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16| Epílogo

"We are the worthless, cursed with too much time
We get into trouble and lose our minds
Something that I've heard a million times in my life
Generation Why"

**

20 años después...

El viento de otoño se podía sentir hasta los huesos esa maravillosa tarde de octubre. La Madriguera, tan esplendida como en los viejos tiempos, resplandecía como una flor en medio de una tormenta. Los nervios se podían palpar en el ambiente, y una sensación agradable era bienvenida. Un cumpleaños, que irónico, ¿no? Así es como había empezado toda esta historia, todas estas desgracias, y así era como acabarían, en un maldito cumpleaños. Harry Potter, el niño-que-vivió, que ahora ya era un adulto de gran avanzada edad, no paraba de mirar la puerta de reojo, esperando ver entrar a alguien por ella. Sí, después de todo, su familia se había visto obligada a separarse, algunos se habían quedado, y otros habían preferido huir, pero al enviar las invitaciones, la mayoría habían confirmado su asistencia. Todo estaba preparado, solo quedaban por llegar los invitados, y Harry estaba feliz. Hacía mucho tiempo que no los veía, algunos desde hacía más de quince años. Y aunque eso entristecía al anciano, sabía la razón de cada uno de ellos para abandonar su infancia y buscar una nueva vida.

En ese momento, el azabache sintió como alguien le tocaba el hombro suavemente.

―Harry, cariño, ellos te están esperando en la puerta, desean verte de inmediato ―le dijo su esposa, Ginny, que su pelo pelirroja había sido sustituido por un blanco eléctrico.

―¿Quién?

Entonces, la mujer sonrió.

―Es Albus, y también está James.

Al hombre se iluminaron los ojos con una ilusión que hacía años que no sentía. Sus hijos habían vuelto, a pesar de todo, habían vuelto. Nada lo podía hacer más feliz en ese momento.

―Diles que pasen, por favor, no me puedo creer que de verdad hayan venido.

Ginny desapareció y al cabo de unos minutos entraron con ella en la sala dos muchachos. Estaba claro que eran Albus y James, pero ya no eran aquellos chicos aterrorizados que tenían miedo a la vida, no, ahora eran unos hombres capaces de afrontarlo todo con una sacudida de cabeza. Harry abrió los brazos, y los dos lo envolvieron en un abrazo.

―Hacía tanto que no os veía, mis pequeños. No habéis venido a visitarme, ni una sola vez. 

 Albus, con lágrimas en los ojos, se encogió de hombros, mirando a su padre. James, en cambio, solo sonrió, sintiendo como el rencuentro lo emocionaba más de lo que esperaba.

—¿Qué querías que hiciera, papá? —preguntó Albus, recordando su adolescencia—. Después de escaparme de casa, pensaba que estabas furioso. Simplemente, no podía volver como si nada hubiera pasado. Me daba miedo enfrentarme a ti, y a mi pasado. Desde que me fui, soy una nueva persona. Han pasado muchas cosas en estos años, alguna vez he tenido la idea de venir a veros, pero nunca lo he hecho. James y yo nos volvimos a ver hace poco más de cuatro años, pero contigo y mamá no podía hacer lo mismo, al menos  hasta que estuviera preparado. Ni siquiera, cuando me casé, ni cuando nacieron mis hijas, me atreví a venir.

Harry abrió los ojos sorprendido delante de la confesión de su hijo mediano. ¿Estaba casado? ¿Tenía hijas? ¿Cuántas cosas más se había perdido? De repente, sintió como la culpa invadía su corazón. Él era su padre, y debía haber estado allí para él, pero no lo hizo.

—Espera, ¿casado, hijas? ¡Esto no me lo esperaba, Albus! ¿Con quién?

El azabache lo miró con una sonrisa triste, y abrió la puerta de la sala, deseando que todo fuera bien. En ese momento, apareció por ella un rubio de piel pálida. Harry no podía creer lo que veía, después de tantos años, Scorpius Malfoy estaba allí, de pie en su casa. Y los más sorprendente, llevaba dos niñas en brazos, una rubia, y otra pelirroja.

—Papá, te presento a mi marido, Scorpius, y a mis hijas gemelas, Nora y Lyra.

El hombre, sin quererlo, sonrió.

—Al fin y al cabo, lo vuestro sí que era amor —dijo, y la pareja suspiró, más tranquila—. Así, que, con él te escapaste, ¿no, Albus? Nadie supo nada de ti durante años.

