Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Amigos

Marinette

¿Me estás diciendo que donde vives hay superhéroes, supervillanos, zamuros que echan hielo y un parque bien calidad con un carrusel? —repitió Diego.

Ya va —Christian, nuestro mejor amigo, se asomó por la pantalla— ¿Un carrusel? ¿Cómo es? ¿Tenei foto?

Diego le zampó un coñazo.

¿Tú eres marico, verdad? —inquirió— ¿Qué no te das cuenta las vainas que anda diciendo la carajita ésta? Superhéroes, super villanos...

Ah, si —Christian se acordó— ve, malaya ¿Y es que acaso allá regalan el perico o cómo es la webonada?

Rodé los ojos.

—Maricos, se los juro, no les estoy cayendo a coba.

—Yo a vos no te creo un coño desde que me dijiste que a las mujeres les venía la regla dos veces al mes —se cruzó de brazos— y yo de pajuo también que me puse a acosar a la Estefania a ver si esa vaina era verdad porque Ana no quería darme más pruebitas de amor.

Me empecé a reír.

—Marico, es que eso ya es diferente. La gafa de Ana no quería matar queso contigo porque vos le caias a coñazo y le dejabas ese culo más rojo que el de un chavista.

—¿No le dijo la muy trimardita a la malaya de la Estefania que quería un Christian Grey? —inquirió— pues aquí ta'

Diego Alexander soltó una carcajada.

Mano, tú lo que tienes de Christian Grey es el queso a mil y el nombre, porque lo que es la plata, los carros, el helicóptero, las propiedades y la empresa, pues...

—Dude, en pocas palabras tas pelando más bola que un pobre que se limpia el culo con una tusa de maíz —concluí la explicación de Diego.

Christian rodó los ojos.

Los odio, mmaguevos —bufó— ¿Vai a decir de una vez quién te vende las drogas o qlq?

—¿Qué droga, muchacho marico? Te juro por la vieja Sabina que es verdad. ¿Se acuerdan de la panish mía de aquí? ¿La hija de la amiga de papi?

Diego y Christian tuvieron que echarle coco para acordarse.

¿Alyssa? —preguntó Diego.

—Alya —lo corregí— desde que esa gente apareció, la carajita tuvo la fancy idea de crear un Blog, Ladyblog se llama la verga esa pa que la vayan a ver si no me creen.

Diego sacó su teléfono y se puso a hacer lo que les pedí. Segundos después se empezó a reír.

Frunci el ceño.

—¿De qué te ríes, muchacho pajuo?

¿Ah, yo? No vale, por nada —trató de calmar su risa mientras me miraba y regresaba la vista a la pantalla reiteradas veces— es sólo que una estúpida idea se me vino a la mente pero olvidalo mejor.

—Chama, cuadrame ahí a un culito francés, ¿Si va? —Se metió Christian.

—Te vas a tener que aguantar como los machos, papi. Porque me toca a mua —dijo lo último de manera tan ordinaria que de verga no me sangran los oídos.

Christian se quejó.

Coño malayo, vos siempre te controlai culitos chikilukis y yo siempre estoy ofreciendo servicios a domicilio de corpoelec, pajuo.

Marica de pana que el maracushio tenía razón, esito. Siempre que Diego y yo salíamos, él era la lámpara.

—No si, ¿Y quién creen que soy yo, pues? ¿La jefa de Omeggle o qué? Cuerda e' pajuos.

Los carajitos se pusieron en plan de ladillas con que les consiguiera unos culitos bien chikilukis para las vacaciones porque lo más seguro es que el enchufao de Freddy se los traiga si es que el papá lo deja venir con esos dos solo mientras él se va con la madrastra del Freddy de vacaciones pa los Yunaited.

Estuve hablando paja con esos dos hasta que mi papá me llamó desde la planta baja para ir a desayunar antes de irme a clase.

—Alya está esperándote allá abajo con Colette en la panaderia, así que muevelo —me avisó papi mientras me pasaba un vaso de jugo para bajar ese pan con jamón y queso.

—¿Y porqué la pajua no subió, pues?

—No lo sé, creo que iba a comprar algo de merendar para sus hermanas y se los llevaría antes de regresar aquí —hizo un gesto restando importancia— ¿Has hablado con tu madre?

—En cuanto me levanté. Dice que te va a costar una bola y parte de la otra que tu novia sea más bella que el culito de ella.

Papi soltó una carcajada.

—Su lado competitivo no ha cambiado nada desde la última vez que la vi, al parecer.

—Y desde que descubrió su bisexualidad se ha puesto peor, nawebona. Tenei que verla cuando la mamá de Kelly cumple años, la actividad favorita de la vieja desgracia' es hacer ostinar a mami y siempre que cumple años o en navidad invita a la ex de Kelly que es una catira toda explotada ahí y la muy bicha ni siquiera tiene la decencia de disimular el queso que le tiene a Kelly frente a mami —le conté— la última vez hicieron un concurso de gimnasia.

Papi frunció el ceño divertido.

—¿Tu madre ahora sabe gimnasia?

—No —él cayó en la vaina y volvió a reír— Kelly es súper pana en la vida.

—Es bueno oír eso, tu madre merece lo mejor —sonrió dulcemente— a pesar de que no estemos juntos, de igual forma somos muy buenos amigos.

—Y eso es muy maduro de su parte —sonreí con orgullo. Me tomé de un sólo coñazo el vaso de jugo antes de tomar mi bolso— ya me voy, bendición.

—Dios te bendiga, dulzura. ¡Espera! —lo miré— ¿Qué te dijo Nadia ayer? ¿Quedaste como niñera fija de Manon?

Suspiré pesadamente.

—Desgraciadamente, si.

—¿Porqué desgraciadamente?

—Porque la carajita se parece a mi cuando tenía su edad.

Papá se echó a reír.

(…)

—Necesito que para éste viernes entreguen el trabajo y la maqueta que les asigné la clase pasada —nos recordó Miss Bustier cuando el timbre de receso sonó— Alya, tú estarás con Alix, Juleka y Mylene, Rose y Sabrina. Kim, tú estarás con Nino, Iván con Nathaniel, Max con Chloe... —les apuesto media teta a que el negro va a terminar haciendo el proyecto solo— y por último: Marinette y Adrien.

