Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Fabula Ice Princeps

Trigger Warning

Violencia explícita, mención de muerte, mención de suicidio, acoso sexual, actos ilícitos, dependencia emocional.

Si no te sientes cómodo con alguna de estas cosas, te recomiendo abandonar, en caso de seguir, queda bajo tu propia responsabilidad.

Si lo escuchas en tu cabeza, realmente suena como una frase idiota, pero, es cierta. La cual es que Soobin no siempre fue una persona cruel.

Solo estaba sobreviviendo.

Antes de Choi Yeonjun, hubo una sola persona que hizo sentir lo desconocido del calor al trágico príncipe del hielo, ese amor que pronto se malinterpretó en su mente producto del morbo que manipuló su vida.

Todo eso a sus jóvenes diecinueve años, donde el primer capítulo de violencia y dolor ha envuelto la historia del príncipe del hielo.

Ansan, Corea del Sur.
Enero de 1988.

El auto se estacionaba frente al orfanato y la mueca de disgusto se hizo ver en su rostro al reconocer lo que era otra puerta al infierno, esta vez un poco más moderna.

Tenía diecinueve años, en países como los Estados Unidos y ya en la mayor parte del mundo es considerado como un mayor de edad y no faltaba mucho para cumplir con el servicio militar como para ser abandonado de nuevo en un orfanato. Además, estaba más que comprobado el mal que el ambiente tan malicioso de un lugar como estos no hace más que perjudicar su salud mental. Traerlo para ser arrojado ahí era una pésima burla, hasta quería preguntar para saber dónde demonios escondieron la cámara con la cual estarían grabando su reacción para luego burlarse de su reacción.

—No puedo creer que otra vez tengamos que traer a este mocoso.

—Tengo oídos funcionales y neuronas que comprenden lo que dices, imbécil —contestó Soobin con clara molestia, sin dejarse callar cuando los hombres que lo estaban transportando lo miraron con incredulidad —. Yo tampoco pedí venir a un orfanato, me conformaba con ser echado a la calle. Los orfanatos me enervan.

El trabajador que había hablado primero miró a Soobin fulminante por la respuesta tan grosera del joven.

— ¿Y si mejor te bajas del auto? Hay gente realmente dulce que te está esperando dentro del orfanato —el hombre que estaba controlando el manubrio del auto intentó ser más amable, como si se tratase de un niño pequeño que tenía miedo de entrar a la primaria.

—Mejor. Tal vez tienen una bienvenida para mí, tan cálida que me golpearán con palos y me lanzarán cuchillos —Soobin sonrió con cinismo antes de que rodara sus ojos, tome sus pocas pertenencias, su stick y pudiera abandonar el auto.

Se encaminó al interior del orfanato con el peor de los humores que él pudo tener alguna vez, una de sus manos aferrada al tirante de su bolso y la otra sosteniendo su stick, sintiendo que sus muslos en cualquier momento volverían a fallarle al estos conservar sus heridas hechas por sí mismo con la intención de acabar su vida por segunda vez.

De hecho, se encontraba ingresando a ese nuevo orfanato al ser dado de alta y haber sido trasladado a otro orfanato con tal de encontrarle un lugar más estable y seguro con tal de que no haya un tercer intento de Soobin por acabar con su vida, sin embargo, lo estaban haciendo todo mal. Otra vez.

Soobin sabía qué es lo que pasaría muy pronto si no se iba de ese lugar, no estaba dispuesto a soportar una vez más ese tipo de ambiente, todos sabían lo fácil que es morir en un orfanato, ser abusado y si corres con tan mala suerte, puedes ser vendido por no ser un jodido bebé que alimente el morbo de ternura en los extranjeros que gocen de dinero o poder, quién sabe para qué ser vendido, si ser un prostituto de un burdel o ser el donante de órganos más fácil de conseguir.

Le daba asco pensar en el cinismo que tenía el mundo, aquel que pensaba que todo esto era una buena idea para su integridad.

—Disculpe, joven. No puede entrar.

—Choi Soobin. Si miras en el sistema te darás cuenta que me trasladaron a este lugar —interrumpió el joven mientras se adentraba al salón principal del orfanato —. Sabrás también que me diagnosticaron depresión aguda. Te lo comento por el tema de la medicación, pero, como supondré que nunca te importará mi integridad como siempre, me dejarás manejar mi medicación sin problemas a que pueda tener una sobredosis o algo por el estilo.

La trabajadora suspiró y sonrió.

—Entiendo tus predisposiciones y agradezco la información, pero no dejaremos que eso pase. Debemos cuidarte y en lo personal no dejaré que te pase nada hasta que el momento donde tu tutela acabe y puedas retirarte a vivir tu vida en paz —contestó la trabajadora mientras se le acercaba al jugador de hockey —. Ven, te enseñaré el cuarto en el que estarás mientras te informo de las reglas que tenemos aquí.

—Si hay un toque de queda no podré cumplirla, en muchas ocasiones tendré que ir a partidos y cumplir con clases extras —Soobin siguió a la mujer, indicando que no está ahí para ser amable.

De todas formas, viene de un orfanato peor al que fue abandonado cuando tenía ocho años, no había toque de queda pero si hacía algo 'fuera de lugar' era castigado con severidad.

—Eso lo iremos viendo, si avisas con anticipación no habrá problema, siempre y cuando no estés intoxicado —Soobin alzó las cejas, sorprendido en cierta manera de que la trabajadora no se viera intimidada o con ganas de insultarlo.

— ¿Eso no es riesgoso para los niños?

—Lo es si...

— ¿Quién es él?

La mujer se volteó, viendo en primera fila cómo se había plantado una expresión indescifrable en el rostro del joven, quien había fijado su mirada en la ventana del pasillo, aquella ventana que estaba dando la vista al patio del orfanato, donde se podía ver la fría tarde con los niños jugando con ropas abrigadas, otros pintando en las limpias mesas que son más pequeñas para adecuarse al tamaño de los más pequeños o incluso como otros jugaban con la nieve, llevando un entorno dentro de lo común para unos niños y adolescentes.

— ¿A quién te refieres?

Soobin no quitaba su mirada de la ventana, al menos hasta que pareció reaccionar y corrió hacia el patio, lo cual alarmó a la mujer, quien salió corriendo detrás del chico, tratando de que Soobin no haga un escándalo y pueda afectar a los menores que se encontraban ahí.

Sin embargo, cuando alcanzó al joven, se dio cuenta de que Soobin estaba parado en el umbral de la puerta, con la mirada fija en un hombre que jugaba con un niño, el cual parecía tener unos siete años. Soobin parecía estar molesto de verlo.

¿Cómo no? Si ese hombre le arruinó la vida hace años con su incapacidad de detener a una mujer vanidosa para llevarse a una chica inofensiva.

— ¿Qué hace Bang Yongguk aquí?

La pregunta sorprendió a la trabajadora, quien miró al mismo hombre una vez se dio cuenta de que Soobin lo conocía.

—Soobin, hagas lo que hagas no grites, la mayoría de estos niños están aquí porque...

— ¿Acaso crees que soy así de imbécil? —cuestionó el chico, mirando a la trabajadora con una mirada enfadada —. Sé lo que se siente, no le haré lo mismo a los niños, solo quiero hablar con Yongguk, nada más.

Pero la furia ardiendo en las pupilas dilatadas de Soobin no prometían nada, al menos hasta que Yongguk se percató de todo lo que estaba ocurriendo y pareció despedirse del niño antes de encaminarse hacia el umbral y pasó de ellos.

Soobin no se hizo esperar y rápidamente se encaminó a seguir el recorrido de Yongguk, jalando su manga una vez lo alcanzó, ambos quedando en medio de un pasillo donde quedaron solos.

— ¿Se puede saber qué demonios haces aquí?

Yongguk se volteó, la molestia se hizo ver en el rostro del hombre, hasta parecía dispuesto a alzar su puño y golpearlo, pero, al reconocer quién lo había interceptado, alzó las cejas por verlo ahí. Era cierto, ninguno de los dos esperaba verse así, después de seis años.

—Santo cielo, ¿de verdad eres tú?

Soobin no respondió a la impresión de Yongguk, mantenía ese semblante de furia imposible de camuflar.

—Sigues sin responder a mi pregunta, Bang.

—No debo responderte si no lo amerita, Soobin.

—Ah, ¿entonces vienes a hacerte cargo una vez más de las estupideces que hace tu esposa y vienes a traerme a mi hermana?

—Soobin, eso no te incumbe —advirtió el hombre, intentando verse más serio que antes.

