IX
Dos días antes del juicio.
Ansan, Corea del Sur.
Yeosang… Su caso no era muy lindo.
Su vida no tenía carencias, mucho menos por el inicio, sus padres siempre fueron cariñosos con él, sin embargo, la pubertad y su incesante necesidad de creerse mejor que el resto lo llevaron a hacer cosas muy indebidas.
Fumar, beber y drogarse no era nada comparado al vicio que habría desarrollado respecto a las mujeres. Comenzó con una prima la cual lo rechazó por obvias razones. Yeosang en esos momentos pudo pensar que estaba siendo irracional pero no. Arruinó la visa de su prima al plantar drogas en sus jugos. Así comenzó su incesante modus operandi.
Al menos era así hasta que dos mujeres llegaron a su vida.
No aparecieron juntas de forma simultánea, una había llegado en su adolescencia, y la otra llegó a su vida como una de las mujeres más bellas y delicadas que pudo conocer.
Nunca pudo determinar si ella y Soobin tuvieron una conexión. Personas con el apellido Choi eran abundantes. Aunque no parecía ser el caso de que fueran familia. Más bien, esa mujer se transformó en su ancla. Ella no lo arregló, pero sí lo hizo ver el lado que debió ver hace mucho. Actualmente era su prometida, pronto tendrían un hijo o una hija, aunque él rezaba porque fuera un niño. Teme pagar sus pecados si engendran una niña. La adorará, pero temerá por su vida con cada día que ella no esté cerca.
Por supuesto, su esposa no sabe de su otra mujer en su vida, la cual lo ha marcado de tal forma que, ver a Jongin junto a Soobin celebrar por cómo se desharán de ella junto a Yewon… Se sentía como una ironía maldita.
Él siempre quiso poseerla. Anhelaba día con día el momento en el que pudiera tenerla bajo sus brazos, no sintió temor cuando Soobin la había cazado y se la había entregado como si fuera un simple trofeo.
Pero se sintió más enfermo que nunca, cuando la escuchó agonizar, suplicar, pedir socorro y finalmente darse cuenta que el monstruo no fue solo él, sino que su parte fue una excusa perfecta para eliminar a esa pobre mujer y hacerla sufrir en sobremanera. Sus propias palabras mataron a Yoo Jimin.
Yeosang sabe que no puede cambiar las cosas, lo hecho, hecho está y ya no puede traerla a la vida o pedirle disculpas, nadie va a poder quitarle el peso que siente en su pecho. Comenzó a sollozar. Jennie y su prometida lo miraron con preocupación, porque ellas y Minju los acompañaban para celebrar y “tener una noche de paz" antes del juicio final en contra de Yewon, el cual era en dos días.
Soobin vio a las mujeres quedar en silencio y Minju lo alentó para hablar en privado con Yeosang.
Así fue como ambos se reunieron en la cocina, mientras que Soobin rellenaba su copa con vino y el vaso con jugo para Minju, mientras esperaba a que Yeosang termine de sollozar, cuando estos cesaron, Soobin se volteó para encarar a su compañero.
Sin mayores reparos, Soobin agarró a Yeosang de la camisa que este vestía, su semblante era sombrío a pesar de que las luces estaban encendidas, iluminando lo que estaba pasando con ellos, aunque nadie se acercaba. Tal vez Jongin y Minju estaban tratando de controlar la situación desde el salón para que ellos puedan discutir con tranquilidad.
Una pacífica discusión.
— ¿Se puede saber cuál es tu problema? Si no quieres que…
—No estoy seguro de continuar.
Soobin guardó silencio, luego frunció el ceño, intentando comprender el comportamiento de Yeosang. Leía cada gesto que su compañero había hecho, nada en el cuerpo de Yeosang indicaba algo obvio, a parte del miedo y la tristeza, lo estaba sacando de quicio.
— ¿No estás seguro de continuar? —Yeosang asintió con rapidez, temiendo que Soobin lo golpeara, pero al ver que el joven Choi no estaba haciendo un movimiento aparte de observar fijamente a su persona, en completo silencio. Luego, Soobin lo soltó y se alejó unos pasos — ¿Y se puede saber qué te hizo espantarte?
