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07

Niki se acercó hasta la puerta de entrada de la casa de Sunoo y le mandó un mensaje avisándole que ya estaba afuera esperando por él. El mayor no tardó mucho en abrir y salir a su encuentro, saludandolo con emoción y portando una sonrisa deslumbrante.

—Así que esta es la casa que mi gato siempre visita.— menciona el menor. —Debería premiarlo por eso, gracias a él conocí a un chico muy bonito.— le dice guiñando un ojo.

Sunoo se sonroja y no sabe que contestar, así que simplemente comienza a caminar hacia la calle.

—¿A dónde iremos?— le pregunta curioso.

—Conozco una cafetería cerca de aquí que es muy buena, pensé en llevarte allí porque me gusta mucho.— le dijo, caminando a la par suyo con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón oscuro.

—¡Suena genial!— contestó emocionado.

El pelinegro sonrió suavemente al ver el entusiasmo e ilusión en la actitud de Sunoo, con sus ojitos brillando y sus mejillas sonrosadas. Le daban ganas de llenarlo de besos.

—Te ves muy tierno.— dijo sin pensar, y, siendole imposible resistir las ganas de tocar su mejilla, sacó su mano derecha de su bolsillo, presionando un dedo contra la piel suave del rostro del mayor.

—Gracias, tu- tú te ves muy guapo.— tartamudeó nervioso, corriendo la mirada tímido.

—¿Te molesta si tomo tu mano?

Por un segundo, Sunoo lo miró sorprendido, pero pronto asintió, extendiendo su mano izquierda hacia el menor. Niki sonrió mientras la tomaba entre su mano, sintiendo la de el contrario suave y pequeña comparada a la suya. Entrelazaron sus dedos y siguieron caminando hablando un poco de cada uno.

—Aquí es.— unos minutos después, Niki dejó de caminar y se detuvo frente a una cafetería que a primera vista lucía como cualquier otra, pero al leer el cartel de la entrada, Sunoo dejó salir un grito entusiasmado.

—¡Una librería café!— dijo apretando la mano del menor emocionado.

—Dijiste que te gustaba leer, así que pensé que te gustaría este lugar.— dijo rascándose la cabeza con su mano libre, sonriendo tímido.

—¡Me encanta! ¡Entremos!— tiró del pelinegro para ingresar al local.

Habían varias mesas esparcidas por el local, con cómodos sofás de colores marrones y anaranjados en cada una. La iluminación era tenue y de un tono cálido que le daba al ambiente un toque íntimo y relajante, perfecto para leer y tomar una deliciosa bebida. Y la mejor parte, eran los estantes repletos de libros a un costado de la estancia, separados en secciones según los géneros. Sunoo sentía su cuerpo vibrar con alegría.

Escogieron una mesa en la esquina de la cafetería, algo apartada de las demás para tener más privacidad, aunque de todos modos no había mucha gente allí y los pocos que estaban no prestaban atención a su alrededor, enfocados en su propia lectura. Dejaron sus cosas en su lugar y Niki se ofreció a pedir sus alimentos mientras el mayor iba a escoger algún libro de su gusto. Sunoo estuvo de acuerdo y le pidió al pelinegro que ordene un café bombón y un pay de manzana para él. Niki asintió y se dirigió al mostrador antes de que Sunoo pudiera siquiera sacar su billetera.

Pronto, ambos se encontraban sentados uno frente al otro, disfrutando de sus calientes bebidas y dulces postres. Sunoo leía en voz alta, suavemente, poemas de una de sus colecciones favoritas, sonriendo cuando escuchaba a Niki murmurar "ohh's" impresionados al escuchar partes que le gustaban. De vez en cuando detenía su lectura para comer bocados de su tarta y entonces Niki aprovechaba para comentarle sobre los escritos que más le llamaron la atención.

Y así, se les pasaron las horas volando, apreciando la agradable compañía del otro.

Entonces, cuando sus platos solo contenían migajas y sus tazas estaban vacías desde hace rato, Sunoo cerró el libro en sus manos con delicadeza. Levantó la mirada, encontrándose ya con los ojos oscuros de Niki sobre sí. Sus cachetes nuevamente se tintaron de un rojo tenue y no pudo evitar ese sentimiento que creció en su pecho. Se sentía cálido, cómodo y no sabía cómo expresarlo, así que hizo lo primero que se le ocurrió.

Se inclinó hacia adelante en la mesa, cuidando de no echar nada, y colocó una mano sobre el costado del rostro de Niki, quien por primera vez en toda la tarde, sintió sus orejas calentarse y su cara pintarse de rosado. El menor mordió ligeramente su labio inferior, acercándose también y apoyando su mano sobre la del pelirosa.

—¿Puedo?— preguntó Sunoo, mirándolo hacia arriba a través de sus pestañas.

Niki no pudo desear algo más que no sea probar sus carnosos labios, así que asintió, estirando su mano libre hasta acariciar el cabello del mayor, colocando unos mechones detrás de su oreja.

Finalmente, Sunoo acabó con la distancia que los separaba, juntando sus labios en un beso dulce y profundo, un contacto que comenzó tímido, pero terminó mostrando los sentimientos de ambos. No sabían en qué momento pasó, pero simplemente habían caído por el otro.

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