02.
— ¿Estos son todos? — Preguntó Dongsook mientras apretaba con fuerza entre sus manos el papel en el cual se encontraban fotografías de los amigos de su hermano que él mismo había sacado de sus perfiles en las redes sociales para luego imprimirlas junto con unas breves descripciones de sus personas.
Había memorizado por completo todos los perfiles: Wong Yukhei, 20 años, compañero de cuarto, último año de secundaria, algo hueco pero buena persona; Jung Jaehyun, 19 años, ex compañero de cuarto de Yukhei antes de que éste repitiera curso, segundo año de universidad de periodismo pese a tener 19 pues se adelantó un año, viene de américa, muy raro; Seo Youngho, 21 años, compañero de cuarto de Jaehyun, 4to año de universidad en el departamento de música, le gusta rapear, algo frío y cerrado pero en realidad quiere mucho a sus amigos; y Kim Doyoung, 21 años, último año de universidad en el departamento de gastronomía, le gusta cocinar, es el más maduro de todos y, pese a que en la foto de la hoja está morocho, ahora está rubio.
— Todos. Hay otras personas, pero puedes simplemente ignorarlos o fingir que no los recuerdas. Con los únicos que hablo son ellos. — Respondió el mayor por unos cuantos minutos. Dongsook asintió, y ahora fue Donghyuck quien le echó una última mirada a las hojas entregadas por su hermana quien había hecho lo mismo que él con las fotografías de las personas que él debería reconocer si se va a hacer pasar por ella. — ¿Y estos son todos? — Preguntó. Dongsook asintió, y Donghyuck sintió un gran alivio crecer dentro de él.
Lo cierto era que Donghyuck con suerte se sabía los rostros con sus nombres y edades, aunque todavía confundía a Danbi con Sunhi. Y, si faltaban más personas que debería conocer, estaba frito.
— Kim Sunhi. — La había nombrado su hermana la noche anterior, en un último repaso de las cosas.
— La novia de Mark. — Respondió él muy convencido de sus palabras.
— ¡No! ¡Esa es Danbi! — Dijo ya algo frustrada, pues pese a haber pasado todo el fin de semana intentando identificar y diferenciar a esas dos, aún no lo lograba.
— ¡La rubia! — Donghyuck cambió su respuesta.
— ¡"La rubia" y "La novia de Mark" son la misma persona! ¡Las dos son Danbi! — Gritó tirando toda su paciencia al tacho de basura.
— ¡Mierda! — Exclamó Donghyuck divertido.
— Aunque realmente la única con la que hablarás será Iseul. Los demás te molestarán, pero debes ignorarlos. — Respondió ella. Suspiró con pesadez y se miró en el espejo una vez más: Con su amado cabello relativamente largo ahora corto y su rostro sin una pizca de maquillaje, no cabía duda de que ella y Donghyuck eran gemelos. Eran un calco.
Sonrió intentando apaciguar los latidos irregulares y nerviosos de su corazón, y miró a su hermano. Todo el cabello que ella se había cortado había terminado como extensiones en la cabeza de Donghyuck. Éste se negó en un principio, pues decía que era asqueroso, pero finalmente no le quedó de otra más que acceder si en verdad quería llevar a cabo el plan.
— ¿En verdad crees que me quedaré callado? — Preguntó Donghyuck, cruzándose de brazos en el lugar y enarcando una ceja mientras sonreía divertido.
— Tienes que. Si no, notarían una diferencia en mi personalidad. — Dongsook imitó su pose junto con una acusadora y asesina mirada, haciendo que Donghyuck tuerza el gesto: Tenía razón.
— Veré que puedo hacer. — Se excusó él, dando a entender que no comenzaría ninguna pelea. O que, al menos, lo intentaría. Ambos sonrieron y tomaron las valijas en mano.
— Recuerda referirte a ti como mujer. Y no te fíes en el hecho de que nuestras voces son parecidas. Intenta imitar mi tono de todas maneras. — Indicó ella.
— Es una suerte que tu voz sea más grave que la de una mujer común. — Dijo él con la intención de molestarla, y lo logró.
— No — Espetó ella —. Tú tienes la voz más aguda que un hombre normal, que es diferente.
— Eres una marimacho.
— Y tu una princesita.
— Estúpida.
— Idiota.
— Enferma mental.
— Tú no fuiste planeado.
— A ti te intentaron abortar.
— ¡¿Se van a pelear todo el rato?! — La voz de su madre los hizo dar un pequeño salto en el lugar debido a la sorpresa.
