|Capítulo 24: Designio divino del creador|
—La oscuridad en mi naturaleza,
fomentó la presión de mi conciencia.
La envolví con mis manos
y su calidez me embriagó.
Dormir estaba sobrevalorado.
Para una criatura como Génesis no debería haber sido un impedimento soportar la falta continua de sueño, puesto que desde la partida de su padre no conocía otra cosa que no fuera su drenaje de conciencia individual, las pesadillas.
En su tiempo había resuelto ponerles un límite a sus memorias inservibles, solo para permitirse existir como un fantasma que ruega por un poco de silencio, pero la voz de Mikaela invadiendo su humanidad siempre la obligaba a salir de aquella zona de confort contenida, sin la garantía de poder volver alguna vez a su lugar.
Por eso lo detestaba, se había acostumbrado a escucharlo.
—Hoy hace una noche maravillosa, y por eso vamos a salir —comenzó desde la cocina, sus oídos sensibles la volvieron propensa a reconocer el característico tono que usaba, parecía que hablaba con infantes. Lo escuchó pisotear su paciencia, Mikaela reclamaba ser el dueño del espectáculo, o al menos el primero en llevarse sus reacciones violentas.
Génesis se asomó a la puerta, Luís observaba desganado como su pareja hacía el ridículo.
—Salgan, yo me quedo —se apresuró a decir la quimera, Mikaela hizo un sonido de indignación, y se sostuvo de la silla para sentarse sobre su regazo.
—Vamos a salir, todos —aclaró mientras se acercaba de forma juguetona a sus labios, se separó de forma abrupta—. Así que abríguense bien, o me voy a encargar personalmente de partirles el culo a patadas.
Génesis no discutió, porque había estado de acuerdo con él en primer lugar, más le lanzó una mirada repleta de insultos implícitos. Tal como predijo, el cazador se tomaba demasiadas libertades con su acuerdo.
Una fuente de bruma comenzó a nacer en el centro de aquella terraza, el humo tomó forma, la oscuridad esbozaba una presencia pálida en contraste, su ceguera perdida en el brillo sobrenatural de sus ojos era el único rasgo de luz en el aire. La muchacha dio un paso fuera de su abismo, y escuchó la voz de Luís perderse bajo el barrido de sus enormes alas. La quimera sostenía a Mikaela contra su cuerpo y lentamente descendía sobre la cornisa. Se había quitado los zapatos, sus patas de animal se aferraron al concreto, estaban envueltas en vendas blancas.
Ser hijo de un original no le otorgaba la habilidad de transformarse por completo a su apariencia humana, que si la tenía su padre. Sin embargo, el grado de pureza de su sangre lo volvía capaz de desplazar ciertos atributos para esconderlos a simple vista, como sus alas. Otros eran imposibles de ocultar, como el único ojo sano que lo volvía capaz de percibir el ambiente, cual ave rapaz.
—Lulú no hables mientras estás en el borde de un edificio de cuarenta pisos, por favor —murmuró el cazador, aferraba las manos a su torso desnudo, como si de repente sintiera un asfixiante cariño por él, más del normal—. No sé quién le dejó elegir a ella el lugar donde íbamos a entrenar.
Luis levantó el polvo con el último batir de sus alas parduscas, y le indicó con un empujón que ya podía soltarlo.
—Yo estuve de acuerdo con... Génesis. —Al escuchar su nombre volteó a verlo con una violencia que puso en tensión todo su cuerpo—. Es un buen lugar, una construcción abandonada y resistente, lejos del movimiento sobre la superficie, me gusta.
—Es peligroso —determinó Mikaela en el borde, observó la caída libre bajos sus zapatos lustrosos, el viento sopló mechones de cabello sobre su rostro, y al final le sonrió a Luís.
Fingió que le iba a dar un tierno beso en la mejilla, en agradecimiento por llevarlo, pero capturó sus labios, llevándose un intenso sonrojo del rubio. Pasó los brazos alrededor de su cuello.
—No jodas, porque te tiro —chasqueó Luís, en el borde de la azotea.
—Soy lo suficientemente resistente —contradijo con una sonrisa de oreja a oreja, estaba de increíble buen humor.