—¡¿Qué?! —gritamos Chloe y yo.

Marica, estaba a punto de quejarme (Porque, qué ladilla hacer el mmaguevo proyecto con Adrien) hasta que Chloe abrió su maldita y adinerada jeta.

—¿Adrien haciendo el proyecto con esa? —me señaló irónicamente— ¿Acaso es una maldita broma, Miss Bustier? Adrien no tiene porqué rebajarse a ése nivel, ¿Acaso sabe lo vergonzoso que sería para su imagen ser visto relacionandose siquiera con chicas como ella? ¡Su padre es el panadero! —se echó a reír— ¡Ridículo! ¡Totalmente ridículo!

Levanté una ceja antes de dar algunos aplausos sarcásticos.

—Ahora dilo sin llorar, envidiosa —me burlé logrando que su mirada molesta se fijara en mí— ¿Estás dolida porque a mi me tocó hacer el proyecto con ésta cosita tan bonita de aquí...? —me estiré lo más que pude en mi asiento hasta que pude rodear a Adrien desde atrás con mis brazos— no te lo voy a negar, ¿Quién no sentiría envidia? Sólo hay que mirarlo para darse cuenta de que es un sueño.

Y para que le diera aún más arrechera de la que se le veía, besé sonoramente la mejilla del catire haciendo que el carajito no sólo se tensara, sino que se le fueran toditos los colores del rostro.

—¡Aparta tus asquerosas manos de...!

—¡Señorita Burgeoise! —la regañó Miss Bustier— si no para de molestar a Dupain, tomaré la decisión de que únicamente tu proyecto será individual.

—¡Pero...!

—He hablado, Chloe —la profesora se cruzó de brazos.

Tengo oficialmente una profesora favorita.

Aunque sin contar a la visure de Miss Mendeleyev, es la única que tengo.

Chloe soltó un bufido totalmente irritada antes de agarrar sus corotos y salir arrecha del salón con Sabrina oliendole los peos.

Los demás al ver que el escándalo de la catira había terminado, decidieron empezar a cuadrar con sus parejas para el proyecto.

Solté a Adrien de coñazo y me dispuse a tomar mis corotos rápidamente.

—Escríbeme luego —Alya llamó mi atención. A la muy pajua le resultaba graciosa la situación porque estaba clara que prefería cortarme una teta antes de pasar tiempo de calidad con Adrien— claro, si tienes tiempo.

—Segui riéndote, malaya, seguí con la vaina —le advertí ganándome una carcajada de su parte— que el día en que te jartes una galleta envenenada de la panadería y no aparezca la culpable, ahí me voy a reír yo.

—Diviértete.

Rodé los ojos para mí misma y me dispuse a salir del salón. Tenía unas ganas de jartarme una arepa andina con mantequilla y queso desde ayer pero me daba flojera hacerla así que me iba a tocar jalarle bola a papi desde ahorita para que las hiciera a la hora de la cena.

Iba a mitad de las escaleras cuando el catire, bien agitado por cierto (Seguramente bajó las escaleras corriendo para alcanzarme), se atravesó frente a mí.

Levanté una ceja fastidiada.

—¿Qué?

—Tú no... n-no me has dicho a que hora t-te parece que nos reunamos para empezar el pro-p-proyecto —balbuceó.

—¿Puedes de una vez? —pregunté— mientras más rápido empecemos con esto, más rápido tendremos que volver a no hablarnos.

—Bien —suspiró como si se hubiese sacado un peso de encima— sólo deja que llame a la asistente de papá para que esté informada y no venga por mí.

—Dale, pero muevelo que hace hambre.

Adrien

—No sé quién me cae peor —Plagg salió de mi camisa— ella o la rubia escandalosa, digo, no es que ésta no sea escandalosa pero tú entiendes mi punto.

—Es sólo cuestión de conocerla, Plagg. No es bueno juzgar a un libro por su portada —busqué el número de Nathalie en mis contactos.

—¿Y quién está hablando de libros? Estamos hablando de ti y tu raro gusto por las locas —negó para si mismo— ¿Sabes qué? Mejor dame algo de ése delicioso queso que guardas en tu bolso y te dejaré en paz con el tema por media hora.

Rodé los ojos mientras le abría mi bolso para que entrara.

—Eres fastidioso, ¿Lo sabías?

—Fastidioso pero con un encanto y carisma de envidia, miaw.

Negué para mí mismo y escuché con atención los tonos de mi teléfono a la espera de que Nathalie contestara.

—¿Si, Adrien?

—Hola, Nathalie. Llamaba para decirte que no es necesario que pasen por mí. Verás: la profesora nos ha asignado un proyecto en pareja que...

—Sabes como es tu padre respecto a las salidas, Adrien.

—Lo sé, Nathalie. Pero...

—No puedo hacer nada al respecto, lo sabes. A menos de que estés dispuesto a que ambos hagan el proyecto en casa.

—¿En casa? Pero yo...

—Es eso o pedirle a tu profesora que te deje hacerlo solo. Tomalo o déjalo.

Suspiré pesadamente.

—Bien. Estaré esperando en frente —colgué sin siquiera esperar una respuesta de su parte.

Me enojaba que siempre quisieran controlar todo de mí: mis salidas, mis lecciones, mis movimientos. Era tan jodidamente frustrante.

—¿Si sabes que ella no va a aceptar tan fácilmente ir a casa, verdad? —preguntó Plagg asomándose por mi bolso.

Empuje suavemente su cabecita con mi dedo para regresarlo al interior del bolso. No necesitaba que se burlara de mí ahora.

Tomé una gran bocanada de aire, traté de organizar mis palabras para poder decir una oración coherente antes de poder ir finalmente con la chica de coletas y reflejos azules.

—¿Y bien? —preguntó.

Hice una mueca.

—Si... hay un pequeño problema.

—Habla claro, el mío.

—No me han dado permiso de ir a tu casa —confesé.

Ella frunció el ceño.

—¿Porqué?

—Es... complicado —suspiré— pero me han dado permiso de que vengas a la mía, ¿Podrás? Tengo todo lo necesario para hacer el proyecto allá.

Se encogió de hombros despreocupadamente.

—Deja que le avise a papi que voy a tu casa.

Vaya. Yo pido permiso y ella sólo avisa. Que envidia.

