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nisi miserationem

TW: Este es el final de esta historia, sin embargo es de mi responsabilidad como autora avisar que contiene escenas no aptas para un público sensible y/o menor. Hay mención de rapto, lenguaje malsonante, violaciones, tortura y muerte.

Cielo despejado y estrellado, una noche magnífica para lo que pudo ser una buena velada.

Lástima que Choi Yeonjun no quería cooperar.

— ¡Suéltame! —Soobin bufó ante la resistencia de Yeonjun y simplemente se hartó.

—Dios, actúas como si fuera lo peor del mundo —respondió de manera insensible mientras tomaba las manos de Yeonjun y se esforzaba en anudar su corbata para inmovilizarlo.

Hubiera sido más fácil todo si a Yeonjun no se le hubiera dado la grandiosa idea de hablar sobre Yewon.

Su plan no era ese, pero no podía negar que esto era lo mejor. Yeonjun lo quiso así, esto no era su culpa, para nada.

— ¡¿Se puede saber qué mierda quieres hacerme?! —Soobin alzó una ceja por el tono desesperado y demandante de Yeonjun mientras terminaba con el esforzado nudo.

—Traté de hacer las cosas por las buenas, pero no quisiste ayudar. Todo esto hubiera sido mil veces más fácil si te hubieras quedado a mi lado —Yeonjun tembló ante las palabras del pelinegro, pero en ningún momento bajó la mirada, demostrando de todo menos aprobación.

Increíblemente estaba viendo el lado gélido de Soobin, aquel del que tanta gente se quejaba y temía.

No podía perder, aparentemente Soobin era una mierda, una escoria. Sobre todo porque ahora el menor estaba tratando de abrir sus piernas.

— ¡No, suéltame! —El pecho de Yeonjun dolió ante el pánico y sintió como los latidos de su corazón comenzaban a acelerarse ya que estaba anticipando lo peor — ¡No, por favor alguien ayuda!

Rápidamente sus gritos se acallaron con una fuerte cachetada, comenzó a gimotear por el dolor y el miedo, mirando con los ojos aguados a Soobin.

Pero Soobin en cambio, con cada segundo que pasaba lucía más molesto. No, el más alto realmente estaba molesto, podía sentirlo en la manera que sus manos apretaban fuertemente sus muslos.

—Escúchame bien, Choi Yeonjun —empezó con un tono tan duro y severo que rápidamente hicieron que las lágrimas de Yeonjun cayeran —No me deshice de Yoo Jimin para que vengas a chillar como una perra loca ¡O eres mío, o no eres de nadie!

El cuerpo de Yeonjun se paralizó y su mente quedó en blanco únicamente para dar paso a una simple y única palabra.

Imposible.

Aquello le dio una terrible ventaja a Soobin, quien rápidamente se deshizo de los pantalones y bóxer de Yeonjun, pronto estaba estaba desabotonando la blanca camisa del mayor.

—Qué ¿acaso no fue obvio? —Preguntó el pelinegro con rencor, viendo como las calladas y alarmadas lágrimas de Yeonjun caían y este seguía sin decir nada con su mirada perdida.

—Tú no… —murmuró y miró nuevamente a su agresor, comenzando a sentir el vacío en su estómago y cómo Soobin, con esos ojos fríos y oscuros; parecía desintegrar lo último de cariño que le pudo haber tenido —Miserable.

Oh, la miseria.

Aquel viejo compañero de Soobin, ahora resultaba que eso era ahora, un miserable.

—Traidor —acusó Soobin y rápidamente abrió la camisa, acariciando con sus manos frías la caliente piel del mayor, quien comenzó a removerse para no tener más contacto.

—Por favor, por favor suéltame —rogó una vez más y Soobin simplemente lo ignoró, recordando cómo Yoo Jimin también suplicó para que no le hiciera nada y la dejara huir.

Al final los dos resultaron ser igual de cobardes y predecibles.

—Soobin te lo suplico, me quedaré contigo —Ofreció Yeonjun, siendo presa del pánico —Pero por favor suéltame, no le diré nada de esto a nadie. Suéltame y dejaré esto pasar, te lo prometo.

Soobin lo miró sin ninguna expresión, sin creerle una sola palabra de lo que decía. Ya era muy tarde para creer que su Yeonjun estaría con él.

No le quedaba de otra que asegurarse de que no volviera a escapar.

—No —sólo eso dijo y siguió con lo suyo, comenzando a morder con fuerza el torso y cuello del mayor, sacando acongojados gemidos y lloriqueos por parte de Yeonjun.

Las manos de Soobin apretaban sin compasión el cuerpo del más bajo, lo mordía y Yeonjun imploraba por ser liberado del injusto acto, él no lo estaba disfrutando.

Yeonjun sintió asco y espanto cuando Soobin tocó su intimidad, a este punto no había manera de detenerlo, estaba impotente y atormentado por el inminente peligro a su integridad.

Sí, tristemente Soobin resultó ser un hombre cruel y miserable.

— ¡No, por favor! —Yeonjun entró en pánico por completo cuando vio que Soobin estaba bajando la cremallera de su pantalón, giró su cabeza en dirección a la puerta del cuarto — ¡Auxilio!

La respiración del chico comenzó a ser errática, Soobin no estaba escatimando en el dolor que le estaba causando a Yeonjun y estaba claro que no lo haría nunca más.

— ¡Soobin, por favor no…! —Una segunda cachetada se hizo presente y Soobin inmediatamente se acomodó para atacar los muslos del mayor.

Estaba en absoluto desespero, comenzó a forcejear contra el elaborado nudo y removía sus caderas con tal de hacer más difícil el contacto de las asquerosas manos, pero Soobin estaba comenzando a golpearlo otra vez, esta vez en sus sensibles muslos.

— ¡Quédate quieto maldita sea! —Exigió Soobin y ya harto de los llantos se decidió por voltearlo para luego arrimarse sobre el chico.

Yeonjun no pudo soportar el dolor y sintió que perdía el aire en sus pulmones cuando Soobin lo penetró, increíblemente gritó y comenzó a sollozar aún más fuerte. Trató de deponer su cuerpo, de aprovechar que estaba en una postura más conveniente para su escapatoria, incluso con sus manos aún atadas se esforzó en tomar el respaldo de la cama para aferrarse y huir, sin embargo las sucias manos de Soobin estaban clavadas en su cintura, y no es como que el menor fuera bastante débil como para no hacer fuerza y volver a jalarlo hacia él.

Se sentía como un perro en un matadero, no debía estar ahí.

No debió aceptar acompañarlo a ninguna parte, no debió acceder a una conversación cuando lo conoció, no debió dejar que su compañera se fuera, no debió involucrarse con los hermanos Choi.

Sus piernas temblaron cuando Soobin comenzó a moverse agresivamente dentro de él y sólo pudo chillar o deprecar por ayuda.

Pero nadie escuchaba, estaban en un lugar que desconocía y casi despoblado. Él lloraba, sentía que le quemaba, podía sentir a detalle como el menor lo lastimaba por dentro.

— ¡Soobin, para ya! —Suplicó y como si hubiera dicho todo lo contrario, el pelinegro apretó más la cintura ajena entre sus manos y se movió con más rudeza — ¡Soobin!

Yeonjun sólo dejó escapar un desgarrador grito cuando Soobin volvió a morderlo y sentía que las uñas del menor se enterraban en su piel.

Se sentía destrozado, su llanto era incontrolable, su mente estaba tratando de que se concentrara en otra cosa para aminorar aunque sea un poco el dolor, ya que Soobin no estaba buscando parar.

El pecho del mayor comenzó a perder el aire nuevamente producto de sus sollozos y las dolorosas estocadas en su entrada, dolores acumulados con los rasguños recientes en su cintura y las agresivas mordeduras en su cuerpo.

Algo quemó en su interior una vez Soobin finalmente se detuvo después de un rato, su cuerpo estaba tenso y bastante sensible; estaba seguro que se trataba del semen de Soobin.

El menor lo soltó y su cuerpo se hundió entre las sábanas, su interior ardía, su piel estaba lastimada, su pecho estaba sumido en un profundo dolor por la falta de aire y sentía que sus piernas quemaban por la tensión que sufrieron hace poco.

Su cabeza tenía una gran pregunta, no, en realidad tenía tres.

¿Por qué Soobin le hizo tanto daño?

¿Qué le hizo a Soobin para tanto odio?

¿Por qué le hizo esto a él?

Sus uñas estaban enterradas cruelmente en sus manos, con la respiración errática, el cuerpo temblando y con gruesas lágrimas cayendo por su rostro, estaba desconsolado.

Se sentía sucio y vulnerado, estaba jodidamente abrumado y Soobin sólo estaba burlándose de ello.

—Sólo tenías que estar conmigo, Yeonjun. Te hubieras evitado todo este show —el mayor, sin mover un solo centímetro de su cabeza, miró con el rabillo del ojo al pelinegro —Pero ya es muy tarde ¿no crees?

No lo entendía ¿por qué le hizo esto?

Lastimosamente su martirio duró por mucho tiempo. Tal vez fueron dos semanas o unos días, no lo sabía, sólo podía rezar porque cada uno de esos días acabara pronto y que Soobin también se aburriera de darle duras estocadas en su lastimada entrada o su adolorida boca.

Soobin hizo lo que se le dio en gana y Yeonjun ya no dijo nada, no respondió ni intentó huir como hace unos días, en lugar de eso solamente enterró su rostro en la almohada, rogando por dentro que todo esto fuera una pesadilla. Una cruel y desolada pesadilla que pronto acabaría.

No lo vió ni lo escuchó, pero su cuerpo automáticamente se encogió sobre sí cuando sintió por última vez cómo es que la cama perdía el peso de Soobin, en su mente era como si con eso pudiera protegerse del monstruoso pelinegro.

Lo escuchó caminar por el cuarto sin ver que Soobin estaba sacando del bolso que le fue entregado un galón de gasolina y una cajetilla de fósforos.

La cosa no iba a terminar así. La única manera de estar seguro que Yeonjun no huyera o lo volviera a traicionar era estando muerto.

O encerrado.

Soobin trabó la puerta por dentro, aunque estaba seguro de que deberá encerrarlo por fuera una vez abandone la escena.

Terminó de acomodar las llaves del cuarto donde estaba la reservación y abrió la ventana para que Yeonjun no sintiera el aroma de la gasolina tan rápido.

Cuando se acercó para ver al vulnerable de su Yeonjun, volvió al bolso y tomó de ella un sobre de papel, la cual la dejó en la almohada donde el mayor escondió su cabeza.

— ¿Vas a seguir llorando? —Cuestionó el pelinegro con burla y Yeonjun trató de contener el llanto y la respiración, aterrado ante la posibilidad de un nuevo ataque por parte del menor, pero sus hipidos no se detenían —Patético.

Soobin rondó por la habitación un poco más, esperando que el aire ventilara un poco más para por fin abrir el galón.

Rápidamente comenzó a rociar la gasolina por todos los muebles, menos en Yeonjun o en la cama, lo que menos necesitaba era que gritara con las ventanas abiertas.

Se aseguró de hacer las cosas bien, tomando el teléfono de Yeonjun y apagándolo, luego le quitó la batería y la tarjeta del número.

—Ay, Yeonjun —comenzó mientras lo miraba con cierta diversión —No te preocupes, seguramente te vas a asfixiar antes de que te quemes. Es por tu bien.

Soobin dio un último beso en el hombro del mayor, y luego de ver como el frágil y arruinado cuerpo se crispaba, cerró finalmente las ventanas y a un paso tranquilo caminó hasta la puerta del cuarto, donde se volteó para rociar lo último de gasolina en el suelo, luego abrió la puerta, encendió un fósforo y tanto el fósforo como la cajetilla entera cayeron en la gasolina, causando su combustión y que rápidamente el fuego comenzará a esparcirse por los muebles.

—Te voy a extrañar mucho, cariño.

Con malicia, Soobin cerró el cuarto y la trabó por fuera con tal de que Yeonjun no tuviera manera de escapar a lo que estaba por suceder.

Yeonjun por dentro, levantó su rostro al sentir el calor de las llamas, su pánico se hizo presente nuevamente cuando vio que todo estaba en llamas, cómo el fuego estaba avanzando rápidamente y el olor del humo estaba llegando a su nariz.

Gritó por ayuda, una vez más luchó para librar sus manos de la corbata pero le fue imposible. Rápidamente comenzó a entrar en desespero y comenzó a sollozar.

Soobin escuchaba los gritos de Yeonjun, sin embargo, simplemente dio la vuelta y se fue por donde vino.

Daba igual si lo encontraban vivo o muerto, lo importante para él ahora era otra cosa.

Deshacerse de su hermana.

Kim Seungmin miraba con ese horrible vacío en su estómago la escena.

Yeonjun estaba tirado en la carretera, con grandes1 quemaduras, el cuerpo semidesnudo y esas tristes marcas de agresiones.

El pobre Choi había muerto de la peor manera posible.

Su labio inferior temblaba, no podía imaginar lo que había pasado con ese pobre chico, incluso cuando debía ser profesional y empezar de una buena vez con la transmisión de última hora, no podía.

Sus ojos se llenaron de lágrimas por el horror y sintió que vomitaría cuando levantaron su moribundo cuerpo y vieron que habían rastros de sangre y semen.

Lo peor fue cuando Choi Yewon llegó en la patrulla junto a la pobre madre del fallecido y les explicaron la situación, también les explicaron que debían de reconocer el cuerpo.

Podía ver como el rostro de Yewon se transformaba en uno de dolor y temor, mientras que la madre comenzaba a llorar desconsolada.

Iba a necesitar ayuda terapéutica luego de dar este reportaje.

—Seungmin, sé que es duro, pero tenemos que trabajar —Pidió Kwon Eunbi, su reportera.

—Lo dices con tanta calma, como si no tuvieras que ver de cerca —Recriminó con la voz temblorosa y con el corazón intranquilo comenzó la transmisión del noticiero.

Dar el reportaje de esa magnitud fue un completo infierno para los dos, en especial cuando les tocó ser unos insensibles de primeras y entrevistar a las mujeres que acababan de perder a un ser muy querido. Seungmin quería disculparse con la madre de Yeonjun, quería disculparse con Choi Yewon y darles un hombro para llorar.

Pero debía trabajar, y seguramente ahora era odiado por la dolida madre.

Sentía que iba a romperse cuando agachó la cámara y vio a Choi Yeonjun ser puesto en ese terrible saco para ser llevado al servicio médico. O a la morgue.

Nadie sabía, pero Soobin había logrado que el mundo se estremeciera ante sus actos. Porque la noticia de Yeonjun terminó siendo esparcida a todo el mundo, desatando un terrible miedo en los deportistas de hielo y en la familia de su moribundo Yeonjun.

Las muestras de semen no pudieron ser examinadas por lo mezcladas que estaban con los restos de Yeonjun, además acomplejado por el fuego y la tierra de la carretera.

Yewon tenía miedo, y no lo soportó más, con boleto en mano se fue directamente a Canadá a empezar una nueva vida, supuestamente como último vestigio de su vida anterior el bebé que en unos meses tendría en sus brazos.

O eso es lo que creía todo el mundo.

Parecía que iba a llover.

Yewon miraba desolada el cielo nublado de Ottawa, mientras que en sus brazos su pequeño yacía durmiendo.

Era tan solitario y triste, Yeonjun siempre amó a los niños, y ahora su niño nunca podrá disfrutar de su padre.

Apenas tuvo oportunidad, la joven madre trató de esconderse de sea quien sea que les persiguiera a su difunto amado y a ella.

Pero fue inútil, porque Soobin encontró una manera de encerrarla en un hospital psiquiátrico, en Ottawa.

Le dijo que sería por su seguridad y la de su pequeño, pero en realidad sus planes eran otros. Porque los hijos de los pacientes debían vivir fuera de un ambiente como un hospital psiquiátrico.

Soobin golpeó la puerta suavemente, con un pequeño ramo de amapolas y viboreras.

Yewon se volteó al escuchar los golpeteos y frunció el ceño al ver las flores, confundida por la atemorizante elección.

—Vine a verte, hermanita —Susurró Soobin con una enfermiza y socarrona sonrisa.

—Soo… —Yewon mordió su labio, algo insegura —Es, es bueno verte —la chica sonrió y el pelinegro dejó el ramo en la mesita de noche donde reposaba una foto de Yewon y Yeonjun.

— ¿Me extrañaste? —La castaña guardó silencio y él se acercó para ver a su sobrino dormir, sus ojos fijos en el bebé.

La mayor siguió sin responder, en cambio Soobin la miró a los ojos.

—Por lo visto no del todo —la chica frunció un poco el ceño ante la afirmación de su hermano.

—No digas tonterías, me he sentido muy sola todo este tiempo —Soobin guardó silencio mientras terminaba de hacer memoria.

Es cierto, ya van casi dos años desde el desolador fallecimiento de su Yeonjun.

Entre el tiempo donde Yewon daba a luz y los meses pasaban, Beomgyu, su pequeño hijo comenzaba a crecer y a adaptarse a lo que en algún momento sería parte de su independencia.

Soobin miró un poco más a Beomgyu, el cual seguía durmiendo tranquilo en los brazos de su madre.

— ¿Ya dejó el pecho? —preguntó el joven, cambiando totalmente el tema y planteando más dudas a Yewon. Sin embargo la chica asintió, haciendo que Soobin sonriera.

Se encaminó a la puerta y salió sin decir nada, confundida, Yewon se quedó en su lugar, luego su hermano entró con dos enfermeros del hospital, el pecho de la chica sintió un vacío y dejó que su ansiedad atacara su mente.

— ¿So-Soobin? —los enfermeros miraron a Soobin, quien con falsa lástima se acercó y tomó a Beomgyu en brazos, confundiendo a la joven madre.

—No te preocupes, voy a cuidar bien de él.

El pánico se apoderó de Yewon y trató de abalanzarse a su hermano para recuperar a su hijo, sin embargo de manera inmediata los enfermeros la retuvieron y la inmovilizaron.

— ¡Soobin, por favor no! —Suplicó la chica, sin embargo el joven acunó a su sobrino en sus brazos mientras seguía ignorando a su hermana — ¡Soobin, dame a mi hijo!

El pelinegro le miró con una cruel y sutil sonrisa para luego atravesar la puerta y esfumarse de la vida de su hermana para siempre.

Yewon comenzó a gritar y pedir que detuvieran a su hermano, comenzó a llorar y finalmente fue encerrada en una sala común del hospital psiquiátrico.

Soobin salió del hospital psiquiátrico con Beomgyu en brazos, y tan pronto como llegó él simplemente desapareció entre la multitud y la lluvia.

Yewon nunca pudo ver a su hijo crecer, nunca pudo saber si estaba bien o mal, vivo o muerto, sólo pudo sumirse en una absoluta locura y demencia.

Nadie sabía del paradero de Soobin, del estado de su sobrino o siquiera si ambos seguían con vida.

Con su Yeonjun muerto y Yewon encerrada, Soobin sintió que podría haber una vida tranquila, no habrían traiciones, no habrían secretos o más mentiras.

Solo él y Beomgyu.

El pajar se hizo cenizas, el mundo se deprimió ante la pérdida de Yeonjun, nadie buscó a Yewon y Soobin sabe que ganó a punta de su propia mente. Porque incluso cuando se supo que él era el verdadero culpable de todo lo ocurrido, nunca fueron capaces de encontrarlo a él o algún rastro de su sobrino.

Lo triste fue que, Choi Soobin también logró demostrar lo que era.

Un maldito miserable.

Fin

1

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