Prólogo
1 de Septiembre de 2009
Las pequeñas gemelas se encontraban jugando con un par de muñecas. Ellas siempre fantaseaban que estas salían a viajar por todo el mundo. Entre ellas se llevaban muy bien, siempre se apoyaban, cuando hacían travesuras y las descubrían, ambas se hechaban la culpa aunque la otra no lo haya cometido. Así eran las pequeñas Elisa y Arleth.
—Ahora hay que viajar a Australia —dijo con voz melosa Elisa.
—No mejor a Dubai —agregó Arleth.
Elisa hizo una gran mueca de desagrado, negó con la cabeza agregando un pequeño gruñido, en cambio, Arleth solo suspiró cruzándose de brazos.
—Arleth, cariño, la madre directora necesita hablar contigo —entró una de las madres religiosas, Annie, a la habitación de Arleth.
Ella asintió suspirando, recogió sus muñecas del suelo dejándolas encima de su cama.
Arleth miró a Elisa, ella se encogió de hombros.
Ambas gemelas comenzaron a caminar, hacia la dirección, Arleth por delante y Elisa pisándole los talones.
Ella como toda niña educada toco una par de veces a la puerta, esperando la señal de la madre directora.
—Adelante —se escuchó en el fondo de la habitación, una voz suave, cansada y de bastantes años.
Arleth giró el pomo, adentrándose al cálido cuarto, Elisa también se escurrió, cerrando al final la puerta.
—Arleth siéntate —la madre suspiró. Ella ya era una señora grande de edad, casi llegaba a sus 60 años. Su cabello era canoso con algunos toques de pelirrojo, aún podían verse algunas pecas, pero su rostro tenía arrugas por doquier —.Tengo una agradable sorpresa para ti.
Arleth le brillaron los ojos, giró hacia su hermana que estaba sentada aún lado suyo, sonriéndole.
—¿Alguien quizo adoptarme? —Arleth murmuró con alegría, al fin su sueño se ha echo realidad, tener una madre y un padre.
—Por supuesto pequeña, son la familia Wright, ellos al verte han quedado maravillados de ti.
Elisa sonrío ante las palabras de la madre. Mientras su hermana, daba pequeños aplausos de felicidad. Pero de pronto, su felicidad fue remplazada por un rostro de tristeza y un ceño fruncido.
—¿Y que hay de Elisa?, ¿Me van a separar de ella? —Arleth abrazó a su hermana por lo hombros, preocupada por ya no verla con ella.
La madre frunció el ceño, miró hacia la silla, donde estaba Elisa, se dio masajes en las sienes. Cerró un poco los ojos, suspirando y pensando en su decisión.
—Madre...—la llamó Arleth. Ella abrió los ojos, mirando hacia los ojos verdes de la niña, estos lucían melancólicos.
—Elisa también a sido adoptada, por esa misma familia, no van a ser separadas —Arleth se levantó abrazando a la madre, llorando en su hombro, al fin va a tener una familia, su familia.
—Gracias —murmuró sollozando.
—Será mejor que recojas tus cosas, Elisa, tú también —Annie besó la sien de la niña que estaba en sus brazos —.Te extrañare Arleth, se una buena niña.
Ella asintió, se separó, miró a su hermana y ambas salieron de la oficina para empacar sus pertenencias.
Arleth no era una niña normal.
Ella tenía un problema y ese era Elisa.
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