|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
—Eran mis hijos, míos,
Si extendía la mano con ellos
no existía superficie que no pudiera poseer.
Eran tan simples de alcanzar.
Génesis había sacrificado sus horas de sueño conviviendo con Alexandra para memorizar el mapa lo antes posible. La mujer le generaba una sensación extraña, miraba a las personas como si quisiera calcular sus debilidades, pero no la incomodaba en absoluto, le era familiar. Ese era el problema.
Estaba nerviosa, trataba de distraerse con cualquier pensamiento de la cantidad de cosas que podrían salir mal si ella fallaba al entrar. Su abismo inquieto se encargó de hacer que lo notara. Las reglas que tenía ese monstruo eran claras, las había aprendido con su padre.
No podía perder de vista el objetivo, no podía dejar de visualizar un lugar cuando iba a utilizarlo, y jamás, bajo ningún concepto, podía dejarse abrumar por el peso de sus sentimientos o iba a terminar perdida en el vacío nublado por las pesadillas, el plano del que venía su padre. El mismo que le hizo perder la cordura en el mundo humano.
También debía alimentarlo con regularidad, fue lo siguiente que hicieron luego y en contra de las quejas de Mikaela, Génesis los llevó a ambos a la terraza más alta que pudo encontrar. Las alturas se sentían como una vieja amiga, observar las pequeñas luces de la ciudad cual cielo invertido casi siempre lograba tranquilizarla. Sin embargo, el recuerdo de su padre se mantuvo presente en su memoria.
Más de una vez en el pasado había pensado en dejar su tarea e ir a buscarlo a través de su abismo. Ella era mala para las palabras y los escritos, había tardado en acostumbrarse a volver a leer tras tanto tiempo viviendo a la intemperie, y dudaba de su capacidad para recordar cómo escribir, pero nunca se había permitido perderse en la ciudad. Y el reino de su padre era un reflejo de ella.
Era buena con los mapas, conocía el susurro del viento que le informaba sobre el clima característico de una ubicación particular. Tenía la memoria suficiente para discernir entre una gran cantidad de sonidos y olores, pero la cuna de los sueños olvidados funcionaba de forma diferente. Apenas pusiera un pie en esas tierras, las pesadillas listas para arrancarle la carne de los huesos iban a ser un susurro al lado de la vorágine que iba a desencadenar la ira de su Dios al enterarse de que había roto su palabra de llevar a cabo su voluntad. Se estremeció de solo pensarlo, la ira de su padre no era un factor con el cual pudiera negociar.
Era bastante cobarde en realidad.
Observó a Mikaela parado a su lado, hacía unos minutos había dejado de caminar con nerviosismo. Estaba sorprendentemente callado, solo veía su perfil frente a las luces intermitentes, el color antinatural de sus ojos se derramaba como el oro ardiente. Estaba preocupado, aun así, había querido que ella se relajara a pesar de las circunstancias. Apreciaba eso y le perturbaba en partes iguales.
Génesis caminaba por el borde de la terraza, se detuvo cerca y el cazador se enderezó un poco. A él no le agradaban las alturas, aquello era parte de sus reacciones comunes, así como la forma en que se tensaba antes de pararse frente a un espejo. Se distrajo pensando en qué clase de hombre había sido en el pasado y se preguntó si el hecho de que sus memorias se encontraran tan enterradas en el tiempo contribuía a que fingir emociones humanas le saliera tan natural.
¿No sentía curiosidad por saber sobre la vida que dejó atrás? ¿Por qué se empeñaba en tener una ficticia ahora?
El cazador notó que lo calculaba como si quisiera medir el poder de un posible enemigo y sonrió un poco, ella percibía cuando fingía.
—¿Encontraste lo que buscabas?
Era consciente de que la miraba ahora, balanceó los pies en el borde de una caída libre de más de sesenta pisos, él estiró la mano para agarrarla del brazo como si tuviera miedo de que se cayera al precipicio, y por primera vez en demasiado tiempo el mundo entero se inclinó a sus pies. Génesis sintió vértigo con el aroma de Mikaela en su nariz, pero no tuvo nada que ver con la altura.
Se soltó con un ademán y se paró en una sola pierna, el viento revolvió su cabello. Levantó la cabeza, se acercaba una tormenta.
—¿Miedo? —preguntó, él alzó ambas cejas.
—Jamás.
Ella fingió balancearse sobre el borde y lo observó tensar la mandíbula.
—Mentiroso.
—Roñosa.
—¿No recuerdas nada de tu anterior vida? —preguntó entonces, su curiosidad era inoportuna, pero necesitaba alguna clase de distracción de los pensamientos que poblaban su mente, no quería verlo preocupado por ella, la llenaba de dudas.
