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Disfruten la lectura :D


Era martes por la tarde, las clases habían terminado, las gemelas esperaban en la mesa, impacientes por la comida, el pequeño Dany se encontraba sentado en su silla alta, jugando con un carrito, haciendo sonidos extraños con su pequeña boquita.

­—Rum, rum —el infante se rió, paseando su carrito por toda su tabilla.

Charlotte cruzó la puerta de la cocina con un plato en cada mano, depositó uno sobre la mesa, enfrente de cada gemela, después regresó. Henry salió con otro par de platos, que estos correspondían para su esposa y para él. Arleth se levantó, caminando hacia la cocina por unos vasos para tomar agua fresca, Charlotte volvió a salir pero ahora con un plato redondo para su pequeño bebe.

Ya todos en la mesa reunidos para disfrutar de la delicia que preparó Charlotte se dispusieron a comer, pero Arleth antes de que tocara su plato, juntó sus dos manos posando sus codos sobre la mesa, cerró sus ojos dispuesta a dar gracias por los alimentos, el resto de su familia solo la observó expectante, en especial Elisa pues no entendía para nada su actitud, más bien, se le hacía extraño.

Dany aventó su carrito hacia el suelo, soltó una carcajada, juntó sus dos manitas, cerro sus ojitos e imitó a su hermana, segundos después tomó su chuchara para poder comerse sus vegetales cocidos.

Arleth suspiró, abrió sus ojos, tomó su tenedor pero detuvo su acción cuando observó a tres pares de ojos observándola, ella se encogió de hombros sin importancia, Charlotte sonrió enternecida al ver esa actitud en su hija, pero Elisa aún seguía con el ceño ligeramente fruncido.

Después de comer, las gemelas salieron corriendo hacia su habitación para hacer sus deberes de la escuela, mientras Charlotte se encontraba recogiendo la mesa, Dany corría por toda la casa, con sus carritos y aviones. La mujer dejó todos las platos en la tarja, limpió con un trapo húmedo el desayunador, guardando todas las especias en las gavetas de la alacena. Se colocó el delantal para poder lavar los platos, cuando de pronto la puerta de la cocina fue abierta, Charlotte dio un pequeño salto en su lugar, dejando estrepitosamente un vaso que estaba enjuagando.

Se giró asustada, mirando a la pequeña castaña, tomando asiento en uno de los taburetes del desayunador, tomó una manzana roja y le dio una gran mordida mirando directamente a Charlotte.

—Dios, Arleth, me diste un gran susto —la madre se llevó una mano húmeda hacia su pecho, le daba igual empaparse el delantal.

—Hola Charlotte —habló con voz sombría, se le dibujo una enorme sonrisa en su rostro.

—Elisa —susurró con un poco de temor.

—No puedo creer que aún sigas confundiéndonos —Elisa le dio otra enorme mordida a su manzana, burlándose.  

—Es que son tan idénticas —Charlotte la observó, la gemela negó con la cabeza divertida —.Dónde está Arleth?

—No lo sé —se encogió de hombros —Tal vez en algún rincón, como sea, me marcho.

—¿A dónde vas? —Charlotte se secó las manos con un trapo que se encontraba a su lado.

—Al bosque —Elisa respondió con simpleza, se bajó del taburete, acomodó su vestido dirigiéndose hacia la salida.

—Oh no, no saldrás de aquí —Charlotte se retiró el delantal.

—Me importa poco lo que digas, yo me largo de aquí —salió de la cocina azotando la puerta.

—¡Elisa!, ¡Elisa!


***



Al día siguiente, las gemelas recorrían los pasillos del colegio, con sus libros en sus manos, ambas vestían el mismo color de vestido, naranja, con sus lindos listones en negro adornando sus coletas y no podían faltar sus zapatos blancos de charol.

Arleth mantenía la cabeza gacha mientras Elisa fulminaba a todos con la mirada, pero se detuvo cuando vio a Damian y a la misma chica de nombre Taissa abrazados a unos cuantos metros de ellas, la chica se separó besándole las mejillas, la nariz y por último la boca. Su hermana también se detuvo cuando por fin se digno a levantar la mirada encontrándose con la misma escena.

—Elisa...—susurró algo molesta, a lo que la otra le respondió con un sonido del fondo de su garganta —.¿Ya sabes qué hacer?

Lo único que recibió de respuesta fue un movimiento negativo de cabeza.

—Tenemos que hacer algo porque...—pero sus palabras se detuvieron por la estruendosa voz de Mackenzie explotándole en su oído izquierdo.

—¡Arleth! —le golpeó el hombro con la palma de la mano, vestía una falda en color rosa palo y una blusa en color blanco —.Espero que me hayas extrañado gusano, porque yo sí.

Rayos, ya había olvidado a la molestia de Mackenzie, pues resulta que la chica había decidido no ir a la escuela después del incidente, debido a que tenia los moretones de su cara aún muy visibles, por lo que se había negado a asistir así al colegio.

Arleth se volteó hacia Elisa, pero esta ya no estaba, odiaba cuando se marchaba así, sin decir nada y lo peor fue que la abandonó con la niña que odiaba tanto.

—Nos vemos luego gusano —le dio una última sonrisa falsa y se fue junto con sus dos escoltas, es decir, sus amigas.


Ahora todos los alumnos se encontraba en el gimnasio, a petición de la directora, debía tratar algunos temas importantes y dejarlos claros. Clarissa paseaba su mirada entre todos los alumnos, buscando a Arleth, la nombrada solo le había dicho que le apartara un lugar que en un momento la alcanzaba pero ya habían transcurrido casi 15 minutos y su amiga no aparecía.

—Buenos días alumnos —la directora, una señora que pasaba de los 40 años, saludó por el micrófono, esperando el saludo de los jóvenes que no tardó en llegar —.He interrumpido sus clases, debido a que debo dejar en claro algunos puntos importantes.

—Gracias por guardarme un asiento —Arleth llegó causándole un pequeño brinco de sorpresa a Clarissa.

—Arleth, ¿dónde te habías metido?

—Me dolía la cabeza, tuve que ir a enfermería —la niña le sonrió para después poner atención en las palabras de la directora.

Esta solo hablaba del orden que debían de tener los alumnos en la institución, de la limpieza en los baños, pero Arleth se distrajo cuando divisó a Damian del otro lado, con el mismo chico pelinegro del otro día de la fiesta sentado a su lado y a la chica a su otro lado cepillando su cabello con sus dedos.

La infante buscó a su gemela entre las personas, pero no encontraba rastro de ella, pero su atención se vio llamada por una chica de cabellos castaños, con un vestido en color azul marino, esta le mostró una sonrisa enorme, que casi le llegaba hasta las orejas. Recordaba a esa chica, era la misma que le habló cuando estaba lavando su rostro debido al pastel que le lanzó Mackenzie y si mal no recuerda su nombre era Dalila, o bueno, eso le había dicho ella.

Frunció el ceño cuando esta le señaló hacia una de las canastas colgadas desde el techo, volvió su vista hacia la del vestido azul, le mostró tres dedos, bajó el anular, luego el del medio y por último el índice. Volvió a mirar hacia la canasta, se llevó sus manos hacia su boca cuando vio un cuerpo colgar de una soga aún lado de esta.

La sangre corría desde su garganta hasta sus pies, goteando al suelo, no tenía sus dedos en su mano ni tampoco en sus pies, su cabello estaba lleno de chantillí, sus ropas todas llenas de sangre.

Los alumnos se levantaron de sus asientos, gritando, la directora dejó caer el micrófono, Arleth miró hacia la chica y esta sonreí con los labios apretados, conteniéndose en sacar una carcajada, sintió la mano de Clarissa rodearle la muñeca jalándola hacia la salida, todos los alumnos corrían hacia las puertas, conmocionados por lo que acababan de ver.

Su pesadilla había terminado como le había prometido Elisa.

Mackenzie estaba muerta.

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