05| 《Lucy Weasley》
"Our world's ending at noon"
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Los provadores de la tienda la tenían encerrada en un rectangulo perfecto. Sentía su respiración irregular y no podía hacer más que odiarse por ello. Su frente, cubierta de sudor, le recordaba a cuando tenía cinco años y le gustaba saltar entre las fuentes del parque. Como su madre la abrazaba y le pedía que no lo hiciera, pero su padre la animaba a hacerlo. Sonrió para sí misma y se miró en el espejo. El vestido le quedaba bien, ya se lo había dicho la chica del mostrador, pero ella no quería vestir con esa prenda amarilla tan estrafalaria. Odiaba todo de aquel vestido que su madre la había obligado a probarse. Porque ella no era así. Ella no quería ese vestido, ella no quería ir a esa entrevista.
―Lucy, cariño, ¿ya te has provado el vestido?
La voz de su madre resonó por toda la tienda. Eran las únicas que estaban comprando a esa hora, pero era una emergencia. Esa noche, Lucy era la invitada especial de "Una noche mágica", un programa de actualidad. Obviamente, ella no había sido invitada por su profesionalidad, ni por su talento para cantar. No, ella era una Weasley, y llevaba toda la vida asistiendo a este tipo de programas. La primera vez, fue cuando tenía cinco años. Fue su primera aparición en la televisión, y la gente se alegró mucho de verla porque no sabían nada de ella. Lucy solo sonrió y recitó un poema, pero enseguida se ganó el corazón de todos. Después de esa primera vez, siguió apareciendo en entrevistas y en el Profeta, pero al ser una chica que nunca tenía dramas y comparada con sus otros primos y primas, la gente fue perdiendo el interés en ella. Y ahora, volvían a tenerlo a causa de un rumor que había surgido hacia unos meses.
―¿Lucy?
Todo comenzó con una simple carta que envió a un amigo de Francia, una carta que nunca llegó a él. Allí le explicaba que llevaba tiempo sintiendose despreciada, que todos en Hogwarts la trataban mal. Y era verdad. Pero la persona que robó la carta y la publicó, no penso que de ese simple puñado de letras pudiera salir una controversia tan fuerte. La gente empezó a pensar que Lucy se quería suicidar. Y el rumor siguió creciendo y creciendo. Y como los rumores vuelan, el suyo no fue la excepción. La semana siguiente, sus compañeros la miraban aún más por los pasillos. La intimidaban y murmuraban cosas que ella no llegaba a entender. Y poco después, la directora la llamó a su despacho muy preocupada, y le explicó la situación. Lucy le aseguró que no era verdad, que ella no quería acabar con su vida. Al cabo de unas semanas, todo Hogwarts volvió a la normalidad con ella, pero desde que había recibido la invitación al programa, sabía que volvería a salir el tema.
―Sí, mamá, creo que ya estoy.
Audrey entró en el probador y se encontró con su hija sonriéndole.
―Estás muy guapa, cariño ―le dijo, alisando la parte baja de su vestido.
Pero Lucy sabía que no era verdad y eso le dolía.
(...)
Le faltaba el aire, no podía respirar. La chica inspiraba pesadamente, sintiendo como el aire abandonaba sus pulmones y volvía a entrar. Estaba demasiado nerviosa por las cámaras y la multitud de gente que parecía estar esperando para ver su entrevista. "Uno, dos, tres, todo va a salir bien" repetía en su mente.
―¿Estás preparada, Lucy? ―le preguntó su madre ―Está a punto de empezar.
Lucy asintió con la cabeza y volvió a mirar enfrente. Sería entrevistada en directo, si cometía un fallo, sería imposible arreglarlo. A lo lejos, vislumbró al presentador, que se colocaba el micrófono mientras un chico peinaba su melena rubia. Y entonces, las luces se encendieron, y el rubio entró en escena.
―Buenas noches mundo mágico, y bienvenidos a "Una noche mágica". Hoy, a petición popular, tenemos a una integrante de la familia más famosa que conocemos. ¡Demos la bienvenida a Lucy Weasley!
La chica se estremeció y puso su mejor sonrisa. Entró en escena balanceándose, y saludando al público. Los aplausos y silbidos se empezaron a oír, aclamando a la chica.
El sudor empezó a gotear por su sien derecha, y podía notar los nervios acumulados en la parte inferior de su estómago. El presentador la miraba resplandeciente, señalando un pequeño sillón, donde representaba que tenía que sentarse. Lucy miró al público y sintió como todo el aire que retenía desaparecía lentamente. Intentó buscar a su madre con la mirada, pero solo encontraba caras desconocidas mirándola atentamente.
―Bienvenida, Lucy, es un honor tenerte aquí con nosotros.
La chica se giró pesadamente, encontrándose con la cara del hombre tan cerca que podía oler su aliento. Ella le sonrío mientras se sentaba con su ayuda.
―El honor es mío, me encanta estar aquí, gracias por invitarme.
El presentador le devolvió la sonrisa, enseñando sus blancos dientes. Y un recuerdo invadió la mente de Lucy, un recuerdo de años atrás, cuando era solo una niña.
―Y, dinos, Lucille. ¿Cómo te sientes volviendo a aquí?
Era ella en ese mismo sillón azul donde se encontraba en ese momento. Llevaba el pelo sujetado por unas trenzas, y sus labios brillaban más que una estrella. Sonreía y cantaba mientras el público aplaudía con ganas. Sus ojos miraban ilusionados a toda esa gente, escuchándola a ella, solo a ella. En ese momento, se había sentido muy bien, pero ahora, Lucy solo aguantaba la respiración, intentando no salir corriendo y dejar a las cámaras con ganas de más.
―La verdad es que estoy contenta de estar aquí, muy, muy, contenta.
―¿Qué estás estudiando ahora? ―preguntó el presentador, pero la chica ya no lo escuchaba.
Permanecía con los ojos muy abiertos, mirando a la nada. Y todo empezó a dar vueltas a su alrededor. Ya no podía oír al presentado, llamándola por su nombre, y preguntándole si estaba bien. Ya no podía ver el público, que asustado, gritaba su nombre y cuchicheaba sin entender que estaba pasando.
―¡Lucille! ―gritó su madre desde la parte inferior del plató.
Lo último que vio Lucy Weasley antes de desplomarse en el suelo, fue la cara enfadada de su progenitora.
(...)
―Esto es ridículo, mi hija está perfectamente bien.
La voz de su madre la despertó de un sueño profundo en el que había aterrizado. Lucy abrió los ojos lentamente, aunque los párpados le pesaban más de lo habitual. No recordaba nada de lo que había pasado la noche anterior, nada de nada. Intentó incorporarse lentamente, pero los brazos no soportar su peso y se derrumbó otra vez sobre la cama.
―Ya ha despertado ―anunció una voz robusta, perteneciente a un médico que la miraba atentamente.
Su madre corrió hacia ella y la abrazó con todas sus fuerzas.
―Oh, cariño, te desmayaste ―le susurró al oído.―. No entiendo qué pasó, estabas fenomenal.
Lucy miró al hombre vestido de blanco mientras le comprobaba los latidos del corazón. Él le sonrío amablemente para después girarse hacia su madre.
―Ya se lo dije, señora, Lucille ha sufrido un ataque de pánico.
Audrey suspiró y se separó de su hija.
―Tonterías, a mi hija no le pasan esas cosas, solo que no había comido demasiado antes de entrar a plató, eso es todo.
El médico inspiro profundamente, armándose de paciencia, y miró a Lucy, aún tendida en la cama y sin entender nada.
—Señorita Weasley, ¿cómo se sentía justo antes de desmayarse?
La chica esquivó la mirada de su madre.
—No lo sé, yo estaba mareada y todo empezó a dar vueltas, y no sé, me sentía mal, y quería salir corriendo.
—¿Pensaba mucho en el público y la gente que la estaba mirando?
—Sí, me daba miedo fallar en algo y estaba todo el rato pensando que esa gente solo venía a reírse de mi.
—Pero, eso no solo le pasó ese día, ¿me equivoco?
Lucy negó con la cabeza rápidamente.
—No, ya me había pasado antes. Cada vez que salgo en público, tengo miedo de ser el centro de atención.
—¿Siente como si todos la estuviera mirando y criticando?
—Sí, por eso prefiero quedarme en casa.
El médico apuntó algo en la libreta que sujetaba con una mano y miró atentamente a Audrey.
—Justo lo que pensaba, Lucille tiene fobia social.
La madre de la chica rió secamente.
—¿Fobia social? No sé de qué me está hablando, pero mi hija no es una enferma.
—Nadie está diciendo que lo sea, pero tiene un caso grave de fobia social, tiene todos los síntomas. Le recomendaría tratarlo para que así, Lucille, pueda tener una vida normal como cualquier adolescente.
La cara de Audrey se contrajo en una mueca de enfado, agarró a su hija por el brazo, y se dispuso a salir por la puerta.
—A mi hija no le pasa nada, solo estaba nerviosa —dijo, y salió decididamente de la habitación.
Y así fue como Lucy Weasley vivió con un sentimiento de miedo en cada evento, en cada pequeña situación que le obligaba a estar expuesta a un público. Pero ella estaba sana, porque a chicas como ella, obedientes, responsables y famosas, nunca les pasa nada. ¿O si?
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