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Damián parpadeó perplejo ante las palabras de Elisa, la pequeña frunció el entrecejo al ver que el joven no tenía intenciones de dejarla ir, iba a protestar pero él la interrumpió.

—¿Es una broma no? —soltó una pequeña risa nerviosa —.Tu no serías capaz de dañar ni a una mosca.

—Pruébame —lo desafió con sus fríos orbes verdes —.Suéltame —murmuró entre dientes intentando zafarse —.¡Suéltame! —gruñó.

Damián analizó su rostro, Elisa comenzaba a enojarse y no deseaba que estuviera de mal humor por su insistencia, algunas veces podía ser tan terco. Así que la soltó. Elisa le dio una última mirada de soslayo al chico antes de salir de su habitación sin mencionar palabra alguna.

Cuando la chica estuvo bajando por las escaleras, apretó más su cajita contra su pecho , se regañó mentalmente por haber sido tan grosera y poco educada con Damián, pero, cielos, no quería mostrarse gentil, puesto que lo más probable era que el querría ver su cajita y Elisa no estaba preparada para tal hazaña puesto que era uno de sus tesoros más preciados.

En el interior de su cajita se encontraban varias perlitas de diferentes tamaños que brillaban ante el reflejo de la luz. Pero la verdad es que no eran simples perlitas sino, que eran los ojos de los animales con los que jugaba la pequeña Elisa, claro, ella los había lavado de todo aquel color escarlata para después proceder a pintarlos con los colores de los esmaltes que a veces usaba Charlotte, después le pidió a su padre que le comprara una cajita de madera, la pintó con pintura acrílica y procedió a guardas todas sus perlas para evitar que se le perdieran.

Damián caminó a pasos lentos hacia la cama de Arleth, pensando en las palabras de Elisa, con el ceño fruncido y acariciando su barbilla, Dios, cómo una niña podría pensar de tal manera, pero a pesar de eso, le provocaba una pequeña excitacion, encendiéndose como una llama, calentando de poco a poco en su interior y quería probar a que era capaz la pequeña, tal vez se lo tomaría como un reto.

Aún seguía sumergido en sus pequeños pensamientos cuando la voz de Arleth lo sacó de ese trance, ya se había olvidado de ella.

—Perdón por la tardanza —ella le sonrió, llevaba una bandeja entre sus manos con un par de bebidas refrescantes, pues aún los hielos permanecían a flote, chocando entre ellos, pequeñas gotas cristalinas resbalaban a lo largo de los laterales del vaso terminando en la bandeja formando un círculo. Arleth sonrió mordiendo levemente su labio inferior para después pasar su lengua por el mismo —.Es naranjada, mi bebida favorita, espero te guste.

Damián sonrió ante la dulzura que desprendía aquella chica, se levantó para poder ayudarla a lo que ella agradeció con una tierna sonrisa. El muchacho depósito la bandeja en el buró, tomó las dos bebidas y una se la entregó a Arleth.

Ambos se dispusieron a tomar asiento.

Damián bebió un poco, ahora entendía por qué era su favorita, puesto que su paladar saboreó el rico sabor del cítrico presente, con un toque dulzor y frescura a su vez.

—Gracias, está deliciosa —Damián sonrió, la chica asintió con la cabeza.

Un pequeño silencio se prolongó en la habitación, sin ambos saber que decir. El castaño no lo pensó más, así que decidió hablar, tal vez su nueva amiga se negara, pero aún así lo intentaría.

—Mañana en la noche habrá una fiesta en mi casa, y bueno, me gustaría que asistieran tú y Elisa —Arleth dejó de beber, tragando duro ante la petición de Damián. No era que no le gustaran las fiestas, pero el problema era su hermana y luego su madre ante la cuestión del permiso, pero principalmente era Elisa.

—Yo —la infante lo pensó un par de segundos, con sus ojos puestos en la pared de enfrente —.A mi si me gustaría ir, pero...

—¿Pero?

—Hay un ligero problema.

—¿Cuál? —Arleth se giró ante su amigo apretando los labios en una ligera línea.

Elisa es el problema.

—No le gustan las fiestas —Damián afirmó y ella bajó la cabeza apenada.

—No le gustan las fiestas, no le gustan los lugares cerrados, y lo más importante, odia a las personas.

—No te creo, me odiaría —bueno, tal vez ya lo hacía, pero Damián se negaba rotundamente a eso.

—Lo sé, es extraño, que no te desprecie me refiero, por lo regular juzga a las personas antes de conocerlas y además no es muy fanática del contacto humano.

Y Damián recordó cuando estuvo muy cerca de ella, respirando su aroma, sintiendo la suavidad de su piel y después ella pidiéndole que se alejara y que la soltara.

Dios, hasta pensarlo sonaba enfermo pero no podía negar que le gustara.

—Entiendo —dijo en un murmuró bajo y ronco que provocó que los pelos de Arleth se erizaran en su piel —.Entonces, no te veré ahí.

La pequeña castaña se mordió su labio inferior, pensando en la situación, analizando las probabilidades que tenía, pero sinceramente, de asistir tenía el 1% mientras que el 99% restante era el no.

—Tal vez, si convenzo a Elisa pueda que asista, mi madre pueda que me diga que si —Arleth asintió con firmeza ante sus palabras y Damián sintió una pequeña felicidad en el fondo de su pecho.


***


Pero cuando escucho el NO por respuesta de su madre sintió una oleada de tristeza y coraje mezclados.

Arleth estaba de brazos cruzados con un puchero en sus labios demostrando cuál molesta estaba, su madre picaba por mitad algunos jitomates para mezclarlos en la licuadora.

Hace como unos cinco minutos le había contado a su madre sobre la fiesta, obvio no le dijo que era una, más bien que era una reunión privada, una pequeña mentirita no le haría daño a nadie, pero claramente su madre le negó el permiso.

—Pero mamá —Arleth se quejó —.Déjame ir, por favor, no te pediré otra cosa más.

—Dios, hija, eres una niña, tienes 12 años y no tienes edad para andar en fiestecillas.

—Que no es una fiesta, es una reunión privada.

—Reunión privada, cuernos, es una maldita fiesta y se muy bien que ese muchachito fue el que te invitó —Charlotte agitó ligeramente el cuchillo en el aire —. ¿Tú crees que no me imagino sus malos hábitos?, no soy tonta, no nací ayer.

—Ugh, ¡pero si no lo conoces! —exclamó enojada.

—¿Y tu si?, Arleth, eres mi hija, si te llegara a pasar algo jamás me lo perdonaría —.Charlotte depósito el cuchillo en la tabla para cortar —.No me gusta esa nueva amistad tuya, no entiendo que hace él con una niña como tú.

—Nada

—Exacto, no tiene nada que hacer contigo, así que no vas a ir a esa cochina fiesta y tampoco veras a ese chico.

—Pero...

—¡Pero, nada!, ya dije, no lo corrí hace rato solo para no ser descortés pero jamás volverá a poner un pie en esta casa.

—Te odio — bramó ella, dándose media vuelta para salir de la cocina.

—Por ahora lo dices, pero después me lo vas a agradecer —Charlotte sonrió triunfadora.

—Ya llegué familia —anunció Henry, el esposo de Charlotte, pero frunció el entrecejo al ver a su hija pasar por su lado haciendo rabietas e ignorando a su padre —.¿Y a esta, que mosca le picó?

Su esposa se carcajeó y él se acercó a ella para depositarle un sonoro beso en la mejilla.

—Tu hija quiere ir a una fiesta.

—¡Pero si es una niña! —Henry comenzó aflojar su corbata —.Y la respuesta fue no.

Ella asintió aún riendo.

Arleth se encontraba sentada en su cama, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Ella quería ir, solo sería un ratito, aunque en cierto punto su madre tenía razón, ella era muy pequeña para andar en esos eventos, pero, agh, a veces como deseaba poder ser mayor.

—¿Y ahora, ti que traes? —Elisa llegó a su habitación caminando hacia su hermana.

—Nuestra madre no me dejó ir a una fiesta —Elisa negó con la cabeza, a veces detestaba el comportamiento de su gemela —.Pero si ya estoy grande.

—Si claro, lo dice la niña que usa vestidos para niñas de ocho años y lleva listones en la cabeza —respondió sarcástica.

—Pero se me ven lindos —Arleth volvió a hacer otro puchero.

Elisa rodó los ojos —Como sea, ¿por qué la insistencia de ir?

—Es que...Damián me invitó.

—¡A ti!

—Bueno, nos invitó —soltó una pequeña risa nerviosa. Su hermana pasó las manos por su cabello, claramente nerviosa.

—¿Ah, si? —Elisa se mordió su labio inferior, su gemela asintió —.Pero sabes que odio las fiestas —Arleth asintió de nuevo, dándole la razón —.Y también quiero a Damián.

—¿Entonces? —ella achicó sus ojos en su dirección.

—Al carajo mi odio hacia las personas y a las fiestas, al carajo Charlotte, iremos a esa maldita fiesta.

Arleth dio aplausos y grititos de emoción.

Estas niñas y sus hormonas alborotadas. :v

A su edad aún jugaba con muñecas 😂

Y Damián es un enfermo, pero aún así lo amo, basta.

Tengo hambre, bye.

Pero antes de irme, ¿alguien quiere dedicación?

Dedicaciones aquí --------> (luego se me pierden).

Se despide su servidora

–Jocelyn ✌🏻🤣

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