—Bendición, viejo, si... —estaba hablando por teléfono— ve, parame bolas ahí. Voy a casa de un pana a hacer un proyecto ahí... ajá, si, ajá... coño, papi, no sé. Debe estar en la sala o en el mueble —rodó los ojos— ajá... no me esperen para almorzar... Okay, yo veo cómo me devuelvo para la casa... dale, me out—colgó— vamonoj.

Fruncí el ceño.

—¿Qué? ¿Así de simple? —pregunté.

—Si.

Repito. Que envidia.

—De acuerdo. Vamos.

Marinette

Adrien y yo estuvimos esperando alrededor de cinco minutos hasta que su guarura llegó en sendo carro. Adrien se apresuró a abrirme la puerta.

Lancé mi bolso al interior y luego me dejé caer en los sillones frios de cueros. Que riiiiico.

Adrien entró después de mi y en seguida se puso el cinturón.

—¿No piensas colocarte el cinturón de seguridad? —me preguntó.

Hice un gesto restando importancia.

—No le pares bola a esa vaina. Los venezolanos no usamos eso a menos de que tengamos que pasar frente a un fiscal.

Adrien no estuvo de acuerdo con eso, se le notaba en la cara, pero no opinó nada al respecto. El guardaespaldas le metió Nitro y en nada llegamos a tremenda mansión, nawebona. Ni el Hotel Miranda Cumberland de Coro era más grande que la casa ésta. Tenían hasta escáner de córnea, que loco.

Adrien me invitó a pasar y en toda la parte superior de las escaleras de marfil, había un enorme cuadro de él, Gabriel Agreste y su mamá, la señora Emilie Agreste.

¿Que cómo la conozco? Nojoda, yo de vaina no sé de qué color son los mojones de Gabriel Agreste. Es mi diseñador favorito desde carajita, sé todo acerca de él. Es un diseñador excéntrico que no ha aparecido al ojo público desde la rara desaparición de su esposa hace unos años y se mantiene enranchado a más no poder realizando nuevos diseños que hacen que diariamente me recuerden que soy una maldita limpia.

Como diría Teresa: la maldita pobreza.

—Buenas tardes —una caraja de traje y lentes bajó las escaleras con una tablet en manos— Adrien, tu padre quiere que te pruebes algunos trajes que he dejado en tu habitación de los cuales escogerás tres para la sesión de fotos con Pierre mañana por la noche.

—De acuerdo. Nathalie, ella es Marinette —me presentó— estaremos en mi habitación por si necesitas consultarme algo.

—Bien.

La flaca desapareció por un pasillo pero ésta vez acompañada del guardaespaldas dejándome nuevamente sola con el catire.

—Ven, sigueme —me pidió el catire mientras empezaba a subir las escaleras. Recorrimos como cuatro pasillos más antes de que el carajito se parara frente a una puerta altísima— adelante.

Me dejó pasar primero. Marica, yo estaba creída que lo que iba a ver era una cama, una mesita de noche, una lámpara, máximo un estante con libros, el closet y la mesita de estudio con la computadora junto a la ventana tipo los cuartos de Diego y Christian.

Pero que molleja.

Los cuartos de los maricos esos unidos, abarcaban seguramente el baño del cuarto de Adrien. ¿Saben lo que tiene el enchufao éste en su cuarto? UNA PISTA DE PATINAJE Y UNA VAINA PARA ESCALAR.

Nawebona. Tenía como tres ataris, la cama, un centro de investigación y un enorme televisor a parte. Una larga escalera que conectaba con un segundo piso que era mitad biblioteca y mitad estantería para todos sus CD's. Un fancy mueble de cuero frente al televisor, una mesa de futbolito, una mesa comedor y junto a sendo ventanal que abarcaba toda la mollejua pared, estaba situado un precioso piano de cola.

Adrien, casemonos.

—Na... we... bo... na... —fue lo único que pude decir.

Adrien rió un poco avergonzado.

—Si, lo sé. Es enorme, incluso hasta para mi —rodó los ojos para si mismo— ponte cómoda, estaremos aquí toda la tarde.

No me lo tuvo que decir dos veces para que me quitara los zapatos, cosa que, le dio gracia.

—Que molleja, yo siendo vos, ni saliera de mi casa —le dije mientras daba un recorrido al lugar con la mirada aún sin creerlo— y teniendo wifi, menos.

—No es tan cool si no puedes hacerlo por voluntad propia —murmuró haciendo una mueca. Caminó hacia el mueble y me invitó a sentarme con él— ¿Quieres almorzar ya? Yo muero de hambre.

Me encogi de hombros.

—Si va.

Revisó entre las hojas que estaban en la mesita de vidrio frente a nosotros y luego tomó un par de hojas plastificadas. Me extendió una antes de agarrar el teléfono fijo de la casa.

Miré la hoja. Esto es un menú.

—Buenas tardes, Gio. ¿Cómo estás? —le habló al man del teléfono— ¿Podrías por favor traerme rollos California en una ración de arroz frito con camarones? Ah, y una lata de refresco también, eh... Marinette —tapó la bocina del teléfono— ¿Qué vas a ordenar?

Frunci el ceño.

—¿Qué?

—El chef necesita saber lo que se te antoja para que pueda prepararlo —lo dijo como si fuera la vaina más obvia— puedes pedir lo que quieras del menú.

Nawebona, hasta chef privado. En casa del marico de Christian la que cocina de vaina es la mamá, y si ése pajuo se atreve a llamarla para decirle lo que se le antoja comer, Ramona es capaz de caerle a carajazos.

Adrien me miraba a la espera de una respuesta de mi parte.

—Pideme lo mismo que tú —le dije. Me daba ladilla leer esa vaina.

Asintió y regresó a la llamada.

—Eh... Gio, si. Dos órdenes de lo mismo y de postre ¿Podrías por favor traer algo de tu delicioso souflé de chocolate?... ¿Si? ¡Estupendo! Gracias —colgó— ¿Empezamos ya?

Asenti.

Adrien y yo nos movilizamos a investigar acerca de la historia de la torre Eiffel, Quién la construyó y esa vaina. Primero haríamos el trabajo y ya si nos daba tiempo, haríamos la maqueta, sino tendríamos que dejarla para mañana.

