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15|《James Potter》

"Parents think, we're fast asleep
But as soon as we're home, we're sneaking out the window"

**

James sólo pensaba en huir y no volver, en escapar de todas esas noches de dolor contando las estrellas, de todas esas tardes mirando el techo, pensando en que hubiera ocurrido si las cosas hubieran ido diferente. Y lloraba, lloraba como si ya nada importara, como si ya no hubiera esperanza. Y puede que fuera así. Porque James estaba cansado de sufrir, estaba cansado de que nadie lo tomara en serio, ya no quería seguir soñando en metas imposibles de alcanzar. Cada vez que cerraba los ojos, él solo se imaginaba siendo otra persona, viviendo en otro sitio, teniendo otra familia. Y se daba cuenta de las cosas que había perdido, de todo lo que añoraba del chico que era antes. Porque antes es una palabra con demasiado sentimiento para ser real, es como esos días de invierno que te quieres quedar en casa, pero tú mismo te obligas a salir, y las piernas te tiemblan, los brazos solo quieren rendirse a causa del frío que envuelve el aire, y solo quieres dormir y no volver a despertar. Pues así se sentía James, vacío, sin ningún motivo para volver a despertar. El chico volvió a presionar el botón y ella empezó a hablar de nuevo:

James, por favor, escúchame, quiero hablar contigo, no entiendo por qué me estás evitando. Estoy preocupada, hace días que no contestas a mis mensajes, concretamente, desde que cortamos. Y sé que es duro, y que lo estás pasando mal, yo estoy en la misma situación. Pero, James, era lo único que podías hacer. ¿Qué querías? Me voy de aquí, ya no podíamos seguir saliendo. Dijiste que lo entendías, dijiste que te daba igual, que podíamos seguir hablando. Te necesito, J, te necesito porque eres lo único que me mantiene feliz, eres lo único que quiero a mi lado. —La voz de la chica se rompió, y un sollozo escapó de sus labios, un sollozo único, que provocó un escalofrío a James—. Y te lo pido por favor, James Potter, es muy urgente. Por favor, por favor, si alguna vez de verdad me amaste, contesta mis llamadas, hazlo por mi, por favor.

Y se acabó. Los últimos minutos de esa chica se consumieron tan rápidamente como el cigarro que sujetaba James con su mano derecha. Se había acabado. Todo se había acabado. Sus palabras, las últimas palabras que le dedicó, eran de súplica, eran una petición que él nunca cumplió. Y se odió por no haberle hecho caso, se arrepintió de su ira, de su inmadurez, de todo lo que le había llevado a no decirle cuanto la amaba en realidad, como deseaba que ella estuviera allí otra vez. Pero estaba enfadado, y era un idiota. Si solo la hubiera llamado, si solo le hubiera confesado sus sentimientos, si solo la hubiera buscado, abrazado y besado como ella se lo merecía, ahora no se encontraría sentado en la ventana, respirando el dulce aire de la noche y el humo del cigarro. No tendría los ojos llorosos y no estaría repitiendo el mismo mensaje una y otra vez. Porque ella estaría viva. Ella no hubiera muerto ese día, ella solo estaría allí, junto a él. Pero, repito, él era el idiota que la dejó escapar, que no le contestó, que no la apoyó, pero eso ya no importaba. Ella se había ido para siempre, sin tan siquiera decir adiós, sin tan siquiera avisar. Y James ya no se sentía vivo, ya no iba a más fiestas, ya no sonreía más, ya no hacía bromas, solo dormía, dormía y fumaba, nada más. Porque, si encuentras el amor, y luego lo pierdes de la forma más brusca y espontanea posible, no puedes hacer nada más que rezar para que el dolor desaparezca.

(...)

Y a él le gustaba olvidar. Olvidar quien era, qué hacía, cual era su nombre, y, sobretodo, olvidar el dolor que sentía en el pecho. Olvidar era la forma de dejar de sufrir, de ver la luz que resplandecía en el cielo azul, y empezar a ver la vida de otro color que no sea negro. Olvidar era una liberación, una forma de sentirse a gusto con él mismo, y con las personas que lo rodeaban, era una fuente de esperanza en medio de la negra noche.

―Solo unas pastillas más, no hacen daño a nadie. ―Solía susurrar en medio de la calle, de risas con esos chicos tan amables que había conocido meses atrás, esos que le habían enseñado a olvidar.

Pero era mentira. No eran solo unas pastillas, ni una cerveza, ni un cigarro, era mucho más que eso. Era sentir como flotaba, era ver las cosas de diferentes colores y soñar con estar en el universo, ese universo tan grande, y no entender nada de lo que pasaba hasta el día siguiente. Era droga, de esa que te arruina la vida, porque una vez que empiezas, ya no puedes parar. Te encierras en un agujero negro, y por más que intentas caminar, no puedes, porque todo pasa demasiado rápido, o demasiado lento. Y la vida se vuelve multicolor, y todo parece perfecto, y luego lloras, y ríes, y vuelves a llorar. Saltas, corres y cantas, sin entender muy bien qué estás haciendo, pero eso da igual, porque las consecuencia no importan, solo importa el presente. Solo importa no sentir dolor, solo importa olvidar. Y no es necesario decir, que es una trampa, porque, aunque lo intentes, no soluciona tus problemas, solo los empeora. Y eso es lo que le pasó a James.

―¿Qué quieres que te pase? Tengo de todo, tú solo pídelo. ―Sus amigos le sonreían, animándolo a volver a meterse esa mierda en el cuerpo.