Yeosang lo dudó por un momento, luego decidió tratar un poco la idea que aún podría recibir misericordia de Soobin.
—Yo… Siento que no puedo inculpar a Yewon por algo que yo hice parte. Tal vez si confesamos…
—Si nos entregamos, lo más probable es que seamos ejecutados. Además, Jimin murió porque eras tú el que quiso tenerla. Eras tú el que quedó descubierto, y yo tuve que matarla porque te recuerdo que nuestra idea inicial era venderla. Tal vez si hubieras sido un poco listo ella en estos momentos te consideraría un héroe que supo encontrarla con vida y además pudo traerla a salvo por tu culpa. Sin embargo, tuve que matarla y de paso nos metiste a todos en este problema.
— ¡Pero no tenías que secuestrarla! —Soobin tapó la boca de Yeosang y se quedó en silencio, tratando de verificar si es que alguien pudo haber escuchado algo de lo que Yeosang acaba de gritar, suspirando, Entonces, el joven amarró un trapo de cocina en la boca de Yeosang para que guardara silencio y salió unos para llamar a Jongin y cuando los tres estuvieron reunidos, una mueca de diversión se hizo ver en los labios de Soobin.
—Yeosang se va a entregar —Jongin palideció y miró a los dos, luego de eso Yeosang se quitó el trapo, intentando hablar, pero Soobin no dejó que el jugador de hockey continuara —. Y pienso que es una buena idea.
Los dos hombres permanecieron en silencio cuando escucharon esas palabras, entonces Yeosang miró a Soobin con miedo.
—No se preocupen. Me encargaré de que Yeosang tenga una buena y feliz condena. Ahora, Jongin… ¿Te quieres unir?
Jongin permaneció en silencio, Yeosang suplicaba con la mirada para convencer a Jongin de entregarse.
Pero Jongin se reconoce como un cobarde, un cobarde consciente de que tiene dos hijas a las que cuidar, que Jennie no merecía pasar por los estragos de lo que fue para Jongin un momento de debilidad. Supuso que Yeosang lo entendería, Soobin también está en una posición donde podría perjudicar a Minju, también a su hijo por nacer.
—Por mi parte, hay silencio. No me gustaría quedar mal enfrente de mi hijo, quiero verlo crecer y ser feliz —Soobin se volteó para mirar a Jongin y sonreír con frialdad —. ¿Qué hay de ti, Jongin?
Yeosang sintió el peso de su decisión mientras que Jongin solo volvía a la sala para no volver, dejándolo a su suerte.
No solo estaba asustado por lo que Soobin pudiera hacer en esos momentos, sino que también sentía que su vida estaba jodida.
Sin embargo, Soobin no estaba dispuesto a que las quejas de Yeosang arruinen su noche. Aunque….
Soobin plantó una mano en el hombro de su compañero, susurró unas palabras en el oído de Yeosang, discutieron más y Yeosang se fue, sin siquiera haberle dado explicación alguna a su prometida o al resto, cometiendo el error de dejar la situación en las manos sangrientas de Choi, quien dijo que Kang no se sentía bien, y que él se encargaría de cuidar a la dulce prometida.
La junta acabó cuando Jennie y Jongin se retiraron, así que Soobin se aseguró de que Minju fuera a dormir y que estuviera a salvo, fue entonces que Soobin llevó a la prometida de Yeosang a su casa.
Soobin miró a la mujer mientras conducía, ambos en silencio, al menos hasta que Soobin comenzó a hablar.
—No eres… Muy distinta a lo que Yeosang acostumbra —la mujer miró a Soobin, confundida por oír aquello —. No te ofendas. Eres muy bella y puedo ver que eres una grandiosa persona. Ha hecho cosas demasiado horribles.
— ¿Cómo sabes eso? —Soobin se detuvo cuando el semáforo se puso en rojo, entonces miró a la joven mujer.
