non est iter retro
TW: Este es el final de esta historia, sin embargo es de mi responsabilidad como autora avisar que contiene escenas no aptas para un público sensible y/o menor. Hay mención de secuestro, lenguaje malsonante, actos ilícitos, suicidio y muerte.
La cena fue una gran oportunidad para dejarle en claro a Yeonjun que él era el ojo en el cielo.
—Por cierto, felicidades.
— ¿Por qué?
—Por tu hijo.
Fue divertido ver su rostro, cómo éste comenzaba a palidecer y de un momento a otro el chico comenzó a abrir su hermosa boca para intentar decirle alguna palabra en repetidas veces pero en ninguna fue capaz de decirle nada.
Era tan lindo que lo detestaba.
Detestaba no poder ser él quien pudiera callar su repentino miedo, sin embargo habían ciertos límites que por mucho que él quisiera pasarlas no podía. Incluso cuando estaba al borde de acabar con la vida de alguien; Yeonjun tenía parámetros distintos a los demás.
No podía hacer que lo ame, y el odio por tales traiciones eran lo suficientemente fuertes para plantearse bien la idea de acabar con la vida de quien no lo quisiera.
Fuera de los pensamientos desordenados en su cabeza, decidió comerse las ganas de ahorcarlo en frente de todos y simplemente siguió con la cena como si nada hubiera ocurrido o si simplemente le hubiera hablado del clima.
Era una noche magnífica, con el cielo nublado y amenazando con una suave llovizna. Con mucha suerte lo que fácil viene, fácil se va, y el clima mejorará para cuando tenga que ir con su hermana. Él primero de la noche era Yeonjun.
Yeonjun no necesitaba un ultimátum, no importaba realmente para él saber el riesgo al que se estaba enfrentando esa noche. Ya había bastante en lo que pensar como para prepararlo y tenerlo como un conejito en desespero.
Comenzó con su plan, llenando una y otra vez la copa de Yeonjun con el vino tinto, haciendo que comenzara a bajar todas sus posibles defensas por lo adormecido que estaba quedando bajo los efectos del alcohol. Aparentemente el chico tenía una baja resistencia a este, por lo que la cosa se le hacía más fácil.
Mientras más dócil, más fácil y rápido podrá acabar con Yeonjun. Estaba sorprendido por lo sereno que era su Yeonjun incluso estando borracho.
Una vez tuvieron la cena y mientras Yeonjun aún se encontraba algo consciente en el auto de Soobin, el chico le dijo unas simples últimas palabras.
— ¿Sabes? No importa cuantas veces le digas que eres el mejor. Cuando te des la vuelta, ella nos odia —Yeonjun frunció el ceño, confundido y atontado —Así que ahórrate la simpatía.
—Bueno —pronunció con dificultad y luego de unos minutos, el chico se quedó profundamente dormido.
Soobin suspiró mientras llegaba al complejo de cabañas donde se encontraba la reservación, una vez llegaron lo tumbó en la cama del inmueble, con cuidado para no despertarlo.
Yeosang estuvo antes en ese lugar, por lo que recorrió un poco la cabaña, encontrando en la sala de estar, su stick y una cinta adhesiva a su lado. El chico lo miró por unos segundos, sabía muy bien lo que se venía.
Cerró las cortinas y las ventanas de todos los cuartos, como la luz eléctrica estaba apagada no le fue difícil quedar a oscuras. Luego tomó su stick y la cinta para volver al cuarto donde Yeonjun estaba descansando.
Lo miró por unos segundos antes de dejar la cinta en la mesita de noche y posarse sobre él en la cama, mientras sacaba de su elegante ropa los guantes quirúrgicos y comenzó con la siguiente fase.
Había tres opciones: ahorcarlo, golpearlo con el stick hasta la muerte o asfixiarlo con una bolsa y la cinta. Por lo que decidió probar en primera instancia golpearlo con el stick, por lo que tomó el mencionado objeto y lo acomodó entre sus brazos para luego alzarlo, tratando de ganar fuerza a la hora de impactar contra la cabeza de Yeonjun.
Inhaló hondo antes de reafirmar su postura, sin embargo no estaba haciendo nada, su Yeonjun seguía durmiendo como un bebé. Resopló, se acomodó nuevamente y por segunda vez alzó su stick para impactar en la cabeza del castaño.
Se estaba frustrando ¿Por qué estaba haciendo tanto ajetreo para hacer lo que tenía que hacer? Estaba haciendo las cosas más difíciles y no tenía toda la noche. Miró el stick como si este tuviera algún defecto, luego lo dejó con cuidado en la cama, al lado de su Yeonjun mientras iba renunciando a la idea de matarlo con el stick.
Algo aturdido, miró el cuarto y luego se encontró con la cinta adhesiva, la cual descansaba tranquila en la mesita de noche. Rápidamente comenzó a registrar sus bolsillos, dándose cuenta de que no tenía la dichosa bolsa. Maldijo por lo bajo, cuestionando por completo lo que estaba ocurriendo.
No le quedaba más opción que ahorcarlo.
Su corazón comenzó a palpitar con más fuerza, lleno de ansiedad. Se estaba descontrolando la situación, y no podía permitir que eso siga ocurriendo.
Tomó aire una vez más y llevó sus manos al cuello de Yeonjun, sin ejercer ninguna fuerza aún. Sus ojos comenzaron a picar y aquello le molestó en demasía ¿Qué le pasaba? Era patético.
Acarició suavemente el cuello, sabiendo que pronto acabaría con quien pudo ser su amado, si tan sólo le hubiera dirigido la mirada otra vez...
Comenzó a tensar sus músculos, pero sus manos se mantenían rígidas y no ejercen fuerza alguna en el cuello, Yeonjun seguía durmiendo como si nada y Soobin acercó su mano a la mejilla del castaño.
Acarició la tersa y lechosa piel de su Yeonjun, viendo cómo su mano debajo de aquel guante negro que lo cubría, suspirando al sentir la tibieza de su chico.
¿En qué estaba pensando? Soobin miró el dócil y dormido rostro de su Yeonjun. Estaba claro que la culpa no era de él, en lo absoluto. Era obvio que la perra de su hermana estaba restregando su maldito coño a su Yeonjun, ella lo estaba seduciendo. Su hermana era la culpable, y estaba a punto de matar a un inocente.
Yoo Jimin fue una perra, y su hermana es una víbora que se aseguró de colocar huevecillos.
¿Yeonjun? Yeonjun era un pobre hombre que tuvo la desgracia de encontrarse con ese par de animales.
Soobin era el exterminador de plagas, no alguien injusto.
Suspiró y siguió acariciando el rostro de su mayor, lo miraba con el lujo de anotar cada detalle en su mente, sus ojos se aguaron al pensar en lo inocente que era Yeonjun y en lo fácil que era convencerlo de que estaba enamorado de alguien.
Lo fácil que era hacerlo sonreír y lo fácil que era hacer que esa sonrisa contagiara a Soobin.
Bajó su mirada a los labios de Yeonjun, mientras llevó su pulgar a la carnosidad y la acarició con delicadeza. Sus ojos plantados en aquello.
No pudo más, no podía acabar con su vida sin siquiera haber sentido en realidad el calor de su Yeonjun, aunque sea una pequeña pizca de su piel. Cerró los ojos y esa poca distancia, uniendo sus labios con los de su Yeonjun.
Movió un poco sus labios, saboreando la calidez y los pocos vestigios de alcohol que aún albergaban los belfos de Yeonjun, contuvo la respiración mientras poco a poco estaba tratando de tener más. Sin embargo tuvo que detenerse cuando se dio cuenta que los labios de Yeonjun también estaban reaccionando.
Lo miró, esperando que Yeonjun no hubiera despertado con su tacto, pero al ver que estaba dormido mordió su labio y se levantó, tomó el stick, la cinta adhesiva y rápidamente abandonó el lugar. Como si hubiera entrado en desespero.
Dejó caer las llaves de la cabaña y Soobin simplemente se fue, sin oportunidad de saber que unas femeninas manos tomaron el manojo de llaves.
Condujo sin rumbo alguno por todo Ansan, sin saber qué hacer, ya iban a ser las tres de la madrugada, no quería volver a la cabaña.
Se tomó un poco de tiempo para pensar bien las cosas. No pudo con Yeonjun ¿Qué le daba la certeza de que haría las cosas bien con Yewon? Esta vez no podía manchar sus manos.
No pudo con Yeonjun, si mata a Yewon se sabrá de inmediato que fue él.
Tomó su teléfono e hizo una última llamada a Kim Jongin. Con las palabras suficientes el mayor hará el trabajo sucio.
— ¿Soobin?
—Si quieres que Jennie salga viva y tú no tengas que ser acusado de femicidio, ve a mi casa y haz lo que te diga —hubo un sepulcral silencio entre ellos dos, hasta que Jongin suspiró.
—Está bien, dame tiempo y lo haré. Sólo... No metas a Jennie en esto.
La llamada se guardó en silencio y Soobin encendió su auto, comenzando a conducir para salir del centro y dirigirse al puente del área limítrofe de Ansan. Iba a acabar con todo esto de una buena vez.
—Bien, estoy listo. —Soobin miró el puente y estacionó el auto.
—Voy a ser corto y conciso —Empezó Soobin mientras se quitaba el cinturón de seguridad —entra por la puerta del patio, al lado de esta se encuentra el galón con la gasolina. Si Yewon se encuentra despierta, te escondes y esperas a que se duerma, y si no, simplemente rocía el segundo piso, prendes fuego y te escapas por la puerta del patio, asegúrate de dejar la puerta trabada —Dijo Soobin, sin apartar su mirada del puente.
Soobin suspiró, pero esta vez pareciera que hubiera sollozando también, sabiendo lo que venía después.
—Cuando salgas, no me llames, asegúrate de que la casa se termine de quemar y que Yewon no tenga manera de escapar —guardó silencio mientras escuchaba la afirmación de Jongin —. Que tampoco se te ocurra llamar a alguien más para avisar, cuando la casa se derrumbe, solo lárgate y sigue tu vida.
Jongin no dijo nada, pero a los segundos afirmó y cortaron la llamada. Soobin se quitó los guantes y las volvió a dejar en su don, se bajó del auto mientras dejaba las llaves dentro del auto.
Dio unos pasos hasta que llegó al borde del puente, se inclinó un poco para mirar el agua que fluía. Era profunda, oscura. Frunció sus labios y se trepó a la rejilla de seguridad, donde pudo mirar bien el agua. Recordó la inutilidad suya por no saber nadar y suspiró mientras el gélido viento volvía a golpear en su cuerpo, sintiendo el frío llegar a su cuerpo pero sin hacerlo temblar o estremecerse.
Jongin no vivía muy lejos de Soobin -de todas formas vivían en el mismo barrio-, fácilmente gastaría unos diez minutos si caminaba a pie, y en realidad así fue. Tan rápido como llegó, rodeó la casa para no ser visto en la puerta principal, el chico caminó largos y sigilosos pasos hasta el patio trasero, donde se encontraba el ventanal que servía de puerta.
Miró de cerca a través de la gran ventana y suspiró de alivio al ver que las luces de la casa ajena se encontraban totalmente apagadas. Era un indicio de que Choi Yewon estaba dormida, lo que era una clara señal de que podía ingresar y seguir con los pasos de su macabra misión.
No terminó de cerrar la puerta para no hacer ruido o llamar la atención de los vecinos y miró a los lados, ya una vez encontró el galón de gasolina lo tomó y comenzó el sigiloso camino a la segunda planta de la casa.
Kim sabía muy bien que cuando Soobin adquirió el inmueble no lo hizo pensando que fuera moderna como lo era una típica casa del próximo milenio ubicada en las partes más pobladas y comerciales de Ansan, no. Él lo hizo pensando que en algún momento de su vida se echaría a morir y no sería dentro de un cruel orfanato, sería, aunque sea en un lugar distinto, donde sabe que nadie podrá interrumpirlo.
Era una casa la cual en su momento necesitó bastantes reformas, lo supo cuando Jongin tuvo la oportunidad de visitarla por primera vez para saludar al nuevo vecino y en aquél entonces novato del equipo, notó que poco menos estaba en la ruina. Tal vez esos fueron los únicos meses en los que Soobin tuvo un poco más de calma en su semblante y cordura, puesto que estuvo casi toda la temporada invirtiendo en los materiales y ocupándose él mismo de ser la mano de obra.
Soobin era muy solitario cuando lo conoció, y estaba seguro de que la compañía de Yewon terminó por convertirse en algo molesto para él, incluso cuando todo el mundo podría pensar que el resentimiento pudo haberse disipado.
Aquellos divagues invadía la cabeza de Kim Jongin mientras veía el cerillo encendido en sus manos, y comenzó a dudar de su actuar.
Miró el recorrido que ya llevaba con la gasolina. El interior de aquella casa no era muy grande, menos con las murallas del inmueble. Estaba por terminar lo suyo.
¿Por qué estaba haciendo eso de todas formas? Su miedo había hablado por él, algo que no debió haberse dado.
Él no iba a actuar, porque de todas formas Soobin iba a morir y no tendría forma de saber que no habría hecho nada.
Miró la ventana al final del pasillo y pensó en lo peligroso que era el asunto, sin embargo entendió que el daño no era para nadie.
Le parecía injusto todo esto. Injustamente justo.
Tomó aire mientras tomaba otro fósforo y miró una vez más la ventana, pensando que en ese mismo momento podría salir Yewon del cuarto. Todo ya estaba hecho, y el arrepentimiento comenzó a carcomerlo por dentro.
Pero ya era tarde, porque ya inició el fuego, ya estaba saliendo de la casa y ya estaba escondido, viéndo como la casa comenzaba a ser consumida por las llamas cada vez más agresivas.
Se repitió que ya era demasiado tarde, porque para cuando quiso llamar a Soobin, este ya estaba hundiéndose en la profundidad del agua que estaba debajo de ese puente, dejando que sus pulmones se empezaran a llenarse de la oscura agua y con los ojos cerrados, su teléfono invadido también y totalmente inservible.
Soobin se tiró de ese puente sin ninguna otra duda en su gélido corazón, y con la seguridad de que su hermana también está o estará muerta dentro de poco entonces ya no tenía nada que hacer en esa vida.
Por qué entonces ese se volvió el verdadero final del sol. Un final donde no había vuelta atrás.
Soobin en realidad no creía en la reencarnación, ni en Dios, ni en la espiritualidad. Pero si había algo más allá y tenía la oportunidad de volver, sin dudas pediría estar con su Yeonjun.
No estaba consciente ya, pero como si fuera un maldito milagro, sintió que algo lo impulsaba a subir, rozar la superficie y cómo la presión del agua hacía que el frío viento se sintiera más pesado.
Yeonjun abrió los ojos por la luz del día que tal vez era bastante tenue sin embargo aquello le molestaba. Perezoso y desorientado se levantó, y de inmediato se arrepintió de haberlo hecho, porque la resaca invadió su cabeza.
El joven miró el lugar, confundido al ver que no se encontraba en su cuarto. Miró a su lado, viendo la cama vacía y el cuarto distinto al de Yewon también, suspiró y se levantó, notando que lo único que faltaba eran sus zapatos, más todo de su propia ropa estaba en su lugar, su camiseta, su saco y sus pantalones.
Se levantó buscando con la mirada y se encaminó para poder encontrar sus zapatos e irse, registró sus bolsillos, entonces encontró su teléfono descargado por lo que hizo una mueca. Miró por todos lados para ver si encontraba a alguien con él en ese lugar.
Comenzó a recorrer lo que ya supuso era una cabaña, sin embargo no encontraba a nadie y comenzó a desesperarse un poco. Estaba incomunicado y en completa soledad, aislado.
No había televisión o radios, no sabía siquiera si seguía en el mismo país ¿Dónde estaba?
— ¡¿Hola?! —llamó Yeonjun, ya luego de un rato encontró sus zapatos pero eso ya no era importante, la puerta estaba trabada por lo que no podía salir.
Se puso nervioso cuando escuchó las llaves ser encajadas en la cerradura y sin pensarlo mucho tomó el astillero que se encontraba al lado de la chimenea, pronto se colocó en posición de defensa.
Aunque la posición no hizo más que desmoronarse al ver a una chica de cabello castaño claro y largo, sus ojos eran oscuros pero ella lucía bastante elegante, sobre todo eso y más importante, la chica lucía inofensiva.
—Choi Yeonjun —llamó la mujer mientras se adentraba a la cabaña, pero el patinador retrocedió unos pasos por seguridad.
No podía confiar en lo inocente que lucía.
—Quién eres —La chica alzó sus manos en señal de ir en son de paz ante la demandante pregunta, tratando de bajar del todo las defensas de Yeonjun.
—Tranquilo, vine a sacarte de aquí —contestó la chica —Soy Kim Minju, una periodista.
Yeonjun frunció el ceño, confundido.
—Solo... Solo ven ¿si? Te llevaré al hospital para constatar lesiones, pero sólo podré hacerlo mientras todo sea pacífico, y eso implica que dejes ese astillero en su lugar —Yeonjun miró el astillero y con cierta desconfianza lo dejó en su lugar, aunque se retuvo a salir de la cabaña con ella.
— ¿Y por qué estás aquí?
La chica rodó los ojos, pero luego volvió a su postura original.
—Porque vine a sacarte de aquí. Ahora ven —contestó la chica mientras tomaba su mano y lo sacó del lugar, liberando a Choi Yeonjun.
—Kim Minju —la chica se detiene y lo mira, con el ceño fruncido y algo hastiada —Yo... —la chica puso su dedo índice en los labios de Yeonjun, impidiendo que siga hablando.
—Deja de hablar, sube al auto y te contaré —ordenó la chica y el patinador subió al dichoso automóvil en el asiento de copiloto, seguido de la periodista, quien se subió como conductor.
— ¿Y bien?
La chica tomó un poco de aire.
Y sin embargo ella no le dio ninguna noticia, sólo encendió la radio.
"Choi Yewon sufre un atentado incendiario".
"Choi Soobin intentó acabar con su vida".
"Tragedia en el hockey y el patinaje artístico: Los hermanos Choi luchando contra la muerte".
"Choi Yeonjun es reportado como desaparecido y las autoridades lo vinculan al terrible caso de Yoo Jimin".
—Te dije que necesitaba tu ayuda, necesito tu testimonio.
Y sin decir nada más, Minju condujo hasta el hospital más cercano, viendo cómo Choi Yeonjun guardaba total silencio.
Ambos con su mirada fija en el camino que tenían por delante, no sólo en carretera, si no que en la vida.
Por que al momento en el que Yeonjun supo todo, no había vuelta atrás.
Fin
Hostus
Deinde
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