el fondo sabés que ya pasaste por mucho y solo te queda esperar. —La mano que antes la empujaba violentamente le sostuvo la cara regada de lágrimas iracundas, el pulgar de él se deslizó con suavidad sobre su piel pálida—. Esperarnos un poco más a que encontremos la forma de matarte para ponerle fin a tu sufrimiento de una vez ¿no es así Génesis?

El cazador la encontró a la mañana siguiente, dormitaba en la plaza cercana que ambos visitaron con anterioridad. Su cuerpo se torcía sobre un banco de madera con la pintura descascarada, el pésimo estado de su ropa hacía que fuera fácil confundirla con una vagabunda que solo quería tomarse una siesta.

Génesis se había acurrucado en posición fetal la noche anterior después de su terrible encuentro con uno de ellos, uno de los Sin Rostro. Casi había llegado a ignorar la potencia dañina que tenían en su vida, pero volvió a rememorar los viejos tiempos gracias a su estúpida debilidad. Ellos ya conocían su nombre, y Génesis sabía el apodo de él, Jocken le decían los pocos desgraciados que tuvieron la mala suerte de ver su verdadera cara.

Ella se consideraba parte del mismo grupo selecto. Al tipo le gustaba molestarla siempre que tenía la oportunidad, pero esta vez había ido demasiado lejos.

Ahora lo único que ella quería era dormir. Estaba acostumbrada a la presencia humana, la mayoría la ignoraba y de vez en cuando decían frases raras, citaban a un dios que no reconocía, nunca les prestaba atención. Por lo que al sentir a ese cazador aparecer le gruñó, una amenaza alta y clara, pero el hombre colocó una mano sobre su cadera, dijo alguna tontería con un tono serio de reto y acto seguido se sentó en el borde del banco que su menudo cuerpo había dejado libre.

No tardó nada en abrir su enorme boca otra vez.

—Realmente empiezo a pensar que a vos te gusta dormir en las plazas de la ciudad, capaz yo no lo siento porque estoy bastante muerto, pero debe tener su encanto. El sol debe calentar tu piel, el olor del pasto recién cortado y regado es bonito, cuando hay viento se siente el frescor de la madre naturaleza y...

La muchacha lo calló de una patada demasiado suave para su gusto, y volvió a hacerlo más fuerta en un inútil intento por quitarlo de su lugar, pero el Recolector atrapó su tobillo en el aire y tiró de él hacia afuera para arrojarla al suelo.

—No actúes como un gato rabioso por una vez en tu vida, por favor te lo pido —tronó él, Génesis no esperaba aquello, hizo lo posible por borrar la sorpresa de su cara—. Traje café ¿querés?

Su cabeza todavía punzaba con el peso de las palabras de Jocken. Ella no estaba de humor, no quería escuchar el tono de voz conciliador de ese tipo idiota, iba a ahorcarlo hasta que tuviera la decencia de cerrar la boca o se le pusiera violeta, lo que pase primero. Génesis se levantó hecha una furia y tiró de un golpe el vaso de café que le ofrecía.

—¿Por qué carajo hiciste eso? ¡Estoy intentando ser un buen compañero con vos!

—No somos compañeros, escoria. —Lo sintió acomodarse en el medio de la que era su cama y se enojó aún más.

—Primero, mi nombre es Mikaela. Segundo, estamos en un acuerdo de interés mutuo que nos obliga a vivir juntos, pendeja. Si no somos compañeros ¿qué somos? No recuerdo que me hayas propuesto matrimonio.

El dolor de cabeza de Génesis se intensificó, se acercó en un movimiento y lo tomó de la ropa. Estaba a punto de lanzarlo lejos como la última vez, pero una bolsa de papel se interpuso entre su cara y su objetivo.

—También traje medialunas —anunció Mikaela, campante.

El ruido de su estómago silenció la nula contestación. Génesis olfateó el paquete un momento antes de arrebatárselo con un brusco ademán. Mikaela fingió que acariciaba su cabeza como si fuera una mascota, pero sin tocarla.

—Me preocupé al ver que no volvías. —Su aparente interés no la convenció para nada—. No te das una idea de lo mucho que tuve que buscarte después de cerrar el bar. ¿Por qué no volviste a la casa? Iba a esperarte hasta que me di cuenta...

—¿Te diste cuenta de qué? —preguntó tosca, antes de meterse una medialuna entera en la boca.