—Me temo que él amaba presumir lo que hacía a todas…
Soobin comenzó a conducir de nuevo, quitando la mirada de la joven, luego procedió a dar vueltas a lo largo de la ciudad para poder contar la larga lista de lo que hizo Yeosang, omitiendo lo ocurrio con Yoo Jimin, aunque sí mencionó la forma en la que la cosificó, e incluso habló de cómo fue que la indujo en el mundo de las drogas sólo para aprovecharse de ella.
La pobre mujer quedó horrorizada, creía que iba a llorar, más Soobin comenzó el recorrido al lugar de ella, para que ella pudiera digerir un poco, así que cuando llegaron al hogar de la mujer, Soobin le abrió la puerta del auto y la abrazó cuando ella se bajó.
—Calma. Tú solo quisiste amar, fue él quien se quiso aprovechar de eso.
La joven rompió en llanto, asustada y siendo consolada por Soobin, quien le prometió que ella no volvería a sufrir de esta manera, le aseguró que ella no volvería a sufrir por Yeosang, y que tanto ella como su futuro hijo estarían a salvo.
Y así lo hizo.
Le pidió a la joven que se mantuviera al margen, tal vez un cambio de Ansan a Seúl sería lo adecuado, ya que su familia y red de apoyo estarán ahí para contenerla. Se despidió de ella y luego se fue a una tienda de conveniencia. Con cubrebocas y gorro en su cabeza, se dedicó a buscar por los pequeños pasillos antes de tomar unas bolsas.
Luego volvió a su departamento, y aunque estaba en contra de que Minju lo acompañara, terminó aceptando para que ella jamás volviera a pedirle algo como eso. Tomó el sobre que Felix le habría entregado y lo manipuló con guantes, sacando de ahí una hoja.
Un poco de astucia, una pizca de odio y una bolsa de carbón fue la solución a todo este problema. Cumplió con la promesa que le hizo a Yeosang y cumplió con lo prometido a la desdichada mujer de Yeosang.
Uno murió en libertad a pesar de que confesó su parte en el pecado, y ella nunca más tendrá que pensar en el idiota con el que se iba a casar.
Y por supuesto, arrastró a Yewon en el proceso.
Día posterior al juicio.
Seúl, Corea del Sur.
— ¡Choi Yeonjun, por aquí!
— ¡Choi Yeonjun, tenemos unas preguntas para usted!
— ¿Es verdad que usted sabía de todo lo que pasó con Yoo Jimin y Choi Yewon?
— Choi Yeonjun, ¿planeas cancelar el compromiso?
Yeonjun caminaba con los lentes de sol encima de sus ojos, el flash en las cámaras eran demasiadas como para hacerlo tropezar, no sabe cómo es que no se ha caído o chocado con nada aún.
Todo este fiasco del juicio le había arruinado la vida. ¿Será que Soobin sabía lo que pasó?
Aún tenía esa discusión en su cabeza, cómo veía el desdén en los ojos de Soobin cuando le pidió quitar la demanda.
Para colmo, Yewon confesó entre lágrimas que no había quedado embarazada, y que planeaba casarse para hacer una adopción efectiva de un bebé.
Miró a los periodistas, y en lugar de responder alguna pregunta, solo se adentró al recinto deportivo, en donde se encontraría con Yewon, para finalmente discutir su separación como dúo de patinaje. Era lo único que los mantenía unidos ahora, así que necesitaba hacerse con la idea de dejarla atrás y seguir con su vida.
Al adentrarse fue recibido por su entrenador, quien estaba esperando por él, Yeonjun no se quitó los lentes, necesitaba ocultar el estado rojizo e irritado de sus ojos por el llanto y el cansancio que le ha provocado estar bajo el cuestionamiento de la sociedad sobre su participación en la muerte de Yoo Jimin.
Cuando ingresaron a la oficina, se dio cuenta que solo estaba Jungkook, el abogado de Yewon, su entrenador y su propio abogado. Ahora él se estaba sumando.
— ¿Y Yewon? —Yeonjun miró a los hombres, quienes suspiraron y de forma indirecta dejaron el espacio para que Jungkook hablara.
—Ella no vendrá. El caso de Yoo Jimin fue reabierto y arrestaron a Yewon de manera preventiva.
