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¡Hey, hola! ¿Cómo están?

Lamento mucho la tardanza 😭 se qué tal vez ni siquiera recuerden la historia (espero que si 😭) no crean que dejaré la historia inconclusa, por supuesto que no, tal vez me tardo un poco-demasiado en actualizar pero aún así terminaré la historia.

Pero antes quiero agradecerles por todo su apoyo que le han brindado a la historia, ¡muchas gracias! y también por aquellas personas que a pesar que tardo una eternidad en actualizar siguen aquí ansiosos por una actualización más.

Sin más. Disfruten de la lectura :D

Son los mejores lectores del mundo ❤️





24hrs antes del encuentro.





Esa mañana no fue muy distinta a las otras anteriores, a excepción porque de pronto Arleth se vio de pie en la entrada de su casa, con un tazón entre las manos, parpadeó perpleja pues no recordaba nada después de haberse cepillado los dientes, bajó un poco la vista y vio sus calcetas blancas manchadas de lodo y sus zapatos raspados, miró hacia su lado izquierdo captando el televisor encendido, derramó una lágrima cuando vio la foto de Taissa y en el pie de la misma decía que llevaba dos meses de su desaparición, en la foto se veía bastante feliz, llevaba una coleta de lado y un sombrero en color negro adornando su cabeza, volvió a mirar el tazón, sus ojos se agrandaron cuando vio restos de comida en él.

—Dios, Arleth, ¿qué haces parada ahí? —su madre bajaba las escaleras junto con un cesto de ropa sucia que cargaba con una mano y lo apoyaba en su cintura —¿Y por qué traes un tazón?

—No...lo sé —murmuró, quería llorar, parpadeó un par de veces intentando hacer memoria, pero su cabeza dolió y decidió tranquilizarse.

—¿Cómo que no lo sabes? —su madre se detuvo en seco, inspeccionándola —¿Tuviste otro episodio?

Ella asintió con la cabeza, no, eso no podía ser posible, Charlotte sabía identificar muy bien cuando su pequeña hija sufría de uno, sabia cuando Elisa tomaba el control, pero esta vez había algo distinto, no era Elisa con la que habló esta mañana, tuvo que haber sido otra de las identidades.

—¿No recuerdas nada? —Arleth negó, tragó en seco —.Esta mañana me dijiste que irías al bosque, pero nunca vi cuando llevabas contigo ese tazón.

Arleth quiso gritar cuando se dio cuenta de la situación, respiró profundo, depositó el tazón en una mesita pequeña que se encontraba a su lado derecho, cerca de la ventana que daba al exterior.

—Intentaré recordar —murmuró hostil —.Necesito ir a mi cuarto, me duele la cabeza.

Charlotte asintió brindándole una pequeña sonrisa.

—Si necesitas algo, estaré en el cuarto de lavado —Arleth asintió, pasó por su lado sin dirigirle una mirada, subió las escaleras lo más rápido posible.

Azotó la puerta poniéndole seguro, se dejó caer en el suelo, llorando, sacando todo el miedo y el enojo que traía consigo cargando durante tanto tiempo, abrazó sus piernas, haciéndose un ovillo contra la puerta y lloró aún más cuando escuchó las voces en su cabeza.

—¡Cállense! —vociferó, hasta ella misma se asustó de su propia voz —¡Maldita sea! Solo quiero que termine.

Sorbió su nariz, levantó la cabeza de entre sus piernas cuando escuchó la voz de Elisa.

—¿Qué te ocurre? —Elisa se encontraba a su lado, recargada de igual manera pero en la pared.

—¿Hiciste que secuestrara a Taissa? —Arleth le preguntó con voz gangosa, la observó a los ojos pero su gemela no hizo gesto alguno —¿Tu lo hiciste? Me mentiste, no tenías por qué hacerlo.

—¿De qué estás hablando? —Elisa la penetró con la mirada —Yo nunca secuestré a Taissa.

—Entonces, tú siempre vas al bosque, ¿no? —Elisa asintió —.Y siempre vas a la cabaña abandonada ¿no? —Elisa afirmó con la cabeza.

—¿Pero eso que tiene que ver con Taissa?

—Creo que está en esa cabaña —Arleth se pasó el dorso de su mano limpiándose los ojos —Fui a la cabaña y llevaba conmigo un tazón, yo creo que era para alimentarla, deberías de saberlo.

Elisa esta vez frunció el entrecejo. Pero así como apareció también se esfumó, la cabeza de Arleth comenzó a doler, las voces volvieron a parlotear en su cerebro, sentía que en cualquier momento iba a explotar.


***


Al día siguiente tenía cita con la psicóloga, está vez iba a saber lo que en realidad detonó su trastorno, Marlene se encontraba frente a ella con las gafas sobre el puente de su nariz, la vio suspirar profundamente al observar su cuadernillo, después sus profundos ojos la observaron.

—Arleth, te explicaré esto de la manera más sencilla y delicada posible —Arleth asintió mordiéndose el labio inferior en señal de nerviosismo —¿Recuerdas que me contaste que tu vida en el orfanato era bastante buena? —Arleth asintió —.Bueno, pues tu trastorno se originó ahí.

—¿Cómo? —la castaña frunció el entrecejo sin entender a lo que se refería.

—Escucha, conociste a un chico mientras estabas en ese lugar, al parecer el jugó con tu confianza y tu no sabias con exactitud el peligro que corrías con él, ese chico un día simplemente sobrepasó la línea de la amistad, él abusaba de ti disfrazándolo como si fuera un juego, lo hacía llamar "el juego del doctor" él te obligaba a que fingieras dolor en cualquier parte de tu cuerpo y después te "curaba" de una manera que solo al él solo le gustaba, ¿entiendes a lo que me refiero? —Arleth asintió con la cabeza, pues un día su madre le había dicho que cuando un hombre le tocara en zonas que ella no quería que fueran tocadas se le llamaba abuso y que eso era un delito.

«Cuando tú ya no lo soportaste, creaste a Isabelle creyendo que al ser una personalidad creyente de la iglesia él iba a detenerse, pero simplemente, le llamó más la atención y no se detuvo. Después creaste a Olive con la falsa idea de que al ser ella mayor tendría un poco más de fuerza y podría contra él, pero simplemente empeoró y Olive solo lo incitaba a que más lo hiciera, a ella le gustaba ese juego. Hasta que un día Elisa salió a la luz y todo se detuvo.

—Y las monjas, ¿por qué las monjas nunca hicieron nada? —la ojiverde apretó los puños sobre sus piernas.

—Al parecer ese chico era sobrino de la madre superiora, te amenazó con decirle que nunca te fueran a adoptar, además, esas monjas no eran lo que aparentaban ser, ellas tenían métodos un poco ortodoxos sobre el cuidado de ustedes.

—¿A qué se refiere?

—Ellas al parecer los golpeaban y castigaban severamente cuando desobedecían.

—¿Y donde están ellas? —Arleth la observó duramente, esperaba saber que esas personas ya estaban pagando por todo el daño que tuvo que pasar.

—Ellas ya están pagando sus crímenes y el orfanato lo tuvieron que cerrar, algunos los mandaron a otros orfanatos y otros pocos alcanzaron ser adoptados.

—¿Por qué no puedo recordar nada? —Arleth a este punto ya tenía lagrimas sobre sus mejillas rosadas, se imaginó en aquel tiempo sufriendo y sus ganas por querer hacerle daño a esa persona aparecieron.

—Al parecer Elisa oprimió tus recuerdos, ella solo quiere protegerte, desde un comienzo fue la identidad más fuerte y al parecer ahora quiere tomar el control por completo.

—Eso no es cierto —la castaña se negó.

—Es la verdad, las otras personalidades me lo dijeron, Arleth, todas ellas le temen a Elisa y eso no es para nada bueno.

—Pero ella es mi gemela.

—No Arleth, ella no es tu gemela, nunca lo fue, solo es una personalidad que forma parte de ti.

—Tengo miedo —Arleth sorbió su nariz —Tengo miedo a que ese día llegue, a que Elisa lo controle todo y dañe a mis padres.

—Eso no pasará, porque yo voy a ayudarte.

La siguiente hora la utilizaron para intentar recuperar los recuerdos de Arleth, la psicóloga tuvo que acudir a la hipnosis, una vez cuando fue terminada la sesión, la pequeña niña se soltó a llorar más fuerte, pues ahora recordaba la mayoría de lo que pasó en ese orfanato, no puedo evitar sentir de nuevo aquel temor que la carcomía hasta los huesos.

Se vio así misma gritándole al muchacho, suplicándole que se detuviera, que la lastimaba, pero solo podía escuchar su asquerosa voz una y otra vez diciendo; "jamás voy a detenerme, estás condenada a estar conmigo, éste es tu destino, corazón" y después se vio llorando por las noches, contra su dura almohada abrazando su delgada sábana contra su pecho.

Hasta que apareció Elisa y se vio a sí misma jugando y hablándole a la nada como si esta solo fuera su amiga imaginaría, tiempo después vio como en la mitad de la noche cogía una pala del cuarto de lavado y como cavaba un profundo agujero en el patio del orfanato, después se vio arrojando una bolsa de basura y segundos después como le cortaba la lengua a una de las monjas.

Pero eso último lo omitió.

—Arleth, eso sería todo por ahora —Marlene la observó con una sonrisa forzada en su rostro, le partió el corazón cuando miró a la niña secándose las lágrimas con la manga larga de su vestido, pero la ayudaría a superar su trauma para que al fin pudiera vivir con normalidad, sin miedos y sin preocupaciones —.Te veré dentro de un par de días.

La gemela asintió, se levantó de su asiento estaba dispuesta a dar un paso pero los delgados brazos de la psicóloga rodearon su pequeño y delgado cuerpo en un abrazo reconfortante, frunció el entrecejo ante la repentina acción «no quiero tu lástima»pensó.





12hrs antes del encuentro.

Al día siguiente Arleth se encontraba en su habitación, acostada en el tapete del suelo, miraba con atención los detalles del techo, aquellas pequeñas y delgadas grietas que se encontraban entre sí. Sintió un ligero tirón en su cabeza, incluso se podría decir que sentía como su cerebro se partía en pedazos como si fuera un cristal estrellándose contra el suelo. Sus ojos se inyectaron un poco de sangre, observó a su alrededor, su cabeza dolía demasiado, volvió a cerrar los ojos y gruñó cuando un recuerdo la asaltó.

Caminaba entre la cabaña, con un cuchillo en su mano derecha, golpeteaba el mango de este contra la pared llena de moho, inhaló profundo al detectar el aroma de humedad, esa cabaña había sido abandonada hace aproximadamente cinco años atrás, por lo que algunos muebles de los antiguos dueños se quedaron ahí. Se decía que habitaron una pareja de ancianos que estaba en los últimos años de su vida, se dice que la mujer muró primero por un paro en el corazón y que el señor cayó en una terrible depresión pues su compañera de vida ya no estaba más y sentía que estaba incompleto, tiempo después lo encontró una vecina (cercana a donde vivían las gemelas) acostado en su cama con una foto de su mujer entre sus brazos. Intentaron investigar si tenía familiares cercanos para reclamar la cabaña pero se dieron cuenta que la pareja no pudo tener hijos y desde entonces permaneció sin habitar.

Se miró los pies y se dio cuenta que sus zapatos estaban llenos de lodo, sus huellas se marcaban en el suelo debido a la gran cantidad de polvo, su voz tarareaba una canción de cuna que en algunas ocasiones su madre le llegó a cantar cuando algunas pesadillas aparecían. Soltó una ligera carcajada cuando bajó al sótano y vio a su víctima arrinconada en una esquina con una de las manos esposadas a la pata de la cama.

—Despertaste —la joven le dijo con un tono dulzón.

—Tú —murmuró con lágrimas en los ojos.

—Hola Taissa —le mostró una siniestra sonrisa —.Que comience el juego.

—Arleth, ¿es una broma? ¿Damián te dijo que hicieras esto? —Taissa gimió ante el dolor de su muñeca, pero se asustó cuando vio a la pequeña ojiverde negar lentamente con la cabeza —.¿Por qué haces esto?

—¿Por qué? —se burló, acarició la punta del cuchillo imaginándose como se vería encajado en el cuerpo de su víctima, sin duda se vería muy bonito.

—¿Arleth? Yo no te he hecho nada —sollozó.

—Te fijaste en Damián, y él es sólo mío.

—¿Qué dices?, ¿Arleth?

—Yo no soy Arleth, ella es tan patética que no haría esto —retrocedió un paso señalando su cuerpo —.¿No ves algo distinto?, ya no estoy usando los estúpidos vestidos que ella usa —la penetró con la mirada —.Yo soy Olive y bienvenida a tu propio infierno.



De pronto abrió los ojos, su cabeza palpitaba, se incorporó sentándose en el duro suelo, se sujetó la cabeza con ambas manos en un intento por controlar el dolor, sintió como su cerebro se volvía a romper y lo siguiente que observó fue a ella misma recargada en la pared.

—Ahora ya sabes quien fue —Elisa gruñó.

Escuchó aquella voz en su cabeza susurrándole; «Damián es nuestro, tenía que hacerlo».

—Cállate maldita —gritó sujetándose aún la cabeza, soltó un quejido cuando escuchó su risa.

Después volvió a escuchar otra voz susurrándole con timidez y delicadeza; «La intenté detener, no quería que cometieras algo atroz, pero mordí el fruto prohibido y caí en la tentación, tenía que hacer algo, Damián solo nos pertenece».

—¡Cállate! —Arleth lloriqueó.

Otra voz más apareció; «A mí no me culpes, yo no tuve que ver nada con este par de locas».

—Ahora sabes lo que realmente sucedió en el orfanato —Elisa se acercó a su lado acariciándole los hombros.

—¿Lo mataste? —su hermana tembló al recordar como cubría la bolsa negra con la tierra.

—Se lo merecía, yo solo te protegía —Elisa le sonrió —.Eres mi hermana y siempre voy a cuidar de ti, no permitiré que nadie ni nada nos separe.

—¿Qué haremos con Taissa? —Arleth se retiró las lágrimas de los ojos.

—Déjame tomar el control Arleth y yo me encargaré de ello —Elisa se separó de ella observándola con detenimiento.

Arleth negó con la cabeza, otro dolor la asaltó de pronto.

—No, Elisa, tú eres mala, sólo empeorarás más las cosas —la gemela se incorporó del suelo dispuesta a ir al cuarto de baño para lavarse el rostro. Al escuchar aquello, en cuestión de segundos, el semblante de Elisa cambió a uno sin una pizca de emoción.

—Ingrata malagradecida, yo te salvé en el orfanato —Elisa le gruñó entre dientes, también se incorporó acercándose a su gemela —.¿Sabes?, no quería hacer esto por las malas, pero, no me dejas elección —le mostró una siniestra sonrisa que hasta Arleth sintió helársele la piel, de pronto otro dolor la asaltó y volvió a sentir como su cerebro se partía en pedazos, después la vista se le nubló y ya no volvió a sentir nada.

Elisa sonrió al sentir de nuevo movilidad en ese cuerpo tan conocido para ella, sintió la adrenalina correr por su venas, incrementaron las inmensas ganas de terminar con todo y todos.

Arleth solo había desatado a Elisa y ya no podría hacer nada al respecto.

—Siempre fuiste mi marioneta Arleth —la castaña se limpió las lágrimas del rostro, odiaba cuando su hermana se ponía a llorar como una pequeña bebe, se observó al espejo analizando su vestimenta, llevaba consigo una vestido marino, con decoraciones en dorado, una coleta alta adornaba su cabeza, pero le hacía falta algo a su peinado, así que abrió el cajón del tocador sacando una listón negro, lo amarró a su cabeza.

—Creo que es buen momento de terminar con lo que empecé —y sonrió a su reflejo.

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