Y él lo hacía. Porque esos eran sus amigos, y no le harían daño. Fumaba con ellos hasta que el corazón no podía más, se drogaba a escondidas hasta que reír ya no era una meta. Todo era perfecto, la había olvidado, la había olvidado a ella y a su trágica muerte. Pero se había llevado cosas por el camino, como su salud, su familia, o su amistad con personas que sí lo querían. 

—Me da igual, lo que tengas, solo quiero dejarlo todo atrás — les respondía el chico.

Y tirado en la acera, sintiendo el frío en su sien izquierda, vomitaba. La fantasía de un mundo ideal, se esfumaba tan rápido como había llegado. Él volvía a estar en la realidad, que lo golpeaba tan duramente que a veces se quedaba tendido unos minutos más, intentando comprender que estaba pasando. Y así llegaba a casa, con un cigarro en mano y vomitando por todos lados. Su familia estaba preocupada por él, porque James Potter, estaba en un grave problema.

(...)

—James —susurró Albus en la oscuridad—. Tienes que dejarlo ya, te estás hundiendo, por favor, deja que te ayudemos. —El chico intentó tocar a su hermano, darle su consuelo, pero el mayor solo retiró su mano bruscamente.

—¡No! ¡Tú no lo entiendes! ¡No sabes nada!

James tiró de su pelo negro como el carbón, intentando calmar las voces que se metían en su cabeza sin piedad. Gritó lleno de dolor y de rabia, sintiendo como su corazón luchaba por salir del pecho. Albus, asustado, retrocedió, temiendo que por culpa de las drogas, su hermano hubiera perdido la poca humanidad que le quedaba. Y entonces, sucedió. James se levantó sin ni siquiera pensar, se mantuvo así unos segundos, como si flotara, y luego, se derrumbó en el frío suelo, llorando desconsoladamente.

—No lo sé, Al, no entiendo nada. —El joven, en un momento de delirio, miró a su pequeño hermano directamente a los ojos, y no pudo evitar recordar todo lo que habían pasado juntos, todas esas aventuras que no iban a repetirse—. No lo sé, solo, creo que me estoy volviendo loco. —Entonces, el chico suspiró—. Como Fred.

Albus se acercó a él lentamente, sintiendo como el silencio cada vez era más tenso, y finalmente, lo abrazó. Era un abrazo cálido, un abrazo lleno de amor y añoranza. Y James se recostó en su hombro, sintiendo el aroma que embarcaba al chico.

—Tranquilo, lo solucionaremos, siempre lo hemos hecho —lo intentó consolar, pero James solo negó con la cabeza.

—No, no será así. La extraño demasiado para que pueda seguir con mi vida, como si nada  hubiera pasado. Es duro pensar que ya no la volveré a ver, ni a besar. Es duro pensar que lo que teníamos, que su sonrisa, ahora es solo un recuerdo, solo queda un maldito recuerdo de toda esta historia. Y ellas... Ellas son mis amigas.

El más joven miró confundido a su hermano, con las cejas arqueadas y la nariz un poco arrugada.

—¿Ellas? ¿De qué estás hablando, James?

—De las drogas.

"Ellas" pensó Albus, "Sus amigas, las ha llamado como si fueran personas, como si tuvieran sentimientos". La preocupación del chico aumentó en exceso.

—No son tus amigas, nunca lo han sido. No son personas, James, y te hacen daño. No te ayudan en nada.

Y entonces, el mayor levantó la vista, y Albus pudo vislumbrar sus ojos enrojecidos por las lágrimas que caían por su rostro sin piedad. Y él le sonrío, una sonrisa vacía para un chico vacío.

—Te equivocas, Albus, ellas me ayudan. Las tomo y... Y de repente lo veo todo azul, y luego gris, rojo y amarillo, y me olvido de todo, solo por un rato. Me ayudan a superarla, sustituyen el dolor, me han curado. Ahora solo pienso en ella cuando llevo un rato sin tomármelas, ahora ya no me duele tanto pensar en su ausencia—. James suspiró, como si se hubiera olvidado que su hermano estaba allí, y después, se giró a verlo con una mueca. —Pero claro, tú eso no lo entiendes, porque nunca has perdido a alguien.

Albus quería explicarle a su hermano que sí que había perdido a alguien, a alguien muy importante para él. Tal vez, Scorpius no estaba muerto, pero sentía un vacío en su corazón porque él faltaba en su vida. En cambio, no dijo nada, por miedo.

—Eso no funciona así.

—No pienso perder a nadie más, Albus, no pienso perder a nadie más.

Y en ese momento, el pequeño supo que ya no había nada a hacer, que ya no estaba hablando con su hermano, sino con la sombra de aquel chico que una vez lo fue. Y sintió que el mundo se desvanecía bajo sus pies, y caía en un abismo demasiado profundo para salir de él.

—James, por favor, eso no es así, date cuenta que...

La puerta se abrió de golpe, con un sonido brusco. Los dos chicos se giraron hacia su madre, que temblaba con lágrimas en los ojos, y tartamudeaba sin parar.

—¡Mamá! ¿Qué pasa? —Albus se levantó rápidamente, intentando controlar la situación y llegó justo a tiempo para coger a su madre, que derrotada, se derrumbó junto a él—. Por favor, mamá, ¿qué está pasando?

Ginny miró primero a su hijo pequeño, y luego al mayor, y con la voz rota suspiró las palabras que hicieron que sus vidas cambiaran, otra vez, para siempre, volviendo a convertirse en un mundo de terror y soledad:

—Lily y Hugo han saltado desde la Torre de Astronomía.

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