—Toma asiento, Yeonjun —indicó el entrenador, y Yeonjun tomó un asiento, quedando al lado de su abogado y en frente suyo el asiento donde debería estar Yewon, el entrenador habría quedado en la cabecera —. Bien, como ambas partes sabrán, los he convocado para discutir lo que ocurrirá de ahora en adelante. Yeonjun, has hecho saber que quieres separarte de Yewon, ¿cierto?
Yeonjun asintió, luego dirigió su mirada al puesto vacío de la discusión.
—Bueno. Licenciado Jungkook, ¿Yewon ha expresado su postura? —Jungkook suspiró y asintió.
—Se niega a separarse de Yeonjun.
El entrenador y el resto guardó silencio, entonces el abogado de Yeonjun intervino.
—Supe que Yewon recibirá castigos por esta situación. También por las agresiones a Kim Minju. Mi cliente no busca verse involucrado en esta situación. Como pareja, ha hecho lo posible por apoyar a Yewon, y como su compañero de patinaje, ha hecho una labor impresionante —el hombre tomó una pausa antes de continuar —. Sin embargo, las cosas son distintas ahora. No estamos hablando de que ella haya cometido una falta con el dopaje. Hablamos de que Choi Yewon fue acusada de cometer homicidio, no en contra de cualquier persona, sino que en contra de Yoo Jimin.
Yeonjun agachó la cabeza, aún pensando en el aura tranquila y la personalidad tan alegre que aquella joven le pudo mostrar, aún pensando en el terror que la joven vivió y no merecía tener en su lecho de muerte.
Jimin jamás envidió a nadie, ella siempre fue respetuosa con sus superiores y fue una pareja asombrosa, talentosa, amorosa y cálida.
Tal vez fue su culpa por haber sido tan celoso con ella, si hubiera sido más maduro y entendido que a Jimin le gustaba estar en compañía y pasar tiempo con sus amigos, tal vez hubiera podido protegerla.
No pudo seguir el hilo de la discusión, no cuando su cabeza estaba tan partida a la mitad, escéptico de que Yewon realmente esté involucrada y a su vez aún con esos pensamientos de que creía en las acusaciones. La muerte de Jimin se dio con odio, torturada hasta que ya no pudiera respirar; ni el médico que hizo la autopsia pudo retener las lágrimas al ver que ella había sufrido desde el momento en el que se fue de su lado hasta su último suspiro.
Inconscientemente, quería creer que Yewon en realidad era incapaz de hacer algo tan atroz. Si era verdad, no se lo perdonaría, por haber creído ciegamente en que Yewon era una buena persona, por haber dudado de las intenciones de Soobin y por sobre todo, haberle fallado a Jimin, quien fue la que menos participación tuvo en este incidente, y la que más sufrió.
Al final la reunión acabó con una falla hacia Yeonjun, afirmando que Yewon y Yeonjun no volverán a presentarse como pareja, ni de manera amorosa, ni en la pista de hielo. Yeonjun se fue sin decir ni una sola palabra, subió al auto y solo se fue del recinto deportivo, dejando a su abogado dar las noticias.
Manejó sin rumbo, pero se detuvo en un semáforo, sin darse cuenta en qué parte de la ciudad estaba. Entonces pudo ver a Soobin y a Minju caminar, Soobin escoltado a su mujer embarazada y cargando unas bolsas, las cuales parecían llenas de varias cosas. Minju recién comenzaba a mostrar un vientre abultado, supuso que esa era la razón por la cual con suerte la dulce periodista llevaba un osito de peluche y el abrigo de Soobin envolviéndola, mientras que el otro cargaba con todo, al parecer sin importarle la brisa que corría en el lugar.
Yeonjun contuvo el aliento, viendo todo aquello desenvolverse. Soobin no pareció reconocerlo ni verlo, mucho menos Minju. Pero él sí los hizo, y sólo pudo comenzar a llorar y golpear su manubrio cuando los dos desaparecieron, viendo que tal vez él pudo llevar una vida así, la vida que tanto quiso una vez considerara retirarse…
Cómo es que la vida que tanto quiso él, la tuvieran otros.
Estaba envidioso, debía admitir que estaba celoso de ver que por lo que tanto había luchado tener se le fue de las manos y que tal vez pudo tener todo eso con Jimin, porque con Yewon fue inútil de pedir.
¿Cómo se atrevían? ¿Cómo es que todos podían avanzar y él cada vez que lo intentaba era arrastrado para recordar lo que pasó?
Tal vez estaba rebosante de salud, pero su corazón estaba enfermo, lleno de dolor y tristeza, también de confusión.
El sonido insistente del claxon lo arrancó de sus pensamientos. Yeonjun aceleró, pero su mente seguía atrapada en la imagen de Soobin y Minju, en lo que nunca podría ser suyo. Con el corazón apretado, giró el volante y decidió dirigirse a algún bar que todavía estuviera abierto. Necesitaba ahogar esa mezcla de celos y desesperación en alcohol.
No sabía cuánto tiempo había pasado, solo que el amargo sabor del licor seguía en su boca y las luces del bar se habían vuelto un borrón a su alrededor. Se tambaleó al salir, ignorando las miradas curiosas y las voces que lo llamaban. Solo quería desaparecer.
Cuando finalmente llegó a su departamento, apenas pudo meter la llave en la cerradura. La puerta se abrió con un chirrido, y Yeonjun tropezó dentro, dejando caer su abrigo y la cartera en el suelo. No se molestó en encender la luz, se dejó caer en el sofá, con la cabeza dándole vueltas y el estómago revuelto. Solo quería dormir, olvidar todo lo que había visto, lo que había perdido.
Sus dedos encontraron algo en el bolsillo de su chaqueta. Un sobre arrugado, con su nombre escrito en una caligrafía conocida. Apretó el sobre con fuerza, como si ese simple objeto pudiera darle las respuestas que necesitaba, o tal vez porque sabía que no estaba preparado para enfrentarse a su contenido.
El sobre permaneció en su mano mientras se desmoronaba sobre el sofá, las sombras de la habitación envolviéndolo. No pudo más, y el alcohol finalmente lo sumió en un sueño inquieto.
La mañana llegó con el peso de una resaca aplastante. Yeonjun abrió los ojos con esfuerzo, dándose cuenta de que no estaba en su departamento. La familiaridad de la sala le hizo dar un respingo. Estaba en el departamento de Soobin. Se incorporó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza y la cabeza martillándole.
Lo primero que notó fue el sobre que aún apretaba en su mano. Lo había sostenido toda la noche. Con un suspiro tembloroso, se levantó del sofá, mirando alrededor, esperando ver a Soobin aparecer en cualquier momento. Pero la sala estaba vacía, excepto por el eco de sus propios pensamientos.
Yeonjun miró el sobre, su nombre le devolvía la mirada en aquella caligrafía familiar. Dudó por un momento, el recuerdo de la noche anterior todavía fresco en su mente. Finalmente, con un suspiro pesado, deslizó un dedo para abrirlo, preparándose para lo que sea que estuviera por enfrentar.
Mas se detuvo cuando una puerta se hizo oír, y los pasos de unos zapatos lustrados y estrenados se hacían oír, fue entonces cuando fijó su mirada y Soobin apareció, quien parecía igual de sorprendido de verlo.
—Oh, despertaste —fue lo que dijo antes de acercarse al sofá, entonces Yeonjun sintió la fría mano de Soobin en su frente. ¿Cómo un hombre podía estar tan frío si no estaba tan frío el ambiente? —. Te prepararé algo para comer. Te ha de doler la cabeza, pero no es recomendable que tomes medicina con el estómago vacío.
Yeonjun miraba a Soobin caminar como si fuera lo de siempre, como si aquello fuera algo que se diera seguido o incluso como si fueran compañeros de piso, que Soobin conociera todos su pecados y los aceptara como si nada.
Tan perfecto… Tan tóxico.
Pronto Soobin había llegado al comedor, sirviendo una cantidad de comida reconfortante que, tal vez Yeonjun la vio antes, en específico cuando había terminado con Yewon y lo había abandonado por Soobin. Los agregados lucían frescos, e incluso el refresco que Soobin vertía sobre un vaso, parecía orgánico.
