Marinette
—¡Maricaaaaa! —grité cuando vi a Alya entrar a la panadería con una enorme sonrisa.
Inmediatamente salí del mostrador y fui a darle un efusivo abrazo. ¿Quién era Alya? Alya era hija de una amiga de papi que trabajaba como chef en el hotel Le Grant Paris y la conozco desde los ocho años. La menor era demasiado pana en la vida y ni hablar de la hermana, esa caraja y yo nos entendíamos arrechamente, obvio, entre ordinarias nos entendemos.
—Hace mucho tiempo que no venías por aquí, ¿Qué te parecen los cambios? —me preguntó cuando salimos de la panadería.
—Coño chama, admito que todo está chikiluki tal cual lo recuerdo —le dije— tan fancy, tan calidad, tan...
—¿Arrecho? —preguntó.
Ambas nos reímos.
—Esa es la palabra —concordé— ¿Tú qué haces por la patria en ésta vaina?
Ella pareció pensarlo unos segundos mientras cruzabamos la calle.
—Me gusta el periodismo, de hecho estoy considerando la idea de hacer un blog pero aún necesito un tema.
—Ya te lo tengo.
—¿Sí? —pareció animarle— ¿Cuál? Dime.
—Pues yo, chama ¿Qué vaina más interesante que yo existe? —me señalé— cuentate ahí en esa vaina los betas que me han pasado y te aseguro que tiras de su trono a La Divaza.
Intentó no soltar una carcajada.
—¿Porqué?
—Porque nadie pasa más pena que La Yocsy —ambas soltamos una carcajada— marica, de pana. Dígame esa vez que me vino la regla por primera vez. Tú sabes que Diego Alexander y yo... eh, ¿Sí te acuerdas de Diego Alexander, verdad? —asintió— bueno, resulta que...
Y ahí me encadené a echarle el beta de cuando Diego y yo fuimos al monumento de la madre a hacer ejercicio y yo andaba vestida como un babalao, me vino la regla, me manché y cuando el cabeza e' webo ése me vio porque creía que me se me iban a salir las tripas por la qk, empezó a gritar.
Diego es un animal con cédula, de pana.
Alya por su parte estaba caga' de la risa.
—Maldición, hazlo prometer que vendrá de visita alguno de éstos días, por favor —pidió tratando de calmar su risa.
—A la verga, le digo eso al pobre Diego y le colaboro a la depresión —me reí— ése puede prometer que vendrá, pero ése anda pelando bola al igual que yo. De verga me vine yo y fue porque papi me mandó el pasaje.
—Rayos... —se quejó— que lástima, hubiese sido divertido salir por ahí con los demás chicos.
Frunci el ceño.
—¿Chicos? —pregunté— ¿Cuáles chicos?
—Mis amigos —sonrió mientras cruzaba mi brazo con el suyo para subir así las escaleras— van a agradarte, créeme.
(…)
—¿Y tú qué se supone que eres?
La rubia frente a nosotras frunció el ceño con irritación desbordando su mirada. Al parecer no le hacía gracia que Alya y yo estuviesemos ocupando esos asientos.
Pues que fuera a jugar con mierda. Ya yo me había sentado y no pensaba mover el culo fuera de ahí.
—Chloe, hay muchos asientos disponibles, ve y ocupa otro —le dijo Alya ya fastidiada por la ladilla der coño esa.
—Tú ni siquiera te atrevas a hablarme, se supone que estoy hablando con eso —me señaló.
Rodé los ojos mientras que bajaba las patas del escritorio del asiento que ocupabamos Alya y yo y luego apoyé mis brazos sobre éste para tener más cercanía a la chica sin importarme su forma tan altanera y fresa con la que según ella creía que podía intimidarnos.
—Te irás a sentar en el piso si te da la gana pero yo no pienso moverme de aquí.
—Muévete o te muevo —amenazó.
Me acerqué más a ella hasta poder rozar su nariz con la mía. Dio un paso atrás por la mirada de arrechera que le estaba dando.
—Atrévete y veremos qué sucede, mami.
