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Kagami

Marinette

La campana del final de la última clase sonó estridentemente dando por culminado el día. Guardé rápidamente mis cosas y luego busqué al catire con la mirada para ver si se le había pasado la webonada pero el carajito ya había cruzado la puerta del salón.

Alya como que notó la vaina porque me preguntó.

—¿Les sucede algo a ambos?

Negué haciendo una mueca.

—Déjalo, nada más se picó conmigo y no me quiere decir por qué —me puse mi bolso y la seguí hacía la salida— más tarde se le pasa la vaina.

—De acuerdo... —respondió aún insegura por mi respuesta— ¿Qué tienes pensado hacer en un rato? Podríamos ir a casa de Rose a ver una película...

—No puedo, chama —negué— tengo práctica de esgrima después del almuerzo, sino, con gusto.

—¿Práctica de esgrima? —preguntó con diversión— ¿Y tú desde cuándo practicas eso?

—No lo hago, pero le haré un favor a Adrien. Se lo prometí —contesté y luego recordé lo que el ladilla de Diego me dijo— epa, pero ¿Tu mai no se molestará si vienes a almorzar a mi casa? Es que unos amigos llegaron de Venezuela y...

Peló los ojos.

—¡¿Bromeas?! —preguntó emocionada— ¿Cuándo llegaron? ¿Qué amigos? ¿Porqué no lo habías mencionado antes?

Vacié...

—Mis mejores amigos: Christian, Diego Alexander y Fred —le respondí— Diego es el gafo de lentes que te presenté la otra vez por skype, ¿Te acuerdas?

—Si, si —asintió— está bien, sólo deja que le avise a mamá.

La miré con burla.

—Vergación, al menos hazte la dura un poquito, mija.

Rodó los ojos para ella misma a pesar de que sus mejillas se tiñeron de rojo.

—Cierra la jeta —me imitó haciendo que le siguiera mamando gallo— ¡Basta, Marinette!

—¡Pero mira como te pones! —me burlé para que le diera más arrechera— y yo juraba que ibas a pararle bolas al Nino.

Alya frunció el ceño mientras bajabamos juntas las escaleras en dirección a la salida.

—¿Nino? —casi se rió en mi cara— definitivamente se te ha ido el tornillo. Nino sólo es un amigo, nada que ver.

Levanté las manos en señal de inocencia.

—Yo sólo decía —respondí hecha la loca.

De camino nos despedimos de los demás y al pasar por la habitación de los casilleros, noté que Adrien estaba sentado en una de las bancas hablando con Chloe.

Una pizca de arrechera creció en mí.

Ajá, ¿Como porqué ella intercambiaba palabras con el gato maricón aquel, ah?

¿Y más o menos porqué él le respondía? Será que cree que yo no lo puedo mandar a robar con los mimos si lo veía hablando con Chloe.

Él al parecer sintió mi mirada, pues se volteó. Y justo cuando pensé que dejaría a la bicha aquella hablando sola y vendría hacia mí para despedirse, simplemente se dio media vuelta como si no me hubiese visto.

AHORA SI ME JODI YO CON LA ACTITUD DE JEVA DEL GAFO ÉSTE.

¿Porqué coño se comportaba de esa manera? ¿Será que le pica el culo?

—¿Sostengo tus aretes? —preguntó Alya— porque por la forma en que estás mirando a Chloe algo me dice que se aproxima una buena arrastrada.

—¿Qué es, voj? —arrugué la cara tratando de mostrarme indiferente— digo, no es que no se me antoje darle una rumba de coñazos a Chloe, pero yo no voy a estar peleando por la atención de Adrien.

Alya levantó las cejas con diversión.

—Jamás mencioné que la atención de Adrien era el motivo principal —malaya Alya— entiendo, entiendo, es tu nuevo amigo y no te gusta verlo con la arrastrada de Chloe, pero tienes que entender que ella lo conoció primero.

—¡Si, pero esa maldita no es buena influencia para él! —protesté cruzandome de brazos.

Alya se echó a reír.

—Debe ser que tú si lo eres, ¿Verdad? —rodé los ojos y preferí callarme la jeta— sólo ignorala, después de todo, es obvio que él disfruta aún más de tu compañía que la de ella.

Observamos nuevamente hacia los catires y noté que Adrien miraba su reloj cada tanto tipo que tirándole la punta de que estaba apurado como para estar hablando con ella.

Finalmente, levanté dignamente mi cara y me di media vuelta con mis corotos en mis manos dispuesta a largarme a almorzar.

—Tienes razón —el webo le va a abrir la buhardilla de la azotea hoy al muy mmaguevo— vámonos, tengo hambre.

Alya asintió y gustosamente me acompañó a casa.

Las presentaciones con los animales aquellos fue todo un desastre, mrk. Ahora Christian y Diego andan con la webonada de que a los dos les llamó la atención Alya, Freddy de vaina y le dio chance de saludarla porque aquellos dos no dejaban de acaparar su atención y papi por supuesto, intentando prender el peo a toda costa.

—Coño, vale —insistió papi a Christian— tú has tenido tus culos, tienes uno para cada día de la semana. Dale éste chance a Dieguito, ve. ¿En qué otra oportunidad llegaría a cuadrarse a una francesa?

—¡Pero no es justo, Tom! —se quejó el maracucho arrecho comiéndose sus espaguetis— yo la vi primero.

—¿Y a mi qué me interesa, sapo? —le respondió Diego dándole a la mesa— tú tienes tus jujus con las muchachas y a ti nadie te dice nada, deja que yo me cuadre a la amiga de Marinette.

Papi rodeó a Christian por los hombros como que pa hablarle más en privado. Que no se note la preferencia.

—Dejasela, chico —hizo un gesto restando importancia— no importa, total, las europeas no usan desodorante, déjalo que se cale su violín él solito.

Que rata.

Freddy frunció el ceño.

—¿No usan desodorante? —le preguntó a Alya.

Me di en la frente.

Alya, notoriamente incómoda, negó ése rumor. Al menos para su persona.

—Mentira, miente —siguió diciendo papi— debe ser que desde que yo llegué a ésta vaina Colette no me ha deleitado con la orquesta Sinfónica de Venezuela en sus axilas.

—¡Tom! —se quejó la Coleto con la vergüenza notoria en el rostro.

—¿Qué hablai, viejo ridículo? —ironicé— Tú también eres europeo.

—Sí, pero desde que pisé Venezuela tengo a una amiga llamada Rexona, y esa maldita nunca me abandona —chasqueó los dedos— así que muy europeo y todo, pero sin portar el violín.

Papi no sirve.

—¿Saben qué? —me levanté de la mesa y recogí mi plato— nosotras nos vamos pa mi cuarto. Ya suficiente castigo tiene Alya con que papi sea amiguis de su mamá, no quiero seguir castigandola con la junta de las chusmas éstas.

Diego, Christian y Fred me miraron indignados.

—¡Ar coco! —se cruzó de brazos Christian— Debe ser que vos no soi chusma, remalaya.

—Chusma pero con doble nacionalidad, mi ciela —le respondí.

—¡AH, V E R G A! Te callaron esa jeta —se burló papi.

Rodé los ojos y en vez de quedarme a seguir viendo cómo se peleaban aquellos, le dije a Alya que me acompañara a mi cuarto.

—¿Qué vergas es esto? —Alya levantó del piso un objeto.

Salí de la pequeña ducha y me envolvi el cuerpo en una bata.

—Son las licras de gimnasia artística de Fred —le respondí.

Alya la soltó inmediatamente asqueada.

—¿En serio tu padre les permite dormir en la misma habitación que tú? —preguntó aún sin creerlo mientras me seguía con la mirada.

Busqué entre mis trapos algo decente, deportivo y cómodo pa regresar al liceo.

—Sí, son mis amigos de preescolar, incluso nuestras mamás cuando éramos bebés nos llegaron a bañar juntos en algunas ocasiones —vainas que agradezco no recordar— somos como hermanos. Sobretodo Diego y yo.

Ella sonrió mientras jugaba con uno de mis pisapapeles entre sus manos.

—Ya... —dijo— Diego es algo mono...

Me fui de jeta cuando me estaba poniendo la pantaleta en lo que escuché eso salir de sus labios. Alya al ver mi caída se echó a reír.

—¿Acaso acabas de decir que Diego Alexander te parece tierno? —repetí como que pa asegurarme.

Alya frunció el ceño pero de igual forma asintió a pesar de no entender mi reacción.

—Diego, Diego —repetí— el alto, castaño y de lentes.

—Sí, es él, ¿Tiene eso algo de malo? —preguntó. Mrk, me empecé a reír como la propia anormal— mierda, con la caída seguro se te ha perdido un tornillo, ¿Estás bien?

Terminé de vestirme.

—Aquí a la que le falta la ferretería completa es a voj —dije— ¿Cómo se te ocurre decir que Dieguito es tierno?

—¿Y porqué no podría serlo?

—¡Clara Ruiseñor es tierna! ¡Shawn Mendes es tierno! Pero, ¿Diego? —me volví a reír— verga, le echaste bola, yo creo que un elfo doméstico es más tierno.

Alya rodó los ojos.

—Ay, cállate.

—No te piques pues, porque no te lo cuadro después —le advertí.

—Entonces no me molestes.

—No te estoy molestando, mrk —me empecé a hacer las colitas— sólo te estoy mamando gallo, me da gusto que pienses así del boca abierta aquel, es más, sería justicia que le pararas bola porque aquí la puta del grupo es Christian.

Se rió.

—No seas mala, Marinette.

—¡Es verdad, mrk! —csm, tengo un nudo en las greñas— pero no importa, así se le quiere.

—Entonces... —se sentó bien en la silla con entusiasmo en su rostro— ¿Qué me recomiendas?

La miré dejando de peinarme.

—¿De qué?

Rodó los ojos.

—¿Qué me recomiendas para salir con él? —aclaró— ¿Debo invitarlo yo? O, ¿Debo esperar a que él lo haga primero?

Me encogi de hombros.

—Lo normal sería que te hicieras la dura un buen tiempo, pero yo conozco a Dieguito, ése no agarra ni una punta aunque se las estén diciendo de forma directa —rodé los ojos— invitalo tú.

—¿Estás segura? —preguntó— Digo, ¿No se vería mal que una chica invite a un chico a salir?

—Que te sepa a culo lo que digan los demás, mami —me hice mis colas y luego fui a rodearla con mis brazos— las mujeres somos tan capaces de invitar a un hombre a salir como ellos nos invitan a nosotras. Que te valga madres todo lo demás.

