|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
—No comprendía su esencia
hasta que vi el tiempo en sus ojos estrellados.
Oh, me pertenecía el maravilloso desastre
en esas palabras, y sus deseos también.
Harlem parpadeó para aislar las brumas a su alrededor, y enfocó la vista en aquella figura desparramada sobre la piedra húmeda. Al final del risco, su vestido se agitaba, y los dedos se retorcían del dolor, intentaba aferrar las puntas rocosas para arrastrarse sobre el filo de la superficie, así lograba abrir más los cortes que poblaban su humanidad. Tenía la piel gris por la helada putrefacción y movía los labios morados llamando a alguien con urgencia, pero lo único que salía con claridad, entre el choque de las olas y el salvaje viento invernal, era la sangre de un cuerpo en pleno estado de descomposición.
Sin poder evitarlo, Harlem presionó su mandíbula frente aquella visión deformada del pasado en sus sueños, y corrió a encontrarse con Génesis. Después de lanzarse al vacío, y a pesar de su voz oxidada producto de tanto llorar, había comenzado a gritar como si no esperase caer realmente, su cabello negro se había extendido sobre su espalda como las alas rotas de un cuervo que jamás tuvo la posibilidad de volar. Nadie llegó a salvarla del aire helado que cortó su piel, y tal como había sucedido al conocer a ese monstruo, jamás se enteraron de que Caos era el culpable del desastre que traería a sus vidas mantenerla cautiva cual animal.
La Génesis que conoció una vez murió ese día, y para Harlem presenciar el suicidio de la única humana que había admirado en su eterna existencia sin proponérselo era el precio que debía pagar por los pecados de su padre.
Reconocía la cobardía en su conciencia, cual peso aplastante contra sus huesos, por no asesinarla antes de que tuviera ese final. Él podría haber aprendido del pasado lo suficiente para pronunciarse como una entidad autosuficiente, capaz de manejar y contener su poder, pero jamás logró superar su ruina, el producto de dejar a una sombra consumir su alma. Gracias a ese primer error había acordado con sus hermanos conformar el sello que iba a mantenerlas a raya, pues era imposible borrarlas en su totalidad de la faz de la tierra una vez que los parásitos abrían su camino entre la grieta en los huesos de la humanidad.
«Querías que muriera.»
«Tu trabajo iba a ser más fácil así.»
«Lograr que se encariñara te facilitaba el robarle sus recuerdos.»
«Robarle iba a permitirte ver una forma de matarlo a él.»
«No te permitas olvidar.»
«Somos tu memoria.»
«Lo único que te queda de ella y su humanidad.»
El pelirrojo clavó las uñas en su cuero cabelludo, las voces siempre se pronunciaban intensas en esa región de sus sueños. Observó a Génesis con el dolor abriendo un hueco en su corazón. Trató de extender la mano para tomar la de ella, pero un reflejo fugaz ya había ocupado su lugar.
Caos se agachaba a su lado y susurraba palabras de alivio, cubierto por una túnica blanca con bordados dorados, el dios contradecía la oscuridad que se extendía entre los dedos de aquellas manos terminadas en gruesas uñas, capaces de arrancar con un chasquido la cordura de quien se impusiera ante él.
—Oh, mi niña, dioses, mi pequeña —sollozó, su voz cantarina vuelta un lúgubre lamento, su espalda se agitaba por el llanto, pero sus dedos no temblaban al limpiarle la sangre del rostro—. Te dije que no debías hablar con extraños, te rogué por favor que hicieras caso a mi palabra ¿Por qué no me escuchaste? ¿Por qué los dejaste entrar a la biblioteca?
Sin darle tiempo a responder, y junto al compás sedoso de sus palabras Caos envolvió entre sus manos la garganta de su hija. Harlem trató de dar un paso para detenerlo, pero alguien lo retuvo del hombro. Al darse la vuelta, observó el rostro enojado de Zora tras él, el gesto de dolor decía que tampoco era ajena al recuerdo. Más profundo, traslúcido en el tono de voz que usaba había algo más urgente que el simple sufrimiento.
—¿Cómo llegaste hasta acá?
Harlem se detuvo en seco, a punto de responderle que solo se había quedado dormido en el sofá como siempre, sin embargo, comprendió a lo que se refería. Desde que se asentaron en Ansía, él no había sido capaz de soñar despierto más que recuerdos ajenos, jamás en un lugar como ese y nunca dormido en toda regla. Era una de las desgracias que debía cargar por poseer su poder.