Albus asintió y apartó la vista, avergonzado.

—Sí, Scorpius me acogió en su casa, y Draco estuvo encantado de tenerme por allí. Y, lo que nadie supo nada de mi, eso no es del todo cierto. Rose sabía donde me encontraba, al principio, venía a visitarme cada semana. Y, obviamente, el señor Malfoy también.

—¿Rose lo sabía? Esa niña nunca va a dejar de sorprenderme. ¿Qué será de ella ahora? —preguntó, y justo cuando Albus iba a responder, se giró hacia James—. ¿Y tú qué, James? Cinco años y ni un solo mensaje me has enviado.

James, suspiró, sin querer dar explicaciones.

—Estabais muy decepcionados de mi, los dos. No podía aguantar vuestras miradas de tristeza y vuestros discursos. Quería recuperarme, dejar esa mierda de una vez por todas, pero no pude, os juro que no pude. A día de hoy, aún no puedo dejarlo. Pero voy por el buen camino, Megan, mi novia, me está ayudando mucho. Ella también pasó por eso, y sabe qué hay que hacer.

Ginny, que se había mantenido al margen hasta el momento, sonrió, contenta de volver a verlos todos juntos.

—Me alegro de oír esto, James —dijo—. Ahora estamos todos juntos de nuevo, solo nos falta Lily.

—Sí, bueno, hace poco la fui a visitar al cementerio, parece que está bien. —James se pasó la mano por el pelo.

—Me gustaría volver a verla —asintió Albus, acariciando la cabeza de una de sus hijas, la rubia, Nora.

Scorpius sonrió, recordando los viejos tiempos. Él había estado muy unido a Lily en su época, antes de empezar a salir con Albus. Ella supo de su relación antes que nadie.

—Aún recuerdo cuando era una adolescente, todos esos problemas en su mente sobre su aspecto. Esas tonterías que decía la gente sobre ella, y además todo era mentira. —EL rubio se acomodó la corbata, y miró la fotografía de la chica que colgaba de la pared—. No sé por qué pensaba lo contrario, pero Lily era preciosa.

—¿Y quién dice que no lo sigo siendo? —En ese momento, todos escucharon una voz a sus espaldas.

—¡Lily! —exclamó su madre abrazándola.

Después, cada uno por turnos, la fue saludando, contentos de que ella estuviera allí. Su sonrisa, seguía siendo la misma de cuando tenía quince años, y sus ojos, brillaban más que cualquier estrella. Solo había una única diferencia en ella, llevaba una silla de ruedas plateada.

—Hermana, te veo bien —dijo Albus, dándole dos besos en la mejilla.

—Créeme que sí, estoy en mi mejor momento. Desde el accidente en la Torre de Astronomía, mi vida cambió por completo. Aunque no pude volver a caminar, aprendí a quererme como nunca lo hice. Y luego fue cuando conocí a Chance, y ahora, soy feliz. Estoy contenta de no haber muerto ese día, cuando ya no tenía ganas de vivir. Esa experiencia me abrió los ojos, y me doy cuenta de cuantos errores cometí en un pasado.

Todos sonrieron.

—¿Y cómo va tu empleo en el cementerio? —preguntó Scorpius, pasando un brazo por los hombros de la pelirroja.

—Supongo que bien, siempre es difícil acostumbrarse a estar rodeada de muertos.

Ella soltó una carcajada sonora, y Harry sintió como su corazón resplandecía de alegría al verlos a todos allí, reunidos de nuevo.

(...)

—Frank, ¿puedes pasarme la sal, por favor? —preguntó Victoire a su marido.

Casi todos habían llegado, y ya habían empezado a comer. Se notaba la ausencia de las personas que faltaban, se notaba el vacío entre dos sillas, pero aún así, todos estaban contentos de rencontrarse. Victoire acarició suavemente la cabeza de su hijo, Oliver, y miró a su madre, que estaba sentada a su izquierda.

—¿Has ido a visitar a Teddy? —le preguntó la anciana a su hija.

—Sí, fui esta mañana. Le expliqué que hoy teníamos esta cena y está muy feliz por nosotros. Desea volver a vernos a todos, y es consciente de todo lo que ha pasado, se lo he contado. Y me ha pedido que les diga a todos que lo vayan a visitar, que los echa de menos.

Fleur sonrió, feliz de que la rubia nunca se alejara de ella y pudiera compartir su boda, y el nacimiento de sus hijos, Oliver y Nadia. Sabía que había otros en esa mesa que no habían podido disfrutar de esos momentos.

—¿Aún le duele que estés casada?

—Lo entiende, sabe que no podía esperarlo toda mi vida. A mi solo me alegra que no haya enloquecido, todos sabemos que Azkaban es un sitio difícil de controlar.

Su madre asintió y tragó saliva.

—¿Y has visitado a...?

La rubia soltó una carcajada.

—Mamá, puedes decir su nombre, no es ningún delito. Sí, he visitado a Dominique. Está feliz de verme. Envía saludos a todo, y espera con ansias su liberación. Aunque creo que la locura la consumirá antes de ese día. —Victoire suspiró con tristeza, intentando alejar ese pensamiento de su mente.

De repente, un pelirrojo molesto se introdujo en la conversación.

—¡Eh, Vic, que estar loco no es malo!

Ella soltó una carcajada.

—Fred, tú no estabas loco. Además, te has recuperado.

Él asintió, recordando sus tiempos de confusión antes de buscar ayuda profesional.

—Sí, me alegra haber podido superarlo, aunque aún queda mucho por hacer —dijo sonriendo, pero después, la alegría se borró de su rostro—. Y mi madre, parece que me tenga miedo. No quiere estar a solas conmigo, y solo viene a verme una vez al año. Ni siquiera ha venido hoy.

Victoire suspiró y le pasó un brazo por los hombros, animándolo silenciosamente. Iba a añadir algo, cuando un grito ahogado se escuchó y todos volvieron la vista hacia la puerta. La persona que vieron, era la última que esperaban que apareciese. La única que no había contestado a la invitación, la única que había desaparecido completamente, la única que seguía siendo un misterio delante de los ojos de su familia. Porque nadie la veía desde hacía más de diez años, ni siquiera Albus, cuando simplemente, se fue, y no volvió. Llevaba el pelo más largo, recogido con una trenza, y un vestido que antes nunca se habría atrevido a llevar. Tenía un tatuaje en la muñeca, y llevaba un maquillaje sencillo y original. Su piel estaba un poco más oscura, y no sonreía, pero tampoco parecía triste.

—Rose —susurró Scorpius.

A la pelirroja se le negaron los ojos de lágrimas al verlos a todos ahí juntos. Sí, era ella, no cabía duda. En un primer momento, nadie la hubiese podido reconocer. Pero Rose estaba allí, y eso era lo único que importaba. El primero en reaccionar, fue Albus, que llorando de la emoción, se acercó a ella y la abrazó con la intensidad de alguien al volver a ver a su mejor amiga.

—Idiota, no sabes cuanto nos hiciste sufrir. Ni una carta, ni un maldito mensaje. Pensábamos que estabas muerta. ¡Diablos, Rose, pensábamos que estabas muerta! —El azabache se separó de ella y la miró a los ojos—. Entiendo que no quisieras hablar con los otros, pero éramos tus mejores amigos. ¡No puedes irte así sin avisarnos! No respondiste a ninguna de mis llamadas,  lloré noches enteras pensando en que te había podido pasar. Y llegué a la conclusión de que no iba a volver a verte, y eso dolió como el infierno. ¿Por qué nos hiciste esto, Rose, por qué? —Albus se derrumbó sobre el hombro de la pelirroja, incapaz de decir nada más.

Ella tenía un nudo en la garganta, no podía decir nada. Sentía una inmensa culpa, y se odiaba por haberlos preocupado tanto. Quería llamar, o informarles de cómo iba todo, pero nunca lo hizo, tal vez porque siempre fue una cobarde.

—Lo siento, Al, lo siento mucho. Todo fue una mierda, y necesitaba tiempo. Desde que Hugo se suicidó no me sentía bien. No llegaba a asimilar que estuviera tan desesperado como para matarse, y en parte, estaba enfadada con él. Necesitaba respirar. Y entonces, me dí cuenta que aquí no hubiera sido feliz. Y saber que Lily sobrevivió y Hugo no, me mató por dentro. Y lo siento, lo siento por todo. Pero después, pude recomponer mi vida en Australia. Y cuando me llegó esta invitación, al principió pensé que no iba a venir, pero aquí estoy, ¿no? ¡Aquí estoy! —exclamó riendo—. ¡Rose ha vuelto, y esta vez para comerse el mundo!