—Me di cuenta de que seguís actuando como un gato callejero, aunque te compré una cama para que estuvieras cómoda y dejo las luces prendidas para que puedas ver. Estoy empezando a pensar que te molesta mi presencia.

—Yo no te pedí nada, y sí me molesta tu presencia —dijo ella, tenía la boca llena y las palabras sonaron extrañas. Se había metido una cantidad de comida que desafiaba las proporciones humanas.

Mikaela observó incrédulo el espectáculo por encima de sus anteojos redondos y no pudo contenerse, soltó una carcajada. El volumen de su voz fue más bajo del que Génesis esperaba, el sonido no le desagradó por completo.

—De verdad sos increíble, casi me hacés olvidar de que tuve una noche de mierda. Las Quimeras son bastante particulares cuando se obsesionan ¿sabés?

—Son criaturas traicioneras y egoístas, solo reaccionan cuando hay carne humana de por medio.

Génesis se soltaba más cuando podía expresar su odio libremente, y Mikaela lo sabía, ella fingió no notarlo, mientras engullía los restos de las medialunas que le quedaban en la bolsa, estaba hambrienta. ¿Él también lo había notado? Recibir su atención de esa manera lograba desconcertarla por completo. Captó el silencio del hombre a su lado, esperaba que dijera algo más y no estaba dispuesta a darle esa satisfacción.

—No todas —comentó al fin—. Conozco a una que es la excepción a la regla y es una maravilla de la naturaleza.

La muchacha ignoró su verborragia y le estrelló la bolsa vacía contra el pecho, el cazador se atragantó con el café que intentaba tomar en ese momento.

—¿Traes más? —preguntó.

Su repentina cercanía le hizo notar que ella tenía las manos, el rostro y el cabello manchado de sangre, igual que su ropa, el abrigo que le había dado tenía orificios de bala en cada rincón que cubría su piel.

—¿Debería preguntar qué fue lo que te pasó? —La sorpresa no le dejaba continuar con su circo, y ella lo sabía.

—No es tu problema y quiero más medialunas, cazador. —Volvió a poner la bolsa entre ambos con un poco más de fuerza de la debida.

Mikaela suspiró y agarró el paquete con su mano en el proceso. El olor a cementerio se mezclaba con el aroma a frutas que cargaba su largo cabello.

—La próxima vez que salgas te voy a acompañar, no es pregunta. —No podía verlo, pero el tono de su voz no concordaba con la frialdad de su piel. Ella se zafó después de un instante que duró demasiado.

—No intentes mandonearme, idiota.

—Puedo conseguirte más, pero depende de tu buena voluntad. —Mikaela se levantó sin prestarle atención a la figura de la muchacha molesta, arrugaba la nariz debido a la profundidad de su ceño fruncido, le limpió un resto de sangre de la cara antes de que pudiera apartarse.

Génesis lo notó chasquear la lengua con molestia para después utilizar su característico tono burlón.

—Pero primero necesito que te bañes, y después me vas a acompañar a un lugar, tengo trabajo que hacer y estoy seguro de que vas a preferir verme en acción.

✴✴✴

¡Hola, hola! ¿Cómo va su día? Recuerden tomar agua👀

Sé que este capítulo quedó largo, me disculpo, pero vieron a Jocke en acción, a la roño emo y hubo un cameo de las medialunas de Mikaela, YAI. Quien quiera unas que hable ahora o calle para siempre. (Adjunto foto esas delicias)

Este capitulo se lo dediqué a una diosa que apoyó la historia desde que empecé a molestar con ella en facebook e instagram y nunca encuentro la forma de agradecerle apropiadamente, es  (teadoro *le da una medialuna*) Vayan a ver su perfil, también escribe fantasía

PREGUNTAS

¿Su opinión sobre el agraciado padre de Génesis cambió hasta ahora? ¿Cuál es? Se aceptan insultos. 

¿Por qué creen que Jocken afirma conocer a Caos mejor que su propia hija? 

¿De dónde les parece que Jocken sacó el arma con la que le disparó a mi niña?

¿Creen que la preocupación de Mikaela es genuina? ¿Huelen segundas intenciones? (Sí, huelen, como Génesis)

AHORA SÍ, me disculpo por cualquier error que hayan encontrado en la lectura y muchas gracias por leer de igual manera. Hasta el domingo que viene ❤

PD: Edit de Jocken abajo, ojo con él, es un badboy y no en el buen sentido de la palabra. 

—Caz

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