¿Por qué se molestaba? Era problemático.
Al contrario de lo que esperaba Mikaela frunció los labios y luego sonrió de forma más sincera, el movimiento se tornó más salvaje cuando levantó la pierna y se subió a la cornisa con ella.
—¿Te importa que te acompañe? —preguntó, ocultando su perturbación, Génesis negó, usaba su forma adulta, trató de tirar de él para que la siguiera al caminar sobre el borde, pero se resistió—. ¿Vos te acordás de tus otras vidas? Imagino que tuviste muchas.
Se detuvo, estaba frente a él a contraluz, entornó los ojos felinos mientras torcía la cabeza. Su abismo se había manifestado, se proyectaba en paralelo a su piel, formando puntas, y una densa maraña de oscuridad que hacía danzar pequeñas volutas de humo contra sus mejillas.
—¿Y yo no te doy miedo?
Cuando apenas lo conoció deseó causarle temor para poder controlarlo, ahora la sola idea de que la evitara hacía que se instalara un nudo en su garganta. Así se había sentido ese día en el bar cuando la Reina la obligó a transformarse. En su lugar el cazador agarró la mano que le sostenía la muñeca.
—Jamás —repitió, acercándose al borde—. ¿Y vos, confiás en mí?
Quería contarle.
—Sí. —Sonó más como un rugido animal, en el fondo se sentía cansada, y los juegos que tenía con ese cazador la agotaban más. Parecía que su relación entera se basaba en preguntas dichas adrede con el objetivo de revelar algo de la oscuridad que el otro guardaba en su interior, y últimamente la seguridad de él siempre hacía que ella cediera al final—. A veces lo veo todo a través de sus ojos como ese día en el teatro.
Trató de conservar la calma, pero sentía que su garganta se había llenado de cristales puntiagudos que le dificultaban hablar. El cazador de repente estuvo a menos de una mano de distancia con la palma fría apoyada contra su mejilla y la visión de sus ojos iluminada por las luces de la ciudad, el abismo seguía en su lugar, no había sufrido porque lograba tranquilizarla.
—Podés seguir. —La alentó.
—A veces me encuentro con esa niña, la que se supone que soy, la que debería haber sido —murmuró, su forma más joven era una muestra de lo mucho que la detestaba—. Su voz me recuerda la diferencia que hay entre nosotras dos, y todas las veces que fallé, sé que jamás voy a ser como ella. —Su voz se transformó en un murmullo bajo—. La maravillosa hija de Caos que murió por culpa de los Sin Rostro, por eso tengo que matarlos, para vengar la muerte de una desconocida para mí.
—Vamos a hacerlo. —Su voz se convirtió en un dulce arrullo—. Entonces, vas a ser libre. —Que le diera la tranquilidad suficiente como para querer dormir a su lado le hizo saber por qué lo había elegido en un principio.
Génesis frunció el ceño, y aferró sus muñecas como si quisiera quitarlo del camino sin tener la fuerza para hacerlo. Detestaba sentir esperanza por alguien que no fuera su padre, pero su abismo estaba tan calmado que podía aceptarlo al menos por el momento. Asintió, y dio un paso al costado en señal de que quería cortar el tema de conversación.
Él lo entendió, bajó ambas manos y se acercó con lentitud al borde, inmerso en su acuerdo silencioso miró la altura a la que se encontraban, contuvo un jadeo y se tambaleó.
—Dioses santísimos, no, no puedo. —Trató de darse la vuelta para volver, pero ella lo agarró por el cuello de la camisa.
—¿Confías en mí? —Lo cuestionó con rudeza, sus miradas se encontraron y él sonrió con incomodidad.
—En realidad —trató de fingir—. No me complace la idea de que me tires de un edificio de más de cincuenta pisos para que después sigamos cayendo a través de un abismo que sospecho es mucho más profundo que los más...
—No dejes de mirarme —gruñó, y antes de que siguiera hablando Génesis lo empujó.
El viento los golpeó, las ventanas espejadas del edificio reflejaron su cuerpo y afianzó el agarre en sus muñecas con una mano, usó su otro brazo para estrecharlo contra su pecho. Mikaela respondió a los gritos. La miraba con esas pupilas tan expresivas, sin embargo, quizás, solo quizás había sido producto de su imaginación la clase de culpa que vio reflejada en ellas.
Génesis cerró los ojos a medio camino, la ciudad se precipitó debajo y la oscuridad se desplegó de sus extremidades lista para consumirlos. Durante un ínfimo instante se produjo un ligero crujido como el de un trozo de tela partiéndose y Génesis observó Nocta. Un paisaje negativo cuyos edificios se encendían con luces blancas en los bordes. Faros aislados que podrían llevar a cualquier lugar, descendieron del cielo poblado de víboras del olvido hacia la tierra yerma de sueños ajenos pululando en la oscuridad. Lo atravesó como si quisiera acortar el camino y se refugió en las cicatrices del recolector para que ese horrible lugar no consumiera su concentración.
