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¡Hey, hola! ¿Cómo están? Espero aún me recuerden :'v
Si, ha pasado demasiado tiempo, en verdad lo siento, pero es que la escuela me consume viva :'v aún estoy en semana de finales, pero me tomé un respiro para poder escribir un cap. Otro punto porque no escribía, es que no tenía ideas muy claras, era un remolino en mi cabeza, pero ya arreglé todo, espero.
Otra cosa que me han preguntado, es que si voy a cancelar la historia y la respuesta es NO, adoro escribirla y que ustedes la lean así que, habrá actualizaciones lentas, pero seguiré escribiéndola con gusto :) además apenas estamos por entrar al drama. So...
Sin más, espero les guste el cap nos leemos pronto.
—Jocelyn 🤣✌🏻
Arleth salió corriendo por los pasillos con prisa, claro, tenía diez minutos de retraso en la clase de Biología y lo peor era que la señorita Megan no era muy paciente que se diga, odiaba la impuntualidad, por lo que cuando llegabas tarde te mandaba por un citatorio a orientación y la pequeña no quería desperdiciar toda una hora escuchando a la consejera.
Jadeaba un poco debido a los útiles un poco pesados que cargaba entre sus manos, pero de pronto su trasero dolió cuando impactó contra el suelo, sus libros se esparcieron por el piso al igual que algunos bolígrafos.
—Demonios, lo siento, pequeña —la voz de Damián provocó que rápidamente ella levantara su cabeza, después le regaló una pequeña sonrisa —.Te ayudo —Damián ofreció su mano a lo que Arleth aceptó gustosa, después el se agachó a recoger sus libros y bolígrafos.
—Gracias —ella susurró, tomó sus útiles dispuesta a marcharse pero la voz del castaño la interrumpió.
—Eres... ¿Elisa? —él preguntó, la pequeña negó con la cabeza —.Arleth —afirmó para después dirigir su vista hacia su libro —.¿Te gusta la biología?
—La verdad no, soy malísima para esa materia —ella rió un poco, Damián por su parte, sonrió como el gato de Cheshire.
Arleth captó la frase que él traía impresa en su camisa color vino, para después soltar una carcajada.
"Toda persona tiene derecho a ser estúpida, pero muchas abusan del privilegio".
—Tu camisa —con su dedo índice señaló la frase —.Me gusta.
—Gracias, adoro el sarcasmo —dijo —.A lo de Biología, yo soy bueno en esa materia, si quieres puedo ayudarte.
—Sí —Arleth miró sus ojos grises perdiéndose unos segundos en ellos. «Rayos, ese chico sí que era guapo», pensó —.Digo, claro, me parece bien.
—Entonces...—Damián soltó el aire retenido en sus pulmones —.¿Mañana estaría bien en mi casa?
—¿Mañana? —Arleth preguntó con una pequeña mueca en su rostro, el castaño asintió —.No lo sé, necesito pedirle permiso a mi mamá.
—Entonces, si quieres en tu casa para que no tengas problemas con tu mamá.
—Sí, ¿te aviso mañana? —preguntó Arleth, pero Damián negó, ella agacho su cabeza apenada.
—Te doy mi número —la niña asintió, le quitó la tapa a su bolígrafo, el joven le dictó los números de su celular y ella los anotó en una esquina de su cuaderno —.Si te dan permiso, llámame, estaré esperando —Damián le regaló una de sus tantas sonrisas que embelese a cualquiera, para después dar media vuelta y caminar hacia la cafetería.
Arleth salió de su trance, recordó que tenía clase y su corazón comenzó a bombear de los nervios, quería saltarse esa clase, pero ya había perdido toda la mañana con la broma pesada de las perras falderas de Mackenzie y no deseaba tener más faltas. Cuando llegó al salón correspondiente rezó para que la maestra no la regañara, se checó en la hora que marcaba su celular, y rayos, llevaba más de veinte minutos de retraso.
«Tonto Damián y su sonrisa perfecta, estúpidas hormonas alborotadas de adolescente», se regañó mentalmente.
Tocó dos veces la puerta, pero esta se abrió un poco, Arleth miró discretamente dentro del salón, agradeció mentalmente por ver a sus compañeros platicando, riendo y algunos aventándose aviones de papel y pedazos de borrador. La castaña abrió la puerta rápidamente, se adentró y volvió a cerrarla, caminó sigilosamente entre sus compañeros para tomar asiento a un lado de su mejor amiga.
—¿Y la señorita Megan? —Arleth le preguntó a la pelirroja.
—Tienes suerte, la maestra no asistió por que se lesionó ayer, probablemente regrese hasta la próxima semana —Clarissa le sonrió alegre, después tomó su hoja y se la enseñó a su amiga —.¿Que tal me quedó?
Era un hermoso dibujo a blanco y negro, era un pajarito bebe aún en su nido arriba de un árbol.
—Te quedo hermoso —Arleth dio pequeños aplausos alegre, le encantaba como dibujaba su amiga, era tan espontánea.
***
El toque de salida retumbó entre las paredes del instituto indicándoles a los alumnos que el día había terminado, Clarissa suspiró cansada, pues sí, la última clase que habían tenido era matemáticas y las ecuaciones no eran sencillas, terminó de guardar sus cosas en su mochila.
—Hey, ¿vienes? —Arleth levantó su cabeza de su cuaderno aún le faltaba anotar dos ejercicios más.
—No, aún no he terminado, además, tengo que esperar a Elisa —Clarissa asintió.
—Entonces nos vemos mañana.
Ambas niñas se despidieron, Clarissa decidió tomar el autobús que caminar, estaba muy cansada como para andar en pie, así que se detuvo un momento para contar su dinero, pero se dio cuenta que el dinero no le alcanzaba, recordó que Arleth traía un poco de dinero, solo esperaba que no lo vaya a necesitar, así que Clarissa decidió regresar al aula.
—Hermanita —canturreó Elisa entrando al salón, la abrazó por los hombros solo un poco, pero rápidamente se alejó de ella, pues Elisa odiaba los abrazos.
—Hola, ya terminé, solo necesito pasar por mi mochila y podemos irnos —.Arleth sonrió —.¿Crees que ya haya llegado Charlotte?
Clarissa se detuvo de pronto al escuchar la voz de Arleth, se asomó un poco solo para poder confirmar sus sospechas, casi se va de espaldas al ver a Arleth riendo sola y platicando al aire.
—No tengo idea, pero espero que venga papá por nosotras —Elisa gruñó al recordar el castigo que le dio su madre.
Arleth negó con la cabeza, dio media vuelta sobre saltándose por la repentina aparición de su amiga.
—Clary, pensé que ya te habías ido —la nombrada negó con la cabeza. Abrió la boca pero las palabras no salían de ella.
—Yo... —suspiró se armó de valor para poder hablar —.Venia a pedirte unas cuantas monedas, no me alcanza para el bus.
—Oh, claro, mira ella es mi hermana —pero cuando Arleth se giró para presentarla, Elisa ya no estaba, pero si ella nunca la vio salir —.Ella se fue, de nuevo, mira, ten —ella le extendió dos centavos —.Luego me los das.
—Gracias, te veo mañana —sin más, Clarissa salió corriendo del lugar.
Arleth caminó hacia los casilleros, sacó su mochila rápidamente para guardar sus libros que iba a necesitar para hacer su tarea y emprendió camino hacia la salida. Pero Elisa la sobresaltó con su voz.
—¿Ya te había dicho que no me agrada para nada tu amiguita?.
—Si, pero ella es mi mejor amiga, además, tú no la conoces, no deberías juzgarla —Arleth la defendió, Elisa se quedó en silencio
—Bien sabes que no me agradan las personas —ella se defendió y su gemela solo negó con la cabeza.
—.Sabes, no deberías de ser tan dura con mamá —Arleth habló por lo bajo recordando su plática de hace unos momentos, temiendo que su hermana se enojara más con ella.
—No la soporto, me estresa escucharla —Elisa gruñó algo molesta.
—Sí, pero deberías de ser agradecida y más accesible con ella, recuerda que gracias a mamá ya no estamos en ese orfanato.
—Hubiera preferido ese orfanato que vivir en esa casa —ambas niñas cruzaron la salida, viéndose envueltas por más alumnos esperando a sus padres.
—Elisa...—Arleth ya no pudo terminar la frase, porque algo que se interpuso en su campo de visión la dejó perpleja, era Damián, de pie, cerca de un árbol y no estaba solo.
Una hermosa chica de cabellos oscuros con mechas californianas se colgó de su espalda riendo, después se acercó a su mejilla a repartirle varios besos, Damián reía, la tomó de los brazos incitándola a que bajara de su espalda, ella lo hizo y él la abrazó enterrando su rostro en su cuello.
—Arleth...—Elisa no pudo terminar su frase al dirigir su vista hacia el punto fijo que veía su gemela, pero ella no quedó perpleja, sino molesta, demasiado molesta.
—Yo...—la pequeña quiso hablar pero su hermana la interrumpió con voz firme.
—No te enamores Arleth.
Y Dalila desde un rincón solo veía la escena divertida.
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