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Dominic ese sujeto que acababa de ser intimidado solo observó con una sonrisa a las personas que el señor Gattuso le señaló, tomó un poco de una licorera que llevaba en su saco y tras limpirase la boca dirigió su mirada al hombre frente a él.
—Ya he estado en otros establos donde un hombre se rodea de animales, la unica diferencia es el lugar, la mierda es mierda eso no distingue raza, color ni idioma —dijo para después levantarse de la mesa y ajustar su saco—. Con o sin su permiso me retiro, solo vine aquí para hacerle saber que seré la mosca en su sopa de ahora en adelante —pasó frente a mí en su trayecto de retirada y me vió de reojo—.
—Interesante sujeto... —encendió uno de sus puros y tras darle una bocanada golpeó su puño en la mesa haciendo caer una botella de vino y levantó la voz molesto—. ¡Quiero saber donde vive, quienes son sus amigos, donde vive su familia, donde se reúne para trabajar, cuando y donde come, quiero que ese hijo de perra sienta mi respiración en su nuca todo el puto día!
Todos en el lugar se quedaron callados, el gordo Charlie anotó todos los requerimientos del jefe mientras sudaba entre el nerviosismo y su hipertensión.
El resto de la tarde fue algo tenso, era como esas veces que sabías que habías hecho algo malo y tus padres se darían cuenta en cualquier momento y te reprenderían, sin embargo nos habíamos enfocado tanto en el agente que olvidamos que hay otras personas que esperan a verte distraído para darte una puñalada por la espalda, y justo eso pasó en uno de los negocios de Gattuso.
—¡Señor Gattuso ha habido un incendio en la cervecería!
Era Bobby un joven que siempre veía que cada domingo le traía una dotación de cerveza a Gattuso para su degustación y placer, estaba cubierto de polvo y con las manos sucias de ceniza, como si hubiese atravesado el fuego para llegar a la mansión.
Gattuso se acercó a Bobby rodeado de sus guardaespaldas y le tomó de los hombros.
—¿Quien lo hizo? —le dijo secamente.
—Los Cremonese... —dijo con temblor en sus labios.
Gattuso se incorporó y asintió, me volteó a ver a mi, a Cobra y a Charlie, camino cerca de nosotros y apretaba los puños conteniendo el coraje, se mojó los labios que habían quedado secos de su enojo para despues soltar su orden:
—Hay un taller mecanico muy bueno de Cremonese en la zona sur de la ciudad, Trish, lleva la limosina ahí para que le hagan una revisión, Cobra y Charlie mientras van a hablar con los encargados para ver alguna compensacion o descuento —dijo como si fuese una orden de rutina—, no regresen sin haber cumplido mis ordenes.
Nos levantamos de nuestros asientos y emprendimos camino hacia el taller, sus palabras traducidas significaban que debía llevar a Cobra y Charlie a hacer un trabajo sucio, eso no me daba tranquilidad, y menos teniendo a Cobra a mis espaldas platicando con Charlie sobre que harían y como lo harían, sentía que si me descuidaba yo tambien saldría afectada, no confiaba en ellos para nada.
Unos minutos después llegamos al taller, los tipos en el lugar vieron el auto de forma curiosa, pero cuando vieron bajar a Cobra, mas de uno dió un paso hacia atrás, era un desgraciado con fama que le precedía en muchas partes, yo solo me limité a observar, ésa era la orden. Cobra tomó un bat de la cajuela y Charlie sacó un garrote, ambos se dirigieron hacia los mecánicos, quienes respondieron tomando herramientas de trabajo, todo parecía indicar que habría una guerra campal, sentí que si ellos fracasaban también me hundiría en el mismo barco, por lo que tomé una manopla que llevaba en mi guantera y me uní a ellos.
Quien parecía manejar el taller al verme soltó una carcajada y miró burlescamente a Cobra y Charlie:
—¿Ahora las rameras de Gattuso tambien salen a arañar Cobra?, ¿Eres tan incompetente que necesitas de una mujer para cubrirte las espaldas a ti y tu obeso amigo?
Cobra miró hacia su espalda y notó que tambien me había puesto en guardia, hizo un gesto de desagrado, pero al ver que del taller empezaron a salir un mecánico tras otro, al punto de triplicarnos en número, no tuvo otro remedio que a su manera...respaldarme.
—No deberías juzgar a esa mujer a la ligera —dijo Cobra seriamente—. ¿Cómo está tu hijo? Ah si si, muerto.
—Te haré tragar tus bolas imbécil.