Génesis resopló impaciente, la noche se cernía sobre sus cabezas, el aire helado se aferraba a sus extremidades, sin embargo, la altura lograba tranquilizarla, no emitió palabra a pesar de encontrarse molesta. Soportaba la existencia de Luís, al menos él no era tan ruidoso como el recolector, y actuaba con prudencia a su alrededor.
Una característica que merecía su reconocimiento.
Mikaela terminó de trenzarse el resto del pelo, y le dedicó a su compañera de aspecto demacrado, con los mechones de cabello oscuro pegados al rostro, una mirada de decepción superficial.
—Te acababa de peinar, Gen...
—A lo que vinimos —cortó el intento de conversación. Avanzó en su dirección, en lo que esbozaba las mortíferas garras de su mano derecha.
Mikaela se enderezó con altivez, esquivó el zarpazo, y retuvo su muñeca contra su rostro crispado.
—¿No te olvidás de algo?
—Mikaela —advirtió Luís, Génesis se soltó con un gruñido, y comenzó a caminar en círculos a su alrededor, cual depredador que espera para atacar.
—Los Sin Rostro —sonrió el cazador al gesto contrariado de la quimera y se enfocó en ella—. ¿De verdad pensabas que era broma lo que dije? Hablame sobre ellos.
—Su existencia jamás fue probada... —dudó Luís.
—Creíste que había perdido la cabeza, que insultante —afirmó el hombre, con falsa tristeza. Génesis sintió la caminata del cazador dentro de los límites que ella formaba con sus pasos, su silueta se perdía con facilidad, pero lo sentía, en el susurro de su ropa, en el trueno de sus zapatos contra el cemento, tensaba su cuerpo como una flecha a punto de ser disparada.
No iba a dejarle una abertura, y era estúpido de su parte considerarlo una simple presa.
Mikaela podía guardar silencio, más de una vez se le había acercado sin emitir una sola respiración superficial. Sin embargo, siempre elegía el ruido, tenía el afán enfermizo de probar su existencia, más cuando se encontraba cerca de ella. Quería que lo notara, y no sabía, que incluso en soledad, Génesis lograba percibir su aroma particular, ese día más intenso que los demás.
Al final aceptó el pedido de tregua que le enseñaba con su mudez, aunque estaba lejos de considerarlo su igual.
—Los Sin Rostro aparecieron después del colapso y trajeron la desgracia al mundo del creador —comenzó con la voz oxidada, bajo la atenta mirada de ambos—. Ingresaron al plano de la humanidad sin su permiso, la tomaron como su dominio y su esencia corrupta lo trastornó. —Sus ojos felinos se iluminaron en un rostro fruncido por el peso de las dolorosas memorias—. No poseían un cuerpo, pero el sello que les impuso Caos los obligaba a tenerlo, también los volvía medio mortales, capaces de ser heridos. Estaban resentidos por el designio del creador, y su venganza fue acercarse a su hija mientras él estaba ausente.
—¿Su hija no eras...? —empezó a preguntar Luís, pero Mikaela lo chistó con el ceño fruncido.
Génesis no había dejado de caminar, sus pasos hundían el concreto frente al paisaje borroso, y su respiración amenazaba con incendiar los confines de la memoria, agrietaba la escarcha sobre aquellas imágenes que deseaba mantener a oscuras. Expulsó el vapor de su nariz antes de hablar.
—La descuartizaron en vida como un animal, y unieron sus piezas en la cruz que presumieron frente a su padre, antes de incendiarlo todo.
Ella siempre había preferido la oscuridad si eso le evitaba el sufrimiento.
—Génesis... —susurró Mikaela en un tono que le supo aún más doloroso, la lastima hablaba por él.
—Esa es su habilidad —tronó la muchacha para callarlo, odiaba aquel sentimiento, no iba demostrar cuánto le afectaba—, destruir todo lo que tocan, es su esencia, y este plano no está preparado para contenerla, lo manejan a su antojo, por lo que las armas comunes no funcionan con ellos. Aunque sus cuerpos siguen siendo vulnerables, más si están lejos de su escondite.
— Eso suena como la teoría de ordenamiento de la realidad, los planos. —Escuchó el ruido que producía la escritura de Luís y su mano adquirió forma en un instante, extendió las garras en su dirección.
Se dirigió al cazador, pero su vista estaba clavada en el lugar de donde venía el ruido.
—Si no le dices a tu noviecito que deje de tomar nota le voy a cortar las manos, y algo más, solo para que veas que hablo en serio, Mikaela.
—Necesitamos la información, querida —Su tono era conciliador—. Luís dedicó su vida a la logística militar, por eso nos acompaña hoy, su presencia no fue solo un capricho.
Génesis dejó de mirarlo, aunque no del todo convencida. Un instante después escuchó la respiración contenida de la quimera, mientras guardaba la libreta. Escuchó su pregunta, ella estaba resignada, no iban a luchar ese día.
—¿Cuáles son sus habilidades?
—En el plano físico, los tres son capaces de deformar diferentes tipos de materia. —Se concentró en la figura del cazador para tranquilizarse—. Uno de ellos perturba la materia viviente; el cuerpo, otro la materia inanimada y la orgánica; todo lo que lo rodea, y ella... ella tiene su suerte.
—¿A qué te referís con suerte? —inquirió Luís, nervioso.
Génesis intentó observar su mano, movió los dedos como si quisiera asegurarse de que seguía allí, y los recuerdos innecesarios no la habían reclamado. Incluso luego de tantos años, si se concentraba en sus extremidades todavía podía sentir el peso de los grilletes de sus cadenas, y las uniones indeterminadas donde creía que terminaban, sus quemaduras.
—Es la más débil en términos de pelea cuerpo a cuerpo, además es ciega por completo —Una de sus garras se proyectó hacia su propio rostro, estiró el parpado inferior para señalar su globo ocular—. Pero por alguna razón no puede morir —Recordó el tacto suave que sintió al estrujar su corazón con los dedos—. No es tan simple, ella representa la fuerza que organiza a los otros dos.
—Entonces son solo tres.
—Pero podría ser cualquiera —gruñó Génesis, soltó su párpado.
Mikaela emitió un ruido extraño, parecido a un suspiro de sorpresa y frustración.
—¿Ahora me crees? Lo escuchaste de la voluntad de Caos, no de mí —se apresuró a agregar, con una extraña expresión risueña, deshizo sus extremidades del saco que llevaba puesto, quedándose con una simple camisa—. Tenías razón igual, hay que hacerlos salir de su dulce hogar para poder hablar con libertad.
—¿Cómo dijiste que se llamaba cada uno? —La pregunta de Luís fue ignorada brutalmente.
Génesis acomodó la capucha sobre su cabeza.
—Hablar —manifestó su molestia con esa simple palabra, siguió los movimientos del más alto.
Bajo la luz turbulenta resonaron crujidos consecutivos, la piel tosca de sus manos comenzó a oscurecerse, se estiró hasta romper el extremo de sus dedos manchados de suciedad, y el filo impoluto de unas largas zarpas centelló como la promesa de muerte de una bestia inmortal.
Su sensibilidad al sonido le dijo que Luís se elevaba del suelo, para posarse sobre una de las columnas cercanas, en calidad de observador, las mismas a medio construir recortaban un cuadrilátero perfecto.
La piel tirante alrededor de sus ojos agrandados le decía que aquellas marcas pulsaban por aparecer también, Génesis se encorvó para ocultarlas de la vista de Mikaela.
—Sí, hablar —confirmó él.
Escuchó su risa suave, seguido de un fuerte pisotón en su dirección, ella reaccionó de forma instantánea, desvió el golpe feroz a centímetros de su nariz, y arrastró las uñas por su brazo, se llevó gotas de su sangre, junto a la manga de su camisa en el proceso. Mikaela se carcajeó, no cerraba las manos en puños, mantenía su distancia, y aun así lograba alcanzar sus sentidos sensibles. De un salto, Génesis evitó que barriera el suelo bajo sus pies, y se impulsó sobre él para caer a sus espaldas.
—Mala decisión —se jactó el cazador.
De repente, sus pisadas silenciosas desaparecieron, y ella se vio obligada a esquivar, en vez de su mano, una patada dirigida a su mandíbula, a aquel le siguió un brutal empujón que amenazó con lanzarla al suelo, su voz se alzó sobre ella, antes de obligarla a caer sobre sus cuartos traseros.
—No me lo hagas tan fácil, porque podría ganarte hasta con los ojos cerrados.
Génesis frunció el ceño ante su provocación, pero el extraño sonido que se escapó de su propia garganta la descolocó, podría jurar que era lo más parecido a una risa que había escuchado en mucho tiempo. Más del que lograba recordar.
Había sido ingenua si pensaba que esa escoria iba a sentir alguna clase de lástima por alguien como ella.
✴ ✴ ✴
Génesis no se consideraba una experta en estrategia, pero su experiencia, y reflejos agudos la volvían una criatura difícil de acorralar, si su atacante tenía las herramientas incorrectas ella se aseguraba de descuartizarlo antes de que pudiera abrir la boca, y era imposible perturbarla si sumaba su abismo a la ecuación. Sin embargo, Mikaela era etéreo como sus palabras, pesado como una promesa, e impredecible como una tormenta, y también sabía manejar la fuerza inhumana de los de su clase sin comprometer a su cuerpo. En otro tiempo, podría haber tenido las herramientas necesarias para convertirse en un oponente digno a los ojos de la bestia.
Pero no lo era, porque al idiota le divertía hacer trampa.
Se reunían siempre los días en los que no abría el bar, o salía a cazar. Génesis aprendió sobre la poca decencia que habitaba en su compañero de vivienda, al esquivar cada vez con más precisión, los brutales golpes dirigidos a sus sentidos hipersensibles. Incluso llegaron a recrear, sin proponérselo, el momento en el que se conocieron, y elaboraron una extraña coreografía violenta de bloqueos en los que ella evitaba que él pudiera tocarla.
—¿Luís viste eso? ¡Es excelente! —le aplaudió emocionado, sentado contra la pared el cabello se le escapaba de la trenza, y la sangre manaba del tajo que empezaba a cerrarse en su pecho desnudo.
—Nadie pidió tu opinión. —Ella había cometido el error de darle la espalda.
Error que acabó con su cuerpo en el suelo, y Mikaela con un pie en su torso.
Génesis había desviado el rostro en un esfuerzo sobrehumano por no contagiarse la emoción. No pudo evitar preguntarse qué habría dicho su padre si la hubiera visto así, en consecuencia, la culpa cristalizó su respiración y punzó en su interior.
La rutina se había convertido en una danza brutal que empezaba con un golpe traicionero, imprevisto, y obligaba al otro a reaccionar de una forma igual de sucia. En ocasiones recordaba los consejos de su padre mientras trataba con Mikaela, él siempre había pensado que los enfrentamientos violentos eran evitables si mencionaba las palabras indicadas, de otra forma, el error era considerado una gran falencia de su parte, al punto de que la volvía merecedora de tales palizas.
—¿Por qué esa cara de culo? ¿Otra vez vas a protestar porque Mika te mandó a barrer? —La voz de la criatura a su lado le arrancó un resoplido.
Acababan de cerrar el bar, una vez que dejó la máscara en la barra, Hole se le acercó sonriendo con diversión, sus ojos celestes resaltaban en medio del maquillaje rojizo en sus párpados, el tatuaje en su mejilla se curvó.
—¿Por qué te empeñas en querer morirte? —preguntó Génesis, se apoyaba en la escoba, y lo que menos hacía era barrer.
La nariz del carnero tatuado en la garganta de Hole se movió junto al rictus entretenido.
—¿Morir yo? Imposible, le doy las gracias al creador todas las noches.
—No menciones su nombre en vano —amenazó, sus pupilas oscuras casi lograron conectarse a las cejas fruncidas. Hole se puso seria de repente, e infló el pecho con orgullo.
—No, en serio, él nos dio la vida, lo menos que puedo hacer es agradecerle por dejarme habitar su mundo. —Aprovechó el instante en el que Génesis relajó su expresión y se acercó un paso como si quisiera contarle un secreto—. A veces me gusta tomarme el atrevimiento de rogarle que nos devuelva la eternidad, pero sé que es muy descarado. No nos merecemos una mierda, y menos a Él.
—Claro que no lo merecen —afirmó ella, se limitó a observar muy quieta, la mano repleta de tatuajes que se apoyaba en su hombro—. Él les entregó todo, y aun así lo traicionaron.
Al recorrer su rostro serio notó la frase que tenía tatuada entre las clavículas, visibles en la piel cenicienta a través de su camiseta holgada, era una pregunta retórica que le supo amarga.
«¿Qué hay más poderoso que un dios?»
Había leído en los dedos de ambas manos, una frase más violenta aún.
«Que arda.»
—Yo ni siquiera existía cuando sucedió —se quejó Hole, con la mirada perdida—. Pero igual me gusta tener fe ¿a vos no?
La pregunta le cayó como un trozo de concreto, la había tomado desprevenida. Génesis intentó pensar una respuesta durante varios minutos, su silencio delataba aquello que estaba evitando al dejar de dormir por tantos días. ¿Por qué dudaba? Temía a las respuestas, a la diferencia que el tiempo había marcado en su conciencia, y más aún, al resultado de ese miedo irracional, la ira de su padre.
La risa histriónica de la mujer de cabello rosa interrumpió su hilo de pensamiento.
—Si claro, mucha fe, papi. Por eso te arrodillás todas las noches con tu novio el zanahorio.
Era la mujer que bailaba dentro de la jaula durante los espectáculos que presentaba Mikaela, la reconoció por su extraño olor, a humano mezclado con la sangre que sentía en Hole, era igual de alta que la quimera, pero llevaba el cabello corto casi al ras del cráneo, y resaltaba las curvas de su cuerpo. Hole se soltó del hombro de Génesis para empujar a la otra de forma juguetona.
—Eso se llama envidia, Megara.
La mujer le sacó la lengua perforada, y aferró el asa de su bolso, su turno había terminado hacía tiempo por lo que se disponía a salir, pero alzó la voz solo para que la otra escuchara.
—¿Envidia? No me gustan los bichos cornudos, disculpa.
Hole la alcanzó, y solo se volteó para despedirse de Génesis con una corta señal militar, ella se concentró en su conversación.
—¿A dónde vas, tarada? Esperame que nos vamos juntas —pidió, ambas llegaban a las puertas principales del salón—. ¡Además yo también tengo cuernos!
—Por eso —zanjó la otra, con voz monótona.
Génesis torció la cabeza sin comprender, y sintió la vibración de los pasos ajenos reverberar en el suelo, volteó hacia la puerta del almacén ubicada en el lado opuesto a la salida, esperaba ver a Mikaela listo para refunfuñar porque no usaban la puerta trasera, pero en el umbral encontró a un hombre trajeado que le apuntaba con el cañón de su pistola, en medio de un silencio sepulcral.
Los gritos de Megara resonaron en el salón un instante después.
—¡¿Qué están haciendo?! ¡No!
Un fuerte estruendo tronó en sus oídos, y el desastre los envolvió, o en realidad, la masacre. Génesis observó a Hole lanzarse hacia la barra mientras sostenía su estómago ensangrentado, dos criaturas se adelantaron a sus pasos.
El descuido valió la bala que impactó en su mejilla, la hizo retroceder un paso.
Génesis volteó inmersa en una lentitud discordante con el caos a su alrededor, el humo oscuro escapaba de su herida mientras determinaba a las quimeras que habían entrado al bar. Corrió hacia el primer hombre, ignoró los demás impactos consumidos por su cuerpo, y se estrelló contra él. La quimera maniobró una cuchillada directo a sus costillas, pero ella ya había conseguido treparlo con las garras extendidas. Hundió ambas manos en su garganta, posicionó los pies sobre sus hombros y tiró.
Bestia inmunda.
Saltó hacia atrás antes de que el cuerpo sin cabeza pudiera tocar el suelo, y decidió enfrentarse al segundo, reducía a Hole en la barra, y presionaba su frente contra la superficie. El otro estaba detrás, destrozaba todo lo que encontraba a su paso con un enorme trozo de hierro irregular, causaba la lluvia de pedazos de vidrio y líquido a su alrededor.
Recordó su conversación sobre Mare.
«Lo tengo controlado.»
Ninguno la vio llegar, ambos habían asumido que las balas del primero acabaron con ella, tal y como seguro les ordenó Mare. Su abismo la volvió mortalmente corpórea tras él, en silencio internó su mano en la zona blanda de su estómago, sin mediar palabra cazó su nuca para alejarlo de su compañera, y lo soltó por el sórdido aullido que perforó sus tímpanos. La quimera cayó de bruces con sus órganos por fuera, y sucumbió a la desesperación al ver sus ojos, también la enorme sombra sobre ella, era su abismo que intentaba escaparse de su cuerpo sin su permiso.
Génesis utilizó sus manos para arrancarle la garganta.
Por el rabillo del ojo observó a Hole acurrucarse junto a Megara en la esquina más alejada del salón, ambas la observaban con la mirada desencajada. Su distracción le valió el golpe que le impactó en la cabeza, el sonido la aturdió, y se tambaleó a medida que el mundo ondulaba, entre gruñidos le arrancó el pedazo de hierro, lo tomó de la ropa para atraerlo de su lado de la barra, y aprovechó la desorientación que se adueñó de sus movimientos al ver lo que le había hecho a sus compañeros.
Aferró el trozo de viga entre sus manos y lo golpeó, una vez, dos, tres. Las quimeras eran más resistentes que los humanos, pero no dejó de hacerlo hasta que su cuerpo se confundió con el entramado de carne que había en el suelo, no iba a detenerse, no quería hacerlo.
—¡Dioses santísimos!
La voz de Mikaela la petrificó, había aparecido en el umbral del almacén subterráneo, respiraba pesadamente, y su grito retumbó en medio del enorme pantano de sangre en el que se encontraba.
Génesis no se había dado cuenta, estaba empapada de ella, se metía en su boca y la saboreaba en su lengua.
También sonreía.
Soltó el pedazo de metal con manos pegajosas y alzó la cabeza para encontrarse con la mirada pétrea de una cuarta criatura, solo había pánico en sus enormes pupilas rectangulares.
—Divino creador...
—Ah, queda uno. —No parpadeó, su voz se había vuelto un siseo furioso.
Génesis estuvo a punto de avanzar en su dirección, pero la mano de Mikaela alcanzó a posarse sobre su hombro, la volvió consciente de dónde se encontraba, de las marcas en su rostro bajo la sangre, y de sus ojos llameantes. Encontró su explicación apagada en exceso.
—Esa bestia fue la que...
Él le dio un apretón tranquilizador.
—Lo sé, dejá me haga cargo.
Se limpió el rostro ofuscado con la manga de su suéter, y la mueca horrorizada en la cara de sus compañeras de trabajo le dijo que no debía acercarse, sondeó sus signos vitales desde la distancia. Megara estaba ilesa y Hole empezaba a regularizar su respiración, había sanado más rápido de lo que esperaba.
La voz de Mikaela resonó amortiguada por la máscara.
—Caballeros...bueno, caballero —señaló de forma enérgica, como si quisiera darle la bienvenida—. Diga usted ¿Qué fue lo que lo atrajo a este humilde bar?
El timbre de su celular interrumpió los balbuceos del interlocutor, no podía dejar de observar a la muchacha tras él. En un parpadeo, Mikaela se había acercado lo suficiente, chasqueó los dedos frente a su rostro.
—No me ignores cuando te hablo —demandó, lo sobresaltó y el celular se resbaló directo al inmenso charco de sangre que inundaba el lugar—, odio tratar feo a las personas sin que me lo pidan, no creo que se lo merezcan, no me hagas hacerlo con vos ¿sí? Porque en el fondo, sé que todos pueden tener un mal día, como por ejemplo ellos, que tuvieron un día muy, muy malo.
—Señor... —musitó el hombre, el grito indignado de Mikaela lo silenció.
—¡¿Señor?!
—¡El señor quiere hablar con usted! —chilló la quimera, se agachó para luego tenderle el celular.
Mikaela tomó asqueado lo que le ofrecía, y pisó su mano para asegurarse de que no se moviera de su lugar. Respondió a la llamada con fingida voz conciliadora.
—Ah Mare, me sorprende tu llamada tan temprano ¿qué necesitas? —Se acercó a la quimera que intentaba levantarse del suelo, y presionó con más fuerza para hacerlo gemir—. ¿Que si me gustaron las visitas? Sí, muy simpáticas, después te mando las piezas por correo, no sé qué tan bien vayan a llegar, ya sabés que acá no son muy delicados con los paquetes. —Aplastó los huesos bajo su zapato—. Dejá de tomarme el pelo, viejo fósil ¿no teníamos un acuerdo nosotros dos? ¡No tenías por qué hacer esto otra vez!
Génesis aguzó su oído, y alcanzó a escuchar lo que decía la voz en el parlante del celular.
—No me dejaste otra opción, precioso. Tu mascota me faltó el respeto el otro día.
Mikaela gimió de frustración, y aferró el celular mientras bajaba la voz.
—Si a vos te encanta que te falten el respeto, Mare.
—No así, y lo sabés.
El cazador resopló.
—Si no me vas a mandar a alguien para que limpie toda esta sangre, hablá ahora porque no quiero escucharte más, y si por tu culpa se seca en el piso te voy a ir a buscar, y voy a traerte de las bolas para que lo limpies con la lengua.
—Encantado lo haría si me lo ordenas en una sesión, pero esto es la vida real, y yo tengo una imagen que mantener. Te dejo para limpies, mientras tanto, espera mi llamado. Necesito el bar en perfecto estado para celebrar algo especial.
La gracia perturbadora en la voz de esa quimera la llenaba de una furia irracional.
Y a Mikaela también, estrelló el celular contra el suelo, y le encajó una patada a la quimera aún arrodillada sobre el charco de sangre, sin reaccionar ni siquiera en el instante en que las salpicaduras mancharon su ropa, transformó su voz en una grave amenaza.
—Desaparece de mi vista, y no vuelvas a meterte con mi gente, porque ella no es la única que puede reducir a los de tu clase a insulsos pedazos de mierda.
Génesis fue atravesada por el silencio, con sus propios músculos minados por el esfuerzo, el aura del recolector se había transformado por completo, y su descubrimiento produjo el hormigueo de sus sentidos. La crueldad salvaje contradecía su falsa actitud de ángel de la muerte, y a su vez, le permitía saborear la sangre ajena en su boca, como si de sus profundos secretos se tratara. Su dualidad existía solo para ella, intentaba igualar a la de su padre.
De a poco, las piezas encajaban.
✴ ✴ ✴
Buenas tardes, buenos días, buenas noches ¿Cómo están?
Este capítulo es el más largo que publiqué hasta ahora, y me emocionó tanto escribirlo que creo que es mi preferido. ¿Ustedes tienen algún capitulo favorito?
Procedo a dejar las preguntas:
¿Opiniones sobre la pareja que hacen Mikaela y Luís? ¿Shippean a Mikaela con alguien más?
¿Les agrada Luís y su extraño modo de demostrar cariño?
¿Génesis se lleva mejor con Mikaela cuando hay violencia de por medio?
¿Son de hacer trampa en los juegos como Mika?
¿Opiniones sobre los tatuajes de Hole?
Es una cosita preciosa, pero ¿podemos confiar en ella? (Hole)
¿Qué piensan de Génesis en modo asesina sin conciencia?
¿Y de Mikaela descargando su inestabilidad mental con un jefe de la mafia a los cuatro vientos?
¿Para qué creen que quiere el bar el bicho insoportable de Mare?
¿Les agradaron las escenas de acción? (Estoy trabajando en ellas para que me queden fluidas y sé que todavía falta, ay)
Dejo el hermoso edit que hizo de Mika y la roño (bañada) la diosa de BloodyMel7 (Vale aclarar que no tengo actores oficiales para ninguno de los dos, pero ellos se acercan a las descrpciones uwu)
Y otra preciosidad que hizo @itsgraceelowell en instagram.
Y creo que hasta acá, muchísimas gracias por leer. ❤
¿Dudas? ¿Amenazas?
PD: La canción en multimedia representa a la perfección este capítulo, pueden escucharla mientras leen la escena en la que Gén empieza a los sopapos, está en la playlist de la historia uwu
Nos leemos el domingo que viene ❤
—Caz
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