Aquello detonó la ira de Soobin, quien no tardó en recriminar cómo le arrebató a su hermana de sus brazos, del cinismo de venir, mientras que Yongguk intentaba apaciguar las aguas, prometiendo que esa decisión no depende de él, sino que de ella. Admitiendo en el proceso que era su esposa quien habría sugerido adoptar a un niño, y la escogida de todos los niños fue Yewon.

Pronto Soobin estaba intentando poner sus manos encima del hombre, el cual a pesar de estar en sus cuarenta años, seguía teniendo la fuerza suficiente para retener los intentos de violentar toda la situación por parte del chico, incluso cuando otros trabajadores lo retuvieron como si fuera un reo, pero no le importaba, en realidad quería que Yongguk se fuera.

Todo aquello acabó con un castigo infligido de forma en la que Soobin tendría que hacer la limpieza de su cuarto y deberá ordenar los juguetes de los niños. Algo absurdo para alguien que ya tiene diecinueve años, pero que al pensarlo con la cabeza fría, lo encontraba justo al haber gritado como un loco en donde se supone que debía ser un entorno para los niños que no tienen a dónde ir. Y estaba agradecido de que el castigo no fueran golpes o cosas peores.

Aunque, de verdad quería que Yongguk se disculpara con él, por culpa de su silencio ahora estaba vagando solo por el mundo, con esperanzas muertas ya que le habían arrebatado a la única persona por la cual creía que podía sobrevivir.

Era extraño. Yongguk siempre se vio imponente ante sus ojos, años atrás hasta le daba miedo por el poder que derrochaba su aura, incluso eso se acentuó cuando creyó verlo patear a un niño, o cuando le hizo una sola visita al orfanato para ordenarle que guardara en secreto su relación sanguínea con Yewon.

Sin embargo, ahora lucía como una persona completamente distinta, seguía esa elegancia pero era desconcertante verlo interactuar con ese niño tan a menudo, siendo cariñoso y actuando con cercanía hacia el niño, quien parecía divertirse con las actividades que Yongguk preparaba o hacían las cosas que animaban al pequeño. Era confuso ver la calidez que se albergaba en el aura de ese hombre.

Lástima que ya no podía preguntar al respecto, las trabajadoras le habían prohibido acercarse a Yongguk mientras este estuviera de visita en el orfanato, ya que se trataba de una persona importante en la institución, hace donaciones de dinero, comida y otras cosas que eran de mucha utilidad para que todo pueda funcionar de manera más efectiva, y tal vez, un poco más lujosa al contar con habitaciones un tanto pequeñas pero dejando que la mayoría de los niños puedan tener su espacio. Y en el caso de Soobin, poder resguardarse en soledad hasta que llegue el momento de irse.

No podía evitarlo, la curiosidad lo estaba matando, ¿qué había provocado que Bang Yongguk tuviera un cambio tan radical en su actuar respecto a los niños, o al menos ese niño en particular.

¿Acaso Bang Yongguk sentía remordimiento por lo que pasó y por eso se comportaba mejor con los niños?

No era una situación descabellada, considerando que las trabajadoras ya le habían contado que el hombre visita el orfanato porque los padres del niño que siempre visita eran sus amigos, y estos habrían fallecido tras un trágico accidente de tráfico.

Aunque eso no respondía a sus preguntas, y no sabía si algún día serían resueltas, el hombre ya no parecía percatarse de su presencia y mucho menos parecía querer hacerlo. Y eso esta vez fue su culpa, lo admite de una forma en la que pareciera estar avergonzado de ello. Pero en su defensa... Ese hombre lo hace sentir que debe defenderse, como un perro cuando ve que alguien que no es su dueño entra a la casa, no importa si es un amigo de su dueño, el perro siente la necesidad de atacar para defender su territorio y a los suyos.

Es por eso que no dudaría de hacerlo notar, viendo cada acción que el hombre ejerce, al menos desde la lejanía, intentando entender el por qué, mientras todo el mundo comenzaba a parecerle como una intrigante granja de hormigas. Todas inmersas en lo suyo, mientras él puede estudiar su comportamiento.

Era interesante, cuanto menos.

A veces Soobin siente que nació para ser torturado, lo cual es jodidamente injusto, ya que ni siquiera pidió nacer.

Ojalá el mundo pudiera pedir nacer o no, así la crueldad humana no tendría lugar, y si la hay, sería más condenada. El mundo sería un paraíso desarrollado, sin dar paso a las crueldades humanas.

O tal vez sería todo lo contrario, aquellos que pidan nacer probablemente lo hagan con la maldad encarnada en su naturaleza, causando el caos y la destrucción que tanto anhelaban causar solo porque sí. Soobin podría entenderlo, pero no puede.

Su padre violó a su madre, así nació, lo sabe porque se le ha dado a conocer esa información por su padre, y maldita sea. Le creía, porque ese hombre es un desgraciado, hasta las maldades de los demonios se quedaba corta al pensar que intentó que su hermana corriera el mismo destino, lo sabe al pensar en las veces donde en la escuela quedaban horrorizados de ver sus heridas, porque su padre no ha sido nada más que un desgraciado destinado a matar por alcohol y drogas.

Creció en ese ambiente, y puede asegurar que su padre también, pero, ¿qué justifica a un policía que esté acosando de la misma manera en la que su padre acosaba a su madre?

Los policías suelen tener un entrenamiento certero para cuidar de la gente, se supone que ellos debían ser buenos, ser decentes y bien educados.

Corrió con las fuerzas que le quedaban ese atardecer tan agotador. Tuvo un largo día al comenzar su entrenamiento con su equipo al volver desde que fue internado por el intento de suicidio y su nuevo ingreso a un trabajo de medio tiempo como mesero para ahorrar en sus propios gastos. Un día agotador para él. Pero, eso no importaba, no cuando vio que la chica necesitaba ayuda.

El hombre estaba amenazando con arrestarla si no se dejaba hacer lo que él quisiera, la manoseada mientras ella sollozaba, sintiendo terror porque estaba siendo profanada de esa forma, sintiendo el peso que caería sobre ella al ser descubierta así, si la tachan a ella de indecente e incluso arriesgando a que sus padres la detesten.

Soobin tenía en su cabeza metida lo que esos sollozos causaban, los estragos en su mente al recordar las súplicas de su propia madre, pidiendo que su esposo se detuviera, incluso en su lecho de muerte.

Tomó una piedra entre sus manos, azotándola contra la cabeza del hombre, el cual cayó al suelo con fuerza, la chica gritó cuando el repentino ataque de Soobin se hizo presente.

— ¡Vete! —ordenó a la chica, la cual solo pudo atinar a subir su ropa interior y salir corriendo del callejón al cual había sido arrastrada y ser abordada.

El oficial apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando Soobin se abalanzó sobre él en el suelo y volvió a golpearlo, esta vez con su propio puño y en la cara, gritándole insultos y sin darle oportunidad al hombre para tomar su pistola o su porra para detener al joven.

— ¡Eres una escoria!

Cuando el hombre creyó que Soobin se detendría, las cosas se pusieron más peligrosas cuando Soobin volvió a tomar la piedra y la azotó contra la cabeza del hombre, quien gritó por el dolor, una y otra vez siendo violentado por las manos de un chico que apenas estaba entrando en la adultez.

La sangre salpicada en su ropa con cada azote, caía sobre sus manos y su rostro, el charco que se estaba formando era casi tan grande como si la cabeza de ese hombre fuera un grifo con una gran fuga, inundando el suelo de la cocina. Los gritos del hombre eran inaudibles para el resto de la población al él mismo escoger un lugar oscuro y desolado para cumplir sus fechorías con la pobre estudiante, la cual había huido y aunque ella estuviera presente, Soobin estaba seguro de que no iba a socorrer a un maldito miserable como ese oficial.

— ¡Púdrete en el maldito infierno, hijo de perra!

Las cuerdas vocales del hombre ya se escuchaban desgarradas al Soobin optar por seguir golpeando, aunque también el hombre solo estaba siendo capaz de sollozar por el dolor, mientras que Soobin seguía con esa adrenalina dentro suyo que lo impulsaba a cada vez golpear más fuerte, invitándolo a no ceder y solo seguir golpeando.

Luego de un rato, los chasquidos de la piedra azotando contra la sangre y piel destruida del policía dejó de escucharse, solo porque Soobin se había detenido, agotado por el tiempo que estuvo golpeando al hombre, reemplazando esos horrorosos chasquidos con sus jadeos.

