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Actualidad, 1 de julio.

Elisa caminaba sin expresión alguna en su rostro, daba pequeños pasos provocando que el pasto se quebrara un poco con las pisadas. Era de noche, hacía frío y a la niña se le congelaban los huesos, no traía más que un simple vestido en color negro con diseños en blanco.

—¡Hija! —exclamó Charlotte al ver el pequeño vestido de su hija salpicado de sangre.

—Hola Charlotte —murmuró ella sin ninguna pizca de sentimiento.

—Elisa...—ella susurró al borde del miedo, la castaña pasó a su lado, ignorando su llamado —.¿Qué haz echo?.

—Solo me divertía un poco en el bosque —contestó. Elisa miraba sus uñas con sangre y sonrío al recordar lo que hace algunos instantes hizo.

—¿Qué hiciste? —su madre la tomó por lo hombros, girándola hacía con ella. Su vestido era un total desastre, lleno de lodo y sangre un poco seca, sus zapatos de charol era otra cosa.

—Nada, no seas paranoica —una dulce sonrisa se formó en sus labios.

Charlotte sólo miraba como su hija subía las escaleras con el corazón a punto de salirse de su pecho.


Actualidad, 22 de septiembre.

Las gemelas, ya no tan pequeñas, estaban alistándose para asistir al colegio.

Ambas pronto cumplirían 12 años. Arleth estaba más que emocionada, mientras que Elisa, solo gruñía en protesta.

Arleth se alisaba el cabello con el cepillo color fucsia, aunque su cabello no era tan rebelde, aún así se tomaba el tiempo para que luciera bonito.

Elisa solo se peinó con una coleta, ella vestía un bonito vestido color azul marino. Mientras que su hermana lucía un bonito vestido de algodón color menta junto con unas zapatillas negras, y no podía faltar su listón alrededor de su cabeza.

—Alerth apúrate o llegaremos tarde —reprochó Elisa cansada.

—Ya casi estoy lista —sonrío mirándose al espejo.

—Me iré adelantado, si no te apuras, Charlotte se enojará —Elisa tomó su mochila colocándosela en el hombro y abandonó la habitación.

La castaña terminó de pasar por última vez el cepillo por su cabellera, sonriendo por su resultado, salió corriendo con su mochila escaleras abajo, faltaba poco para que las clases comenzaran y aún no partían de casa.

Charlotte miró a su hijo de cuatro años jugando con su carrito rojo, pasándolo por las escaleras.

—Vamos Dany —su madre lo tomó, cargándolo —tenemos que llevar a tus hermanas al colegio y luego a ti al kínder.

—Listo mami —apareció Arleth en frente de su mamá —. ¿Y Elisa?.

—Ya subió al carro, vamos o llegaremos tarde y tendrás otro retardo.

Ella salió corriendo hacia el carro, Elisa los miraba desde los asientos de la parte de atrás. Su rostro lucia sombrío.

—¿Papi cuando llegará de viajar? —preguntó Daniel.

—Pronto bebé —Charlotte le colocó el cinturón de seguridad.

Elisa y Arleth caminaban por los pasillos del colegio, mirando como los alumnos se abrazaban después de unas largas vacaciones de verano. Otros buscaban sus cosas en los casilleros, y los preparatorianos buscaban sus próximas clases.

—Odio esta escuela —gruñó la castaña al lado de Arleth.

—No hay cosa que no te agrade Elisa —se burló su gemela. Su corazón palpitaba a mil por hora, mientras se acercaba a su salón de clases.

—Estas en lo cierto hermanita —miró por el rabillo del ojo a su hermana, mirando como ella jugueteaba con sus dedos nerviosa —.No permitas que se burlen de ti Arleth.

—Ellos no me comprenden Elisa —murmuró.

—Lo sé —ella observaba como los alumnos miraban extrañados a Arleth —.Eso pronto cambiará hermanita, ya lo verás.

Ambas siguieron su camino, hasta adentrarse a sus salones. No les tocó en el mismo salón, por lo tanto, no podían verse hasta el receso y hora de la salida.

Arleth caminaba entre las butacas, llegando a su sitio, una vez sentada, comenzó a sacar su cuaderno de matemáticas. No le agradaba la materia para nada, pero aún así mantenía su promedio, aunque no fuera de los mejores, tampoco era de los peores.

—Arleth, Arleth, la rarita del salón —canturreo Mackenzie golpeteando la butaca, provocando que la joven saltara en su lugar —.Pequeño cachorro asustado.

—Mackenzie, déjame tranquila —susurró la niña, con voz temblorosa.

—Pequeña demente, eres mi diversión de todos los días —Mackenzie sonrió burlesca, acercó una de sus huesudas manos hacia la cabellera de Arleth agitándolo.

Ella se marchó, burlándose a carcajadas, dirigiéndose a su puesto ya que pronto la profesora llegaría.

—Perra asquerosa —la voz de una niña sorprendió a Arleth, miró hacia su costado, encontrándose con una chica de cabello negro —.Me llamo Clarissa, soy nueva.

—Arleth —contestó ella, pasó sus manos por su cabello, alisándolo.

—Por lo visto, aquí son un poco groseros —Clarissa señaló a sus espaldas, Alreth miró detrás de su hombro, encontrándose con la sorpresa que estaban molestando a un chico por el simple echo de ser más bajo y debilucho.

—Así son siempre —se encogió de brazos.

—Me agradas, ¿desayunamos juntas? —la peli negra sonrío sin mostrar los dientes. La castaña asintió.

—¿También puede venir mi hermana? —preguntó.

—Claro, ¿como es ella? —su nueva amiga, se sujetó el cabello en una coleta ya que comenzaba a hacer un poco de calor.

—Somos gemelas —contestó Arleth —por más parecidas, en realidad, somos polos opuestos.

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