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Elisa caminaba entre los pasillos luciendo un bonito vestido en color azul celeste, un lindo listón en color negro adornaba al final de su trenza que estaba peinada de lado, no mostraba expresión alguna en su rostro, observaba a las personas de su alrededor sin ningún interés alguno. Cargaba algunos cuadernos entre sus brazos pues el día estaba a casi por terminar, necesitaba buscar a Damián, preguntar sobre noticias nuevas de Taissa y descartar la posibilidad que ellas sean sospechosas.
Llegó hasta su casillero, (bueno, el que compartía con Arleth), donde guardó todos sus cuadernos, buscó su libro de Biología y Gramática pues eran sus dos últimas clases del día, cerró su casillero, dio un pequeño brinco cuando divisó a Damián a su lado, observándola detenidamente, recargando su hombro izquierdo contra los casilleros, sus manos descansaban dentro de los bolsillos de sus vaqueros, llevaba una playera roja completamente lisa, a veces extrañaba que llevara sus frases sarcásticas impresas en ellas.
—Hola pequeña Elisa —saludó con la voz ronca, se le erizó la piel y un cosquilleo se instaló en su estomago.
—Hola —murmuró por lo bajo, observando sus zapatillas negras, pero frunció el entrecejo ante el cuestionamiento que se le vino a la cabeza —.¿Cómo es que ahora no me confundiste con Arleth?
—Sabes, me gusta mucho observarte —Damián se le acercó un paso más a ella, a lo que Elisa tragó saliva, observó sus bonitos ojos grises –.Y he notado que tú sueles usar un listón negro en la cabeza a diferencia de tu hermana que suele utilizar rosas o de colores pasteles.
Volvió a acercase un paso más a ella, quedando un mínimo de espacio entre los dos individuos, la castaña observó a su alrededor para cerciorarse de quiénes estaban observando atentos, se alivió internamente cuando los alumnos pasaban sin percatarse de lo que sucedía.
—Eres tan bonita —Damián acercó sus dedos hacia su brazo, comenzó a acariciarlo lentamente con la yema de estos. Elisa cerró los ojos estremeciéndose. No te acerques más, por favor —.Muy hermosa.
Odiaba que la tocaran, no le gustaba del todo el contacto físico. Así que cambió repentinamente de tema.
—Y...¿hay noticias sobre Taissa? —le preguntó con delicadeza, pues no sabía cuál sería la reacción del chico.
Mostró una pequeña sonrisa perversa en cuanto escuchó la pregunta, dirigió sus dedos que anteriormente acariciaban el brazo de la castaña hacia la mejilla de ella, donde con su pulgar rosó su pómulo con delicadeza.
—Sabes, encontraron algo bastante peculiar —se mordió el labio inferior —.Encontraron un listón de color negro —llevó su mano hacia el final de su trenza donde se encontraba su lazo —¿Sabes quién está usando un listón del mismo color en este momento?
—Yo no tengo nada que ver —murmuró con un nudo en la garganta. Esto era malo, muy malo –.Yo no tendría motivos para hacerlo.
O tal vez si
—Lo sé —alejó su mano posándola nuevamente en su mejilla, subió la izquierda para posarla en la otra mejilla —.Jamás desconfiaría de alguien tan inocente como tú —se acercó a ella para depositar un beso en su frente —.No me hagas hacerlo.
Damián le mostró la misma sonrisa perversa de hace unos instantes, se dio media vuelta alejándose de Elisa. La castaña se quedó de pie, se sintió mareada, tal vez por la conmoción, cerró sus ojos unos instantes pero sintió un tirón en la parte de atrás de su nuca, cuando volvió a abrir los ojos Elisa ya no tomaba el control, sino Arleth.
Observó a su alrededor, porque no recordaba que estaba haciendo ahí, su vista se fijó en la espalda fornida de Damián pero desapareció cuando dio vuelta por el pasillo, frunció el entrecejo al sentir sus libros. No otra vez.
Intentó recordar lo que había hecho pero nada venía a su memoria, cerró los ojos unos instantes y pequeños flashes llegaron a su mente, lo último que recuerda fue a Elisa diciéndole que ella se encargaba del asunto y de ahí solo oscuridad, al abrir los ojos se encontró a la chica de cabello castaño, a Dalila si mal no recuerda, observándola desde una esquina con una sonrisa socarrona, pensó que se acercaría a ella cuando comenzó a caminar pero en lugar de eso pasó por su lado dirigiéndole una mirada, después siguió su camino adentrándose a los sanitarios que se encontraban al final del pasillo.
Arleth pasó saliva debatiéndose si seguirla o no, pero qué rayos le preguntaría, por qué la iba a enfrentar, bajó su vista al piso pensando claramente en alguna situación, escuchó algunas voces masculinas, se encontró con los detectives platicando entre ellos cruzando el pasillo completamente concentrados en su plática, eso, aún tenía que saber el porqué Dalila le había sonreído antes de que el cuerpo de Mackenzie cayera colgando desde el techo.
Se dirigió pasos cortos pero seguros hacia el baño de mujeres, apretó sus libros contra su pecho, se mordió el labio inferior en señal de nerviosismo, cuando se adentró en el sanitario no vio rastro de aquella chica castaña, agitó su cabeza de un lado a otro, tal vez solo fue una ilusión suya al verla metiéndose al baño, depositó sus libros a un lado del lavabo, abrió el grifo tomando un poco de agua y se mojó la cara para refrescarse un poco. Al momento de abrir los ojos y levantarse vio a la chica sentada encima de la barda de los lavabos, con las piernas cruzadas y la espalda recargada a la pared.
—Hola Arleh —Dalila habló de lo más tranquila, sonrió perversamente al ver su expresión de pánico.
—Creo que es un hábito tuyo asustar a las personas de esta manera —la pequeña se llevó una mano al corazón.
—No sabes cómo lo disfruto —la joven se rió, se llevó un mechón detrás de su oreja –.Joder Emily deja de gritarme.
–¿Por qué haces eso? —Arleth le preguntó a lo que Dalila frunció el entrecejo pues solo fingía el no saber a lo que se refería —.Eso, hablarle a una tal Emily como si estuviera contigo.
—Ah —Dalila se rió —.No sé si debería decírtelo, no creo que me creas.
—Claro que si —la infante le aseguró, se mordisqueó el labio inferior con nerviosismo —.Tu sabes de mi problema, ¿no es cierto?
—Se mucho más de lo que crees —le respondió —.Escucha, no te espantes de lo que te diré, prométeme que no le dirás a nadie.
Arleth asintió, se llevó una mano a los labios, se pasó el dedo índice y pulgar sobre estos haciendo la señal de un cierre.
—Yo estoy muerta hace más de un siglo, era un fantasma —Dalila le sonrió, después gruñó de frustración al escuchar los chillidos de Emily.
—¿Eras? —abrió los ojos algo asustada.
—Si, la tal Emily que escuchas que nombro, este es su cuerpo, yo lo estoy poseyendo, ahora me pertenece —Arleth tragó saliva.
—¿Harás lo mismo conmigo? —la castaña habló con la voz temblorosa, no quería eso, claro que no.
—No, no lo necesito, para eso tengo a Emily —Dalila se acercó un poco a ella, Arleth vio como sus ojos cambiaban de color, de ser verdes tomaron una tonalidad azulada muy intensa y después regresaron a verdes.
—¿Por qué estás dentro de su cuerpo?
—Yo necesitaba uno, ella leyó mi diario y eso provocó que yo lo tomará. Solo abrió una puerta para mí.
—¿Cómo sabes de mi problema? —Dalila volvió a recargarse en la pared cruzándose de brazos.
—En la casa en donde morí, hace unos 30 años vivía una niña más o menos de tu edad, yo quería tomar su cuerpo pero no podía —Dalila suspiró melancólica recordando aquel acontecimiento —.Ella actuaba exactamente como tú, en un momento era ella, en otro era una persona completamente diferente y en un instante era otra. Sus padres le dijeron que padecía del Trastorno de Personalidad Múltiple y tu actuabas exactamente así, entonces lo deduje y acerté, ¿no es cierto?
Arleth asintió con la cabeza —¿Y qué pasó con ella?
—Tuvieron que marcharse para buscar ayuda, pues cada día empeoraba y seguía creando distintas personalidades —Dalila se des cruzó de brazos llevándose las manos hacia su vestido azul marino intentando quitar algunas arrugas. Algunos hábitos no desaparecían.
—Mhm —Arleth desvío la mirada un instante hacia el suelo, pero volvió a dirigirla hacia la joven con cierto temor —.Los detectives siguen buscando pistas.
—Tranquila, borré muy bien tus huellas —la niña la miró mal —.Bueno, las de tu hermana, al fin y al cabo es como si fueran las tuyas.
—Yo no lo hice —Arleth gruñó.
—Como sea, solo que tenemos un pequeño problema —Dalila suspiró —.No encuentro un ojo de Mackenzie y no sé si Elisa se lo llevó.
La infante se cruzó de brazos pensativa, ella no recuerda a ver visto algo fuera de lo usual, después se le vino a la cabeza la cajita especial de Elisa. ¿Y si ella ahí los guardaba? No, sería una completa locura tal vez ella...
—Yo, necesito buscar en mi casa —Arleth apretó los labios en una fina línea, tomó sus libros abrazándolos contra su pecho —.Tengo que irme.
Dalila asintió, dio un brinco bajándose de los lavabos, se pasó las manos por su cabello alisándolo hacia atrás.
—Prométeme que guardaras mi secreto —susurró amenazante cerca de su rostro, después se llevó las manos por detrás de su espalda, donde sacó un diario bastante antiguo, lo apretó contra su pecho. Arleth asintió.
—Si tú no hablas sobre Mackenzie yo no tendría por qué hacerlo sobre ti.
Dalila le sonrió con sorna, marchándose del lugar, la castaña suspiró agotada ante tantas emociones y situaciones previamente acontecidas. Necesitaba un descanso y pronto.
***
Al llegar a su casa no se detuvo a saludar a su hermanito, que jugaba felizmente con sus cochecitos en la alfombra de la sala, su padre estaba trabajando en un nuevo producto que lanzaría próximamente en el mercado y Charlotte bajaba algunas bolsas de las compras que minutos antes hicieron, no eran muchas pero aún así eran necesarias. Subió corriendo por las escaleras, necesitaba encontrar aquella cajita y verificar con sus propios ojos que Elisa no ocultaba nada.
Al llegar a su habitación trabó la puerta con seguro, caminó hacia el armario en busca de la famosa cajita verde. Cuando la divisó escondida entre algunos suéteres doblados en unos de los cajones no dudó en sacarla. La tomó entre sus manos temblorosas, acariciando la madera, se mentalizó antes de abrirla, preparándose por no encontrarse con algo aterrador. La abrió, sus ojos captaron muchas perlitas de diferentes tamaños y colores pero le llamó la atención una bastante peculiar, pues era de color rojo y la más grande de todas las que se encontraban ahí. Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.
Dejó la cajita a su lado, tomó aquel objeto, con su uña del dedo índice rascó una parte de la perlita para retirarle la pintura, siguió raspando lo más que podía para ver de qué se trataba, cuando sus ojos captaron que era la pupila de un ojo aventó la perla lejos, abrazó sus piernas contra su pecho, temblando, escondió su cara entre sus piernas. Sin duda alguna era el ojo de Makenzie.
Cerró los ojos con fuerza como un intento de eliminar esa horripilante imagen de su cabeza pero fue un grave error pues pequeñas imágenes comenzaron a formarse en su cabeza, pequeños flashes, como una película, en donde ella era la protagonista. Vio sus manos todas llenas de sangre, empuñaba un cuchillo con su mano derecha, el rostro de Mackenzie sin vida apareció en su campo de visión, permanecía con los ojos abiertos y con el cabello hecho una maraña, llevó el objeto punto cortante hacia aquel rostro, acercó el filo en su ojo y en un segundo donde aplicó toda su fuerza lo enterró sacando por completo su ojo.
Después apareció otra escena en donde ella llevaba un vestido con salpicaduras de sangre, sus manos y parte de sus brazos llevaban un color en tono escarlata, caminaba entre los árboles, el viento movía con ligereza su cabello, sabía lo que llevaba en su mano pues podía sentir lo pegajoso de la sangre y un par de objetos redondos, eran los ojos de algún conejo, de aquellos animales que Elisa le gustaba tanto cazar. Sollozó con fuerza, mordiendo su labio inferior, más imágenes llegaron a su mente, las cuales ella era la autora de todas aquellas hazañas.
Abrió los ojos, sus mejillas estaban sonrojadas y las lágrimas bajaban sin parar sobre ellas, observó la cajita a su lado, las perlitas seguían ahí, la cerró evitando verla aún más, pasó saliva pero enseguida sintió un sabor amargo en su paladar, y la garganta bastante seca.
Un golpe en su puerta provocó que saliera de su pequeño trance. Corrió por el ojo y con mucho pavor y desagrado lo tomó guardándolo de nuevo en la cajita, la cerró de golpe, la volvió a esconder y fue a abrir la puerta.
—Arleth, cariño, la comida ya casi está lista —Charlotte le sonrió, llevaba unos jeans claros y un camiseta suelta con flores de colores, su cabello lo llevaba sujeto en una coleta alta.
—Claro, mami —ella le sonrió lo mejor que pudo, pues aún seguía conmocionada.
—Oh, mañana tienes cita con una psicóloga —su madre se acercó a ella abrazándola por los hombros —.¿Está bien para ti?
—Claro, gracias —Arleth se separó mostrándole sus enormes ojos verdes brillando —.Necesito la ayuda con urgencia.
—Tengo miedo —Charlotte le confesó —.Pero seré valiente para ti corazón.
—Te necesito mami, y no sabes cuánto.
En el interior de su mente las voces aullaban en protesta, en especial la de Elisa.
Listo, aquellas personas que tenían dudas sobre cómo Dalila podía "ver" a Elisa, pues espero que se hayan contestado todas sus dudas. Como leyeron, Dalila sabía identificar cuál era cuál. Y si aún se quedaron como ¿what? Pues pueden preguntarme con toda confianza.
Si aún tienen dudas sobre como Arleth veía a Elisa como si fuera una persona, e incluso podía sentirla, no se preocupen, se resolverán en los siguientes capítulos.
Nos leemos pronto
–Jocelyn ✌🏻🤣
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