Ambos carraspearon y forzaron su voz, imitando la del otro.
— Lo siento, madre. — Soltaron al unísono, y se miraron sorprendidos. Les había salido perfecto.
— Dongsook, ¿Qué haces aquí todavía? El bus pasa por la parada en menos de diez minutos. Donghyuck, lo mismo va para ti.
— ¿No nos iba a llevar padre? — Habló Donghyuck, imitando la voz de su hermana. Su madre carraspeó para luego levantar la barbilla con orgullo.
— Ha habido un cambio de planes. Su padre se encuentra en el trabajo debido a una urgencia, y ya no puede llevarlos. Si quieren llegar a tiempo para sus clases en la tarde, les sugiero que partan en este instante para no perder el bus. — Dicho esto los hermanos asintieron y, tras una reverencia de parte de los ellos, la madre se retiró de la sala dejándolos con la palabra en la boca.
— Ni siquiera se despidió. — Musitó ella, haciendo que su hermano la vea con pena. — Ni él, ni ella. — Su mirada reflejaba dolor, el cual se esfumó luego de que diese un suspiro. Donghyuck sonrió, y palmó la espalda de su hermana.
— Vamos. — Susurró, para luego salir por la puerta y cerrarla detrás de ambos, para no volver a verla hasta el fin de semana.
...
¿Qué mierda era ese ácido olor que se metió en sus fosas nasales apenas pisó el cuarto de su hermano y que ahora le hacía arder los ojos y lagrimear?
Reprimió una arcada al encontrar el responsable: Medio pote de patas de pollo se encontraba sobre el escritorio de su lado de la habitación, en plena pudrición y con gusanos retorciéndose en el interior.
— ¡Joder, que asco! — Chilló ella. Lanzó la maleta a la cama y, con una camiseta de su hermano que encontró tirada — que no tocó sin antes confirmar que no era ningún desecho tóxico o patógeno —, tomó en manos el pote y lo lanzó a la basura. Rápidamente cerró la bolsa del tacho para que ningún gusano se escape y, dando largas zancadas, llegó hasta los basureros de la parte de afuera de los dormitorios y la lanzó allí. Volvió al dormitorio ahora más tranquila y agradeciendo el hecho de haber traído sus productos de limpieza general. Un desinfectante líquido — y con un delicioso olor a lavanda —, un desodorante de ambientes con más desinfectante y olor a "primavera" — quién sabe cuál es el olor a primavera —, trapos y un cepillo para ropa eran los elementos que más lugar ocupaban en la valija de Dongsook. Y es que si ahora iba a vivir en esa pocilga, debía hasta rechinar de limpio.
Al entrar a la habitación nuevamente una voz masculina hizo que la sangre se le helara, la espalda se le irguiese y que sus cabellos de la nuca se le erizasen.
— Hoy has llegado antes que yo. — Su voz, la cual provino de a sus espaldas, resonó en su cabeza como si acabase de gritarle en el oído a través de un altoparlante.
Dongsook se volteó sintiendo sus músculos acalambrarse y sus huesos crujir. Al quedar frente a frente con el dueño de aquella voz, supo quién era.
El compañero de cuarto de su hermano, y ahora suyo. Wong Yukhei.
— Así es... — Tartamudeó. Su voz sonó muy débil y trémula, pero pudo simularlo luego de un carraspeo. — El bus llegó temprano. Casi lo pierdo. — Le comentó, recordando lo que tuvo que correr con su hermano, con valijas y todo, cuando vieron doblar al bus en la esquina y aún les faltaba dos cuadras para llegar a la parada.
— Yo, en cambio, tuve que esperar como media hora. Resulta que se pinchó una rueda y tuvieron que esperar a que un nuevo bus llegue. — Comentó mientras se quitaba la camiseta.
— Oh. — Dongsook no supo qué decir, ni hacia dónde carajos mirar. ¿La derecha? Oh, un calzoncillo de Donghyuck.
«Espero que no esté usado.»
¿Izquierda? Oh, una caja de preservativos.
«¡¿Preservativos?! ¡¿En un colegio únicamente masculino?! Espero que Donghyuck me haya contado todo lo que debo saber, y que no tenga que sacrificar mi virginidad anal por culpa de un desliz suyo.»
Finalmente optó por mirar la cama de su hermano que sería suya por los siguientes tres meses. La misma era un bollo de sábanas, frazadas, y un colchón tan duro que probablemente al otro día le dolería la espalda por dormir allí.
Suspiró frustrada. «Lee Donghyuck, eres un desastre.»
Cuando el agrio y ácido olor le perforó nuevamente los sentidos, recordó que debía realizar una limpieza profunda en la habitación. Se volvió para sacar del equipaje las cosas que usaría para limpiar, pero su mirada se desvió hacia la mesa de noche de su hermano. Sobre ella, una foto enmarcada de ella y su hermano se postraba orgullosa, con una más pequeña anexada en una esquina de cuando ambos tenían como dos años o tres. Sonrió mientras la tomaba en manos, y luego la dejó en su lugar. Tomó la valija donde había llevado todo y comenzó a sacar cosa por cosa — intentando dejar dentro su ropa interior para que Yukhei no la viese — hasta que finalmente llegó al bolso donde guardaba todos los productos de limpieza.
— ¿Y eso? — Escuchó la voz de Yukhei sobre su hombro, y se volteó asombrada rogando por que no haya visto el pequeño bolsito un poco traslúcido donde guardaba sus corpiños.
Yukhei estaba demasiado cerca para su gusto. No, no estaba encima de ella, pero sus hombros podían tocarse, y nunca había estado tan cerca de un hombre. Y su hermano no contaba como hombre. Lo más cerca fue a dos pasos, cuando Jaemin recogió sus libros y se los entregó aquél día cuando ella apenas comenzaba la secundaria.
— ¿No sientes ese olor? — Se forzó a decir para no quedar extraña y que él descubriera que en verdad no era Donghyuck, si no su hermana, Dongsook. — Voy a limpiar un poco. — Bajó su mirada del rostro de Yukhei hacia su pecho cuando notó que él desviaba la suya desde el bolso de productos hacia ella, y notó algo que la puso por demás de nerviosa: Yukhei estaba solo en calzoncillos.
Movió sus ojos desde Yukhei hacia el bolso que tenía en mano, y lo apretó con fuerza mientras sentía que el pulso le fallaba y su cuerpo comenzaba a temblar debido al nerviosismo. Al único hombre que había visto semidesnudo había sido a su hermano, y generalmente era cuando él quería molestarla o cuando él salía del baño luego de ducharse y ella estaba en la puerta esperando su turno para entrar y ducharse también. Ni siquiera a su padre lo había visto sin camisa o pantalón.
Pero ahora tenía a un muchacho en sus 20, semi desnudo, a su lado. Y la miraba con curiosidad.
Y sus malditas hormonas hicieron que no pudiera evitar que el rubor le trepe a las mejillas.
— ¿Lee Donghyuck, el mayor holgazán del colegio, se va a poner a limpiar el cuarto? — Preguntó incrédulo. De un movimiento colocó un toallón en su hombro, acción que Dongsook vio por el rabillo del ojo, y comprendió que Yukhei se metería a la ducha. Sin embargo, su nerviosismo no disminuyó.
— Sí. — Musito, apretando más fuerte los productos de limpieza.
— ¿Estás bien? Tu cara está todo roja. — Yukhei se inclinó hacia adelante para poder verle mejor el rostro.
«Joder, joder, joder.»
— Sí, estoy resfriado. Me ha contagiado Dongsook. — Se apresuró a decir.
Ella pensaba que el típico cliché, ese del chico guapo preguntándole a la chica tímida si se encontraba bien ya que su rostro estaba rojo y ella respondiendo que sólo tenía fiebre aunque lo cierto era que estaba sonrojada debido a la vergüenza, era algo que sólo sucedía en doramas o animes. Pero no, acababa de sucederle a ella en carne propia.
— ¡Oh, no! — Exclamó Yukhei antes de dar dos grandes saltos para retroceder. — ¡Me contagiarás a mí! — Rió antes de entrar al baño y, luego de unos segundos, el ruido del agua de la ducha cayendo resonó en la habitación.
Dongsook suspiró intentando calmar su acelerado y lleno de hormonas corazón. Aquél chico era hermoso, sin lugar a dudas. Y eso era algo que normalmente las mujeres agradecerían, pero a ella eso solo le dificultaba las cosas. ¿No podía tener simplemente un compañero de cuarto feo y que no desprendiera testosterona como aquél que acababa de meterse a la ducha? ¡No, claro que no! ¡Tenía que tener a un mismísimo adonis durmiendo en la cama contigua!
¡Maravilloso!
...
Todo era tan rosa, limpio y ordenado, que su cabeza comenzó a doler apenas pisó la habitación de su hermana. La cama estaba tendida perfectamente y tenía un acolchado de pajaritos animados. Las paredes estaban pintadas de blanco, pero tenían miles de posters de bandas de pop que él desconocía y que su hermana idolatraba pegados por todos lados, revistiéndolas.
En su escritorio, todos los útiles se hallaban en portalápices diferentes — uno para los marcadores, otro para los resaltadores, otro para las birome y lápices, y otro para tijeras, reglas, colas y demás — y los libros en la pequeña biblioteca de al lado estaban ordenados en orden alfabético y por materia.
Sus zapatos estaban en pares y en un sector determinado: Los de deporte, los de lluvia, dos pares para todos los días, y otro más de repuesto por si alguno se rompía o ensuciaba mucho.
La cama a su lado estaba desnuda completamente: Ninguna sábana o acolchado la cubría, y el frío y gris colchón de resortes se encontraba allí con algunas manchas que probablemente eran saliva. Y esperase que fuese eso y no orina.
Estaba todo tan ordenado, que lo mareaba y le hacía querer tirar una bomba de olor y de estruendo en ese mismo lugar.
Sin embargo sólo se limitó a lanzar la valija en la cama vacía y, luego de tomar la hoja con los horarios de sus clases y calzar la mochila al hombro, salir corriendo despavorido hacia la primer clase de la chica. Llegaría tarde.
Ese internado se encontraba malditamente lejos en comparación que el suyo, así que por ende tardó más en llegar. Y el horario de clases comenzaría en cualquier momento.
Corría sin preocuparse mucho por el hecho de que la falda se le subiera y mostrase más de lo que debería, brindándoles así a los demás una evidencia de que en realidad no era mujer. Pero, por suerte, eso no pasó. Logró llegar a su clase a tiempo, y entró al salón sin bajar la velocidad. Al entrar, todas las miradas se posaron sobre él, pero él las ignoró fácilmente.
— Dongsook. — Escuchó un susurro histérico. — ¡Dongsook! — Volvió a escuchar.
Se volteó desconcertado en busca del dueño de aquella voz, y sonrió al encontrarse con Iseul. Se acercó a ella, y se sentó en la silla junto a ella.
— ¿Qué tal? — Preguntó él.
— Todo bien, chica. ¿Y tú? — Le devolvió el saludo.
— Más que bien. — Respondió con una gran sonrisa.
De repente, el aire se tensó.
— Dongsook... — Lo llamó por el nombre de su hermana, bajando la voz. Él la miró con el ceño fruncido debido al cambio brusco de tono. — ¿Cómo estás con respecto a...? — Dejó la frase inconclusa, y Donghyuck no pudo comprender a qué se refería.
— ¿"Con respecto a..."? — La incentivó a terminar la oración.
— Ya sabes... Con respecto a.... — Nuevamente no terminó la oración, y Donghyuck comenzó a desesperarse. En ese momento su conversación se vio interrumpida por la entrada del pandemonio, como Dongsook e Iseul les decían, al salón de clases. Jaemin fue el último que entró. — A él. — Finalizó la oración, y Donghyuck sintió que su corazón se detenía.
Después de todo, era como él temía. El Na Jaemin que le gustaba a su hermana y le había roto el corazón, era ese Na Jaemin. Ese Na Jaemin que había sido su vecino por años, pero que únicamente en el último año que estuvo en el vecindario se volvió amigo de los gemelos. Ese Na Jaemin que había defendido a Dongsook cuando se burlaban de sus dientes, la había hecho llorar por haberse burlado él mismo. Ese Na Jaemin que había compartido tardes enteras con Donghyuck mientras ambos jugaban al futbol en la calle, había pateado, como si de la pelota que usaban para jugar en aquellos tiempos se tratase, el corazón de su hermana.
Dongsook, debido al bullying que había sufrido en ese último año, había borrado ella misma e involuntariamente muchos de esos momentos de su memoria, así que era lógico que ella no lo recordara. Pero Donghyuck no había borrado nunca ningún recuerdo, y sabía quién era. Y pese a que había cambiado su color de cabello y colocado piercings en su rostro, lo reconocía. Lo había reconocido cuando Dongsook le entregó aquél papel con los datos de aquellos que él debería conocer si se iba a hacer pasar por ella, y lo reconoció en cuanto sus miradas se encontraron cuando Jaemin entró al salón.
Lo reconoció, y vaya que lo haría pagar por haberle roto el corazón a su hermanita.
Sin desconectar sus miradas, Donghyuck esbozó una sonrisa ladina y llena de maldad, haciendo que Jaemin enarque ambas cejas con sorpresa. Finalmente, Donghyuck desvió su vista del chico hacia Iseul, y se encogió de hombros.
— Ya lo superé. — Dijo.
— Oh, nena, un amor de cuatro años no se supera en dos días. Ni en dos, ni en tres, ni en cuatro. — Iseul acarició el brazo de Donghyuck, y él apartó su mano gentil y suavemente.
— No era amor, Iseul. Era un capricho. — Dijo, restándole importancia e intentando calmar a la amiga de su hermana. — He hablado con Donghyuck y me hizo dar cuenta de eso. Yo en realidad no lo amo. Nunca lo hice. Solo estaba encaprichada. — Se encogió de brazos, haciendo que Iseul lo mire con desconfianza.
— ¿Segura? — Preguntó entornando los ojos.
— Más que segura. — Sonrió, tranquilizándola aunque no del todo.
— Te creeré por ahora. — Le respondió.
— Vamos, cambiemos de tema. ¿Qué tenemos ahora? — Preguntó, aunque sabía la respuesta.
— Oh, eres increíble Dongsook. Estamos a mitad de año, ¿Y aún no sabes qué materias tenemos los lunes? — Iseul sonrió, acomodándose en el asiento. — Matemáticas, bonita. — Le comunicó, guiñándole un ojo.
Donghyuck sonrió, y rebuscó en la mochila de su hermana el libro de matemáticas: Ella le dijo que debía estar allí.
Pero, mierda, no estaba. No estaba, y no estaba, y no estaba.
— Me olvidé el libro. — Soltó, torciendo el gesto. Iseul sonrió.
— Lo has dejado en el casillero el viernes, cabezota. ¿Lo has olvidado? — Le dijo, señalando con un gesto de cabeza los casilleros de atrás en el salón. Donghyuck sonrió, y luego de sacar la lengua de manera divertida, se puso de pie y se dirigió hacia los casilleros.
Su hermana le había dicho cuál era el suyo: El tercero de izquierda a derecha, en la fila de arriba.
Lo encontró.
La contraseña del candado era fácil: 3124.
La puso en el candado, y éste abrió con un click.
Abrió la puertecilla, y de adentró cayó una zanahoria con partes verdes y negras, amohosada.
Mientras todo el salón estallaba en risas, Donghyuck tomó su libro de matemáticas y se agachó para tomar la zanahoria en manos mientras sentía la sangre hervir y los músculos tensarse en ira.
La rabia que sintió al vivir en carne propia lo que su hermana vivía en su día a día fue inmensa, haciéndolo hasta temblar de enojo.
«Lo siento, Dongsook.»
— Pero qué originales. — Bramó sarcástico aún en cuclillas. Poco a poco, el salón fue acallando las risas, hasta quedar sumido en un sepulcral silencio. El timbre había sonado hacía rato, pero por suerte el profesor no aparecía todavía. — ¿En serio? — Espetó mientras se ponía de pie y se volteaba a mirarlos a todos con desprecio. — ¿Una zanahoria podrida? ¿Hace cuánto que vienen con la misma broma? ¿Es que acaso no les da el cerebro para hacer algo más ingenioso u original? ¿Tan imbéciles, retrasados, estúpidos, básicos e ignorantes son? — Lanzó una risa sarcástica, dejando impresionada a Iseul. — ¿En serio? — Repitió. Negó con la cabeza, mientras comenzaba a caminar con paso lento a su asiento aún con la zanahoria en manos. — ¿Y encima se piensan que me pondré triste por esto? Joder, jamás podría ponerme triste por algo así. Ni siquiera puedo tomar en serio a alguien que puso esto en mi jodido casillero pero que luego la cobardía y la falta de huevos, u ovarios en su defecto, les impide decir "Aquí, fui yo". Por favor, así sólo se humillan a ustedes mismos. Dejen de hacerlo, me dan pena. Son sus complejos de inferioridad, no míos. No traten de inculcármelos a mí.
«Sé que te prometí que te haría caso y mantendría un perfil bajo.»
— Fui yo. — La voz de una chica resonó entre el silencio. Donghyuck se volteó para ver como la rubia le devolvía una mirada llena de odio y enojo. — ¿Algún problema? — Algo en la cabeza de Donghyuck hizo un click.
«Pero no creo que pueda cumplir con esa promesa.»
Era rubia. Según Dongsook, la única rubia era Danbi. Danbi era la zorra de dos colas. La novia de Mark.
Rápidamente soltó la zanahoria y comenzó a refregarse la mano en el abrigo que llevaba puesto.
— ¡Qué asco, por favor! ¡Quién sabe dónde te has estado metiendo esa zanahoria antes de dejarla allí! — Todos reprimieron una risa.
— ¿Disculpa? — La rubia, ofendida, dio un paso adelante. Todos comenzaron a sacar sus celulares, dispuestos a grabar una pelea que al parecer, como venía la cosa, sucedería en cualquier momento.
«Simplemente no creo que pueda.»
— Todos aquí sabemos la poca atención que te da tu novio para cierto temita. — Donghyuck torció el gesto. — Tienes que saciarte de alguna manera.
— Oh, gracias por la preocupación, pero tengo la atención que necesito. — Danbi sonrió con arrogancia. — ¿No te das cuenta que esa zanahoria te sirve más a tí que a mí? Todos sabemos que la atención hacia tí sobre este temita es directamente nula.
Donghyuck sonrió ladinamente.
— ¿Tú qué sabes sobre mí? — Soltó. Danbi arqueó una ceja.
Bien, Donghyuck sabía que con ese comentario daba a entender algo que era mentira. Dongsook no tenía relaciones sexuales, pero con lo anteriotmente dicho, se entendía que sí.
«Lo siento Dongsook, pero...»
— ¿Acaso alguien tiene estómago como para hacerlo? — Respondió Danbi. Donghyuck entornó los ojos para mirar fijamente los de ella, y al cabo de unos segundos, sonrió.
— Si hay alguien con el estómago para hacerlo contigo... — Dejó la frase en el aire. Danbi soltó una risa nasal de pura frustración y enojo.
— ¿Acaso estás intentando compararte conmigo? — Se acercó a él con un aire intimidante. Sin embargo no causó ningún miedo en Donghyuck, quien era cinturón marrón en taekwondo.
— ¿Eso piensas? — Preguntó, ladeando la cabeza de manera burlesca. — Pero tranquila, que no lo estaba haciendo. Es imposible compararnos, estamos en dos ligas completamente distintas. Es obvio quién gana aquí.
Danbi comenzó a avanzar.
— Tú no, eso seguro. — Finalmente se paró frente a Donghyuck, mirándolo bien al frente. — Pobre niña ilusa. — La escaneó con la mirada de pies a cabeza.
Medían lo mismo.
— Pobre de tí, cariño. — La sonrisa de Danbi se fue borrando a medida de que el rostro de Donghyuck iba adoptando una expresión de lástima. — Pobre de tí. — Dicho esto se volteó para dejarla parada allí, con la palabra en la boca.
— Detente ahí, Lee Dongsook, no he terminado contigo. — Donghyuck la ignoró. — ¿No me escuchaste? Te dije que te detengas. — Donghyuck volvió a ignorarla. — ¡Lee Dongsook! ¡Te mataré, zorra! — Danbi quiso lanzarse sobre los cabellos de Donghyuck, pero éste la esquivó con un ágil movimiento de piernas, haciendo que Danbi siguiese de largo y se estampase contra un banco de los que había allí.
«Si tú no logras hacerte respetar aquí, yo mismo haré que te respeten.»
— Me parece que además de ignorante, tienes al revés las definiciones de las palabras. — Se quedó pensativo. — Bueno, de las palabras que tu inferior y limitada mente puede procesar. La zorra aquí no soy exactamente yo. — Sonrió. Danbi se volteó una vez más, y el profesor entró por la puerta.
«Y lo siento una vez más, hermana.»
— A sus lugares todos, no me hagan repetirlo. — Bramó mientras caminaba apurado hasta su escritorio. — Siento haber tardado, tuve una reunión con el centro de estudiantes y se alargó más de lo esperado. — Donghyuck le sonrió triunfante una vez más a Danbi, y se dirigió a su lugar junto a Iseul.
Soltó de manera brusca el libro sobre el lugar, y se relajó en el asiento.
— ¿Qué rayos ha sido eso, amiga? — Le susurró Iseul al oído.
— Tuve una charla sobre autoestima y cómo defenderme con mi hermano. — Mintió. — Parece que me sirvió bastante.
«Pero éste es sólo el comienzo.»
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