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Maratón 3/3
Bueno, a lo largo del transcurso de la historia he estado recibiendo comentarios (e incluso mensajes privados) sobre sus teorías de lo qué pasa con estas gemelas.
Y vaya, en verdad ustedes son bastantes creativos, su teorías eran bastantes fuera de lo común y woow, muchos de ustedes me sorprendieron (hasta me las quería robar :v, ahre)
So, en este capítulo por fin sabrán lo que en verdad pasa con estas niñas, tal vez muchos acertaron en sus teorías, no lo sé.
Disfruten la lectura 🤣
La semana transcurrió de lo más rápido, aún no aparecía Taissa, ni una pista de su paradero, ni una llamada por parte del secuestrador pidiéndoles cierta cantidad de dinero para el rescate. Damián salía todas las tardes a repartir volantes a las personas, visitó a los padres de su amiga dos veces en la semana, preguntando si hay alguna novedad, pero siempre recibía un «no» por respuesta. Elisa seguía yendo alguna parte del bosque, caminó cerca de la cabaña pero tan rápido como pasó tan rápido como la ignoró. Arleth y Clarissa seguían platicando en los descansos y a la salida del colegio, con el tiempo se ganaron la confianza necesaria entre ellas. El caso de Mackenzie aun seguía sin obtener respuesta, volvieron a interrogar a sus amigas, pero los detectives no consiguieron nada.
Arleth despertó, se incorporó de su pequeño escritorio para hacer sus tareas, parpadeó un par de veces para despejarse, se talló un poco los ojos con el puño de sus manos, observó su mesa pues una bonita pintura sobre un colibrí bebiendo de una flor se encontraba en su escritorio. Arleth lo miró perpleja, analizando el por qué esa pintura se encontraba ahí. Era bastante hermosa y profesional, los colores del plumaje del colibrí resaltaban ante el rosal, se le dibujó una pequeña sonrisa ladina, pero tan pronto apareció un ligero ceño fruncido al ver la firma de la obra.
"Isabelle"
Volteó el dibujo por si encontraba algún mensaje, pero solo era el papel fabriano* en blanco, saltó en su lugar cuando escuchó la puerta de su habitación abrirse estrepitosamente. Elisa apareció por el marco, con una mirada cansada, se acercó a su gemela a pasos sigilosos.
—¿Tu lo hiciste Elisa? —Arleth le extendió la obra, Elisa apretó los labios en una fina línea —.Creo que sin querer me dormí sobre tu dibujo, lo siento, no me fije, me dolía un poco la cabeza y solo caí rendida.
—Eso no es mío —Elisa le arrebató el dibujo, observó la firma e abrió la boca asustada, dirigió sus orbes a su gemela, detallándola con la mirada —.¿Dices que te dolía la cabeza?
Arleth asintió lentamente con su cabeza, se mordisqueó un poco su labio inferior.
—Ah, lo olvidaba, si, yo lo pinté pero no me gustó —Elisa tomó el dibujo entre sus manos rompiéndolo en varios pedacitos, caminó al cesto de basura aún lado del tocador, depositó los restos del papel en el.
—Pero, a mi me encantó —Arleth murmuró.
—Pero a mí no —rabió y salió enfadada por la puerta de aquella habitación.
Charlotte mezclaba algunos vegetales para preparar una rica ensalada, para la cena, tarareaba una estrofa de una de sus canciones favoritas, cada cierto tiempo observaba al reloj esperando por la llegada de su esposo, pero su acción se vio detenida cuando escuchó a su pequeño bebe llorando y gritando su nombre. Salió por la puerta de la cocina, cuando visualizó a Danny bajando por las escaleras, con su manita hecha puño en uno de sus ojitos, no dudó ni un segundo en acercársele.
—Mami —lloriqueó el pequeñín —.Arleth me empujó y me golpeé en mi cabecita.
Charlotte lo estrechó en sus brazos, sobando su cabecita para que disminuyera el dolor.
—¿Por qué te empujó? —la mujer se separó, secándole las lágrimas con sus dedos.
—Es que yo vi su cajita, eran canicas mami, estaba jugando con ellas, de pronto ella entró, me miró y me gritó —Danny balbuceaba —.Me dijo que era un bebe tonto, me empujó y que si volvía a entrar a su cuarto me haría cosas más feas.
Charlotte negó con la cabeza, volviendo a abrazar a su hijo, le dio un pequeño beso en su frente, después le dijo que se fuera a jugar a la sala de estar, que ella se encargaba de su hermana, el infante asintió corriendo a la sala. Cuando puso un pie en el primer escalón, vislumbró a su hija con una sonrisa triunfante dibujada en su rostro.
—Arleth, ¿por qué le dices esas cosas a tu hermano? —Charlotte se cabreó, la chiquilla hizo puños sus manos a los costados de su cuerpo.
—¡Yo no soy Arleth, soy Elisa! —chilló, pisoteando su pie contra el suelo —.¿Cuando aprenderás a diferenciarnos? No sabes la ganas que tenia de hacerle daño a tu hijo.
Charlotte subió las escaleras indignada, llegando hacia su hija, la tomó del brazo, zarandeándola, a veces le sacaba canas verdes.
—Ya no te soporto, desde que llegaste solo traes problemas —su madre le espetó, ya no la toleraba, necesitaba descansar de toda esta situación. Elisa la inyectó con la mirada —.No sabes las ganas que tengo de...
Charlotte levantó la mano, dispuesta a golpear a su pequeña hija, pero al ver su mirada retadora decidió bajar la mano, ella no le gustaba utilizar la violencia con sus hijos, pero a veces es necesario poner mano dura para educarlos.
—Ándale, pégame, solo eso te faltaba —Elisa se soltó, lastimándose por las uñas algo largas de su madre —Y si ya no me soportas, ¿por qué no te deshaces de mi?
—Porque si lo hago, lastimaría a Arleth, y la amo demasiado como para dañarla.
Elisa le sonrió soncorrona, a veces le gustaba ver a Charlotte tan débil, intentando conservar la imagen de madre buena, amorosa y sobre protectora.
—Y si sabes que cada día de mi existencia le hago daño a ella, ¿no? —la mujer bajó la mirada, mordisqueándose su labio inferior. Pero pronto se le ocurrió una idea.
Se separó de ella, escrutándola con la mirada, le sonrió de la misma manera que la infante había hecho antes, la esquivó caminando directo al dormitorio de las gemelas, abrió la puerta de pronto encontrándose con la cajita en el suelo y las supuestas canicas dentro de esta, la recogió pero el agarre de Elisa la hizo girándose hacia ella.
—¿Qué crees que haces? —le dijo hostil, la ojiverde la detuvo. Charlotte se rió.
—¿Qué no es obvio? —la empujó, corriéndola a un lado —.Me deshago de esta basura.
—¡No! —Elisa vociferó, caminó hacia ella, intentando arrebatarle su tan preciada cajita, era suya, solo suya y nada ni nadie se la iban a quitar —.Ni se te ocurra —la amenazó, apretó sus dedos, le encajó las uñas provocándole pequeños rasguños, la niña tomó unas tijeras del tocador, las abrió cortándole su brazo con el filo de estas, Charlotte le soltó la cajita cuándo vio tal hazaña cometida por su hija.
Elisa abrazó su cajita contra su pecho, cuidándola de los violentos ojos de su madre, ambas respiraban con dificultad debido a las rabietas que hicieron, la mujer le escrutó con la mirada, parecía que iba a llorar, pues pequeñas gotas de agua se le formaban en sus bonitos ojos color avellana.
—¿Quién eres? —dijo apagada —.Esto tiene que parar aquí. Ya no puedo más.
La observó atónita, le dio una última mirada, negó con la cabeza decepcionada, y salió de la habitación dando un portazo, bajó las escaleras corriendo en busca de su hijo.
Por su parte Elisa depositó su cajita en el tocador, cuidando que no le pasara nada, rugió con furia, tomó uno de los cojines de su cama, lo arrojó hacia la puerta.
—¡No sabes cómo te odio! —bramó, se llevó sus manos a su cabello, jalándoselo hacia atrás con furia. Miró sus brazos con odio, se los rasguñó hasta que sus brazos se vieron rojos, tomó las tijeras, se levantó un poco el vestido, y se provocó cortes de lado a lado en sus muslos blanquecinos. Caminó hacia la pared deslizándose por esta, sus ojos pronto se llenaron de agua y sus mejillas no tardaron mucho en empaparse.
***
Arleth despertó, su cuerpo se encontraba en el frio y duro suelo, parpadeó unos segundos intentando acostumbrase a la luz, se incorporó recargando su espalda en la pared, se talló los ojos, observó hacia su ventana y se dio cuenta que ya era de noche, ¿cuánto había dormido? Últimamente dormía en cualquier parte y no lo entendía, intentó ponerse de pie, pero un ardor la hizo mirar hacia sus piernas, estás se encontraban totalmente rojas con pequeñas gotas de sangre formándose, hizo una mueca cuando intentó tocar sus piernas, abrió mucho sus ojos cuando también observó sus brazos igualmente rojos pero si gotas de sangre.
—¿Elisa? —observó a su alrededor, todo estaba en completo silencio, su hermanita no estaba por ningún lado. Y era extraño, los últimos días casi ya no estaba con ella, simplemente se esfumaba. Un dolor de cabeza la asaltó de pronto, no entendía nada, se asustó mucho así que salió de su habitación bajando las escaleras en el mayor silencio posible, sus sentidos se pusieron en alerta cuando escuchó los gritos de sus padres, claramente estaban discutiendo.
—Ya no puedo mas —escuchó la voz de su madre sollozando. Se acercó al muro de la cocina, pegándose lo más que podía a este para que su sombra no la delatara.
—No pasará nada —esa era la voz de su padre, pacífica, intentando calmar los sollozos de su mami.
—¡¿Es que no lo entiendes?! —Charlotte se alteró golpeando el taburete con sus palmas —.Arleth tiene un problema y ese es Elisa.
—¡Ella no tiene ningún problema! —Henry bramó —.Ella está bien, ella está bien.
—¡Elisa no existe!
—¡Para nosotros no, pero para ella sí! —Henry golpeó la mesa. Arleth frunció el entrecejo, no entendía nada.
Elisa si existía.
Es real.
Y ella es su gemela.
—¡Entiéndelo, ella tiene el trastorno de identidad disociativo!
Arleth se quedó perpleja ante las palabras de su madre.
Papel fabriano* : Es un tipo de papel grueso utilizado especialmente en artes, se utiliza mucho para la técnica en acuarela e inclusive en acrílico.
Vaya, quien diría que sufre de un trastorno .
Tal vez muchos de ustedes tengan un montón de preguntas, pero no sé me alteren, pronto todas tendrán respuestas.
Nos leemos pronto
–Jocelyn ✌🏻🤣
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