Visualizó el mapa que le había dibujado Hole, niveles, pisos y entramados de líneas que formaban el laboratorio como si pudiera tocarlo, pensó en el sufrimiento del cazador, y en que estaba dispuesta a hacer lo que sea para mermar aquella sensación.
Todos los caminos llevan a algún lugar.
El viento les arañó el rostro instantes antes de que se proyectara en la realidad, Ansía, como no podía soltarlo tuvo la gracia de colocar a Mikaela debajo de ella para que al menos pudiera amortiguar su caída. La espalda del cazador se estrelló contra el suelo con un ruido seco, y ella calló el gemido que se escapó con una mano sobre su boca.
—Cállate —rugió al soltarlo.
—Normalmente no me quejaría de esto —dijo él con voz estrangulada—, pero creo que en tu caso se te está haciendo una costumbre un poco molesta.
Génesis se levantó con gracia felina y se enfocó en la oscuridad que rondaba el lugar. Había elegido caer en la que supuso era la habitación más grande, un salón donde daban demostraciones, estaba vacío, y ellos se encontraban en la parte oculta bajo las gradas de piedra, justo en donde Alexandra le había dicho que se estaba la puerta del túnel. Una entrada por la que solían trasladar insumos y cadáveres que no querían que la gente viera. Golpeó la piedra falsa, y escuchó el ruido del metal. Esa era su salida, tenían que atravesarla cuanto antes.
El laboratorio quimera se sustentaba en cuatro niveles, y algo más. Ese algo era lo que los iba a sacar ilesos del hueco del infierno en el que se habían metido. Las catacumbas que se extendían bajo la ciudad habían sido recubiertas de acero y tenían un espacio correcto para que pasara algún vehículo, pero necesitaban que el mecanismo se activara desde adentro. Ellos tenían que llegar ahí y alguien del otro lado debía que presionar un botón. Génesis se había ocupado de aquello personalmente, un día antes de la entrada.
—¿Estás segura de que estarás bien? —Ella se había volteado luego de dar por concluido su encuentro en una calle oscura y perdida de la ciudad. Como los medios decían que era una criminal peligrosa, no salía de día, y si lo hacía solo podía estar fuera unos pocos minutos.
Reina sonrió. Los estaba ayudando, pero no dejaba de pensar en la clase de castigo a la que podría someterla su jefe si se enteraba de lo que hacía a sus espaldas.
—No estoy segura de nada, linda. —La rubia tenía el cabello corto y había perdido demasiado peso, pero el labial rojo estaba intacto, resaltaba las intensas ojeras de resignación en su cara.
—No soy...
—Ya sé quién sos. —La cortó poniendo los ojos en blanco—. Me la paso rodeada de gente con el ego por los cielos, es bueno saber que al menos la hija del Creador no se cree demasiado, aunque sí lo sea. —Le guiñó un ojo. No parecía tan tímida, como si pudiera leerle la mente la mujer siguió—. Yo soy Roja, la mojigata que salvaste en el bar es Reina, y a la otra bueno... ya la conocés.
Génesis asintió sin saber si debía asimilar esa información o no, señaló el papel entre sus manos.
—¿Crees que esta es una paga suficiente por tu ayuda? Podrías haberle pedido el número personalmente.
Reina suspiró de forma dramática.
—Una mujer tiene que guardarse algunos trucos, y con un hombre de ese calibre, nunca son demasiados —dijo con voz aflautada, para después soltar una carcajada que terminó en una tos. Tenía un cigarro entre los dedos, no dejaba de fumar—. De todas formas, solo fue una excusa, necesitaba disculparme. —Se había puesto seria, casi avergonzada—. Y después de lo que hicieron por nosotras no íbamos a dejar de ayudarlos, no me gusta tener deudas y todas estamos de acuerdo por primera vez, así que eso es algo por lo que vale la pena estar de buen humor ¿no te parece?
—Yo quiero disculparme, ese monstruo... —comenzó. Pudo adivinar por la ira helada en los ojos de Reina que ella había sufrido las consecuencias, pero estaba esperando, paciente como el filo de la guillotina para hacer su parte en aquella historia.
«La Reina que vela por el equilibrio, cortará las cabezas que sean necesarias para mantenerlo.»
Su expresión cambió, y agitó la mano despreocupada, las enganchó en la presilla de sus pantalones.
—No te preocupes por mí, puedo cuidarme sola. —Reina sonrió con cansancio y puso una mano en su hombro, usaba guantes blancos porque al parecer su poder también se manifestaba en su forma humana—. Todos algún día van a encontrar el castigo que merecen, porque el hilo puede enredarse.
A pesar de estar demacrada no había duda en su voz, ni en su expresión.
—Pero una vez que los ángeles dictan su sentencia —siguió Génesis.
Apretó su hombro, y supo que no iba a traicionarla. Los bordes de su silueta centellearon blancos en una enorme hoguera, su voluntad tenía el peso de una gran estrella, y era tan arrasadora como el sonido de todas esas voces manifestándose en su presencia.
—El fuego de la justicia va a incinerar hasta sus cimientos.
Aunque pretendía negarlo, la voz de Reina era interesante, podía entender por qué a su padre le agradaba, le habría gustado tener más conversaciones con ella, quizás preguntarle sobre Él.
De vuelta a la realidad, se sacudió el recuerdo, buscó a Mikaela con la mirada y gruñó. Se había adelantado, caminando hacía el pobre animal acurrucado en el medio del salón.
—¿Luís?
Lo empujó antes de que revelara su presencia, y se acercó en su lugar. La luz iluminaba el cuerpo de una criatura de alas oscuras, los signos de lucha decían que se había arrancado las propias plumas. El denso aroma de la muerte que lo erosionaba todo, a él también.
El muchacho rubio alzó la cabeza con temor, el color blanco de sus pupilas se consumía en el negro, las dos cintas verdosas de sus iris se ensancharon al percibirla. Sintió el cambio en el ambiente incluso antes de que Luís lo manifestara.
Ella estiró el brazo y detuvo al recolector de seguir avanzando.
—No te acerques.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó, en un estallido la esquivó y corrió hacia él—. ¡Dioses santísimos!
El cazador se arrodilló ante él como si esperara que esa criatura estuviera dispuesta a expiar sus pecados. Luís había extendido las enormes alas para dejarle lugar, y Mikaela empezaba a sacar su guadaña, pero el abrazo mecánico de la quimera entorpeció la acción.
—Mikaela... —advirtió, no terminó de transformarse. Génesis vio el peligro destellar en sus ojos salvajes, estaba ciego por sus sentimientos, no veía lo que ella, quien era capaz de reconocer el odio asesino cuando lo tenía enfrente.
Era una bestia más.
Produjo un tintineo metálico cuando lo abrazó y comenzó a asfixiarlo. Alzó la cabeza, las venas negras se marcaban alrededor de sus ojos, en sus brazos, deformaban su mandíbula y la dulce apariencia de ángel que había tenido al principio. Luís buscó arrancarle la guadaña y Mikaela la dejó caer.
—¿Lu...?
La bestia soltó un rugido deformado por otra voz, la de esa cosa.
—Te odio.
Ella reaccionó a tiempo, antes de que Luís pudiera quebrarle la columna, se abalanzó sobre él y tiró de ambas cadenas, en su desesperación las arrancó del suelo y dobló sus dos brazos en un ángulo irregular. Al ver el shock en la cara del Recolector y su torpeza para alejarse, las envolvió alrededor de su garganta.
—¡Idiota, céntrate! —bramó ella—. ¡Haz tu trabajo!
Luís no luchó, tan solo se enderezó, sus músculos de repente se volvieron más grandes, torció el cuello con un crujido en su dirección, tenía un gesto inhumano, pero ya había tratado con monstruos antes, estaba preparada.
No para la sonrisa que tiró de sus labios violetas.
—Ellas me dijeron que sos una traidora.
La tomó tan desprevenida que un escalofrío la recorrió y antes que pudiera darse cuenta, Luís se inclinó hacia adelante y la lanzó sobre su cabeza. Golpeó su cráneo contra el suelo, logró liberarse aprovechando su atontamiento, sus alas se agitaron y volvió a golpearla con los grilletes en las orejas. Génesis se tambaleó, el mundo entero gritaba.
—Esa cosa tomó su habilidad de pelear como una bestia —gruñó hacia Mikaela, lo pateó tan fuerte que envió su cuerpo contra las gradas y trozos de piedra volaron por los aires. Lo vio pararse como si no le afectara, su pecho desnudo evidenciaba que la sombra se había adueñado de su corazón, se pudría, pero seguía siendo demasiado fuerte—. ¿Es tarde?
Se limpió la sangre que le salía de la nariz, y cometió el error de voltearse un instante intentando localizar al cazador, ese fue tiempo suficiente para que Luís corriera hacia ella con todo el peso de su cuerpo y la tumbara de espaldas.