Sonrió de oreja a oreja.

—Gracias, Marinette.

Adrien

—Yo te dije desde un principio que esa niña no era de fiar —me repitió nuevamente el kwami mientras revoloteaba a mi alrededor— pero, ¿Acaso quisiste escuchar algo de lo que dije? ¡No!

Suspiré pesadamente.

—¿Quieres que te preste una grabadora? Es la quinta vez que me lo dices —me crucé de brazos— se te va a dormir la lengua.

—¡Miaw! Pues al menos no besaron a la chica que me gusta frente a mis bigotes —respondió a la defensiva. Lo fulminé con la mirada— Y a mi no me vengas con esa mirada de reproche, porque bastante que te lo advertí.

—No parecías quejarte de Marinette cuando te dejó comerte toda una rueda de queso la otra noche —le dije.

—¡Fue un momento de debilidad! —se defendió— todo el mundo ha pasado por uno alguna vez.

—Yo no recuerdo ninguno.

—Oh, claro que si. O, ¿Es que acaso olvidaste al cuatro ojos ese besando a Marinette?

—¡Plagga!

—Se tenía que decir y se dijo —se excusó— además, por lo que veo no actúas como si en verdad te importara lo que sucedió.

—Es que no me importa.

Me estaba revolcando de los celos, pero no iba a darle otro motivo a Plagg para burlarse de mí.

Realmente se había sentido como un maldito baldazo de agua helada verla besar a un desconocido. O sea, ¿Quién cojones era ése sujeto? No iba a nuestra escuela pero al parecer parecía ser contemporáneo a nuestra edad. ¿Lo conocía? ¿Acaso podría ser él su novio?

No, no, no. Esto no podía estar pasando.

Él no podía ser su novio. Marinette sentía algo por Chat Noir, ella misma lo ha demostrado. ¿Qué sentido tendría fingir algo de esa magnitud?

—Pues por tu expresión, creo que deberías llamar a Hollywood a ver si le vendes la película que te estás creando con tantas suposiciones —se burló.

Dejé el bolso de gimnasia con mi ropa dentro de mi casillero y terminé de ajustarme el uniforme de esgrima.

—¿Cuánto queso debo ofrecerte para que dejes ya el tema? —pregunté notoriamente cansado de sus reproches mientras me apoyaba de mi sable.

A Plagg se le iluminó la mirada al escuchar mis palabras.

—¡Maldición, al fin! Pensé que nunca lo dirías —suspiró— ya me estaba cansando de regañarte.

Negué para mi mismo y volví a tomar el bolso para sacar el envase donde guardaba su Camembert.

—Debes meterte en esa cabecita que no soy una máquina expendedora de queso, ¿Sí sabes, verdad? —le extendi un trozo.

Plagg literalmente lo tacleó de entre mis dedos.

—Copiado, amo —habló con el hocico lleno— ahora, ¿Podemos irnos ya a casa? Ya está por empezar Chopped.

—Lo siento, amiguito —acaricié su cabecita— hoy hay práctica de esgrima.

—Ah, cierto —calló unos segundos— practicarás para rebanar a Marinette por ponerte el cuerno.

—¡Ay, señor Jesús! —exclamé y en seguida dije— ¿Vas a seguir con tu ladilla?

Inmediatamente me tapé la boca al escuchar mis propas palabras. Hubo un minuto de silencio en donde Plagg y yo nos miramos las caras.

Esto es culpa de Mouse.

—Has como que no dije nada.

—Mi silencio tiene un precio.

Lo fulminé con la mirada y justo cuando le iba a dar todo el envase, la puerta de la habitación de los casilleros había sido abierta.

—Hey, Agreste —uno de los chicos de un grado superior al mío, llamó mi atención— Monsieur Lacoste necesita hablar con todos nosotros. Al parecer los de la Academia esa de mocosos estirados internacionales ya envió a su estudiante.

—Iré en seguida.

El chico asintió sin tomarle mucha importancia a mi respuesta y volvió a dejarme a solas con Plagg. El kwami volvió a salir de su escondite.

—Guarda silencio o van a descubrirnos a ambos —le advertí.

—¡Miaw! Tú ve a hacer lo que tengas que hacer, sólo déjame ése aparato tuyo encendido para ver Chopped y prometo callarme hasta que regreses —me hizo ojitos.

Suspiré pesadamente y le dejé mi teléfono con la aplicación de YouTube abierta para que pudiese ver su programa de cocina en silencio.

Tomé mi casco y mi sable antes de salir al gimnasio con el resto del equipo. Monsieur Lacoste yacía sobre la máquina de práctica dirigiéndose a todos con su estridente tono de voz y su muy positiva actitud.

—Muy bien, equipo. Somos un desastre, y es por eso que estamos en el vigésimo lugar de calidad en esgrima de todas las instituciones —les sonrió a todos— la sede parisina de la Academia Yukimura de Corea del Sur, ha enviado a su mejor estudiante para un torneo con el Instituto François Dupont, si todo sale bien en el duelo, podremos calificar para las estadales —mis compañeros empezaron a gritar de felicidad, pero el entrenador los cortó— cosa que veo imposible puesto que con suerte saben sostener una espada —auch— es por eso que tenemos un arma secreta.

Todos se vieron entre si confusos por las palabras del entrenador.

—¿A qué se refiere, Monsieur? —preguntó uno de los chicos.

Monsieur Lacoste elevó su vista hacia las escaleras de la salida.

—¡Puedes pasar, arma secreta!

Dirigí mi vista al igual que todos hacia la salida y mi pulso se descontroló cuando Marinette hizo acto de presencia. Sonrió con autosuficiencia y se dispuso a bajar los enormes escalones uno por uno con toda la paciencia del mundo.

Por esa misma razón fue que se cayó en el último escalón.

Me hice un facepalm.

Varios se rieron a carcajadas mientras que otros se miraban confusos entre ellos al notar que, obviamente, ella no era un chico.

Marinette se paró rápidamente del piso, recogió su sable y vino hacia la pequeña aglomeración.

—¡Buenas, mi gente! —saludó enérgicamente— ¿Quién está listo para darse con las espadas? —meditó sus palabras e inmediatamente se retractó— mielda, mega chinazo, sorry.

—Marinette será una de las estudiantes que representará a la escuela —anunció el entrenador colocando una mano sobre el hombro de la teñida.

—¡¿Qué?! —exclamó uno de mis compañeros— ¡Debe ser una jodida broma!

—¡Ella ni siquiera está en el equipo! —protestó otro.

Con esos dos, se unieron más quejas.

Pero hubo una fuera de lugar que no le agradó a Marinette.

—¡Por Dios! ¿Ella? ¡Es una chica! —se cruzó de brazos— ¿Qué va a saber una chica de esgrima?

La teñida levantó una ceja mostrando indignación y se giró hacia el muchacho.

—¿Acaso quieres ver qué tan capaz soy de usar un mmaguebo sable? —lo fulminó con la mirada.

El chico soltó una pequeña risa.

—Quisiera verte hacer el intento, ternura.

Marinette desenvainó su sable, le quitó la tapita de seguridad de la punta y en un par de movimientos de muñeca, ya le había rasgado una M en el uniforme al muchacho.

La miró con la boca abierta y luego a su uniforme seguramente conteniendo las ganas de hacerse pipi del susto.

—Vuelves a decir otra mariquera machista como esa, y te haré pedacitos el webo —lo amenazó civilizadamente mientras le ponía la tapita de seguridad nuevamente al sable.

—Bienvenida al equipo, mademoiselle —balbuceó el chico.

—Okay, okay, suficiente —el entrenador evitó las ganas de reír— Adrien, tú le harás relevo a Marinette. No le dejaremos todo el trabajo a ella. Cuento con ustedes.

—Gracias, Monsieur.

Busqué discretamente a Marinette con la mirada para seguir admirandola en ése uniforme de talla grande, lucía adorable. Pero les juro que el alma se me fue del cuerpo al notar que ella me estaba mirando fijamente.

Mierda.

—¡Muy bien, todos! —el entrenador habló— a practicar, falta poco para el combate. Agreste, Marinette, quiero verlos moverse.

El entrenador sonó el silbato y cada quien escogió una pareja. Empecé a buscar a alguien libre para practicar pero ya todos tenían pareja. Maldición.

—Oye, oxigenado —Marinette silbó para llamar mi atención— ¿Tratando de evadir tus problemas?

Tragué el incómodo nudo de mi garganta.

—¿Porqué debería? —respondí con otra pregunta.

—No sé, tú me dirás.

—Si haces la pregunta es por algo, Mouse.

Rodó los ojos para sí misma.

—Estás actuando como el propio marico, Adrien Gabriel Agreste.

—Te he demostrado que no lo soy, ¿No es así? —levanté las cejas despreocupadamente.

Aquel comentario hizo que me fulminara con la mirada. Desenvainó su sable.

Hizo el primer ataque haciendo que reaccionara un poco tarde y apenas pudiese parar el golpe con mi sable. Me quité el casco y lo lancé lejos, ella también hizo lo mismo.

—Eso ha sido un golpe muy bajo —dije— pero no es necesario decírtelo, eres experta en dar golpes bajos.

Levantó una ceja.

—¿A qué te refieres?

La miré con ironía antes de contraatacar.

—Claro, ahora te haces la desentendida.

Se agachó para evitar que le rebanara el cuello.

—¡¿Te pica el culo es?! —me gritó— ¡De vaina me vuelas el wiro, mmaguebo!

Reprimi una sonrisa. Eso la hizo molestar. Dio un paso, dos, tres pasos hacia adelante y me atacó. Me incliné rápidamente hacia atrás, evitando que me tocara el pecho.

La ataqué nuevamente pero ella retrocedió. Evitó el golpe con su sable y mantuvimos resistencia un par de segundos.

—¿Porqué te arrechaste conmigo así de la nada? —preguntó.

¿En serio se lo preguntaba? No podía creer su descaro.

—No estoy enfadado, Marinette.

—De paso me llamais Marinette —se quejó.

—¿No es así como te llamas?

—Tú me decías Mouse —se quejó— pensé que...

—Todos pensamos muchas cosas, Marinette.

De un empujón logré separar nuestros sables antes de volver a atacarla con más fuerza.

Avancé uno, dos, tres pasos. Tenía ventaja, pues ella lo único que hacía era esquivar mis estocadas. En una de esas se enredó con sus pies y cayó de bruces al suelo. La apunté con mi sable y suavemente toqué su pecho con él.

—Fin del juego —dije.

Envainé mi sable y me di media vuelta para ir por mi botella de agua a la banca. Desenrrosqué la tapa y llevé la botella a mis labios pero Marinette llegó y la golpeó tan fuerte que la envió bien lejos.

Empecé a toser.

—¡¿Qué demonios pasa contigo?! —pregunté enfadado por su arrebato.

—¡¿A mi?! —ironizó— ¡Querrás decir, a ti! Desde la mañana estás así y no entiendo qué coño fue lo que hice mal para que de repente me saques el culo.

Me senté en la banca y me crucé de brazos evitando su mirada azulada, ya que, sabía que si la veía por mucho tiempo, iba a ceder ante ella.

—No tiene caso decirtelo. Por lo visto aún no lo has notado.

—Catire —se sentó a mi lado tratando de relajarse un poco a medida que suavizaba su voz— ¿Qué pasa? En serio ya como que me preocupa la vaina, tú no eres así conmigo.

Suspiré pesadamente empezando a sentir molestia conmigo mismo porque estaba dispuesto a decírselo. Es que, por Dios, intenten mirar esa cara y luego decirle que no.

—Te besó... —murmuré.

—¿Eh? —preguntó.

—Te besó... —repetí.

Frunció el ceño.

—Mijo, ¿Quién?

A veces me preguntaba si fingia demencia o en serio era muy despistada.

—Ésta mañana, Marinette. El chico que vino a traerte el desayuno... —intenté explicarme pero me trababa con mis propias palabras.

Ella calló como si estuviese intentando recordar, meditó un poco.

—¡Ahhh! —dijo— ¿Me hablas del gafo de Diego?, o sea, mrk normal.

Un nudo se me formó en el estómago.

—Entonces es cierto —bajé la mirada— tienes novio.

Realmente me sentía como un estúpido de sólo imaginar que quizás ella y yo más adelante pudiésemos...

Mierda, en serio creí que yo le gustaba. O bueno, eso pareció. De ser así, ¿Porqué me permitió besarla? ¿Porqué me correspondió?

Para mi sorpresa, ella estalló en carcajadas.

Lo que me faltaba.

—A ver, ¿Tú te bebes el perfume de la marca de tu papá o te lo echas? —preguntó entre carcajadas— Diego Alexander y yo de novios... Diego y Marinette de novios.... —si no se orinaba, pareciera que fuese a llorar de la risa— no puede ser...

Fruncí el ceño.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunté un tanto ofendido, ¿Acaso se estaba riendo de mi?

—El papel de iluso que estáis haciendo. A ver, ¿Quién te metió a ti en la cabeza que Diego y yo tenemos algo, ah? Satánico.

—Bueno, es lo que dieron a pensar ésta mañana cuando se besaron frente a mis narices —dije— la gente no va por ahí besándose como si nada y por nada, Marinette.

La teñida hizo un gran esfuerzo por parar de reír, y vaya que le costó.

—Adrien —llamó mi atención— la madre de Diego es mi madrina y mejor amiga de mami desde el preescolar. Esas dos desde mucho antes de que Diego y yo estuviésemos navegando con los otros espermatozoides en las bolas de nuestros respectivos papás, habían planeado todo referente a nosotros: que si, en qué colegio estudiariamos, dónde haríamos la comunión, hasta los 15cs planearon las locas esas para que Diego y yo hicieramos todo juntos. Desde que éramos carajitos ha sido así: nos vestían igual, nos inscribian en las mismas vainas, nos castigaban al mismo tiempo así el otro gafo no hubiese hecho nada... y coño, nosotros nos hemos acostumbrado burda a todo eso.

—Pero, ¿Y qué me dices del beso? —insistí.

Ella rodó los ojos para sí misma.

—Las viejas ratas esas desde carajitos nos acostumbraron a saludarnos y despedirnos así porque por alguna ridícula razón —explicó— querían emparejarnos desde ya, pero Dieguito y yo nunca nos vimos de otra forma que no fuese la de un hermano.

—Ah... —realmente, fue lo único que me atreví a decir.

Literalmente me había quedado sin palabras.

—Tu expresión me da a entender que no me crees un cebo de lo que te digo, ¿No es así? —levantó una ceja— porque puedo escribirle ahora mismo al inútil ese para que venga a aclarar todo éste peo.

—Hey, hey... no, no, no —me apresuré a decirle al ver que estaba dispuesta a sacar su teléfono— no es necesario que llames a ése sujeto.

—Es que debería, la rabia aún se te ve en la cara —señaló mi expresión— él sólo es mi mejor amigo, Adrien.

Parecía empeñada en demostrar que era completamente inocente y yo estuve escuchando cada una de sus explicaciones, hasta que unos minutos después me pregunté yo mismo porqué ella debería rendirme cuentas a mi.

Sí, es obvia nuestra atracción, pero no podíamos apresurarnos, todo iba tan de prisa y me temía que terminara de la misma forma. No era el momento, no ahora. Ella no debía rendirme cuentas así me reventara en celos porque técnicamente era algo que no me concernia.

—Está bien.

Mi respuesta pareció sorprenderla, pero inmediatamente frunció el ceño en desacuerdo.

—No, en serio, Diego y yo nada que...

—Marinette, dije que está bien, en serio —hice una pequeña sonrisa para tranquilizarla un poco— no debes darme explicaciones.

—¿Cómo que no? —balbuceó— pero si yo creía que...

Levanté una ceja.

—¿Creías qué?

Noté que su mirada cambió, ya no echaba chispas como de costumbre al igual que su actitud, de hecho, parecía algo... ¿Afligida?

Desvió la mirada hacia algún punto de la máquina de práctica.

—Nada...

Marinette

Remalayisimo cabeza de webo, Adrien Gabriel.

¿Leyeron el papel de pajua en que me dejó?

Nawebona, era pa no salir de mi casa más nunca. Y lo que más me arrechaba es que se hiciera el loco con lo que ya era más que obvio que sucedía en nosotros.

Decidí seguir practicando por mi lado.

—Remalayisimo Adrien —gruñi por lo bajo practicando mis ataques yo sola— nada más que venga en la noche a la terraza pa correrlo de un escobazo, mmaguebo.

De paso el desagradecido entonces, porque yo vine a ésta vaina fue a hacerle un favor a él y lo único que hace es enviarme a la ilusa zone.

Debería irme de ésta vaina a ver cómo le hacían después pa defenderse con el loco ése de la otra academia quien, ojalá que les llegue a rebanar la cabeza accidentalmente.

—Coño, si mrk. A ver si me voy con un poquito de mi cochina dignidad.

Envainé mi sable y luego me dirigí hacia Monsieur Lacoste para decirle que fueran a mamarse Francia en webo porque yo ya no iba a hacer un coño, pero en el camino por andar de boca abierta, me tropecé feisimo con un man de uniforme rojo intenso y casco oscuro. El loco resaltaba muchísimo entre todos estos uniformes blancos tal cual una mancha de regla en un mode.

Okay, no. Mala referencia.

—¿Tenéis los ojos en el culo? —le pregunté molesta por tener que levantarme del suelo por su culpa.

—No, pero al parecer tú sí, aprende a caminar, ciega —me respondió con una voz más clara de lo normal.

No si, vean al chavista éste.

—Ve, adorador de Satán, a mI ME HABLAS BONITO, ¿OISTE? —lo miré feo y lo señalé con mi dedito desafiante.

El loco en respuesta a mi muy alto tono de voz, desenvainó su sable y me apuntó.

—Apartate de mi camino de una vez, inútil —suspiró fastidiado— mi tiempo es preciado. Ahora, ¿Dónde está el mediocre entrenador de ésta mediocre escuela?

Movió la cabeza de un lado a otro en busca de Monsieur Lacoste, pero llamé su atención desenvainando ordinariamente mi sable hasta apuntarla.

—Yo también puedo usar ésta mierda, vente pues, sapo.

Meneó la cabeza hacia un lado en forma de confusión, casi en ironía.

—No pienso pelear contigo.

—¿Porqué? —ironicé— ¿Porque soy mujer?

Empecé a saltar de un lado a otro aterrizando como un gato bien pendiente de sus próximos movimientos. Pero él seguía ahí parado sin hacer nada.

—Pelear con una mujer jamás sería un impedimento para mi —dijo— sólo no me interesa pelear contigo en específico. Ahora, muévete.

—Muéveme.

—Escuchame, niña... —oh oh, ya se arrechó el loco— no me queda nada de tiempo y ahora gracias a ti, nada de paciencia. Así que, muestra algo de educación y déjame pa...

—¡Por todos los cielos! —exclamó el entrenador ése maricón— hasta que por fin estás aquí, niño. No es de buena educación llegar cinco minutos tarde a un compromiso.

—No es mi problema que su chica de servicio se interpusiera en mi camino —respondió cortante.

—Cachifa el coño de tu madre —me defendí.

—Marinette será tu contrincante, y Adrien... —empezó a buscar al catire por todas partes. Varios empezaron a acercarse a ver al malayo éste— ¿Agreste? ¿Dónde está Adrien Agreste?

—Aquí, Monsieur —el catire se hizo notar intentando pasar la multitud hasta llegar a nosotros. Miró al recién llegado.

—Aquí estás, muchachos —puso una mano en el hombro de cada uno demostrando superioridad. Pobre loco JAJAJA— ellos representan a la escuela. Espero que hayas traído esa medalla, porque el día de hoy cambiará de dueño.

—¿Terminó ya de hablar? —éste si es falta de respeto JAJAJAJA— no tengo tiempo para dos combates, sólo uno, así que escojan quién de los dos lo hará —respondió— terminemos con esto de una vez —dijo mientras se aproximaba a la máquina de combate e introducía la punta de su sable para que la máquina calificara sus ataques— ¿Quién va primero?

Adrien y yo nos miramos las caras. Me hizo una seña indicando que fuese primero yo.

—Primero las damas —dijo.

Si, nojoda, primero la webona es la vaina.

A medida que avanzaba hacia el gafo ése, miles de vainas se me venían a la cabeza para esquivar sus movimientos futuros y ataques de mi parte.

Coño, y también rezandole a San Guaidó pa no resbalarme delante de toda esta reguera de machos, mrk.

Me puse frente a él e introduje la punta de mi sable en el área verde de la máquina para que calificara mis movimientos.

Todos fueron a tomar asiento alrededor para tener una mejor vista de la pelea. Mrk, me estoy cagando, vale. El entrenador se puso de pie sobre la máquina.

—Ten cuidado —me advirtió— no respondo si rompo alguna de tus uñas.

—Te cuidado —repetí de mala gana— no respondo si te meto el sable por el cu...

