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46. Te quiero...así

Aquí cómo Alec supo del Gen H y la continuación del beso malec 😻. Por favor, lean las notas finales 💙

* * *

El Gen H probablemente fue el mayor tabú dentro de la casa Lightwood.

Porque, aunque el mundo no lo supiera, había sido una Lightwood la primera "infectada" y quien –indirectamente– fuera la culpable de la creación de la maldita SAOIRSE, esa comunidad llena de pecado y libertinaje; porque el príncipe y primogénito del rey más importante –Alexander Lightwood– era portador.

Y Robert no podía soportar la vergüenza que eso conllevaba. Su sangre manchada de nuevo, tanto tiempo después, su linaje en peligro. ¿Qué pecado pagaban los Lightwood para ser castigados con hijos enfermos?

Así que estaba prohibido hablar del Gen H frente a Alec. Olvidada la falsa alarma cuando era sólo un niño y tal vez si nunca más se le mencionaba el pecado que conllevan los ojos azules, tal vez Alec nunca cometería el error de mirar con interés malsano a los hombres.

Así que, como en su casa nunca se hablaba de Gen H o lo que estaba mal con los ojos azules, y como Magnus siempre le dijo que sus ojos "de cielo" eran sólo especiales, los ojos de un ángel que sería perseguido por la ignorancia de los hombres si los dejaba a la vista de todos, Alec se sorprendió cuando Jace se lo dijo:




«—Scott tiene el Gen H.

Alec, que había estado girado entre sus dedos una flor de cielo, miró a Jace. —¿Qué?

Jace no dejó de tocar el piano. Esperando que así no se notara de lo que hablaban. Eran tan raro que los Lightwood nunca mencionaran en casa lo mal que está ser portador del Gen H, mientras que en público Robert era de los que apoyaba abiertamente la iniciativa de una nueva ley para quitar la opción de los "destierros" a la SAOIRSE y dejar únicamente los sacrificios, porque, ¿de qué servía que los expulsaran su seguían viviendo en pecado y contaminando el mundo en aquella comunidad tan cercana a ellos?

Además, y eso no era de dominio público, pero Jace escuchó a su padre y al señor Lightwood hablarlo: Estaban planeando un primer ataque contra los libertos, el inicio de la Guerra pura, para acabar definitivamente con ellos.

—Oh, vamos –Jace se quejó–, entiendo que tu padre odie tanto a los infectados que parece un tema prohibido aquí, como si sólo hablarlo fuera a cambiar el color de nuestros ojos –Jace se rió–, ya estamos bastante grandes, Alec. El Gen H ya habría llegado a nosotros de estar infectados. Y, además, a mí me encantan las mujeres y tú sales con esa chica misteriosa...

—¿De qué hablas?

—¡De Scott! –Jace insistió–. Y del Gen H. Scott, el hijo de mi nana, fue sacrificado ayer –Jace frunció el ceño, apartando los sentimientos tristes por algo que había sido inevitable–. Sus ojos cambiaron y...

—¡Pero Scott era un bebé! –Alec gritó–. Todavía no tenía dos años, el sacrificio es muerte, Jace.

Jace lo miró como si fuera tonto. —A veces parece que vives en una burbuja, Alexander, en otro mundo, como si eso justificara que no conozcas el tuyo. Por supuesto que el sacrificio es la muerte, pero era inevitable. Lo siento por ella, porque era su hijo, y Scott parecía buen chico, yo llegué a jugar con él, de haber sabido...

—¿Sabido qué?

—Sus ojos eran azules cuando despertó.

—¿Y? –Alec insistió. Sus ojos eran azules y aquí estaba, aunque los tuviera que ocultar. Él no estaba enfermo de nada, de hecho era muy sano.

—El Gen H, Alec –Jace susurró–, tal vez no ahora, porque era un niño, pero un día crecería y... Ya sabes... –él incluso se ruborizó–, tomaría a algún hombre, lo antinatural, en vez de casarse con alguna chica bonita, serían... Sus deseos serían...eso.

—No entiendo –y aun así Alec sentía su corazón acelerarse con anticipación y miedo.

—Agh, Alec, a veces no sé por qué eres mi amigo. Incluso los niños y los pobres entienden esto, mi nana sabía que era inevitable aunque ahora esté llorando. El Gen H se presenta en los infectados y es visible a través de los iris azules. Ya sabes. La homosexualidad –susurró la palabra como si fuera algo horrible de decir–, hombres que gustan de hombres y mujeres de mujeres.

—¿Y eso qué tiene? –Alec había visto algunas parejas así en la comunidad de Magnus y otras de personas heterosexuales, ahí no llamaban "normal" a lo convencional (hombre y mujer) porque era sólo eso, convención, pero no había parejas normales o anormales. Magnus se lo explicó desde pequeño. Y nada tenía que ver con el color de ojos o cualquier otro aspecto físico. En la SAOIRSE había hombres y mujeres con miradas oscuras, cafés, de miel, verdes, azules, grises, violetas... Y eso no influía para nada. ¿Qué rayos era entonces este supuesto Gen H del que Jace hablaba?

—¿Alec, eres idiota? –los dedos de Jace se hundieron con fuerza en las teclas del piano cuando dejó de tocar y se puso de pie molesto–. ¡El Gen H, esas personas que lo portan, que tienen ojos azules, son homosexuales y eso está mal! Deben morir o irse.

Jace había salido molesto en ese momento y Alec sintió esas últimas palabras como un golpe físico "Morir o irse".

Alec había estrujado la flor entre sus manos mientras corría a su habitación, diciéndose que él ya no era un niño para ponerse a llorar por algo así y querer a Magnus porque se sentía mal, pero no hizo falta porque Magnus lo sintió en su corazón, en su alma y en la flor rota con la que Alec había intentado llamarlo antes.

Magnus se puso de pie en cuanto Alec entró en la habitación. Ambos se miraron sorprendidos, Magnus por la expresión de Alec y Alec por ver a Magnus ahí.

—Me dijiste que mis ojos eran de cielo –Alec dijo y su tono hizo que Magnus se encogiera un poco.

Magnus avanzó hacia él en cuanto se recuperó, queriendo tomar su rostro entre sus manos, ver sus ojos reales, esos hermosos cielos.

—Lo son.

Pero Alec retrocedió, alejándose, hasta chocar contra la puerta, y negó.

—No. Ya no soy un niño, Magnus. ¿Cuánto tiempo me ibas a tener engañado? ¡No soy un ángel, no soy especial, mis ojos no son de cielo! Soy un enfermo, tengo en Gen H, por eso mi papá me golpeó cuando era niño, por eso no me quiere –Alec comenzó a llorar y luego a frotarse los ojos con fuerza para quitarse los lentes de contacto oscuros.

—Alexander, te vas a lastimar... –Magnus se acercó de nuevo, lento, sus manos levantadas, esperando no asustar a su niño.

—¡Mira! –los ojos azules de Alec estaban enrojecidos–. Azul. Y no es de cielo. Es el Gen H. Por eso nunca he encajado aquí, por eso siempre me has pedido ocultarlos, mostrarlos sólo contigo o en la SAOIRSE... Si soy un e-enfermo, si estoy infectado... –él tembló cuando las manos de Magnus lo alcanzaron por fin, el primer sollozo cuando lo aplastó contra su pecho, su corazón acelerado por él–, ¿por qué no me dejas ir a la SAOIRSE contigo?

Magnus sintió su corazón romperse mientras apretaba a Alec contra él. —Tú no estás enfermo, no me importa lo que tu padre, tu amigo o el resto del reino diga. Tus ojos son hermosos, de cielo, mi cielo, y no por algún Gen absurdo, no el Gen H que ellos te harían creer si los vieran. Pero tú mereces libertad, libertad para elegir tu vida, aquí o entre los libertos, es tu elección, pero no ahora, cuando crezcas...

¡Pero ya crecí! ¡Ya no soy un niño! –Alec había luchado contra él, queriendo salir del abrazo.

—No, ya no eres un niño, pero tampoco conoces lo suficiente de ambas opciones, de ambas realidades, para poder elegir. No debes dejarte llevar por mí o por el miedo. Tú no estás infectado, no me importa si el resto lo dice, tus ojos son hermosos y eso no debe dictar donde debes vivir y ser feliz. Debe hacerlo tu corazón, Alexander.»





—Sí estoy infectado –fue lo primero que Alec dijo, sus labios temblando y sus ojos azules llenos de lágrimas.

—¿Qué? –Magnus lo miró sin comprender, su corazón estaba tan acelerado, como el de Alec bajo su mano. Llevó su mano libre al rostro de su niño, limpiando las mejillas húmedas. Asustado y arrepentido de repente, sabía que no debería haber permitido el beso.

—Estoy infectado –repitió Alec, cerrando los ojos y bajando la mirada avergonzado. Magnus le había dicho que no, pero era mentira. Él lo amaba, lo quería, a él, otro hombre–. Sí tengo el Gen H.

—¿De qué hablas? –Magnus quitó la mano de su pecho para pasar el brazo por sus hombros y no dejarlo ir, mientras con la otra tomaba su barbilla y alzaba su rostro–. Mírame. Hace tiempo te dije que...

—¡Mentiste! –Alec gritó, sin abrir los ojos todavía–. Mentiste. Dijiste que no había Gen H, que era la ignorancia de mi mundo, del reino, pero era mentira. ¡Sí hay Gen H, porque yo te quiero a ti, y eres un hombre igual que yo!

Magnus se congeló un momento. Después sonrió con cariño, incluso si Alec no lo veía.Acarició ese bello rostro con ternura, sobre los párpados tirando suavemente. —Por supuesto que me quieres y yo a ti, cariño. Desde siempre.

—¡No! –esos ojos de cielo quedaron a la vista por fin–. Tú no entiendes. Ya no soy un niño, Magnus –Alec hizo un puchero que parecía contradecirlo–. Yo te besé –y sus mejillas se encendieron–, te besé y me gustó y... y... –mordió su labio–, y quiero más. Más besos y más tú. Te quiero a ti, Magnus –nuevas lágrimas cayeron–, quiero que seas...mi príncipe, mi...lo que sea, pero mío. Y no quiero que ese tipo ni ningún otro te toque, no quiero una princesa, tampoco quiero que nadie más que tú me toque. Sólo tú. Así, así, Magnus,así te quiero.

El corazón de Magnus no sabía si detenerse o acelerarse. Esto debería suceder cuando Alec fuera mayor de edad, no ahora, pero ya no había vuelta atrás.

—Eso –Magnus enmarcó su rostro con sus manos, sus pulgares limpiando las lágrimas–, eso no es el Gen H, Alexander –se apresuró a hablar cuando vio que Alec iba a replicar: —Eso es tu corazón, mi niño, reconociendo la canción del mío. ¿Recuerdas? Corazones que cantan igual, corazones predestinados.

Y ahí estaba, por fin, la palabra. Aunque no dicho abiertamente.

—¿También me quieres? –Alec llevó sus manos al pecho de Magnus, sus palmas aplanadas sobre él, sintiendo el corazón que latía como el suyo.

—Siempre te he querido, mi ángel.

Alec negó. —No así. Como yo te...

Magnus tomó una de esas manos y la llevó a sus labios, beso el interior de la muñeca y su corazón y el de Alec se saltaron un latido cuando sus miradas se cruzaron y Magnus lo dijo: —Te quiero. Más y más incluso. Te amo, Alexander, mi...

—Tu niño –Alec sentía nuevas lágrimas y no podía ni quería evitarlo. Estas eran diferentes. Eran de felicidad. Porque Magnus lo quería también.

Y entonces... —¿Entonces somos novios?

Y había tanta luz e ilusión en esos ojos de cielo.






CONTINUARÁ...

Por fin 😭 lo han dicho 💙 ¿Qué les pareció?

Aclaro, obviamente Alec escuchaba del Gen H (era imposible que nunca lo hubiera escuchado), pero no sólo era un tema evitado por los Lightwood, obviamente los "Perfectos" intentan no hablarlo si no es necesario, si no hay "infectados", por eso Alec nunca le dio importancia como para averiguar al respecto, hasta que Jace se lo explicó.

En este capítulo, hubo varias ideas absurdas por parte de Robert (su pensamiento) y Jace, saben que obviamente no comparto estos pensamientos, no se confundan 🙈 

En algún momento, alguien comentó que yo apoyaba la idea de que la homosexualidad es una enfermedad. NO ES ASÍ, de hecho, en algunos capítulos anteriores se comentó también que claramente en la SAOIRSE –que son más inteligentes 💁– no le toman importancia al color de los ojos, aceptan a los rechazados en el FOIRFE, pero no por eso piensan que estén obligados a querer a alguien que su mismo sexo. Para los libertos, los "Perfectos" cometieron un error, el cambio –tal vez una mera casualidad– del color de ojos de la primera Lightwood "infectada" fue sólo un pretexto para tratar de explicar lo que para ellos estaba mal. Lo siento si en algún momento de la historia se vio como que yo apoyaba esta idea de la homosexualidad como enfermedad 😞

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