—¡Me dejaron pudrirme acá! —soltó a horcajadas sobre sus piernas, le encajó un cabezazo que hizo rebotar su cráneo—. ¡¿Por qué en nombre de todos los santos tardaron tanto?!
—¡Mikaela! —rugió Génesis, era obvio que se contenía para no herirlo. No podía ir en serio, aunque su cuerpo quisiera hacerlo, no podía luchar con toda su fuerza a menos que el plan fuera matarlo. Le hormigueaban las manos en su intento por controlarse. La voz de Mikaela llegó a sus oídos, casi ajeno a la pelea frente a él, seguía en shock.
—Al parecer todavía nos puede reclamar, por lo que la sombra no consumió toda su conciencia —dijo él, ella soltó un gruñido—. Necesito que lo sostengas.
—Fácil decirlo. —Génesis se quitó la capa destrozada dejando al descubierto sus brazos repletos de marcas, la quimera había empezado a caminar a su alrededor con porte inhumanamente calculador.
—En mis cuatrocientos años como recolector nunca vi a una quimera tratando de asimilar una sombra, es increíble. —Mikaela soltó un jadeo al verlo enseñar los dientes y encorvarse a punto de atacar en la posición defensiva que solía adoptar Luís—. ¿Podés juzgarme?
—Obvio que sí, viejo.
Ella no volvió a repetir aquel error, no lo perdió de vista ni un instante mientras la atacaba a sus puntos débiles. Esquivó con gracia impecable sus puños brutales, y el movimiento fugaz de sus piernas que parecía contrarrestar el peso de su cuerpo cuando barrió el suelo. Tras hacer desaparecer las alas en su espalda comenzó a moverse más rápido que antes. De repente, Luís se había convertido en su sombra, lograba predecir sus golpes, imitando sus movimientos con facilidad.
¿Cuándo había logrado volverse tan poderoso?
—Traicionaste a tu propia especie —escupió la sombra—. Ahora lo sé. —Sonrió y los bordes de sus labios se abrieron, su voz variaba con cada respiración, era evidente que se estaba librando una lucha en su interior—. Sé lo que hiciste, traidora.
Debía pensar con claridad, y se le dificultó bastante al escuchar esas palabras salir de su asquerosa boca. Extendió sus garras al máximo, el hormigueo se intensificó a todo su cuerpo. Su límite iba a desvanecerse si seguía apelando a su conciencia dormida.
—Oh Génesis, la voluntad de Caos —se burló entre golpes—. No sos tan increíble como te pintan las historias —reía con amargura—. Todas nosotras sabemos cuál fue tu pecado. —Cada vez que llegaban a un punto muerto en el que trataba de sostener sus brazos tras la espalda para dejarle a Mikaela hacer su trabajo, Luís se arqueaba contra ella y la sombra se acercaba a susurrarle para que él no escuchara. En aquel momento lo hizo, pero aquellas palabras torcieron sus intenciones—. Sabemos la razón por la que tu falso padre te abandonó.
—¡No sabes nada! —gritó, le clavó las uñas en los brazos y los quebró. Luís fingió chillar del dolor y captó el gesto de pánico de Mikaela.
—¡Génesis!
La quimera poseída estaba de espaldas a él, se regeneraba y la insultaba, minaba su paciencia, el cazador no podía ver su sonrisa. Se acercó a su oído.
—Él te usó para reemplazar a su hija real.
Esas palabras fueron el veneno que fragmentó su temple, ella se movió.
—¡Basta! —Aquella era la voz de Mikaela, pero Génesis soltó un bramido iracundo salido desde el fondo de su garganta
Lo lanzó contra el hueco oscuro donde la luz de los reflectores no llegaba y abolló el metal que simulaba ser de piedra, la puerta del túnel.
—Fuiste un error, y no tuvo el valor de matarte, por eso te dejó acá. —Luís seguía sonriendo desencajado, como una marioneta—. Tu adorado padre te odia en realidad.
—¡Callate la puta boca! —Un zarpazo se abrió camino a través de su cara, lo calló de manera momentánea, pero entonces escupió sangre y empezó a reír.
Una carcajada histriónica que la aturdió, pulsaba en su cabeza. Otro golpe cortó más líneas oscuras, no dejaba de hacerlo. Se alzó sobre él y otro más en su pecho. Otro contra su garganta. No supo en qué momento había empezado a gritar, pero su risa no se detenía, sus manos iban y venían, rebanando la carne, salpicando el suelo con sangre. Necesitaba callar de una vez por todas el murmullo en su cabeza. Continuó, incluso cuando la criatura había dejó de hablar, se quedó mirando a Mikaela con el cuerpo lleno de tajos irregulares como si fuera un cadáver viviente.
De repente, un reflejo fugaz atravesó su línea de visión, y sintió un ardor insoportable comenzar en la base de su cuello. Bajó la mirada al brillo dorado, el calor rápidamente se convirtió en una hoguera y la guadaña de su compañero centelleó contra su garganta. Instaló un peso muerto en su estómago.
—¡Alejate de él!
—Lo lograste. —Sonrió Luís, tosió otra vez con los labios manchados de negro, sanaba, pero más lento. Su cuerpo comenzó a convulsionar y de repente el mundo se convirtió en un murmullo ensordecedor.
Se corrió con torpeza para evitar que el arma siguiera cortándola y dejó que el recolector se encargara de quitarle el parásito. Escuchaba sus gritos, y otra nueva luz cegadora se extendió cuando consumió su sombra, sin embargo, no podía entender lo que decía. La huella de la guadaña dio paso al frío y luego a la oscuridad.
Se tocó el profundo tajo que debería haber asesinado a una persona normal y un millar de cristales afilados se clavaron en su piel. El sudor helado le bañó la nuca al ver las pequeñas volutas de humo escaparse de la herida y la habitación comenzó a moverse mientras retrocedía, arrastrándose por el suelo como un animal asustado.
Su abismo.
—Vine a ver porque estaban tardando tan... ¡Por el Dios Creador! —Hole había aparecido corriendo a través de la puerta rota del túnel. El estado de Luís no le afectó demasiado, el motivo de su grito era la herida de ella, por primera vez la veía enojada—. ¡¿Qué mierda le hiciste?!
La realidad se inclinó cuando Génesis trató de levantarse, apenas alcanzó a rasgar su propia camiseta para enrollarla alrededor de la abertura con el objetivo de detener la oscuridad.
—La pelea se salió de control —explicó Mikaela con excesiva frialdad—. Pero él es fuerte, todavía sigue vivo y eso es lo que importa.
Ni siquiera la miró mientras guardaba su guadaña y alzaba a un Luís moribundo contra su espalda. La quimera de cabello azul hizo que Génesis la rodeara con su otro brazo y aferró su cintura con la mano.
—¿Podés caminar? —Le preguntó, ella asintió con gesto ausente, trataba de concentrarse con todas sus fuerzas en controlar a la criatura que se revolvía en su interior, como si quisiera despertar de una profunda siesta.
—Salgamos, ahora —dijo el recolector pasando a su lado, evitó mirarla antes de internarse en la oscuridad y Génesis tuvo la sensación de que las cuchillas que sentía hundirse en su pecho no eran solo producto de su abismo.
El túnel tenía entradas por otras zonas del laboratorio y habría sido fácil perderse, pero Génesis lo había estudiado, y solo necesitó aislar el dolor para guiarlos a todos por el pasillo de acero iluminado por las pequeñas lámparas rojas titilantes. Cualquier cosa era mejor que ser consciente de lo que le sucedía a su cuerpo. Miró a Hole, no comprendía cómo era qué no lo sentía, ella se estaba congelando desde que comenzaron a atravesar el túnel.
Finalmente llegaron al lugar por el que Hole había entrado, se suponía que esa puerta debería estar abierta, daba a un estacionamiento por el que ingresaban los vehículos. Mikaela fue el primero en notar que algo andaba mal, dejó a Luís en el suelo con gran delicadeza y se acercó a la enorme placa de metal.
—Alex tendría que haber entrado con el camión de los insumos. —Miró a Hole con exasperación—. ¿Dónde está?
—¡Estaba acá cuando me fui! —gruñó—. No sé, yo...—La quimera se sostenía la cabeza con ambas manos, de repente volteó hacia el suelo porque Luís comenzó a toser, devolvió una cantidad absurda de aquel líquido oscuro que también se escapaba por su nariz, y tardó demasiado en reaccionar—. Dios ¡¿Qué le pasa?!
—Su cuerpo está tratando de purgar lo que le queda de esa sombra asquerosa, necesita agua y suero urgente. —Mikaela presionó su mandíbula y Hole hizo una cara extraña, el mayor le encajó una patada a la persiana—. Reina nos traicionó ¡Mierda! —Su mirada enturbiada por la falta de paciencia se desvió hacia Génesis—. ¡Yo dije que contactarla no era buena idea!
—¡Callate! —respondió ella, adolorida, su voz sonaba como un rugido rasposo y tenía que apretarse la herida para hacerse entender. Apenas podía mantenerse erguida, pero en un par de zancadas estaba frente a él, lo único que evitaba que lo empujara contra la pared era lo que le había hecho esa maldita guadaña—. ¿Qué otra opción teníamos, imbécil? —estalló—. ¡No es mi problema que vos hayas decidido descuidar al pájaro estúpido de tu novio! ¡Por eso terminamos acá en primer lugar!
—Ay, chicos no peleen ahora. —Se quejó Hole, pero el cazador la ignoró, chasqueó la lengua y se inclinó hacia adelante, bajando la voz en un susurro furioso.
—No estaríamos en esta situación si alguien no se hubiera excedido cuando solo le pedí que lo mantuviera quieto. ¿Qué mierda te pensabas? ¿Que arrancarle el esófago con tus uñas iba a quitarle el parásito? —Pegó un dedo a su frente para alejarla—. Si así fuera yo no tendría trabajo, pedazo de tonta —soltó.
—Eh, por favor... —La joven quimera trató de interponerse.
Génesis sintió su rostro arder, y toda la tensión que cargaba se desbordó en su interior, con el ligero murmullo que surgía del suelo. Empujó a Hole a un lado con tanta fuerza que la hizo caerse sobre los cuartos traseros, dio un paso más chocando su pecho con el de Mikaela. La cabeza le daba vueltas.
—Es fácil dar órdenes cuando no eres tú el que hace el trabajo sucio, viejo de mierda.
—Lo mismo podrías decirle a Caos ¿no? —escupió el cazador.
Su rostro se deformó, y Mikaela no tuvo tiempo de disculparse porque ella le dio un brutal cabezazo.
El acto de reflejo de una persona normal habría sido tirar la cabeza hacia atrás al sentir la sangre, pero ninguno de los dos tenía tiempo de fingir que no quería pelear. El cazador frunció el ceño y desvió su siguiente golpe, dio un paso al frente, dobló su brazo en una llave y le dio la vuelta estampando su cara contra la pared.
—¡Mikaela, está herida! ¡No le hagas daño! —Hole chilló, enojada.
Pero Génesis le dio una patada al concreto y los hizo volar a los dos, por lo que en menos de un segundo ambos se habían empujado al suelo en un espiral cargado de violencia. Apenas se pararon, ella conectó un derechazo directo a su mandíbula, el recolector le dio una patada en el estómago y forzó una sucia zancadilla contra su rodilla. Génesis cortó su cara con sus garras, él le golpeó en las orejas con las palmas abiertas. En medio de la desesperación que le causó el estallido de sonido logró alcanzar su trenza, la envolvió alrededor de su puño y tiró de su cabeza hacia atrás. Mikaela jadeó indignado.
—¿Mi pelo? ¿En serio?
Ella le gruñó.
El cazador tiró de su mano en un ángulo irregular y logró soltarse, pero Génesis esperaba que lo hiciera. Herida y todo no era alguien con quién pudiera competir cuando de odio se trataba. Barrió el suelo bajo sus pies y se lanzó sobre él, puso una rodilla contra su pecho y blandió sus garras para rasgar su camisa.
—¡Tú fuiste el que nos trajo aquí! —rugió, su pecho subía y bajaba por el cansancio.
—¡Corrección, fue tu abismo! ¡¿Y por qué te ofreciste a hacerlo si te molestaba tanto?!
—¡Chicos! —Hole se había puesto a gritar hacía tiempo, pero en ese momento fue diferente al anterior. Ambos voltearon a verla con la furia inflando una vena en sus frentes.
—¡¿Qué?!
Levantaba a Luís en brazos como si no fuera más que una pobre ave herida y señalaba el lugar de donde habían venido. Mientras al mismo tiempo, las compuertas del túnel finalmente se abrían con un grave chasquido. Génesis salió de encima de Mikaela, escuchó hacia el interior del túnel que acababan de atravesar. Pasos, gruñidos y el duro golpe del metal contra la roca había sido lo que ella confundió al estar luchando con el cazador. ¿Cómo no se dio cuenta antes? ¿Desde cuándo era una criatura tan imprudente?
Dejó que la extensión completa de las garras se deslizara de sus dedos como la sangre y la oscuridad que resbalaba alrededor de la venda mal puesta, sin dejar de observar al interior del túnel señaló la única salida una vez que las puertas terminaron de abrirse en el lado opuesto.
—Salgan —murmuró, algo se acercaba a una velocidad inhumana, podía sentirlo y era terrible notar que le costaba mantenerse del todo erguida.
—Génesis —llamó Mikaela, su tono engendrado por el pánico la hizo voltear.
Eran pocas amalgamas como para pensar que les habían tendido una trampa. El estacionamiento al que daba la salida de ese infierno, el lugar donde se suponía que Rafael y Max iban a esperar dentro de la camioneta junto a Alexandra, estaba bañado de sangre. El castaño se ocupaba de arrancarle la garganta a una amalgama que se revolvía bajo su peso. La otra quimera de ojos amarillos tenía un arma de francotirador al hombro, y asomaba el cuerpo desde el interior de la camioneta disparando a la cabeza la otra criatura.
Solo dos eran suficientes para causar pánico.
—¡Por el santísimo! —Alexandra asomó la cabeza desde algún lugar en el interior del vehículo—. ¡Suban de una puta vez!
Hole fue la primera en reaccionar, el malestar de Luís la llevó a acercarse a la parte trasera para depositar suavemente al herido dentro de la camioneta con Max. Mikaela le siguió, utilizó su guadaña para socorrer a Rafael y ambos se internaron en el montacargas. Sin embargo, Génesis se quedó plantada en su lugar, esperando a que esa criatura apareciera, recorría el espacio hacia ella con una desesperación que hacía estrujar su garganta. Sentía su abismo pulsar contra su corazón, pero no podía ir con ellos y arriesgarse a perder el control, otra vez.
—¡Vamos! —El recolector la llamó y como si hubiera presionado un botón la herida punzó.
Se inclinó hacia adelante, estaba sucediendo igual que la vez anterior, clavó las uñas en su propio muslo para concentrarse y tratar de controlar a la oscuridad que se arrastraba a través de su piel. Recordó la voz de la sombra con la cara de Luís.
«Lo lograste,»
No, no debería ser así.
No iba a permitirle a ese monstruo seguir atormentándolos.
—¡Váyanse! —bramó, así sin más escuchó las puertas cerrarse, Alexandra aceleró el motor y sintió las llantas rasgar el asfalto directo hacia la superficie de salida.
Fácil, pensó, si nadie la veía sucumbir ante su Abismo no iba a sentirse culpable por romper un pacto al enviarlos a todos al infierno. ¿Pero qué era ese vacío? Por un momento pensó que...
—De verdad, sos una tonta. —La profunda voz de Mikaela la sobresaltó, seguía contrariado, pero el cazador se paraba a su lado balanceando la vara de su arma entre los dedos.
—¿Creías que te íbamos a dejar? —agregó Hole a su izquierda, tronaba sus gráciles extremidades con una extraña sonrisa en los labios.
—¿Y Luís?
—Alexandra me prometió que lo va a cuidar —murmuró el cazador, hizo un movimiento con la cabeza—. Tiene sus motivos.
La oscuridad del túnel se alzaba delante con unos monstruos dispuestos a consumirlos a todos, y su abismo, la criatura más peligrosa sobre el plano se revolvía a punto de despertar en sus huesos. Una cantidad absurda de pensamientos pasaron por su mente en ese corto instante, y todo lo que pudo decir fue una pregunta.
—¿Ustedes son idiotas?
—¿Qué? ¿Vamos a morir? —preguntó Hole.
—No creo —completó Mikaela.
Génesis trató de ocultar su sonrisa.
—Es evidente que si lo son —dijo alguien más.
La figura de Marcel borró su expresión, una figura blanquecina recortada contra el fondo oscuro, vio a una sombra moverse por detrás, sin embargo, se distrajo con su nueva imagen, ya no se veía tan digno. Algo terrible le había pasado porque su cabello blanco siempre perfecto estaba despeinado, solo con pantalones y una camiseta sin mangas que dejaba al descubierto la piel brillante de sus grandes brazos repletos de viejas cicatrices rojizas.
Bajo su traje era un desastre de marcas de guerra, un caos de torturas acumuladas a lo largo de los años, no llevaba cubre bocas ni guantes, y sus pequeños ojos azules de tiburón hicieron que la recorriera un escalofrío. Supo que no había nada que pudiera detenerlo que desatar la violencia cuando aparecieron esas criaturas tras él.
—Ojalá no me hayan esperado demasiado —dijo esbozando una gran sonrisa, diferente a las que conocía, más abierta, salvaje y desvergonzada. Deformaba su rostro entero, dejando ver al verdadero monstruo que llevaba adentro.
✴ ✴ ✴
Me disculpo otra vez por la tardanza y créanme cuando les digo que estoy poniendo todo de mi para darle a la roño el final que se merece. A partir de acá se vienen capitulos un poco fuertes y seguramente sigan saliendo de a pares hasta el final. En fin, el que avisa no traiciona :)
Diganme que fangirlearon con la aparición de Reina, porque yo lo hice, lloro.
¿Qué les parecieron estos dos capis? ¿Opiniones, amenazas? Leo y respondo todo.
¿Qué escena les gustó más?
Me disculpo por las posibles faltas de ortografía que se hayan podido encontrar. ¡Y muchisimas gracias por leer y seguir acá!
Nos leemos el domingo que viene, si o sí. ❤
Quedan nueve capítulos para el final.
—Caz ❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro