1. Él era más fuerte que yo
En la actualidad
Caminaba a hurtadillas en la oscuridad del pasillo de una escuela, o eso era lo que me parecía por la fila de aulas que se extendían a mi izquierda; cada una con una placa en la que, entre lo que alcanzaba a ver, llevaban escrita la combinación de un número y una letra sobre su respectiva puerta. Adiviné que ya debían ser pasadas las nueve de la noche por la fría luz plateada de la luna llena que se reflejaba desde las ventanas de cristal a mi derecha, sirviéndome como mi única fuente de iluminación. Me detuve frente a la puerta del salón identificado como el 2-A con la intención de entrar cuando una canción —de alguna banda de chicas muy fresas, con voces demasiado agudas y seguramente dañinas para el oído humano— sonó a todo volumen repentinamente, rompiendo el silencio y casi sacándome el corazón por la boca; un poco más y habría terminado pegada al techo del susto que me llevé. Eché a un lado la idea de buscar el nombre de dicha banda para una posible futura demanda por daños físicos y psicológicos por el mini infarto que me habían provocado y me concentré en la tarea más urgente: apagar de una maldita vez el molesto ruido que ya me tenía paranoica. Busqué frenéticamente hasta llegar al bolsillo derecho del fino abrigo que usaba para protegerme de la frialdad de la noche, y de ahí saqué un celular de último modelo —que un poco más grande y no podría agarrarlo con mis manitas talla nomo-de-jardín—, tenía la pantalla encendida anunciando la entrada de un nuevo mensaje de texto. Con una mano en el pecho y el eco de mi corazón aun martillándome en los oídos abrí el mensaje con curiosidad.
De: Jake♡
Nos vemos en la azotea del edificio de segundo año.
Tengo una sorpresa para ti.
Junto al nombre estaba la foto de perfil de un chico rubio con un corte de cabello moderno, corto a los lados y más largo en la parte superior, pulcramente peinado y con unos ojos hermosos color miel que hipnotizaban. Hasta parecía sacado de una de las revistas que llevaban de contrabando las chicas de mi escuela y se la pasaban mirando embobadas a escondidas de los profesores —y que yo veía de reojo—; demasiado guapo para ser real. De repente sentí calor en el ambiente y después me di cuenta que no era el ambiente, sino yo, más bien mis mejillas y orejas. ¿Acaso me estaba sonrojando? Mi corazón comenzó a latir muy fuerte y de manera acelerada, cosa que ya no tenía nada que ver con el susto de hacía un momento. Tal parecía que acabara de ver al amor de mi vida. Ni que hubiera visto una súper pizza tamaño familiar con triple ración de queso derretido, de esas que cuando la muerdes el queso se estira y se estir...
—¿Me tiene una sorpresa? —Mis labios se movieron para pronunciar la pregunta interrumpiendo mi deliciosa ilusión y percibí como se curveaban hacia arriba en una sonrisa tonta.
«Espera... ¿Qué? ¿Eso lo dije yo?» pensé confundida en tanto los engranajes de mi cerebro se activaban y comenzaban a trabajar a toda máquina tratando de encontrar una explicación.
Era más que obvio que yo lo había dicho, esas palabras salieron de mi propia boca, pero no tuve la intención de decirlas, ni siquiera las había pensado y, además, mi voz sonaba algo diferente. Me empezaba a percatar de que en todo ese tiempo no había estado controlando mi cuerpo, como si no fuera dueña de mis propias acciones, como si estuviera encerrada dentro de un títere manejado por alguien más. Era como si mi mente hubiera estado cubierta por una neblina que comenzaba a disiparse permitiendo así que reparase en la realidad. No sabía dónde estaba y nunca había visto ese lugar en mi vida, ni mucho menos sabía quién era ese Jake. No entendía nada, algo muy raro estaba pasándome y solo tenía una cosa clara: fuera lo que fuera no me gustaba nada.
Con mi mano muy ajena a mis pensamientos ‟saqué" del otro bolsillo del abrigo un pequeño espejo circular con pequeñitas flores rosadas que adornaban el marco —súper cursi, si me preguntan—. Al hacerlo, me fijé que en mi muñeca llevaba un brazalete plateado con detalles dorados que tenía grabadas las letras J y A entrelazadas a un corazón creando un diseño único. Nunca lo había visto, como muchas de las cosas que estaba viendo en ese momento.
Observé mi reflejo con la ayuda del celular para poder iluminar mi rostro. Aprecié mis grandes ojos verdes y mi cabello largo y castaño claro perfectamente peinado con ondas suaves enmarcando mi rostro. Ni en mis mejores días mis pelos enmarañados se verían con tanto estilo. Esa era mi cara, pero llevaba... ¿maquillaje?
Tras arreglarme un poco el cabello, como si no lo tuviese lo bastante arreglado ya, guardé el espejo y me dirigí a las escaleras que daban a la azotea. Traté de ordenarle a mis piernas que se detuvieran, pero siguieron andando como si tuvieran vida propia. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría acudir al encuentro de un completo extraño, en una azotea de una escuela vacía y en una noche perfecta para filmar una película de terror? Pues a mí no, pero al parecer a mi cuerpo sí, que seguía moviéndose a su merced.
—¿Por qué entre todos los lugares tuvo que elegir uno tan oscuro? —susurré con los ojos bien abiertos mirando hacia todas partes.
«Eso mismo me pregunto yo. Ah no, si fui yo quien lo preguntó. ¿O no?» Mis pensamientos estaban hechos un lío.
Comencé a pensar en todas las posibles explicaciones imaginándome que había cogido una gripe fuerte de las de todo incluido, con una fiebre lo suficiente alta como para hacerme delirar, porque estaba claro que eso era lo que me estaba pasando, estaba delirando. Fue la única conclusión razonable a la que pude llegar. Era eso o ya estaba loca, y no había que pensarlo mucho para saber que prefería la primera opción.
Justo cuando estaba llegando a la cima de la escalera alumbrando con la linterna de ‟mi" celular, al aludido se le ocurrió la brillante y oportuna idea de quedarse sin batería dejándome así envuelta en una abrasante oscuridad.
—Mierda.
«¡Al fin algo que sí quiero decir!» grité en mis adentros.
Subí los últimos peldaños que me faltaban para llegar al final de la escalera, lo que me resultó condenadamente difícil ya que mis piernas temblorosas no cooperaban. No recordaba tenerle tanto miedo a la oscuridad, pero en ese momento era el menor de mis problemas. Al llegar a la puerta tanteé con las manos hasta dar con la fría manija de metal y abrirla, dejando atrás la completa negrura con un suspiro de alivio para dar paso a la azotea bañada por la luz de la luna. Avancé hacia el exterior alejándome de la oscuridad que parecía querer atraparme, busqué con la mirada, supongo que a ese tal Jake♡, pero no vi a nadie. Salté al escuchar el atronador sonido de la puerta al cerrarse de golpe haciendo que me girara en un movimiento instintivo para evitar darle la espalda al peligro. Tenía el corazón en la garganta por el susto y podía escuchar mis propios latidos bombeando en mis oídos.
Junto a la puerta divisé la silueta de lo que parecía un chico por su complexión corporal. Era alto y llevaba puesta una sudadera negra con capucha y una gorra de béisbol igual de negra que me dificultaba poderle ver el rostro. Suspiré con alivio cuando vi que en su muñeca se asomaba un brazalete idéntico al que yo llevaba. ¿En serio? ¿Quién suspiraría de alivio al ‟reconocer" a un completo extraño en la soledad de una azotea?
—¡Oh Jake, eres tú!, casi me matas del susto.
«Ah bueno. Un gusto conocerte al fin Jake, ahora por favor quítate esa capucha que pareces alguien sospechoso». Además de que no me dejaba comprobar si era tan guapo en persona como en la foto. Que desperdicio de oportunidad.
—Bueno, aquí me tienes. ¿Cuál es mi sorpresa? —curioseé batiendo mis pestañas y girándome para darle la espalda jugueteando con las puntas de mi pelo de forma coqueta.
«Ay por dios» Rodé los ojos mentalmente.
Pero no respondió.
Percibí cuando se colocó detrás de mí, noté cuando me abrazó por la cintura y experimenté la sensación de mi espalda moldeándose contra su pecho. Las pocas alarmas que aún se mantenían dormidas se activaron en cuanto lo sentí aspirar el aroma de mi cabello soltando un jadeo de satisfacción, como si fuera el olor más embriagador del universo. Tal cual haría un pervertido.
—¿Qué estás haciendo Jake? —pregunté con cierto tono de picardía—. Estas muy raro hoy, nunca has sido del tipo romántico.
Algo pareció molestarlo porque sus músculos se tensaron. Intensificó su agarre apretándome el abdomen con sus brazos hasta el punto que dolía.
—¡Eh! ¿Qué haces? Me estas lastimando. —El tono de mi casi voz cambió por completo a uno que denotaba molestia, pero él siguió sin mediar palabras, como hasta ahora.
«¿Este tipo es mudo o qué?»
En cambio, su mano derecha viajó hacia mi muslo desnudo —ya que llevaba puesta una falda que parecía de uniforme— tocándome con un deseo violento y dando pequeños, pero dolorosos, apretones que sin duda dejarían marcas. Su otra mano se dirigió hacia mi pecho con la misma intensidad, mientras sus labios dejaban besos húmedos en mi cuello. Su lengua recorrió la piel sensible haciendo que los pelitos de mi nuca se levantasen en respuesta a la sensación horrible que me provocó. Si esto no paraba ya, terminaría por devolver todo el contenido de mi estómago, pero en vez de parar todo fue de mal a peor. Una de sus manos rodeó mi cuello en un agarre posesivo con tanta fuerza que me costaba llevar el aire a mis pulmones, pero su objetivo no era asfixiarme —por suerte—, sino mantenerme quieta en el lugar cuando había empezado a forcejear.
Me recordé nunca más dormir con la ventana abierta, aunque fuera verano, no quería tener que volver a padecer de delirios por la fiebre en mi vida. Porque esa era la causa por lo que estaba experimentando estos sucesos ¿no?, de otra manera todo lo que me estaba sucediendo sería real y me negaba a creer en esa posibilidad.
Era imposible que fuera real.
La mano que antes pellizcaba mi muslo me trajo de vuelta a la no realidad cuando comenzó a trazar una trayectoria ascendente rozando mi piel por debajo de mi saya hasta la zona entre mis piernas, pero al ver que yo seguía removiéndome con más ímpetu tratando de que me soltara, abandonó su maniobra para agarrarme el cabello con fuerza en su puño jalando mi cabeza hacia atrás con brusquedad.
—¡Ay! ¿Qué te pasa? ¡Suéltame! —forcejeé tratando de zafarme de su agarre sin éxito—. ¡Qué me sueltes te dije! —Gritando esto último le propiné un pisotón en la punta de su pie con el tacón de mi zapato alto, que ni idea de cómo había podido caminar con ellos hasta ese instante, pero no era ni el momento ni el lugar para esos pensamientos. Gracias al arma mortal de doble filo que llevaba en los pies logré hacer que me soltara y lo empujé lo más lejos de mí que pude.
—Ya basta Jake, me estas asustando. —Le dije con voz temblorosa y un tanto ronca por el agarre que aun podía sentir en mi garganta, aunque ya no estaba; posicionando mis manos al frente con la ilusión de proporcionarme algo de defensa, como si eso pudiera evitar que se acercara a mí. Claro que no funcionó. Si hubiera tenido el pleno control de mi cuerpo ya me habría echado a correr de tal manera que ni Flash me habría alcanzado, pero mi cuerpo se empeñaba en desobedecer mis órdenes como si aún confiara en que mi acompañante no representaba un peligro para mí, cuando hacía un momento había quedado claro lo contrario.
La impotencia me consumía como el fuego por dentro y las puntas de mis dedos ardían creando pequeños puntos de dolor por toda mi piel cuando intentaba contralar mi cuerpo, pero no podía hacer nada. Tenía ganas de llorar, pero ni siquiera lograba que salieran las lágrimas.
Empecé a caminar de espaldas dando pequeños tropezones para intentar alejarme de él, pero cada paso que daba más lejos él lo avanzaba acortando la distancia que yo intentaba mantener. Mi intento fue frenado cuando sentí el impacto de mi espalda contra la baranda que limitaba el borde de la azotea. Tenía mucho miedo, ¡¿qué miedo?!, esa palabra se quedaba corta en comparación a lo que estaba sintiendo.
Estaba aterrada.
Me agarré con fuerza de la baranda que quedaba justo a la altura de mi cintura pegada a mi espalda baja en un intento de evitar desplomarme en el lugar, ya no podía confiar en mis piernas temblorosas para mantenerme en pie; no podía confiar en ninguna parte de mi cuerpo en absoluto. Se acercó más a mí hasta el punto que pude sentir su aliento cerca de mi rostro, estremeciéndome. No podía parar de temblar y mis pensamientos se nublaban cada vez más.
Observé entre la sombra de su rostro un movimiento en sus labios, como si me estuviera diciendo algo, pero el sonido no lograba llegar a mis oídos; no porque hubiera hablado muy bajo ni nada por el estilo, sino porque sentía como si mis oídos estuvieran tupidos, como si hubiera una barrera invisible que impidiera que el sonido de su voz pudiera pasar.
—Tu no... —Mis labios no pudieron terminar la frase cuando me interrumpió.
Se abalanzó sobre mí tratando de volver a aprisionarme entre sus brazos, pero esta vez luché con todas mis fuerzas para evitarlo agitando mis manos en el aire hacia él y gritando como una desquiciada pidiendo ayuda, pero no había nadie para ayudarme. Le impedí que me atrapara agarrando sus muñecas fuertemente entrando en una pelea empujando sus brazos lejos de mi cuerpo. Sabía que si me agarraba no tendría escapatoria.
Pero él era más fuerte que yo.
Por supuesto que lo era.
Me empujó con tal fuerza que salí despedida hacia atrás girando mi cuerpo con la baranda actuando como eje central, pero no sin antes arrebatarle su manilla llevándola conmigo antes de caer impulsada por la fuerza de gravedad. Sentí el viento revolver mi cabello hacia adelante en una caída lenta que parecía nunca terminar.
No vi la película de mi vida pasar por delante de mis ojos como dicen que pasa en los últimos momentos antes de morir. Lo único que vi, y de lo que mis ojos no se apartaron en todo el descenso, fue la figura de ese chico que se hacía cada vez más pequeña a lo lejos hasta que fui consumida por la más espesa oscuridad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro