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09|《Rose Granger》

"Y called a freind 'Leet's meet at ten'"

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 ―Por Merlín, vaya mierda.

La lluvia caía con fuerza por las calles del Londres muggle. Los trabajadores más sensatos que pasaban por allí, llevaban paraguas, y otros simplemente se mojaban. Las ventanas de la multitud de casas que ocupaban el lugar, estaban cerradas, y los habitantes de ellas, seguramente descansando, aprovechando el viernes. Una melena pelirroja resaltaba entre las caras cansadas y que caminaban siguiendo su camino. A simple vista, podía parecer alguien normal, como los otros, pero no. Ella no tenía un destino, ella solo caminaba para despejar los pensamientos que inundaban su cabeza y olvidar la tristeza que inundaba su rostro.

―Debería haberle pedido a mamá un paraguas ―murmuró para sí misma.

Rose Granger era la hija mayor de Ron Weasley y Hermione Granger, los mejores amigos de Harry Potter. Su padre, un auror reconocido, su madre, una Ministra justa y leal. Todos habían esperado que la chica fuera una Gryffindor, o puede que una Ravenclaw. Pero había sido una Hufflepuff, la decepción de la familia. Desde el primer día en Hogwarts, muchas personas se le acercaban por ser la hija de quien era, y ella siempre los rechazaba. Y así empezaron a circular los rumores sobre ella. Los profesores le exigían más, pensando que ella era su madre. Se pasaba las noches estudiando y aún así no conseguía sacar buenas notas. Al final, encontró un grupo de inadaptados que se convirtieron en sus mejores amigos: Albus Potter y Scorpius Malfoy. Fingía estar bien, fingía que era perfecta, que era una chica ejemplar, fingía que no le suponía un esfuerzo aprobar, fingía que era su madre, pero no, nada de aquello era real.

―¡Vigila por donde vas! ―le gritó un hombre vestido de negro al chocar contra ella.

La chica sabía que tenía que volver a casa, lo sabía, pero no quería, tenía miedo.
Rose siguió caminando, y las lágrimas de su rostro empezaron a congelarse en una mueca imperfecta. Tan imperfecta como ella.

(...)

―Ya estoy en casa.

   Las palabras flotaron en el aire y cobraron un nuevo significado al sumergirse en el silencio que inundaba la casa. Las paredes blancas, parecían perseguir a la joven y eso la hizo temblar. Una dolce aroma se colaba por sus fosas nasales, inundándolo todo por un capricho inoccente.

―¿Mamá, papá, Hugo?

Buscó a su familia, movida por un impulso egoista de conocer la fuente de esa agradable sensación. Y caminó, buscándolos, deseando verlos de nuevo. Pero no suponía lo que pasaría después. Finalmente, los encontró sentados en la mesa de la cocina, y sonrió. Inspiró profundamente, saboreando la alegria que envolvía esa situación.  Al observar bien la escena, la sonrisa se borró de su rostro. Su madre sollozaba desconsoladamente, su padre miraba al suelo incapaz de enfrentarse a ella, y Hugo parecía nervioso.

―¿Pasa algo? ―preguntó ella.

Y entonces, se dieron cuenta que estaba allí,  Hermione se secó las lágrimas y miró a su hija con los ojos enrojecidos. Ron, agarró la mano de su esposa delicadamente. 

―Rose, ¿dónde estabas?  —preguntó su madre.

―Caminando, necesitaba despejar la mente.

―¿Despejar la mente? ―intervino su padre.
 

Sí.


Entonces Hermione soltó una suave carcajada. Era una risa amarga, desafiante, y miró enfadada a Rose

―Despejar la mente, dices. ¿Despejar la mente de qué? ¿De tus dramas de adolescente? 

Esas palabras le afectaron más que lo que había creído a la pelirroja.

―Yo también tengo problemas, mamá.

―¡Problemas! ¡El problema más grande que puedes tener son tus estudios!

―Hermione, tranquila ―le dijo su marido, per ella lo apartó.

―¡Nosotros a tu edad estábamos a punto de luchar contra Voldemort! ¡Yo a tu edad era la bruja más inteligente de mi curso! ¡Nosotros si teníamos problemas, no tú! Tú sólo nos decepcionas, Rosebub. Te lo hemos dado todo, pero tú solo te preocupas por ti misma. Lo estoy pasando muy mal, porque yo siempre soñé con poder presumir de ti, pero no lo puedo hacer. ¡Porque eres una decepción para nuestra familia!

Las lágrimas caían por el rostro de Rose Weasley. La chica no entendía que había hecho mal, ella solo quería ser libre. Y entonces sintió el odio. El odio que le proporcionaba su madre. Y sintió la rabia acumularse en su interior.

 ―¡Perdón! ¡Perdón por intentar complacerte y fingir que soy tú! ¡Perdón por no ser la hija perfecta que siempre soñaste! ¡Perdón por no poder aguantar más y salir un rato! Pero estoy cansada que me comparen contigo, estoy cansada. ¡Sorpresa!  No soy mi madre, y nuca la seré. ¿Por qué todo el mundo asume que soy la perfecta Hermione Granger?

―Rosebud, no le hables así a tu madre ―intervino su padre.

Rose negó con la cabeza, indignada.

―Tú cállate, papá, porque tu eres igual de culpable que ella. Llevo tiempo intentando deciros que no quiero ser auror, ni Ministra, no quiero ser vosotros. Quiero acabar Hogwarts, e irme muy lejos, donde nadie me reconozca, porque estoy cansada de toda esta mierda. Puede que todos piensen que sois perfectos, con vuestro puesto privilegiado, vuestra gran casa y vuestra hermosa familia. —Huzo una pausa, y sintió la furia corriendo por sus venas—. Pero veis, yo puedo deciros una cosa que no se os da bien: ser padres. 

El silencio inundó de nuevo la habitación. Rose contenía el aliento, esperar volver a oír a su madre gritar. Pero, no lo hizo, solo dijo:

―Vete a tu habitación.

―¿Qué?

―Que te vayas, no quiero verte por aquí. Y vuleve cuando recapacites, después hablaremos de tu castigo.

"Claro, que vuelva cuando esté dispuesta a ser perfecta, querrás decir" pensó Rose. Y la pelirroja, se levantó, y miró a su hermano pequeño, que estaba horrorizado. No se sentía mal por haberle gritado a su familia, no se arrepentía de nada. No quería ver a su madre nunca más, solo quería dormir y olvidar que existía. Así que, sin ni siquiera dignarse a decir adiós, salió al exterior, donde el frío era intenso, pero no le importó, porque Rose estaba decidida a huír de allí, aunque sea solo por una noche. Y corrió debajo de las estrellas, que la observaban moverse por la oscuridad.

                                                                                       
(...)

―Vaya arpía que es tu madre.

Albus suspiró enfadado mientras rodeaba a su prima con el brazo. Hacía una media hora, Rose lo había llamado desesperada porqué se había ido de casa. Al principio no se lo había creído, pero después, le había dicho que avisaría a Scorpius y se reunirían en la Mansión Malfoy. Y allí estaban, los tres inadaptados comiendo en la cama del rubio,  mientras la pelirroja lloraba desconsoladamente.

―Ya me imagino los titulares: "La hija de Ron y Hermione Weasley se escapa de casa" ―soltó Rose de golpe, con una cierta ironía en la voz.

―Tranquila, Rosie, lo solucionaremos ―le dijo Scorpius.

―No, Scorp, no tengo a donde ir. No puedo volver a mi casa, odio estar allí. Solo me sabe mal por mi hermano.

―Puedes quedarte en la mía, si quieres ―le sugirió su primo. ―A mi madre le gustará verte, ya sabes que hace años que no se lleva bien con tu madre por como te trata. Y mi padre, podrá soportar que estés por allí. 

Rose soltó una risa, recordando que su tío era el mejor amigo de su madre, y por lo tanto no le agradaría su presencia.

―Puede que tengas razón con lo de tía Ginny, Albus, pero tu padre avisará de immediato a mi madre si aparezco por allí.

Albus lo pensó un segundo y al final asintió.

―Tienes razón, además, cuando descubra que estoy saliendo con Scorpius seguramente yo  me tendré que ir de casa también.

Los tres adolescentes soltaron una carcajada.

―Entonces quédate en mi casa, Rosie ―dijo el rubio. ―A mi padre le encantas, y estará muy contento de tenerte aquí.

―¿Seguro? ―preguntó la Weasley.

―Seguro.

Y entonces, Rose Granger sonrió, y sintió como una intensa luz se abría camino entre toda la oscuridad que inundaba su vida en aquel momento.

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