6. Donde siempre debí haber estado
Las calles del barrio al cual se había mudado mi mejor amigo Matt, eran poco transitadas y tranquilas. Mirando a cada rato hacia el mensaje de texto en la pantalla de mi teléfono al mismo tiempo que caminaba, trataba de hallarle sentido a lo que ponía. ¿Dónde demonios había un edificio que parecía el rostro de una anciana gritando, a la derecha de otro con un color como el de la sopa de garbanzos que hacía su mamá y tres cuadras antes de llegar al muro donde estaba pintado un pollo con pinta de heavy metal? Me di por vencido en la tarea imposible así que me detuve a preguntarles a unas chicas que pasaban, en busca de orientación. Para mi sorpresa entendieron la ‟dirección" a la primera y me indicaron por donde tenía que ir.
El lugar estaba lleno de edificios de máximo cuatro pisos y estaba sorprendido de la tranquilidad que se respiraba, a pesar de ser catalogado como parte de los barrios malos que eran los suburbios de la ciudad. Al menos eso pensaba antes de que una pulga loca —con un brote de rabia— me saltara encima y comenzara a golpearme en la cabeza con su zapato. ¿De dónde había salido? Ni la más puta idea. Solo se había materializado de la nada atacándome y acusándome de ladrón; una completa loca. Me sobé la cabeza, aún me dolía con solo recordarlo. Era cosa segura que me había dejado con un chichón que sin dudas me duraría por varios días. Estaba irritado por el hecho de haber tenido que dejárselo pasar, pero se había puesto de suertuda. Me aseguré a mí mismo de nunca olvidar su nombre ni su cara; más le valía que no se volviera a aparecer delante de mí o no iba a ver suerte que la salvara.
Al llegar al apartamento de Matt —después de haberme perdido como cuatro veces más—, tenía hasta los dientes derretidos cuando se dignó a abrirme la puerta. Había un calor de perros, al que ya no estaba acostumbrado tras haber vivido dos años en un país tan frío donde prácticamente no existía el verano.
—¡Owen! ¡Al fin llegaste! Pensé que te habías perdido. —exclamó Matt como recibimiento con su típico estilo afro moderno que no había cambiado al pasar los años, aunque noté que lo tenía más largo.
—¿Y lo dudas? Con tus indicaciones cualquiera se pierde. —Me adentré en el departamento siguiendo sus pasos.
Todo adentro era un completo desastre, parecía que había pasado alguna especie de tornado por el lugar y vuelto a pasar unas tres veces más. Las latas de cervezas, envoltorios de comida chatarra y la ropa estaban esparcidas por todas partes; hasta un preservativo se hallaba tirado sobre el respaldo de una silla. Para su suerte vivía solo, o su padre ya lo tendría colgado por los pies si se encontraba ese desastre en su sala de estar. Matt era mayor que yo por tres años y sus padres lo habían echado de su casa cuando cumplió la mayoría de edad, con la excusa de que necesitaba independizarse para que pudiera madurar. No sé si funcionó, la verdad.
Al ver el estado en que ‟cuidaba" su propio lugar donde vivía, comencé a cuestionarme mi decisión de haberlo dejado a cargo del cuidado de lo más preciado para mí. Arrugué el entrecejo.
—¿Dónde está mi bebé?
—¡Vamos, hombre! No nos vemos en dos años y ni siquiera me dices un ‟hola, ¿cómo te ha llevado la vida?"
—Hola, ¿cómo te ha llevado la vida? ¿Dónde está mi bebé?
—Me ha llevado bien, gracias por preguntar. —Se dirigió hacia el refrigerador, que expidió un olor extraño en cuanto lo abrió—. ¿Quieres algo de tomar?
—Matt... —pronuncié su nombre entre dientes en modo de advertencia. Quería que me respondiera, y por ningún motivo tomaría nada que saliera de ahí, de ninguna manera.
—Tranquilo hombre, está en la guardería. Solo déjame cambiarme de ropa y vamos a buscarla.
Después de hacerme esperar una hora a que encontrara alguna prenda que no estuviera lo suficiente sucia para poder usar o lo suficiente limpia para guardar para ocasiones especiales, al fin salimos hacia la calle. Estaba ansioso por ir a buscar lo que realmente me importaba.
Cuando nos dirigimos hacia su coche lo miré con una ceja alzada—. No puede ser que esta cosa aun funcione.
