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V E I N T I S I E T E | U N I D O S

«No me gustaba verlo de esa forma, y admitía que me asustaba cada vez que salía a pelear. Y ese día no supe que me ocurrió, pero tan solo me dejé llevar»

Afrodita.

SERPIENTE.

Traté de darle vueltas a la venda que solía ponerme en los puños como protección antes de cada combate. Tanto, así como cuando entrenaba. Ya estaba tan acostumbrado a ponérmelo solo que lo hacía por inercia.

Pero aquella noche no supe exactamente que fue lo que me ocurrió, que por mucho que tratase de que quedase bien amarrado en mis puños, no me salía esa tontería. Empezaba a cabrearme por cualquier tontería que ocurriese, y ese era una de ellas.

Ahí fue cuando la puerta de mi cuarto se abrió sin tocar.

Me imaginé que debía de ser alguna de las ayudantes de otros luchadores, pero esa noche ni las futuras, estaba para esas noches que tenía con ellas. Ya no quería ser el juguete de ellas, solo quería que alguien me amase como cuando me enamoré de mi primera y única novia hace años.

Cualquier chica que apareciera por la puerta, le diría que ya no iba a estar más disponible. Pero para mi sorpresa, la persona que apareció no era una ayudante, sino la mujer prohibida y el cual, llevaba enamorado desde hacía tiempo de ella.

Afrodita se quedó dentro de mi cuarto, ligera de ropa como Magnus siempre le pedía que viniera ella, y con sus labios rojo carmesí. Sus ojos no abandonaron los míos por ningún segundo y, cuando vi que miraba hacia el pasillo, le habló a alguien y, al escucharla, supe de quien se trataba.

—Te lo agradezco, Venecia.

Y la voz grave de ese hombre que tan serio era, contestó;

—No te preocupes, Afrodita. Guardaré vuestro secreto. Cierra la puerta, Magnus no lo sabrá.

Afrodita cerró la puerta y hubo un largo silencio entre los 2.

Yo, simplemente, comencé a sentirme nervioso por la mirada tan intensa de ella. Tanto fue así que fui el primero en romper aquella intensa mirada y continué con mi mal intento para poder colocarme las protecciones.

Pero nuevamente, no lo conseguí.

—Veo que necesitas ayuda —susurró con aquella voz tan suya, tan elegante y sensual que podía escucharla durante horas y horas sin cansarme.

Suspiré con fuerza y, sin mirarla, contesté;

—Siempre he podido solo, pero hoy no sé que me ocurre.

Sus tacones altos hicieron eco en el cuarto y, cuando ya estuvo a escasos centímetros de mi, contestó;

—Déjame a mí.

Tomó una de mis manos, grande entre las manos pequeñas de ella. Acarició cada dedo, cada milímetro de mi mano antes de tomar la venda y empezar con esa labor, tapando mi puño y protegiéndomelo.

Y ahora comprendí como se sentía Gato cuando Felina lo ayudaba en cada combate y mi corazón comenzó a latir con fuerza, temiendo que ella lo notase si por alguna casualidad tocase mi pecho desnudo.

Su cercanía, como un mechón de su cabello podía llegar a rozar parte de mi hombro desnudo me hizo dar escalofríos de placer y sus labios, al sentirlos tan cerca de mi rostro, deseé besarlos nuevamente, sentirlos como aquella vez e intensificar el beso esta vez mucho más.

Quería tocarla, sentirla, besarla... Pero sabía que no debía, estaba prohibida para mí, para cualquiera, y lo último que quería era dañarla y hacerle daño a ella y a su hija por mi culpa, por desear estar a su lado. No quería traerle problemas, solo quería amarla... Pero ni eso podía.

Entonces, sus hermosos ojos parecían leerme, ya que me preguntaba que es lo que hacía ella aquí, cuando en otras ocasiones deseaba irse. Pero esta vez fue ella sola, vino a verme sin importarle que Magnus nos descubriese. Y por el tono de ella y Venecia al hablar, sabía que estaba aquí en secreto, solo para hablar conmigo o para algo más.

Deseé con todas mis fuerzas besarla, pero solo silencié y no me moví.

Pero ella quería hacer todo lo contrario.

—Dime —susurró con aquella voz que me hacía soñar muchas cosas.

Negué con la cabeza.

—No te he dicho nada.

—Pero conozco tu mirada y sé que quieres decirme algo.

Me lamí el labio inferior y cuando los separé, pude ver como Afrodita se había despistado mirando mis labios. Elevé la ceja y, lentamente, coloqué mi mano sobre la suya, la cual seguía acariciando la mía. Y pregunté;

—¿Por qué estás aquí, Afrodita? Yo no tengo ningún problema en tenerte a mi lado, pero siempre dices que no quieres que te vea Magnus conmigo... ¿Qué ocurre hoy?

Ella se quedó pensativa por largo rato, pero cuando contestó, no dijo lo que realmente quería saber. Y eso me desesperó.

—Siempre he odiado verte así... La angustia que paso antes de cada combate, y mientras... Y la de veces que he querido entrar en tu cuarto para poder curártelas, pero Magnus siempre me hace trabajar después de cada combate... —Silenció mirando mis ojos. Parecía muy pensativa y, cuando creí que no iba a contestar mi respuesta, dijo. —Pero estoy cansada y no aguanto ni un día más así.

Colocó sus manos sobre mis mejillas y noté la yema de sus dedos acariciando mi piel. Cerré los ojos al sentirme jodidamente bien por su roce.

Y entonces pregunté;

—¿Así como?

Apretó sus labios, aquellos labios tan rojos que tenía pintados y que deseé tener ese color por cada parte de mi cuerpo.

Y entonces lo dijo;

—Sin ti.

Abrí los labios, asombrado por su respuesta y deseé saber mucho más, más de lo que ella me estaba contando.

Nos quedamos por largos minutos, mirándonos en silencio, en la intimidad de mi cuarto, mientras que ella tomaba mi rostro, acunándolo entre sus manos.

Me sentía como en una nube a su lado y quise seguir sintiéndome así por mucho tiempo.

Coloqué lentamente mis manos sobre sus caderas, aquella cadera llena de curvas que volvían loco a cualquiera y cuando tuve mis manos sobre esa zona de su cuerpo, ella se mordió el labio inferior, sin dejar de mirarme a los ojos.

—Dime que deseas y te lo daré, Venus.

Mi voz sonaba llena de ansia, necesitaba su respuesta y solo deseaba que fuera positiva, porque si era negativa, no podría salir al combate en mi estado. Necesitaba con urgencia enterrarme en ella, poder susurrarle todo lo que deseaba decirle desde hacía tiempo y que ella me tocase libremente... Darle todo el placer que ella jamás se imaginaría.

Iba a vivir este momento y a revivirlo cada día de mi vida. Y no me importaba ser su juguete, pero sabía que Afrodita no era de esas mujeres. Ella me trataría como su igual y siempre deseé que alguien me tratase de esa manera y estaba dispuesto a abrirme por completo emocionalmente por ella.

Ella parecía tardar siglos en contestar y, cuando lo hizo, sus ojos parecían puro fuego.

—Te quiero a ti, Bruce... Te quiero entero solo para mí.

Me bajé de la camilla, la levanté del suelo y estampé mis labios sobre los suyos, sintiendo como los tacones de ella se clavaban en mi trasero. Y no me importó. Quería esas marcas por todo lo que existiese. Necesitaba enterrarme en ella y sentirla como nunca.

De una manera u otra, acabamos en el sofá y con ansias, ambos terminamos quitándonos la ropa mutuamente, quedándonos desnudos, solo Afrodita llevaba puesto sus tacones y es que necesitaba sentirlos sobre mi piel clavándose mientras le daba placer.

Me arrodillé frente a ella, abriéndole las piernas por completo y enterré mi cabeza entre sus piernas, haciendo que ella sintiese mis labios sobre su intimidad. Y los sonidos que ella hacía me ponían cada vez mucho más duro.

Mi lengua no dejaba de bailar entre sus piernas, y cuando la miraba de vez en cuando, la veía tratando de no hacer ruido, mordiéndose el labio inferior a punto de llegar al clímax y, con varias lamidas más, conseguí hacer que ella se corriese en mi boca, saboreándola de la forma más deliciosa que existía.

Y susurré;

—No sabes la de noches que he soñado en poder saborearte completamente, Venus.

Me subí sobre ella y, colocando mi dureza entre su sexo, la miré, sin retirar nuestras miradas entre nosotros, mientras poco a poco me enterraba en ella.

Me sentí en la misma gloria, y al verla a ella llenándose de mi, me fascinó, necesitándola cada vez más y más.

Comencé a moverme más y más rápido, entrando y saliendo por completo de ella, notando lo bien que se adaptaba a mi tamaño y el sonido que hacían nuestros cuerpos al chocar, era el mejor sonido que podría haber existido.

La miraba, viendo el rostro de placer que ponía, y como gemía en alto, aunque trataba de guardar un poco para que no se escuchase desde fuera y mis gemidos tampoco podían ocultarse.

Hasta que, en unos últimos movimientos, ella se corrió antes que yo, clavando sus tacones en mi trasero, haciendo que me pusiera más y más duro que antes.

—¡Bruce! —gritó sin percatarse, pero la callé con un beso para que amortiguase sus gemidos altos y llegué al final después de ella.

Sudados por completo, desnudos sobre mi sofá y sin salir de ella, la miré, agotado por el ejercicio, pero a la vez sintiéndome como nuevo. Acaricié suavemente sus mejillas, mientras que Afrodita aprovechaba la posición de sus manos, bajando por mi espalda desnuda y colocando luego sus manos sobre mis nalgas, acariciándolas de una manera que me quitaba la fuerza.

La besé, mientras que ella no me ayudaba pasando sus piernas sobre las mías. Y entonces, dijo;

—Ojalá pudiese estar así contigo por siempre.

Sonreí.

—Por mi, estaría feliz entre tus piernas.

Y ambos, sin decirnos nada más, supimos que habrían más escenas como esta, sin que nadie más lo supiese y en privado, para que Magnus no nos descubriese.

***

¿Quien apuesta por Afrodita y Serpiente?

No subí la semana pasada porque no he estado bien, e incluso esta semana tampoco he estado bien como para terminar el capítulo de Gato, pero tampoco quería dejarles sin un nuevo capítulo.

Solo pido que si no subo una semana es porque no puedo, aunque me encantaría traerles todas las semanas capítulos de todas mis novelas. Pero tendréis más capítulos de Gato.

¿Que les ha parecido este capítulo?

¿Creen que tengan su final feliz?

Nos leemos el domingo :3

Patri García

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