El carajito no era del todo estúpido. Se podría decir que era pilas pero esa timidez lo jodia en banda. Aunque no podía negarlo, era divertido hacerlo sonrojar con mis comentarios ordinarios.

Tocaron la puerta.

—¡Adelante, Gio! —Adrien elevó un poco la voz y tras hacerlo, un hombre uniformado entró empujando un carrito con platillos— ¿Cómo estás, amigo? ¿Qué tal ha ido tu día?

—Muy bien, niño Adrien. No ha sido tan activo como otros días —le respondió dulcemente mientras dejaba la comida en la mesita de cristal— tal vez se deba a que su padre no se encuentre desde temprano por la mañana que salió.

Adrien hizo una mueca.

—Sí... no está de muy buen humor porque debe terminar esos diseños para la Fashion Week en Madrid. Bueno, no es que siempre esté rebosando de alegría...—rodó los ojos para si mismo— ¿Has traído a los gemelos?

—Ni los menciones. Aún tu padre se está preguntando qué le pasó a la gargola del segundo piso —negó para si mismo produciendo que Adrien riera un poco. El man me miró y luego frunció el ceño— ¿Quién es tu amiga?

—Ella es Marinette, una compañera de clases.

—Holi —le di una sonrisa.

El uniformado me miró de forma interrogante tipo que recordando si me había visto en algún sitio hasta que una idea le vino a la mente.

—¿Marinette? ¿Acaso no es la chica que...?

Adrien abrió los ojos alarmado.

—¡Mierda! —exclamó y se atravesó entre su chef y yo— ¿Acaso huele a quemado?

—Maldición, ¡El souflé! —dejó las latas de refresco sobre la mesita— en seguida regreso. Giovanny Bonaventura. Ha sido un placer, señorita.

El tipo salió volao' del cuarto dejándome nuevamente a solas con Adrien.

Frunci el ceño.

—Vacié, a mi no me dio ningún olor a humo.

Adrien desvió la mirada.

—¿Ah, si? Vaya, que raro —rió nerviosamente. A éste como que le pica el orificio de la felicidad— eh... bueno, bon apetit.

Éste man es raro. De pana.

Empezamos a almorzar en un silencio trifasicamente incómodo. Siempre he sido del tipo de personas que pueden entablar conversación hasta con una piedra pero nawebona, ¿De qué podía hablar con el boca abierta éste?

—¿Alguna vez has escuchado Mamarre? —le pregunté.

Adrien frunció el ceño.

—¿Qué?

Suspire pesadamente.

Marica, olvidalo.

(…)

—Ay no, ¡Basta! —dejé el bolígrafo de coñazo junto a la cama porque me dolía el cerebro— si tengo que analizar otra vaina que hizo el pajuo de Napoleón y su combito, te juro que voy a gritar.

Adrien rió.

—Mejor déjalo hasta ahí, ya lo continuaré luego.

—No chico, ¿Cómo crees? Tampoco es que te vas a tirar todo el trabajo para ti solo —volví a agarrar el bolígrafo y la carpeta— a ver, dictame otra vez desde y entonces fue cuando —le indiqué.

—Marinette, hablo en serio. Yo lo termino después—me dio una sonrisa cuchi mientras tomaba la carpeta de mis manos— además, me sé la historia de cada una de las estructuras francesas del siglo XIX al derecho y al revés, no tomará mucho transcribirlo.

Verga. Así lo tendrán de sometido.

—Bueno, si va. Pero después no quiero peos —le advertí. No vaya a ser que después se le ocurra echarme en cara que él terminó haciendo esa vaina sólo porque la rumba e carajazos que iba a darle no sería normal— y... ¿Qué haces aquí para divertirte?

—Nada... eso creo —rascó su ceja y luego se dispuso a recoger nuestra corotera— desde que despierto hasta que llega la hora de dormir, debo seguir una agenda.

—¿De pana? —Él asintió— nawara, que fastidio.

—Y me lo dices a mi... —masculló— a pesar de todo, me mantiene distraído. Prefiero seguir mi agenda al pie de la letra yendo de lugar en lugar por toda la ciudad que quedarme atrapado en éstas cuatro paredes.

Me acomode en la cama ésta vez abrazando a una de sus gordas almohadas.

—Pero, ¿Porqué no sales por tu cuenta? —pregunté— digo, marico, estás en París, ¡Paris! La ciudad más chikiluki y sifrinish que hay y ¿Me vas a venir a decir tú que te la pasas es encerrado en esta cartelua, fancy, empoderada y calideishon mansión en vez de salir a callejear? Medicate, papi.

—No es por mi. Es mi padre, no le agrada mucho la idea de que yo salga —explicó dejando los corotos ya ordenados sobre la mesa de la computadora— y cuando debo salir me sigue mi guardaespaldas.

—Ay no, tú. Que ladilla —bufé— por lo menos debes tener ya tu grupito en el colegio para distraerte aunque sea allá.

—En realidad, no —confesó— desde que tuvimos ése altercado por el chicle en tu asiento, sólo Nino me habla.

A la verga.

Lo peor es que en la forma en la que me lo dijo se podría decir que me dio cosita, pue.

—Pero, ¿Te has acercado siquiera a hablarle a alguno de ellos? —Adrien negó— ¡Ahí está la vaina! Si no haces el intento de hablarles tú no puedes esperar a que ellos se acerquen a ti como si fueras una reina —Él asintió un poco avergonzado. Durante el tiempo que he estado en toda la tarde me pude dar cuenta de que el carajito es tímido... ésta criaturita debe empezar a juntarse conmigo para que se le quite esa vaina— ¿Qué hora es?

Él rebuscó su teléfono en sus bolsillos.

—Apenas son las cuatro y treinta —guardó nuevamente su teléfono— ¿Ya...? ¿Ya quieres irte?

Desvió la mirada hacia los afiches de fútbol de su cuarto tratando de esquivar mi mirada. Se nota que se aburre en la vaina ésta.

No puedo creer lo que voy a decir.

—Podría quedarme un rato más... si quieres —me miró a lo que me apresuré a decir— digo, sólo si tú quieres. No es que tenga gran vaina que hacer en mi casa.

Sus labios curvearon una pequeña sonrisa.

—Estaría genial.

(...)

—¡Adrien, ven acá mmaguevo! —lo perseguí por toda la pista de patinaje con una de sus metralletas de Nerf porque el muy mardito me había disparado un dardo en la espalda— ¡Adrien!

Soltó una carcajada mientras corría a todo lo que daban sus piernas. Era hábil y rápido el cabeza e' yuca, yo en cambio, iba a venir botando un pulmón por el culo.

Coño, ¿Cómo es posible que yo sea Ladybug pero me cueste un ovario y parte del otro correr cinco metros?

Definitivamente la magia de los Miraculous.

—¿Piensas rendirte ya? —Adrien asomó su rubia cabeza en toda la cima del muro de escalar. ¿Cómo llegó tan rápido ahí?— aceptalo, Mouse. Soy mejor en esto que tú.

Levanté una ceja fingiendo indignación.

—¿Sabei una vaina? De donde yo vengo no es raro escuchar tiros a cualquier hora del día, raro es no escucharlos. Vos a mi no me vas a ganar en mi territorio —le disparé a la pared junto a él y el dardo rebotó hasta chocar contra su cabeza— guarda el cambio, inmundo animal.

No si. Mi Pobre Angelito y tal.

Adrien soltó un quejido mientras se acariciaba la zona lastimada. Sonreí con victoria.

—Ya hay que dejar de jugar —dijo luego de bajar por el tubo de bomberos junto al muro de escalar.

Solté una carcajada.

—Tas claro que te picaste por el sendo pepaso que te metí, marico —me burlé.

—No es cierto.

—Ahora dilo pero ésta vez sin llorar, ¿Si va? —Adrien rodó los ojos— bueno pues, vamos a dejar de jugar para que el bebé mantenga la poca dignidad que le queda.

Me lanzó uno de los cojines que estaba a su alcance. Solté una carcajada.

—Eres malvada.

—Y marginal también —le hice un guiño— que no se te olvide.

Sus mejillas se tiñeron rápidamente de rojo obligandolo a desviar la mirada avergonzado.
Dejé la metralleta de Nerf sobre su cama y agarré mi teléfono. Tenía tres mensajes de Diego ladillado, uno de Freddy preguntándome cómo estaba y cinco del brollero de Christian echandome un beta que le acababa de pasar con Ana.

Estuve a punto de responderle a Christian cuando me fijé en la hora.

Nawebona, ocho de la noche y yo ni me he bañado. Asco.

—¿Sucede algo? —Adrien al parecer se dio cuenta de mi expresión.

—No, nada. Es que ya son las ocho, creo que ya debería ir a la parada de bus —empecé a localizar mi bolso con la mirada hasta que lo vi sobre el mueble.

Recogí mis corotos alrededor de éste y luego lo colgué de mis hombros.

—¿Parada de bus? Ni hablar. Yo te llevaré a casa —sentenció— sólo dame un segundo a que le avise a Gastón.

Me encogi de hombros.

—Como quieras.

Adrien llamó al guarura y la Nathalie esa apareció tiempo después diciendo que el carro ya esperaba por nosotros. Le di un último escaneo al cuarto de Adrien y a su casa antes de salir de ahí. El viaje de regreso fue más cómodo que el de llegada debido a que teníamos bastante de qué hablar. ¿Vieron que yo tenía razón? Una vez que el carajito agarrara confianza, se le iba a quitar la timidez conmigo.

—Es aquí —le avisé al guarura, luego miré a Adrien y hasta yo misma me sorprendí invitandolo a entrar un momento a la panaderia conmigo— ¿Quieres comer algo?

—Galletas estaría bien —sonrió dulcemente. Crucé el mostrador y tomé una bolsa y unas pinzas para meter algunas galletas para él— ¿Y tus papás?

—Mi papá debe estar allá atrás terminando de guardar todo para cerrar, no vivimos con mi mamá, ella está en otro país —le expliqué y luego le pasé el paquete de galletas— aquí tienes.

—Pensé que la señora que atiende la caja registradora era tu madre. Ya sabes, la del cabello rojo.

—No, mano. Ella es Colette, la esposa de papi —le expliqué.

—Y... ¿Tienes hermanos?

—No, soy hija única —reí ligeramente— ¿Y esas ganas de pronto de saber sobre mí?

Sonrió tímidamente mientras se encogia de hombros.

—No lo sé, soy un poco curioso.

—Dicen que la curiosidad mató al gato.

—Al igual que dicen que el gato murió sabiendolo —contraatacó— no lo sé, me has agradado bastante. Hoy ha sido divertido.

—Si, yo tampoco pensé que me iba a divertir tanto. Moral —tomé una de las galletas del mostrador— creo que... creo que después de todo, te he juzgado mal.

Frunció el ceño ligeramente divertido.

—¿Porqué lo dices?

—Digamos que, bueno, después de lo del peo del chicle me hice una mente de que eras igual de pajuo que Chloe pues. Y a mi ése tipo de personas me cae mal —hice una mueca— pero después me fijé en pequeños detalles el día de hoy que me hicieron cambiar de opinión...

—¿Pequeños detalles? ¿Cuáles?

—Para empezar: eres responsable, si hubieses sido como Chloe me hubieses dejado ir en vez de preguntarme cuando nos reuniríamos y luego me hubieses echado la culpa de que yo no quería colaborar —enumeré con los dedos— Te preocupas por los demás, me lo demostraste al recordarme que no había abrochado mi cinturón de seguridad y cuando recibiste a Gio en el cuarto, le preguntaste cómo estaba y cómo estaban sus hijos. Me presentaste a las dos personas con las que mantuviste conversación hoy, eso demuestra educación. Le echaste bolas conmigo haciendo ése trabajo, eso demuestra inteligencia. Me dijiste que lo ibas a terminar tú cuando notaste que ya estaba harta de seguir escribiendo cuando siendo otra persona, simplemente me hubieses formado mi peo diciendo que no quiero colaborar y que tú solo hiciste esa vaina, eres considerado y buena persona. Y por último, te ofreciste a traerme cuando escuchaste que me venía caminando, eso demuestra caballerosidad. Yo... bueno, te he juzgado mal, Adrien. Mala mía.

El carajito estaba avergonzado por todos los cumplidos que le dije. Pero aún así, se esforzó en responder.

—Yo... gracias, Marinette. Significa mucho que pienses eso de mí. Eres la primera amiga que teng... mierda —se dio cuenta de lo que dijo— yo... yo no me refería a amiga de amiga, amiga. Me refería a... bueno...

Sonreí por lo bajo.

—Si, me gustaría ser tu amiga. Pajuo —Él al escuchar aquello, poco a poco fue elevando sus comisuras en una adorable sonrisa— pero vamos a ver qué hacemos con esa timidez tuya. Aunque ya vas a ver que con el tiempo esa vaina se te va a quitar, ningún pana mío es tímido.

Verga, y es la truth. El Christian era el maracucho más tímido y webon que conocía. Se juntó conmigo y Diego y ahora es el maracucho más webon que conocemos.

—En verdad me encantaría... —tomó la bolsa de galletas del mostrador— creo que va siendo hora de que me vaya antes de que mi padre sepa que no estoy en casa.

Salí del mostrador y tomé la llave de la panaderia para cerrar el local de una vez.

—Dale, te acompaño hasta la puerta para cerrar de una vez.

Acompañé a Adrien hasta afuera. Él giró y sin pensarlo dos veces dejó un rápido beso en mi mejilla.

—Hasta mañana, Mouse...

Sonreí ligeramente.

—Hasta mañana, mariquito.

El carro desapareció por la misma calle del colegio y se perdió entre la oscuridad de la noche que abrazaba París. Cerré la panadería y me agarré medio brazo gitano y medio litro de leche antes de subir al apartamento. Saludé a papi y a Colette de camino a mi cuarto que estaban cocinando la cena y les avisé que yo ya había cerrado la panadería.

Tras estar a solas en mi cuarto, Tikki salió de su escondite emocionada.

—¿Y ahora qué? —pregunté tratando de no reír por su reacción— ¿Te pica el culo?

—¡No te hagas! —me empezó a joder— admite que yo tenía razón.

—Vacie, amix. ¿De qué hablais? —me empecé a desvestir antes de meterme a bañar.

Cerré la cortina.

—¡Sobre Adrien! —se podía ver la silueta de Tikki borrosa por la cortina difumidadora— ¿Ves que no era un mal chico?

—Coño, vale. ¿Y quién eres tú, carajita? —le dije mientras me bañaba— ¿La defensora del pueblo o cómo es la vaina?

—Admitelo, Marinette.

Rodé los ojos. A la verga, y yo creí que los muchachos eran ladillas.

—Bueno, está bien. Tenías razón —admiti— me equivoqué con él. Pero coño, tú sabes que yo no puedo dármela de fresca confiandome de cualquiera que tenga una mirada tan cuchi y una carita encantadora como la de Adrien.

—Lo sé, lo sé. Pero al menos decidiste obsequiarle el beneficio de la duda y estoy orgullosa de ti.

Sonreí para mí misma.

—Pues si... Él no es malo, sólo es boca abierta pues. Quiere saber lo que se siente tener un amigo. No veo el porqué no podamos serlo.

—Eso está bien, Marinette. Al fin estás actuando con madurez —ésta desgracia'— definitivamente hoy ha sido un gran día. Al fin hiciste las pases con Adrien y no hubo ningún Akumizado.

No había caído en eso. Hoy no tuve que requerir el uso de mis zarcillos criminales.

—Coño, si. ¿Deberíamos preocuparnos?

Salí de la ducha luego de que alcanzara mi albornoz.

—No lo creo. Hasta Hawk Moth necesita un descanso.

—Tienes razón, chama. Debe estar cansado de perder a cada rato el pajuo mariposón ése —Tikki soltó una carcajada— pero no importa, así mejor para nosotras.

Me cambié por una pijama de franela y me quité las colas para peinarme. Prendí la computadora y luego de servir en un tazón un poco de leche para Tikki y dejarle un pedazo de brazo gitano, nos pusimos a ver 13 Reasons Why con la cuenta de Netflix del enchufado de Freddy.

Mi papá me subió la cena al rato. Llevaba alrededor de cuatro episodios cuando me di cuenta de que Tikki se había quedado dormida en el dorso de mi mano así que apagué la computadora y con cuidado de no despertarla, la llevé a su cama diminuta.

Por mi parte, no sentía nada de sueño por lo que decidí continuar con una de mis viejas costumbres que era dibujar en el patio, así que tomé un SketchBook y subí a la terraza a sentarme en la tumbona.

La noche estaba hermosa y las calles estaban iluminadas en cada camino a pesar de lo solas que se veían a ésta hora. A lo lejos divisé la torre Eiffel brillar en su más grande esplendor y fue entonces que caí en cuenta que en todo el tiempo que he estado aquí, no he ido a entrepitear para allá.

Voy a ver si a la marvada de Alya se le antoja ir mañana.

Empecé a trazar líneas dispuesta a dibujar una falda pero terminé haciendo el boceto de un par de pantalones de vestir que nawebona, me quedó fue bellísimo. Mañana mismo saco la máquina de coser y me pongo a hacer esa mierda.

—¿No se supone que ya ha pasado la hora de dormir de las ladies? —su voz me sobresalió. Por instinto le lancé el Sketchbook y le terminé dando en la cabeza con la vaina esa— ¡Joder, My Lady! Que puntería.

MA

RI

CA

COÑOELAREGRANDISIMAMADRE

MARICA NOOOOO

QUE

PE

NA

—Chamo, perdón. Mala mía —sentí cómo se me ponía roja la cara de vergüenza— es que, coño. Me asustaste. Creí que eras un malandro.

Chat Noir frunció el ceño.

—¿Qué es un malandrou? —preguntó.

—Así le llamamos los venezolanos a los ladrones —le resté importancia— ¿Qué te trae por aquí?

El gato papasito se bajó del tejado de un salto y tomó asiento en la tumbona frente a mí.

—Patrulleaba por la ciudad, lo de todas las noches —explicó. A la vaina, cómo se ve que éste le echa más bola que yo en el beta ése de ser un superhéroe, es eso o no tiene más nada que hacer— Y ¿Qué haces aquí tú sola?

—Nada, Kitty. Haciendo algunos bocetos para pasar el tiempo.

Chat frunció el ceño.

—Espera... ¿Eres artista? ¡Déjame ver! —intentó quitarme el Sketchbook de las manos pero rápidamente lo dejé fuera de su alcance.

—Soy diseñadora de modas —corregí— y no, no puedes verlo.

—¿Porqué no?

—Bueno... no sé, no me gusta que los demás vean mis bocetos. Es raro.

—¿Porqué?

—Porque de alguna u otra forma terminan juzgandote aún sin tener conocimiento y con el único fin de criticar destructivamente —rodé los ojos para mí misma.

—¡Vamos...! —rogó— prometo no criticar, además, ¿Qué puede saber un gato como yo acerca de la moda? —dudé unos segundos en pasarle la verga esa hasta que me hizo ojitos. Examinó mi boceto.

Lo examinó....

Y lo siguió examinando.

Odio el silencio.

—¿Y bien? —lo incité a que hablara.

—Bueno... —hizo una mueca— no es algo que yo usaría...

Le arrebaté el Sketchbook de la mano.

—Lo sabía.

—¡No, no, no, no, no! —se apresuró a decir— me has entendido mal, My Lady. Me refería a que no es algo que yo usaría porque a leguas se ve que son pantalones de mujer —mala mía— pero me parecen preciosos.

Como ése booty tuyo, papi.

—Gracias... —le sonreí. Chat se levantó de la silla y se estiró un poco. ¿Tan rápido se iba?— ¿Ya te vas?

Pero en vez de responder a mi pregunta, él hizo la suya.

—¿Estás libre justo ahora?

Frunci el ceño al ver que me extendía su mano. Me levantó de un tirón haciendo que chocara con su pecho.

—¿A qué te refieres?

Sacó su bastón y apretó un botón de la garra digital haciendo que éste se expandiera a su altura.

Sonrió juguetonamente a esa corta distancia.

—Quiero enseñarte la ciudad.

Todo ocurrió tan rápido. Lo siguiente que supe era que iba aferrada como un koala a su cuello y espalda mientras él brincaba de tejado en tejado a través de la oscuridad.

De unas le dije que si nos caiamos de la vaina ésta, lo iba a escoñetar a carajazos.

—No voy a dejarte caer, My Lady —rió mientras agarraba impulso con su bastón y así aterrizar agilmente en el tejado de en frente. Pegué un grito— sólo procura no acabar con mis tímpanos.

—Ay, si, tú —le hice mofa— ¿Para dónde coño me lleeee...? ¡CHAT! —grité cuando el muy boca abierta no se fijó bien por dónde caminaba y se resbaló. Por suerte se guindó de uno de los tendones del tejado— ¡GATO MMAGUEVO! ¡DE VAINA NO ME ORINO DEL SUSTO!

Chat soltó una ronca carcajada y con ayuda de su bastón, nos bajó.

—Que llorona eres —se burló— puedes abrir los ojos, ya hemos llegado.

Dejé de apretar los ojos fuertemente y al abrirlos...

Marica, estábamos frente a Notre Dame.

MARICA, LA IGLESIA DE NOTRE DAME.

—Coñoelamadre...

Chat me miró.

—¿Qué? ¿No te gusta?

Si tan sólo supieras jeje

—Yo no puedo entrar a la vaina esa, kitty.

—¿Y porqué no?

—Marico, lo que me puedo es quemar si entro a la vaina esa, nawebona —le dije— además me da como que un poquito de miedo entrar a una iglesia de noche, ¿A ti no?

—Soy un superhéroe, nada nos asusta —éste si es mojonero, vale— pero mi plan inicial no era entrar.

Frunci el ceño.

—¿Ah, no?

—No.

—¿Entonces cu...? —el carajito ni siquiera me dejó terminar cuando me atrajo hacia él y nos subió al techo de la vaina esa, exactamente donde estaban las mollejuas campanas— Vos a mi me vas a venir matando un día de estos.

—Ahora dilo sin llorar.

Lo fulminé con la mirada. Éste si es pasado, vale. Que falta de respeto.

—Malayo.

Lo seguí a través de la cornisa rápidamente para no caerme de la vaina esa y me senté junto a él en el borde del balcón.

Nos íbamos a caer de la webonada esta.

Lo miré. Miraba al frente maravillado por la magnifica vista que estaba posada frente a nosotros. Su mirada era jovial y estaba llena de brillo. Cualquiera que lo viera, creería que era su primera vez haciendo esto.

—¿Qué opinas ahora? —preguntó.

Parpadeé un par de veces entrando en sí. Me había distraído mirándolo como una boca abierta.

Fue entonces cuando mi vista cayó ante la preciosa ciudad de París.

Nawebona, si la vista que tenía en mi terraza era bien chikiluki, ésta hacía que esa se quedara pendeja. Podía ver absolutamente todo desde aquí.

—Marico... —balbuceé— es increíble. ¡Se puede ver, literalmente todo desde aquí! —exclamé como la propia carajita emocionada— la torre Eiffel, el rio Sena, el beta ese del puente de los candados, el estadio, ¡El museo ése que parece una pirámide de cristal pero que no sé cómo coño se llama!

Yo voy mal en historia, que jode.

Chat Noir soltó una pequeña risa.

—Leouvre —mencionó— dicen que es tan precioso como lo es por fuera.

Frunci el ceño.

—¿Qué? ¿Jamás has ido?

—Por mucho que me enamora la idea, no —apoyó su peso en sus manos en una pose relajada— no lo tengo permitido.

—¿Porqué? Yo ya me hacía mentes de que tú te habías vacilado todos los monumentos de aquí.

Me miró reprimiendo una pequeña sonrisa.

—Hay cosas que, es mejor dejarlas dichas, My Lady —respondió— al parecer te gustan las preguntas.

Soy yo, ¿O me dijo brollera?

—Sólo quiero saber un poco más acerca de ti, no me culpes por eso. Kitty.

Él guardó silencio unos segundos. Como que pensando más o menos la vaina.

—¿Qué te gustaría saber?

—¿Cuál es tu verdadera identidad? —él estuvo a punto de negarse pero lo interrumpi— es jodiendo. ¿Qué edad tienes?

—Tengo diecisiete —respondió— ¿Desde qué edad te empezó a interesar el diseño de modas?