Scorpius y Albus, entre lágrimas, soltaron una carcajada.

—Nunca cambiarás —susurró el rubio, uniéndose al abrazo.

Lily, de repente,hizo callar a los demás, y con las lágrimas recorriendo su rostro, soltó la bomba:

—Estoy embarazada.

(...)

El jardín estaba lleno de arboles con hojas de todos los colores. Eso llevaba recuerdos del pasado a todos los integrantes de esa familia. Había sido muy emotivo, pero todos sabían que nada volvería a ser como antes. Porque una vez una familia está rota, no puede volver a recomponerse. Y su familia estaba rota.

—Louis, ¿nadie especial en tu vida? —preguntó Roxanne.

Rose miró a su primo pícara y soltó una carcajada, junto con Albus. El rubio se encogió de hombros.

—No, nadie, la verdad es que paso de todo esto ahora —dijo sin más preámbulos—. A veces salgo de fiesta y paso la noche con alguien, pero nada más. Alice a veces se ríe de mi por eso, dice que les rompo el corazón a esas pobres chicas.

Roxanne lo miró sorprendida, al igual que Rose y Albus, que se atragantó con su bebida.

—¿Alice? ¿Es la misma Alice que estoy pensando? —Rose miró al rubio confundida.

—Si te refieres a mi falso amor de la adolescencia, sí, es ella.

—¡Pero si te dejó destrozado! —exclamó Roxanne.

Louis se encogió de hombros y sonrió.

—Ya, pero años después me la volví a encontrar por casualidades del destino. Estuvimos hablando un rato, recordando viejos tiempos. Nos echamos unas carcajadas al pensar en esa época, cuando salíamos. Ella se disculpó por todo, argumentando que antes era un poco mala. A día de hoy, es mi mejor amiga. Al fin y al cabo, ella tenía razón, de amor no te puedes morir.

Todos se carcajearon, agradecidos por estar allí compartiendo ese momento, por seguir vivos.

—Ojalá Hugo estuviera aquí —soltó Rose de repente.

—Hugo no era feliz, seguro que está mucho mejor ahora. —Abus abrazó a su prima, intentando consolarla.

—Sí, supongo que la vida no es para todos.

Un silencio incómodo invadió el ambiente. Roxanne se puso a observar el cielo azul, deseando volver a su infancia, donde todo era genial, y no se tenían que preocupar por nada.

—¿Dónde está Nora? —preguntó Albus de repente, sobresaltándose—. Es alérgica a muchas cosas. ¡Tengo que encontrarla!

—Eso te pasa por llevar a las niñas al cumpleaños. Scorpius te dijo que no lo hicieras, que Molly no iba a llevar a su hijo, ni yo a Kenz —dijo Rox riéndose.

—Que graciosa, voy a buscarla. —Albus se levantó.

—¡Voy contigo! —exclamó Louis.

Los dos chicos desaparecieron entre la multitud y solo quedaron Rose y Roxanne. Hacía años que no se quedaban solas, y eso les dolió. La pelirroja quería aprovechar para hablar con su prima sobre un tema importante, pero no sabía como empezar aquella conversación sin que se lo tomara mal.

—Roxanne, tengo que decirte algo. —La morena asintió con la cabeza, animándola a continuar—. Me he fijado en tus golpes.

De repente, la chica se quedó pálida.

—¿Qué?

—Tus golpes, los he visto, y parecen ser muchos más. Si tu marido te golpea, puedes decírmelo, buscaremos ayuda.

Roxanne se levantó rápidamente, sobresaltada.

—¡No, no se lo puedes decir a nadie!

—Rox, por favor.

—¡A nadie! —exclamó, y suspiró profundamente—. Rose, él me matará si alguien se entera. Y no puedo dejar sola a Kenz. Los otros niños ya la insultan por ser una squib, simplemente, no puedo permitir que tengan otro motivo para burlarse de ella. Quiero que crezca como una niña sana, y no pensando que su padre es un abusador.

Rose negó con la cabeza repetidas veces, e iba a añadir algo, pero la morena la interrumpió.

—No te metas en asuntos personales.

