|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
—Por dentro me incendiaba.
Por fuera las pesadillas me consumían,
Entre los Noctámbulos, lo único que quedaba,
era mi ardiente soledad.
—¿Podrías deshacerte de esta miseria, por favor?
Las palabras que le había susurrado a Génesis aún permanecían en su efímera memoria. Siempre sinuosa, junto a sus pensamientos inconclusos, como todo lo que se relacionaba con esa inmortal. Nunca creyó vivir para observar lo que sucedió en el cementerio, había desviado con su cuerpo aquella estatua de más de ciento cincuenta kilos con apenas unos rasguños de por medio, y le costaba aceptar que lo hacía por alguien como él.
Tenía que darse algo de crédito, Mikaela, el siervo de la corte había sido capaz de provocar el interés de una leyenda. No era el malviviente que las habladurías se encargaban de construir en su entorno.
O tal vez, era peor.
No contento con eso, había pecado de avaricioso, y le pidió más de un favor, que cualquier recolector lamentaría en el futuro, aunque ni en cien años iba a arrepentirse de eliminar a la plaga de su propia especie, conocía las consecuencias. En su afán por asumir la responsabilidad y resolver de manera eficiente los problemas que comenzaban a surgir a su alrededor, fingía no darse cuenta de que al girar sobre sí mismo la soga trenzada con alambres ardientes lo rozaba, y de a poco se empezaba a ajustar en su garganta.
«¿Sabes dónde terminan los que se atreven a desobedecer a sus amos? Se pudren entre las pesadillas del vacío. No te excedas en tu labor de recolector, porque te cazaré, y en ese caso, no me darías ninguna satisfacción.»
La voz de la agente de la corte, que lo torturaba en el pasado, se proyectaba en su cerebro en los momentos más inoportunos.
—¡Mika! —Volteó confundido ante el apodo y observó a través del cristal de sus lentes oscuros, a una mata de cabello azul que se acercaba enérgica a la barra donde él había estado organizando la reunión privada de Mare. Hizo lo posible por no dejar ver lo resignado que se sentía—. ¿Tenés la llave del fondo? Acaban de terminar y quería guardar las herramientas.
Hole apoyó los codos tatuados en la barra y se inclinó para curiosear lo que hacía. Así, su ignorancia con respecto al espacio personal de los demás resultaba demasiado obvia, Mikaela se alejó por instinto, como el animal a la defensiva que intentaba suprimir en su interior, y de manera dolorosa fue consciente de su rostro apenas cubierto por las gafas, una gruesa capa de maquillaje intentaba disimular el tono apagado de su piel y las cicatrices nudosas en su frente.
Colocó la mano firme en su hombro, sobre la tela de su overol turquesa y la invitó, con controlada paciencia, a que se quedara en su lado.
—Ya te dije que este lugar guarda demasiados secretos para aguantar a personas tan chismosas. —La expresión confundida se leyó en los ojos cristalinos de la quimera, él tocó inconscientemente el cartel unido al chaleco de su traje—. ¿Por qué tanta emoción si se puede saber?
—¡Estuviste metido entre papeles toda tarde, y vinieron a instalar esa cosa! —Señaló la extensión de la plataforma circular transformada en un cuadrilátero, reemplazaba el espacio donde antes se alzaba el tubo que Megara usaba para los shows nocturnos—. Es obvio que hoy va a ser una noche especial y todavía no nos dijiste porqué.
Suspiró para sus adentros, se consideraba alguien con energía a pesar de su edad, pero a comparación del tornado de cabello azul, cualquiera parecía la llama de una vela a punto de apagarse.
—Va a ser un evento privado, pero... —comenzó, Hole lo interrumpió.
—¡Lo sabíaaa! ¡Mis amigos me dijeron que estaban invitados y yo les dije que estaban locos porque vos me dijiste que Void no ofrece esa clase de servicios! ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—¿Me dejás continuar? —Exigió él, sin previo aviso todo su lenguaje corporal se endureció y el tono de su voz no admitía respuesta, una orden que la quimera captó de manera instintiva en su repentino silencio—. No lo dije antes porque quería esperar a que llegaran todos, y así explicarles la situación en detalle. No te emociones antes de tiempo y no pierdas la firmeza, porque la necesito esta noche. ¿Puede ser, Hole?
—Obviamente, señ... ¡Digo! Mikaela —corrigió rápidamente—. Es obvio que se trata de algo grande, estuviste tan callado estos días —caviló ella, la emoción se leía en su rostro tatuado, a pesar de que intentaba controlarla.
Tras el incidente con las quimeras que acabaron adornando todo el suelo del bar, su relación con Hole y Megara se había vuelto más cercana, él notaba el respeto con el que miraban a Génesis, y como la seguían en silencio, cuando no les dedicaba sus monosílabos cargados de fastidio, o se escapaba a la terraza.
Esa era la prueba de que no importaba cuánto quisiera negarlo, al final, el milagro del creador no podía esconder su naturaleza, la razón por la que había nacido. Esa fuerza inquebrantable en su sangre atraía a las quimeras sin excepción.
—¿Desde cuándo se nos paga por hablar de más? Esto te pasa por contratar gente tan joven —se burló alguien.
Un hombre al lado de Hole se acomodó las gafas estirando el dedo anular y el pulgar. Mikaela desvió su atención, la quimera que se acababa de meter en la conversación llevaba el cabello oscuro peinado lejos del rostro de forma obsesiva, y un patrón de manchas grisáceas resaltaban bajo las luces claras, formaban pequeños surcos de plumaje monocromo hasta su nuca rapada.
—La edad es mental, Máximilien.
Al escuchar su nombre sus pupilas centradas en el gerente se agrandaron, y el iris amarillento se transformó en una fina cinta alrededor de ellas. La blancura de sus caninos dobles centelleó, junto a su respuesta.
—La edad es mental cuando hay explotación laboral ¿es eso, Mika?
Max apenas era notado por su naturaleza silenciosamente prudente, pero tenía la mala costumbre de ser demasiado eficiente, y su capacidad para leer los labios a la distancia lo volvían el vehículo perfecto del chisme. Mikaela le sonrió con sorna, y comenzó a acomodar los papeles que tenía desperdigados por la barra, los metió en el bolsillo de sus pantalones.
—No los contraté por su experiencia trabajando en bares, y "hablar de más" es lo mismo que yo podría hacer si la policía pregunta por ustedes ¿o no, Max?
—Todavía no vi nuestra retribución por las horas extra. —La quimera cambió de tema al instante, frente a una confundida Hole—. Y no digas que nos avisaste, porque es imposible que algo así me pase desapercibido.
La mujer de pelo azul se incorporó tarde a la conversación, volteó hacia el hombre de los anteojos.
—¿A ustedes les pagan las horas extra?
El gerente se masajeó las cejas tras los lentes, y sin previo aviso enganchó en su dedo el aro plateado del collar de Max, se inclinó hacia adelante, y transformó su voz en un susurro.
—Menos charla, y más usar esos lindos ojos tuyos, que yo te pago por mirar en realidad.
Hole aplaudió a su lado.
—¡Qué rudo! Me gusta.
Sabía con quienes trataba, quimeras juzgadas por su propia raza, obligadas a esconderse gracias al peso de los pecados envueltos en las cadenas de su ADN, por lo que también conocía las tendencias criminales de todos los que elegían prestarle su fuerza de trabajo. La seriedad del ladrón se rompía en la tensión de su comisura, que de a poco se alzaba, ante la reacción violenta de Mikaela. Su respuesta fue suficiente, frunció la nariz, y se retiró en silencio a acompañar a los trabajadores a la salida.
Acunar entre sus manos todo aquello que no había sido protegido por la naturaleza lo había llevado a convertir su bar en un potencial zoológico de parias, y a menudo no le causaba ninguna gracia. Tendía a recurrir a la rudeza salvaje para imponer su voluntad, más veces de las deseadas, ya que no podía bajar la guardia frente a los juegos que las quimeras tejían a su alrededor, o se lo iban a comer vivo.
Y no de la forma que le gustaba.
Hole había apoyado los codos contra la barra, y su cabeza se encontraba entre las nubes mientras murmuraba algo inentendible, desde que había comenzado a ir a rehabilitación solía perderse con facilidad, no notó al gerente hasta que terminó de dar la vuelta, y tronó los dedos frente a ella.
—¿Hola?
—¿Mhmm?
—Estás robando aire, andá a trabajar —ordenó sin paciencia, en ese punto no podía dejar de darle vuelta a la cantidad de cosas que podrían salir mal esa noche.
Mikaela se alejó hacia las herramientas que debía guardar, acercándose a la enorme jaula recién instalada que pendía del techo, y le lanzó el trapo a Hole, en señal de que debía repasar las mesas. Suspiró, sin esperar a ver si lo había atrapado.
Si querés que las cosas salgan bien, a veces tenés que hacerlas vos mismo, pensó para sus adentros, y no le importaba si aquella cosa resultaba en un asesinato premeditado.
✴ ✴ ✴
Los días de la muerte siempre habían sido largos, en su estado las horas pasaban con excesiva lentitud. Para los recolectores que se abandonaban en los brazos del tiempo, sin convertirse en verdaderos cazadores, era la cláusula general que los volvía locos cadáveres vivientes. Los días se transformaban en semanas, las semanas en meses, y los meses en años, en los que no podía detener el avance del estado de descomposición de su falsa humanidad.
Lo único capaz de evitarlo era conseguir cazar a las sombras suficientes, el arma que utilizaba agradecía eso, y manifestaba la fuerza robada en su cuerpo siempre joven y hermoso. Al menos en apariencia, pues no podía decir lo mismo de la corrupción real que manchaba su alma.
Y así llegaría el día de su perdición, en que su mente trastornada no pudiera demandar el poder en su guadaña. Aunque le consolaba pensar en la lejanía de esa instancia, pues todavía le quedaban demasiadas cosas por hacer.
Mikaela se paró frente a la puerta del almacén, y la abrió con una de las tantas llaves que tenía enganchadas en el cinto del pantalón, mientras equilibraba las pesadas cajas de herramientas y tanteaba los pequeños escalones para no darse un golpe de muerte en la oscuridad, bajó hasta el pequeño subsuelo, no sin antes hacer una mueca por la humedad, y el olor a encierro que el entramado de cañerías sobresalientes causaba.
Parecía un ataúd violentado por las raíces de un árbol, y no importaba cuantas veces lo limpiara, la sensación volvía, era el fantasma que siempre le recordaba donde debería haber encontrado su lugar.
Bastante irónico en realidad.
Depositaba las cajas en el rincón, cuando sintió la puerta cerrarse con un vago crujido a sus espaldas, tal como sucedía en las películas de terror que tanto odiaba. Mikaela se enderezó de golpe, aquella voz rasposa se proyectó en la penumbra, y ahogó un grito contra su mano por la impresión.
—Te has olvidado de mí. —No era una pregunta, sino una amenaza.
¿Por qué carajo no usás las puertas? En su lugar sonrió falso, mientras se daba la vuelta.
—Jamás lo haría, soy un hombre con principios.
Mierda.
La densa oscuridad bloqueaba por completo su visión.
En esta clase de lugares tiene toda la ventaja.
—¿Qué te causa tanta gracia? —preguntó ella, con esos sentidos ultrasensibles seguro oía el ritmo de su respiración, manifestada en la risa nerviosa.
Demasiado expuesto, Mikaela.
—Disculpame, verte intentar iniciar una conversación siempre me entretiene de alguna manera. —Se arrepintió en el instante que escuchó el vibrante gruñido de ella—. Eso contando con que algo en vos me resulte aburrido, y ese no es el caso —se apresuró a completar.
—Te recuerdo que yo no acepto seguidores inútiles en mis filas.
—No los aceptás en absoluto —comentó, empezaba a sentirse incómodo en el encierro.
—Exactamente, porque todos son inútiles, por eso te hice el favor de limpiar la basura antes...
Su impaciencia lo sorprendió con el ruido que produjo su garganta, la interrumpió con su voz de mando, y le indicó a la voluntad de Caos que debía callarse.
—Entonces ¿vas a ir al punto, o solo me vas a pedir el pago por todos esos favores que me hiciste? Porque si es así, puedo pagártelos ahora, en este momento, con tal de que dejes de reclamar.
Va a pedir tu cabeza en una bandeja, imbécil.
Pudo percibir el silencio mortal de la bestia, sintió su escrutinio como si estuviera enterrando la nariz en su cuello a pesar de la distancia, y el sudor helado le recorrió la espalda bajo la camisa. Suspiró, atormentado por su propia imprudencia, con el porte imperturbable deshecho, la escuchó.
—No podrías darme nada relevante a estas alturas, ambos sabemos que solo intentas alardear, cazador.
¿Fue la burla lo que acababa de escuchar en su voz, o ya había empezado a imaginar tonterías? Utilizó aquella seguridad.
—Al menos dejame tener el beneficio de la duda, por haber ganado tantas veces.
—Ni tanto, esa cantidad es apenas comparable al pequeño filo de tu guadaña. —Otra vez, la ironía producía una extraña vibración en su tono. Alzó una ceja.
—Que curiosa es tu forma de pedirme más, Génesis.
—Ni lo sueñes, te doblo la edad y la experiencia —zanjó la cuestión con rapidez.
Sin embargo, Mikaela había logrado localizarla de forma momentánea en lo que intentaba buscar la pared más cercana. Se inclinó precipitado, y sopló un mechón de cabello lejos de su oreja.
—¿Por eso también le temes a la muerte o solo la anhelas?
Su silencio le dijo que la había tomado desprevenida, casi podía adivinarla pensando en si era buena idea encajarle un zarpazo, como resultado de la discusión que ella misma había comenzado. Escuchó la vibración animal recorrer el espacio peligrosamente cerca de su garganta, y algo tronó en el aire, cual pulido mecanismo de relojería. Se sorprendió al escucharla dudar.
—¿Qué te hizo creer algo así?
—Las personas como nosotros vivimos de manera superficial en realidad. —Mikaela probó su duda con cautela, y cerró los ojos en la oscuridad, poco consciente de que iba a decir algo demasiado personal—. Presenciar tantas reglas inmolarse a lo largo de los siglos causa estragos en nuestra conciencia, y los que sobrevivimos a la locura, vemos la muerte como una ilusión que vive con nosotros desde que se nos fue negado ese derecho. Lo entiendo porque lo padezco, aunque no me sorprende que pienses en mi incapacidad para hacerlo.
El espacio se llenó con el rugido de su respiración, Mikaela llegó a la pared frontal del almacén a duras penas, y se detuvo sorprendido al escuchar su voz apagada, convertida en un murmullo contrariado, a punto de desbordarse en la negrura de la habitación.
—La muerte siempre será lo peor, peor que...
—¿Que el castigo de la inmortalidad? No, no lo es.
Apenas lo dijo la perspectiva que debía de tener Génesis se abrió ante él como un sumidero enorme bajo sus pies. Un profundo vacío arrasador destruía el interior de esa pobre criatura con tantas vidas recorridas, y dejaba en su lugar el fino borde derruido de una silueta hueca, imposible de alcanzar.
—Cumplir con mi tarea es mi única voluntad, no sería un castigo si... —"Si no me hubiera tardado tanto" adivinó la culpa que la carcomía, y la escuchó esbozar un minúsculo suspiro contenido tras la falsa firmeza—. Lo que pase después de conseguir asesinarlos no me importa.
Mikaela deseó morderse la lengua al percibir ese estúpido impulso en su interior, el mismo que le incitaba a consolar aquel dolor sordo a costa de su propia supervivencia, y estiró el brazo, tanteó la pared, dispuesto a encender la luz, y habló.
—Cuidado con lo que deseás, porque lo que pase después podría ser lo que tanto estás buscando, y eso sería una decepción.
La oscuridad tomó la silueta violenta de sus intenciones, Génesis atrapó su mano contra la superficie. Su cuerpo de repente alcanzaba a cubrir casi por completo su altura. Reconoció en su cabeza esa imagen adulta que había visto la primera vez, la mujer que debería haber sido en todos esos años de soledad, la que se esforzaba por esconder bajo la apariencia de una niña dolida por la partida de su padre. Sus largas uñas en manos humanas se arrastraron por el concreto, podía palpar la angustia.
—No pretendas consolarme, Mikaela, no tienes ni idea.
Parpadeó atónito, sin creer el matiz sombrío en la amenaza que salió de su boca, preguntándose qué tanta presión estaba dispuesta a aceptar por parte del creador. Nunca había creído en tales dioses hasta que se enfrentó a las malas con ellos en la Corte, pero tras conocerla a ella, Caos, el ente del que venían todas las historias maravillosas, en especial no le producía ninguna simpatía. ¿Quién en su sano juicio abandonaba a un hijo en la cuna de la degradación del mundo humano?
—Podría tenerla si lo compartieras conmigo alguna vez.
—No hoy, tengo motivos más urgentes. —El cazador acunó el cambio de tema como el manotazo de ahogado de una criatura acorralada, y sonrió con tristeza, lo sentía una victoria, cuando era él el que técnicamente estaba en esa situación, con el silbido de su aliento en la oreja—. Vine porque Luís me contó sobre la asesina de Mare que no se despega de su espalda, amenazando a su hermano.
—La tejedora —mencionó, desganado.
—¿Lo sabías?
No respondió, a pesar de que el dolor le estrujó la garganta por la mentira por omisión, esperó a que los hechos encajaran por sí mismos en la mente de ella, mientras rogaba a todos los dioses que no le arrancara una extremidad. Sabía su apodo a pesar de que nunca la había visto en persona. Las palabras de Luís sobre esa agente de la muerte a menudo lo confundían, en especial porque afirmaba no conocer su cara.
Por esa razón, en medio de tantas dudas, necesitaba que Génesis se enterara de aquello.
Aún no le había soltado la mano, se le escapó un suspiro nervioso. A través del intenso calor que manaba su palma, y a medida que se plegaba en su anterior forma, lo confirmó por el odio de hace siglos cristalizado en sus palabras.
—Una Sin Rostro.
—En las filas de Mare —terminó él, su estómago se estrujaba por la simple idea.
✴ ✴ ✴
—Él insistió en acompañarme, debe estar a punto de llegar. Ve a verlo, cazador, no es mi problema.
Tras escucharla, salió del sótano con un nudo en la garganta, apenas fue capaz de recomponerse antes de atravesar el umbral. Estuvo a punto de chocar con una enérgica Hole, que llevaba una pila hilarante de sillas para guardar en el almacén. Debido a la agitación, no fue capaz de advertirle a la quimera de la presencia de Génesis y tampoco se detuvo al escuchar las puteadas salir de su boca, por el susto que seguro le había dado encontrarse a la muchacha salida de la nada.
Atravesó el enorme salón del bar directo a la salida de emergencia, solo con el repiqueteo de sus zapatos formales, y en una demostración insuficiente de su característica elegancia se estrelló contra la puerta. El atardecer frío del invierno lo recibió con una corriente de aire que revolvió su cabello. Tan solo faltaban horas para que cayera la noche, y Mare llegara al lugar. Lo buscó con desesperación, gracias a eso, dio un par de pasos entre las bocacalles de alrededor, y lo encontró.
Le volvió el alma al cuerpo.
Luís se colocaba las gafas de lectura apoyado sobre un poste de luz cercano, como si no se encontrara bajo un terrible peligro, escribía algo en su diario, y Mikaela chilló, instantes antes de chocarse con él en un momentáneo abrazo, poco le importó hacer volar el cuaderno por los aires.
—¡Mi libreta! ¡Dejame agarrar mi libreta!
—Callate —chasqueó él, enterrando la nariz fría en su cuello, su energía desaparecía a medida que procesaba el que su Lulú estuviera en ese lugar poniéndose en riesgo, y el enojo hacía acto de presencia.
—¿Ni un "hola" me vas a decir?
—No, que te callés.
Mikaela deshizo el abrazo a duras penas, e ignoró su intento de conversación. Le cazó la muñeca y en lo que lo arrastraba hacia el interior del bar, observó su reloj sin cesar. No se detuvo hasta que estuvo en su lugar seguro, tras la puerta oculta en la pared que llevaba a su hogar bajo tierra. La presencia de Génesis era lo suficientemente llamativa como para que nadie se interpusiera en su camino, y todos estaban demasiado ocupados como para notar el rostro del muchacho que lo acompañaba un instante, y al siguiente desaparecía tras la barra.
O eso creía.
✴ ✴ ✴
¡Hola! Tarde, pero seguro, muchísimas gracias por esperar la primera parte de este largo capítulo ❤
Me agarró nostalgia en el proceso de este capítulo, ver a Génesis dudar y expresarse produce sentimientos encontrados, y más en Mikaela, que estuvo a punto de hacer una tontería ¿no?
Hora de preguntar:
¿Les agradó la perspectiva de Mikaela? La segunda parte de este capítulo también la va a tener.
¿Opiniones sobre Hole?
¿Si pudiera Mikaela se llenaría la casa de animales?
¿Les gustaría conocer a los demás criminales que trabajan en el bar?
¿Para qué creen que será la jaula que instalaron en Void?
¿Qué les pareció Génesis sincerándose apenas con Mikaela?
¿Qué creen que busca Luís presentándose tan inesperadamente?
¿Veremos cómo el estrés de Mikaela va a ir en aumento en la segunda parte de este capítulo? Lo averiguaremos el siguiente domingo.
Saben que me pueden hablar por cualquier cosa, también hacer preguntas, amenazas, lo que prefieran. Muchísimas gracias por leer. ❤
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