—¡Muy bien, todos! ¡A sus posiciones! —anunció el entrenador— tres toques, un punto, luego de tres toques todo habrá terminado y designaremos al vencedor —explicó— uno, dos, tres, ¡En guardia!

—¿Crees que puedas manejar algo como eso? —ironizó poniéndose pilas pa atacar.

Yo me siento la gran vaina porque le gané a Adrien en éstos días pero hablando claro, estoy cagadisima porque el loco éste si viene de una Academia pitiyanki de esgrima.

Aún así, una tiene que disimular la vaina, mrk.

Lo miré con ironía antes de apuntarlo con la espada y atacarlo dos veces, él las esquivó a duras penas.

NOJODAAA VEEE, VIVA YO.

—No lo sé, tú dime —respondí.

¿Te cagaste, papi?

Gruñó.

—Buen control. Veo que tenerte consideración ha dejado ya de ser una opción.

Me reí de él, pero el loco como que se picó y decidió dejarse de jueguitos.

Uno, dos, tres pasos al frente, esquivé, ataqué, retrocedi y volví a atacar pero ésta vez con más fuerza provocando que él perdiera concentración. Hice el primer toque haciendo sonar la máquina.

Los del equipo silbaron.

Ah, ¿Ahora sí me hacen barra? Falsos.

—Primer punto a la escuela François Dupont —anunció el entrenador tratando de que no se le notara la emoción— uno, dos, tres, ¡En guardia!

Yo de confianzuda y con el mojón mental de que ya había ganado ésta vaina nada más porque conseguí un punto, lancé el primer ataque, él lo recibió y me lo regresó. Dio un par de pasos al frente haciéndome retroceder dos. Mrk, me tocó.

COÑO, NOJODA.

La máquina sonó dándole el punto a él.

—Punto para la Academia Yukimura de Corea del Sur —dijo el entrenador ostinao— el último punto será el decisivo. Uno, dos, tres, ¡En guardia!

Ésta vez dejé que él atacara, por andar de confianzuda fue que la cagué.

Él se aproximó a atacarme con su sable. Lo recibí cubriendome con el mío. La fuerza que ejercía me hizo retroceder, casi inclinandome hacia atrás pero logré mantener el equilibrio. Separé nuestros sables y di un paso hacia el frente atacandolo.

Entonces sucedió algo extraño, la máquina sonó con un punto a su favor y él ni siquiera me había tocado.

Hice ademanes de atacar yo pero al dar el primer paso, esa vaina volvió a sonar. Todos fruncimos el ceño y miramos al entrenador.

—¡Abstención! —dijo— parece que ésta cosa volvió a averiarse —le metió unos tres coñazos para que funcionara otra vez pero nada. Coño, vale, y justo ahorita— es oficial, no tiene arreglo alguno.

Que molleja. No si, que técnico tan arrechisimo, mrk.

—Entonces, ¿Cómo sabremos quién gane? —preguntó uno de los chamos.

—Me temo que será de la forma antigua —dijo el entrenador— observando cuidadosamente.

—Ñuelamadre —me quejé— está bien, pero abra bien esos mollejuos ojos suyos.

El entrenador aún sin entender lo que le dije, nos dio luz verde pa la última ronda.

Fui la primera en atacar pegando la carrera pa tocarlo de una vez pero el loco retrocedió por la velocidad y yo de ladilla lo persegui. Se subió al barandal más cercano de las escaleras agilmente y me atacó. Me agaché rápidamente esquivando el toque, luego me incorporé y lo ataqué con mi sable haciendo que saltara para esquivarme.

Corrió por el largo del barandal sin sentir ni una pizca de vértigo y como si el loco ése fuera un gato, pegó un brinco pa volver al lugar inicial del combate.

Llámenme pendeja pero yo bajé mis escaleras normal y fui a mi lugar. ¿Qué? No podía ponerme mi triarrechisimo traje nada más para ésta mariquera.

Lo apunté con mi sable.

—¿Te rindes de unas? —ironicé.

—¿Qué más soñaste, niña? —bostezó— sólo falta un toque. Atrévete a conseguirlo.

—Como gustes.

Ataqué. Uno, dos, tres pasos. Él me esquivó y contraatacó un par de veces. Era lo único que podía hacer, era ágil y rápido, pero yo era arrecha y mucho más pilas que él.

Atacó ésta vez, avanzó y yo retrocedi. Una, dos, tres veces.

—Te veo lento, demasiado —me burlé.

El loco se volvió a picar.

Su arrechera hacía aún más firmes y fuertes sus ataques pero yo no me dejé. Enredé mi sable con el suyo y logré desarmarlo, ahora su sable estaba en mi otra mano apuntandolo igual que la otra.

Lo toqué.

MARICA, GANÉ AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.

SOY UN WEBO EN ÉSTA VAINA, MRK.

Todos pegaron gritos de euforia al ver mi victoria. Nojoda, dígame el entrenador, a ése le picó el culo feisimo.

—¡La victoria es de la escuela François Dupont! —pegó ése grito. Le extendió la mano al man— ¿Tu entrenador no te hizo entrega de algo para nosotros?

El chamo como que entendió la vaina porque del bolsillo de su uniforme sacó algo y luego lo tiró al piso antes de irse arrecho y dejar botada el sable por ahí.

Era una brillante medalla dorada.

El entrenador recogió su mierda del suelo y le dio como quinientos besos.

—¡Gracias a Marinette iremos a las estadales! —gritó y se fue a hacer bochinche con los demás como si es que él hubiese hecho todo el trabajo.

Puse los ojos en blanco.

—¡De nada! —elevé la voz pero de igual forma nadie me paró bolas.

Bufé en muestra de fastidio y decidí irme pa mi casa. Pero noté que el sable rojo del man aún seguía ahí.

Miré pa todas partes y el man ya iba llegando a la entrada.

—Deberías ir a llevárselo —Adrien llegó hacia mí.

—Ajá, ¿Y de cuándo acá yo soy jalabolas? —ironicé.

—Desde nunca. Pero amable siempre lo has sido —levantó el sable— vamos a llevárselo.

—Coño, Adrien, pero...

—Mouse, se fue molesto porque perdió el combate. De haber estado en su lugar, estarías igual, ¿No es así? —levantó una ceja. Rodé los ojos dándole la razón.

—Pero él también fue grosero conmigo... —me excusé para no ir a llevarle la mierda esa.

—Entonces, demuestrale que eres mejor persona que él y vamos a llevarle su sable.

Estuve a punto de decirle que no, hasta que me hizo esos ojitos de gatito con botas tan piciosos y se me puso así de cerquita.

Nojoda, ¿Vieron mi dignidad por ahí? No la consigo.

Suspiré pesadamente.

—Está bien —accedí, y en lo que vi su sonricita triunfal, me apresuré a decir— pero sólo para que dejes tu ladilla.

—Suficiente para mí.

Me hizo un guiño antes de arrastrarme fuera de la escuela con todo y uniforme.

Habíamos llegado en la rayita, porque un carro rojo se había estacionado en frente. El chamo estuvo a punto de abrir la puerta hasta que le silbé a lo montuno. Nawebona, Adrien tuvo que taparse el oído izquierdo.

El chamo volteó.

—¿Se te ofrece algo?

—Si —respondí— a ver si no dejas tus corotos regados en mi escuela.

—¡Marinette! —Adrien me regañó por lo bajo.

Sonreí forzadamente y juntos fuimos a llevarle el sable.

—Vinimos a traerlo, lo olvidaste —le dijo Adrien.

—No merezco portarlo —dijo— mi familia tiene la costumbre de triunfar en todo lo que se propongan y los perdedores no tienen lugar en ella... —bajó la cabeza— no es para mi ese sable.

—Pues si tú no lo quieres, yo me lo puedo... —empecé a decir pa agarrarme esa vaina pero Adrien lo sostuvo en su otra mano para alejarlo de mi alcance.

—Por favor, aceptalo —se lo ofreció amablemente. Carajito pa inocente— todos tenemos derecho a equivocarnos. ¿Verdad, Marinette?

Forcé una sonrisa.

—Aunque, si te picaste es peo tuyo.

Adrien me fulminó con la mirada.

—Aceptalo —pidió una vez más.

El chamo finalmente aceptó el sable y lo adentró al carro. Luego se volvió a nosotros y se quitó el casco.

Mrk, yo creyendo que iba a ver a sendo tipo...

Pues no, era una tipa con totona y todo. Que molleja de sorpresa.

Sus ojos eran mieles, su piel era muy blanca, más que la mía nawara, el pelo era mucho más corto que el mío y... no me jodas, ¿Really tiene el mismo tono de tinte que yo?

—Mi nombre es Kagami —le sonrió a mi catire.

De paso, el gato maricón ése andaba con la boca más abierta de lo normal.

NO SÍ. QUÉ VERGA ES, PUES.

—Adrien... —balbuceó él.

—Y yo soy Marinette —me metí entre los dos— entonces, ahora que todos nos conocemos me parece que ya es hora de que tú y yo —miré feo a Adrien pero no me paró ni media bola— nos vayamos a cambiar. Y tú —la miré aún más feo a ella— será mejor que regreses a Corea.

Ella me miró inexpresiva. Nada que ver como miraba a Adrien.

De paso, me ignoró.

—Debo regresar a la Academia —le dijo a Adrien— gracias por regresarme mi sable.

Adrien le sonrió.

—No hay de qué.

La chama se metió al carro y se fue. Adrien aún seguía mirando por donde se había ido.

Lo miré feisimo.

—¿Te busco el coleto? —le dije— porque vas a causar una inundación con el babero loco que éstas botando.

Él como que reaccionó.

—¿Me dijiste algo, Marinette?

Le saqué el dedo del medio.

—¿Sabes dónde te puedes meter esto?

Se empezó a reír durísimo.

—No puede ser... —me rodeó con su brazo para guiarnos de regreso a la escuela para cambiarnos— ¿Acaso estás celosa?

—Ni que fueras la gran vaina —rodé los ojos.

Volvió a reír antes de darme un sonoro beso en el cabello.

—¿Sabes? —preguntó— una chica sabia una vez me dijo que aquello que es igual, no es trampa.

Le metí un coñazo en el costado.

—Pajuo.

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Epale everybody!! Cómo están pasando su cuarentena?
Mrk, a mi me da full ladilla, oyó?  La buena noticia es que no veré clases porque la uni está de paro por el virus. Lo malo es que me toca dar clases dirigidas porque soy profesora. F.

De todas formas, aquí les dejo esto para que no se aburran tanto.

#QuedateEnTuMarditaCasa

Mich, out.

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