Dicho eso se fue, dejando a una pelirroja triste y confundida. Quería ayudar a su prima, pero a veces hay personas que piensan que solas pueden lidiar con el mundo. Ella sabía que Rox era lista, y que conseguiría ver la verdad un día, pero, no tenía que forzarla, había que esperar a que se diera cuenta ella sola. A lo lejos, vislumbró como Nora y Lyra eran perseguidas por sus padres, que preocupados, no paraban de llamarlas. Pero ellas corrían y corrían, y no se detenían a pesar de las amenazas de los adultos. Rose rió y negó con la cabeza, fascinada delante de aquella tierna escena. Ella deseaba tener una familia así, pero ya sabía que todo estaba perdido. Quizás un día encontraría a alguien, pero de momento, tenía que conformarse con lo que tenía.

—Hola, Rose.

Una voz interrumpió sus pensamientos, y la chica palideció al reconocerla. Miró hacía arriba, encontrándose a su madre. Le habían salido unas arrugas de más, y parecía que los años le habían pasado factura.

—Hola —respondió ella.

—Desde la muerte de Hugo que no nos vemos.

—Y espero no hacerlo más.

La chica se levantó para irse, pero la anciana le agarró el brazo.

—Rose, por favor, no quiero que sigamos enfadadas ahora que has vuelto. Soy tu madre, y te quiero. Ya perdí un hijo, no quiero perderte a ti también.

La pelirroja suspiró y sintió como la rabia se acumulaba en sus venas.

—Lo siento, pero has llegado tarde para estar en mi vida, más concretamente, has llegado veinte años tarde. Ya me perdiste cuando era una adolescente y no me apoyaste, si no estuviste en las malas, no esperes estar en las buenas. Y tú no eres mi madre, solo una desconocida para mi.

Rose empezó a caminar, sin detenerse por nada, ni siquiera cuando escuchó los sollozos de la mujer a su espalda. No iba a volver a llorar por alguien que nunca la valoró, ahora era fuerte, y sus sentimientos, habían desaparecido con el paso del tiempo.

(...)

—Molly, hermana, te he echado de menos.

Las gemelas se abrazaron durante un largo rato. La vida las había llevado por diferentes caminos, pero las dos seguía queriéndose más que nada. En ese momento, aparecieron sus padres, y Molly les sonrió. Ella los veía seguido, pero Lucy hacía años que no hablaba con ellos. Se miraron fijamente a los ojos durante un segundo, y luego Percy se acercó a ella para acogerla entre sus brazos.

—Cariño, no hemos sabido de ti en mucho tiempo.

Y luego, Audrey también la abrazó, y Lucy sintió que volvía a estar a salvo.

—Decidí alejarme y vivir en un pueblo del mundo muggle —les explicó, secándose los ojos—. Quería veros, pero he estado un poco ocupada. Os invité a mi boda, ¿por qué no vinisteis?

—Lo siento, Lucy, pero aún necesitábamos tiempo para entender que no querías vivir con nosotros. Estábamos enfadados, pero ahora, somos felices de que estés aquí otra vez —respondió su madre, y le besó la cabeza.

En ese momento, la pelirroja recordó un detalle importante, uno que no se le podía escapar. Tenían que saberlo, y cuanto más rápido se lo contara, más fácil sería.

—Mamá, papá, Molly, tengo que contaros una cosa.

—¿Qué es, Lu? —preguntó Molly, despeinándola.

Todos sonrieron animándola a continuar

—Estoy enferma, los médicos no me han dado más de un año de vida.

(...)

Y así, en el patio de la Madriguera, es como acaba esta historia. Todos, tirados en el césped, recordando el pasado y mirando hacia el futuro. Algunos, iban a lucirse, otros no iban a ser nunca felices, y unos cuantos, iban a morir en poco tiempo. Pero nada importaba, porque en ese momento, se sentían como si flotaran. Y reían, aunque quisieran llorar, y cantaban, aunque quisieran gritar.

—¡Feliz cumpleaños, Harry!

Y celebraban, aunque quisieran desaparecer. Porque a veces, la vida nos depara algunas cosas que desearíamos no presenciar, y a veces, simplemente viviremos perfectamente y seremos felices. ¿Qué pasaría después de esa tarde? Nadie lo sabía. ¿Qué pasaría en unos años? Tampoco. Pero lo importante es que estaban allí, y nadie les podía quitar su derecho a amar. Y fuegos artificiales estallaron, hasta que la noche cayó, y los problemas volvieron. Pero esta vez, estaban juntos para superarlo.

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