—Ven, debes comer algo.
Pronto Yeonjun estaba comiendo todo lo que Soobin había preparado, a pesar de que no sentía hambre, Soobin lo miraba con tranquilidad y hasta una ligera sonrisa se esbozaba en sus labios, como si estuviera orgulloso de verlo comer.
Le traía recuerdos un tanto amargos. Cuando el paradero de Jimin aún era incierto, Soobin era quien estaba ahí de la hora en la que lo haya llamado hasta la mañana siguiente o hasta que se quedara dormido, siempre cuidando que no haga estupideces o que tomara su propia vida en ese momento de desesperación.
Yeonjun volvió a olvidar el sobre, perdido entre sus pensamientos y en los cuidados de Soobin, sin posibilidad de saber lo que le esperaba ahí.
Soobin miraba las noticias a través de los televisores que estaban en exposición, los cuales hablaban de lo que podía esperar a Yewon por las acusaciones en su contra y algunos reportajes de que Yeonjun tal vez se retire del patinaje de forma permanente.
Soobin mantenía una mirada estoica mientras recuerdan cómo es que Yeonjun anunció que nunca más patinará en conjunto de Yewon, que los anuncios sobre su futuro matrimonio con ella eran falsos, y por supuesto, la clara muestra de que iba en serio con este tema, y en apoyo a su fallecida amada fue que cualquier mención de él junto a Yewon era una razón de demanda por difamación.
No estaba feliz. Porque sabía que esto solo fue bajo consejo legal. No es algo que Yeonjun quiso en realidad.
Sabe los conflictos que Yeonjun siente, sabe de que Yeonjun necesita pruebas cruciales y no una carta de suicidio de otra persona. También sabe de la culpa que aún carcome a Yeonjun.
Sin embargo, no sabía hasta qué punto Yeonjun podía llegar. Supuso muchas cosas, y de alguna manera ha fallado en adivinar lo que hará que Yeonjun reaccione como quiera en ciertos escenarios.
Debía ser bueno para poner la puesta en escena, así que no perdió el tiempo.
Primero lo primero, fue apoderarse de ese sobre al que Yeonjun estaba tan aferrado en esa noche de borrachera, no pudo pegar el ojo al pensar en lo que pudo haber sido, esa carta provenía de Yewon, y no quería que la víbora tuviera la oportunidad de escupir veneno y arruinar sus avances.
Luego, fue a ese lugar donde acabó con la vida de Jimin. De alguna forma esa casa aún se mantenía de pie, y con periódicos viejos que encontró en algunas oficinas a las cuales Minju tenía acceso, se dedicó a hacer de este lugar el escondite de Yewon y Yeosang. Los periódicos quedaron plantados con rayones, marcador rojo cubriendo los rostros de Jimin y suyos, algunos de Roh Jeong-eui donde la llamaba de forma despectivas e incluso pretendía señalarla como su próxima víctima, otros donde cosificaba a Jimin y finalmente salía con insultos realmente inapropiados para decirle a un hermano menor. La cereza en el pastel fue colocar círculos alrededor de Yeonjun, diciendo en esos rayones que Yeonjun “es suyo”.
Usó guantes quirúrgicos y unas botas nuevas para quedarse inspeccionando el lugar, asombrado de ver que los utensilios con los cuales torturó a Jimin aún se encontraban en ese lugar. Incluso después de casi tres años, aún estaban las colillas de los cigarrillos con los cuales quemó a la joven.
Este lugar era un santuario, tanta evidencia que ahora le tocaba alterar… Le parecía fascinante, cómo es que solo necesitaba borrar su adn y luego añadir cosas que fueran una amenaza para él.
Sabe que de alguna u otra forma acabarán dando con este lugar, el cual traerá la desgracia encima de Yewon.
Felix, quien estaba igual con zapatos cubiertos y guantes, usó todo lo que había en la habitación para volverlo el escondite de Yewon, e incluso se atrevieron a usar unas muestras que obtuvo de la policía para esparcirlas, aquello haría ver que Yeosang y Yewon fueron los únicos en la escena del crimen.