Cuando pudo calmarse, su mente comenzó a procesar todo lo ocurrido, la expresión de terror comenzó como una mueca deforme para luego convertirse en el gesto que tenía al darse cuenta que sus manos estaban llenas de sangre, su ropa, su cabello y su cara la sentía humedad en ciertos lugares por las gotas que salpicaron hasta ahí, el asqueroso hedor metálico de la sangre estaba impregnado en su nariz y en su ropa. Alzó un poco la mirada de sus manos temblorosas, viendo el charco del fluido en el suelo, abarcando cada vez más terreno en el suelo de cemento.

La luz del postre parpadeó como si fuera un augurio funesto, el joven yacía sobre el cuerpo del oficial fallecido, estupefacto por la ironía de hace unos minutos estar con la cabeza llena de pensamientos, pero ahora es como si hubiera cortado un hilo del cual todos esos pensamientos estaban quedando en un absoluto silencio sepulcral en lo más profundo de su conciencia muerta en la vida.

Su boca no tenía ninguna cinta o algo que pudiera sellar sus labios, pero sentía que no podía hablar, que no lo tenía permitido, su cuerpo estaba paralizado, solo entonces se podía fijar en los pequeños detalles de su desdichada y pobretona escena, solo entonces pudo comprender lo que ha hecho, viendo con horror lo que había pasado.

Acababa de matar a un hombre.

A pesar de que sus piernas se sentían pesadas, se levantó y notó que sus pantalones estaban empapados en la sangre de ese hombre, no sabía qué hacer, acababa de darle un giro absoluto a su vida con unos pocos minutos de impulso, su mente no funcionaba de la forma en la que siempre lo estuvo haciendo.

El sonido de la radio se hizo oír, fue entonces que en esos segundos de terror ante la posibilidad de ser culpado, sacó la radio del uniforme, destrozado el objeto con la misma piedra hasta hacerlo añicos para luego de eso comenzar a registrar el cuerpo, deshaciéndose de todo objeto que pueda dar testimonio de que Soobin estaba detrás de todo eso.

Lo había arruinado, había arruinado todo lo que pudo planear él mismo, no podía dejar que las cosas se jodieran más al destruir todo lo que fuera evidencia que pueda delatarlo.

Sus lágrimas estaban comenzando a caer como locas, ni siquiera sabía por qué estaba haciendo todo eso en lugar de hacer lo correcto e ir a entregarse a la policía.

Aunque luego pensó que ni siquiera tiene una defensa, decir que lo vio acosando a una mujer con el uniforme puesto da una clara señal de que el policía era reconocido entre los suyos por eso, en una sociedad tan machista como la surcoreana podrá ser catalogado como un asesinato porque así lo quiso, ya que la opinión sobre una mujer es completamente despectiva, lo esposarán mientras dirían que la estudiante se lo merecía.

Y la verdad es que no estaba dispuesto a que las cosas salgan peor de lo que van a salir.

Miró a los lados cuando creyó que ya había sacado todo lo que el Hombre pudo haber tenido, luego miró el arma del policía, sin embargo, negó con la cabeza para luego tomar todas sus cosas y salir corriendo en un rumbo distinto, buscando dónde refugiarse y donde pudiera quitarse la sangre de encima, fue así como terminó por entrar a la parte de atrás de un prostíbulo, escondido entre las sombras para encontrar ropa limpia y poder tomar una ducha.

Llegó al orfanato, donde la trabajadora lo saludó sin percatarse de lo perturbado que lucía.

Esa noche casi tiene un ataque de pánico, la idea de ser descubierto estaban tomando todo de él y su ansiedad estaba martillazo en su pecho con cada día que pasaba, nadie comentaba el tema, nadie excepto los noticieros por el brutal asesinato, nadie sabía quién fue y tenía miedo que alguien más lo supiera.

Los noticieros estaban inundados con reportajes respecto a cómo los familiares pedían justicia, otros, como sus colegas, aseguraban que si estaba en sus manos, condenarían al que perpetró ese horroroso final en la vida del policía, a su vez haciendo que Soobin se diera cuenta de que sus sospechas eran ciertas, y todos conocían como era el hombre.

Aunque haya sido el demonio encarnado en el hombre, Soobin sabe que él hizo algo mucho peor, algo más condenable que una jodida violación.

Soobin mató a un hombre, hay sangre en sus manos, no hay nada peor que haber acabado con la vida de un individuo, incluso si su víctima fue un miserable.

Las cosas escalaron por desgracia al punto en el que Soobin comenzó a presentar problemas para desenvolverse con su entorno.

Siempre aterrado de que fue descubierto, Wooyoung, a quien en su momento consideró su amigo, ha encontrado un punto con el cual molestarlo.

Aunque Wooyoung no sepa, siempre molesta a Soobin con un punto frágil, el cual no tardó en explotar.

Ignorando que todo el equipo estaba presente, Soobin terminó por empujar a Wooyoung hacia una de las paredes de la pista de hielo, sin embargo, fue separado con rapidez por Jongin y otro jugador del equipo.

— ¡Vuelve a molestarme, maldita sanguijuela!

Pateó con su zapatilla el casco que Wooyoung portaba, provocando un corte pequeño en su mejilla.

Al ver la sangre Soobin sintió su pecho doler y de repente no podía respirar, todo el mundo tenía su mirada sobre él, y los recuerdos de toda la sangre derramada, salpicada en su cara, o en el maldito cemento.

Jongin lo ayudó a salir de la pista de patinaje, pero en lugar de volver cuando estuviera mejor, tomó la decisión de irse sin que se dieran cuenta.

Al menos hasta que Yongguk apareció de la nada, pidiéndole a Soobin que se detuviera.

— ¡Soobin!

Un suave jalón en su brazo fue su impedimento a su huida, haciendo que Soobin se voltee y vea al hombre, sacando una mueca de sorpresa, aprehensión y confusión.

— ¿Tú? —Yongguk suspiró al escuchar el tono en la voz de Soobin, ese que hace años escuchó al intentar verse intimidante por primera vez, tratando de impedirle que visitara a Yewon, pero aquel tono no revelaba nada más que lo vulnerable que Soobin se siente de verdad, aquella desesperada necesidad de defenderse.

—Vine... Vine a verte, ¿sí? Está bien, no tengo malas intenciones —contestó el hombre mayor, posando sus manos en los hombros del joven, el cual estaba cada vez más desconcertado.

— ¿A verme? —Soobin resopló mientras desviaba la mirada —. Si crees que todos los problemas que tus acciones han provocado se van a resolver intentando ser el padre que jamás tuve pues estás equivocado por...

—No vine a pretender que soy tu padre, Soobin.

Soobin estaba confundido, al menos hasta que Yongguk comenzó a decirle lo que realmente pensaba, y por qué quería empezar de cero con Soobin, no como el hermano de Yewon, o como el hombre que destrozó su vida, esa en realidad era la culpa de la esposa.

Yongguk causaba estragos en su vida, sí, pero no creyó que el hombre fuera genuino hasta que pudieron entablar por primera vez una conversación normal, sin gritos ni cuestionamientos por el pasado, solo un hombre hablando con un joven, descubriendo que había más en común de lo que alguien podría creer al respecto. Incluso la charla pudo bajar un poco la ansiedad de Soobin, esa necesidad de huir no era tan grande como antes. No, era cómodo hablar con ese hombre, quien cada vez más iba diciendo cosas a las que Soobin se sentía más cómodo.

Nunca una persona había creado un poco de confort para él.

La charla acabó cuando Yongguk avisó que debía seguir su labor en su empresa, así que se despidió con un abrazo.

Un abrazo que iba fuera de lo común, aquél toque era impredecible en el cuerpo de Soobin, ya que Soobin había logrado sentir por primera vez el calor que provenía de Yongguk, una sensación embriagante que, por un segundo, el joven deseó que no se acabara, no le importaba que el magnate le hubiera mentido, pero ese calor le hizo sentirse de una forma inexplicable, lo desconocido del acogedor sentimiento que le hizo sentirse mareado y demasiado frío cuando Yongguk subió a su auto, paralizado y tratando de procesar lo que acababa de suceder bajo sus propias narices y que aquello no le pareció tan malo.

De manera inconsciente, Soobin estaba caminando sin rumbo, no por la necesidad de huir, sino que en realidad era porque Yongguk había plantado los genuinos vestigios de una sonrisa, el cariño que jamás había tenido se sentía muy bien, no podía evitarlo.

Lástima que la montaña rusa estaba lejos de acabar, faltaban muchas vueltas más.

No se percató, cuando pronto estaba por las calles en las cuales hace unas noches acabó con la vida de un hombre, poco antes de ser abordado con un saco en su cabeza y siendo jalado hasta que sus manos acabarán amarradas y pronto fue arrojado a un suelo duro, pero por el ruido que podía percibir, era muy probable que se encontrara en una desquiciada cajuela de un auto, porque, bueno, tampoco es como si no hubiera intentado estirarse como para darse cuenta de ello, es un espacio demasiado estrecho para él que ha sido más alto que la media.

No tenía tiempo para pensar en eso, solo podía carcomer su mente a todo lo que pueda pasar ahora, tratando de pensar en lo que pudiera ser su destino.

¿Iba a ser vendido? ¿Asesinado?

Demonios, literalmente su vida fue para nada.

Recuperó la consciencia cuando fue arrojada sobre su rostro el agua que quién sabe de dónde la sacaron, pero cuando pudo darse cuenta de la realidad, estaba amarrado a una silla, ninguna de sus extremidades se habían salvado, pero eso no era lo más preocupante, lo era que su boca estaba amordazada y frente a él estaba un hombre desconocido para él.

Elegante como él solo, la satisfacción y la arrogancia quemaban como fuegos artificiales en el brillo de sus ojos, la superioridad que su aura desprendía era legítima, demostraba con una sonrisa malvada cómo disfrutaba su desorientación. Un poco más joven que Yongguk, probablemente en sus treinta años, al menos es lo que le decía su rostro.

—Así que este es el mocoso que acabó con el oficial.

La frase dicha por el hombre cayó como una piedra en su estómago, luego las carcajadas del hombre estremecieron su interior.

—Mírenlo, tan aterrado de que yo sepa la verdad.

No podía defenderse, estaba indefenso, amarrado y amordazado, nadie podría escuchar cómo Soobin hizo lo que hizo por defender a la chica, y que se le fue la mano.

—Oh, me parece admirable cómo has hecho ese trabajo tan macabro, ¡hasta pareciera que solo hubieran esparcido pintura roja por el suelo! —Soobin negó con la cabeza, indicando que no estaba orgulloso de aquello —. Imagínate los titulares: Choi Soobin, el novato del equipo de hockey de Ansan es un asesino despiadado.

Negó con la cabeza, intentando que el hombre se detuviera. Él no era despiadado, no supo medir su fuerza, era un error.

—Sí, una lástima que el talento de alguien como tú se haya perdido por esto. Pero, te puedes salvar, de todas formas solo yo sé lo que hiciste.

Alzó la mirada, aturdido y desesperado.

—Bueno, ocurre que ese oficial me debía dinero, problemas de ser generoso. Y bueno, ahora que ese maldito está muerto, me has abierto una posibilidad que antes creía prohibida —el hombre se rió al ver el interés brillar en los ojos del joven —. Estaba pensando, ¿por qué no contratar a este chiquillo? Podría ser mi paladín, a cambio de mi protección. ¡Hasta puedo pagarte por hacer lo que te pida!

Una de las personas, seguramente quien le lanzó el agua, le quitó la mordaza, dejando que Soobin tuviera una bocanada de aire, luego alzará la mirada de nuevo al hombre.

—El trabajo sería simple, Soobin.

— ¿Simple? —preguntó entre jadeos.

—Sí. Solo debes asesinar a quien te diga. Te daré los recursos para que puedas cumplir con lo tuyo.

—Yo...

—Vamos, ambos sabemos lo mucho que querías acabar con ese tipo. ¡Nadie en su sano juicio destruye la cabeza de una persona!

La mente de Soobin de inmediato replicó en su mente las imágenes grotescas de lo que él mismo hizo, y su repudio fue tal que no pudo evitar cerrar los ojos con fuerza, intentando no verlo de nuevo.

—Solo tengo unas condiciones, Soobin —el hombre rodeó la silla donde estaba amarrado mientras seguía hablando —. Primero que nada, tendrás un plazo fijo para acabar con esa persona, si no lo haces, le contaré a la policía todo lo que has hecho.

Soobin miró al hombre, quien en esos momentos estaba detrás de él.

—Segundo —la mirada se volvía sombría, logrando intimidar a Soobin —. Si me traicionas, te torturaré de una forma en la que desearás estar muerto.

El joven mantuvo silencio, sin saber qué responder en realidad.

No quería arruinar más su vida, pero era obvio que el hombre es capaz de hacer todo, de cumplir cada una de sus amenazas al pie de la letra.

—Piénsalo como un trabajo de medio tiempo. Te daré dinero por cada persona que asesines, tus armas serán resguardadas en un lugar seguro con tal de mantenerte encubierto, y solo debes mantener tu boca cerrada.

Básicamente lo estaba chantajeando para convertirse en su sicario, una máquina de matar.

Soobin agachó la cabeza antes de contestar.

—Está bien. Lo haré.

Al cabo de unas horas, estaba siendo abandonado en el mismo lugar donde fue capturado, viendo a Park Jinyoung despedirse con una sonrisa y un gesto de Soobin, quien ni siquiera sabía si había hecho lo correcto.

Obtener el dinero le convenía, pero, ¿conseguirlo a través de acabar con más vidas?

Acarició los gruesos fajos de dinero que se encontraban escondidos en sus bolsillos y alzó la mirada al cielo, dándose cuenta de que era de noche.

Suspiró antes de volver al orfanato, con su cabeza tan nublada que era incapaz de procesar incluso en que había visto a Yongguk jugar con el niño que tanto visitaba, el hijo de su fallecido amigo.

No le dijo nada a nadie, solo se encaminó a su cuarto, escondió el dinero en su uniforme de hockey y se lanzó a su cama, agotado por las emociones tan fuertes que su cuerpo somatiza con horrorosos dolores musculares.

Necesitaba darse un respiro del día intenso y solo lo hizo cuando vio que por el umbral de la puerta se asomaba Yongguk, a quien no sabía si decirle o no, tenía miedo que se alejara por considerarlo un peligro.

Soobin frunció el ceño, aún con sus ojos cerrados.

¿Acaso quería sacarlo de quicio? Podía oler el buen aroma de las comidas enfrente suyo.

— ¿Y bien?

—Eres impaciente, Soobin.

Arrugó la nariz mientras oía la risa ajena, aunque debía admitir que estaba haciendo lo posible para no arruinar la sorpresa, tenía suficiente con su día a día como para volver este momento algo desagradable.

Él sabe que las sorpresas no son muy de su agrado, aún así decidió hacer algo así. Se sentía extraño, pero bien.

—Muy bien, abriré los ojos.

— ¡Ni lo pienses!

Rápidamente estaba sintiendo la calidez de una de las manos ajenas cubriendo sus ojos, ahí guardó silencio mientras mordía su labio inferior, queriendo reír por sus nervios que provocó con sus palabras, haciéndose notorio cuando intentó que no viera nada aún si abría los ojos debajo de la palma.

Fue entonces que se estremeció por un beso en su nuca.

—Antes de continuar, quiero que me respondas con toda tu sinceridad.

—Depende, si me preguntas otra vez por mi informe de notas te voy a mentir.

Sus mejillas enrojecieron por instinto al oír la risa ajena chocar en su cuello, sintiendo otros besos ahí, hasta que en el último beso mantuvo sus labios en la piel, más de lo normal.

— ¿Me amas?

Se quedó callado, colocando una mano sobre la ajena, sin embargo, no ejerce ninguna fuerza para sacarla, solo dándose cuenta de que no contaba con ese anillo que por tanto tiempo le pidió que se quitase cuando estuviera con él.

— ¿Soobin?

Suspiró con sus ojos cerrados por debajo de ambas palmas, aunque estaba jadeando pronto al sentir cómo la otra mano rodeaba su cintura. Aquél tacto le estaba erizado la piel

—Soobin...

—Yongguk, no puedo contestarte eso —el silencio se armó entre ellos un momento, al menos hasta que llevó sus propias manos sobre la que cubría sus ojos y acariciaba con el pulgar, pidiendo en su interior que el contacto nunca acabe —. Jamás me enseñaron el amor, en ninguna de sus formas.

Yongguk guardó silencio, dejando a Soobin con el creciente miedo y duda de si acaso el hombre estaba decepcionado por su respuesta, temiendo haber arruinado lo lindo que el magnate se estaba comportando.

— ¿Y qué sientes, entonces?

El joven tomó aire, pensando en esa pregunta.

—No lo sé, pero se siente bien. Jodidamente bien —contestó Soobin, queriendo hundirse en el pecho del hombre detrás suyo —. Y no quiero que eso se acabe, nunca.

Yongguk rió, aquél bello sonido retumbando por sus oídos como si fueran los sagrados canturreos de los pájaros.

Su vida llevaba tomando un gran rumbo, Yongguk lo convirtió en su amante, el favorito por encima de su propia esposa, manteniendo el amor de ellos como un secreto, pudo salir del orfanato y establecer un hogar gracias a las regalías de Jinyoung. Lo que tenía sirvió para una casa en ruinas, pero con el cuidado necesario y ciertas reformas, pudo convertir esa casa en un lugar cuanto menos decente.

Aunque para Soobin era una minoría, lo importante para él era cómo los ojos de Yongguk lo miraban, con ese cariño que siempre ha caracterizado la calidez que emana del magnate.

Tal vez se pensaría que Soobin se dejó convertir en una especie de aventura por lo que Yongguk ofrecía en quilates y en billetes, pero lo cierto es que no. Él nunca ha buscado nada de eso.

Eran esos detalles como los besos en su piel y las caricias lo que valían la pena, feliz de ver que Yongguk prefería estar con él que con su esposa o incluso pasar tiempo de calidad con su hija adoptiva. Gracias a él, ahora sabe lo que es sentirse querido de verdad, y solo por eso no iba a dejar que ese hombre se le escapara, el dinero se podía acabar y los contactos desaparecerán, pero no importará.

Por supuesto, Yongguk ha sido todo un caballero con él, lo ha cuidado y mimado como si fuera un príncipe, dándole incluso regalos que por dar un primer vistazo se tratan de regalos caros, ropas a la moda e incluso viajes a lugares como Japón han sido lo mejor de esos cortos meses en los que han estado juntos.

Al fin y al cabo, era beneficioso. Pensándolo con la cabeza fría, con los regalos de Yongguk ha podido esconder en una coartada perfecta las regalías de su oficio, ya que aún no tenía esos contratos de comerciales con los que se sabe un deportista puede ganar bastante dinero, no, así que le tocaba aceptar con humildad los relojes y perfumes caros a cambio de ser ese San Sebastián que tanto puede amar Yongguk.

Sin embargo, no siempre es un beneficio, ya que aunque se traten de regalos discretos, de alguna manera llamaban la atención, en especial la de Jung Wooyoung.

Hace no mucho fue denominado como el capitán del equipo, ya que Wooyoung era incapaz de mantener las jugadas para ganar si no anotaba él ese punto.

Y bueno, como mal perdedor que es, Wooyoung se ha encargado de siempre hacer menos el trabajo de Soobin, tratando de saborearlo e incluso meterse en la vida privada de este, lo peor de todo, es que ellos fueron amigos en el pasado. De hecho, Soobin ingresó al hockey gracias a Wooyoung, pero pareciera que el chico ahora se arrepentía, porque el alumno ha superado al maestro, y eso era imposible en la cabeza de Wooyoung.

Esto se había convertido en una guerra para él, una que jamás será capaz de detener, incluso si Soobin no estaba interesado en seguir la pelea.

Era así, al menos hasta que Soobin recibió las primeras advertencias de que tal vez se avecinaba una tormenta y que él ya no estaba siendo el mismo de antes, algo estaba mal.

Curiosamente, esas advertencias llegaron cuando estaban entrenando, y Wooyoung notó algo inusual en las cosas de Soobin, viendo cómo estaba guardado con meticuloso cuidado un reloj casi tan caro como todo el uniforme que debían usar.

Ahí nació la peor de las ideas que Jung Wooyoung pudo haber tenido.

Soobin recuerda ese día como el peor de todos, tal vez ese momento fue el tiempo exacto donde las cosas comenzaron a salir mal.

Estaban todos en la pista de hielo, comenzando a preparar las primeras jugadas de la jornada, fue entonces que Wooyoung se le acercó.

—Oye, Soo —el joven rodó sus ojos y Wooyoung rodeó sus hombros con su brazo, su maldita sonrisa de satisfacción estaba comenzando a irritarlo —. No es por ser un chismoso, pero...

—Es por que estás siendo chismoso —respondió tosco.

—Es decir, sí. Ocurre que vi que traías un reloj, y me quedó encantando.

—No está a la venta, así que...

—Hey, hey hey —interrumpió el joven Jung —. Calma, no te iba a pedir ese reloj. En realidad quería saber dónde lo compraste.

Soobin no contestó, ya que si bien era caro, no revisó la marca, solo lo usaba porque es un regalo precioso que Yongguk le había dado ese día que tuvieron el picnic.

—No lo recuerdo, hace tiempo que lo compré.

La sonrisa de Wooyoung se agrandó, generando el disgusto en Soobin.

Podía notar el cinismo.

—Sí, bueno, es que me daba curiosidad porque es muy caro. Un rolex no lo consigues en todos lados —contestó Wooyoung —. Y me llamaba la atención, ¿sabes? No es común que alguien con una posición como la tuya sea capaz de adquirir semejante reloj. Hasta me daría miedo de mirarla porque se podría desgastar.

El joven Choi se mantuvo callado, mirando a Wooyoung cada vez más irritado con la presencia de ese simio.

—Oh, claro. Seguramente has de tener un trabajo —aseguró mientras dejaba palmadas en el pecho de Soobin, quien quitó la mano con asco, nadie más que Yongguk tenía permitido tocarlo —. Bueno, por el precio de ese rolex he de suponer que te va muy bien, ¿en qué prostíbulo trabajas?

Aquello no solo terminó desconcertado a Soobin, sino que también a los jugadores que se encontraban cerca de ellos.

— ¿Qué?

—Huh, debí suponer que no te gustaría pagar una parte a un prostíbulo. Bueno, ¿en qué esquina te paras? Tal vez hasta pueda ayudarte un poco en tu trabajo, aunque no creo que pueda ofrecerte lo que vale un reloj como ese. Estoy seguro que si consigo un amigo que quiera pagar lo que resta no solo te daremos lo mismo en dinero, sino que también te estaríamos ayudando a prosperar en tu trabajo como prostituto.

Soobin apretó el stick en sus manos, la sangre le quemaba de la furia al escuchar aquello, ¿quién se creía ese maldito al insinuar que es un prostituto?

—Bueno, uno de ustedes dos debía seguir los pasos de tu madre, ¿no? Solo asegúrate de que no te...

El uniforme que un jugador de hockey lleva no es para nada ligero, ya que estos tienen la principal función de protegerlos de cosas como los golpes, caídas o incluso el condenado puck golpeando contra tu estómago.

Sin embargo, Soobin también tiene fuerza, lo ha demostrado cuando golpea en el rostro o en el cuerpo a sus víctimas, o cómo pudo azotar tantas veces la piedra contra la cabeza de ese oficial. Todos saben de la fuerza que este tiene en su cuerpo.

Por lo que ver a Wooyoung azotar su cuerpo contra el hielo mientras que el stick de Soobin se destrozaba al impactar en el abdomen de Wooyoung para luego verlo abalanzarse hacia el chico, viendo cómo le quitaba el casco y lo golpeaba en la cara, fue algo esperado, pero que no dejaba de dejar a todos en shock, ya que jamás habían visto una actitud tan violenta en Soobin.

Jongin y Yeosang fueron los únicos que reaccionaron con rapidez y sacaron a Soobin de encima de Wooyoung, quien se quejaba por el dolor infligido.

— ¡Vas a ver, te voy a matar, hijo de la grandísima perra!

— ¡Soobin! —exclamó Yeonsang con cierto temor, mientras intentaban sacar al joven Choi de la pista de hielo, para luego sentarlo en las bancas y pedirle que se calme, mientras los otros socorrieron a Wooyoung.

Minutos más tarde, Soobin recibió una advertencia y una recomendación de descansar, ya que se acercaban torneos importantes y no podían darse el lujo de perder al mejor de sus jugadores por la estupidez del joven Jung.

Soobin yacía tirado en su cama, pensando en lo que había hecho, en cómo fue tan fácil perder la compostura, cuando eso no pasaba antes.

Wooyoung es insoportable, todo el mundo lo sabe, pero jamás había recibido una paliza como esa por sus dichos. Aunque en su defensa, estaba fuera de lugar todos y cada uno de los comentarios dicho por el simio, alguien debía ponerlo en su lugar, ¿no?

El lado bueno de eso, es que pudo llamar a Yongguk, quien le dio una maravillosa noticia.

Los flamantes ochenta transcurrían de forma interesante en Corea del Sur, pero, si algo bueno tenía el octavo año de la década, es que Seúl fue escogida como la ciudad sede de los juegos olímpicos.

Su hermana mayor siempre ha querido participar en los juegos olímpicos, así que la esposa de Yongguk estaba empeñada en que su hija adoptiva participara con un compañero, y esa era la oportunidad perfecta para demostrar la química que ese dúo del que solo conocía a su hermana tenía.

Por supuesto, aquello solo iba a ser un día, pero la mujer estaba decidida a llevar a su hija desde el mismísimo diecisiete de Septiembre hasta el dos de Octubre para poder asistir.

Yongguk debía quedarse en Ansan, por su trabajo.

Y el equipo de Soobin no iba a participar, porque el hockey oficial en los juegos es de pasto.

Habría bastante tiempo para ellos dos, y eso a Soobin le parecía magnífico.

Soobin en su momento ignoró la señal, pero era obvio que las cosas no iban a terminar bien desde que había aceptado trabajar con Jinyoung, era obvio que ser su sicario estaba acabando con su sanidad mental y su manera de desenvolverse en el mundo ya no era la misma, pero eso no podía importar, no cuando su dependencia estaba rogando por ir esa noche hacia Yongguk y ambos tener un momento de tranquilidad.

— ¿Y bien?

Yongguk guardó silencio, pero eso estaba desesperando a Soobin.

—Yongguk...

—No creo que sea buena idea, al menos no aún, Soo.

Soobin se sentó en la cama, dejando su pecho al descubierto por su camisa desabotonada y las sábanas cayendo de este hacía su desnudo regazo.

—Es broma, me lo estás diciendo para joderme, ¿no?

—Escucha, llevo atrapado en este matrimonio desde que tenía veintidós años, ¿cómo podría no ser sospechoso?

—Yongguk, te estoy pidiendo que te divorcies de ella, no que la mates.

— ¿Acaso soportarías que tu hermana se convierta en tu hijastra?

Casi como instinto, Soobin rodó los ojos al recordar eso y ver la insistencia de Yongguk negando sus peticiones, lo cual hizo al hombre suspirar.

—Soobin, no es fácil deshacerse de un matrimonio. Soy un hombre que aparece en la televisión, no es como si un día pueda venir y abandonarla.

—Tú mismo me has dicho que no la amas, estás aquí, desnudo porque acabas de follarme, acabas de decirme que soy mejor que ella en muchos aspectos, ¿pero aún te niegas a separarte de ella?

Soobin bufó y se levantó de la cama, comenzando a tomar sus ropas y a vestirse, enfadado por la respuesta de su amante.

¿Cómo a pesar de todo lo que le ha dicho prefiere seguir atado a alguien que solo lo utiliza por su dinero? ¿Por qué Yongguk era incapaz de ver que solo quiere verlo feliz estando juntos?

¿Por qué prefiere quedarse con un par de aprovechadas en lugar de estar con él, que a pesar de todo se ha mantenido humilde y lo seguía amando por ser quién es y cómo lo trata con tanto amor?

—Soobin, por favor.

—Está claro a quién prefieres, no voy a interferir más en eso —contestó Soobin mientras terminaba de acomodar lo último de su ropa, herido por dentro.

Estaba decepcionado, cuando creyó que era tiempo de plantear la idea de irse a vivir juntos, en un espacio recóndito y relajado, solo siendo ellos dos, Yongguk le dio un golpe de realidad al negarse porque su matrimonio estaba arreglado desde que eran jóvenes.

Y eso lo hizo sentirse desplazado, porque se supone que ambos estaban teniendo esta aventura para amarse, porque sabían que podían ser ellos mismos, solo que Soobin ya no quería ser un secreto, no quería seguir escondiéndose cuando quisiera estar con Yongguk. Solo quería tener una relación más normal.

Y eso no parecía entenderlo su amante.

—Me largo de aquí, hasta nunca.

¿Era mucho pedir a ese hombre que piense en que seguir a largo plazo iba a ser dañino?

El hombre lo tomó de la cintura y lo retuvo, causando que solo suspire.

— ¿De qué me sirve a mí que me des regalos caros o sexo si no vas a estar conmigo? —Sé volteó, quedando a una distancia corta del rostro de Yongguk —. Solo quiero que seamos felices, yo también tendré que huir, pero eso no servirá de nada si sigues en esa mentalidad.

A veces, quiere creer que su Yongguk está encerrado en una jaula, como un canario. Y muchas veces puede verse a sí mismo como quien abrió esa jaula, pero estaba frustrado de ver que ese lindo canario, a pesar de ver el pase libre a la libertad, se niega a salir.

—Solo te estoy pidiendo que te quede conmigo, ¿es mucho pedir?

Yongguk alzó las cejas al escuchar esa frase, tomando un peso importante al ser dicha por Soobin.

El joven miró a su amado unos segundos, esperando una respuesta, pero al no tenerla solo suspira y decide que es hora de marcharse, con la sensación en el pecho de la amargura y frustración. No podía forzarlo a escogerlo, y eso le molestaba.

¿Cuándo dejará de ser una segunda opción o un reemplazo?

—Debo irme, Yongguk. Tengo que entrenar.

Desde ese día, las cosas se volvieron turbulentas.

Las discusiones respecto a escaparse juntos comenzaron a ser un tema recurrente, ya que Soobin cada vez se ponía más insistente, su actuar volvía a ser igual de tenso, parecido a cómo era su actuar cuando asesinó al oficial de policía.

Soobin estaba ansioso, no en el buen sentido, tenía miedo, debían huir lo más rápido posible.

Jinyoung no siempre lo contacta para asesinar mujeres, pero esta vez las cosas eran distintas, ya que le había pedido matar a nadie más que a la esposa de Bang Yongguk.

Sabía lo que eso significaba, lo que sea que tuvieran debía tomar un rumbo fijo, ya que si no cumplía en el plazo, iba a ser delatado, y si lo hacía sin decirle a Yongguk, podía meterlo en problemas a él.

No podía hacerlo de cualquier forma, debía poner su vida y la de Yongguk en orden, de lo contrario las cosas iban a terminar mal, pero su amante no parecía querer cooperar. ¿Qué se suponía que pudiera hacer?

Estaba aterrado por lo que pudiera terminar, a él ya ni siquiera le importaba lo que pasara con su hermana, él sabe que con la suerte que ella tiene va a encontrar de alguien que pueda cuidarla o salir adelante por su propia cuenta, ya que tiene una vida repleta de éxito, sin problemas ni obstáculos.

Sería todo más fácil si fuera ella, tal vez.

Soobin estaba entre la espada y la pared, principalmente porque nunca creyó que una mujer que tuviera el poder unido a ella en matrimonio fuera a tener deudas millonarias con Jinyoung, a tal punto que se convirtiera en un blanco que ese hombre tanto detestaba y quería acabar con ella de una forma grotesca.

Y para eso, llamó al que más sangre tenía en sus manos.

Solo llevaba unos meses, pero ya tenía un basto conocimiento de cómo crear los escenarios sin dejar rastro de su presencia, lo importante de llevar consigo químicos que destruyan el adn para limpiar su huella, como hacer que las cosas sean más rápidas y por sobre todo, cómo hacer que un crimen no sea relacionado uno con el otro.

Podía intentar idear algo, pero, estaba demasiado tenso, sabía que con el simple hecho de enviudar a Yongguk iba a traer problemas.

Lo pensó un poco, hasta que se dio cuenta de que su fecha límite es el dos de Octubre, el mismo día en el que se cerraban los juegos olímpicos.

Según lo que le dijo Yongguk, ese día ella volvería temprano, y ellos no podrían verse porque él tendría que resolver unas cosas en su trabajo.

Los días fueron pasando, Soobin ya estaba enfadado con las negativas de Yongguk a huir, así que había decidido tomar las cartas en el asunto y hacer que se decida por él de una buena vez.

Ese día, Yewon tenía una ceremonia en Seúl para cerrar los juegos olímpicos, pero eso no fue impedimento para la mujer de volver tal y como lo dijo Yongguk.

Soobin conocía una gran parte de la mansión donde vivían, y al tener su mente ya retorcida, con lo poco que conocía ya pudo encontrar los puntos ciegos a los que le sería fácil ingresar y mantenerse escondido en la lujosa casa.

Ahora siendo calculador, encontró la manera de ser sigiloso, recorriendo la casa por completo de puro ocio hasta que escuchó a la mujer llegar a la misión y ordenar que no la molesten, ya que ella estaría en su cuarto matrimonial, arreglándose para recibir a Yewon por la ceremonia de cierre.

Rodó los ojos al escuchar la voz de la mujer y se fue a esconder al cuarto, donde más tarde ella ingresó y comenzó a maquillarse.

Soobin estaba escondido en el vestidor, ese cuarto donde se encontraban las prendas de Yongguk que carecía de puerta y tenía las luces apagadas, dejando todo un espacio de oscuridad en la que soobin ha estado camuflado.

La mujer se quejaba mucho de por qué Yongguk la habrá dejado fuera de su testamento, alegando que ha sido una gran mujer, y hablando pestes de su marido, lo que estaba provocando que la furia corriera por sus venas y quemando la sangre en ellas.

Mucho más tarde, Yongguk había regresado a la mansión, siendo recibido con la noticia de que su esposa había llegado horas antes, y que supuestamente se estaba arreglando para recibir a su hija, pero que no habría bajado ni para merendar ni dar otras instrucciones, algo que había llamado la atención del hombre y los empleados del lugar.

Subió al cuarto y llamó a la puerta antes de abrirla, ya que podría ser que ella estuviera desnuda.

Sin embargo, no lo estaba.

La sangre goteaba de las mantas, sábanas y colchón habían absorbido la mayor parte, sus ojos no podían mostrar el terror con el cual murió la mujer, solo estaba ahí, tirada en la cama y su cuerpo muerto sujetando un arma, como si ella se hubiera querido quitar la vida de la nada.

La puerta detrás de él se cerró, y cuando se volteó a ver, Soobin estaba ahí.

— ¿Y bien?

El tono gélido en la voz de Soobin se metió hasta lo más profundo de Yongguk, viendo el rostro del joven con la sangre salpicada de la mujer y en sus ropas, demostrando que lo que acababa de ver en la cama no era más que una escena creada para hacer creer al mundo que la mujer se suicidó, pero era todo lo contrario.

Soobin la había asesinado a sangre fría.

—Soobin...

El hombre mayor retrocedió al ver que Soobin también portaba un arma.

—Sé que te estarás preguntando, ¿por qué mi querido Soobin me hizo este favor? Bueno, como te estabas tardando en darme una respuesta clara, creí que era buena idea despejarte el camino, así que la maté.

Soobin se oía tan fuera de sí, Yongguk solo podía mirar al chico sonreír y acercarse a él.

—Ahora que ella está fuera del camino, ¿sí nos podremos ir juntos?

El pecho de Yongguk dolía, temeroso de ver lo que había pasado, se sentía amenazado, ¿cómo Soobin pudo hacer algo así?

—No.

La sonrisa de Soobin desapareció, pasando a una mueca de confusión y enojo.

— ¿No? —Yongguk retrocedió al percatarse de cómo el enojo iba cada vez más invadiendo la inestable mente de Soobin —. ¡¿Cómo qué no?!

— ¡Acabas de matar a una persona!

— ¡He matado a personas incontables veces, ella no era la gran cosa!

Soobin estaba delirando, realmente estaba en un delirio psicótico, y lo había hecho enfadarse.

—Es por Yewon, ¿no? —la rabia estaba haciendo que las palabras salieran rasposas de su garganta —. Es porque la prefieres a ella también, ¿no?

— ¿Qué?

—Oh, claro que ella tiene que ver en esto -Soobin se acercó al adulto, cargando una bala en el arma.

—Yewon es mi hija adoptiva.

— ¡Y ella es mi jodida hermana biológica! ¡¿La prefieres a ella?! —Yongguk no pudo evitar encogerse sobre sí cuando Soobin gritó — ¡¿Cómo...?!

El hombre se detuvo y suspiró, negando con la cabeza.

—Soy un imbécil, ¿cómo pude creer que me amabas si no soy ella?

—Soobin, por favor, cálmate...

— ¡Cállate! —el hombre vio a Soobin alzar el arma y se apuntó en la cabeza con el arma —. Muy bien, se te acabó el tiempo Yongguk.

—Para. ¡Para!

Pidió Yongguk, aterrado de que Soobin apretara el gatillo.

— ¡Escoge de una maldita vez: ella o yo! —el joven puso su dedo en el gatillo, demostrando que era capaz de apretar el gatillo —. Tienes que escoger, porque sí o sí vas a perder a uno.

En un golpe de valentía, Yongguk se abalanzó sobre Soobin, donde ambos comenzaron a forcejear para arrebatarle el arma de las manos al joven, sin embargo, Soobin tenía fuerza y no dudó en patearlo, sin lograr quitarle nada, a cambio ganando ser estampado contra la muralla del cuarto.

— ¡Ella o yo! —gritó por última vez —. ¡Escoge de una vez, por una mierda!

Yongguk miró a Soobin, suplicando en silencio que se detenga.

Pero Soobin, en su delirio, fue más valioso que alguna respuesta, ya que al no acercarse para besarle y finalmente huir, consideró que Yongguk había escogido a su hermana.

—Perfecto.

Y dicho aquello, disparó en el pecho de Yongguk, viendo cómo éste terminaba desplomado en el suelo, muriendo en ese instante.

Soobin cayó sobre sus rodillas, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas cuando se dio cuenta de que había matado a quien tanto buscó tener entre sus manos.

Se arrastró hasta llegar al cuerpo de Yongguk, acariciando su cabello y poniendo su mano en donde la bala había perforado la piel, un tiro certero en el corazón, manchando sus manos con la sangre y de nuevo el hedor metálico se estaba impregnando en su piel.

—Yongguk...

Comenzó a sollozar al no recibir una respuesta, abrazando el cuerpo inerte y dejándose manchar con la piel, ambos tirados en el suelo.

Las cosas salieron mal, demasiado mal.

Había perdido a la única persona que lo hizo sentir bien, que lo hizo sentirse cálido. ¿Qué se suponía que hiciera ahora?

Estaba desorientado.

Perdió la noción del tiempo, solo sabe que ha estado aferrado al cuerpo de Yongguk, quién sabe cuánta sangre tiene en su ropa, su rostro también tenía los restos del fluido, solo un par de franjas interrumpiendo y limpiando el rastro al haber estado llorando por horas.

La habitación había permanecido en silencio desde el disparo, incluso el mismo Soobin se preguntaba si acaso quedó sordo por los disparos a pesar de llevar un silenciador, su mente no hacía muchas preguntas, es como si el tiempo se hubiera detenido excepto por él.

Cerró los ojos, sintiendo el cuerpo frío debajo de su cabeza, tal vez estaba esperando a verlo respirar con tranquilidad, que su amante solo estuviera dormido, así como cuando se reunían y Yongguk a veces se quedaba dormido después del sexo.

No había respuesta alguna, no estaba esa mano acariciando su hombro o espalda, no había más contacto, al menos hasta que Soobin decidiera rozar los labios cianóticos del hombre con las yemas de sus dedos, admitiendo en silencio que nunca más podrá besar esos labios.

Se lamentaba en su mente, cuando en eso escucha las escaleras de la casa y la voz de su hermana, llamando por sus padres.

Soobin se levantó con dificultad, viendo cómo ella intentaba abrir la puerta pero fallando ya que cuando cerró la puerta la bloqueó con el seguro.

Miró la escena, y fue entonces que se levantó, yendo hacia el armario de Yongguk, donde había dejado un poco de gasolina y también tomó unas cuantas prendas del hombre, las cuales las arrojó al suelo y las roció con gasolina.

Debía terminar lo que empezó.

Abrió la ventana y encendió un cerillo, lanzándola hacia una de las prendas, la cual comenzó a quemarse, y cuando el fuego comenzó a hacerse cada vez más grande y agresivo, se fue.

Se quedó cerca, esperando por unos minutos antes de que el fuego comenzará a causar griteríos y que la gente empezará a salir, luego de unos minutos las llamas explotaron, seguramente por alcanzar el área de la cocina, y aquello acabó por confirmar que la lujosa y gran mansión estaba ardiendo en llamas, las ventanas estaban rotas por la explosión y el calor del lugar era sofocante, contrastando con el frío al estar en pleno otoño, incluso todos temían que el fuego se siguiera esparciendo al llevar la casa un patio y jardín rodeado de pasto y un gran árbol donde, de hecho, Soobin se había infiltrado en primer lugar.

Las horas fueron tensas Yewon logró escapar del incendio poco antes de que fuera la explosión, y todos trataban de consolarla por lo devastada que estaba. Soobin miraba cómo todos estaban ahí para él, incluso una joven que parecía ser de su edad lo hacía, diciéndole que todo iba a estar bien, viendo una vez más cómo todos estaban enfocados en ella, pero nadie lo consolaría a él.

Nadie lo vería, por lo que sufrir en silencio era su mejor opción.

Antes de retirarse, aprovechó las flamas para deshacerse de las prendas blancas que estuvo usando para deshacerse de la ropa con sangre, tomando su mochila con la ropa de cambio y usando las prendas negras que tenía.

Huyó del lugar, nadie se dio cuenta de que estaba ahí, puesto que en la oscuridad de la noche, Soobin ya estaba camuflado.

Pasaron los días, no asistió al funeral porque no quería que Yewon se relacionara con él, a parte de que creía que ella ya tenía a alguien que hiciera ese trabajo por él. Pero si fue a visitar a Yongguk, dejando un ramo de crisantemos amarillas junto a unas amapolas blancas y en el centro unas acacias, demostrando su luto y amor secreto hacia el único hombre que tuvo su corazón.

Después de eso, él mismo se contactó con Jinyoung.

Oh, parece que alguien está buscando un trabajo. Por cierto, lo hiciste realmente grandioso esta vez, aunque te fuiste al extremo al matar al esposo, ¿no crees?

Su pecho se apretó cuando escuchó aquello, sintiendo el dolor de la reciente pérdida.

—Ya hice lo que me pediste, no vuelvas a pedirme nada. No te delataré, pero tampoco quiero seguir haciendo esto.

Jinyoung guardó silencio.

—Sí quieres esta vez es gratis y te iré devolviendo el dinero que me diste, pero déjame en paz.

Una risa se hizo oír al otro lado de la línea.

Bien, lárgate, pero vas a ver que tarde o temprano volverás a buscarme con la cola entre las patas. He sido amable contigo, mierdecilla. No seré amable cuando regreses.

Y Jinyoung cortó la llamada, Soobin recibió su cambio por lo corta que fue la llamada y abandonó la cabina telefónica, caminando hasta llegar a su casa.

Los días en los que Soobin se hundía cada vez más en la miseria, esperando por alguna emoción cargada en su corazón herido, el insomnio estaba tomando todo lo que podía hacer, los partidos de hockey le parecían tediosos y por supuesto, jamás celebró ninguna de sus victorias, ya que no tenía razones para hacerlo.

Al notar aquello y con miedo a que Soobin tuviera un tercer intento por acabar con su vida, le recomendaron descansar, obteniendo como respuesta una negativa, bajo el argumento de que el hockey es lo único que estaba haciendo, y dejar de ir será contraproducente, diciendo solo lo faltaba tomarse un poco de tiempo para acostumbrarse a las nuevas jugadas, y que pronto estaría brillando como el denominado príncipe de hielo.

Cada vez buscaba ignorar más las noticias de su hermana, porque el recuerdo de lo que se sentía como un sueño febril para él se reproducen en su cabeza, los gritos de desespero de la mujer al ver que tenía un arma y cómo ella terminó muriendo por recibir el disparo en su cabeza, luego el pecho sangrante de Yongguk, viendo cómo su camisa blanca terminaba con una gran mancha roja, cubierta de sangre.

Todos creían que Bang Yongguk y su esposa murieron en el incendio, o al menos creían que primero la mujer se suicidó, ya que el fuego dejó poco en descubierto, apenas y se podían distinguir quién era quién.

Al menos hasta que llegó su cumpleaños.

Ese día no tenía previsto hacer algo en especial, su mente apenas estaba enfocada en hacer algo que no fuera entrenar, pero de alguna forma la vida terminó por hacer algo extraordinario en el día de su cumpleaños.

Cuando menos lo esperaba, la puerta de su casa fue golpeada, así que se levantó y abrió la puerta, viendo que en lugar de ver a Jongin, su vecino y compañero de equipo, a quien estaba esperando,se encontraba un hombre que vestía formal.

—Buenas tardes.

—Uh... Hola. ¿Necesita algo?

—Vengo a hacer una entrega a Choi Soobin.

Eso le pareció extraño.

—Soy yo.

—Me presento, soy el abogado de la familia de Bang Yongguk, me llamo Jeong Jungkook y...

— ¿Cómo sabe usted de mí? Yo no soy un familiar de Bang Yongguk.

Jungkook lo miró, viendo el semblante frío del jugador de hockey, haciendo que este trague saliva.

—Él me lo explicó en vida.

Entonces Soobin alzó las cejas, intrigado de oír las palabras de abogado.

— ¿Y qué tiene para traerme?

—Debo hacerle la lectura de un documento y hacerle entrega de una carta, la cual me pidió Yongguk que la entregará en su cumpleaños, en caso de que él no pudiera hacerlo él.

《¿Acaso él ya sospechaba que algo pasaría?》

Soobin miró de pies a cabeza al abogado, dejándolo entrar a su casa.

El abogado miraba con cierto temor al jugador, quien lo invitó a sentarse en los sofás que tenía en lo que cerraba la puerta, para luego acercarse y sentarse.

El hombre hizo la lectura del documento, dejando estupefacto a Soobin, luego recibió la carta junto a una caja pequeña.

Luego de eso el abogado se fue, dejando la plena libertad a Soobin de leer la carta y descubrir qué tenía la caja.

Abrió primero la caja, sacando un jadeo cuando vio que se trataba de un hermoso anillo. Nadie le había regalado un anillo antes, ni siquiera de fantasía, por lo que no pudo evitar sentirse abrumado.

Y las cosas se terminaron por derrumbar cuando leyó la carta que Yongguk le había dejado.

"Hey, hoy es tu cumpleaños, cariño.

Sé que tienes mucho por preguntarte, y lo primero que quiero decir aquí es que lo lamento.

Lamento haberte hecho creer que no quería irme, al principio tenía miedo porque de verdad creía que podía tener repercusiones en ti, pero al ver la desilusión en tus ojos me hicieron comprender que debía tomar una decisión.

¿Cómo pude descuidar lo más importante de esta forma?

Sé que a este punto habrás sido insistente, pero quería que fuera una sorpresa.

Aquella caja contiene todo símbolo de nuestro amor, tal vez puedas considerar una promesa, ya que ahí se encuentra la llave a nuestra felicidad.

Ahora dime, ¿te gustaría vivir en un lugar con bosque o con costa? Los papeles del divorcio se presentaron después de los juegos olímpicos, he decidido que huiremos y tendremos una vida pacífica, pagaré una manutención para mantener a Yewon lejos de la ecuación y ya no serás un simple amante, serás mi lindo príncipe del hielo.

Feliz cumpleaños, Soobin."

La cara de Soobin estaba húmeda, las lágrimas estaban cayendo como traicioneras mientras que el peso de la culpa estaba causando que su cuerpo doliera.

Cuando Jongin llegó, notó que la puerta estaba abierta, y cuando entró para ver si Soobin estaba bien, lo encontró tirado en el suelo, un frasco de pastillas que también se encontraba vacía y un poco más alejada de la mano del joven. En un estado de sobredosis.

En su cumpleaños número veinte había intentado acabar con su vida, incapaz de soportar el dolor que le provocó saber que en realidad arruinó todo. Su vida con Yongguk es una fantasía que él mismo se encargó de destruir.

Cuando despertó, se dio cuenta de que estaba internado en un hospital, dándose cuenta de que una vez más había fallado.

Pasó días internado en el hospital, siendo revisado y nuevamente dado de alta. Entonces volvió a su casa, donde comenzó a hacer cuentas de lo que debía pagar en el hospital, al menos hasta que encontró de nuevo el anillo.

Una vez estuvo toda una tarde mirando la caja, preguntándose qué hacer con el anillo, si guardarlo o tirarlo.

Después de eso, tomó el anillo mientras recordaba el cariño que Yongguk había demostrado tener hacia él, un hombre amoroso que a pesar de no ser necesario, usó su poder para favorecerlo y hacerlo sentirse querido, sabiendo que si las cosas hubieran sido distintas, ellos habrían huido y en estos momentos estarían viviendo una vida pacífica, siendo una pareja feliz.

Fue así como decidió por usar el anillo en su dedo índice, decidido a considerarlo como la promesa que nunca se pudo cumplir, y se juró hundirse su corazón en un témpano para que sus sentimientos sean incapaces de seguir interfiriendo en su vida, enfocándose en crear una carrera exitosa en el hockey, a pesar de que le parecía más interesante el tenis. Solo le tocará esperar hasta el día de su muerte, pidiendo que si hay un más allá, poder ir con Yongguk.

Nadie conocía el origen del anillo que portaba en su dedo índice, llamando la atención de todos, pero nadie se atrevió a preguntar, y Soobin tampoco parecía interesado en contar la verdad.

Su corazón permaneció encerrado en ese témpano, nunca más preguntándose cómo se siente la calor, viviendo en vida como un hombre gélido, calculador y apático, todos siendo intimidados por el denominado príncipe del hielo.

Al menos hasta que en el invierno del noventa y dos, seis años después, decidió ir a la pista de hielo de Seúl y finalmente conoció a Choi Yeonjun.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro