N
Incluso cuando queda un poco de esperanza sobre el mundo, tus mismos cercanos se encargan de arruinar algunos planes tuyos.
Como tu muerte, por ejemplo.
O incluso no era tan necesario que fuera alguien cercano a ti, puede ser un perfecto desconocido que simplemente tenga un ridículo complejo de héroe sin capa que puede cambiar al mundo. O una reportera que ha estado meses acosando cada respiración tuya, y tal pareciera ser que el caso era así.
Porque cuando Soobin abrió los ojos, no sólo estaba desorientado, luego de unos minutos su mente comenzó a procesar, dándose cuenta de que estaba internado en lo que su mente pudo calcular -a duras penas por tanto rato aletargado- como una habitación de hospital. Frunció el ceño y se acomodó sobre la camilla, viendo más detalles que no le interesaban, hasta que su vista se fijó en una silueta poco común para su dormida memoria.
Una chica más baja que él, cabello castaño claro, largo y con tenues ondulaciones; una figura delgada y también pareciera ser delicada por todos sus gestos elegantes a la hora de anotar algunas palabras en una libreta o pasar a una página en blanco.
El pelinegro la miró actuar en silencio por un largo rato, demasiado absorto en el divague de su mente para saber quién era ella. Claro, aquella duda no le duró mucho tiempo, porque cuando la chica se percató de sus oscuras y opacas orbes sobre ella, le miró de vuelta dejando ver su fino rostro.
Ninguno dijo nada por el momento, las facciones de la chica no delataban sentimientos de altanería o ser tosca, pero sí lucía un semblante serio.
No recordaba bien qué había ocurrido, pero estaba claro que la chica no debería estar ahí, al menos no cuando no tuviera algo que ver con la policía.
Estaba en problemas, era obvio.
—Choi Soobin, me presento nuevamente —habló finalmente —Me llamo Kim Minju, periodista —.
Miró la mano que de repente yacía extendida hacia él en forma de saludo, aturdido por la presentación. Él ya sabía quién era ella ¿cuál era la necesidad de presentarse nuevamente?
Rodeó los ojos luego de unos segundos, desviando su atención hacia la ventana sellada del lugar. Era una mierda seguir con vida por cuarta vez.
—Si crees que voy a darte una entrevista o algo espera sentada y haz un testamento, porque no voy a contestar ni una sola palabra —respondió con la voz ronca.
— ¿Incluso cuando se trata de tu real vínculo con el caso de Yoo Jimin? —.
La habitación se sumió en un profundo y tenso silencio, la cabeza de pelinegro comenzó a doler en demasía cuando escuchó aquello, a tal punto que lo hizo cerrar los ojos y sisear. Conociendo a lo que la mujer se jactaba.
Suspiró cuando el dolor se atenuó y miró con atención, hasta que notó que seguía allí.
—Supongo que quieres seguir burlándote de mí ¿no? De lo contrario hace mucho que me habrías delatado —Era cierto ¿cómo es que esa mujer seguía siguiéndolo a pesar de conocerlo todo?
—Es porque tengo una propuesta, la cual si bien no es tu obligación aceptar… —la chica hizo un falso gesto pensativo, sacando de quicio al deportista —Puede ser perjudicial para ti y el plan que tienes —.
Entendió de inmediato a lo que se refería, un chantaje mal planteado.
No podía esperarse menos de una mujer así.
Suspiró, harto de la presencia ajena y alzó su mirada a la ventana en la que yacía una pequeña maceta blanca, con una suculenta, bastante decorativa para una habitación de hospital.
—Habla —.
Su orden no fue acatada en el momento, sin embargo cuando dirigió la mirada a la mujer, se dio cuenta de que ella estaba sonriendo con desafío.
—Primero debes salir de aquí, de lo contrario tendrás tiempo para arrepentirte y ya sea lo que decidas, no puedes volver atrás en lo que decidas —Contestó.
—Entonces vete, no quiero verte la cara ahora —la chica comenzó a reírse un poco, burlándose de aquello.
—Es bastante simple —se sentó en la camilla —Tengo una caja, llena de toda la evidencia que te delata —el pelinegro alzó una ceja, tomando nota ante lo que ella decía —Y dependiendo de qué hagas, desecharé toda esa evidencia, o la enviaré a todos los canales de televisión, estaciones de radio y periódicos —.
—Supongo que eso pasaría si me niego a tu propuesta —.
—Y si aceptas pero intentas salirte con la tuya —agregó la mujer, como si no hubiera dicho nada más —No te tomará mucho tiempo ayudarme, es más. Si es posible trataré de llevarlo al mínimo —.
—Claro ¿y si demuestro que es falso? —.
—Entonces, abriré paso a los testigos —Soobin resopló, cariño como si estuviera riendo.
—No hay testigos —contestó el pelinegro.
—Hasta entonces, ya los habría encontrado, y estoy bastante segura de que no es muy difícil sabiendo que mi mejor amigo se llama Christopher Bang —.
—Hasta entonces, Bang se habrá matado, lindurita —insinuó con mal humor —Ahora, si no vas a hacer otra cosa que amenazarme entonces lárgate —ordenó nuevamente.
La mujer suspiró, mientras su rostro abandonaba el buen humor y sus ojos se volvían a caer en el pálido rostro del deportista.
—Bien, bien. Dios eres insoportable cuando quieres —se rindió y tomó unos segundos para terminar de ordenar sus palabras —Digamos que… Eres la única persona que aceptaría hacer esto con tal de sacar provecho —.
Escuchó cada palabra que salió de los finos labios, decoradas con esa burlona sonrisa que Soobin estaba aprendiendo a odiar. Un plan ridículo, habían muchos huecos.
Y nada le aseguraba que la chica fuera a cumplir con su parte.
—Puedes contar con mi palabra, si es lo que te preocupa. En el acuerdo escrito podemos acordar eso con más detalles —ofreció Minju.
La miró desde los pies hasta la cabeza, cada fibra fue analizada y suspiró luego de un rato.
— ¿Y si no puedo darte lo que quieres, por ser infértil? —.
—Te dejaré ir, y me quedaré callada. Porque aún así habrías cumplido ¿no? —alzó una ceja ante la seguridad de la chica —Y no te preocupes por pensión o ese tipo de cosas, yo sabré arreglármelas —.
Detestaba que lo quisieran sólo para ser un semental y un esposo trofeo, pero si a cambio de eso estaba su silencio y si lograba tirar disimuladamente las cuerdas, Minju sería su títere.
— ¿Y bien? ¿Hay trato? —llevó su mirada a la chica, la cual le extendió la mano y se quedó callado por unos segundos, hasta que bufó y estrechó su mano con la contraria.
—Conste, tendrás que hacerte cargo de los daños colaterales —advirtió —Y si algo sale mal, ya sea que me descubran o algo así, es tu culpa —.
—Correré el riesgo, ya que no tengo nada que perder —.
Ese fue el último comentario hasta que la chica se levantó y se retiró sin más, haciendo que finalmente Soobin se tumbe en la camilla y mantenga su mirada fija en el techo. En estos momentos la persona que estaba moviendo los hilos a su conveniencia era Minju, por lo que debía encontrar una manera de que voluntariamente le ceda aquel poder y finalmente hacer su cometido.
Esta vez no tendrá frenos, no ahora que tiene un señuelo.
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