Observé la camioneta destartalada que yacía parqueada en el callejón. Mi amigo la había tenido desde que nos conocimos; antes de él había sido de su padre y, quién sabe, tal vez hasta de su tátara abuelo mucho antes. Estaba cubierta de óxido de una punta a la otra excepto en pequeños parches que dejaban ver el color original que había tenido en sus días de gloria. No podía ser legal que ese pedazo de metal oxidado transitara por las calles, pero Matt se aseguraba de mantener en forma lo mínimo e indispensable para que estuviera apto para funcionar dentro de las leyes; yo podría discrepar en eso. Él decía que era una joya, una herencia de familia, pero yo solo veía un montón de chatarra que debía ser enviada inmediatamente a la chatarrería más cercana para su demolición.
—Perfectamente. —Sonrió orgulloso con su respuesta—. Sabes que siempre me encargo de eso. A esta belleza le quedan muchos años por delante. Planeo heredárselo a mi hijo, cuando tenga uno.
Pobre criatura.
Con desconfianza me subí en el asiento del copiloto y juraría que escuche como algo de metal caía al asfalto, solo rezaba porque no fuera alguna pieza de la camioneta. Era arriesgar mi vida en este cacharro o esperar, sabrá cuantas horas, a que apareciera algún autobús. Matt se subió al lado del piloto y arrancó con un ruido fuerte casi dejándome sordo.
—Ben no ha parado de preguntar cuándo regresabas —dijo Matt mientras nos dirigía hacia la carretera—. Hay unos niñatos ricos que están dando problemas y te necesita para que les patees el culo.
—¿Niñatos ricos? —Fruncí el ceño— ¿Desde cuándo se han interesado en las carreras?
—Desde que sus casas de muñecas se han vuelto tan aburridas, supongo. Además, —me lanzó una mirada de reojo— tú también eres rico.
—Sabes que ese dinero no es mío —solté a la defensiva.
Levantó ambas manos en un gesto de rendición —¡dejando suelto el maldito volante!— y asintiendo con la cabeza luego dijo: —Lo que tú digas.
Estuvimos callados el resto del viaje y, una vez llegamos a la guardería, busqué a mi bebé con la mirada hasta dar con ella sonriendo al verla; eliminando cualquier rastro de mi mal humor. Era perfecta, lo único que había extrañado en mi tiempo fuera del país.
—Oh, bebé, cuanto te extrañé. —dije mientras la acariciaba con ternura.
—Vaya hombre, esto es enfermo. —La voz de Matt me distrajo—. Mira que llamar bebé a una moto, y no solo eso, sino tratarla como tal.
Lo miré enojado y este levantó las manos en señal de paz.
—Voy a hacer el papeleo para que te la puedas llevar.
Se dio la vuelta con intenciones de huir. Él sabía que nadie que hubiera, aunque sea, mirado extraño hacia mi moto se había ido con menos que un puñetazo en el centro de su cara, pero para su suerte estaba agradecido con él por haberse hecho cargo de mi bebé y eso lo salvaba. Miré de vuelta a mi moto, era una potente Harley Davidson completamente negra la cual me había acompañado en innumerables carreras ilegales, obviamente saliendo vencedor en cada una de ellas. La inspeccioné buscando que estuviera tal y como la dejé y sin un solo rayón, si no fuera así el mundo iba a arder. Estaba ansioso por montarla, sentir el viento en mi cara y como la adrenalina me consumía por las altas velocidades, pero la voz de Matt me detuvo mostrándome que aún no se había largado.
—Ah, cierto, se me olvidaba. —Cuando lancé mis ojos hacia él tenía una sonrisa de culpa en la cara—. Mari está trabajando aquí durante las vacaciones.
Como si la hubieran invocado desde el mismísimo infierno escuché su chillido detrás de mí.
—¡Owen!
—No puede ser —susurré desganado viendo como Matt desaparecía como todo un cobarde.
—Oh, por dios. ¡Regresaste!
Por más que intenté no pude esquivarla y terminó enganchada con sus brazos colgada de mi cuello. Maribel, o Mari, como casi todos la llamábamos, era la hija de Ben y desde que la conocí había estado volando alrededor de mí como una molesta polilla. Su misión de vida era espantar a cualquier chica que se atreviera a acercárseme en cada carrera y despotricar por todo lo alto que estábamos enamorados y que nos casaríamos en cuanto tuviéramos edad, como si eso algún día fuera a pasar.
—Te extrañé mucho. Casi me muero sin ti aquí. —Me plantó un beso en la mejilla, solo porque volteé la cara justo a tiempo para que no lo hiciera en mis labios.
—Qué hay, hermanita. —la saludé con una sonrisa forzada.
Toda su cara se arrugó en una mueca casi cómica por la forma en que la llamé. Sabía que odiaba cuando le decía así y precisamente por eso lo hice, le estaba recordando que eso era lo único que sería ella para mí: una hermana pequeña.
—Ya no soy una niña y tú tampoco.
—No, nunca he sido una niña. —le respondí para molestarla.
—¡Ay! Sabes a lo que me refiero. Los dos ya estamos lo suficiente grandes para que dejes de tratarme como una y empieces a verme como una mujer. —Casi dejo escapar la risa en un resoplido, pero lo aguanté, tampoco era tan cabrón como para reírme en su cara y la verdad es que sí había crecido, en todos los lugares correctos, pero yo no era capaz de mirarla de la manera en la que ella quería—. ¿Que no te das cuenta de que estamos hechos el uno para el otro?
—Sabes que solo puedo verte como a una hermana. —Me dolía un poco lastimarla, pero la única manera de que entendiera era si se lo dejaba bien claro cada vez que tuviera oportunidad.
—No. —Sus ojos se humedecieron un poco—. No nos hemos visto en dos años, ya no me conoces como antes. He cambiado y te lo voy a demostrar. Voy a convencerte de...
—¡Maribel Liz Martin Russo! ¿Se puede saber qué haces mariposeando? Trae tu trasero aquí señorita y sigue trabajando o le diré a tu padre que andas de vaga por ahí. Recuerda que le tuviste que rogar para que te dejara trabajar aquí en las vacaciones. —La esposa de Ben gritó a todos los vientos sobresaltando a cada persona que había presente. Luego me vio y su tono cambió a uno dulce—. Oh, Owen, querido, me alegro mucho de que estés de vuelta. Hoy ven a cenar con nosotros, no acepto un no como respuesta. Te prepararé una sabrosa cena de bienvenida. Sí, Carlos, tú también estás invitado, deja de mirarme con esa cara de carnero degollado. —Dirigió lo último hacia una zona de oficina que estaba a su costado.
—No hemos terminado. —Me advirtió Mari con la cara toda roja antes de irse dando pisotones hacia donde su madre la había llamado.
Suspiré agotado y no esperé a que Matt regresara. Me coloqué el casco y volví a sentir el cuero firme del asiento entre mis muslos. Escuché con satisfacción el rugido del motor mientras aceleraba, dejando atrás el cartel del garaje con grandes letras en rojo neón: La Guardería.
—¡Le avisaré a Ben que estas de vuelta! —logré escuchar que gritaba Matt antes de perderme por la carretera.
Como había extrañado ese sentimiento de libertad que me inundaba cuando la velocidad llenaba todos mis sentidos haciéndome sentir más vivo que nunca. Escuchar el sonido del motor me provocaba una inmensa paz y sentir como el viento me envolvía me hacía creer que podía volar. Ya no sentía el calor abrazador, el viento se había encargado de sustituirlo por una sensación fresca y reconfortante. La adrenalina me llenaba sin dejar espacio a los problemas que ahogaban mi mente. Ese era mi lugar —donde siempre debí haber estado—, sobre esa moto a la cual le había confiado mi vida en más de una ocasión; y no a ese internado al que había sido desterrado por estos dos largos años al ser considerado un estorbo para los planes de mi madre y su marido.
Todo rastro de la sonrisa que había mantenido desde que me había colocado el casco se desvaneció completamente, arrugando mi entrecejo en un rostro sombrío. La sensación de felicidad se había ido al demonio por recordar a mí madre: aquella mujer fría como el hielo cuya avaricia era más grande que su instinto maternal. Sabía que no me habría hecho regresar si no fuera por un motivo muy diferente al de una madre extrañando a su hijo, claro que no. Yo solo le servía como una carta más en su juego de poder, carta que ella había decidido que era el momento de usar. Estaba determinado a no formar parte de sus estúpidos planes, pero ya debía de haberme acostumbrado a que las cosas con mi ‟familia" nunca acabaran como yo quería.
Hola 😸💙 ¿Cómo están? Espero que bien.
Y bien. ¿Qué les parece Owen y el resto de los personajes hasta ahora?
Los espero en el proximo capítulo 😉
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