Los gritos ahogados de Génesis silenciaron a la fuerza lo que su hermana iba a decirle, el fuego de la impotencia se desplegó en su interior y de un movimiento brusco desvió el fuerte agarre para abalanzarse sobre Caos. A pesar del peso del tiempo en su conciencia, y del conocimiento inevitable de su final. En el fondo sabía la verdad, no era más que un juego enfermo. Trató aferrar su hombro para darle la vuelta, pero su cuerpo se deshizo como el humo negro de una pira incendiándose, y de pronto, sus hombros comenzaron a agitarse con más intensidad. Caos murmuraba algo, pero las voces incesantes lo ensordecían.
«Somos parte de ti.»
«Desde el día en que caíste allí.»
«Deja que tu rencor nos alimente.»
«Después de todo.»
«Eres igual a él.»
El crujido del cuello de la mujer aisló los susurros y acompañó de forma cruel los latidos de su corazón, hasta que Génesis dejó de luchar, quedando por completo a merced del hombre que decía ser su padre. Los hilos dorados de la túnica de Caos se habían apagado igual que las aguas que rompían contra las rocas, tan pútridas como la sangre que le manchaba las manos, y bañaba los labios de su hija.
—Harlem, debemos volver. —Logró escuchar que Zora recuperaba la voz a sus espaldas, pero no pudo prestarle atención.
Caos se enderezaba con el cadáver de su hija sostenido por la cintura contra su pecho, el cabello rojo del dios caía sobre su figura y se alzaba a su alrededor como las ramas de una enredadera venenosa. Donde debería estar su rostro parpadeaba una mancha oscura cual película vieja. Una grieta desigual de enormes dientes blancos hacía las veces de boca, y la sombra de una herida estrellada le atravesaba el lado derecho de la cara, se curvó junto a lengua bífida que salió de su abertura.
—Mhmmm, después de arruinar a mi niña ¿Están satisfechos con lo que han hecho? —Caos contuvo un suspiro dramático y se balanceó con suavidad tirando del cadáver en una danza invisible—. Oh, asquerosos Sin Rostro, no tienen idea de lo mal que hicieron al intentar robarme lo que me pertenece —reía, acercó una de sus uñas al párpado de Génesis, y lo abrió a la fuerza, el globo ocular se movía con urgencia—. Pues esperen a ver lo que ella será capaz de hacer cuando la traiga de vuelta.
—¡Harlem no es un sueño! —Zora tiró de él con desesperación, en retroceso aferró su camisa con la otra mano— ¡Nos vamos ahora!
La risa de Caos retumbó en los confines de las rocas bajo sus pies, confirmó lo obvio: estaban en su dominio, Nocta.
—¿Acaso esperaban a alguien más, mis niños?
—¡Tenemos que ayudarla! —rugió Harlem, pero por la fuerza de su hermana tropezó hacia atrás y cayó de bruces al agua. El frío punzante en la voz del dios incendió su respiración.
—Muy tarde.
Siempre era demasiado tarde, porque ellos habían hecho justo lo que él esperaba. Ese monstruo le arrancó los ojos, desmembró su cuerpo, y la colocó donde todos pudieran verlas, así nombró entre el llanto desconsolado a los villanos que le habían hecho tanto mal, cuyo arranque de ira descontrolada, solo reforzaba la mentira que el creador se había esforzado en dar a conocer a la sociedad.
Una mentira cimentada sobre el cadáver de su hija, tan retorcida como el reino que se fragmentaba frente a sus ojos, en su intento por consumirlos a todos.
Las aguas se revolvieron igual que el cielo sobre ellos, mientras Zora tiraba de su conciencia a la realidad, el reino de los sueños se agitaba ante su presencia. No debían estar ahí, moverse entre planos era peligroso para el sello que habían impuesto hacía tanto tiempo, a costa de sus propios cuerpos, para evitar que él volviera a salirse con la suya.
Escuchó los gritos de su hermana, entre las manos que surgían del pantano neblinoso y aferraban sus tobillos para hundirlo hacia el fondo. Teñían su cuerpo de esa sustancia pegajosa e inundaba sus pulmones, al son del siseo que emitían las serpientes del olvido retorciéndose a centímetros de su cabeza. Lo último que vio fue el rostro de Zora ser consumido por la misma oscuridad, y tomó su mano sin poder verla. Logró traerlos de vuelta, salvándolos a ambos de terminar consumidos por el reino de las pesadillas.
Harlem abrió los ojos con la asfixiante sensación de encontrarse todavía en una profunda burbuja de sueño, estaba de pie entre las paredes de su hogar, en el medio del salón monocromático donde solían recibir a sus inexistentes visitas, con la diferencia de que el techo... estaba al revés, junto con todo el hotel.
—¡Por los mismísimos santos, Harlem! —gritó su hermana desde algún punto a sus espaldas, la encontró entre las columnas vueltas picos filosos apuntando en todas direcciones— ¡¿Qué mierda fue lo que hiciste?!
Entonces notó la sangre que manchaba el techo, y junto a sus pies el cadáver de Mur, su ama de llaves, se tensaba ensartada en uno de los afilados picos de mármol que había deformado con su poder. Contuvo el aliento, estaba muerta
—¿Zora? —murmuró al borde del llanto, trató de caminar hacia ella, dos columnas que se entrecruzaban para impedirle el paso, también fue consciente de lo inestable que se había vuelto el espacio. Los cuadros y sillones flotaban sin nada que pudiera sostenerlos. Frustrado Harlem retiró su cabello del rostro, tiró de él como si quisiera arrancarlo y de forma súbita, todos los objetos cayeron al techo con un fuerte estruendo.
—¿Qué fue lo que...?
—Te dormiste. —Lo cortó ella—. Y él nos vio.
—¿Cómo? —Sus manos temblaban.
—En su dominio, no estoy segura de cómo si se suponía que estaba débil, podría habernos rastreado hasta acá o...
—¿Y dónde está Jocken? —El pelirrojo se apretó el puente de la nariz, y alzó la mano en señal de que no deseaba escuchar la respuesta.
Él era el hermano mayor, y tenía que cargar con la responsabilidad, con ese pensamiento logró suprimir sus ganas de echarse a llorar, y observó el hotel con otra clase de mirada, una más práctica, comprobó su estado. La pesadilla de Caos le había afectado al punto de mover su cuerpo sin que fuera consciente de él, pero el daño general no era más que superficial, se había despertado a tiempo.
Casi, bajó la mirada al cadáver de Mur, la sombra que utilizaba de motor en ese cuerpo pudría con rapidez la cantidad de cortes que la quimera tenía en la piel, y no pudo evitar sentirse miserable por esa amalgama que había traído a la vida con sus hermanos. A pesar de ser uno de los prototipos de criatura que pudieron crear. Eso era lo que él quería, hacerles creer que no iban a estar jamás a su altura.
Mur estaba muerta, pero lo que no sabía era que no era la única.
Los iris del pelirrojo se expandieron hasta que las pupilas se perdieron en el hielo de su mirada. Inspiró con fuerza el aire aún punzante en sus pulmones, mientras forzaba a su cuerpo a trabajar con la materia atrofiada. Localizó el mapa del laberinto que guardaba con recelo en su cerebro y luego de asegurarse que los recuerdos de aquella niña aún permanecían encerrados, comenzó. Dio un paso y el suelo se relajó bajo sus zapatos, como un animal dócil. Volvió a avanzar hacia su hermana, y las paredes se voltearon, el tapizado rojo tomó a su lugar, junto a las columnas y los demás muebles del salón. Se trasladaron como en un intrincado juego de ajedrez en medio del suelo cuadriculado, al ritmo de sus manos capaces de moldear la realidad casi a su antojo.
De no ser por el sello.
En el proceso, hizo llegar a su mano la carta que había querido entregarle su ama de llaves al creer que se hallaba despierto en contra de su voluntad. Se la dio a su hermana sin leerla. Sabía quiénes eran los remitentes y por experiencia que debían ocuparse de un problema a la vez, o su inexistente paciencia iba a desaparecer. Zora también, la guardó en el interior de su manga con volados. Su enterizo la cubría por completo, pero las transparencias no restringían la visión de su cuerpo.
—Si él... —No pudo continuar, las limitaciones que imponía su poder no le dejaban hablar de más a menos que quisiera ver cumplida aquella catástrofe.
—Tranquila. —La voz del pelirrojo hizo eco en las paredes del que era su dominio, el lugar que habían reclamado desde que lograron escapar—. No va a llegar —afirmó.
✴ ✴ ✴
—¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo lograste dormir? —Le había preguntado su hermana, para cuando terminó de arreglar el estado del hotel.
Harlem tocó su piel descolorida con las yemas de los dedos. Las pecas en su nariz recta eran una salpicadura grisácea sobre la palidez que reinaba en cada ángulo de su rostro cincelado. El color blanco impreso en las raíces de su cabello solo lo hacían parecer más viejo, y en contraste con su camisa oscura, las ojeras violáceas alrededor de sus ojos cansados eran la única fuente de color.
—Supongo que ver mi reflejo no es suficiente y a veces necesito soñar el rostro del monstruo al que nos estamos enfrentando —dijo con simpleza.
—Deja de autocompadecerte, esa clase de sentimiento es...
—¿Muy humano? —preguntó él—. No me hace sentir insultado.
—Estamos lejos de serlo.
—Pero comenzamos a sentir empatía hace milenios, Zora, se supone que nosotros íbamos a ser un reflejo de la humanidad antes que él nos lo quitara todo, y lo que pasó con Génesis fue solo el principio.
—Basta de pensar en el pasado, tenemos que arreglar las cosas para recibir a los invitados. —Lo apuró con hastío, sin embargo, se veía más emocionada que de costumbre.
Harlem se talló los ojos con cansancio.
—Querida, eso siempre fue más fácil para vos.
—¿Debería hacerme sentir mal ser la fuerza opuesta a la tuya? —La sonrisa de ella lo contagió.
—No, he ahí nuestra gracia.
Asintió hacia su hermana y tras abrir una de las tantas puertas dispuestas en el pasillo interminable, tuvo cuidado de trasladarse directo dónde deseaba sin perturbar con su presencia los recuerdos que allí habitaban.
—Hablando de gracia —comenzó Zora, mientras lo seguía—, ocupate de él.
Atendiendo al llamado de su voz, Harlem movió la cabeza cual cazador al acecho y de perfil escuchó a Jocken entrar al hotel en el piso de abajo como un perro callejero que se mete en una propiedad ajena. Sabía que el muy idiota trataba de no hacer ruido, pensaba que así iba a poder esconderse antes de que pusiera las manos en él. No veía que ese hotel respiraba con él.
—Llegas tarde. —Su voz se proyectó en el espacio del recibidor principal, e impactó en la gruesa puerta de hierros espiralados incluso antes de que su cuerpo apareciese.
Le robó al hermano del medio un ligero sobresalto que se intentó ocultar tras una sonrisa mordaz.
—¿Y a qué hora se suponía que tenía que llegar, eh? —Jocken trató de localizarlo mientras aferraba una de las pistolas enganchadas en el arnés de cuero en su costado—. El tiempo es tan relativo como nuestra estabilidad mental.
—Qué graciosos tus chistes, quisiera arrancarte la lengua.
—¿Y por qué no lo intentás?
—Idiota —soltó Harlem—. ¿Creíste que por ayudar a alguien que ni siquiera recuerda Génesis te iba a dar las gracias? Con esa cabeza atrofiada tuya, no me sorprende que seas la decepción familiar.
Jocken se agitó ante su voz, demasiado profunda y oxidada debido al sueño. Era parecida a la de él, si no igual. El mayor se sintió incluso bien cuando el muchacho se encogió bajo sus prendas.
—Lo que haga con mi vida no te importa, payaso cobarde —gruñó, exasperado— ¡Si vas a pelear da la puta cara!
De repente, las paredes se inclinaron hacia adelante y en el empapelado claro se extendieron una cantidad absurda de puertas por donde podría lanzarse a arrancarle la yugular. Un murmullo amargo agitó cada una y Jocken saltó hacia el lado opuesto, creyendo por un momento que iba a alcanzarlo debido a la distracción. Justo en el instante en que se dio la vuelta, Harlem saltó fuera de una de ellas con sumo silencio, tomó el arma que aferraba entre sus manos, y de un golpe seco a sus piernas lo obligó a ponerse de rodillas, el suelo se hundió bajo su peso como arenas movedizas. El pelirrojo habló frente a su rostro.
—Parece que todavía no lo entendés, hermano. —Impactó su propia pistola contra su boca, y le reventó los dientes de un corto estallido, cuando esta intentó dispararle—. Mientras existas bajo mi techo, tu vida y lo que hagas con ella me pertenece.
—Queda poco para la reunión, apurate. —Zora llamó su atención. Jocken trató de voltear la cabeza en su dirección, tenía la mitad del cuerpo apresado contra el suelo que se derretía donde él estaba.
—¿Fe feufión?
Harlem puso los ojos en blanco.
—No es de tu incumbencia. —Volvió a impactar un rodillazo en su rostro, que le destrozó la mandíbula por completo, así iba a mantener la boca cerrada durante un rato. Le dio la espalda y despegó los labios fruncidos del disgusto—. Desaparecé.
Mientras yo me encargo de arreglar tus desastres.
Jocken no merecía saber cuánto le importaba, y pese a ser esa era la principal razón por la que esperaban a esas criaturas del infierno, no pensaba decirlo. Mientras su hermano era consumido por el hotel, Zora aguardaba resignada al borde de la escalera, repiqueteando con ansiedad las uñas en el barandal, al final reprimió un bostezo.
—Rápido, por favor.
Están por llegar, pensó.
✴ ✴ ✴
—Odio tener que bajar —decía el castaño con la taza de té entre sus manos marcadas. Sentado en la comodidad del sillón de terciopelo rojo, su estola violeta de bordados dorados se desplegaba entre sus piernas cruzadas con elegancia, donde la sotana oscura terminaba uno de sus zapatos se agitaba al ritmo de la violencia en sus palabras—. En este mundo lleno de corrupción la basura como ustedes me provoca náuseas, son asquerosos, repulsivos. No se dan cuenta de cómo su realidad se pudre entre sus manos, necesitan ser salvados.
—Nosotros podemos salvarlos —hablaron al unísono el par de mujeres paradas a medio metro tras él, un hábito cubría sus cabezas, y una gruesa cadena dorada envolvía sus cinturas, las cicatrices poblaban sus rostros cincelados por el mismo martillo al parecer—. Una vez que hayan podido deshacerse de ese saco de piel.
—¿Ah sí? —preguntó Zora, rodeó la silla del agente infernal con la cruz dorada colgando de su cuello y tomó asiento al lado de su hermano, que estaba tan tenso como una estatua—. Y si tanto les perturbamos ¿Qué es lo que trae a la orden de Diamante a nuestra morada?
El As dejó la taza sobre la mesa, y se enderezó con visible fastidio tensando los abultados músculos bajo la ropa. Harlem se fijó en las uñas oscurecidas de unas manos tan pálidas como el papel, inscripciones y símbolos varios surcaban sus dedos, también ascendían entre el cuello de la sotana. Sus venas se marcaron cuando Zora tentó su paciencia, a pesar de ser el verdugo designado de los recolectores de la zona, no tenía mucha. La criatura hizo crujir sus dientes.
—No te dirijas a mi estirpe con esa asquerosa boca.
—Exprésate en voz alta, Lirio. —La mujer causó que su hermano le presionara la rodilla en una corta advertencia, aunque no se detuvo—. O mi boca podría hacer más que solo nombrarlos a ustedes.
Zora no se había dado cuenta, las mujeres paradas tras él se acercaron más a las espaldas del sacerdote, quien alzó el labio asqueado y se talló las puntas afiladas con la lengua oscura.
—No me interesa ganar hoy, por lo que no voy a luchar —advirtió, entrelazó las manos sobre la rodilla inquieta, su cuerpo parecía decirle lo opuesto—. Es información muy delicada la que vengo a buscar.
—¿Me traes un chisme jugoso decís?
—Necesito de ustedes, asquerosos entes del mundo terrenal, es una situación muy seria, de otra forma no tocaría este lugar.
—Ya veo. —La mujer de cabello blanco y ojos negros sonrió—. Están muy desesperados.
Harlem contuvo un bufido, los emisarios de la corte eran tan predecibles. En su lugar, se recostó en el sillón y cruzó las piernas, sin dejar de observar las pupilas blancas del ángel.
—¿Y cuál sería el pago porque nosotros, los asquerosos entes del mundo terrenal, les diéramos esa satisfacción? —preguntó.
—¿Dejarlos vivir en este plano cargado de desgracias no es suficiente? —Lirio tocó inexpresivo la cruz de oro en su cuello, como si pensara en si era buena idea manifestar su arma para atravesarle la garganta, adivinó el pelirrojo, frunció el ceño.
—El pacto dice que nosotros pertenecemos a este lugar.
—La repartija se hizo hace milenios y una parte no firmó todavía ¿Hace falta que te lo recuerde?
Harlem ignoró el apretón de su hermana y se inclinó hacia adelante.
—Ese enfermo lo hizo a conciencia, vive en una burbuja lejos de esta realidad.
—Es un dominio en eterna disputa —negaba el agente—. Su reacción fue natural, llegaron impostores a robarle lo que había reclamado como suyo.
—¡Ansía nos pertenece! ¡Lo sacrificamos todo por mantener su balance, hicimos más que esa pesadilla viviente! —bramó Harlem, hizo temblar a las columnas, no se dio cuenta que se había levantado hasta que notó a ambas mujeres adelantarse en un reflejo fugaz, apuntaron a su garganta con el filo de sus cadenas convertidas en lanzas doradas.
—Si así cuidan de sus humanos, no quiero saber de qué forma los torturan. —El verdugo se detuvo, y relamió sus labios con deseo—. De hecho, si quiero saberlo, me interesa bastante.
Zora se levantó para indicarle a Harlem que debía sentarse, y el pelirrojo se dejó caer contra los cojines entre bufidos, ella no lo soltó, clavó las uñas en su muñeca.
—¿Qué puedo hacer por ustedes?
—Necesito información sobre una mujer. —El As cerró la boca en una fina línea, Harlem advirtió por su incomodidad que aquel dato ya era lo suficientemente revelador, o no le permitían decir más, o no lo sabía.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó Zora, no existía criatura en el plano que pudiera escapar de su visión y Lirio lo sabía, por eso respondió al instante.
—Reina.
—Reina —saboreó el sonido en sus labios. El silencio se extendió hasta que la mujer tallada en obsidiana se levantó para acercarse al sacerdote—. Puedo verla, es una humana —dijo con voz dulce, el As parpadeó sorprendido por primera vez en lo que Harlem creyó toda la reunión, y ella aprovechó para enredar un dedo en la cadena de oro en su cuello, tiró—. Listo, ya te di información, ahora tu parte, Lirio, sabés que odio que me hagan esperar.
—¿Qué puedo hacer por vos, bruja?
Antes de que terminara de hablar, Harlem alzó la mano para ordenar que el suelo se tragara a las dos mujeres cercanas, y notó al As embebido por completo en la oscuridad estrellada que guardaba el poder de Zora, aunque no de forma inconsciente. La respuesta automática del agente le dijo suficiente sobre las raras aficiones de su hermana, se asqueó.
—Para hoy, Zora.
Su voz no alcanzaba a imitar lo casado que se sentía en realidad, por tener que lidiar con el peso asfixiante de los actos inconmensurables de alguien más, Zora lo escuchó y adivinó lo que él diría antes de que comenzara.
—Queremos saber la ubicación del dueño del vacío, para asegurarnos de que no va a venir a perturbar la paz.
Lirio envolvió la mano de la mujer que tiraba de su rosario con la intención de hundirse más en su escote, y tragó entre el metal ardiente contra su cuello, antes de esbozar una ligera sonrisa que agrietó su aura imperturbable. Al punto de delatar esa obsesión insana por el caos que en apariencia deseaba evitar.
—¿Qué te hace pensar que no lo hizo ya?
✴ ✴ ✴
Heey, actualización temprana¿? Quiero pensar que sí, extrañaba muchísimo escribir a los hermanos caóticos y con este capítulo me acordé también de por qué no aparecen tanto. Saben demasiado, y ocurren cosas como las verdades que sacaron a la luz hoy. ¿Lo esperaban?
¿Preguntas sobre eso? ¿Amenazas? Respondo todo, amo sus comentarios.
¿Suelen sufrir pesadillas seguido?
¿Esperaban leer al padre del año hoy justo en su día? (nótese el sarcasmo)
Si tuvieran la capacidad de manejar la materia como Harlem, ¿qué es lo primero que harían?
¿Alguna vez va a dejar de pelearse con Jocken?
¿Qué les parece Zora como hermana menor? Se vieron más detalles de su poder hoy, y sus adicciones¿
¿Opiniones sobre Lirio? La corte está buscando al ángel perdido.
¿Teorías sobre el paradero de Caos?
Creo que hasta acá dejo de molestar con las preguntas. CASI ME OLVIDO, Génesis llegó a los 10K, y AAAAAAAAAAAAAA no tengo palabras para agradecerles, lloré como magdalena, me emocioné y jamás voy a dejar de decir que infinitas gracias por hacer esto posible. MIL. GRACIAS. POR. TANTO.
Ahora sí, que si no me pongo a llorar otra vez. Nos leemos el domingo que viene. ❤
PD: Como en Argentina es el día del padre hice un hilo en Twitter sobre Caos, por si quieren detalles sobre el padre del año dejo el link en este comentario uwu
—Caz.
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