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Disfruten el capítulo :3

PD: Espero y les llegue la actualización :'v




Arleth se encontraba callada, sentada en una silla en color rojo de aquella sala de espera, su madre permanecía a su lado sosteniendo una de sus manos en señal de apoyo, y su esposo al lado de su madre, abrazándola por los hombros, la pequeña tenía sus ojos llorosos y las mejillas sonrojadas debido al llanto derramado hace un poco más de media hora.

Hoy era Jueves al medio día, no había asistido al colegio por petición de su madre, además que tenía la cita con la psicóloga, aunque Charlotte permanecía de igual manera en silencio la angustia que sentía por dentro era intensa pues hace un par de horas Arleth había tenido un episodio.

La castaña se había levantado algo extrañada, sentía como si ese cuerpo no era el suyo, observó sus manos y soltó un grito ahogado al observarlas tan delicadas, sintió que algo caía por su espalda, tan suave y largo que llegaba hasta su cintura. Se asustó aún más, así que salió disparada de su cama, corriendo hacia el espejo de su tocador, observándose perpleja.



De nuevo



–Joder, creí que ya no era parte de esto –gruñó entre dientes, tomó el borde de su pijama jalándola con frustración.

Se acarició la cara con delicadeza, desde sus pómulos, su nariz, su mentón y sus labios.

–wow, estoy cambiando mucho –se observó con detenimiento, rodó los ojos al ver su cabello algo largo –.Iugh, como detesto mi cuerpo, pero eso lo arreglaremos.

Abrió los cajones en busca de unas tijeras, bufó cuando no encontró ningunas, así que fue corriendo hacia su estuche de colores buscando sus tijeras escolares. Sonrió triunfante cuando las encontró.

Se acercó al espejo, tomó un mechón castaño, acercó el filo a la altura por debajo de sus orejas, iba a cortarlo pero la puerta fue abierta estrepitosamente, Charlotte jadeó al ver lo que su pequeña hija estaba a punto de hacer, a grandes zancadas se acercó a ella, arrebatándole las tijeras de su mano.

–Arleth, ¿Qué rayos haces? –Charlotte la tomó por los hombros, esta por reacción frunció el entrecejo, se zafó de su agarre con fuerza alejándose un par de pasos de ella.

–¿Qué no es obvio? –sé burló –.Yo no soy una mujer y mi nombre no es Arleth.

–¿Quién eres? –Charlotte se mordió el labio inferior claramente nerviosa.

–Soy Ulises, deberías de saber mi nombre, ¡soy tu hijo! –exclamó claramente enojada –.Y bien sabes que odio este cuerpo.

–Yo no... yo no sabía –su madre titubeó

–Ah claro –suspiró como si hubiera recordado algo –.Las mojas lo sabían y me amarraban a la cama.

–¿Qué fue lo que dijiste? –Chalotte la tomó por los brazos, arrodillándose para quedar a su altura.

–No lo sabías –Ulises se burló.

–¿Qué cosa? –su madre la escrutó con la mirada claramente asustada, y ya no por su actitud sino por lo que decía.

–Ese lugar era un infierno, esas monjas no eran lo que decían ser.

–¿Qué te hicieron?

–Ellas me...ellas me –pero no pudo terminar la oración debido a que cayó desmayada entre los brazos de la mujer.

–¡Ay Dios mío! –la sostuvo fuerte para evitar que su cabeza cayera y golpeara contra el suelo estaba a punto de gritar el nombre de su esposo, pero la ojiverde abrió sus ojos lentamente.

–¿Qué sucedió? –Arleth se reincorporó lentamente, parpadeó varias veces acostumbrándose a la luz.

–Tuviste otro episodio –Charlotte le acarició la mejilla tranquilizándola.

–¿Quién fue esta vez?, ¿Elisa, Olive? –Arleth observó a su alrededor después a su madre verificando que no le haya hecho daño.

–Creo que apareció otra nueva –abrió sus ojos perpleja, ya no quería más personalidades, suficiente tenía con aquellas tres –.Se hace llamar Ulises.

–¿Ulises?, ¿cree a un chico? –la castaña se llevó sus manos a su cabello jalándola hacia atrás, parpadeó cuando vio unas tijeras en la mano de su madre –.¿Ahora que hice?, ¿te hice algún daño?

–No –Charlotte arrojó las tijeras en el tocador, se acercó a abrazar a su hija para tranquilizarla, no necesitaba alterarla pues no quería que tuviera otro episodio –.Estoy bien, solo intentaste cortar tu cabello.

–Ya no quiero estar así –Arleth soltó unos cuantos sollozos, abrazó con fuerza a su madre llorando en su hombro –.Estoy cansándome de esta situación, ya no quiero ser un peligro para ustedes.

–Hey, tranquila –Charlotte le habló con dulzura mostrándole una pequeña sonrisa –.No irás al colegio, podrías tener un episodio así que mejor te quedas y descansa, además tienes cita con la psicóloga te hubiera tenido que sacar antes de clases.

Las manecillas del reloj danzaban para la pequeña pareciera que el tiempo transcurría lentamente, Daniel estaba al cuidado de su abuela pues hoy no hubo servicio en el preescolar y para evitar que se aburriera su padre lo llevó con su suegra. El nombre de Arleth fue llamado por la secretaria que se encontraba en la sala de espera diciéndole que podía pasar con la psicóloga, así que soltando un resoplido se levantó de su asiento, planchando su vestido le dio un pequeña sonrisa a sus padres antes de ir a su consulta.

Abrió lentamente la puerta, las piernas le temblaban y decir que estaba nerviosa era poco, se encontró con un escritorio en frente, las paredes de color blanco hacían que la habitación tuviera una gran iluminación, cerró lentamente la puerta detrás suyo, se acercó lentamente hacia uno de los asientos que se encontraban frente al escritorio, observó a sus lados, un enorme librero permanecía a su derecha, aún lado un enorme sillón, a su lado izquierdo una planta posaba en la esquina y la pared siendo adornada con cuadros de distinguidos artistas.

–Hola –la mujer que aparentaba unos cuarenta años la saludó amistosamente –.Toma asiento.

La pequeña asintió en silencio, sentándose temerosa en aquella silla de piel en color chocolate.

–Hola –susurró.

–Bien, ¿Cómo te llamas y cuántos años tienes? –le mostró una pequeña sonrisa asiendo relucir sus hoyuelos, tenía el cabello color zanahoria recogido en una coleta alta con algunos risos en las puntas, llevaba unos lentes descansando en el puente de su nariz, unas cuantas pecas adornaban su rostro.

–Arleth Wright, tengo 12 años –bajó su vista hacia su regazo observando sus manos juguetear entre sí.

–Bien Arleth, mi nombre es Marlene Jones –le extendió su mano en forma de saludo a lo que Arleth la tomó agitándola un poco –¿Cómo estás?

–Bien, creo.

–¿Crees? –Marlene arqueó una ceja – ¿Qué es lo que te preocupa?

–Tengo el trastorno de personalidad múltiple –respondió observando un punto fijo en la cortina en color vino que se encontraba a espaldas de la psicóloga.

–Oh, tranquila, yo estoy para ayudarte –le sonrió, abrió uno de los cajones de su escritorio sacando una libreta junto con un bolígrafo, se acomodó sus lentes pues se le habían resbalado un poco –¿Tienes alguna duda sobre este trastorno? –Arleth asintió enseguida pues tenía demasiadas.

–¿Cómo es que lo desarrollé?

–Bueno –la mujer suspiró, se cruzó de brazos –.Existen distintos factores, pero se debe a severos traumas psicológicos que la persona presenta, tiende a desarrollar personalidades con capacidades distintas como una barrera de protección sin darse cuenta ella misma, estas identidades incluso suelen ser tan fuertes que pueden causar deformaciones en el cuerpo humano, visiones e incluso puedes escucharlas parlotear en tu cabeza.

En ese instante Arleth recordó a Elisa.

–¿Pueden parecer tan reales como una persona? –la ojiverde se mordió el labio inferior.

–Bueno, eso depende, ¿ocurre eso contigo? –la psicóloga se acercó un poco a ella recargando sus brazos en su escritorio.

–Elisa es una de las personalidades más fuertes, yo pensaba que era mi hermana gemela, pero resultó que todo era irreal, ella nunca existió físicamente –Arleth bajó la cabeza observando su vestido.

–Dices que Elisa es la más fuerte, entonces cuando tú la creaste tu cerebro pasó por una especie de división haciendo que perdiera conocimiento de lo que es real con lo irreal es por eso que puedes verla, escucharla, e incluso sentirla.

–¿Eso es posible? –Arleth preguntó.

–Claro, escucha Arleth, el cerebro es tan poderoso que puede hacer todo aquello hasta incluso más, es por eso que existen tantos trastornos pues el cerebro tiende a desarrollarlos –la psicóloga abrió su libreta en una hoja en blanco –.Ahora necesitamos ver el por qué desarrollaste a Elisa.

–Está bien

–Dime, ¿te llevas bien con tus padres? –la psicóloga anotó el nombre de su paciente junto con su edad.

–Por supuesto –respondió animada al recordar a sus padres, era lo mejor que le pudo haber pasado –.Mi mami es demasiado buena y comprensiva conmigo, mi padre es muy cariñoso y dedicado, aunque tienen sus errores aún así son buenos padres, me aceptaron.

–¿A qué te refieres con sus errores? –Marlene frunció el entrecejo.

–Bueno, ellos no me dijeron lo de mi trastorno, me lo ocultaron, me hicieron creer que Elisa existía hasta que comencé a tener episodios con frecuencia.

–¿Por qué lo hicieron?

–Por miedo –Arleth respondió por lo bajo, la psicóloga asintió anotando la palabra miedo en su libreta.

–¿Y por qué dices que te aceptaron? –Marlene se llevó la parte de atrás de su bolígrafo hacia sus labios acariciando el inferior.

–Ellos me adoptaron cuando tenía apenas nueve años, ellos pudieron elegir a un bebe sin embargo me escogieron a mí, desde entonces han intentado darme todo su apoyo –Arleth soltó una pequeña risita recordando el día que la madre superiora le informó que había sido adoptada, recuerda que su corazón se infló de alegría.

–Me alegro mucho por ti –le mostró una sonrisa sincera –¿Tienes hermanos?

–¡Claro! –se entusiasmó cuando recordó a su pequeño hermanito –.Se llama Daniel y tiene cuatro años, físicamente es tan parecido a mamá pero en el carácter es una mezcla de mi padre y mía.

–Entonces tienes una buena familia Arleth –ella asintió dándole la razón, Marlene anotó la palabra adoptada –.Bueno, cuéntame, ¿cómo fue tu vida en el orfanato?

–Fue buena, supongo, casi no lo recuerdo –frunció un poco el entrecejo, observó su regazo de nuevo intentando recordar lo más que podía –.Las madres nos trataban bien, nos enseñaban lecciones, nos alimentaban.

–No te preocupes, conforme hagamos algunos ejercicios te acordarás, ahora enfocándonos en tu trastorno –Marlene tragó saliva, su voz era bastante tranquila y delicada –.¿Sabes con exactitud cuántas personalidades cuentas?

Arleth se detuvo unos segundos en contar recordando los nombres que ha escrito en su libreta incluyendo a la nueva que apareció esta mañana.

–Cuatro

–Vaya –la psicóloga anotó en su libreta –.¿Has tenido algún episodio recientemente?

–Sí, ésta mañana, se llama Ulises –Arleth se acarició su brazo, paseo su mirada por el escritorio deteniéndose en una fotografía que la psicóloga tenía, donde aparecía ella, un señor y un par de niños ambos varones, al parecer eran su familia.

–Un niño, ¿sabes cuáles son tus personalidades?

–Sí –Arleth hizo una pausa para recordar los nombres –.Elisa, Olive, Isabelle y Ulises.

–Y sus roles, ¿los sabes? –la mujer respiró profundo, observó el reloj de mano que llevaba en su muñeca, aun faltaban 20 minutos antes de terminar la sesión.

–Elisa es mi gemela, Isabelle es pintora, Olive es una joven de 17 años es muy liberal, sabe a lo que me refiero ¿cierto? –Marlene asintió en repuesta –.Y Ulises además de ser niño todavía no sé cuál sea su papel.

–No te preocupes –la mujer volvió ha acomodar sus gafas. –¿Cuánto suelen durar?

–No lo sé, tal vez una hora, dos o incluso menos.

–Bien –Marlene anotó que duraban aproximadamente una hora, volvió a revisar su reloj, faltaban exactamente 10 minutos y necesitaba hablar con sus padres –.Bien Arleth será todo por el momento, la sesión ya casi termina y necesito hablar con tus padres, nos veremos la próxima sesión.

–Claro, gracias, hasta pronto.

Arleth salió del consultorio de la psicóloga en silencio, levantó la mirada lentamente hasta toparse con los ojos preocupados de su madre, le mostró una pequeña sonrisa transmitiéndole tranquilidad. Se sentó a su lado con las manos temblorosas.

–La psicóloga quiere hablar con ustedes –musitó sin ni siquiera dirigirles la mirada.

–De acuerdo –le dio una palmada ligera en su muslo –.¿Estarás bien? –Arleth asintió, Charlotte le dirigió una última mirada antes de irse junto con su esposo hacia el consultorio.

La niña al observar cerrarse la puerta decidió sacar su celular para no aburrirse pero un mensaje en la pantalla captó su atención.



"Necesito verte y pronto, te veo en mi casa" -Damián xx





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