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11|《Scorpius Malfoy》

"We're livin' night to night"

**

La voz de su madre lo despertó tan repentinamente que por un momento pensó que había pasado algo. Se levantó asustado y miró hacia la puerta, pero al ver que todo estaba completamente normal y que solo lo estaba llamando su madre, suspiró. Se restregó los ojos lentamente, sintiendo como sus facciones se despertaban y después volvió a mirar la puerta atentamente. Todo era una mierda. Hacia meses que su vida era un desastre, desde que lo separaron de Albus todo había ido a peor, y todo por culpa del maldito Harry Potter y sus estúpidos prejuicios. Se sentó en la cama, y suspiró otra vez. Buscó su reloj a tientas hasta que al fin lo encontró. Eran las tres de la mañana.

—¡Scorpius! —Su madre gritó aún más que la primer vez.

—¿Qué querrá ahora? —se preguntó el chico en medio de la oscuridad.

Scorpius sabía que la única manera de averiguarlo, era bajar y ver que pasaba. Pero no quería hacerlo. El chico tenía miedo de lo que podía pasar, de que se podía encontrar en el comedor. Su madre era un misterio. Siempre lo había sido, al menos desde que el rubio recordaba. De pequeño siempre lo llevaba al Ministerio y le enseñaba todas las oficinas. "Algún día, tú trabajarás aquí, y serás el mago más poderoso del mundo. Tendrás a todo el mundo mágico a tus pies, y luego, podremos recuperar el honor que se nos quitó" le decía, señalándole la oficina de la Ministra. Scorpius la miraba con ojos soñadores, deseando cumplir los objetivos que ella le había dictado, deseando que ella estuviera orgullosa de él. No quería decepcionar a su madre, porque Scorpius la quería más que a nadie. Después de sus palabras, iban a visitar a su padre. Y allí era cuando todo iba mal. Su padre le gritaba a su madre, su madre le gritaba a su padre. Se rompían cosas, y Scorpius se escondía bajo la mesa de la oficina de Draco Malfoy. Desde su sitio podía escuchar gritos, y sollozos. Su padre no estaba de acuerdo con algo que su madre hacía, y ella no estaba de acuerdo con los pensamientos de su padre. Era un descontrol. Con siete años, el rubio era demasiado pequeño para entender que pasaba, y aquella noche, parado en su habitación, tampoco lo entendía del todo.

—¡Scorpius! ¡Te estoy llamando!

Y entonces fue cuando el chico reaccionó, saliendo de su ensueño. Suspiró por tercera vez en unos minutos, y armándose de valor, y sabiendo que seguramente encontraría a su madre con botella en mano, decidió bajar.

(...)

—¿Mamá? ¿Me llamabas? —preguntó Scorpius sentándose a su lado en el sofá.

La mujer lo miró al principio sorprendida por la invasión, pero finalmente su cara cambió drásticamente y le sonrió.

—Hola, Scorpius.

El rubio miró la mano de su madre, y sus especulaciones se hicieron ciertas: agarraba una botella de alcohol, medio vacía. Scorpius ya estaba cansado de todo ese drama, de todas esas noches sin dormir por culpa de esa mujer, pero tenía que ser paciente, porque, al fin y al cabo, era su madre. Ella le había dado la vida, ella le daba regalos por Navidad, ella le daba besos y lo abrazaba. Era su madre, y él la quería, pero a veces costaba recordarlo.

—Mamá, son las tres de la mañana. Deberías estar durmiendo.

—Ya, pero me he despertado, y he recordado que te quiero mucho. Así que he bajado, he bebido un poco, y te he llamado para decírtelo.

Scorpius suspiró, un poco molesto, pero sin olvidar la situación en la que estaba su madre.

—No deberías estar bebiendo a esta hora, ni tampoco me deberías de haber llamado, estaba durmiendo. Ha sido un poco irresponsable.

Y entonces, la cara de su madre cambió repentinamente. La felicidad que invadía su rostro, se transformó en una mueca de enfado. Scorpius retrocedió un poco, recordando de lo que era capaz la mujer.

—¿No me quieres, Scorpius? ¿Estás insinuando que no me quieres?

—Pues claro que te quiero, mamá. —Astoria se levantó del sofá a tientas y se acercó a su hijo.

Scorpius intentó retroceder más, pero una silla se lo impidió.

—Eres un niño muy maleducado, si tu madre te llama, tu vienes sin rechistar.

—Mamá, por favor.

El rubio, mientras observaba la mirada enfurecida de su madre, no pudo evitar recordar porque le tenía tanto miedo a su propia madre. La misma mujer que se preocupaba por él, también le hacía más daño que nadie. Desde pequeño, cada golpe que el rubio tenía en su cuerpo, había sido provocado por ella, cada pequeña herida, había sido ella. Y no solo era dolor físico, porque el emocional era mucho peor. Cada lágrima que había derramado por ella y por su estúpida adicción al alcohol. Y no, la bebida no puede justificar lo que le haces a tu propio hijo.

—No sabes hacer nada, no me quieres como lo merezco. —Astoria sigió acercándose a Scorpius—. Y además, me decepcionas continuamente. Escuché a tu padre hablar sobre una relación que tienes con Albus Potter, ¿es verdad?

Scorpius palideció, sintiendo como el miedo se apoderaba de él. Su madre lo sabía, y aunque su padre le había prometido que no se lo iba a decir, ella lo había oído.

—No, mamá, hemos roto —intentó explicarse Scorpius, pero su madre no lo dejó continuar.

—¡Eres un mal hijo, Scorpius! ¡Después de todo lo que te he dado, todo lo que he hecho por ti!

Astoria levantó la mano, dispuesta a pegar a su hijo, y el rubio cerró los ojos, preparánose para sentir el dolor en sus mejillas. Pero el golpe nunca llegó.

—¡Astoria! ¡Para!

Draco malfoy bajó rápidamente las escaleras vestido con su pijama. La mujer lo miró sorprendida, y a la vez enfadada. Scorpius no pudo evitar sentir un gran alivio al ver a su padre allí.

—¿Se puede saber que estabas haciendo? —preguntó el hombre cuando llegó junto a ella—. ¡Estabas mejorando, Astoria, estabas mejorando!

Ella lo miró a los ojos, respirando con dificultad y rabia.

—Este niño se merece un castigo, Draco. Iba a pegarle para darle una lección.

Draco suspiró enfadado.

—Eres una arpía —dijo con desprecio.

Entonces, se giró hacia su hijo y sonrió. Scorpius empezó a llorar por los nervios, y su padre lo abrazó.

—Tranquilo —le susurró en el oído. —Quiero que subas a tu habitación y te encierres, tu madre está muy mal, yo me ocuparé de ella.

—¿Seguro?

—Seguro.

Scorpius miró por última vez a su madre antes de subir corriendo las escaleras hacia su habitación. Aquella noche, el rubio se sintió como cuando era pequeño y se escondía de las discusiones de sus padres, escuchando los gritos, y los sollozos.

(...)

—Papá, ¿estás bien? —preguntó Scorpius el día siguiente, cuando su padre entró en la habitación apresuradamente y con los ojos llenos de lágrimas.

—Se ha ido, Scorpius, se ha ido para siempre.

El rubio entendió perfectamente lo que quería decir eso. Su madre se había ido, había decidido abandonarlos e ir a buscar otra casa, otra vida. Había hecho lo que no se había atrevido a hacer cando nació su hijo, cuando sintió que se le limitaba su libertad. Y ahora, ella tenía toda la libertad que quisiera, sin ningún hijo, sin una familia a la que alimentar.

—¿Cómo ha podido abandonarnos, papá? ¿Cómo ha podido? Ella es un monstruo, nunca supo cuidar de mi, nunca supo amarme.

Draco suspiró cansado y se sentó al lado de su hijo en la cama. Acarició suavemente la cabeza de Scorpius.

—Ella no nos quería, hijo. Solo perjudicaba nuestra vida, ahora todo irá mejor, sin ella, todo se solucionará, te lo prometo.

Una lágrima resbaló por el rostro de Scorpius. Él sabía que su madre era un inconveniente, pero aún así la amaba. Tenia que aceptar que ese amor no era correspondido por la mujer. Pasaron unos minutos en los que padre e hijo se quedaron tumbados en la cama, incapaces de hacer nada más que mirar al techo. Y Scorpius pensaba, en los buenos y malos recuerdos con esa mujer. Finalmente, se atrevió a formular la pregunta que pasaba por su mente.

—¿Por qué mamá y tu discutíais cuando yo era pequeño y me llevaba al Ministerio?

Draco lo miró por un segundo y suspiró, sintiendo el dolor de ese recuerdo.

—Tu madre era una egoísta. No se preocupaba por nadie más que no fuera ella, te manipulaba, Scorpius. Quería que fueses eso que ella nunca pudo ser, que fueras como mi padre, el abuelo Lucius.

—El abuelo está en Azkaban.

—Lo sé, y yo no quería que tú siguieras el mismo camino. Tú puedes ser lo que quieras, Scorpius, que nunca se te olvide.

Scorpius sonrió para él, y cerró los ojos por un momento. Por fin lo entendió todo, por fin entendió que esa mujer nunca fue su madre, porque una madre cuida a sus hijos, no los daña.

—Hacíais buena pareja Albus y tú —dijo Draco de repente, y Scorpius se volvió hacia él como si se hubiera vuelto loco.

—¿Qué?

Su padre se encogió de hombros y sonrió.

—Se os veía enamorados, pero Potter nunca iba a aceptar vuestra relación. Solo quiero que sepas que a mi me encantaría que Albus fuese mi yerno.

—Gracias, papá.

Y entonces Scorpius sintió como una época de paz se avecinaba, y, quién sabe, puede que algún día todo se arreglase y volviera a ser feliz.

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