Intentó responder a mi amenaza pero los pasos de la profesora entrando al salón como que le sellaron la boca.
—Chloe, Sabrina. A sus asientos por favor —pidió dulcemente.
—Eso intentamos, Miss Bustier pero éstas dos —nos señaló— están ocupando nuestros asientos.
La profesora nos miró y admito que me adelanté a hablar, a mí no me importaba meterme en peos pero si eso implicaría arrastrar a la pobre Alya conmigo, no lo valía.
—No es culpa de Alya, es mía. Yo me senté aquí al entrar —me señalé— como verá, soy nueva aquí y bueno... no tenía idea de que ya habían lugares asignados.
Ella levantó ligeramente su mano indicandome que no siguiera hablando.
—Aquí nadie tiene lugares asignados, pueden sentarse donde quieran —miró a Chloe— todo el tiempo es el mismo problema, Señorita Burgeoisé. Vaya a ocupar otro asiento y deje que la nueva estudiante se siente donde quiera. Recuerden que el primer día no es fácil, chicos.
Chloe, al parecer así se llamaba la pajua esa, se fue arrecha arrastrando a su amiga pelirroja a sentarse en la otra hilera de escritorios.
Miré a Alya y ella me obsequió una sonrisa cómplice que no tardé en corresponder.
Triunfó el mal, nojoda.
—Señorita... eh... —la profesora trató de dirigirse a mí.
—Marinette.
—Marinette, si —repitió— pasa al frente a presentarte con el grupo, por favor.
Esa mujer era como que muy chévere para ser profesora.
Susto.
Me levanté y caminé hacia el escritorio mientras iba pendiente por donde pisaba porque yo era una que siempre me andaba cayendo donde fuera. Boca abierta as always.
—Wenas vale, ¿Todo chill? —reí nerviosamente al sentir las miradas de toda esa gente— me llamo Marinette Dupain González, tengo 16 años y llegué ayer aquí a ésta ciudad.
Un negro con gorra roja levantó la mano.
—¿De dónde vienes?
—Buena pregunta, Nino —le sonrió la profesora— no tienes acento francés, ¿De qué parte eres?
—Nací en Venezuela —respondí— lo más bello que puede tener el mundo pues.
—Latina entonces —una menor de pelo teñido de fucsia y gorra negra me sonrió— me gusta.
Le devolví la sonrisa.
—Mi papá es francés, mi mamá latina. Es por eso que mi primer apellido es francés —expliqué antes de que me preguntaran— no es la primera vez que vengo a París, siempre pasaba mis vacaciones de verano aquí y salía mucho con Alya, nos conocemos desde que éramos niñas.
—Pues bienvenida a Fraçois Dupont, Marinette —me sonrió la profesora— ve a sentarte y si tienes alguna duda en las materias puedes preguntarle a cualquiera de tus compañeros. Yo soy Miss Bustier y conmigo verán todas las clases a excepción de química, ya esa es área de Miss Mendeleyev.
Asenti.
—Gracias, Miss Bustier.
(…)
—No has cambiado nada desde la última vez que viniste —me comentó Alya luego de que nos sentaramos al inicio de las escaleras.
Saqué mi comida del bolso.
—¿De pana? —la miré con diversión— ¿Cómo vas a venir a decirme tú esa vaina, chica? Si desde la última vez que me viste no tenía el pelo tan mocho y no tenía éstos reflejos azules.
Alya se rió.
—Bueno, tienes razón. Las coletas también entran en esos cambios.
—Ah, ¿Las vainas éstas? —me agarré las colas— después de que me corté el pelo no hallaba qué otra vaina hacerme de peinado así que me dejé esto.
Se encogió de hombros.
—Te lucen, deberías usarlas más seguido.
Ambas estuvimos desayunando así de lo relax mientras nos echábamos los betas que habíamos hecho en la ausencia de la otra y esa menor no dejaba de burlarse de mí. Por cada vaina que le decía que Diego me había hecho hacer el ridículo más quería que el plaste' mierda ése se llegara a París.
—¿Quién era la Barbie ladillosa que nos estaba exigiendo la silla en clase? —le pregunté mientras veíamos cómo caminaba contoneandose hasta el otro lado del patio con la pelirroja siguiendole el paso de huele peos.
—¿Quién? ¿Chloe? —asenti— ella siempre es así. Es la hija del jefe de mamá, cree que por ser hija del alcalde de París puede hacer lo que le venga en gana.
—No si —dije— ni yo era así de bicha cuando mami se cuadró a Pablo Acosta, échale bolas. Y ése porta el billete.
Alya se rió.
—De todas maneras, estuvo bien que le hayas dado su buen merecido. A ninguno nos agrada.
Unas chamas se acercaron a nosotras y detrás de ellas venían el negro de hace rato, un chamo gordito y otro negro con lentes.
—Hola, hola —la caraja de pelo fucsia de la clase llegó y se sentó entre Alya y yo antes de abrazarnos como si es que nos conocieramos de toda la vida— ¿Todo bien por aquí?
—Hey, Alix —la saludó Alya— Marinette, ella es Alix, es una amiga. Alix, ella es...
—Marinette, la chica latina —me sonrió— es un placer.
—Lo mismo digo.
—¿Qué planean hacer saliendo de aquí? —nos preguntó— con los chicos queríamos ir a la fuente del ayuntamiento a patinar, ¿Se animan?
Alya me miró.
—Yo sí, ¿Tú qué dices?
Me encogi de hombros.
—Debo ir a pedir permiso pero ajá, si tú vas lo más seguro es que me dejen asi que sí, sí voy.
—¡Asombroso! —Alix sonrió— por cierto, las chicas querían conocerte. La enana es Mylene, la rubia es Rose, la que le gusta vestirse como Morticia Adams es Juleka y los otros dos morenos del fondo son Nino y Max y el grandote es Iván.
Alix los iba señalando uno por uno a medida que los presentaba. Esa chama era más salida que una gaveta, vale.
Me encanta.
Estuvimos hablando un buen rato. Los chamos esos eran super panas en la vida, Rose era medio aweboniadita pero pana al fin y al cabo. Los betas estaban buenos, hasta que llegó Miss Mmagueva y acompañada de Miss Jala Bola.
—Mira Sabrina, la nueva ya hizo amigos —levantó una ceja— disfruta el resto del día porque a partir de mañana empezaras a arrepentirte por haberme desafiado antes de que la clase iniciara.
La miré con ironía.
—Métete las amenazas por donde prefieras, ladilla.
—¿Qué significa eso? —preguntó.
—En mi país así le llamamos a las fastidiosas como tú, ladilla.
Me miró con arrechera.
—No sabes con quién te estás metiendo, así que voy a darte una oportunidad para que te retractes.
Solté una carcajada.
—¿De pana? Ahora dilo sin llorar, bebé —me burlé— fuera de aquí antes de que yo misma me levante y te eche como se debe.
Abrió su boca completamente indignada por mis palabras pero como no hallaba qué responderme simplemente se fue obstinada con la pelirroja siguiendola.
—Echó a Chloe luego de tratarla como a un trapo —Alix como que asimiló lo que pasó— De acuerdo, me agrada —anunció— se queda en el grupo.
Los muchachos se empezaron a reír.
(…)
—¿Adónde vas? —Alya tocó mi hombro al ver que luego de guardar mi teléfono, me levanté de mi asiento.
—Tenemos hora libre antes de entrar a deporte. Dejé la ropa deportiva en mi casa, voy a buscarla y ya vengo —tomé mi bolso rápidamente— aprovecharé para pedir permiso, ¿Sisa?
—De acuerdo, te veo en diez.
Asenti antes de ir a la salida del liceo. Lo bueno de ésta vaina es que aquí no son unos pajuos que no dejaban salir a menos de que fuera la hora, ni portero tenían. Tenía una ladilla trifasica de ir a la casa a buscar mi ropa pero agradecía arrechamente que quedaba aquí mismito en la esquina.
Entré por la parte del edificio y subí directamente a mi cuarto. Busqué entre el desastre de mi maleta un par de leggins oscuros y cualquier camisa, después tomé un par de botas de la otra maleta y una toalla de mano. Metí todos los macundales a mi bolso y salí del apartamento por los lados de la panadería a ver si me conseguía a papi.
—Cariño, ¿Qué haces aquí a ésta hora? —preguntó papi en lo que me vio— deberías estar en la escuela.
—Ya sé, tuve que venir a buscar ropa de deporte porque ahorita tengo ésa vaina y no tenía idea que debía llevar una muda de ropa extra —expliqué y luego vi que estaba a punto de meter una bandeja de galletas al mostrador— ¿Puedo...?
—Adelante.
Tomé dos, después una más hasta que tuviera como cinco en mi mano. Se veían buenas.
—Hmm... papi, sabes que hoy unos amigos de Alya nos invitaron a patinar, ¿Puedo ir? —pregunté con dificultad, aún tenía la boca llena.
—¿Irá Alya contigo? —asenti— bien, pero vayan con cuidado, sobretodo tú que...
—Si si, soy muy boca abierta en la vida —cité las palabras de mami.
Mi papá rió.
—Eso no, me refería a que aún no conoces muy bien todas las calles, sólo te pido que te fijes por donde vayas —la misma webonada pero en palabras más fancys— ¿Qué tal las galletas?
—Están buenísimas. Tipo como que para jartarse otras diez más.
Porque lambucia always.
—Bien, acercame una caja pequeña —lo miré— llevale algunas a tus nuevos amigos.
VERGAAAA.
Salí de la panadería con una cajita full de galletas chiquitas y a medida que iba caminando, me iba jartando una.
De aquí a que llegara lo único que iba a llevarle al grupito sería la caja.
Cuando crucé la esquina vi que un viejo no le paró bolas al semáforo en rojo y empezó a cruzar la calle. Alto viejo lacra.
El beta era que más atrás venía un camión con la nitro puesta, a la verga.
Lo más arrecho era que todos los de la parada estaban pendientes de otra vaina y no veían que el viejo aquel lo iba a pisar el camión.
Habían tres opciones.
1-. Gritarle al viejo que allá atrás de él venía un camión soplao'
2-. Llamar al mmaguevo de Diego y hacer una apuesta con que si el viejo seguía vivo o no después del accidente.
3-. Pegar la carrera como chivo desmaquetao' y salvar al viejo.
Maldito viejo, se salvó que aún no me he comprado una tarjeta SIM y que para comunicarme con la chusma de Diego tengo que usar es el WiFi de la panadería.
Opté por la tercera opción y corrí a salvar al viejo pero como una vez había mencionado, Boca Abierta, As Always me tropecé y me caí con todo y el viejo pero caímos del otro lado de la acera salvandonos del marvado camión.
Ñuelamadre, gracias a la caída se abrió la caja y se me botaron y rompieron la mayoría de las galletas.
—¿Se encuentra bien? —le pregunté al viejo coñoesumadre mientras lo ayudaba a pararse y a pasarle el bastón.
—Oh... sí, muchísimas gracias, jovencita —me sonrió.
—No se preocupe, vale.
Me golpeé una teta por su culpa, nojoda.
—¿Ésas son galletas? —miró la caja en mis manos.
Se la extendi para que agarrara una.
—De coco, recién horneadas —El viejito agarró una y justo cuando le iba a decir que me pagara mis vainas escuché el timbre de la tercera hora— ñuelamadre, voy tarde. Tenga cuidado más adelante.
—Lo tendré, jovencita. Y gracias nuevamente.
Dejé al viejo donde estaba y pegué la carrera hacia la entrada de la escuela en busca del vestidor de mujeres antes de ir a mi próxima clase.
🔴⚫🔴⚫🔴⚫🔴⚫🔴⚫🔴⚫🔴⚫🔴⚫
Les digo de una vez. Esto no va a quedar igualito que la serie por dos cosas:
1-. Que paja escribir la misma vaina.
2-. A mi se me olvidan las vainas y estoy escribiendo de lo que me medio acuerdo LMAO.
No se estresen si las cosas no son tal cual va la serie, esto es ficción. ¡Disfruten!
¡Besos! La Yocsy se despide.
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