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|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|

—Era mío, hablaba demasiado,

me acompañaba con sus brazos cálidos,

los noctámbulos no querían atormentarme

y eso me hacía feliz. 

Luego de dejar a esa mujer con Mikaela, Génesis volvió sobre sus pasos, directo a encerrarse en la habitación donde los cadáveres putrefactos de esas quimeras descansaban. Pasó sobre ellos, y se paró durante unos instantes, a mirar a uno cuyo torso se encontraba al descubierto, debido a que por tener el descaro de tocarla le había arrancado su extremidad.

Allí se hundía un pozo en el espacio en el que debería estar su corazón, más allá del trozo que le hacían falta debido a su salvaje intervención, las arterias repletas de sangre coagulada recorrían su cuerpo como el sendero excavado por el parásito dueño de su verdadera muerte. Al llegar a su corazón la sombra lo transformaba en el cascarón roto de sus deseos más oscuros, manifestado en un ser con la capacidad física de hacerlos realidad.

El aroma que expedía ese híbrido, para sus sentidos sensibles, era la peor parte. En especial porque, desde la partida de su padre, jamás la había abandonado por completo, lo recordaba incluso en sus sueños.

«Las sombras por si mismas no son capaces de manifestar una conciencia más allá de la que les impusieron sus creadores, necesitan un anfitrión, un cuerpo lo suficientemente resistente para soportar el peso putrefacto de su existencia. El día en que sus hijos manifiesten la oscuridad, llegará junto a la extinción de la vida de esta tierra. No dejes que la alcancen, debes consumirla antes.»

Génesis cerró los ojos, y juró, sintiéndose la extensión de la voluntad divina de su padre, el recipiente de los pecados que escondía la humanidad. Dejó que su abismo se desprendiera de sus pies, junto a la sensación de repulsión grabada a fuego en su memoria, la oscuridad se arrastró sobre los cadáveres hasta hacerlos desaparecer entre las falanges etéreas del Vacío, y le hirió recordar, que el hecho de que la materia estuviera muerta siempre era una condición crucial para utilizarlo.

Ella siguió después, atravesó la pared maciza del cuarto y llegó al siguiente cuarto, aún con sus ojos cerrados sondeó el espacio entre los cuatro muros insonoros, y supo que algo andaba mal, porque estaba vacío.

✴ ✴ ✴

Había algo extraño con esa mujer. Su visión poco privilegiada percibía a las quimeras como siluetas indeterminadas, y era el olor natural de su especie el que más le asqueaba, por recordarle con su presencia corrupta la divinidad del padre que tanto le faltaba. La presencia del cazador y su convivencia le facilitó asimilarlo, al punto de que le resultaba reconfortante, de una manera que odiaba reconocer. Sin embargo, esa desconocida que acababan de liberar parecía brillar en la oscuridad, las terminaciones de su cuerpo se agitaban a destiempo, con una luz que contadas veces había percibido, sin la ayuda de la electricidad.

Por esa razón, al no encontrar al rehén que había mencionado, tuvo que comunicarle a Mikaela la situación. Lo encontró después de atravesar el pasillo, al parecer la estaba esperando.

—Hay al menos veinte de esos monstruos en mi bar, dioses —se quejó.

—Huelo sangre —informó ella, hizo una mueca de asco ante el mundo de gente a su alrededor, y esquivó a duras penas a un grupo de quimeras que pasaron a su lado.

La oscuridad cayó sobre ellos, y la masa de criaturas se revolucionó al ritmo de la música violenta que destrozaba sus oídos. Empujó a Génesis, ella gruñó y comenzó a caminar en la dirección opuesta, directo hacia la salida de emergencia, iba a liberarla como diera lugar.

El cazador leyó sus intenciones sin necesidad de preguntarle, y le sostuvo la muñeca.

—Rafael y León están intentando sacar a la gente sin causar revuelo ¿qué vas a hacer?

—Van a comenzar una matanza, Mikaela —gruñó ella, se soltó y observó su silueta, consciente de que la suya propia comenzaba a variar debido a la energía de su abismo—. Será mejor que los tomemos primero.

Génesis se internó entre la gente, y no se volvió a ver si el cazador le había hecho caso, no podía perder tiempo, no cuando recibía el impulso eléctrico constante que expedían las quimeras. La violencia ahogaba sus sentidos y aumentaba su instinto asesino, necesitaba guardar su autocontrol si no quería revelar su identidad a nadie. Sin embargo, fue un grave problema su reacción cuando escuchó esa voz golpear contra los parlantes.

¡Bienvenidas sean, criaturas del Creador!

El canto en los altavoces envió un relámpago a través de su columna vertebral, erizó los cabellos de su nuca, y sintió la respiración pulsante de la masa de cuerpos como si de repente los mismos se hubieran convertido en su jaula. Una parecida a la que dejaban descender del techo a sus espaldas.

Criatura despreciable.

Génesis se detuvo a un par de metros del cartel luminoso que anunciaba la salida, sus músculos en tensión, y dio la vuelta en dirección a esa asquerosa melodía. Se chocó de frente con una muralla inhumana que la esperaba, la cazó por el cuello sin más, y sufrió la interrupción del aire, en lo que la fuerza del monstruo la despegaba del suelo.

Su reacción fue casi instantánea, sus garras chasquearon en la oscuridad, aferró la mano que la asfixiaba, y se impulsó con sus caderas hacia adelante, clavó las piernas en su estómago, y lo trepó hasta llegar a su cabeza, saltó en una vuelta completa hacia atrás, y aterrizó sobre sus pies, concluyó con el hueso de la criatura quebrado en una atroz fractura expuesta.

La sangre hedionda goteó de la herida, y alertó a las quimeras cercanas que gruñeron en su dirección, pero ninguna prestó la atención suficiente, debido a la matanza que se producía en el centro de la habitación. Con su brazo restante, la criatura ya estaba lista para lanzar un zarpazo directo a su rostro. Génesis lo esquivó, chocando con otra quimera que le cerraba el paso junto a la puerta, la tomó por los hombros, para fijarla al suelo mientras le clavaba las uñas. Inclinó su cuerpo hacia adelante, y gruñó contra su oreja.

—Escucha a uno de nuestros padres, es hora de que les sea devuelto lo que les robaron, traidora.

El otro había logrado detener el reguero de sangre, pero ya varias criaturas se agitaban por la pelea principal, sus vítores extasiados la aturdieron, como consecuencia de la voz ese Sin Rostro.

—¿Están listos para ver la sangre del prójimo regarse en su nombre? ¡Esperemos que nuestros intérpretes de hoy logren que el gran dios del sol nos ilumine con su bendición!

Génesis visualizó las peleas que había tenido con Mikaela, quien solía abusar del largo de sus extremidades, y en ese reducido espacio, utilizó su corta altura a su favor. Se agachó para esquivar el golpe del monstruo frente a ella, y dejó que el hombre que la fijaba al suelo cayera hacia adelante, impulsado por su propia fuerza. Ella rodó hacia atrás, y saltó sobre su espalda, debía ser rápida y no ingeniosa, como el cazador le había dicho que fuera. Deshizo el largo mortal de sus garras con un grotesco chasquido, y le rajó la garganta.

Su cabeza cayó a los pies de la otra criatura, pateó el cuerpo de su compañero como si fuera un títere antes de que pudiera bajar. Ella chocó con una pared de quimeras agitadas que le devolvieron el impulso y con un bramido salvaje saltó hacia él, que poco pudo hacer con sus golpes, cuando la muchacha insertó las cuchillas en su pecho, extendió el volumen de su mandíbula y le clavó los dientes en el cráneo. Sintió su propio rostro arder por el peso de las marcas en su piel, a medida que los huesos del híbrido cedían entre sus dientes, intentaba pegarle en las costillas, pero era inútil.

«Yo te hice su depredador natural, mi niña. El día de su iluminación llegará cuando abras la carne de los traidores y riegues la tierra con la corrupción de su sangre, solo así podrás transformar su desesperación en un milagro.»

Con las palabras de su padre en mente, saboreó la sangre en su lengua, y con un denso crujido cerró las fauces, anunciando su muerte.

Si lo hago ¿me dejarás acompañarte?

Aterrizó sobre sus piernas con un grácil movimiento felino, y no prestó atención a las pocas miradas que se clavaban tanto en su rostro, como en sus manos o en los cuerpos del suelo. Estaba ocupada con el asfixiante recuerdo de su padre, el olor de la sangre ahogó sus sentidos, y recorrió con su lengua hambrienta el espacio de sus dientes. El deseo tiró de aquella región prohibida de su estómago, la que habría disfrutado de tomarse su tiempo para consumirlo todo, y en trance, por la falta de control sobre sus acciones, se dejó llevar por la agitación general. Se limpió el rostro empapado con el dorso de la mano, y lamió los restos entre sus dedos, mientras se perdía en la versión de su memoria, en la que su padre la observaba en silencio cumplir con su deber. Su instinto animal siempre se sentía más cerca de él.

Con la presencia de Mikaela en su vida, por un momento había olvidado lo que se sentía abusar de aquel peligroso vicio, y quería más.

Cerraba los ojos mientras la bestia se adueñaba de sus movimientos, y recolectaba los rastros de esas criaturas inhumanas, con la ligera sensación de que olvidaba algo en extremo importante. Alguien la empujó con fuerza fuera del círculo de bestias del centro, y chocó contra la pared junto a la salida de emergencia.

Despierta de repente, buscó con desesperación localizar la presencia efímera del Sin Rostro, al mismo tiempo que esa voz se abría paso entre sus huesos, reclamando la poca conciencia que le quedaba.

—Despreciable sombra del plano de la humanidad ¿quién te ha dado el derecho de enturbiar con tu presencia, la gracia de la reina?

El brillo repentino se derramó en sus retinas, y la calidez manó hacia su cuerpo, pensó que se trataba de una hoguera, pero tardó un segundo más en notar que la jaula en el centro del lugar había caído en las redes de una telaraña inmensa, y la misma derretía el acero cual cera.

A su lado, una maraña de cabello azul surgió de entre la gente por medio de empujones, la agarró del hombro, e intentó abrir la puerta de emergencia.

—¡Hay fuego! ¡Tenemos que salir! ¿Hola? ¡Hey!

Génesis se deshizo del agarre de Hole, y la empujó contra el concreto a sus espaldas, sus ojos felinos perforaron las retinas turquesas.

—No digas nada.

—Por el Creador, Génesis, tu cara...

—¡Que te calles! —Colocó la mano ensangrentada contra su boca para evitar que dijera algo más.

—¿Qué tiempo es este, querido? Oh, han pasado más de mil años. —Aquella voz seguía dentro de su cabeza, la de todos en realidad.

—¿Tú también lo oyes?

Hole asintió, la esperanza brilló en sus facciones tatuadas, y retiró la mano de su boca con una mueca de asco.

—¿Es Él?

Génesis deformó su expresión por el disgusto.

—No, quédate aquí. —Se volteó hacia el grupo de personas embelesadas con la figura titánica que surgía de la luz.

—¿Dónde vas?

Ignoró la pregunta de Hole, y se internó entre la gente. No era su padre, esa criatura había manifestado su conciencia como una red que atrapó las acciones de todos los presentes menos a ella. No estaba bajo su voluntad, no respondía a su influencia como a la del creador, sin embargo, obligó a todos los demás a inclinarse hacia adelante. Uno a uno, sus rodillas cedían en masa, y otra vez esa voz chirriante tronaba dentro de su cabeza.

—¿Qué tenemos aquí? Una quimera ciega, un recolector, y oh, el milagro de mi querido Caos. ¿Por qué no me prestas atención? Preséntate querida, deja de esconderte, no me obligues a reducir este lugar a cenizas.

Los reflectores del techo estallaron en luz, e iluminaron el camino en diagonal, las quimeras se alejaron a medida que trazaban el sendero hacia la criatura de altura exagerada, de cuyos brazos colgaba una estela de hilos brillantes. Los tres pares de ojos negros la observaron en medio de un rostro filoso. La mitad de su cabello rojizo se derramaba sobre su hombro, y la otra mitad igualaba el alquitrán, goteaba veneno de sus dedos, y a menos de un metro de sus pies se arrodillaban siluetas conocidas. Reconoció a la quimera original, Marcel, tras él, Luís con el rostro inundado en sangre junto Mikaela hincaba la rodilla, y el último soltaba el arma con quejido ahogado.

Génesis se detuvo en seco una vez alcanzó su posición, y la enfrentó, de forma que su cuerpo quedó de espaldas a sus compañeros.

—Sin Rostro —rumió.

La mujer titánica juró, sus párpados rasgados se movieron al unísono.

—No me insultes, pequeña, soy más grande que esa pobre estrella.

Mare apenas alzó la cabeza a su lado, sonreía.

—Mi reina, esperaba que viniera, le aseguro que la Corte no conoc...

Génesis se crispó ante la mención de la Corte, y la mujer reaccionó en un santiamén, alzó una de sus largas manos, los hilos la siguieron como una extensión de su cuerpo, se desprendieron de sus dedos al entrar en contacto con el rostro de la quimera, envolvió su cabeza, y su cuerpo completo cayó pesado contra los azulejos del suelo, inmovilizado.

—Deja que las adultas hablemos en paz, Marcel.

Su voz no salía de la grieta desigual que tenía por boca, solo existía en su cabeza. Génesis no necesitó una confirmación, al percibir el temblor presente en el cuerpo del recolector a sus espaldas, fue evidente, y no deseó tentar su suerte.

—Esa quimera debe morir —informó ella, señalando al hombre de traje que se agitaba por la falta de aire.

La reina alzó un dedo de forma mecánica, y lo movió mientras chasqueaba la lengua como un tierno reloj.

—No te atrevas a ordenarme cualquier cosa con esa asquerosa apariencia humana —manifestó—. Déjame verte de verdad, dejame ver el milagro del que tanto me ha hablado tu padre.

El impacto de sus palabras la hizo retroceder un paso, pero la presencia de Luís y Mikaela le impidió continuar. ¿Conocía a su padre? No le tomó demasiado ser consciente de que no le quedaba otra opción, el poder que manejaba esa criatura no admitía un rechazo prudente como hubiera decidido Mikaela, quien se encogía en el suelo a sus espaldas. Ese gesto de piedra, el veneno que chorreaba de sus dedos, y esas manos blancas como el papel eran el causante del cuerpo quemado que agonizaba tras ella.

«Los ángeles que han caído en Ansía abandonaron todo el rastro de su antigua estabilidad, su percepción se ha deformado por la libertad, no te acerques a ellos, no aceptes sus tratos, y no reclames la justicia en su nombre, porque la tomarán como excusa para meterse en tu mente, y destrozar la verdad que creías realidad.»

El recuerdo de su padre no impidió que se crispara como un animal al que le han puesto en frente a su depredador natural. Esa criatura no era el gran Caos, pero en la escala impuesta por la cruel naturaleza era su igual. En su difusa memoria, no recordaba haber visto un ángel de las estrellas tan de cerca, y menos una que decía conocerla. Ya que era una realidad el desconocimiento general que existía sobre esas criaturas celestiales.

Acércate, querida —ordenó.

Génesis presionó su mandíbula y agachó la cabeza. El aire pareció pinchar sus pulmones, en lo que exhalaba el vapor por la nariz. Forzó la relajación total de su cuerpo, a medida que la nube de oscuridad que salía de sus extremidades deshacía la ropa, su columna extendió las vértebras, y sus huesos se alargaron, la carne se movió bajo su piel, y los músculos de sus extremidades se volvieron más pesados. Se despojó, entre gruñidos de dolor ahogado, de aquella niña arisca y la observó con sus verdaderos ojos, ciegos en su brillo aguamarina, junto a las raíces nacientes en sus párpados. La gruesa cornamenta creció de entre su cabello, y se enroscó a los costados de su cabeza, siguió un camino de espinas a través de su espalda. Relucía, en cada detalle de su piel marcada por cicatrices, los restos de antiguas quimeras. Las piezas que su padre había tomado para darle vida a su milagro. Esa era la forma lejana que en el pasado había hecho valer el nombre de la voluntad de Caos, sin embargo, en ese momento no concordaba con el gesto demacrado de su rostro.

La reina le mostró una amplia sonrisa.

El tiempo ha hecho desastres contigo ¿no es así?

Avanzó un paso, y estiró la mano para tocar su mejilla, pero algo se agitó a sus espaldas. Escuchó la voz urgente de Mikaela en su lugar.

—No la dejes...

Yo no te he dado permiso para hablar, esclavo —tronó en su conciencia.

—Usted ha dejado su hogar —razonó Génesis, con la intención de distraerla—. En los años que llevo existiendo la Corte nunca trajo a sus miembros al plano de la humanidad, los emisarios son los que se ocupan de ese trabajo, por lo que si usted está aquí ahora es porque ellos no se enteraron de su ausencia.

La reina bajó la mano y ocultó todas detrás de su espalda.

Touché. —Se inclinó hacia adelante con gesto desdeñoso—. Al igual que tu padre, supongo que me gusta jugar a las escondidas aqui.

Un gorgoteo inundó el ambiente, Mare había comenzado a arrancarse las telarañas, su rostro estaba violeta.

—Termínelo, y a cambio guardaré su secreto. —Génesis lo señaló con la cabeza.

No me parece justo —negó.

—¿Por qué?

No puedo arrancar un hilo que ya fue hipotecado, además ¿qué podrías ofrecerme en tu condición? Puedo ver el tuyo enredado en esa cosa de ahí. —Señaló el cuerpo de Mikaela hincado, y trazó la comisura de sus labios con un dedo—. Si él desapareciera... sería otra historia. ¿Te parecería así un trato justo?

Todo su cuerpo se tensó.

—No.

Bien entonces, préstame atención, y no ofrezcas tu alma como moneda de cambio cada vez que veas la oportunidad, es demasiado evidente que deseas morir —prosiguió, con fingida voz lastimera—, y tu padre no va a estar orgulloso si se entera de eso.

—¿Qué podrías saber tú de mi padre?

—Caos es un dios generoso, él se preocupa por el estado de este plano infestado de humanidad, esa es la única razón por la que te permito continuar, incluso podrías arriesgarte a considerarme tu ángel de la guarda —se burló.

—Esa bestia que tienes ahí ha estado experimentando con los hijos de los Sin Rostro —insistió—. Dejó que su sangre se mezclara con la de los hijos de mi padre, para crear esos monstruos faltos de equilibrio y voluntad, lo que podría desatar...

—No seas tonta, pequeña. Lo que suceda con las desgracias aquí no me incumbe hasta que llegan a Tánatos, y no voy a darte la satisfacción de romper a este solo porque se ha puesto a jugar. —La criatura deslizó los dedos a través de su barbilla, se había quedado quieta como una estatua, mientras paseaba la mirada sobre los presentes, se detuvo en un punto en específico de su cuerpo—. Tampoco ha de ser la primera vez que sucede, ni la última. Lamento decepcionarte, pero no eres la única en esta habitación que se encuentra bajo la influencia directa de un dios.

—¿Cómo? —gruñó.

¿Quienes? —Agitó la mano con diversión.

Se burlaba, no planeaba decirle nada más, el enojo de Génesis se profundizó en las grietas de sus ojos, escalaron hacia su frente y pómulos. Retrocedió de golpe, e hizo lo impensable frente a las expresiones ausentes de todos, extendió su abismo. Una gruesa serpiente de oscuridad abrió una grieta en el suelo, frente a los pies de la reina.

—Si no piensas colaborar, no me importa que hayas conocido a mi padre —tronó—. Llévate a ese monstruo que tienes de mascota, aléjalo de mí y de él. —Señaló a Mikaela sin atreverse a mirarlo—. Porque mientras exista en este plano responderé en su nombre, me pertenece hasta que se cumpla el pacto de tu gente.

¿Al menos si sabes su verdadero nombre? —ironizó la reina, trató de reír, pero su cuerpo crujió, una gran grieta se había extendido en medio de su rostro, y bajaba entre sus pechos—. Te advierto querida, que a todos los hombres los rige la avaricia y este esclavo no es la excepción. El día en el que cumpla con su parte lo tomará todo, en especial lo que le resta de humanidad a ese cuerpo que tu padre tanto se esforzó en crear.

La reina alzó la barbilla con honra, y su voz rechinó con la última palabra, un trozo de piedra se desprendió de su expresión de suficiencia. Y su cabello encendió la llamarada inestable que anunció su partida. Génesis esfumó su abismo al mismo tiempo que una mujer cubierta de cenizas ocupaba su lugar. Los focos de emergencia llenaron de niebla su visión. y los ojos sorprendidos de las quimeras se transformaron en una masa difusa de siluetas convulsas sin rostro, comenzaron a moverse de a poco, sin dejar de observarla.

—¿Es ella?

—La voluntad de Caos.

—No, es imposible.

Fue Hole una de las primeras en levantarse, activó la alarma contra incendios, los demás empleados de Mikaela la imitaron de forma mecánica.

—¡El show terminó, abandonen las instalaciones en el nombre del Creador, por favor!

Una vez que la gran mayoría de las criaturas dejó libre el salón envueltos en la languidez que dejaba un profundo sueño, Luís se alejó de Mikaela de un empujón cuando intentó ayudarlo, y corrió a tientas hacia el centro de la plataforma, donde el cuerpo quemado de uno de los monstruos creados por su padre yacía boca abajo.

—Dioses no, Lucio...—murmuró, abrazó el cadáver.

Como si de repente hubiera activado un interruptor con su presencia, Génesis fijó su expresión enfurecida en la silueta del hombre corpulento de cabello blanco que parecía divertido con toda la situación. Mare intentó acercarse a la mujer recubierta de ceniza que temblaba en el suelo, y les hizo una seña a los hombres que silenciosamente, se habían acercado a la espalda de Luís. No tardó en atar los cabos sueltos.

—Con que acá te escondías.

Antes de que Mare terminara de pronunciar la última palabra, Génesis se manifestó a espaldas de Luís, y encajó sus garras en los ojos de la quimera que intentaba ponerle las manos encima.

—¡Fuera!

Extrajo los dedos al son del gruñido animal del monstruo, y pateó al segundo en el centro del pecho, lo envió varios metros lejos. Rodeó el cuerpo acurrucado de Luís, y se paró frente a Mare, quien retrocedió por instinto lejos de su mano ensangrentada, se agachó para esbozar una pulcra reverencia.

—Una disculpa, mi señora —titubeó él—. Uno nunca está lo suficientemente preparado para conocer a una leyenda.

Génesis llegó a su encuentro, y se limpió los dedos en su traje, el odio causaba que el humo se escapara de las grietas en su rostro, y extendiera más allá las cicatrices negras que poblaban su cuerpo desnudo.

—¡Dije que fuera! —Lo empujó con fuerza para hacerlo caer, y sintió en la silueta de Mare el pánico momentáneo que le causó su sola presencia, con tan solo un movimiento de su mano podía enviarlo al fondo del abismo, él lo sabía. Soltó un suspiro nervioso.

—Gran dama...

—¿Dama? ¿Ya no soy la mascota? Eres un ser despreciable, Marcel Blanco, y el miedo que te causa enfrentarme es una prueba de lo estropeada que se encuentra tu cuenta con el Creador. —Se inclinó sobre su silueta—. ¿Me temes ahora que sabes quién soy? Pues llora de una vez, y quizás así piense conservarte por piezas para que me sirvas como mascota.

Escuchó los murmullos salir de la puerta del lugar, y de las pocas personas que quedaban dentro. La humillación pública jamás iba a pasar desapercibida, menos con la presencia de la violencia personificada, ella lo sabía.

—Génesis creo que ya es suficiente —habló Mikaela a sus espaldas.

Tensó su mandíbula dolorosamente consciente del estado de su cuerpo, y le dedicó una última mirada a la mujer de cenizas que también era llevada por los monstruos hacia la salida, luego volvió a Marcel. El ataque de adrenalina que aún regía sus sentidos hizo que la oscuridad de la que estaba hecha reptara en descontrol fuera de sus cicatrices, mezclándose con el aire, exaltó el color de sus filosos ojos, y Mare se enfrentó de lleno con el pozo de oscuridad, no en el suelo, sino en la presencia de ella, que marcaba con su silueta bestial la que parecía ser la entrada al infierno en la tierra.

—Bu —se burló.

El hombre se alejó espantado, y una pequeña curvatura se extendió en su rostro. Notó en el rugido de los corazones que alimentaban su grandilocuencia, el sentimiento con el que su padre le había enseñado que encajaba a la perfección. El miedo.

✴ ✴ ✴

Buenas buenas. ¡Perdón por la tardanza y muchísimas gracias por esperar!

LLEGAMOS A LOS 8K, OMG, TODAVÍA NO LO PUEDO CREER. Y con este capítulo faltan oficialmente alrededor de veintidós caps para terminar la historia. ¿Voy a llorar? Voy a llorar, gracias por seguir acá.

¿Encontraron en las palabras de la reina las pistas con respecto a lo siguiente que va a suceder en la historia? Porque hay varias uwu.

¿Qué opinan de la apariencia real de Génesis?

¿Hacia qué bando creen que se inclina la reina? ¿O la ven más como una presencia neutral? 

No voy a molestar con tantas preguntas hoy, pero recuerden que ustedes pueden hacerme las que quieran, saben que adoro responder, así como si ven algún error me lo pueden decir, voy a estar eternamente agradecida, porque planeo corregir la historia para inscribirla a los #Wattys2021, y como siempre me encantaría contar con su apoyo moral ❤

Necesito que apreciemos la obra de arte que alejita5182 hizo de esta historia. ¡Dibujó a Luís, Génesis, Mika y Harlem! Es magnifico, cuando lo vi, me emocioné muchisimo. GRACIAS 

Ahora sí, cuídense, nos leemos el domingo que viene

—Caz.

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