Jongin, en cambio, se mantenía en la entrada de la casa abandonada, vigilando que aún no llegara la policía. Él tenía sentimientos encontrados con toda esta situación, también le hubiera gustado decir la verdad. Tiene una hija, tiene una esposa y siente que también le ha defraudado a su madre con todo esto.
Jongin permanecía cerca de la puerta de la casa abandonada, un lugar que ahora parecía respirar el mismo aire de culpa que lo atormentaba. Sus ojos recorrían nerviosamente el entorno, cada crujido de la madera bajo sus pies era como un recordatorio de su creciente desesperación. Las dudas y el arrepentimiento lo devoraban por dentro, pero no podía moverse, no podía alejarse ni enfrentar la verdad. Había llegado demasiado lejos para echarse atrás ahora.
En su mente, las imágenes de Jimin se repetían una y otra vez, como un ciclo inquebrantable de terror. La sangre, los gritos, el sufrimiento, todo lo atormentaba en sus sueños, y la culpabilidad se apoderaba de cada uno de sus pensamientos. Sabía que estaba destrozando su vida, que le estaba fallando a su esposa, a su hija, y lo peor, a la memoria de su madre. Pero por más que lo deseara, el miedo era más fuerte. No podía arriesgarse a confesar y perderlo todo. Si lo hacía, el caos que se desataría destruiría no solo su vida, sino las vidas de todos a su alrededor.
Mientras tanto, Soobin estaba dentro de la casa, inmerso en una tarea meticulosa que ejecutaba con una calma perturbadora. Observaba el escenario con una mirada fría, calculadora, inspeccionando cada detalle, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Los periódicos manchados y los objetos personales de Yewon y Yeosang estaban dispersos en la habitación, una escena diseñada para incriminarlos sin dejar espacio a la duda. Era un trabajo laborioso, pero Soobin lo realizaba con una precisión quirúrgica, sin el más mínimo asomo de remordimiento.
El ambiente en la casa era denso, cargado de una tensión que Soobin parecía ignorar por completo. Para él, cada detalle en ese escenario falso era una pieza esencial de un rompecabezas mucho más grande. No sentía el peso de la culpa que aplastaba a Jongin. De hecho, no sentía nada en absoluto. Solo había un objetivo claro en su mente: asegurar que Yeonjun quedara completamente libre de Yewon y, sobre todo, que quedara en sus manos.
Soobin recordaba con claridad la conferencia de prensa donde Yeonjun, visiblemente perturbado, había anunciado que nunca volvería a patinar junto a Yewon. Lo que muchos vieron como una declaración valiente de Yeonjun, Soobin lo interpretó como un signo de debilidad. Sabía que Yeonjun estaba siendo manipulado, que sus decisiones eran el resultado de la presión legal y del dolor que aún lo atormentaba. Lo había observado de cerca durante todo ese tiempo, notando cada grieta en su fachada, cada momento de vulnerabilidad.
Con un suspiro apenas perceptible, Soobin se enderezó y miró a Felix, quien seguía trabajando meticulosamente a su lado. Los dos estaban alineados en su propósito, pero por razones muy distintas. Para Felix, esto era una cuestión de negocios, no podía negarse a correr estos pequeños riesgos si la recompensa que Soobin ofrecía era tan jugosa que solo podía ofrecerla en efectivo. Para Soobin, sin embargo, todo esto tenía un propósito más oscuro y retorcido. Cada movimiento que hacía, cada palabra que pronunciaba, estaba diseñado para un solo fin: llevar a Yeonjun a un punto donde no tuviera otra opción que depender de él, confiar en él, amarlo.
Felix, por su parte, estaba absorto en su tarea, esparciendo las muestras que había obtenido de la policía por toda la escena, creando una narrativa que, una vez descubierta, incriminaría a Yewon y Yeosang de manera irrefutable. Mientras lo hacía, no podía evitar sentir una ligera incomodidad, pero la reprimió rápidamente. Sabía que esto era necesario para ganar ese dinero que tanto ansiaba, aunque no podía evitar notar lo inquietante que resultaba la calma con la que Soobin manejaba la situación.
Jongin, afuera, seguía luchando contra la tentación de huir, de dejar todo atrás y salvar lo que quedaba de su vida. Pero no podía. No ahora. Estaba atrapado en una red de mentiras y manipulaciones que lo ahogaba, y Soobin, de alguna manera, había logrado arrastrarlo más profundo en esa oscuridad. Jongin deseaba con cada fibra de su ser poder confesar, poder liberarse de la carga que lo aplastaba. Pero el miedo era un carcelero cruel, y lo mantenía atado, incapaz de actuar.
Soobin, mientras tanto, no perdía de vista su objetivo. Sabía que todos los que estaban involucrados en este plan pensaban que su única motivación era deshacerse de Yewon, proteger a Yeonjun del escándalo y de las falsas acusaciones. Y en cierto modo, eso era verdad, pero solo una verdad parcial. Lo que nadie sospechaba era que, en el fondo, Soobin tenía un plan mucho más calculado, uno que culminaría con Yeonjun completamente bajo su control.
Soobin no podía permitir que nada se interpusiera en su camino. Sabía que tarde o temprano, la culpa y el dolor empujarían a Yeonjun a buscar una salida, y cuando ese momento llegara, él estaría allí, listo para ofrecerle el consuelo y la estabilidad que tanto necesitaba. Nadie más lo entendería como él, nadie más lo apoyaría como él. Y cuando todo esto terminara, Yeonjun no tendría a nadie más a quien recurrir. Sería suyo, completamente, sin reservas.
Jongin, en la entrada de la casa, sintió que su corazón latía con fuerza mientras el sonido lejano de sirenas rompía el silencio de la noche. Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que todo esto explotara, antes de que la verdad, o lo que parecía ser la verdad, saliera a la luz. Miró una última vez hacia la casa, hacia los hombres que estaban dentro, antes de apartar la vista, incapaz de soportar la carga de lo que habían hecho.
Soobin, en cambio, estaba preparado. Con cada paso que daba, con cada palabra que pronunciaba, se acercaba más a su objetivo. Y cuando todo esto terminara, nadie sabría lo que realmente había sucedido. Nadie, excepto él y el hombre que finalmente sería suyo.
Jongin cerró los ojos, sudor cubriendo su cuerpo al tener la oportunidad de confesar, aceptar la derrota y hacer justicia por Jimin y tal vez su último chance de ganarse un puesto en el paraíso.
—Están por llegar.
Y solo dejó esa oportunidad escapar, haciendo que Soobin y Felix crucen miradas antes de guardar sus implementos, pero entonces Soobin tuvo una mejor idea, y antes de guardar su marcador rojo, en una de las tantas fotos que pegó en las murallas, se encerró en un círculo, en el cual, pretendiendo ser Yewon, juraría que su vida estaba acabada, haciéndolo de una manera particular.
Tiró el marcador al suelo, sabiendo que no hay huellas suyas ahí. Luego se retiró junto al resto, ahora era el momento de que los policías jueguen a ser Sherlock Holmes.
Arrancaron el auto y aparcaron no muy lejos, viendo cómo es que dos patrullas llegaron y unos autos particulares se estacionaban también. De uno bajó un hombre que causó en Jongin esa sensación de amenaza, la misma sensación que tuvo cuando se dieron cuenta que Jimin debía morir.
Un detective privado, probablemente enviado por la familia de Jimin.
Soobin alzó las cejas cuando vio a Minju bajar del mismo auto, pero un gesto de satisfacción y ese brillo de astucia se había llenado en sus ojos tan oscuros, había destruido toda la evidencia que Minju podría haber recolectado años atrás. Mientras que Felix ahora podía abrir la maleta donde se encontraban los millones que Soobin le prometió.
Los tres hombres permanecieron ahí, entre las sombras veían cómo los policías y el detective había caído como moscas a la miel, mientras que Minju lucía cada vez más asombrada, entonces Soobin supo que su plan había funcionado, ahora solo era momento de que Yewon hiciera su dramática parte.
Tal vez deba visitar a su hermana, sería muy cruel de su parte no contener a su hermana en un momento como este... Antes de que se ponga peor para ella.
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