Acto seguido se fueron todos contra nosotros, Cobra tomó vuelo y le tumbó los dientes a uno del primer batazo, Charlie a pesar de su gordura era un tanque, le rompieron una silla en la espalda y ni se inmutó, solo respondió dando un garrotazo en el estomago a su agresor, a mi se me fueron encima con un destornillador, un ataque tonto que esquivé y con la manopla dejé fuera de combate a mi atacante, estabamos emparejando la pelea, por unos momentos la persona que mas odiaba fue mi aliado y los hombres de Cremonese impávidos comenzaban a retroceder, la pelea se estaba ladeando poco a poco a nuestro favor, hasta que uno de ellos jugó sucio y sacó una pistola.
Todo pasó en cámara lenta, vi como Cobra le rompía un brazo al lider del taller y como Charlie tenía a dos mecanicos sobre él, y justo cuando me disponía a ayudarle, un delgado y tembloroso mecánico sostenía su arma apuntando a Cobra quien sonriente le daba una paliza al lider, no sé porqué lo hice, pero corrí, corrí al tiempo que me quitaba la manopla y se la arrojaba al enclenque sujeto quien al sentir el impacto de mi manopla en su mano disparó torpemente hiriendo a Cobra en su hombro en lugar de su cabeza, giró sobre su espalda y alcanzó a ver cómo yo me iba sobre el tipo y le golpeaba en la cara hasta dejarlo inconsciente. Charlie tumbó un bote de gasolina y con un cerillo comenzó un incendio, que sirvió como distracción suficiente para alejarnos del lugar.
—¡Vámonos! El trabajo está hecho y les dimos una lección —dijo Cobra mientras se dirigía al auto sujetandose la herida.
Charlie y yo dejamos a nuestros rivales y subimos al tiempo que arranqué el auto y comenzamos a alejarnos del lugar.
El viaje de regreso fué por demás incomodo, mientras detrás de nosotros un el humo negro del taller surcaba los cielos y los sonidos de bomberos hacían eco en las calles, Charlie mascaba chicle para quitarse el nervio, Cobra me veía de reojo y yo tenía la adrenalina al tope tras la pelea y después de haberle salvado la vida al asesino de mi única amiga, en mi mente finalmente pensé que había optado por tomar tal decisión porque dentro de mí me sentiría insatisfecha si alguien más me quitaba el placer de quitarle la vida.
Tras unos minutos llegamos a la mansion Gattuso y Cobra legando era atendido por el médico de cabecera de Francesco, yo me sentí asqueada, le salvé la vida a quien me ha hecho la vida imposible desde que lo conozco, me fuí a dar un baño y me quedé encerrada en mi habitación, dejé que Charlie le diera el reporte a Gattuso, no me sentía con humor de hablar más de la situación.
Pasadas unas horas, me encontraba en ropa interior en cama arrojando una pelota de tenis en la pared, una forma de calmar mi ansiedad con otra, la ansiedad de que la pelota no me diera en la cara al rebotar, de pronto alguien tocó la puerta, interrumpí mi autoterapia y me asomé por el ojo de pescado viendo a Cobra afuera, exhalé frustrada, me puse una blusa negra de tirantes negra y unos pantalones del mismo color y abrí:
—¿Qué es lo que quieres? —dije de mala gana—. ¿No tienes mujeres que acosar o traseros que besar?
—Solo vine a agradecer que me hayas salvado la vida —dijo Cobra con una sonrisa, que me dolió como si me hubieran mentado la madre—. Aunque, hay otras formas de decirme que me amas preciosa.
Apenas terminó de decir eso y le dí un puñetazo en la cara con todas mis fuerzas, lo tumbé al suelo y ahí, le hundí el pulgar en su herida de bala sacándole un gesto de dolor que fué música para mis oídos.
—¡Escúchame mierda andante, no confundas el trabajo con mis sentimientos por ti, si te salvé la vida, es porque cuando llegue el momento indicado, te aseguro que esa bala, ese cuchillo, o ese veneno lo habre puesto yo y solo yo en tu cuerpo, y ese momento, ese momento, será el momento mas feliz de mi puta vida!
Me levanté y me encerré en mi habitación, no quise ni ver ni escuchar lo que Cobra hizo y dijo tras levantarse, solo puse seguro a la puerta y me senté en mi cama, miré la pelota y me di cuenta que mi ansiedad se había ido...vaya que buena terapia de relajación había sido golpear a ese estúpido...
Saqué una cerveza de mi pequeño refrigerador la abrí e hice un brindis al aire.
—Eso fue por ti, Jennifer.
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