—Desde que mami me enseñó a ensaltar una aguja, no recuerdo muy bien a qué edad exactamente. Siempre he amado la idea de crear mi propia marca —sonreí inconscientemente— cuando era niña yo misma le hacía la ropa a mis muñecas, claro, no eran unos diseños arrechisimos pero con el tiempo fui mejorando. A los doce yo le arreglaba los vestidos a mami y a los quince empecé a arreglarle los pantalones de los uniformes a mis compañeros por encargo. Mami me regaló una maquina de coser y siempre creaba nuevos diseños, a veces me quedaba despierta hasta tarde cosiendo vainas.

—¿Tu canción favorita?

—One Time de Justin Bieber —le respondí— ¿Hablas otro idioma?

—Chino, Francés pero soy un asco con el inglés.

—Nawebona' ni yo pues. De verga y sé hablar.

Chat rió roncamente.

—¿Qué ha sido lo más estúpido que has hecho por alguien?

—Hasta ahora... prestarle mi cuenta de Facebook a mi mejor amigo para que espie a la novia. El muy pajuo hizo lo que iba a hacer y después le escribió a mis ex diciéndoles que estaba preñada y que seguramente era de ellos. Jamás me volvieron a escribir. Lo más arrecho es que soy virgen —Chat soltó una carcajada— ¿Qué es lo más maravilloso que has visto?

—Tu mirada brillar cuando hablas de algo que en verdad te importa.

Nawebona, ¿Escucharon esa explosión? Esa fue mi qk.

—Ayy valeee. ¿Ves que eres mariquito?

—¿Tiene algo de malo? Tú hiciste la pregunta. Yo sólo fui honesto.

Me levanté de la cornisa y empecé a recorrer el lugar con él pisándome los talones.

—Así empiezan....

El gatubelo frunció el ceño.

—No lo entiendo.

—Todos hacen lo mismo —le expliqué— sonríen, te dicen lo bonita que estás, te prometen el sol y y un bulto de harina y cuando quieres acordar, te montan cacho.

@CarlosHidalgo, la vaina es contigo pajuo.

Me fui a asomar para ver las enormes campanas. Me pregunto si Quazimodo o las gárgolas no se ostinarán porque Chat y yo estemos aquí.

—Soy la persona más honesta que puedas conocer, My Lady —alardeó. Levanté una ceja de manera irónica— okay, mentí cuando te dije que la razón por la cual aterricé en tu balcón, sólo esa vez. Hoy lo he hecho porque en realidad quería volver a verte.

Chat me siguió para ver conmigo la hermosa campana con incrustaciones de piedras preciosas en el interior. Si no estuviera pasando un lindo rato con el mishu mishu, de pana que hubiese gritado dentro de esa mierda para ver qué tan arrecho era el eco.

—Te la dejo pasar porque también es agradable hablar contigo —le respondí luego de un rato— eres muy pana.

Sonrió vagamente.

—Si te pido algo, ¿Estarías dispuesta a hacerlo?

Listo, éste me va a pedir totona.

—Depende. ¿Qué sería?

—Ven mañana por la tarde al río Sena.

Frunci el ceño.

¿De pana me estaba invitando a ir para el río? Nawebona papi, Llévame a una playa o a una piscina primero. Que molleja, un río. Ahora sí me jodí yo, bañándome en un río.

—¿Para qué?

—Me gustaría invitarte un helado. Tal vez pasear por ahí como dos personas normales —sugirió— ya sabes, sin ti gritandome al oído mientras saltamos por los tejados.

Ya va. ¿Acaso me estaba invitando a una salida tipo cuadres?

YA VAAAA.

MARICA NO, YA VA

NO RESPIRO.

—Perate ahí, ¿Me estás invitando a...? —¿Cómo era que le decían los gringos a las vainas estas pero de manera más decente?— ¿Me estás invitando a una cita?

Chat sonrió y asintió. Aww, cosita.

—Claro, si quieres.

—De bolas que quiero, marico —Pero como a mí me gusta el peo, decidí preguntarle— Pero ya va, ¿Y la Leidibó no se arrecharía? Digo, como son un dúo.

—¿Hablas de Ladybug? —rió por mis disparates— no estamos saliendo. Lo nuestro es... diferente.

Frunci el ceño.

—¿Diferente? ¿Diferente en qué sentido?

Ya va, pana. Ésta vaina iba a estar más confusa que los betas de la Hannah Montana con el jevo. Tipo que Miley debía decirle a Jake, el jevo, que ella era Hannah Montana pero le daba arrechera porque sentía que el man como que le montaba cacho con Hannah, quien era ella, lo cuál es ilógico porque Hannah era ella y ella era Hannah así que no podía cuaimearle nada porque Jake no sólo era su novio siendo Miley sino que también era su novio siendo Hannah porque ambas eran la misma webonada.

Disney es más entretenido que Venevisión pa los peos, a la verga.

—Diferente en que me gustaría seguir salvando al mundo a diario a su lado. Pero contigo —dio un par de pasos hacia mi— contigo me gustaría conocerlo.

NOJODAAAAAAAAAAAAAAAA

¿ESCUCHASTE, CHÁVEZ?

YA CAYÓ.

Me sonrojé horrible.

—Hay que ver que tienes labia. ¿Dylan y Julia O'Brien por fin obedecieron al Jorjius y publicaron un manual de labias?

—¿Qué?

—Olvidalo —hice un ademán para que le restara importancia a mis vainas— sí, me gustaría salir contigo.

La sonrisa de Chat se hizo aún más notoria dejando a la vista un adorable hoyuelo en la mejilla derecha.

(…)

—Entrega de una preciosa damisela a domicilio —anunció bajandome de sus brazos cuando sus pies pisaron mi balcón— ¿No hay algo de propina para el repartidor? —me puso la mejilla para que le diera un beso.

Reí.

—Son las dos de la mañana. Es tarde, por lo tanto la entrega es gratis.

Chat hizo un puchero.

—¡Oh, vamos! ¿Hablas en serio? —se cruzó de brazos— casi dejo un diente en aquel tejado, Marinette.

Rodé los ojos. Bien dramático que es.

Me paré de puntas y besé lo primero que pude alcanzar. Su mandíbula.

—Buenas noches, Kitty.

Chat sonrió dulcemente y antes de girarse para desaparecer por los tejados. Me miró.

—Descansa. My Lady.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro